sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 134

Vengo a traer la paz a vuestro corazón en este mensaje de amor, porque he visto abierto vuestro santuario y he penetrado para morar en él.

Os está hablando Cristo, el Maestro, y os recuerda sus obras en la tierra para que logréis inspiraros en mis ejemplos.

Debéis aprovechar mi presencia entre vosotros, oh pueblo muy amado, porque el tiempo que estáis viviendo es trascendental para vuestro espíritu.

Ese ser de luz que en vosotros habita, sabe que su obra no está terminada, conoce que en anteriores existencias desaprovechó el tiempo que se le había concedido, así como las oportunidades que tuvo para lograr su adelante espiritual, por lo tanto sabe que hoy debe esforzarse para alcanzar el completo desempeño de su misión, así como el desarrollo de todos sus dones.

He querido que a través de esta obra conozcáis todos los dones y potencias de vuestro espíritu, os he impartido mis enseñanzas de amor, os he concedido tiempo suficiente para que cultivéis vuestros dones y para que podáis iluminar el sendero de los que en tinieblas se encuentran, con la luz de mi verdad.

Os he hecho comprender que éste es el tiempo en el cual mis escogidos surgirán como profetas, videntes o iluminados, anunciando al mundo que ha llegado la era de la luz. Pocos serán los que presientan en estos anuncios la proximidad de mi reino, el cual se encuentra dispuesto a desbordarse en revelaciones, gracias y sabiduría.

Muchos se confundirán por lo que vean, sientan y experimenten, al extremo de llegar a preguntarme: Señor, ¿que es lo que ven mis ojos, qué es lo que está aconteciendo en el mundo y cuál es el significado de tantas extrañas manifestaciones y señales entre los hombres?

Y aquellos que por su incredulidad, por su orgullo o por su dureza, no lleguen a ver ni a sentir, ni logren por medio de la intuición contemplar las luces de este tiempo, serán los que llamen tinieblas a la luz e impostura a la verdad.

¿No creéis que vosotros, los que os habéis deleitado con la luz de esta palabra que ha venido alentando a vuestro corazón, sois los indicados para definir el por qué de todo ésto, anunciando la buena nueva y enseñando mi doctrina por medio del libro de mis enseñanzas a todos aquellos que lo necesitan?

Os he dado la ley, las normas, el camino y el conocimiento de lo que es justa y de lo que es lícito, para que nunca tropecéis, para que no dudéis en los momentos de la lucha y para que no manchéis lo que es sagrado. Sé que vais a ver surgir por todos los puntos de la tierra hombres y mujeres que profetizan, que anuncian doctrinas extrañas para todos aquellos que viven alejados de lo espiritual, seres que curan enfermedades de las que llaman incurables y que predican la espiritualidad como la única doctrina que es capaz de dar al mundo la paz.

No estarán definidas ni serán puras las manifestaciones de muchos de aquellos hombres, porque les faltó la dirección del Maestro, mas para entonces, este pueblo que ha sido mi discípulo, llevará mi mensaje por todos los caminos de la tierra.

Muchos tendrán razón al extrañarse de que la vida espiritual llegue a ser la norma de las obras de la humanidad, porque hace mucho tiempo que los hombres cerraron las puertas de su corazón para mi mensaje e inspiraciones. En este destierro voluntario, el hombre sólo escucha la voz de su libre albedrío, y el sendero de su vida está iluminado tan sólo por la débil luz de sus conocimientos materiales; pero esa voz es casi siempre una larga queja, sollozo o imprecación, y su luz la manifiesta por medio de su ciencia que en lugar de elevarlo, va hundiéndolo más en su dolor.

Los que se levanten después de su sueño de siglos anunciando la luz del nuevo tiempo, serán los muertos que resucitan a la vida espiritual, después de haber permanecido inertes para la verdadera vida. Donde exista el amor, la sabiduría y la justicia, donde haya inspiración e impere la bondad, allí existirá la verdadera vida. Mas donde reine el pecado e impere el vicio, donde exista la guerra, anide la envidia y el egoísmo, ahí sólo se encontrará la muerte, la desolación y las tinieblas.

Cuando los hombres caen en materialismo, en lugar de que su obra sea creadora, es destructora; entonces se asemejan a una multitud de gusanos dispuestos a terminar de carcomer a un cadáver, cuando por su labor creadora podría parecerse a un enjambre de abejas construyendo su panal en perfecta armonía. La obra de esos pequeños seres consiste en buscar miel para que después ésta endulce los paladares. Y vosotros: ¿Cuándo llegaréis a descubrir el verdadero sabor de la vida para dároslo unos a otros?

Ese saber está constituido por el amor divino, néctar sublime que he depositado en cada corazón y al que no habéis sabido comprender ni buscar, y por ello no endulza aún vuestra existencia.

Hoy, la luz del Padre se encuentra derramada a raudales sobre todo espíritu, para que al despertar de su letargo, medite sobre su propia experiencia, que es un libro rico en sabiduría y en luz y perciba el resplandor de la verdad.

Pueblo, preparaos, meditad en vuestra misión, medid vuestra responsabilidad en este tiempo, que es propicio para despertar espiritualmente, y disponeos a trabajar en mi campiña, que Yo os ayudaré en el cumplimiento de vuestra misión.

Vengo a escuchar vuestras peticiones, vuestras quejas; quiero que aprendáis a conversar con vuestro Padre.

No penséis que sólo a vosotros he venido, Yo he descendido sobre todos, porque el el amor de esta humanidad llegó hasta la altura de los cielos como un grito angustioso, como una inspiración de luz.

Al recibir vosotros mi palabra bajo esta forma, me preguntáis interiormente, si vengo como Padre o como juez, y Yo es digo que desde antes de que escuchases mi primera palabra de este día, ya la conciencia os había señalado cada una de vuestras faltas y también cada una de vuestras buenas obras. Mas si con mi palabra os juzgase, ¿por qué teméis? ¿por ventura mi juicio no proviene del amor que os tengo?

Vengo a despertamos para que las pruebas no os sorprendan, y las tempestades y huracanes de estos tiempos no os dejen a oscuras.

Ciertamente éste es tiempo de pruebas, para el cual es necesario estar fuerte y preparado para no sucumbir.

La vida en la tierra siempre ha sido de prueba y expiación para el hombre, mas nunca había estado este camino tan lleno de dolor como ahora, ni había estado el cáliz tan lleno de amargura.

En este tiempo no espera el hombre la edad madura para enfrentarse a la lucha; cuántas criaturas en su niñez ya conocen los desengaños, yugo, los azotes, los tropiezos y fracasos. Y puedo deciros aún más: En estos tiempos el dolor del hombre comienza antes de nacer, es decir, desde el seno de su madre.

¡Grande es la expiación de los seres que en este tiempo vienen a la tierra!

Todo el dolor que existe en el mundo es obra del hombre ¿Qué mayor perfección en mi justicia, que dejar que los mismos que sembraron de espinas el camino de la vida, vengan ahora a recogerlas?

No todos tienen igual parte de culpa en el caos que vivís, mas los que no son causantes de la guerra, son responsables de la paz.

Tened caridad de vosotros y de vuestros semejantes. Para que esa caridad sea efectiva, reconoced vuestros dones estudiando mi palabra, porque el que ama a su hermano, me ama a Mí, porque su hermano es mi hijo muy amado.

Sois un pueblo al que estoy preparando para la oración, para la divulgación de mi palabra y para la curación. La vida con sus miserias, luchas y amarguras, se semeja al desierto; mas no vayáis a estacionaras en él, porque entonces no conoceréis la verdadera paz.

Tened presente el ejemplo del Israel a que se refiere la historia, que tuvo que errar por el desierto por mucho tiempo, para alejarse de la cautividad y de la idolatría de Egipto, a la vez que para alcanzar una tierra de paz y libertad.

Hoy, toda la humanidad es semejante a aquel pueblo cautivo del Faraón. Se le imponen creencias, doctrinas y leyes; la mayor parte de las naciones son esclavas de otras más fuertes; la lucha es ruda y el trabajo se realiza bajo los latigazos del hambre y la humillación; es amargo el pan que comen todos los hombres.

Todo esto hace que en el corazón de la humanidad vaya tomando cuerpo un anhelo de liberación, de paz, para alcanzar una vida mejor.

El estruendo de la guerra, la sangre humana que corre, el egoísmo, la ambición y el odio que fructifican en mil formas, están despertando a los hombres de su profundo letargo; y cuando se unan en un solo ideal de espiritualidad, como se unió el pueblo de Israel en Egipto bajo la inspiración de Moisés, ¿qué fuerza podrá detener a esos corazones? Ninguna, porque en ese anhelo estará mi luz, en esa Dicha estará mi fuerza, en ese ideal estarán mis divinas promesas.

¿Necesita el mundo para libertarse de sus cadenas, a un nuevo Moisés? La enseñanza que os he traído en este tiempo, es la luz que inspiró a Moisés, es palabra de justicia y profecía, es fuerza que levanta al débil, al tímido, al cobarde, y le convierte en valeroso, decidido y ferviente, es ley que guía y conduce por la senda de la verdad, es ternura divina que os sustenta en los largos días de la jornada.

Os sentís alentados por mi palabra, pueblo, como si un bálsamo maravilloso cayera sobre vuestras heridas; os sentís fortalecidos, renovados, llenos de esperanza en el mañana; entonces: ¿No creéis que este mismo mensaje, si vosotros lo llevaseis a los pueblos oprimidos de la tierra, obraría en ellos el mismo prodigio?

Por eso os digo que os preparéis, para que no retardéis el momento en que os levantéis como emisarios de esta inspiración.

Si os digo que os preparéis, es porque esta buena nueva deberá ser extendida de tal manera, que jamás pueda ser causa de que se provoque un dolor, una contienda fratricida, o se derrame una sola gota de sangre.

Mi mensaje es persuasivo, dulce, lleno de verdad. Lo mismo toca el corazón, que llega a la mente y convence al espíritu.

Escuchadme, estudiad, practicad y estaréis en condiciones de abrir para los hombres brechas hacia la fe, la luz, la libertad y la paz.

Sabéis que Yo siempre estoy dispuesto a entregaros una más de mis lecciones. Hoy comenzaré por deciros, que el fin de mi llegada entre vosotros es el de adoctrinaros, para que podáis desempeñar con limpidez vuestra misión.

Ciertamente, esta existencia es una nueva etapa para vuestro espíritu, el cual había dejado incompleta una obra que se le había encomendado, y ahora se le ha dado la oportunidad de llevarla un poco más adelante en el camino de la perfección.

También Yo, el Divino Maestro, tuve que volver entre los hombres, porque mi obra en aquel tiempo quedó incompleta. Habrá quienes nieguen esta aseveración, diciendo que la obra de Jesús concluyó al expirar en la cruz; pero esto será porque han olvidado que Yo anuncié y prometí que volvería.

Vosotros, a quienes ahora revelo estas enseñanzas, comprended que a Mí no me es indispensable la reencarnación, porque en mi Espíritu está poder manifestarme de mil maneras a la humanidad. Tampoco he vuelto en busca de perfeccionamiento para mi Espíritu. Si ahora vengo a vosotros, es solamente para enseñaros la senda que pueda conduciros a la luz. Recordad que en el Primer Tiempo os dijeron los profetas: "Es la puerta"-. Además, ¿no os dije cuando me humanicé entre vosotros: "Yo soy el camino"; no os estoy ahora diciendo: Ya soy la cumbre del monte que estáis escalando?

Yo he estado siempre en la perfección.

Me complazco en saberos seguros transitando por mi senda; mañana será el gozo universal, cuando todos viváis dentro del hogar espiritual que ya hace tiempo está en espera de la llegada de los hijos del Señor.

Así hablo a vuestro espíritu, porque sé que ya puede comprender estas lecciones, y a él puedo decirle que no es hijo de esta tierra, que aquí en este mundo sólo debe de considerarse como un huésped, porque su verdadera patria es espiritual.

Tomad esta palabra en su verdadero sentido, porque de lo contrario llegaríais a pensar que mi doctrina viene en contra de todo progreso humano, y no sería justo que atribuyeseis tales errores a un Padre que sólo busca el perfeccionamiento de sus hijos en las diferentes sendas de la vida.

Lo que mi justicia persigue implacablemente es al mal, que toma diversas formas en el corazón del hombre, manifestándose a veces en sentimientos egoístas, en bajas pasiones, otras en codicia desmedida y aún en odios.

Discípulos debéis de estudiar lo que ahora os digo en sentido figurado. La vida es un árbol, sus ramas son en número incontable, y de esas ramas no hay dos que sean iguales, mas cada una de ellas cumple con su misión. Si un fruto se malogra, es desprendido del árbol, y sí una rama se desvía, es podada; porque del árbol de la vida sólo frutos de vida tienen que brotar.

Toda ciencia que haya causado mal y toda religión que no haya hecho verdadera luz, podéis considerarlas como ramas y frutos, por los cuales no corre la savia del árbol de la vida, porque ya fueron desprendidos de él.

Bendito sea el que tenga por ideal seguir mi camino, bendito sea el que busca la forma de hacer grande a su espíritu. Yo recibo a los que callando sus quejas sólo piensan en recibir el roció de mi palabra, a los que no dejan morir la fe y la esperanza de Mi. Haré con mi palabra que todos lleguen a entonar un canto a la fe.

Vengo a enseñaros la espiritualidad, porque ella os dará salud espiritual y física, ella os hará amaros, os dará fuerza y fe.

A través del que piensa en Mí y me ama, pasa el torrente de la vida, en él está mi manifestación divina. Os he dado la vida para que en ella seáis grandes y fuertes, os la he dado para que tengáis caridad y manifestéis vuestra facultad de amar; os la he dado también para que tengáis sabiduría. La vida es el reflejo de Dios, es el gran testimonio de mi existencia; vividla y gozadla, mas también entendedla. Mucho la habéis gozado sin comprenderla. Cantad a la vida y que vuestro canto sea de comprensión, de admiración y de amor. Vuestro espíritu al elevarse, entonará un mejor salmo al Creador.

La vida es una corriente incesante. Para que el espíritu llegue a ser grande, sabio, fuerte y bondadoso, es menester que viva eternamente. Pueblo, creéis que os vengo a visitar, y la verdad es que habito en vosotros. Os visito sólo bajo esta forma de manifestarme haciéndome pensamiento, palabra y visión espiritual, y es que mi manifestación interior en vuestro ser no la percibís con la claridad del latir de vuestro corazón, porque para sentirme palpitar en vuestro ser, es necesario tener sensibilidad. No perdáis la esperanza de llegar a sentirme, porque la esperanza procede de la fe, que es luz en vuestro sendero. Ay del que pierda la fe! La fe, es el faro que alumbra el porvenir, la fe es la fuerza que produce aquello que nombráis milagros. ¿Que sería de vuestra vida, si no tuvieseis fe en mi ley?

Yo os doy la vida, mas os digo Avivad la luz de la fe en vuestro Dios, fe en vosotros mismos, fe en la vida y en lo creado. No dudéis de mi caridad en vuestras vicisitudes; mi amor es más fuerte que vuestras pruebas. Oídme más con el espíritu que con vuestros oídos. A los que se nombran desheredados, a los que dicen que su estrella no brilla y que son lámparas apagadas y a los que lamentan haber venido a la vida para llorar, os digo: ¿Habéis intentado alguna vez olvidaros por un instante de vosotros para llevar un consuelo a vuestros semejantes? Seguramente que no, porque quien practica la caridad, a sí mismo se la hace. He llamado en este tiempo a los que nada tienen para dar al mundo.

Amad y dad con desinterés y veréis pronto la recompensa. Llamad a mis puertas y mi voz es responderá. Todos podéis levantaros, aun cuando hayáis caído muy bajo, aun cuando os encontréis cubiertos de cieno. Los hombres perdidos de hoy, serán los hombres de bien del mañana. Sobre vuestras ruinas levantaré mi templo, mas el hombre me ayudará a su reconstrucción. Hélo aquí, penetrad en la verdadera vida; ella es como un reino, dentro del cual desde lo celestial hasta lo más mínimo en lo material, todo está a vuestro alcance.

Abolid el dolor. La vida creada por Mí no es dolorosa; el sufrimiento proviene de las desobediencias y faltas de los hijos de Dios. El dolor es propio de la vida que los hombres en su disolución han creado. Elevad vuestra mirada y descubrid la belleza de mis obras; preparaos para que escuchéis el concierto divino. No os excluyáis de ese festín. Si os aisláis, ¿cómo podréis participar de ese deleite? Viviríais tristes, atormentados y enfermos.

Yo quiero que en el concierto universal seáis notas armoniosas; que comprendáis que habéis brotado de la fuente de la vida, que sintáis que en todas las conciencias está mi luz. ¿Cuándo llegaréis a la plenitud en que podáis decir: Padre, someted mi espíritu al
vuestro, así como mi voluntad y mi vida? Ved que esto no lo podréis decir mientras vuestros sentidos estén enfermos y vuestro espíritu egoístamente aíslado del camino. Vivís bajo el tormento de las enfermeddes o del temor a contraerlas y, ¿qué es una enfermedad corporal ante una falta del espíritu? Nada, si él sabe levantarse, porque en mi caridad siempre encontraréis ayuda.

Así como la sangre corre por vuestras venas y vivifica todo el cuerpo, así la fuerza de Dios, corno un torrente de vida, pasa a través de vuestro espíritu. No hay motivo para estar enfermo si cumplís con la ley. La vida es salud, alegría, felicidad, armonía; estando enfermos no podéis ser un depósito de los bienes divinos. Mentes, corazones o cuerpos enfermos, el Maestro os dice: Pedid a vuestro espíritu, que es el hijo del Todopoderoso, que vuelva al camino, que sane vuestras dolencias y que os ayude en vuestras flaquezas.

Qué podrá negar el Padre a su hijo, cuando éste espiritualmente se acerque para solicitar algo para su cuerpo, pequeña y frágil criatura material? Así os enseño a pedir, mas cuando se trate de dar, os digo: Repartid y dad. Repartid lo material y dad amor, porque, ¿de qué os servirá dar la parte material si en ella no pusieseis amor? Cuan difícil os ha parecido administrar debidamente los bienes que habéis poseído en el mundo. Unos quieren tener sólo para sí, otros, teniendo demasiado, no sienten el deber de compartirlo.

Yo os descubro una fuente de salud que existe en vosotros, en vuestro espíritu, para que a ella acudáis cuando sea necesario; si sabéis buscarla, encontraréis sus aguas. No quiero un mundo derrotado y triste, un pueblo que por su ignorancia de lo que posee a cada instante me hable con angustia, y me pida con desesperación. Quiero un mundo consciente de cuanto es y posee.

Hay quienes están pensando: ¿Y si el hombre siempre fuese sano, como moriría? A lo cual os respondo, que no es necesario que vuestro cuerpo esté enfermo para que deje de vivir; basta que el corazón se detenga cuando la hora haya sonado, para que deje de ser.

La luz de mi Espíritu se derrama en vosotros para que resucitéis. En este Tercer Tiempo vengo buscando a los descarriados para que me sirvan. Yo soy el libertador de los espíritus, que viene a libraros de vuestra esclavitud, A los rebeldes, vengo a convertirlos en sumisos y humildes siervos. Luego les digo: "Velad", para que no seis sorprendidos por los rumores y las tentaciones que os lleven de nuevo al precipicio.

Quien ha conocido la escoria y el bajo mundo y de él se ha podido librar, está preparado para ir ahí, en busca de los que aún permanecen perdidas. Nadie mejor que él para persuadir con su palabra, que es luz de experiencia. ¿Cuando os convertiréis en los pescadores de corazones y libertadores de espíritus? Cuando afirméis vuestro paso en la senda que os he trazado.

Dad sin condición, no juzguéis la casa de vuestro hermano, antes conoced bien vuestra morada, para que si la encontráis sucia, la limpiéis y sea digna de recibirme. No miréis si su alfolí está lleno o vacío o si a su cuerpo lo cubren las galas o los harapos. Dejad que mi amor dé muerte a todas esas lacras que podrían empañar la luz que debéis reflejar.

Ved que de la mansión perfecta desciendo a vuestra morada para mostraros la grandeza de la vida espiritual, a revelaros una lección que os enseña a conoceros, a conocer a vuestro Creador y a conocer vuestro destino.

No quisiera el Padre que lloraran sus hijos, aunque os haya dicho: "Bienaventurados los que lloran". Mi ley no os enseña que lloréis, sino la manera de evitar el dolor. Si me placiera veros sufrir, no vendría a vosotros como doctor, ni vendría a derramar mi bálsamo sobre toda herida. Aquel que lleva su cruz de penas con mansedumbre, me agrada porque me imita; mas de aquel que en su fanatismo religioso y su ignorancia atormenta y castiga su cuerpo, recibo su intención, que es la de purificarse o tratar de imitarme en mis padecimientos, mas el acto no lo apruebo.

asta con que apuréis con paciencia el cáliz que la vida diariamente os ofrece y que, sobreponiéndose a vuestras penas, tengáis fuerzas para pensar en vuestros semejantes y hacerles el bien que podáis, para que cumpláis así con vuestra misión.

Ya no os quejéis de sufrimientos. habéis recibido la dádiva de mi amor y os habéis embelesado con mi palabra; reconocedla por su esencia divina y la preparación del portavoz, por la dulzura y la firmeza de su voz; entonces, dejad vagar vuestro espíritu por regiones que sólo él puede alcanzar para que allí se sature de luz, mientras que su mente queda extasiado, y su corazón palpitante de admiración y amor.


Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel. 

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