Nuevamente se presenta entre vosotros el
Maestro para entregaros su enseñanza del Tercer Tiempo.
En verdad os digo que vuestra fe en mi
comunicación a través del entendimiento humano os sostendrá en las pruebas de vuestra
vida porque mi palabra os acompañará por doquier. No seáis como algunos de los
que estuvieron junto a vosotros escuchándome, los que hastiados de oírme, se
ausentaron sin haber llegado a conocer la heredad que llevaban consigo.
Llegará el instante en que todos tendréis que
responder de lo que os confío.
Vosotros los presentes, con vuestra
perseverancia, estáis poniendo de manifiesto vuestra voluntad y ahínco por
seguir mi huella; contemplo cómo el amor que existía en vuestro corazón hacia
mi Divinidad, aumenta con vuestra elevación y práctica de la caridad.
Yo soy el amor del Padre que habla a vuestro
espíritu llenándolo de paz. Mi palabra os purifica, porque llega hasta lo más
íntimo de vuestro ser. Ella es salvación porque os aleja de los malos caminos,
para ofreceros el camino de verdad y por medio de ella al estarme escuchando,
llegáis al éxtasis, formando todos un solo corazón y una sola voluntad.
Estoy hablando a toda la humanidad, haciendo el
llamado de regeneración al pecador, al que se encuentra empedernido en los
vicios, porque también a ellos les tengo reservado un sito entre las filas de
mis soldados.
Mi palabra, eterna y universal, al humanizarse a
través del portavoz se limita, pero nunca pierde su esencia de perfección. Mi
palabra no hiere ni castiga; ¿Por qué creer que Yo castigo, cuando es el hombre
el que siembra de espinas su camino, para después pasar sobre ellas?
Reconoced que todo lo que existe, vive dentro de
una Ley y que aquel que se aparta del camino recto desobedeciendo los mandatos
que os rigen, se ve al instante juzgado por la Ley, para que reconozca su
error.
Observad unos instantes el Universo que os rodea
y admiraréis la armonía, la obediencia y precisión con que todos los reinos y
todos los seres cumplen su destino. ¿Creéis que mi Obra sería perfecta si todo
lo creado no obedeciese a una sola Ley? Vosotros que sois mi obra maestra,
estáis dotados de libre albedrío, voluntad, inteligencia y de todas las potencias
que integran el espíritu, para que por medio de los méritos logrados con el
desarrollo de vuestras virtudes, lleguéis a conquistar la perfección
espiritual, en cuyo estado experimentaréis la paz, la dicha y encontraréis la
luz plena que os he preparado para que alcancéis la Tierra Prometida.
Es tan estrecho y recto el camino que conduce a
la diestra del Padre, que El mismo se hizo hombre en Cristo para trazar al
espíritu humano el camino de la perfección, con las huellas de su sacrificio y
de la sangre por El derramada.
Ese camino, que es la ley del amor, no será
borrado por ideas humanas, porque para todo espíritu llega el instante de su
redención y sólo la encuentra en Dios.
En este tiempo, he venido a vosotros intangible
e invisiblemente y sólo me habéis percibido con vuestra sensibilidad
espiritual. He probado en esta forma vuestra fe; os he concedido muchas
manifestaciones por las que habéis afirmado vuestra creencia. Vuestros ojos
espirituales se han abierto y vuestros sentidos están despertando para
comprenderme y después testificar.
Si vuestros labios no han hablado de mi verdad,
si vuestro corazón duda todavía, el espíritu me ama y cree, está ansioso de
llegar a Mí y en su oración me pide luz para convencer a la materia, fortaleza
y paciencia para doblegarla. No hay unificación aún entre el espíritu y la
materia y muchas veces habéis sido vencidos por los caprichos de ésta, poniendo
vuestras facultades y voluntad a su servicio, mas por eso he venido hoy a
alimentarlo, a hacerlo fuerte y a devolverle su heredad.
Siempre he buscado al espíritu y le he hablado
de la vida eterna que es su finalidad. El me pertenece y por eso lo reclamo. Yo
le he puesto en el camino de evolución y restitución, porque ha sido mi
voluntad que se eleve por méritos y que con ellos se perfeccione. La envoltura
tiene un corto tiempo de vida, una vez cumplida su misión me entrega su tributo,
y el espíritu sigue su ruta sin detenerse.
Hoy es el tiempo de mayor restitución para el
espíritu. Mi juicio ha sido abierto y las obras de cada uno han sido puestas en
una balanza; si ese juicio es grande y penoso para los espíritus, junto a ellos
está el Padre que antes que Juez es Padre y que os ama. También os envuelve el
amor de María, vuestra intercesora.
Mis hijos me esperan en medio del caos en que
hoy viven; sabiendo que he de venir están temerosos porque han faltado a mi Ley,
y cuando me he acercado a ellos y les he preguntado si me reconocen, me han
contestado así: "Señor, olvidé vuestros mandatos, descendí a la
materialidad y me confundí, mas hoy que vuestra voz me llama, voy a enmendarme
y a guiarme con vuestra luz".
Y al venir a vosotros que formáis el pueblo
escogido, a pediros que me recibáis en vuestro seno, el espíritu presto ha
contestado: venid a modelar y perfeccionar con vuestra enseñanza nuestro ser. Y
mientras el espíritu conoce su destino y lo acepta, la materia se interpone y
comienza entre ambos la lucha, en la que haréis los méritos necesarios para
vuestra salvación.
Mucho tiempo atrás os anuncié los
acontecimientos que habéis mirado realizarse. Os dije: Velad y orad porque está
próximo el día en que la guerra y otras calamidades sean desatadas, y vuestro
corazón incrédulo me decía: Padre ¿Será posible que permitáis entre nosotros la
guerra, si habéis manifestado vuestro amor, dulzura y perdón? Cuando os anuncié
estos sucesos fue para que os preparaseis y oraseis por toda la humanidad, para
que penetraseis en una vida de recogimiento y contrición, y en el seno de
vuestro hogar hicieseis la paz y practicaseis mi Doctrina. Todo esto os pedí
para que el dolor fuese atenuado, no quise con ello deciros que así evitaríais
lo que estaba escrito, pero os concedí ser intermediarios entre el mundo y mi
Espíritu.
Y todo lo que había sido predicho apareció en
el año de 1939. Naciones fuertes avasallando a las débiles; otras más fuertes
uniéndose para caer sobre las primeras, y la guerra avanzando, destruyendo todo
a su paso y sembrando el dolor. La oración de algunos de mis discípulos era
ésta: "Señor, esperamos que esta palabra no se cumpla". Otros
aguardaron los hechos para creer. Y mi palabra se ha cumplido y hoy me
preguntáis si habrá desaparecido todo peligro y Yo os digo, que esta paz que
hoy veis, es aparente, que lo que ha pasado, es sólo el principio de los
dolores que afligirán al mundo.
Sois frágiles aún, mis discípulos, porque
teniendo mi palabra, aún dudáis. Mi espíritu de Padre espera el resurgimiento
de la humanidad. Cada uno de vosotros debe ser en el seno de su hogar un
maestro de esta enseñanza, para que cuando llegue el día de la prueba, estéis
preparados y seáis fuertes. Mirad cerca de vosotros a los corazones reacios que
os han hecho llorar y en vuestro sufrimiento me habéis dicho: ¿Por qué me
pruebas en el seno de los míos por causa de vuestra Doctrina? Mas Yo os digo:
Ese hermano vuestro que no ha comprendido vuestro ideal, se convertirá por
vuestra paciencia y caridad y será después vuestro mejor amigo y confidente.
Ya se acercan aquellos que han de oír mis
postreras palabras; en corto tiempo penetrarán en la esencia de mi Doctrina.
Dadles el mejor lugar, sanadlos y no les detengáis en su camino de evolución.
Cuando miréis que sus dones se desarrollan apresuradamente, dejadles avanzar, y
su brazo os ayudará a sostener la cruz, y todos daréis pasos de adelanto.
¡Oh Israel amado, en quien he derramado mi
palabra tiempo tras tiempo, no habéis comprendido aún cuanto os amo! Muchas
veces os habéis conmovido al escuchar mi palabra y al recibir mis prodigios me
habéis prometido que me seguiríais hasta el fin. Benditos seáis. Confiad en
vuestro Padre que vela siempre por vosotros. No habitáis un mundo de perfecta
paz, pero en él alcanzaréis a vislumbrar el Reino prometido a vuestro espíritu.
Mi amor es con vosotros. Buscadme como Padre y no como Juez. No queráis
encontraros ante mi tribunal. Preparad vuestro espíritu, para que al llegar
ante Mí, haya paz y satisfacción en vosotros y gozo en mi Espíritu.
En todos los tiempos me he manifestado como
Padre. En el principio del mundo hablé espiritualmente a los hombres, me vieron
descender muchas veces para aconsejarlos o corregirlos. Hablé a Adán, y me oyó
con humildad. Fui delante de Abel y cuánta gracia encontré en aquella criatura;
mas también me acerqué a Caín, porque Yo a todos amo, a los justos y a los
pecadores. Envié grandes espíritus que llevaban mi luz, para enseñar y revelar
la Ley y los mandatos divinos, mas cuán pocos supieron despertar su espíritu y
escuchar la voz de su conciencia. Algunos cuando pecaban, sabían arrepentirse,
pero otros retrocedían ante la ley severa e inflexible de Jehová. Mas mi Ley
estaba en todos, y a pesar de que mi luz los iluminaba, contemplé que eran más
los que pecaban, que el mal había crecido y había causado mucho daño al
espíritu; entonces permití que se llevara a cabo una gran purificación. Sólo
sobrevivió Noé y su familia y ellos fueron la simiente, el principio de un
nuevo mundo. Yo pacté con el varón justo y el iris de paz apareció, en señal de
alianza.
Pronto los descendientes de aquéllos volvieron
a caer en tentación; los corazones que habían recibido una herencia de amor, se
tornaron insensibles y duros, fue menester para su redención, un ejemplo
palpable. Cristo entonces se hizo hombre y habitó entre vosotros. Comió de
vuestro pan, vivió y sufrió los rigores de vuestra vida. Hizo prodigios para hacerse
reconocer, os enseñó el camino, vivisteis cerca de Él y contemplasteis su paso
por el mundo y cuando hubo llegado el final de su misión, cuán pocos estaban
preparados para contemplar su ascensión, para comprender su sacrificio y
marchar sin vacilar por el sendero trazado con su sangre de amor y de perdón.
Hoy vengo por segunda vez como Maestro; mi
mirada va buscando a los que me han de seguir, a los que han de prepararse para
hablar al mundo de mi venida como Espíritu Consolador; pero con dolor contemplo
a los corazones tiernos e inocentes que se han tornado duros; ha sido tan
grande el llanto, que ha secado las fuentes de los ojos de los hombres, no hay
amor para Mí, ni piedad de los unos para los otros, y mi Espíritu de Padre
sufre por la humanidad. Mi mirada se detiene en cada corazón y sólo recibo el
dolor que habéis recogido a través de este tiempo.
El Maestro os dice: No habéis sabido aprovechar
los dones que os he concedido, mas llegará el tiempo en que comprendáis mejor
esta enseñanza y os sintáis muy cerca de Mí y me daréis gracias.
Orad, velad e interceded por el mundo y cuando
llegue el tiempo de lucha, levantaos y esparcid mi luz, derramad fortaleza y
consuelo, apartad enfermedades, haced prodigios, para que cuando lleguéis al
final de vuestra jornada vengáis a Mí llenos de méritos y os presentéis en paz
ante mi tribunal.
Mas ¿Hasta cuándo se dará cuenta este pueblo de
la misión espiritual que tiene ante los demás pueblos de la Tierra?
Os he dicho que no queráis ser más que ninguno,
ni pretendáis estar antes que nadie; sin embargo, vuestro destino es grande y
hasta la misma nación que os presta su abrigo tiene que cumplir la parte que le
corresponde en esta Obra.
He venido a enseñaros para que deis la buena
nueva a vuestros hermanos para que cuando el instante sea llegado, llevéis mi
mensaje a las demás naciones; pero os veo durmiendo aún, sin que presintáis el
alcance tan grande de vuestra misión.
¿Queréis acaso que sea el dolor, la miseria, la
enfermedad, el hambre, las que os despierten de vuestro letargo?
Es muy amargo el cáliz que bebéis y muy pesadas
las cadenas que arrastráis. Seguís siendo el pueblo cautivo del Faraón.
Mientras más anheláis vuestra libertad, mayores son los trabajos que os imponen
y mayor es vuestro tributo ¿Hasta dónde llegará vuestra amargura?
Mas es necesario que aprendáis a analizar el
sentido figurado en que os estoy hablando, para que después podáis explicarlo a
vuestros hermanos sin que caigáis en confusión.
El ambiente en que vivís, que en este tiempo os
envuelve, es el Faraón de esta era; se encuentra saturado de egoísmo, de odio,
de codicia y de todos los pecados de la humanidad.
Las cadenas, son vuestras necesidades que os
obligan a someteros al egoísmo reinante, a la injusticia y hasta a la
perversidad.
El monte donde os espero, está en la conciencia
de cada uno de vosotros, la cual quiero que se haga oír en vuestro corazón,
porque en ella está escrita mi Ley.
El camino, es la ruta que os llevará a
conquistar la paz deseada y a esa libertad que anheláis, que es el cumplimiento
de esa misma Ley.
¿Presentís ahora la trascendencia de vuestra
misión? Orad, pueblo, para que vuestra nación despierte a mi llamado. Velad,
para que cuando os busquen las multitudes, sepáis salir a su encuentro,
estimulándolas con vuestro ejemplo.
Analizad mis enseñanzas, discípulos, venid a
escuchar mi palabra porque estos tiempos no volverán. Hoy aún podéis oírme a
través del entendimiento de los portavoces, mas este tiempo pasará y una nueva
fase os presentará mi Obra.
Recreaos escuchando mi enseñanza y almacenadla
en vuestro corazón; haced de vuestra memoria un cofre que guarde la esencia de
mis lecciones cual si fuese una joya de valor inapreciable.
Hoy que he retornado entre vosotros ante el
asombro de unos, la incredulidad de otros y la fe de otros más, esperáis que el
Maestro os hable de las enseñanzas que os dio en tiempos pasados.
Más tarde, cuando el hombre se multiplicó y en
su multiplicación se olvidó de cumplir con aquella ley, desoyendo la voz de su
conciencia y apartando de sí todo temor, el Padre, que había seguido al hijo en
su destierro, le envió hombres dotados de elevado espíritu, por su virtud y
sabiduría, para recordarles el camino del cual se habían alejado.
¿No recordáis al justo Abel, cuya sangre aún
reclamo? El murió junto a su ofrenda.
En Moisés contempló la humanidad un reflejo de
mi majestad, vio en él justicia, rectitud, fortaleza inquebrantable, fe,
obediencia y caridad. Si antes las flaquezas de su pueblo mirasteis que airado
rompió las tablas de la Ley, acabándolas de recibir del Padre, también sabéis
que Yo las restituí en sus manos al instante, para daros a comprender que sólo
una Ley divina os regirá en todos los tiempos: la del Dios invisible.
Cuando los tiempos hubieron pasado sobre la
humanidad y ésta necesitaba conocer más profundamente a su Padre, El,
incansable en su obra de amor, envió al mundo a sus profetas para anunciar a la
humanidad que vendría a la Tierra a hacerse hombre, para hacerle sentir su amor
y enseñar con su nacimiento, su vida y su muerte, lo que es una vida perfecta;
pero mientras unos creyeron en mis profetas, otros dudaron y les dieron muerte,
con cuyo sacrificio prepararon mi camino.
La palabra de mis enviados estremecía el
corazón de los que pecaban, porque anunciaban la llegada de Aquél que con su
verdad pondría a descubierto la falsedad. Mientras los hombres decían:
"Dios aconseja el bien, las obras perfectas de amor, de perdón y justicia,
porque es perfecto, mas nosotros los humanos no lo podemos ser", Jesús
nació.
Entonces dejé que los hombres se acercasen a
escucharme, a mirarme, a escudriñarme material y espiritualmente. Dejé que el
hombre taladrara mi cuerpo en busca de lo divino hasta que contemplara mis
huesos, y mi costado se abriera para manar agua. Dejé que el mundo me
convirtiera en su reo, en su rey de burlas, en un despojo, y así me condujese
hacia el cadalso llevando a cuestas la cruz de la ignominia, donde me esperaban
los ladrones para morir Conmigo.
Así quise morir, sobre mi cruz, para enseñaros
que Yo, vuestro Dios, no soy solamente el Dios de la palabra, sino también el
de las obras; pero quienes me vieron morir y contemplaron mi agonía y
escucharon mis últimas palabras, dijeron: ¿Cómo puede morir el Hijo de Dios?
¿Cómo es que siendo el Mesías, le hemos visto caer y le hemos oído quejarse?
Una prueba más estaban pidiendo los hombres y
en mi amor se las dí. Si nací en cuanto hombre de las entrañas de una santa
mujer, para rendir tributo a la maternidad humana, también bajé a las entrañas
de la tierra para rendir tributo a su seno y concluir ahí mi misión como
hombre. Mas las entrañas de la tierra no pudieron guardar aquel cuerpo que no
les pertenecía, sino al seno del Padre de donde había venido y a él se volvió.
Ahora os digo: si al contemplar a Cristo morir
sobre la cruz, dudasteis de su divinidad, podéis decirme: ¿Qué hombre, al
tercer día después de muerto, ha salido de su sepulcro sin violarlo y ha
ascendido con su propio cuerpo hacia los Cielos? Nadie. Yo lo hice porque soy
la vida, porque ni en espíritu, ni en materia podía morir.
La duda no fue sólo entre las turbas; aun entre
mis discípulos hubo uno que dudara de que Yo pudiera presentarme entre ellos después
de muerto; ese fue Tomas, quien dijo que solo hundiendo sus dedos en la herida
de mi costado, creería que fuera posible aquello. No acababa de decirlo cuando
le hice escuchar mi saludo: "Mi paz sea con vosotros", y aún tuvo
fuerzas aquél para acercarse y mirar el fondo de mi herida y tocarla con su
mano, para creer que en verdad había muerto y resucitado el Maestro.
Bienaventurados los que creen sin antes haber
visto. Si, mis hijos, porque también la verdadera fe es mirada que contempla lo
que ni la mente ni los sentidos pueden descubrir. Sólo la fe podrá descubrir al
hombre algunos de los misterios de la Creación.
Y Aquél que se levantó de entre los muertos,
viene en este tiempo en espíritu lleno de gloria para hablaros nuevamente.
¿Quiénes de los que moran hoy la Tierra, saben
que una nueva era se ha abierto ante la humanidad? Con certeza sólo quienes han
escuchado esta palabra, saben que en 1866 nació un nuevo tiempo: el del
Espíritu Santo.
Por el entendimiento de Roque Rojas habló el
espíritu de Elías, el precursor, quien se comunicó en esta forma para preparar
el camino del Señor.
Por medio de aquel varón justo, abrí el libro
de mis enseñanzas, de mis nuevas revelaciones ante la humanidad, invitándola a
dar un paso más en el camino.
He venido en este tiempo sobre la nube, o sea,
espiritual e invisiblemente para los ojos humanos. Esa nube es el símbolo del
más allá, desde donde envió un rayo de luz que ilumina estos entendimientos por
los cuales me comunico. Así ha sido mi voluntad y por eso es obra perfecta.
Conozco al hombre y le amo porque es mi hijo, puedo servirme de él porque Yo le
he creado, porque para eso le hice; puedo manifestarme en el hombre porque
precisamente lo formé para glorificarme en él.
El hombre es mi única y verdadera imagen porque
tiene vida, inteligencia, voluntad y potencias como su Dios.
Antes de manifestarme en este tiempo bajo esta
forma escudriñé el corazón de los hombres, les pregunté a los que alimentan su
espíritu dentro de diferentes religiones: ¿Estáis satisfechos? A lo cual
contestaron: tenemos hambre y sed de vos.
Mucho habían buscado la imagen y el rostro de
su Padre sin encontrarlo, esperaron ese milagro y el milagro no se realizó, es
que no habían encontrado un pan que en verdad alimentara a su espíritu; mas Yo
tenía preparado este árbol, esta fuente y estas tierras para hacer el llamado a
las multitudes hambrientas y sedientas de paz, ávidas de amor y de sentirse
amadas, y cuando ellas han llegado a mi presencia, han escuchado esta palabra,
que se manifiesta en la misma forma en todos los recintos que existen y es,
cada vez que vibra, el dulce toque de la mano que despierta al que duerme y la
voz amiga que aconseja.
Después de escucharme algún tiempo, habéis
comprendido que no podéis ser los adoradores que sólo viven en contemplación, y
me habéis dicho: Señor, al comer de este fruto que nos habéis dado, hemos
contraído con vuestra Divinidad el deber de cultivar su semilla y de
esparcirla.
Cuando presentís que vuestro Maestro aún lleva
a cuestas su cruz de amor, lloráis y venís a decirle: Señor, dejad que nosotros
carguemos vuestra cruz, dejad que la hiel y el vinagre sea bebido por nosotros.
Y Yo os digo; así como lo habéis pedido, así ha sido. ¿No miráis cuán pesada ha
sido vuestra misión en los últimos tiempos? ¿No miráis cuán amargo ha sido este
tiempo y que lo que nunca habíais sufrido lo estáis viviendo ahora? Seguid
mostrando esta conformidad y orad.
Os he escogido humildes, porque si Yo hablara
por boca de sabios, de teólogos y científicos, no sería creído; en cambio, por
medio del sencillo, Yo sorprenderé a la humanidad. ¿Quién ha traído a tan
grandes muchedumbres? Vosotros, unos y otros, porque habéis sabido dar
testimonio. Aquí están los que os dijeron: ¿Cómo es posible que Cristo esté en
el mundo? Y los que exclamaron: No es posible que el Maestro de toda perfección
se comunique por conducto de un hombre. Aquí están los que dudaron de vuestras
palabras y promesas.
Pueblo: si Jesús con su sangre regó la simiente
que el Padre sembró en el Primer Tiempo en el corazón de los hombres, hoy mi
Divino Espíritu derrama el rocío de su gracia sobre aquellas campiñas para
hacerlas fructificar.
Se acerca el día de mi partida. Mi estancia
entre vosotros en este tiempo ha sido más larga que la de los tiempos pasados.
Más tiempo que el que estuve con Israel en el desierto, más tiempo que el que
vivió Jesús entre los hombres. ¿Quién de los que me han escuchado en este
tiempo se ha sentido envenenado por esta palabra? ¿Quién es el que por causa de
ella se ha perdido en el vicio o en la confusión? De cierto os digo que si ella
no os ha hecho bien porque no le hayáis dado cabida, tampoco os causado ningún
mal.
Recordad que una vez os dije: no os he creado
para que seáis como plantas parásitas. No quiero que os conforméis con no hacer
mal a nadie; quiero que vuestra satisfacción la alcancéis por haber obrado
bien. Todo aquel que no haga el bien pudiendo hacerlo, ha hecho más mal que
aquel que no sabiendo hacer buenas obras se concretó a hacer mal, porque es lo
único que podía dar.
Así os ha hablado en este día Aquél que
habiendo muerto para el mundo, resucitó a la gloria del Padre para venir en
espíritu a vosotros en este Tercer Tiempo.
He aquí mi resurrección al tercer día, en que
Cristo se presenta a sus nuevos discípulos para decirles:
¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!
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