sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 137

Mi luz y mi poder se manifiestan entre vosotros. Desde el principio, la luz de mi Espíritu ha iluminado el sendero de la humanidad. Cada era, cada edad, ha sido testigo de mis revelaciones. Vuestro espíritu sabe que le he hablado bajo muchas formas. Esa luz os muestra el camino que mi caridad os ha venido trazando para que por él podáis llegar a mi Divinidad, en donde estuvo vuestro origen.

En el hombre está el espíritu; el espíritu es luz de la Divinidad; por eso es que en vuestro espíritu estoy en cada uno de vosotros. Si hoy no valorizáis la grandeza de la forma en que me estoy manifestando, mañana la comprenderéis. Aquí tenéis el camino limpio de impurezas humanas; con ésto no quiero deciros que vuestras religiones sean malas; no vengo a dividiros, porque si en verdad cada quien cumpliese con lo que su religión le manda, se salvaría. ¿Acaso no todas enseñan a amar a Dios y a sus semejantes? Pero Yo contemplo que en muchas ocasiones hasta la verdad la tomáis para desconoceros.

Lo que vengo a enseñaros, es el amor, porque de él brotan los sentimientos más puros y elevados, las más altas inspiraciones. Carecéis de amor, por eso andáis entre tinieblas. Si vengo derrumbando ídolos y aboliendo ritos, es para que podáis contemplar con mayor claridad la luz de la verdad. Como Maestro vengo a entregaros mis enseñanzas; una de ellas es la de que estoy dando mis lecciones por conducto de hombres, sin que para ello sea indispensable que sean justos y Iimpios de corazón. Cuántas veces será más pecador ante mis ojos, el portavoz del cual me sirvo, que aquellos a quienes me encuentro doctrinando; mi poder y mi sabiduría le inspira para que de su boca broten ideas santas, justas y puras. Por eso es que, cuando estos entendimientos se ponen en comunicación con su Señor, la vida espiritual se refleja a través de ellos y os revelan mucho de lo que está más allá de vuestra vida.

No os ha sido necesario verme o tocarme para poder creer, porque vuestro espíritu en su evolución se ha preparado para sentir mi presencia en forma espiritual.

Vuestro corazón se sorprende de Poder concebir ciertas ideas; es que él no conoce el camino que ha recorrido el espíritu. De la misma manera os sorprende la inteligencia precoz de la niñez de este tiempo, que os hace preguntas, de mostrando que tiene conocimientos que no se le han enseñado en esta etapa de su vida espiritual. Es la luz que el espíritu ha ido recogiendo en su largo camino, la que se va reflejando en cada existencia. Me preguntáis ¿Si os manifestáis con tanta sabiduría y si nuestro espíritu se encuentra preparado, por qué no nos decís todo lo que para nosotros guarda vuestra enseñanza? Es muy grande lo que os reservo y que no puedo dároslo en un instante, para no causaros turbación en el espíritu o en la mente.

Siempre os dirá que si no queréis que la luz de la revelación se detenga, es menester que perseveréis en este camino de amor a vuestro Padre y a vuestros hermanos.

Id por el camino pausada y firmemente, no vayáis por él de prisa o atropelladamente, porque tropezaríais y al final no sabríais ni por dónde caminasteis.
05-137.08 Discípulos. De vez en cuando debo deciros que no juzguéis mejor la enseñanza de un recinto que la del otro, ni el trabajo de un portavoz superior o inferior a éste o a aquel. El sentido de mi doctrina es uno sólo a través de todos, y la diferencia es exterior, es superficial, está en el lenguaje. Siempre os dirá que busquéis mi verdad en la esencia de esta palabra.

La humanidad va a creer; mi obra ha de esparcirse por el orbe. Empezaré con 144,000 señalados, los cuales lucharán con obediencia, con amor y celo en el tiempo de las guerras de creencias y doctrinas, y en medio de esa batalla serán como un eslabón que proponga al mundo, no la cadena de esclavitud, sino la de la alianza espiritual que será de libertad y fraternidad. Esos soldados no estarán solos, mi mundo espiritual les seguirá y protegerá, harán maravillas a su paso y darán así testimonio de mi verdad.

Llevad vuestra cruz hasta el fin con paciencia y resignación; y entonces será mi caridad la que os libre de ella cuando lleguéis ante las puertas de aquella morada que os he prometido, en donde llegaréis a gozar de la verdadera paz. Ahora seis los caminantes, sois los soldados, los luchadores, que váis en pos de un ideal, que vais tras de la conquista de una patria mejor.

Mas no estáis solos en vuestra lucha; jamás lo ha estado el hombre, porque Yo le he mostrado siempre el mejor camino.

Si alguno me preguntad como se guiaba el pueblo del Señor, antes de que fuese conocida por ellos la ley que Moisés recibiera del Señor, les contestaría que, antes que a Moisés, envié al mundo espíritus de gran luz, patriarcas y profetas, los cuales traían la ley en la luz de su conciencia, para enseñarla con sus obras a todos sus semejantes.

Aquellos hombres, me honraban con su vida; no eran idólatras, porque ya conocían la espiritualidad, tenían sentido del amor y de la caridad hacia los demás, sabían recibir en sus tierras al extranjero, y dentro de su hogar eran hospitalarios para el viajero fatigado; para todos tenían a flor de labio, una buena palabra y un consejo sabio.

Mas no todos los hombres han sabido guiarse por la voz de su conciencia, porque ello requiere espiritualidad, y los sentidos de la materia no la comprenden. Por eso fue necesario que vuestro Padre se manifestase en varias formas entre la humanidad, para explicar la ley y revelarle las enseñanzas divinas.

Vos, pueblo, que estáis escuchando esta palabra en el Tercer Tiempo y que aún conserváis algo de aquella simiente que os confiara en los tiempos pasados, comprended que debéis de limpiar de egoísmo y de materialismo vuestro corazón, para que pueda llegar a vosotros el instante feliz en que volveréis a seguir vuestra vida, guiándola por los dictados de vuestra conciencia, como lo hicieran aquellos primeros iluminados, como Abraham, del cual brotó el pueblo que en todos los tiempos ha sido el depositario de mis revelaciones.

Quiero que cuando llegue el instante en que cese mi manifestación en la forma en que ahora la tenéis, quedéis de tal manera preparados, que cada espíritu de los seres que forman este pueblo, sea como un templo para Mí, cada corazón un santuario, cada hogar un altar, una casa patriarcal, hospitalaria y llena de caridad. Cuán profunda será entonces vuestra paz. Cuán fuerte será entonces vuestro corazón, para salir adelante en todas las pruebas.

El pan estará entonces bendito no sólo por Mí, sino también por vosotros, porque para entonces ya habréis aprendido a amasarlo con amor, con fe, con paz.

La fortaleza espiritual con la que os he donado, no es otra que la simiente de la espiritualidad; en verdad os digo, que quien cultivase esa simiente en su corazón, cuidándola con verdadero amor, no llegará a ser víctima de las plagas ni de la furias de los elementos desatados, ni las necesidades materiales le llegarán a afligir en forma deprimente.

Pero no debéis esperar que esos días lleguen a vosotros; no, pueblo, con vuestra espiritualidad debéis ser los que por la oración alcancéis el perdón de vuestro Padre, y comprendáis de todo lo que es capaz el espíritu cuando logra elevarse sobre el cieno, el polvo y el fango de una vida materializada e impura.

No olvidéis, oh discípulos, que la espiritualidad no puede admitir fanatismo de ninguna especie, idolatría o prejuicios, porque entonces dejaría de ser espiritualidad.

El que lleva pureza en su corazón y busca honrarme con los hechos de su vida, ese no necesita de los cultos externos, para sentir que ha cumplido con los preceptos de su Padre y Señor; en cambio, el que lleva en su corazón la intranquilidad que le hace sentir su conciencia al juzgarle, ese busca afanosamente los ritos y los cultos externos, en la falsa creencia de que con ellos alcanzará a reconciliarse con su Creador.

Sed sencillos como las flores y puros como las aves, sed transparentes como el aire y diáfanos como el agua pura, entonces habréis logrado la limpidez y elevación que os hará conocer toda la verdad que encierra la vida.

El que llegue a decir que mi doctrina es un peligro para el progreso material de la humanidad, comete con ello un grave error, porque Yo, el Maestro de maestros, cuando vengo a mostrar al espíritu el camino de su restitución, también le hablo a la mente, a la razón y aun a los mismos sentidos. Mi doctrina no sólo os viene a inspirar y a enseñar la vida espiritual, sino a hacer luz en toda ciencia y en todas las sendas humanas, porque mi enseñanza no se concreta a encaminar a los espíritus hacia la mansión que está más allá de esta existencia, también llega al corazón del hombre, para inspirarle a vivir en esta tierra una vida grata, digna y provechosa.

Si os dije en el Segundo Tiempo que "mi reino no está en este mundo", ahora os digo que tampoco se encuentra aquí el vuestro, porque esta morada, como ya lo sabéis bien, es tan sólo transitoria para el hombre.

Vengo a enseñaros la verdadera vida, la que nunca ha estado basada en el materialismo. Por eso volverán a levantame en contra de mi doctrina los señores de la tierra. Vengo a vosotros, con mi doctrina eterna, con mi enseñanza de siempre que es de amor, de sabiduría y de justicia; sin embargo, no será comprendida al instante; el mundo volverá a juzgarme, esta humanidad volverá a poner la cruz sobre mis hombros; mas ya sé que deberá pasar mi doctrina por sobre todas estas ingratitudes, para que sea reconocida y amada. Sé que mis más tenaces perseguidores serán después mis más fieles y abnegados sembradores, porque pruebas muy grandes les daré de mi verdad.

Nicodemo, en el Segundo Tiempo, príncipe entre los sacerdotes, aquel que buscó a Jesús para conversar con El sobre temas de elevada sabiduría, surgirá nuevamente en este tiempo, para analizar serenamente mi obra y convertirse a ella.

Saulo, llamado después Pablo, el que después de perseguirme con saña, se convirtió en uno de mis más grandes apóstoles, aparecerá nuevamente en mi camino, y de todas partes surgirán mis nuevos discípulos, fervientes unos, abnegados otros. La hora presente es de gran trascendencia; el tiempo del que os estoy hablando ya asoma.

Estas guerras de ideas, estas contiendas que ahora estáis presenciando y estos acontecimientos que a diario tenéis, ¿no os hablan de algo que se aproxima, no os hacen presentir que un tiempo está tocando a su fin y que una nueva era comienza a esparcir su luz?

Sólo quiero que vosotros, los testigos de mi palabra en este tiempo, permanezcáis firmes en los momentos de prueba, que habrán de preceder al establecimiento de mi ley, de mi reino entre vosotros; entonces seré a semejanza del huracán, bajo cuya fuerza la tierra y los mares en los que habita y se agita esta humanidad, tendrán que encresparse y removerse en sus propias entrañas, para que expulsen de ellas todo cuanto de impuro guarden en su fondo.

No temáis cuando estas manifestaciones lleguen; deberéis comprender que. el principio del fin de una era ha empezado y que la alborada de una etapa de paz se aproxima.

La maldad, la injusticia, el orgullo, la esclavitud, la ignorancia, el poder terrenal, sucumbirán, para dar paso al establecimiento del reinado del amor, de la luz y de la paz entre los hombres. No flaquearéis, no apagaréis vuestra lámpara, aunque sintáis que la prueba es muy dura y que el cáliz que os toque apurar es muy amargo; por lo contrario, debéis de encender y avivar la llama de la esperanza, como hace el soldado en el fragor de la batalla, cuando siente que está dominando al enemigo y que la victoria se encuentra ya próxima.

Cuando os miréis rodeados de multitudes hostiles cuyas lenguas estén arrojando veneno en contra de vosotros y cuyos ojos lancen llamas de odio en contra vuestra, no dudéis de mis promesas; en esos instantes os haré sentir mi presencia tranquilizadora y os haré escuchar mi voz amorosa que os repita: "Yo estoy con vosotros".

Veréis muchas veces cómo de entre aquellas turbas surgirá un corazón que os comprenda y que sea para vosotros como un escudo, mas ésto sólo lo lograréis cuando depositéis vuestra confianza y vuestra fe en Mí.

Recordad a Daniel, aquel fiel profeta que tanto defendió la verdad del Dios único en Babilonia y a quien salvé de sus enemigos.

Antes de que la lucha se inicie, volved a regar la simiente que el Eterno sembró en el, espíritu del hombre, dejad que la mala hierba sea cercenada al golpe de la hoz de mi justicia y que sean removidas las tierras, para que queden propicias para el cultivo de la doctrina de amor.

Es menester conceder a los hombres que son ambiciosos de los bienes de la tierra unos instantes más, para que su desengaño sea absoluto, para que se convenzan de que el oro, el poder, los títulos y los placeres de la materia, no darán jamás la paz, ni el bienestar al espíritu.

Se acerca la hora en que serán juzgadas las obras de toda la humanidad a la luz de la conciencia; ahí estarán los sabios, los teólogos, los científicos, los poderosos, los ricos y los jueces, preguntándose cuál ha sido el fruto espiritual, moral o material que han recogido. Al ver lo exiguo de su cosecha, muchos retornarán a Mí, reconociendo que, a pesar de la gloria que en la tierra tuvieron, algo les faltaba para poder llenar el vacío en el que había caído su espíritu, el cual sólo se puede sustentar con los frutos de la vida espiritual.

A esos espíritus ya les tengo preparado el oasis en medio del desierto, porque sé que a través de su existencia, llamando de puerta en puerta y recorriendo camino tras camino, unos han buscado la verdad, otros la fuerza, otros la felicidad; y al final del sendero que han recorrido en la tierra, cuando estén a punto de negarlo todo, les abriré mis brazos, para hacerlos descansar en mi seno, les confortaré y les señalaré cuál es el verdadero camino, para que por él encuentren los campos en los cuales puedan sembrar la simiente fecunda de su experiencia.

El oasis es espiritual, y a él llegarán por todos los caminos del desierto hombres de todas las razas, cansados los unos, otros llenos de heridas, envanecidos y sudorosos y muchos con su alforja ya vacía, avergonzados ante la esterilidad de la lucha que habían emprendido. Ahí oirán mi voz y reconociéndola, exclamarán Es el Señor; y en esa frase reflejarán la humildad con la que al fin me buscarán, pues todos deberán llegar por su propio pie, sin carruajes, porque no podrían cruzar con ellos el desierto, sin camellos, porque éstos ya perecieron de sed a lo largo de la jornada.

Mas esa hora de infinita dulzura, de reconciliación y de humildad, será también de divino perdón para los "hijos pródigos" que por fin regresaron a la casa paterna en busca de los amantes brazos de Aquel que les dio la vida y la heredad.

Hoy recibid mi palabra de amor, de perdón y de justicia, y presentadme vuestro corazón. No pretendáis ocultar vuestras faltas, porque todo lo sé. Habéis prometido amaros, y aún estoy esperando vuestro cumplimiento. Un solo árbol os he entregado para que lo cultivéis, y vosotros me ofrecéis distintos frutos. Os he preparado humildes, sumisos y obedientes, para que sirváis a vuestros hermanos, y no encuentro en vuestras obras esa semilla.

El hijo no se inclina ante sus padres, la esposa se rebela al esposo, los hermanos se desconocen, todos hacen actos que revelan soberbia y vanidad, todos se sienten superiores, y Yo sigo enseñando únicamente amor y paz a todos los hombres.

Las naciones han firmado la paz y no hay en sus palabras amor ni buenos propósitos. Detrás de esa aparente paz, está el rencor, el anhelo de venganza y la guerra acechando. ¿En dónde está aquel que ha sabido perdonar, que me ha dejado la causa para que Yo juzgue?

El corazón humano se ha endurecido y no se conmueve ante el dolor de los niños, la angustia de las mujeres y el trágico destino de los jóvenes y de los hombres que son arrojados sin piedad a la guerra. Mas ahí han estado los que me aman y sienten amor por sus hermanos, los que han sabido orar y hacer obras de caridad. la prueba ha sido muy grande para esas naciones, su orgullo ha sido castigado, ellas mismas están destruyendo su poderío. Sólo el dolor las doblegará y las hará reflexionar. Yo he estado muy cerca de cada espíritu para fortalecerle en la prueba, y los que se han preparado, han sentido mi presencia.

El ambiente de guerra ha penetrado doquiera sembrando la destrucción; desde el pequeño hogar hasta las grandes naciones, que no han velado, han caído en sus redes sin saber como librarse de este yugo.

Os he enseñado, os he dado el secreto de la paz: Amadme "amáos los unos a los otros", inspiráos en Mí. Cumplid vuestros deberes, conformáos con vuestro destino y tendréis mi bendición.

He recibido el canto de alegría de aquellos que después de la lucha han retornado al hogar, a la patria, mas también recibo el dolor de las madres que no vieron el regreso del hijo, el de los hijos que no vieron más al padre y el de la mujer que ha quedado viuda; a todos bendigo. Que Israel participe con aquellos pueblos en sus sentimientos; y esa oración que habéis elevado por la paz del mundo, seguid ofreciéndola y haced que sea como un canto de protección para todas las naciones.

Espíritus que dejasteis vuestro cuerpo en la tierra, ilumináos. Os he recibido. Confíad en Mí y seréis conducidos a la verdadera vida. No habéis muerto, porque el espíritu posee vida eterna. Yo os invito a la verdadera paz y a la justicia. Porque Yo soy la vida y vengo a ofreceros el pan de vida eterna; pero os contemplo hambrientos, y es que no habéis comprendido que la esencia está en el fondo de mi palabra; si la miráis superficialmente, no podréis alimentaros. En ella se encierra mi amor, esa esencia divina que es vida, alegría y paz para el espíritu.

Mientras no estudiáis mi palabra, hay muchos seres en ésta y en otras naciones, esperando la buena nueva para dar cumplimiento a amis mandatos. Pero llegará el día en que de entre vosotros se levantarán los buenos apóstoles para ir por comarcas y naciones predicando mi enseñanza; y Yo hablaré a través de su entendimiento, como lo hice con aquellos que en el Segundo Tiempo me siguieron. Todo el que así trabaje, sea lleno de valor y confianza en Mí.

Si encontráis obstáculos, haced como Moisés: Ordenad a los elementos que os favorezcan, y ellos sumisos obedecerán.

Si queréis ver prodigios, preparáos, mas no esperéis que todos os crean. Yo os he dicho que en este tiempo no todos creerán en mi palabra; entonces dejadme la causa y seguid adelante. Ellos me reconocerán cuando estén en espíritu.

Vosotros, respetad ideas y sentimientos, mas hablad como os he enseñado, con esta palabra que no lastima y descorred los velos que oculten mi luz a los espíritus.

El tiempo del despertar para cada espíritu está señalado; Yo os prometo que todo aquel que se prepare, me verá en todo mi esplendor.

Pedid y se os dará. Todo lo que deis en caridad para vuestros hermanos, pedídmelo. Orad, unid vuestro ruego al del necesitado y os concederé lo que solicitáis.

La luz de mi palabra será la vestidura blanca que os cubra a todos.

Por amor a vosotros he venido en la nube, símbolo de lo espiritual, a comunicarme con vuestro espíritu; pero al principio ha tenido que posarse esa nube luminosa sobre el entendimiento de los portavoces, como una preparación para cuando ya sepáis comunicaros directamente Conmigo, y sea en vuestro espíritu donde descienda a posarse la nube.

Elegí la nube como símbolo para que representase mi llegada al mundo en el Tercer Tiempo.

¿No es la nube. la mensajera que cruza sobre montes, valles y ciudades? ¿No es ella la que fecunda los campos con su lluvia y brinda sombra bienhechora? ¿No surge de ella el relámpago que anuncia la tempestad y el rayo vibrante que estremece? Por eso elegí como símbolo a la nube, por eso mis apóstoles cuando me vieron en Espíritu por última vez, y Roque Rojas en este Tercer Tiempo, cuando les hice contemplar el símbolo que era señal de mi nueva venida, comprendieron el significado de mi presencia en la nube.

Desde entonces, una dulce sombra envuelve al pueblo que se ha ido formando en torno a mi manifestación. Mi palabra ha sido lluvia fecunda sobre los campos áridos de espiritualidad, y el rayo que en cada comunicación desciende sobre el entendimiento humano, ha rasgado las tinieblas de vuestro pecado y de vuestra ignorancia, estremeciendo vuestras fibras y despertando a vuestro espíritu. ¡Cuán terrible ha sido para muchos de vosotros la tormenta que se ha desatado en vuestro espíritu al escuchar mi divina palabra!

¡Cuánta majestad y qué imponente belleza habéis presenciado en esa tempestad de luz que surge de mi palabra en los instantes de su manifestación Sobrecogidas de admiración, de respeto y de temor, permanecen mudas las multitudes, dejando que aquel torrente de amor, de justicia y de sabiduría, las bañe y las purifique.

Oh, pueblo amado a quien he llamado Israel: porque os estoy convirtiendo en el depositario de mis mensajes y revelaciones, ¿cuándo aprenderéis a traducir e interpretar justamente mi palabra?

Mi promesa de volver, hecha en el Segundo Tiempo, os la he cumplido. Los apóstoles, en Betania, me vieron ascender de la tierra al infinito, y vosotros me habéis visto retornar del infinito hacia vuestro corazón. ¿No encontráis también en ello una semejanza con las nubes que se levantan del mar y ascienden para ir a derramar su lluvia bienhechora en otros lugares, donde las tierras sedientas las llaman?

Me ha atraído vuestro dolor, mi Espíritu se ha sentido invocado por el vuestro y he acudido en la nube de amor y de justicia a desbordarme en misericordia sobre los hombres.

No todos los pueblos me llaman, y son muy pocos los corazones que me esperan. La nube espiritual llegará y cubrirá como un manto de paz a los pueblos que la invocan, a los corazones que la esperan; a todos aquellos que tratan de apagar la sed del espíritu con los placeres del mundo, la nube los sorprenderá con el resplandor de su relámpago y el estruendo de su tempestad les llenará de pavor, porque hasta entonces recordarán que existe una justicia divina y que cada hombre es portador de un espíritu que tendrá que responder a Dios de todas sus obras.

La nube de amor, de luz, de misericordia y de justicia es también una inmensa legión de criaturas espirituales, de siervos míos, de espíritus de luz que viven para cumplir mis designios y multiplicarse en el universo, desempeñando con perfecta armonía su misión de amarse los unos a los otros: porqué aquel divino mandamiento, aquella máxima que en el Segundo Tiempo revelé al mundo, no fue tan sólo para los hombres, esa máxima es la ley que rige a todos los espíritus existentes.

Pueblo amado: sobre esa nube de luz, que es la legión espiritual del amor y la fraternidad entre todos los mundos, descendí a través de mi rayo, en este Tercer Tiempo, trayéndoos un nuevo mensaje de sabiduría, un consuelo infinito para vuestro dolor y una luz que os sirviese de guía para encontrar el camino olvidado, para que, una vez descubierto, vengáis hacia Mí, paso a paso, mérito por mérito, consciente y firmemente, en pos de vuestra perfección espiritual.

Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.

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