sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 124

Pueblo de Israel, heredero de mi palabra, os estoy preparando para que seais el consuelo de la humanidad. Buscad a los pobres de espíritu, a los enfermos, a los cansados y menesterosos del cuerpo y del espíritu y dadles de este pan espiritual, que les  de fortaleza y salud.

En este tiempo de complacencias quiero derramar mi Espíritu en vosotros para que mañana podáis dar testimonio de Mí y digáis que me manifesté como Maestro, como Padre y como juez, para que mis hijos puedan encontrarme en la forma que quieran buscarme; porque en Mi están todos los amores.

Elías, que es el precursor, toma a las ovejas descarriadas para presentádmelas. Su espíritu luchador os inspira, para que habléis con perfección y le ayudéis en su bendita misión de rescatar a los espíritus de la confusión que reina en este tiempo.

Sólo a vos, pueblo, os ha sido revelado este conocimiento, la gran misión de Elías, sus atributos y perfección. El guiará a la humanidad y le hará llegar a Mí. Mas también os digo, no olvidéis a María, acogeos a Ella, que es calor y dulzura divinos. Todas las perfecciones y bellezas han sido eternamente en su Espíritu, y Yo le he confiado a la humanidad como una hija por la cual siempre ha velado. Elevaos a Ella en vuestras tribulaciones, sentid su paz y su amor. Los ojos que se han preparado para mirar desde la tierra los valles espirituales, la ven descender de la perfección a vuestro mundo, llena de gracia, y los corazones sensibilizados por mi palabra sienten su presencia.

Todos estos bienes los poseéis vosotros. las pruebas se hacen palpables para que no dudéis ni un instante; vuestro espíritu siente que tanta es la gracia que ha recibido, que quisiera que todo el mundo oyese mi palabra y todo espíritu fuese iluminado; y Yo os digo. Podéis trabajar por la humanidad; para ello os he dado grandes dones. El sol de mi sabiduría está iluminando a todos los hombres, mi justicia de amor está llamando al espíritu de todos los seres.

El mundo se pregunta el porqué de tantas calamidades, por qué aumenta el pecado y no hay mano humana que pueda detenerlo; entonces piensan que sólo una fuerza superior, que solamente el Padre Divino puede ayudar a la humanidad a volver al equilibrio y a la razón.

Vosotros, mis discípulos, les daréis la respuesta; hacedles conocer mi doctrina de amor que pueda devolver a todas esas criaturas la paz y ofrecerles un nuevo horizonte, una nueva vida, mediante el cumplimiento de mis leyes.

Formad en el seno de vuestra familia un mundo de paz y comprensión, vivid y desarrollaos en él. Haced que vuestras obras hablen de Mí. Vosotros doctrinaréis, cuando sea llegado el tiempo en que os encontréis preparados, y diréis a los que os oigan, cuánta paz habéis encontrado en amar a vuestros hermanos, cuán dulce es amar a vuestro Dios y pondréis de manifiesto toda vuestra experiencia.

Vuestra misión, Israel, es servir a vuestros hermanos. ¿Quién de vosotros está dispuesto a llevar un mensaje de paz a otras naciones? Ya están señaladas aquellas que han de recibir la buena nueva. El dolor que han atravesado ha llegado a vosotros, y vuestra oración llena de fervor ha aliviado muchas Penalidades y les ha llevado paz y esperanza. En esas naciones han surgido por mi voluntad precursores que hablan de espiritualidad, preparando los corazones para el advenimiento de mi obra, que aún desconocen. En todas las naciones será conocida mi palabra. Si toda la humanidad me escuchase, podría alimentarse con una sola de mis lecciones, porque en ellas derramo mi esencia, y mi presencia es real en todas mis manifestaciones.

Yo he venido a llenar con mi amor el vacío de vuestro corazón, he despertado en vosotros grandes ideales espirituales que os alimentan, y vuestra fe ha vencido. Las pruebas que antes agobiaban vuestro corazón, hoy os parecen pequeñas y estáis conformes y gozosos porque me habéis encontrado,

La humanidad os juzga y pone en vosotros su esperanza, y aun cuando duda, el espíritu reconoce íntimamente que sois mis escogidos. Vuestro cargo es grande, por eso debéis orar y velar siempre, para estar alerta en el lugar de discípulos míos, en donde Yo os he colocado.

Estoy hablando a los discípulos del Tercer Tiempo, a quienes les estoy enseñando a buscar la esencia contenida en esta palabra, ya que quien encuentra su sentido, podrá conocer el lenguaje divino. El amor y la verdad no encuentran términos humanos que puedan expresarles en toda su pureza; entonces hay que buscarlos en un lenguaje que está más allá de la palabra humana. Sois los discípulos que comenzáis a entender lo que es el verdadero amor; no os detengáis juzgando si cierta palabra fue pronunciada bien o mal por el portavoz, que no sea un tropiezo para vuestro estudio esas superficiales pequeñeces, esos errores propios de quienes son torpes y humildes. He venido del reino del amor y caridad a un mundo donde el amor es algo extraño, y he principiado mi enseñanza por un pueblo ignorado, sencillo y casi perdido entre las multitudes, y este pueblo me ha escuchado, y aún más, me ha creído.

Si mi palabra la hubiese dado en todas las naciones, la mayoría la hubiera rechazado, porque la vanidad, el materialismo y la falsa grandeza de los hombres, no hubiera aceptado una doctrina que habla de espiritualidad, de humildad y de fraternidad. El mundo no está preparado aún para entender el amor, por lo tanto no todos hubieran sido sensibles a mi presencia bajo esta forma.

Así como Cristo en aquel tiempo buscó el hueco de la roca para nacer como hombre, hoy encontré este rincón de la tierra dispuesto a oirme, el cual tiene semejanza con la gruta y el pesebre, que recibieron en aquella noche bendita al Hijo de Dios.

Aquí os prepararé en silencio; luego vendrá el día en que tendréis que marcharos a preparar los caminos para que mi palabra llegue a todos los corazones; para entonces el mundo estará purificado por medio del dolor y ya no le parecerá mi palabra un idioma extraño, sino algo que su corazón y su espíritu fácilmente podrán comprender y sentir. Os estoy entregando el libro que habla de verdad y amor para que lo llevéis a toda la humanidad.

No existe un pueblo sobre la tierra al cual pueda Yo deciros que no vayáis porque no necesite de esta revelación. ¿Qué pueblo puede decir que es verdaderamente cristiano, no tan sólo de nombre, sino por su amor, su caridad y su perdón? ¿Qué nación puede demostrar su espiritualidad? ¿En qué parte del mundo se aman los unos a los otros? ¿Dónde cumplen verdaderamente los hombres con las enseñanzas de Cristo?

De cierto os digo que mi ley la tenéis escrita en libros, a veces en vuestra mente, mas no la encuentro cumpliéndose en vuestra vida. No me digáis que ésto no es verdad, porque por eso os he probado, y cuando ha llegado la hora de perdonar, no habéis sabido perdonar el agravio, y en cambio, lo habéis vengado. Cuando la mano menesteroso ha llamado a vuestra puerta, no habéis sabido entregar la caridad, y cuando ha sido menester sacrificarse para salvar a alguien, antes habéis sacrificado a vuestro hermano para salvar vuestra vida y los bienes que tenéis. Por eso os digo, que la humanidad conserva mi palabra tan sólo en libros empolvados.

Si a vosotros os parece muy humilde mi verbo, vuelvo a deciros: Esa es tan sólo la expresión exterior; id más allá de todo término humano y escucharéis en el infinita la voz del Padre hablando un lenguaje celestial que no será extraño, sino familiar a vuestro espíritu, ya que él brotó de Dios.

¿Os dais cuenta de la misión y de la responsabilidad que estáis contrayendo?

A nadie parezca extraña mi enseñanza, ni pesada su cruz, porque en verdad os digo: Más difícil y pesada es la vida que lleváis en el mundo. Mi cruz de amor es el más dulce de los yugos.

Recordad que a través de tres eras de evolución espiritual me ha seguido vuestro espíritu, y aún no llegáis al final del camino. De manera voluntaria me habéis seguido, porque nunca he forzado a nadie a que lo haga.

Cuando de lo más profundo de vuestro ser surgió vuestra confesión en la que me dijisteis: Maestro, Tú eres mi Señor, fue la voz de vuestra fe la que habló y desde ese instante de iluminación interior, venís tras de mi huella, paso a paso, cayendo a veces y levantándoos de nuevo para seguirme. Cuánto goza el espíritu que siente sobre sí el peso de su cruz de amor. Sólo quien no la tome con amor, al llegar el momento postrero de su vida, tendrá que mostrarse inconforme e intranquilo, y en su impreparación llegará a veces a blasfemar ante su Señor, imitando al ladrón que a mi siniestra fue crucificado en el calvario. Esta vida terrestre es tan sólo una preparación, un peldaño, para llegar a la vida verdadera.

Mi doctrina es la ley que os enseña a vivir en armonía con lo espiritual Y con la naturaleza. A pesar de la luz que brilla en vuestra mente señalándoos el camino certero y justo, a veces lloráis, y es porque en ocasiones os alejáis de la ley, y entonces vuestra conciencia os juzga y os sanciona. Cuando desafiáis a la naturaleza faltando a sus leyes, ella os toca al instante; sin embargo, seríais injustos si dijéseis que ha ejercido venganza, porque Yo estoy en la naturaleza como estoy en todo. Si os empeñáis en arrojaros a un un abismo, ¿cómo podréis evitar el dolor de la caída?

Sentid cómo vais cruzando espiritualmente un inmenso desierto, más allá del cual existe una mansión de paz, de perfección y de luz, que ha sido prometida a vuestro espíritu. Mirad a vuestra espalda la ciudad lejana y pecadora, cuán lejos está. Hoy estáis libres de cadenas, porque al fin os librasteis de la esclavitud de las pasiones. Los ídolos ante los cuales os inclinabais, se quedaron muy lejos, insensibles e inertes, más tarde serán derribados de sus pedestales, por otros que vendrán tras de vuestros pasos. Mas si vuestros enemigos os persiguiesen, un mar salvador se interpondría a su paso, para que podáis llegar salvos al fin de vuestra jornada.

¿Quién intentaría volver? Adelante, en el horizonte brilla la luz de la esperanza; detrás se encuentran las tinieblas del desengaño.

Adelante, pueblo. El desierto es árido, sin embargo, sobre vosotros desciende el maná y de sus rocas brota el agua. Velad y orad, porque hasta en el mismo desierto os seguirán las tentaciones. ¡Ay del que no velase ni orase! ¡Ay del que sea débil en sus propósitos de regeneración!

Como soldados cruzaréis inmensas distancias y soledades. Ya os he hecho conocer vuestras armas. Surgirá la batalla, y mediréis vuestras fuerzas con aquellos que intenten deteneros o destruiros. ¿Cómo lograréis sobrevivir en esa batalla? No perdiendo la fe, atravesando por entre las tinieblas y la confusión, sin que vuestra luz se apague, llegando al final del desierto, con vuestro corazón libre de agravios, de rencores o de odios, amando y perdonando a vuestros enemigos. Veréis entonces que vuestro espíritu se agigantó en la lucha, porque ella le obligó a no detenerse, a no retroceder, haciendo uso de todas sus potestades y facultades conocidas y a buscar en sí dones desconocidos o adormecidos.

Sed humildes ante vuestro Señor y seréis grandes en espíritu, no debilitéis ante las tentaciones del mundo y de la carne; los hombres os dirán, que mientras Jesús os hace postreros y humildes, ellos os harán primeros y grandes en la tierra, mas no les creáis.

Yo también sé dar coronas, tronos y cetros en el mundo, como a David y a Salomón, cuando han sabido reconocer a su Señor; y les he tocado con mi justicia, cuando me han traicionado, dejando que ellos mismos se desheredasen del don del poder, de la inspiración y de la sabiduría.

Hoy no vengo a ofreceros reinos de este mundo; antes bien, os he venido despojando de posesiones terrestres, para que me sigáis con más libertad. El reino que vengo ofreciéndoos, está más allá de lo humano. El que llegue a alcanzar ese reino, no volverá a salir de él.

Mirad a los monarcas y a los señores de la tierra. Cuan breve es su gloria y su reinado. Hoy los elevan sus pueblos y mañana los hacen caer de su sitial. Nadie busque su trono en esta vida, porque creyendo adelantar, detendrá su paso, y vuestro destino es caminar sin detenemos, hasta llegar a las puertas de mi reino.

Si al final de 1950 vais a dejar de escuchar mi palabra, no por ello dejaréis de ser mis discípulos, porque mi inspiración continuará llegando a vuestro espíritu y a vuestro entendimiento, para haceros comprender todo lo que en mi palabra recibisteis.

Falta todavía la última parte del libro, el séptimo capítulo, que aún está sellado; cuando este sello sea abierto, recibiréis de Espíritu a espíritu la última lección.

Mi justicia sabiamente va acercando a la humanidad hacia la gran revelación. La vida, como un maestro, enseña y corrige sin cesar, las pruebas hacen llegar su voz espiritual a través de la conciencia.

Para que el mundo pueda llegar a comunicarse de espíritu a Espíritu Conmigo, antes he tenido que acercarme a vosotros bajo esta forma y preparamos para el paso que habrán de dar los hombres en el sendero de su evolución. Mi palabra vertida en este tiempo a través de los portavoces servirá para libraros de tropiezos, de dudas o confusiones en vuestro camino; en ella encontraréis la claridad de mi enseñanza.

Os encargo, pueblo, que anunciéis al mundo mi promesa de comunicarme de Espíritu a espíritu con los hombres. Quiero que también transmitáis a vuestros hijos esta luz, para que ellos iluminen su senda con la luz de la esperanza.

Si dormís, si os olvidáis de velar y orar, cuando se cumpla mi promesa y mi Espíritu os llame, volverá a vosotros una vez más la confusión y la duda, que han tenido siempre los hombres cuando he retornado a ellos, porque no me han sabido esperar.

Quiero que desde el instante en que haga cesar mi palabra, os entreguéis al estudio de ella y al ejercicio espiritual que os dé el desarrollo necesario para llegar a comunicaros directamente con mi Espíritu. En ese desarrollo interior, íntimo, espiritual, obtendréis los más bellos frutos de inspiración, revelación, videncia y fuerza. Entonces estará este pueblo a un paso de ver realizada mi promesa, cuando se desate el último sello y revele su contenido al mundo.

No queráis substituir mi manifestación, cuando ya no la tengáis, con falsas imitaciones ni con formas exteriores, porque os hundiréis en el letargo, en la rutina y no podréis oír mi voz divina cuando ella venga a iluminar vuestro espíritu.

No quiero que sea una vaga intuición la que haga a los hombres esperar mi presencia en Espíritu, quiero que sea la certeza, la convicción plena de que en esa forma mi reino vendrá a acercarse a los hombres.

En aquel Segundo Tiempo anuncié mi retorno, mas no fue en una forma vaga, sino clara; sin embargo, los pueblos se cansaron de esperar y terminaron olvidando mi promesa.

Hice aparecer todas las señales que debían anunciar mi vuelta y también pasaron desapercibidas para los hombres, porque estaban dormidos espiritualmente, entregados al mundo y estacionados en sus religiones.

No quiero que ahora volváis a confundiros; oíd mi palabra que os dice la forma en que habré de comunicarme con los hombres de Espíritu a espíritu.

Apartad de vuestro corazón todo materialismo, para que esperéis esa comunicación en la forma más elevada que podáis concebir, y así no sufriréis decepción ni confusión alguna ante la realidad.

Cuando el Mesías le fue prometido a Israel en el Primer Tiempo, el pueblo le esperó como a un rey poderoso de la tierra, por eso cuando lo tuvo delante de sus ojos no le reconoció.

Estando Yo en el mundo, anuncié mi retorno a los hombres y les di a entender que sería espiritualmente; sin embargo, ahora que os he enviado mi rayo, haciéndose palabra en la mente de mis portavoces, muchos creyéndome, me han negado, porque habían olvidado que Yo había de volver, o porque piensan que cuando retornara al mundo, sería en la misma forma en que vine en aquel tiempo, es decir, en cuanto hombre.

Os hablo ahora de esto para que preparéis a vuestros hermanos y a vuestros hijos, el fin de que velen, y cuando la hora llegue y la voz divina os busque para hacerse oír, los hombres y los pueblos se encuentren orando, porque su gozo será infinito y las revelaciones que reciban serán incomparables.

Este tiempo será de méritos, pueblo. Ya los patriarcas os dieron vida y ejemplos; ya los profetas os anunciaron mis mensajes. Ya tuvisteis a Cristo, que dio todo por vuestra redención y más tarde apóstoles y enviados que os trajeron la luz.

Ahora os toca tomar la cruz que antes dejasteis a otros; ahora debéis vivir vuestra propia pasión, para que alcancéis la más alta significación de vuestro espíritu. Vuestra misión es la de esparcir luz y paz entre vuestros hermanos como rocío fecundo y vivificante. No os recostéis a dormir. ¿Queréis acaso que las guerras desatadas en oriente, invadan también el occidente? ¿Queréis ver vuestro suelo teñido con la sangre de vuestros padres, hijos o esposos, y las mujeres tomando las herramientas del trabajo, para labrar el pan de cada día? ¿Esperáis ver cómo los caminos se convierten en calles de amargura?

Reconoced que mientras la humanidad sufre y se desangra, no debéis hacer festines, ni siquiera permanecer indiferentes. Deberéis llevar en vuestro corazón el dolor de vuestro semejante, enviar vuestras oraciones y pensamientos, como un continuo mensaje de amor y paz, pidiendo caridad para vuestros hermanos que sufren.

Veo que sí queréis la paz, pueblo; pero no lucháis por ella. Queréis que os perdone, pero sin antes haberos perdonado los unos a los otros. Os estoy enseñando a amaros aunque no os conozcáis, y a sentir el dolor de vuestro hermano, aunque no le miréis porque está distante. No estáis solos en vuestra lucha, Yo estoy con vosotros, Yo, que vine en este tiempo sobre la nube a daros ayuda y amor en el desierto que atravesáis.

Todo lo preparé en este rincón de la tierra para que pudierais cumplir vuestra misión. Una nueva tierra que manaba leche y miel, un cielo purísimo, una tierra virgen, fecunda y pródiga, colmada de maravillas y bellezas, todo estaba dispuesto para que vuestra lucha y vuestras faenas terrestres no os agobiaran y dejaran tiempo y fuerzas a vuestro espíritu, para que recordaseis a vuestro Padre Celestial, siendo útiles y amando a vuestros semejantes; pero si no supisteis orar para alcanzar vuestra evolución espiritual, tampoco velasteis por lo que en el mundo poseíais y he aquí, que caminando en vuestras tierras, os sentisteis extraños, y contemplando vuestra heredad, no teníais derecho a ella. Ahora tenéis que cumplir con vuestro destino espiritual, aunque llevéis muchas veces amargura y hasta miseria en vuestro espíritu. Por eso en mi palabra os revisto de fuerza para que no desfallezcáis en la lucha y sepáis que aún podéis ver el tiempo de la justicia.

Si la lucha es grande, daos calor y aliento unos a otros, esa es la unificación que os pido. Sabéis por Mí, que en vuestro camino se levantarán los que van a combatiros. Ya se acerca 1950 y os digo: Benditos aquellos que aprovechan mi palabra, porque mi despedida no lacerará su corazón.

Nadie es profeta en su tierra; los vuestros os han hecho sangrar y llorar con su duda y sus mofas; mas esperad y sed como Jesús, sed como los profetas o los apóstoles que en vez de llorar, se levantaron a otras comarcas y a otras naciones a predicar la verdad, donde fueron creídos.

Después de 1950, de entre vosotros se levantarán los que vayan a otras comarcas y también a otras naciones, donde hallarán mayor comprensión, y ahí se cerrarán sus heridas.

Cuando mi palabra haya cesado, comenzarán a cumplirse una a una mis profecías. Entonces los incrédulos, arrepentidos, creerán.

Interpretad debidamente mi palabra, dad cumplimiento a mis mandatos, continuad vuestra obra de regeneración, uníos en verdad y os digo, que la paz será en esta nación. Volveréis a recrearos con la abundancia y buen sabor de sus frutos y será vista por los extranjeros como un faro de luz, como un baluarte de la justicia y como un emporio de paz.

Apartad de vuestra mirada toda ilusión superflua, toda falsa deidad, limpiad vuestros caminos y orad por la paz de las naciones.

¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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