sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 125

Heme aquí en vuestra morada, hablándoos a través de vuestra conciencia, porque Yo soy vuestro juez. A todos os he confiado una misión y hoy vengo a preguntaros, qué habéis hecho de ella.

No he venido en este tiempo ocultamente; desde los primeros tiempos fue anunciada mi manifestación espiritual, por lo tanto no debéis sorprenderos.

¿Por qué entonces nadie se encontraba velando, esperando mi llegada? ¿Quién limpió su hogar para que Yo pasara a él? ¿Quién lavó sus manos para partir el pan en la mesa? ¿Quién llenó su corazón de amor para recibirme? Nadie; sin embargo, aquí me tenéis cumpliendo mi promesa entre vosotros.

Si Yo vengo a enseñaros a cumplir una promesa, comprended que es justo que vosotros toméis mi ejemplo y cumpláis con vuestra misión. Pueblo amado, cuando escucháis que os reclamo, recordáis que habiendo recibido el encargo de velar por la paz del mundo, no habéis tenido paz, por lo que me habéis preguntado: Señor, si estoy velando y orando, ¿por qué la paz no viene a las naciones? y Yo os digo porque no basta orar, sino también hacer obras meritorias.

Ya los profetas dieron su sangre por anunciaros la verdad; ya me tuvisteis hecho hombre en la tierra, para vivir entre vosotros una pasión perfecta; ya los apóstoles y los
mártires entregaron su vida por amor a la humanidad. Ahora es tiempo que toméis vuestra cruz y cumpláis vuestra misión, para que podáis contemplar la llegada de la paz.

Pueblo, abrid vuestro corazón y despertad del profundo sueño en que vivís. Luchad y no desconfiéis, que si el desierto que atravesáis lo contempláis interminable, Yo os digo que en mitad de él, cuando el sol queme más vuestros rostros. aparecerá una nube cuya presencia os hará sentirme muy cerca de vuestro corazón.

En el fondo de vuestro corazón me decís, que no sois dignos de mi gracia ni de mi paz. ¿Y por qué no sois dignos? Yo he puesto la naturaleza entera a vuestro alcance para que podáis servirme mejor, os he colmado de dones y bendiciones para que vuestra vida sea más plácida y de vuestro corazón se eleve hacia Mí un himno de amor.

Hoy he tenido que deciros: Haced sencilla vuestra vida para que dispongáis de tiempo para pensar en vuestros hermanos; solamente así podréis proporcionar a vuestro espíritu la ocasión de liberarse del materialismo que lo rodea y de cumplir con su misión de amar y servir a su Señor, en sus semejantes.

Luchad, más hijos, por la causa de la paz y la fraternidad, mas no creáis ver próximo el triunfo, ése aún está distante. No os confiéis, porque los enemigos acechan, y aún cuando espiritualmente no tienen fuerza, vosotros los estáis considerando poderosos e imaginándolos invencibles.

¿Por qué os juzgo, pueblo? Porque no quiero que existan faltas y errores ocultos en vuestro corazón, porque Yo os pondré delante de aquellos que han de recibir de vosotros mi mensaje, y no quiero que encuentren algo de qué corregiros, porque no honraríais así a vuestro Maestro.

¿Qué sería de vosotros, si Yo os ocultase vuestras imperfecciones? ¿Os regeneraríais en la vida si vuestras faltas no tuvieran dolorosas consecuencias?

Ved cuanto dolor hay entre la humanidad, ése es el fruto de su siembra. Yo le hablo por medio de la conciencia para moverle al arrepentimiento y a la enmienda, mas su corazón se ha tornado sordo a mi voz.

Hombres que regís los destinos de vuestros pueblos: ¿No estáis aún hartos de sangre y de vidas? ¿No escucháis la voz de la conciencia o de la razón? Sois soberbios y arrogantes, pero mi justicia abatirá vuestro orgullo.

Sois soberbios, porque con vuestra ciencia habéis construido la nueva torre de Babel desde donde desafiáis mi poder, diciendo a los pueblos que vuestro saber supera a las revelaciones divinas. Con ello habéis pisoteado la ley del Padre y habéis falseado la palabra de Jesús, temiendo que la verdad sea conocida, perdiendo con ello la gloria y el poder de la tierra.

He dejado que vuestra torre se eleve y que vuestra ciencia crezca, para preguntamos: ¿Quién os ha dado el derecho de disponer de la vida de vuestros semejantes? ¿Quién os ha permitido derramar su sangre? ¿Quién, en fin, sin faltar a lo justo debe interponerse en el destino de sus propios, hermanos?

¡Humanidad, hija de la luz, abrid vuestros ojos. ved que estáis viviendo la era del Espíritu!

¿Por qué os habéis olvidado de Mí y habéis querido comparar vuestro poder con el mío? Yo os digo que el día que un sabio con su ciencia forme un ser semejante a vosotros y le dote de espíritu y le dé conciencia, Yo posaré mi cetro en su mano. Mas vuestra cosecha, por ahora, será otra.

Sobre cadáveres y escombros levantará la ciencia su reino, que será muy breve, para que luego se establezca el reino de justicia, de paz y amor. Vendré buscando a los que han caído en la lucha, a los que han perdido el camino, a los que se les ha enseñado distinto sendero. Les buscaré para levantarlos a la verdadera vida, sin distinguir a nadie, depositando mi ósculo de amor, lo mismo sobre la frente limpia, que sobre la manchada.

Os habla el Padre, Aquel que no tiene ante quien inclinarse a orar; mas en verdad os digo, que si sobre Mí existiese alguien más grande, ante él me inclinaría, porque en mi Espíritu habita la humildad. Ved cómo vosotros, siendo mis pequeñas criaturas, me hacéis descender para que os hable, os escuche y os consuele, en vez de luchar por ascender a Mí.

Mi arcano se ha abierto para vosotros y se acerca el tiempo en que amaréis la verdad y huyáis de la vida ficticia y vacía que habéis creado. El esplendor de la era materialista presto iniciará su decadencia para entrar en su período final. Hoy poco entendéis de lo que os digo, mas pronto todos lo entenderán.

Cómo no hablara de materializar vuestra vida, si hasta lo divino lo concebís solamente a través de lo material, dando crédito sólo a lo que percibís a través de vuestros sentidos?

Mal me han representado en la tierra los que dicen conocerme, y ésta es la causa de que muchos me hayan vuelto la espalda. A quienes se dicen ateos no les reclamaré el haberme arrojado de su corazón, sino a los que, falseando la verdad, han mostrado un Dios que muchos no han podido aceptar.

Todo lo que es justo, sano y bueno, encierra verdad, que es la que Yo he proclamado a través de los tiempos.

Ha llegado la hora en la que debéis volver a amar la verdad, o sea en la que volveréis a reconocer lo justa y lo bueno; puesto que habiendo nacido de MI, tendréis que llegar a aspirar a lo elevado, a lo eterno, a lo puro.

Yo a ninguno he tenido cautivo, a nadie he obligado a abandonar el camino que haya elegido. Al que ha querido escudriñar, se lo he permitido, al que ha deseado deleitarse, se lo he consentido, mas a todos les he mostrado mi ley, la única, para que no se extravíen de la senda.

Lo que hay al final del camino que equivocadamente sigue hoy la humanidad; lo que encontrará el hombre cuando llegue a esa meta, será el hastío, la fatiga, el desengaño y el dolor. ¿Podrá conformarse el espíritu humano con una cosecha como ésa, y que ella sea el fruto que entregue a su Padre en la eternidad? No, pueblo, el espíritu humano va a despertar ante el resultado de sus obras, y en esa hora, él será su propio juez, para que, después de ese juicio se levante lleno de fuerza a restaurar y a reconstruir su vida, aprovechando su experiencia y consagrándose a amar y buscar sólo la verdad. Entonces habrá encontrado el sendero donde escuchará mi voz, que le dice: Bienvenido seáis, oh paciente y prudente Israel, que en el Tercer Tiempo habéis llegado a la tierra de paz.

Yo he venido a buscaros y os digo: Dejad que el espíritu se eleve y me contemple. Soy el mismo; el tiempo no pasa sobre Mí; soy el Maestro que en muchos lugares y caminos de Judea, os habló del reino eterno de la verdad. En cambio, vosotros sí habéis cambiado. El egoísmo y la maldad del mundo ha envenenado vuestro corazón y os sentís a veces indignos de mi presencia. He venido porque os amo, y quiero que enmendéis vuestros pasos y que luchéis por vuestro adelanto espiritual.

No desperdiciéis el tiempo que os concedo. Velad y orad, y Yo os diré cómo debéis trabajar. Amad y tendréis alegría, labrad la paz, y sentiréis que la vida en la tierra es un reflejo de la mansión eterna.

Pensad que no he venido a daros riquezas materiales, sino a invitaros a hacer una vida espiritual de renunciaciones y de humildad. Y una vez más os digo: "El que quiera seguirme, tome su cruz y venga en pos de Mí". Esa cruz no será pesada, si sabéis llevarla con paciencia y fortaleza, asegurándoos que ya no podréis vivir sin ella, al grado que si su dulce peso os fuese apartado, me pediriais que volviese a posarlo sobre vosotros, aun cuando llegaseis a sentirlo mayor que antes. Es porque habréis comprendido la gravedad del cargo que os he confiado, y que esa cruz representa vuestra salvación.

si yo he formado todo lo creado de la tierra Para recreo del hombre, tomadlo siempre en beneficio vuestro. No olvidéis que existe en vosotros una voz que es indica los límites dentro de los cuales podéis tomar cuanto os ofrece la naturaleza, y es esa voz interior a la que debéís obedecer. Así como procuráis para vuestro cuerpo un hogar, abrigo, sustento y satisfacciones, para hacer más agradable su existencia, así debéis conceder al espíritu lo que le es necesario ,para su bienestar y progreso. Si él se siente atraído hacia regiones superiores en donde encuentra su verdadera morada, dejadlo elevarse, no lo aprisionéis, porque él me busca para alimentarse y fortalecerse. Yo os digo que cada vez que le permitáis liberarse así, él retornará dichoso a su envoltura.

En esta forma os prepararéis para cumplir con las leyes del espíritu y con las que rigen la vida en la tierra.

Yo alimento a todos los seres y si os he dicho: "Las aves no siembran ni cosechan, ni hilan, y son alimentadas y vestidas con tanto amor", ¿por qué vos, que sois el hijo predilecto, dudáis de mi poder? En medio de la lucha por el sustento diario, no os olvidéis de que hay un Padre que vela por vosotros y que no os dejará perecer jamás. También os digo que si observaseis mis preceptos, vuestra lucha seria menos dolorosa, porque no sería necesario tanto afán de vuestra parte para subsistir, y en la hora de vuestras pruebas veríais prodigios.

En el Primer Tiempo, el pueblo de Israel atravesó grandes penalidades, y Moisés, contemplando la desesperación que por falta de pan se estaba apoderando de las multitudes, dijo a ellas Orad, el Señor se servirá enviar alimento a su pueblo. Moisés oró y esperó con paciencia y fe la voluntad divina. Y el maná, como respuesta y como premio a la fe de aquel varón, descendió para calmar las necesidades del pueblo. Con ella manifesté que había escuchado su oración y que estaba con él.

Ahora he dicho a mi pueblo que las pruebas volverán a tocarle, que el dolor será grande entre la humanidad, y que el pan no será suficiente para alimentar a los hombres, que la tierra, hoy fecunda, por un tiempo se volverá estéril y que vosotros contemplaréis por doquiera, dolor, hambre y corrupción. Caravanas de hombres y mujeres irán de puerta en puerta, implorando caridad. Será muy amargo el cáliz, mas si supieseis orar, habrá pan en vuestra mesa y consuelo para vosotros y para vuestros hermanos.

Con la oración y la caridad, atraeréis a los espíritus del bien, quienes os protegerán. Si queréis sentirme muy cerca, os prepararéis y me tendréis presidiendo vuestra mesa. No os faltará lo necesario y haréis que vuestros hermanos participen de la misma gracia.

¿Por ventura no tenéis suficiente amor para proteger a vuestros semejantes en la hora de la prueba? Así como Yo he venido a vosotros, iréis a vuestros hermanos y haréis con ellos lo que Yo he hecho con vosotros. Una vez más os digo, que por una pequeña porción de labriegos que se levante con verdadera limpidez a extender mi enseñanza, mi obra será conocida y quedará establecida en el corazón de los que más tarde serán mis precursores en todas las naciones.

En vosotros no ha arraigado la ciencia; os miro humildes y por eso os he escogido. Os he dado mi palabra, para que poseáis la verdadera ciencia, porque los conocimientos que tienen los hombres no pueden curar el mal que aqueja a la humanidad. Esa luz, esa ciencia de la que tanto se envanece el hombre, ni convierte corazones, ni salva espíritus.

Mi palabra, que ahora fluye abundante por conducto de los portavoces, no la oiréis después de 1950 en esta forma. Sólo aquellos que con verdadera preparación se eleven, recibirán mi inspiración, y cuando hablen en mi nombre, serán creídos. Preparación y espiritualidad, es lo que requiere vuestra misión para poder realizar prodigios. Siempre que os he tomado como instrumento para sanar a un enfermo, he tomado en cuenta vuestra preparación No siempre tendréis que esforzaros demasiado para persuadir de esta verdad a vuestros hermanos, porque encontraréis que muchos sentirán fe desde el primer instante, y otros confesarán humildemente que ha sido la esencia de mi palabra, la que les ha sanado.

Os concentraréis en el fondo de vuestro corazón, formando con la unión de vuestros pensamientos un sólo espíritu, para que vuestra oración, como si fuese agua cristalina, caiga al pie de este arbusto que estáis cultivando, el arbusto se transforme en árbol corpulento y os dé abundantes frutos con qué alimentamos en el tiempo de pruebas.

No temáis por no poder recibirme entre pompas y galas o con regias ceremonias; vuestra humildad y sencillez son el mejor ambiente que podéis preparar para mi manifestación; Yo quiero espíritus, porque son a los que busco, por los que descendí al mundo en otro tiempo, y por los que os dí mi sangre.

Yo fui quien señaló en aquel tiempo el lugar y la hora para mi advenimiento en cuanto hombre; también Yo he marcado el lugar y el tiempo en que vendría entre los hombres en la Tercera Era. Todo fue preparado con perfecta justicia y sabiduría. Una nueva tierra había de, ser testigo de mi nueva venida; el occidente habría de iluminarse con el resplandor de mi presencia. Escuchad: Hace tiempo en el norte de vuestras tierras habitaba una grande tribu, de la cual surgió un profeta inspirado por mi luz. El levantó y condujo a aquel pueblo en pos de una hermosa tierra, donde deberían fundar su ciudad. Ante tan grata promesa, aquellas tribus se levantaron con la esperanza de merecer aquella gracia. Atravesaron selvas, cruzaron desiertos y escalaron sierras; nada los detuvo, y cuando a su paso encontraron obstáculos, su fe les ayudó a vencerlos hasta llegar al lugar profetizado, que era, como en el Primer Tiempo, una imagen de Canaán, la "tierra Prometida" a los israelitas, la tierra que manaba leche y miel.

Ved cómo la hoja del árbol no se mueve sin mi voluntad y cómo nada es ajeno a mis designios y planes divinos.

Aquella tribu inspirada en la fe de una promesa que llegó a ver cumplida, levantó su ciudad, y en ella elevó a su Dios su culto primitivo, formó sus hogares y dió esplendor a su imperio, que en su magnificencia se semejó al de Salomón. Fue aquella tierra, según las promesas, tierra de bonanza y de prosperidad. El varón era fuerte, la mujer dulce y tierna, y ambos eran hermosos; mas llegó el tiempo en que ese pueblo había de conocer el nombre y la obra de Cristo, su Señor, llegando a ellos la buena nueva en labios de hombres extraños que venían del otro lado del mar y a los cuales ya habían visto en sueños. Muy grande fue la misión de quienes trajeron a estas tierras la luz de mi doctrina; mas en verdad os digo que fueron muy pocos los que supieron cumplir con la ley de amor, de caridad y humanidad, que mis enseñanzas aconsejaban, porque en su mayoría aquellos hombres se dejaron poseer de la codicia, olvidando todo principio de fraternidad, haciendo correr a torrentes la sangre inocente, para adueñarse de cuanto sus ojos contemplaban.

Los invasores derribaban los ídolos de aquel pueblo, haciendo que éste blasfemara en contra del Dios que aquellos venían a revelarles con tanta injusticia y con tanta crueldad. ¿Podían aquellos idólatras reconocer a través de actos tan inhumanos a Cristo, el Dios del amor, Aquel que a nadie quita la vida, sino que antes da la suya para salvar al mismo que le ha ofendido? Aquellas tribus cayeron bajo la esclavitud y el dominio del fuerte, como en el Primer Tiempo Israel había caído bajo el yugo de Faraones y Césares. Fueron tiempos de dolor, de amargura y de lágrimas, los que vinieron sobre aquel pueblo, y fue entonces cuando su clamor, resonando en los cielos, atrajo sobre sí como un manto de infinita ternura, el amor de María, la dulce Madre del universo.

Por su sensibilidad, ese pueblo estaba destinado a ser mariano, porque al reconocer y amar esa divina verdad, encontró la escala espiritual que conduce a Mí a los espíritus.

Y ese pueblo, ¿cuál es? Es el vuestro, el cual después de sus luchas y de su larga jornada ha contemplado la llegada del Tercer Tiempo, con mi nueva venida.

Es mi palabra viva la que estáis escuchando, para que con ella destruyáis todo el fanatismo y toda la idolatría de que hubieseis rodeado mi nombre, enseñándoos un culto por medio del cual podáis buscarme de espíritu a Espíritu. Muy grande y fuerte de espíritu será este pueblo, cuando viva y practique el culto que le vengo enseñando entonces podrá abolir la mentira y llevar a otras tierras el mensaje de espiritualidad y de luz que esperan las naciones.

Este pueblo estará preparado para aquella lucha en que mi justicia presida la gran batalla de ideas, credos y doctrinas. Todos se sorprenderán cuando en medio del torbellino escuchen una voz serena y firme que será la de mis discípulos, cumpliendo su misión de fraternidad espiritual.

Por ahora comprended que mientras los hombres no logren alcanzar la completa espiritualidad, tendrán que necesitar de templos materiales, y de colocar delante de sus ojos formas o imágenes que les hagan sentir mi presencia.

El grado de espiritualidad o de materialismo de la humanidad, podéis medirlo por la forma de su culto. El materialista me busca en las cosas de la tierra, y si no llega a verme según son sus deseos, me representa en alguna forma para creer que me tiene delante.

El que me concibe como Espíritu, me siente dentro, fuera de él y en todo lo que le rodea, porque él se ha convertido en mi propio templo.
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De tiempo en tiempo os he hecho revelaciones cada vez más adelantadas que los hombres no han sabido comprender, porque siempre han creado idolatrías y más idolatrías en torno a ellas. En aquel Segundo Tiempo dije a mis discípulos. "Veis cuán grande, majestuoso y opulento es el templo de Jerusalén?; pues de él no quedará ni piedra sobre piedra". Mi palabra se cumplió, porque toda la idolatría y profanación que en él se hacían, las borré con mi doctrina. Yo prometí reedificarlo en tres días, que precisamente se cumplen en este Tercer Tiempo, en que vengo a levantar en el corazón de la humanidad el nuevo templo, el nuevo santuario construido en lo más puro del espíritu del hombre.

Reconoced mi misericordia de Padre, mirando cómo, cuando el altar de vuestra idolatría se derrumba, ya mi palabra os está esperando, y una nueva luz está alumbrando vuestro camino, para no dejaros caer en las tinieblas.

No os asombréis ni os escandalicéis si os digo, que todo el esplendor el poder y la pompa de vuestras religiones habrán de desaparecer, y que, cuando eso suceda, ya estará preparada la mesa espiritual donde vendrán a alimentarse las multitudes hambrientas de amor y de verdad.

Muchos hombres, al oír estas palabras, negarán que sean mías; mas entonces Yo les preguntaré por qué se indignan y qué es lo que defienden. ¿Su vida? Esa Yo la defiendo. ¿Mi ley? También Yo velo por ella.

No temáis, que nadie morirá por mi causa, sólo el mal morirá, porque el bien, la verdad y la justicia, prevalecerán eternamente.

Pueblo, ¿qué voz es ésta que oís en el fondo de vuestro corazón, a qué caminos os lleva y porqué' la buscáis? Yo sé por que me seguís; es que sabéis que la voz que escucháis es la de vuestro Dios, de Aquel a quien a través de los tiempos y de vuestra evolución habéis buscado bajo muchas formas.

Todos sabéis que esta voz, que llega hasta el fondo de vuestro ser, es la de vuestro Padre, porque os trata como a hijos, como a niños, con amor perfecto.

Vengo a mostrarme como un Padre amoroso, como un Maestro humilde, jamás indiferente a vuestros sufrimientos y siempre indulgente y misericordioso ante vuestras imperfecciones, porque siempre seréis niños delante de Mí.

Tengo que juzgaros cuando contemplo cómo las criaturas que fueron formadas con tanto amor, y destinadas a la vida eterna, buscan obstinadamente la muerte en la tierra, sin preocuparse de la vida espiritual, ni desear conocer las perfecciones que os reserva aquella existencia.

Estudiad mi palabra, para que sepáis que en ella está mi ley, y que por lo tanto, es palabra de rey que jamás retrocede. Tampoco vosotros debéis retroceder en el camino, si tomáis en cuenta que lleváis en vuestro espíritu mi palabra que es ley, y que vuestro cuerpo es inferior a vuestro espíritu; por lo tanto, oíd más la voz de la conciencia, en la que estoy presente, y no la voz de la carne.

Mi palabra divina desciende sobre vuestro espíritu y os sentís llenos de esencia espiritual; mas, si esta palabra fuera falsa, jamás se sentiría satisfecho vuestro espíritu después de escucharla, ni volveríais a reuniros para esperarla con la avidez con que lo estáis haciendo.

Yo soy la aurora que ha iniciado un nuevo tiempo para la humanidad, en el que su espíritu verá iluminado el camino que conduce hasta Mí. ¿Por ventura sabéis en qué
peldaño de la escala de perfección os encontráis? ¿sabéis acaso si estáis elevados espiritualmente o sumergidos en el reino de la maldad? En verdad os digo que ninguno de vosotros podría responder satisfactoriamente a estas preguntas.

No penséis que mientras vuestro espíritu, por encontrarse encarnado, habite la tierra, tendrá que concretarse a vivir la existencia material; no, todos debéis saber que desde vuestra morada terrestre podéis habitar espiritualmente en las regiones de la luz, donde está el reino que llegará a habitar eternamente.

El espíritu en la tierra sólo se sostiene por un débil punto de apoyo que es el cuerpo, el cual le sirve para habitar en el mundo y recibir a través de él las lecciones o pruebas que el Padre tenga a bien enviarle. Por larga y penosa que resulte la expiación en el mundo nunca debéis considerarla como una prisión. Nadie ha sido condenado a muerte, en cambio os digo, que todos habéis sido destinados a vivir. Cada criatura, al nacer a la vida, recibió del Creador un ósculo que fue un antídoto contra el mal y una coraza ante las acechanzas.

Yo soy la causa de vuestra existencia, así que reconoced que vuestro origen está en el bien. Si vuestro pasado en la tierra ha sido impuro, pecaminoso o en cualquier forma alejado de mis leyes, dejad que ya brille vuestra conciencia, surgiendo a una nueva vida, y dejando atrás el camino en que el abuso de los placeres materiales dio por resultado que cayeseis en el vicio y en el dolor. Buscad en el ejemplo que a través de Jesús os di, el camino luminoso para vuestro espíritu, Porque mis pasos en la tierra, mis obras y mi palabra, fueron la lección perfecta y la parábola de la vida eterna que legué al espíritu de la humanidad.

Os dejo ungidos con mi bálsamo y con mi perdón; conocedme, oh párvulos, porque el conocimiento que tenéis de Mí es aún muy pequeño. Lo que os digo en una cátedra, no es todo lo que tengo que revelaros. Venid incansablemente hacia Mí y el "libro de la vida" será abierto delante de vuestros ojos.

Ya recibisteis el Primer Testamento, mi ley y mi presencia en el tiempo de Moisés. Ya tuvisteis en el Segundo Tiempo el Segundo Testamento, legado por Cristo a los hombres a través de su Verbo Divino; ahora recibid directamente de mi Espíritu el Tercer Testamento, para que, uniendo las tres revelaciones, podáis llegar a ser los grandes discípulos del Tercer Tiempo.

Pueblo, escuchándome os transportáis y contempláis en un miraje espiritual mi presencia. No son vuestros sentidos los que me contemplan en aquel miraje, ni es un espejismo de vuestra imaginación, es la fe con que me estáis oyendo, es vuestra espiritualidad y elevación de este instante. Aquí sentís mi paz; pero cuán cerca de vosotros se encuentran los que crean el dolor. Son los ambiciosos que para coronarse no vacilan en dar muerte a sus hermanos. Disponeos a la lucha, para que pronto sepan que no deben ir tras altos sítiales de falsos cimientos, porque la justicia divina destruye todo lo que es vano.

Enfermos, venid a Mí; a sanaros vengo. El hambriento sepa que le estoy esperando. El homicida, por cuyas venas corre el odio, venga a Mí, que Yo transformaré su ofuscación en luz y su amargura en buen sabor. Venid todos a oírme y a preparar su espíritu, porque después de 1950 empezará el esplendor del reinado de la luz. Hoy sois apenas simiente; mañana seréis plantas y finalmente daréis frutos de amor.

Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel. 

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