Vengo a traer la paz a vuestro corazón en este mensaje de
amor, porque he visto abierto vuestro santuario y he penetrado para morar en
él.
Os está hablando Cristo, el Maestro, y os recuerda sus obras
en la tierra para que logréis inspiraros en mis ejemplos.
Debéis aprovechar mi presencia entre vosotros, oh pueblo muy
amado, porque el tiempo que estáis viviendo es trascendental para vuestro
espíritu.
Ese ser de luz que en vosotros habita, sabe que su obra no
está terminada, conoce que en anteriores existencias desaprovechó el tiempo que
se le había concedido, así como las oportunidades que tuvo para lograr su
adelante espiritual, por lo tanto sabe que hoy debe esforzarse para alcanzar el
completo desempeño de su misión, así como el desarrollo de todos sus dones.
He querido que a través de esta obra conozcáis todos los
dones y potencias de vuestro espíritu, os he impartido mis enseñanzas de amor,
os he concedido tiempo suficiente para que cultivéis vuestros dones y para que
podáis iluminar el sendero de los que en tinieblas se encuentran, con la luz de
mi verdad.
Os he hecho comprender que éste es el tiempo en el cual mis
escogidos surgirán como profetas, videntes o iluminados, anunciando al mundo
que ha llegado la era de la luz. Pocos serán los que presientan en estos
anuncios la proximidad de mi reino, el cual se encuentra dispuesto a
desbordarse en revelaciones, gracias y sabiduría.
Muchos se confundirán por lo que vean, sientan y experimenten, al extremo de llegar a preguntarme: Señor, ¿que es lo que ven
mis ojos, qué es lo que está aconteciendo en el mundo y cuál es el significado
de tantas extrañas manifestaciones y señales entre los hombres?
Y aquellos que por su incredulidad, por su orgullo o por su
dureza, no lleguen a ver ni a sentir, ni logren por medio de la intuición
contemplar las luces de este tiempo, serán los que llamen tinieblas a la luz e
impostura a la verdad.
¿No creéis que vosotros, los que os habéis deleitado con la
luz de esta palabra que ha venido alentando a vuestro corazón, sois los
indicados para definir el por qué de todo ésto, anunciando la buena nueva y
enseñando mi doctrina por medio del libro de mis enseñanzas a todos aquellos que
lo necesitan?
Os he dado la ley, las normas, el camino y el conocimiento
de lo que es justa y de lo que es lícito, para que nunca tropecéis, para que no
dudéis en los momentos de la lucha y para que no manchéis lo que es sagrado. Sé
que vais a ver surgir por todos los puntos de la tierra hombres y mujeres que
profetizan, que anuncian doctrinas extrañas para todos aquellos que viven
alejados de lo espiritual, seres que curan enfermedades de las que llaman incurables y que predican la espiritualidad como la única
doctrina que es capaz de dar al mundo la paz.
No estarán definidas ni serán puras las manifestaciones de
muchos de aquellos hombres, porque les faltó la dirección del Maestro, mas para
entonces, este pueblo que ha sido mi discípulo, llevará mi mensaje por todos
los caminos de la tierra.
Muchos tendrán razón al extrañarse de que la vida espiritual
llegue a ser la norma de las obras de la humanidad, porque hace mucho tiempo
que los hombres cerraron las puertas de su corazón para mi mensaje e
inspiraciones. En este destierro voluntario, el hombre sólo escucha la voz de
su libre albedrío, y el sendero de su vida está iluminado tan sólo por la débil
luz de sus conocimientos materiales; pero esa voz es casi siempre una larga queja,
sollozo o imprecación, y su luz la manifiesta por medio de su ciencia que en
lugar de elevarlo, va hundiéndolo más en su dolor.
Los que se levanten después de su sueño de siglos anunciando
la luz del nuevo tiempo, serán los muertos que resucitan a la vida espiritual,
después de haber permanecido inertes para la verdadera vida. Donde exista el
amor, la sabiduría y la justicia, donde haya inspiración e impere la bondad,
allí existirá la verdadera vida. Mas donde reine el pecado e impere el vicio,
donde exista la guerra, anide la envidia y el egoísmo, ahí sólo se encontrará
la muerte, la desolación y las tinieblas.
Cuando los hombres caen en materialismo, en lugar de que su
obra sea creadora, es destructora; entonces se asemejan a una multitud de
gusanos dispuestos a terminar de carcomer a un cadáver, cuando por su labor
creadora podría parecerse a un enjambre de abejas construyendo su panal en
perfecta armonía. La obra de esos pequeños seres consiste en buscar miel para
que después ésta endulce los paladares. Y vosotros: ¿Cuándo llegaréis a
descubrir el verdadero sabor de la vida para dároslo unos a otros?
Ese saber está constituido por el amor divino, néctar
sublime que he depositado en cada corazón y al que no habéis sabido comprender
ni buscar, y por ello no endulza aún vuestra existencia.
Hoy, la luz del Padre se encuentra derramada a raudales
sobre todo espíritu, para que al despertar de su letargo, medite sobre su
propia experiencia, que es un libro rico en sabiduría y en luz y perciba el
resplandor de la verdad.
Pueblo, preparaos, meditad en vuestra misión, medid vuestra
responsabilidad en este tiempo, que es propicio para despertar espiritualmente,
y disponeos a trabajar en mi campiña, que Yo os ayudaré en el cumplimiento de
vuestra misión.
Vengo a escuchar vuestras peticiones, vuestras quejas;
quiero que aprendáis a conversar con vuestro Padre.
No penséis que sólo a vosotros he venido, Yo he descendido
sobre todos, porque el el amor de esta humanidad llegó hasta la altura de los
cielos como un grito angustioso, como una inspiración de luz.
Al recibir vosotros mi palabra bajo esta forma, me
preguntáis interiormente, si vengo como Padre o como juez, y Yo es digo que
desde antes de que escuchases mi primera palabra de este día, ya la conciencia
os había señalado cada una de vuestras faltas y también cada una de vuestras
buenas obras. Mas si con mi palabra os juzgase, ¿por qué teméis? ¿por ventura
mi juicio no proviene del amor que os tengo?
Vengo a despertamos para que las pruebas no os sorprendan, y
las tempestades y huracanes de estos tiempos no os dejen a oscuras.
Ciertamente éste es tiempo de pruebas, para el cual es
necesario estar fuerte y preparado para no sucumbir.
La vida en la tierra siempre ha sido de prueba y expiación
para el hombre, mas nunca había estado este camino tan lleno de dolor como
ahora, ni había estado el cáliz tan lleno de amargura.
En este tiempo no espera el hombre la edad madura para
enfrentarse a la lucha; cuántas criaturas en su niñez ya conocen los
desengaños, yugo, los azotes, los tropiezos y fracasos. Y puedo deciros aún
más: En estos tiempos el dolor del hombre comienza antes de nacer, es decir,
desde el seno de su madre.
¡Grande es la expiación de los seres que en este tiempo
vienen a la tierra!
Todo el dolor que existe en el mundo es obra del hombre ¿Qué
mayor perfección en mi justicia, que dejar que los mismos que sembraron de espinas
el camino de la vida, vengan ahora a recogerlas?
No todos tienen igual parte de culpa en el caos que vivís,
mas los que no son causantes de la guerra, son responsables de la paz.
Tened caridad de vosotros y de vuestros semejantes. Para que
esa caridad sea efectiva, reconoced vuestros dones estudiando mi palabra,
porque el que ama a su hermano, me ama a Mí, porque su hermano es mi hijo muy
amado.
Sois un pueblo al que estoy preparando para la oración, para
la divulgación de mi palabra y para la curación. La vida con sus miserias,
luchas y amarguras, se semeja al desierto; mas no vayáis a estacionaras en él,
porque entonces no conoceréis la verdadera paz.
Tened presente el ejemplo del Israel a que se refiere la
historia, que tuvo que errar por el desierto por mucho tiempo, para alejarse de
la cautividad y de la idolatría de Egipto, a la vez que para alcanzar una
tierra de paz y libertad.
Hoy, toda la humanidad es semejante a aquel pueblo cautivo
del Faraón. Se le imponen creencias, doctrinas y leyes; la mayor parte de las
naciones son esclavas de otras más fuertes; la lucha es ruda y el trabajo se
realiza bajo los latigazos del hambre y la humillación; es amargo el pan que
comen todos los hombres.
Todo esto hace que en el corazón de la humanidad vaya
tomando cuerpo un anhelo de liberación, de paz, para alcanzar una vida mejor.
El estruendo de la guerra, la sangre humana que corre, el
egoísmo, la ambición y el odio que fructifican en mil formas, están despertando
a los hombres de su profundo letargo; y cuando se unan en un solo ideal de
espiritualidad, como se unió el pueblo de Israel en Egipto bajo la inspiración
de Moisés, ¿qué fuerza podrá detener a esos corazones? Ninguna, porque en ese anhelo
estará mi luz, en esa Dicha estará mi fuerza, en ese ideal estarán mis divinas
promesas.
¿Necesita el mundo para libertarse de sus cadenas, a un
nuevo Moisés? La enseñanza que os he traído en este tiempo, es la luz que
inspiró a Moisés, es palabra de justicia y profecía, es fuerza que levanta al
débil, al tímido, al cobarde, y le convierte en valeroso, decidido y ferviente,
es ley que guía y conduce por la senda de la verdad, es ternura divina que os
sustenta en los largos días de la jornada.
Os sentís alentados por mi palabra, pueblo, como si un
bálsamo maravilloso cayera sobre vuestras heridas; os sentís fortalecidos,
renovados, llenos de esperanza en el mañana; entonces: ¿No creéis que este
mismo mensaje, si vosotros lo llevaseis a los pueblos oprimidos de la tierra,
obraría en ellos el mismo prodigio?
Por eso os digo que os preparéis, para que no retardéis el
momento en que os levantéis como emisarios de esta inspiración.
Si os digo que os preparéis, es porque esta buena nueva
deberá ser extendida de tal manera, que jamás pueda ser causa de que se
provoque un dolor, una contienda fratricida, o se derrame una sola gota de
sangre.
Mi mensaje es persuasivo, dulce, lleno de verdad. Lo mismo
toca el corazón, que llega a la mente y convence al espíritu.
Escuchadme, estudiad, practicad y estaréis en condiciones de
abrir para los hombres brechas hacia la fe, la luz, la libertad y la paz.
Sabéis que Yo siempre estoy dispuesto a entregaros una más
de mis lecciones. Hoy comenzaré por deciros, que el fin de mi llegada entre
vosotros es el de adoctrinaros, para que podáis desempeñar con limpidez vuestra
misión.
Ciertamente, esta existencia es una nueva etapa para vuestro
espíritu, el cual había dejado incompleta una obra que se le había encomendado,
y ahora se le ha dado la oportunidad de llevarla un poco más adelante en el
camino de la perfección.
También Yo, el Divino Maestro, tuve que volver entre los
hombres, porque mi obra en aquel tiempo quedó incompleta. Habrá quienes nieguen
esta aseveración, diciendo que la obra de Jesús concluyó al expirar en la cruz;
pero esto será porque han olvidado que Yo anuncié y prometí que volvería.
Vosotros, a quienes ahora revelo estas enseñanzas,
comprended que a Mí no me es indispensable la reencarnación, porque en mi
Espíritu está poder manifestarme de mil maneras a la humanidad. Tampoco he
vuelto en busca de perfeccionamiento para mi Espíritu. Si ahora vengo a
vosotros, es solamente para enseñaros la senda que pueda conduciros a la luz.
Recordad que en el Primer Tiempo os dijeron los profetas: "Es la
puerta"-. Además, ¿no os dije cuando me humanicé entre vosotros: "Yo
soy el camino"; no os estoy ahora diciendo: Ya soy la cumbre del monte que
estáis escalando?
Yo he estado siempre en la perfección.
Me complazco en saberos seguros transitando por mi senda;
mañana será el gozo universal, cuando todos viváis dentro del hogar espiritual
que ya hace tiempo está en espera de la llegada de los hijos del Señor.
Así hablo a vuestro espíritu, porque sé que ya puede
comprender estas lecciones, y a él puedo decirle que no es hijo de esta tierra,
que aquí en este mundo sólo debe de considerarse como un huésped, porque su
verdadera patria es espiritual.
Tomad esta palabra en su verdadero sentido, porque de lo
contrario llegaríais a pensar que mi doctrina viene en contra de todo progreso
humano, y no sería justo que atribuyeseis tales errores a un Padre que sólo
busca el perfeccionamiento de sus hijos en las diferentes sendas de la vida.
Lo que mi justicia persigue implacablemente es al mal, que
toma diversas formas en el corazón del hombre, manifestándose a veces en
sentimientos egoístas, en bajas pasiones, otras en codicia desmedida y aún en
odios.
Discípulos debéis de estudiar lo que ahora os digo en
sentido figurado. La vida es un árbol, sus ramas son en número incontable, y de
esas ramas no hay dos que sean iguales, mas cada una de ellas cumple con su
misión. Si un fruto se malogra, es desprendido del árbol, y sí una rama se
desvía, es podada; porque del árbol de la vida sólo frutos de vida tienen que
brotar.
Toda ciencia que haya causado mal y toda religión que no
haya hecho verdadera luz, podéis considerarlas como ramas y frutos, por los
cuales no corre la savia del árbol de la vida, porque ya fueron desprendidos de
él.
Bendito sea el que tenga por ideal seguir mi camino, bendito
sea el que busca la forma de hacer grande a su espíritu. Yo recibo a los que
callando sus quejas sólo piensan en recibir el roció de mi palabra, a los que
no dejan morir la fe y la esperanza de Mi. Haré con mi palabra que todos lleguen
a entonar un canto a la fe.
Vengo a enseñaros la espiritualidad, porque ella os dará
salud espiritual y física, ella os hará amaros, os dará fuerza y fe.
A través del que piensa en Mí y me ama, pasa el torrente de
la vida, en él está mi manifestación divina. Os he dado la vida para que en
ella seáis grandes y fuertes, os la he dado para que tengáis caridad y
manifestéis vuestra facultad de amar; os la he dado también para que tengáis
sabiduría. La vida es el reflejo de Dios, es el gran testimonio de mi
existencia; vividla y gozadla, mas también entendedla. Mucho la habéis gozado
sin comprenderla. Cantad a la vida y que vuestro canto sea de comprensión, de
admiración y de amor. Vuestro espíritu al elevarse, entonará un mejor salmo al
Creador.
La vida es una corriente incesante. Para que el espíritu
llegue a ser grande, sabio, fuerte y bondadoso, es menester que viva
eternamente. Pueblo, creéis que os vengo a visitar, y la verdad es que habito
en vosotros. Os visito sólo bajo esta forma de manifestarme haciéndome
pensamiento, palabra y visión espiritual, y es que mi manifestación interior en
vuestro ser no la percibís con la claridad del latir de vuestro corazón, porque
para sentirme palpitar en vuestro ser, es necesario tener sensibilidad. No
perdáis la esperanza de llegar a sentirme, porque la esperanza procede de la
fe, que es luz en vuestro sendero. Ay del que pierda la fe! La fe, es el faro
que alumbra el porvenir, la fe es la fuerza que produce aquello que nombráis
milagros. ¿Que sería de vuestra vida, si no tuvieseis fe en mi ley?
Yo os doy la vida, mas os digo Avivad la luz de la fe en
vuestro Dios, fe en vosotros mismos, fe en la vida y en lo creado. No dudéis de
mi caridad en vuestras vicisitudes; mi amor es más fuerte que vuestras pruebas.
Oídme más con el espíritu que con vuestros oídos. A los que se nombran
desheredados, a los que dicen que su estrella no brilla y que son lámparas
apagadas y a los que lamentan haber venido a la vida para llorar, os digo:
¿Habéis intentado alguna vez olvidaros por un instante de vosotros para llevar
un consuelo a vuestros semejantes? Seguramente que no, porque quien practica la
caridad, a sí mismo se la hace. He llamado en este tiempo a los que nada tienen
para dar al mundo.
Amad y dad con desinterés y veréis pronto la recompensa.
Llamad a mis puertas y mi voz es responderá. Todos podéis levantaros, aun
cuando hayáis caído muy bajo, aun cuando os encontréis cubiertos de cieno. Los
hombres perdidos de hoy, serán los hombres de bien del mañana. Sobre vuestras
ruinas levantaré mi templo, mas el hombre me ayudará a su reconstrucción. Hélo
aquí, penetrad en la verdadera vida; ella es como un reino, dentro del cual
desde lo celestial hasta lo más mínimo en lo material, todo está a vuestro
alcance.
Abolid el dolor. La vida creada por Mí no es dolorosa; el
sufrimiento proviene de las desobediencias y faltas de los hijos de Dios. El
dolor es propio de la vida que los hombres en su disolución han creado. Elevad
vuestra mirada y descubrid la belleza de mis obras; preparaos para que
escuchéis el concierto divino. No os excluyáis de ese festín. Si os aisláis,
¿cómo podréis participar de ese deleite? Viviríais tristes, atormentados y
enfermos.
Yo quiero que en el concierto universal seáis notas
armoniosas; que comprendáis que habéis brotado de la fuente de la vida, que
sintáis que en todas las conciencias está mi luz. ¿Cuándo llegaréis a la
plenitud en que podáis decir: Padre, someted mi espíritu al
vuestro, así como mi voluntad y mi vida? Ved que esto no lo podréis
decir mientras vuestros sentidos estén enfermos y vuestro espíritu egoístamente
aíslado del camino. Vivís bajo el tormento de las enfermeddes o del temor a
contraerlas y, ¿qué es una enfermedad corporal ante una falta del espíritu?
Nada, si él sabe levantarse, porque en mi caridad siempre encontraréis ayuda.
Así como la sangre corre por vuestras venas y vivifica todo
el cuerpo, así la fuerza de Dios, corno un torrente de vida, pasa a través de
vuestro espíritu. No hay motivo para estar enfermo si cumplís con la ley. La
vida es salud, alegría, felicidad, armonía; estando enfermos no podéis ser un
depósito de los bienes divinos. Mentes, corazones o cuerpos enfermos, el
Maestro os dice: Pedid a vuestro espíritu, que es el hijo del Todopoderoso, que
vuelva al camino, que sane vuestras dolencias y que os ayude en vuestras
flaquezas.
Qué podrá negar el Padre a su hijo, cuando éste
espiritualmente se acerque para solicitar algo para su cuerpo, pequeña y frágil
criatura material? Así os enseño a pedir, mas cuando se trate de dar, os digo:
Repartid y dad. Repartid lo material y dad amor, porque, ¿de qué os servirá dar
la parte material si en ella no pusieseis amor? Cuan difícil os ha parecido
administrar debidamente los bienes que habéis poseído en el mundo. Unos quieren
tener sólo para sí, otros, teniendo demasiado, no sienten el deber de
compartirlo.
Yo os descubro una fuente de salud que existe en vosotros,
en vuestro espíritu, para que a ella acudáis cuando sea necesario; si sabéis
buscarla, encontraréis sus aguas. No quiero un mundo derrotado y triste, un
pueblo que por su ignorancia de lo que posee a cada instante me hable con
angustia, y me pida con desesperación. Quiero un mundo consciente de cuanto es
y posee.
Hay quienes están pensando: ¿Y si el hombre siempre fuese
sano, como moriría? A lo cual os respondo, que no es necesario que vuestro
cuerpo esté enfermo para que deje de vivir; basta que el corazón se detenga
cuando la hora haya sonado, para que deje de ser.
La luz de mi Espíritu se derrama en vosotros para que
resucitéis. En este Tercer Tiempo vengo buscando a los descarriados para que me
sirvan. Yo soy el libertador de los espíritus, que viene a libraros de vuestra
esclavitud, A los rebeldes, vengo a convertirlos en sumisos y humildes siervos.
Luego les digo: "Velad", para que no seis sorprendidos por los
rumores y las tentaciones que os lleven de nuevo al precipicio.
Quien ha conocido la escoria y el bajo mundo y de él se ha
podido librar, está preparado para ir ahí, en busca de los que aún permanecen
perdidas. Nadie mejor que él para persuadir con su palabra, que es luz de
experiencia. ¿Cuando os convertiréis en los pescadores de corazones y
libertadores de espíritus? Cuando afirméis vuestro paso en la senda que os he
trazado.
Dad sin condición, no juzguéis la casa de vuestro hermano,
antes conoced bien vuestra morada, para que si la encontráis sucia, la limpiéis
y sea digna de recibirme. No miréis si su alfolí está lleno o vacío o si a su
cuerpo lo cubren las galas o los harapos. Dejad que mi amor dé muerte a todas
esas lacras que podrían empañar la luz que debéis reflejar.
Ved que de la mansión perfecta desciendo a vuestra morada
para mostraros la grandeza de la vida espiritual, a revelaros una lección que
os enseña a conoceros, a conocer a vuestro Creador y a conocer vuestro destino.
No quisiera el Padre que lloraran sus hijos, aunque os haya
dicho: "Bienaventurados los que lloran". Mi ley no os enseña que
lloréis, sino la manera de evitar el dolor. Si me placiera veros sufrir, no
vendría a vosotros como doctor, ni vendría a derramar mi bálsamo sobre toda
herida. Aquel que lleva su cruz de penas con mansedumbre, me agrada porque me
imita; mas de aquel que en su fanatismo religioso y su ignorancia atormenta y
castiga su cuerpo, recibo su intención, que es la de purificarse o tratar de imitarme en mis padecimientos, mas el acto no lo apruebo.
asta con que apuréis con paciencia el cáliz que la vida
diariamente os ofrece y que, sobreponiéndose a vuestras penas, tengáis fuerzas
para pensar en vuestros semejantes y hacerles el bien que podáis, para que
cumpláis así con vuestra misión.
Ya no os quejéis de sufrimientos. habéis recibido la dádiva
de mi amor y os habéis embelesado con mi palabra; reconocedla por su esencia
divina y la preparación del portavoz, por la dulzura y la firmeza de su voz;
entonces, dejad vagar vuestro espíritu por regiones que sólo él puede alcanzar
para que allí se sature de luz, mientras que su mente queda extasiado, y su
corazón palpitante de admiración y amor.
Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.
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