Amados discípulos, cada instante que transcurre en vuestra
vida, es un paso que os acerca más a vuestro Padre. Lentamente, paso a paso,
vais recorriendo el camino que conduce al reino de la luz.
Poco a poco os acercáis al tiempo en el que sabréis dar en
justicia lo que corresponde a lo espiritual y lo que toca al mundo, tiempo de
verdadera oración, de culto exento de fanatismo, en el que sabréis orar antes
de cada empresa, en el que sabréis velar por lo que os haya sido confiado.
¿Cómo podrá equivocarse el hombre, cuando antes de hacer su
voluntad interrogue a su Padre a través de la oración? El hombre que sabe orar,
vive en contacto con Dios, sabe el valor de los beneficios que de su Padre
recibe y a la vez comprende el sentido o la finalidad de las pruebas por las
que atraviesa.
El hombre que ora ante Dios, es un hombre espiritualizado
que no lleva venda de oscuridad ante sus ojos, apto para descubrir dentro y
fuera de él, mundos desconocidos, aspectos ignorados de la vida, luces y
verdades que rodean la vida de los hombres sin que éstos las perciban.
Quien llega a descubrir esta senda, ya no puede detenerse,
porque sus sentidos han despertado y sus dones espirituales se han
sensibilizado; hoy escuchan voces de la naturaleza, mañana podrán percibir
mensajes del reino espiritual, más tarde oirán la voz de su Señor en una
comunicación de espíritu a Espíritu, fruto del amor entre el Padre y sus hijos.
Pueblo, no envidiéis a estos portavoces por quienes me
comunico, porque si en verdad os preparáis en materia y en espíritu, llegaréis
a superarles después de que esta comunicación haya pasado.
Tiempo de maravillas, de pruebas y prodígios es el que está
reservado a este pueblo, testigo de mi comunicación en este Tercer Tiempo.
No he dicho aún mi última palabra, o sean mis últimas
lecciones, en las que os revelaré muchos misterios todavía; pero mi voluntad y
mis mandatos están escritos en la conciencia de todo este pueblo, para que tenga pleno conocimiento de
cómo habrá de ser el final de mi manifestación.
Es necesario que comprendáis que he venido a enseñaros todo
lo que debéis saber, para que podáis penetrar en los mundos o moradas que os
esperan; porque así como vuestro espíritu tuvo que ser preparado en el valle
inmediato en que moraba, para poder encarnar y habitar en la tierra, así habrá
de prepararse para retornar al valle que dejó, aunque va a moradas más elevadas
en amor, en pureza y en sabiduría.
No dudéis de mi palabra; en el Primer Tiempo os cumplí mi
promesa de librar a Israel de la esclavitud de Egipto que significaba idolatría
y tinieblas, para llevaros a Canaán, tierra de libertad y culto al Dios
viviente. Allí os fue anunciado mi advenimiento en cuanto hombre, y la profecía
fue cumplida palabra por palabra en Cristo. Yo aquel Maestro que habitó y os
amó en Jesús, prometí al mundo hablarle en otro tiempo, manifestarme en
Espíritu; y aquí tenéis el cumplimiento de mi promesa.
Hoy os anuncio que tengo reservadas para vuestro espíritu
maravillosas regiones, moradas, mansiones espirituales donde podáis encontrar
la libertad verdadera para amar, para hacer el bien y extender mi luz. ¿Podéis
dudar de ello, después de haberos cumplido mis anteriores promesas?
Sabed que los grandes espíritus trabajan en mi obra
eternamente; Elías, destinado a anunciar la llegada del Maestro entre sus
discípulos, es la luz que abre brecha en los espíritus, descendiendo hasta los
perdidos del camino, hacia los que duermen o han muerto a la fe en la vida
espiritual, para envolverles en el fuego de amor que de él emana, fuego que es
fe, exterminio del mal y purificación. Su vez llama en cada nación, su fuego
purificador avanza, arrasando la mala hierba. Ciertamente la purificación deja
a su paso una estela de dolor, pero pronto llega un divino consuelo,
representado en María, derramando su bálsamo en todo corazón sollozante, en
toda criatura atormentada por el dolor.
Llegará a visitar corazón por corazón, para hacer oír mi
divino llamado a los hombres, diciéndoles tan solo: "Seguidme".
Vengo a confortaros en vuestras pruebas, y a deciros que
cuando el cáliz sea muy amargo en vuestro paladar, digáis a vuestro Padre que
mora en los cielos, como Jesús en el huerto: "Padre, si es posible que
apartéis de Mí este cáliz, hacedlo, pero ante todo hágase vuestra voluntad, mas
no la mía".
Si así oráseis y veláseis, Yo detendré al ángel que se
acerca a ofreceros el cáliz de la prueba; pero si la voluntad divina es que lo
apuréis, estaré junto a vosotros para daros fortaleza y podáis salir
triunfantes de la prueba. No olvidéis que por uno que sufra bendiciéndome,
muchos alcanzan clemencia. Ahora podréis comprender, por qué los que se
encuentran limpios de pecado, llevan en sí el dolor, porque son dignos de
ayudar a lavar las manchas de sus hermanos.
No fue mi deseo que el hombre padeciera dolor en la tierra;
mas ya que desde el primero hasta el presentes así lo han querido, llevad
vuestro fardo con paciencia y amor y ofrecedme vuestros sufrimientos con humildad; vuestro dolor será
fecundo en vos y aun en algunos de vuestros hermanos.
¡Cuánto han sufrido inútilmente los hombres en este mundo;
cuánto han llorado sin alcanzar un galardón y sin recoger una simiente! En
cambio, los que han sabido llevar con paciencia su cruz, cuando ha llegado el
último instante para ellos, y han creído encontrarse en el fondo de un abismo,
han abierto los ojos de su espíritu y se han contemplado de pie sobre la
montaña.
No será la sangre derramada en vuestras guerras fratricidas
la que salve a la humanidad; pero sí vuestra oración llena de amor y caridad y
vuestras virtudes,. las que harán dignos a vuestros hermanos de sentir mi paz.
No pregonéis que esa paz que han, firmado las naciones es
la verdadera. Velad y orad, para que la paz se levante sobre cimientos de amor
espiritual y humano, no de terror o amenazas de muerte.
Esa falsa paz, creada por los hombres, es semejante a un
castillo edificado sobre la arena movediza del mar, que pronto vendrá por
tierra cuando las olas agitadas por los vientos la azoten.
Yo, el Espíritu de la paz, se la he propuesto a los hombres
a través de su conciencia, diciéndoles: Aquí estoy, amaos los unos a los otros
y os salvaréis.
Quiere la humanidad continuar en la infancia, no ha querido
llegar a la edad adulta, porque después de vivir tanto sobre la tierra y de
regarla con su sangre y con sus lágrimas, no ha sabido aún recoger el fruto de
la experiencia, por lo cual sigue ignorando lo que significa la paz del
espíritu. Su corazón se ha endurecido y por eso el sentimiento más noble de él,
que es la caridad, no vibra en su interior. Por eso el cáliz del dolor se ha
hecho sentir en cada uno de mis hijos.
Todo el dolor causado por los hombres, se unirá en un solo
cáliz que será bebido por los culpables. Así despertará su espíritu adormecido.
Entonces veréis, ante acontecimientos imprevistos, a hombres notables y poderos
abandonar su puesto o su pueblo, para ocultarse con su espíritu destrozado por
los remordimientos. Otros sentirán turbada la razón y el don de la palabra.
¿Qué decís de todo ésto, pueblo? ¿Os sentís ya preparados
para buscar a la humanidad, perdida en la encrucijada del camino?
Mirad en qué corto tiempo preparan las naciones una guerra y
hacen de cualquier hombre un soldado, mientras Yo os preparo desde 1866 para
que seáis soldados de esta causa, y no logro contemplar a uno de mis hijos
completamente preparado.
Este tiempo es diferente al Primero y el Segundo. Hoy vivís
dentro de un caos de elementos desencadenados, visibles e invisibles. ¡Ay del
que no vele, porque sucumbirá, y el que está preparado tiene que luchar!
Millares de ojos invisibles os están contemplando, unos para
acecharos en vuestro pase y haceros caer, otros para protegeros.
La cizaña avanza, cundiendo por pueblos y naciones,
penetrando en los corazones y en los hogares.
Las costumbres degeneran y los hombres, las mujeres y los
niños se familiarizan con la perversidad.
Ante todas estas desgracias, no cubráis vuestros ojos ni
tapéis vuestros oídos, porque si se acobarda vuestro corazón, no será sensible
para entregar amor y hacer caridad testificando mi obra ante sus hermanos.
Yo sí tengo que verlo todo, porque os amo, y después de
juzgaros os vendré a salvar.
Vienen tiempos de mayor amargura; para entonces os preparo,
para que no digáis que el Maestro no os habló en profecía; si para ese tiempo
estáis ya preparados, saldréis avante de toda situación.
Haré la paz entre los hombres por medio de mis enviados.
¿Cómo queréis que la paz del mundo se cimenté sobre odios, ambiciones y
temores? Pero antes, el fuego calcinará, las aguas lavarán y las nieves
purificarán.
Discípulos: Sed fuertes para que resistáis la incredulidad
de los hombres, para que la persecución, la calumnia o los ataques no os hagan
desmayar; mi palabra hará estremecer el espíritu de la humanidad. El teólogo se
verá obligado a consultar su ciencia, el filósofo escudriñará a sus más grandes
maestros, y toda secta o religión se conmoverá profundamente ante mis nuevas
revelaciones. Entonces surgirá la batalla de ideas, porque mientras unos
despierten a la verdad, otros querrán permanecer en su fanatismo y en sus
tradiciones y combatirán unos contra otros. En medio de esa lucha deberá
escucharse la voz de mis verdaderos discípulos, diciendo a las turbas
desenfrenadas: No convirtáis el fruto de la vida en manzana de discordias.
Ahora os sentís pequeños y débiles, pero mañana estaréis
fuertes y me amaréis en verdad, porque a vosotros os descubriré lo que los
teólogos no alcanzarán a descubrir, y comprenderéis lo que los sabios no podrán
comprender, mas no porque seáis más grandes o más amados que los demás, sino
porque desde el Primer Tiempo habéis sabido abrir vuestro corazón, como un
tabernáculo, en donde he ido depositando en cada uno de los tiempos, la ley, la
sabiduría y la revelación.
En el Primer Tiempo conocisteis los símbolos: El tabernáculo
o santuario que guardaba el arca donde estaban guardadas las tablas de la ley.
Cuando aquellos símbolos hubieron cumplido su misión, mi voluntad los borró de
la tierra, los ocultó de la vista de los hombres para que el mundo no cayera en
idolatría, pero el sentido o esencia de aquellas lecciones la dejé escrita en
la conciencia de mis siervos. En el Segundo Tiempo, después de consumado el
sacrificio de Cristo, hice desaparecer el símbolo más grande del cristianismo:
la cruz, junto con la corona, el cáliz y todo cuanto podía haber sido objeto de
fanática adoración por parte de la humanidad.
En este Tercer Tiempo, he venido a presentarme dentro del
tabernáculo de vuestro espíritu, para depositar, en el arca ahí guardada, mis
nuevas revelaciones.
LIegasteis en este tiempo como "hijos pródigos" a
la casa del Padre y os dije: Mirad, en vuestra ausencia se dispersaron vuestros
hermanos menores Y me quedé solo en mi alcoba y en mi mesa. Y el pueblo en su
ingratitud ha caído en desunión Y muchos han negado a su Padre. Mas hoy he
venido a devolvemos vuestro caudal, a alimentaros para que vayáis en busca de
los que tras de vosotros se perdieron, para que les traigáis ante mi presencia.
Entonces estaréis en paz.
No vengo a reclamar a vuestra materia la guerra fratricida
que ha encendido la humanidad, y la desunión que aún existe entre el pueblo de
Israel; es a vuestro espíritu al que me dirijo, porque sobre él pesan las
discordias y los cismas que en su seno han sufrido las tribus de aquel pueblo,
desde el día en que los hijos de Jacob llenaron de dolor aquel corazón de
padre, diciéndole que las fieras habían devorado en el desierto a José, cuando
en verdad le habían vendido a los mercaderes.
Desde entonces germina esa mala simiente en el corazón de
este pueblo que hoy tiene ante sí un nuevo tiempo para honrar a su Señor,
cumpliendo con la ley de amar a sus hermanos sin distinción de razas ni lenguas
y de ser salvación y bendición sobre todas las naciones de la tierra.
El nombre de Israel os lo ha dado vuestro Padre y es nombre
espiritual. Os he hecho grandes revelaciones y os he revestido de fuerza para
que no os sintáis indignos cuando os llame así.
A vuestro espíritu es al que vengo a buscar, como en todos
los tiempos lo he hecho.
Mi doctrina os enseña un culto perfecto, espiritual y puro
hacia el Padre, porque el espíritu de la humanidad ha llegado, sin darse
cuenta, ante los umbrales del templo del Señor, donde penetrará para sentir mi
presencia, para oír mi voz a través de su conciencia y verme en la luz que a su
mente desciende.
El vacío que los hombres sienten dentro de sus diferentes
religiones en este tiempo, se debe a que el espíritu tiene hambre y sed de
espiritualidad; no le bastan los ritos y las tradiciones; ansía conocer mi
verdad.
Yo descubro en el fondo de muchos hombres la lucha interior
entre el espíritu y la materia. Quiere ir más allá del esplendor de las
ceremonias para encontrar la belleza de la espiritual. He encendido esa luz que
os ilumina y os inquieta; Yo soy esa voz que os llama. Nadie ha podido
explicaros vuestra inquietud ni comprender vuestra lucha interior. Sólo Yo que
penetro en vuestro corazón, conozco vuestro anhelo y vuestra sed; soy Yo
también el que os indica el sendero que debéis seguir para que encontréis lo
que buscáis.
¡Cuántos de los que me escuchan, por ser sinceros y confiar
sus sentimientos a alguien, han sido amonestados, desconocidos o lastimados en
lo más noble del espíritu!
Vosotros, que escucháis mis palabras, me preguntáis por qué
he venido entre los más insignificantes y pecadores a manifestar a través de
ellos las lecciones de mi Espíritu, a lo cual os contesto: Hago lo mismo que
vosotros cuando sois padres en la tierra, dedicáis más atención y más cuidados
a aquel de vuestros hijos que es el más débil, el más enfermo o al que está en peligro
de descarriarse.
Si éso hacen los humanos, ¿qué no hará vuestro Padre
Celestial por sus hijos?
Entre vosotros ha surgido la luz de mi palabra como un
oásis en el desierto espiritual de esta humanidad, para que se acerquen a él todos
los caminantes que buscan agua y paz del espíritu.
Es menester que esta doctrina llegue a todos los hombres;
ella hará luz en las tinieblas de los confundidos, de los ignorantes, y de los
soberbios que creen saberlo todo.
Mi palabra vendrá a reconciliar al espíritu con la materia,
ya que ha tiempo existe enemistad entre uno y otra, para que sepáis que vuestro
cuerpo que habéis considerado un obstáculo y una, tentación para el tránsito
del espíritu, puede ser el mejor instrumento de vuestro cumplimiento en la
tierra.
Lavad vuestro espíritu y vuestro cuerpo en esta cascada de
luz que en el Tercer Tiempo se desborda sobre vosotros, para que comprendáis mi
enseñanza. El que está limpio, puede pentrar en lo que era antes misterio,
porque no lo detienen los remordimientos en su camino.
Confesáos delante de Mí, ante quien no podréis falsear ni
ocultar nada de lo que traigáis en vuestro corazón, y sentiréis a través de la
conciencia mi divina absolución. La dignidad será vuestro atavío con el cual
no os avergonzaréis de presentaras delante de ningún hombre por grande que sea,
ya en el poder, ya en la ciencia.
Sembrad mi semilla de amor. Estáis en la tierra, la cual es
también maestra de los hombres y os enseña que lo que en ella sembráis, os lo
devuelve multiplicado, como prueba de gratitud y de amor.
Así es el Espíritu de vuestro Padre. El es la suprema y
divina compensación. Pero que vuestra semilla sea siempre buena y limpia para
que podáis recogerla multiplicada
en buenos frutos. Para que vuestro espíritu, que en su camino se ha
manchado con el pecado, llegue limpio al seno de Dios, mucho ha de vivir y
purificarse, pues él deberá llegar a su Padre sin la menor huella de maldad, ni
la más débil sombra de sus imperfecciones pasadas.
Si en la tierra fue blasfemo, al ir acercándose a la
presencia de su Creador, sólo brotará de él un cántico de amor.
Espíritu: ¿Cuánto tiempo vais a hacerme esperar vuestra
llegada en la cima de la montaña?
Ahí donde ascendí desde la cruz, ahí os espero.
Lentamente estáis acercándoos. Fue menester libertaros,
despojándoos primero de vuestros bienes terrenales, porque esas posesiones me
habían robado a vuestro espíritu.
Venid a Mí, al festín que vuestro Padre os tiene preparado,
para que en él toméis las lecciones que os corresponden y que, forman vuestra
heredad.
Pensad seriamente en las generaciones que tras de vosotros
vienen, pensad en vuestros hijos, a los que, así como les habéis dado el ser
material, también tenéis el deber de darles vida espiritual, aquella que es fe,
virtud y espiritualidad.
Haciendo vibrar mi luz sobre mi pueblo amado, desciende a
vosotros para traeros la paz de mi Espíritu. Sois un corto número, mas vuestro
amor hacia Mí es grande.
Escuchadme ahora a través del portavoz, ya que todavía no
sois capaces de recibir directamente la inspiración divina.
Tuve que preparar previamente a estas materias, para que las
vibraciones de mis pensamientos pudieron ser captadas por ellas lo más
fielmente posible y transmitidas a las multitudes. Fijaos que cuando hablan, os
explican que no son ellas las que os están entregando la enseñanza, su voz os
ha dicho: Yo soy el Divino Maestro, que viene a hablaros.
La forma de mi comunicación podrá ser cambiada, mas la
esencia espiritual de mi doctrina es la misma, absoluta, inmutable, fuera del
tiempo y del espacio. Lo infinito es eterno.
Sólo el amor de vuestro espíritu llegará a entender estas
lecciones. ¿Por qué? Porque él se identifica con lo espiritual, con su esencia,
que es eternidad.
El hombre, al no mostrar interés en conocerse así mismo,
retarda su elevación y su comprensión sobre lo que encierra la vida eterna, y
es por eso que no ha llegado a alcanzar la realización de su obra más grande.
Vosotros habéis nacido en Mí; la vida espiritual y material,
la tomasteis del Padre; y en sentido figurado puedo deciros, que al tiempo de
nacer de Mí, Yo he nacido en vosotros.
Nazco en vuestra conciencia, crezco en vuestra evolución y
me manifiesto en plenitud en vuestras obras de amor, para que digáis llenos de
gozo: El Señor es conmigo.
Os estoy preparando como a pequeños párvulos, porque se va
acercando la hora en que la campana suene gozosa, tocando a triunfo, anunciando
con alegría el despertar espiritual de la humanidad.
Escuchadme en silencio, y en silencio meditad, oh pueblo. El
mañana os espera, es el sendero que tendréis que recorrer para llegar a Mí. Mas
ya iluminados por la luz de mi enseñanza, os podréis guiar por lo que hayáis
estudiado y comprendido. Llamad a mi puerta, Yo soy el único que la abre, soy
el Maestro revelador; preguntad, pedid y se os dará.
En el desierto de vuestro largo peregrinaje, Cristo es el oasis; mas es necesario que tengáis fe, para que sepáis encontrarlo en
vuestras horas de soledad o de angustia.
Os enseñé a renunciar a vosotros mismos y a renunciar a las
falsas grandezas del mundo; pero a muchos les ha sido imposible comprender esta
lección, porque les parece imposible concebir la vida sin lujo, sin placeres ni
riquezas. Mas en este tiempo, lleno de dolor, y con la experiencia adquirida en
las lecciones de la vida, ellos despertarán por sí mismos a la luz de la
verdad; y cuan grande será el asombro de la humanidad al descubrir que
desmaterializándose y despojándose simplemente de lo supérfluo, sentirá brotar
dentro de sí mismo un nuevo ser a una nueva vida.
Discípulos amados, entre quienes cuento hasta los postreros:
Después de mi partida sentirán mi presencia sólo les que se hayan preparado.
Hay quienes sienten indiferencia cuando os hablo de ésto, porque piensan que
aún faltan años. Este tiempo será como un instante. Yo cumpliré con mi misión
de Maestro, mas cuando mi rayo descienda por última vez al finalizar 1950,
nunca más volveré a tomar el entendimiento humano, para manifestarme en esta
forma. Confiad en Mí, discípulos, que Yo os cumpliré mi palabra de no dejaros
solos. Os haré sentir mi presencia, os daré inspiración, os consolaré. Velad
ahora y velad después, para que nunca seáis sorprendidos. Que os encuentre
alerta el que a hurtadillas trate de robaros vuestro heredad, o al enfermo que
a mitad de la noche os mande llamar desde su lecho, para que le deis el bálsamo
de vuestro amor.
Con gran claridad es he hablado para que me comprendáis.
Habéis hecho que por algún tiempo mi palabra se materialice, porque estáis
escasos de elevación para entenderme, pero cuando mi partida esté próxima, mi
palabra será más elevada en los labios de los portavoces.
A medida que mi enseñanza os haga mayores revelaciones,
vosotros buscaréis la forma de corregir vuestros errores, de regenerar vuestra
vida y apartaros de todo vicio y mala inclinación. Si llegáis a ser limpios,
cuando habléis de mi obra tendréis que ser creídos y considerados como
discípulos de Jesús, que verdaderamente predican su enseñanza con ejemplos y obras de amor. Esa es la vestidura de gracia
que debéis llevar siempre y por la cual podéis distinguimos entre vuestros
hermanos.
Extendéos sobre la tierra como profetas de mi Divinidad,
despertad a la humanidad aletargada, anunciada que la justicia se acerca.
Decidle que Sodoma fue advertida, mas desoyó al profeta de Dios, y el día de su
juicio inexorablemente llegó.
Los elementos sólo esperan la hora de desencadenarse sobre
el mundo para lavar y purificar la tierra. Cuanto más pecadora y altiva sea una
nación, mayor será mi justicia sobre ella.
Duro y sordo es el corazón de esta humanidad; será menester
que llegue a ella el cáliz de la amargura para que escuche la voz de la
conciencia, la voz de la ley y de la justicia divina. Todo será por la
salvación y la vida eterna de los espíritus, que son a los que busco.
Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.
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