sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 123

Mi Verbo se derrama inagotablemente sobre vosotros. Soy el Cristo que en el Segundo Tiempo habitó entre los hombres, y que desciende a vosotros nuevamente, para dar testimonio de Sí mismo, cumpliendo su promesa y su palabra, como en aquel tiempo vine a confirmar con mis obras la ley que el Padre dictó a Moisés, quien no hizo su voluntad, ni la de los hombres, sino la voluntad del Eterno, por lo que os digo, que si no borré lo que dijo Moisés, tampoco vendría ahora a borrar lo que os enseñé en Jesús.

Estoy con vosotros, porque así lo prometí y anuncié a mis discípulos, cuando en cierta ocasión, encontrándome rodeado por ellos, me interrogaron de esta manera: Maestro, habéis dicho que partiréis, pero que después volveréis; decidnos, ¿cuándo será ésto? Yo veía que la inocencia y el deseo de saber les hacía escudriñar los arcanos de su Señor; sin embargo, Yo, amablemente les dije: "En verdad no está lejano el día en que retorne entre los hombres", dándoles a entender que mi presencia sería en Espíritu, y al mismo tiempo, dándoles a saber las señales que anunciarían mi próxima llegada. Aquellas señales serían guerras, caos y grandes amarguras en toda la tierra; mas en verdad os digo que así fue mi llegada en este tiempo, en medio de un caos. Aquí estoy, humanidad, con un mensaje de luz y de paz para vuestro espíritu, del que voy a hacer un arca en la que penetren todos los hombres de fe que quieran salvarse, donde pueda refugiarse la humanidad. Esta arca será fuerte por la fe, la esperanza y la caridad de los que me sigan y tendrá semejanza espiritual con aquella que le fue encomendada a Noé, cuando los elementos se desencadenaron.

¿En qué tiempo os encontráis? Analizad y os daréis cuenta de que os he dado mi lección en tres tiempos. La primera fue la ley, la segunda el amor y la tercera, que es la presente, corresponde a la sabiduría.

Un solo Espíritu, que es el mío, ha sido siempre con vosotros; mas si lo he manifestado bajo tres fases diferentes, pensad que las formas en que Yo me manifiesto en toda la creación, son infinitas y al mismo tiempo Perfectas.

Conocisteis en el Primer Tiempo al Padre como Juez y Legislador; en el Segundo Tiempo hice encarnar mi Verbo en Jesús y su palabra habló con sabiduría divina; Cristo es el Verbo, el mismo que dijo a los hombres. "Quien conoce al Hijo, conoce al Padre". Ahora os encontráis en el Tercer Tiempo, en el que derramo sobre vosotros mi sabiduría.

Cumpliendo mi promesa he venido en Espíritu, sobre la nube simbólica que forman vuestros espíritus al elevarse a Mí, para edificar en el corazón de la humanidad el verdadero templo.

Al escucharme a través de estos portavoces, no penséis que mi Espíritu se aloja en estos pequeños e impuros cuerpos; ya os dije que es sobre vuestro espíritu donde desciende un rayo de mi luz, que es inspiración divina, que es sabiduría y amor.

Palpad el milagro de esta comunicación, reconociendo que a través del entendimiento de estas criaturas rudas, brota de sus labios la palabra que ilumina al ignorante y que convierte al pecador, haciéndolo construir en su corazón, una morada digna de Dios, y dándole la llave de la fe, aquella que abre la puerta de la sabiduría.

Con paciencia infinita esperé el tiempo en que el desarrollo de vuestro espíritu os permitiera comprender mi comunicación a través del entendimiento del portavoz, como una preparación para la comunicación perfecta entre vuestro espíritu y el mío.

Esa es la razón por la que el portavoz pronuncia mi palabra sin que su cerebro se fatigue ni su garganta se enronquezca; porque soy Yo quien mueve aquellos labios, para hacer el llamado a la humanidad. La estoy invitando a descansar bajo la sombra del árbol de la vida y a comer el fruto de vida eterna.

Nuevamente cargo mi cruz, porque he de atravesar por entre pecados, impurezas, adulterios, materialismos, burlas y dudas, si tomáis en cuenta que me comunico a través de criaturas que no siempre saben purificar su entendimiento o limpiar su corazón, y que, por otra parte, expongo mi manifestación y mi palabra ante multitudes de todo credo y de toda condición. Mas el mérito consiste en hacer manar agua de estas rocas, que es fe y amor de los unos hacia los otros. Por eso os digo, que voy paso a paso por entre las turbas, llevando a cuestas mi cruz.

Este es el tiempo en que renace el espíritu, que se despierta llorando como el niño, pero que su llanto presto es calmado por el arrullo de las caricias paternales.

¿Qué haríais si llevaseis la vida en el cuerpo y la muerte en el espíritu? ¿Qué obras dignas de Mí podríais hacer, y qué esperanzas de inmortalidad podríais alimentar? ¡Cuántos muertos he resucitado en este tiempo!, y ¡cuántos ciegos han visto mi luz!

Despertad plenamente, haceos poseedores de mi luz, pero no sólo por mi amor, sino también por vuestro esfuerzo y vuestra voluntad. Penetrad en las lecciones que os hablan de eternidad; son luces necesarias a vuestro espíritu. Entre el cielo y la tierra existen lazos que el pecado y la iniquidad humana no podrán romper; uno de esos lazos es el de mi comunicación espiritual con vosotros.

Mi cruz no es pesada, mas siempre debéis tener presente que toda obra espiritual exige sacrificio. Yo seré como un peregrino incansable siguiendo vuestros pasos por doquiera, hasta el instante en que estéis a salvo en la "tierra de promisión".

No he venido a deslumbramos con el brillo del oro, ni con el lujo de las ceremonias litúrgicas.

Mi amor es el don que os vengo ofreciendo, y mi palabra el mejor tesoro. Humildemente ofrezco a vuestro espíritu, lo que para él reservo, porque "mi reino no es de este mundo".

Este pueblo que me escucha es verdaderamente israelita, mas no lo es por la raza, sino por el espíritu, y le envío una vez tras otra a la tierra, para que sea como un eslabón entre mi Espíritu y el de la humanidad.

Entre ese pueblo espiritual, se encuentran los 144,000 marcados o señalados por Mí, para que sean la luz que ilumine la senda a las multitudes, como lo hizo la tribu de Leví en el Primer Tiempo, cuando Israel atravesó el desierto. Vuestra restitución, al mismo tiempo que vuestro arrepentimiento os ha purificado y vuestra humildad os ha significado. Id así limpios por el mundo, y os aseguro que vuestro paso será riego fecundo, para que mi semilla germine en el corazón de vuestros hermanos.

Grande será vuestra labor, porque el corazón del hombre se ha deformado con la maldad; mas nada os sorprenderá, porque os habré preparado para la lucha.

En este instante he inundado de amor y de paz vuestro corazón, y con ello os habéis sentido satisfechos y gozosos.

No os he ofrecido un pan material, y sin embargo habéis estado en comunión con mi Espíritu.

Hoy que evocáis el Primer Tiempo, recordáis que en épocas de escasez el pueblo recibió el maná, que fue sustento valioso para que las multitudes no desfalleciesen. Hoy, mi palabra os alimenta y os sostiene en días de prueba; cuántas veces habéis querido retroceder o huir porque la fe os faltó, mas os he hecho sentir mi presencia en medio del desierto de vuestra vida.

De cierto os digo, que Yo estoy siempre con vosotros en todas y cada una de vuestras pruebas.

El que tenga fe, aunque sea tan pequeña como el grano de una mostaza, consérvela y hágala aumentar. ¡Bienaventurado el espíritu con fe! ¡Cuántos hay que no sabiendo que me llevan en su ser, me buscan sin saber encontrarme! ¡Cuántos que estando iluminados por Mí, no alcanzan a percibir la inspiración, porque no han abierto su corazón para gozar de tan precioso don!

Israel, sois una vez más mi emisario. Os había prometido venir y aquí tenéis cumplida mi palabra. Yo os anuncié mi retorno entre ángeles y sobre la nube; mas si sabéis analizar o interpretar, pronto sabréis quienes son los ángeles de que os hablé y cuál es la nube que profeticé.

Elías preparó vuestro espíritu, diciéndose Preparaos porque la venida del Maestro está cerca y con ella veréis maravillas, grandezas espirituales y grandes sucesos en el universo, pero sólo una pequeña parte de la humanidad se encontraba esperando el cumplimiento de aquellas profecías, preguntándose si ya sería inminente la presencia del Señor, puesto que ya estaban cumplidas las señales.

Ya estando presente mi Espíritu para manifestarse en el Tercer Tiempo, os he llamado uno a uno para confirmar su creencia en que éste era el tiempo de mi retorno e invitarle a elevarse hasta lograr la comunión espiritual Conmigo.

Mas si por oírme y seguirme, vuestros hermanos os desconocen, si sois calumniados, no temáis; cerrad vuestros oídos a la murmuración, y a las palabras sin sentido. En el inundo no esperéis ser comprendidos; el único que podrá colmar vuestros anhelos de sabiduría, de paz y amor, seré Yo; mas para alcanzarlo entregaos a MI y Yo os daré salud y paz.

Orad más con el espíritu que con la materia, porque para salvarse no basta un instante de oración o un día de amor, sino una vida de perseverancia, de paciencia, de obras elevadas y acatamiento a mis mandatos. Para ello os he dado grandes potencias y sentidos.

Mi obra es como un arca de salvación que invita a todos a penetrar. Todo el que cumpla con mis leyes, no perecerá. Si os guiáis por mi palabra, seréis salvos.

Esta simiente que he traído a los corazones, fructificará y dará alimento a la humanidad; mas os digo que perseveréis para que aquellas obras que no hayan florecido florezcan, porque todo lo que tiene principio de amor y de fe, tiende a crecer. La fe, la caridad y la buena voluntad, darán frutas en multiplicación.

Quiero que los fuertes ayuden a los débiles, que, los sanos impartan salud, que compartáis el fruto de vuestros dones con vuestros hermanos y que en este cumplimiento sintáis cómo avanza vuestro espíritu y cómo goza sembrando caridad.

Cuando mi palabra cese por medio de los portavoces, vosotros, mis labriegos, daréis mi palabra; mas, ¡cuánto tenéis que prepararos para recibir mis inspiraciones! Ese tiempo que habéis contemplado lejano, ya se acerca, por lo tanto, no despreciéis mis palabras por sencillas y humildes que sean. Cada una de ellas tiene esencia divina y el poder para consolar y sanar a muchos corazones. Esa esencia llegará como luz radiante a todos aquellos que no han comprendido el sentido de la existencia y han esperado de su lucha un resultado que no han obtenido, porque Yo les envié a trabajar por su espíritu y no por la carne. A ellos, mi palabra sencilla y tierna les dará la paz y les hará descansar.

Orad por las naciones que no tienen mi palabra. Orad por los pueblos que sufres las amarguras de la guerra; orad por los que no tienen un rincón de paz espiritual. También Por las mujeres indefensas, por los hombres que son arrastrados sin piedad a la guerra, orad, es grave la hora que vivís y sólo vuestra unificación os salvará.

Habéis penetrado en el tiempo final, y a medida que éste avanza, la humanidad comprende cómo pesa sobre ella el juicio divino, haciendo que los hombres penetren en un examen minucioso de todos sus actos. Mas ese juicio no perderá al hombre, por el contrario, lo salvará; y entonces todos vendréis a Mí limpios y sin deuda, como seres que han llegado a cumplir la misión que se les confió. Sólo la práctica del amor, como lo enseña mi doctrina, os hará merecedores del bien supremo que es la paz del espíritu.

A María, la dulce intercesora que vela por vosotros, le he dicho: Esperad, que la humanidad pronto tomará el camino de la regeneración y volverá su pensamiento a Vos.

Multitudes, que llegáis a escuchar mi palabra, no os confundáis en la perversidad que impera en vuestro mundo; si miráis que el ideal de los hombres es la grandeza humana, las vanidades y los placeres que halagan los sentidos, vosotras encended en vuestro corazón el anhelo de elevación espiritual.

Yo os inspiraré; para eso he buscado estos humildes lugares ¿desde donde os hago el llamado, para prepararos como una simiente que, al germinar y multiplicarse en mis campiñas, llegue a contrarrestar el mal que reina en la tierra.

La misión que os confío es de amor; mas no por el hecho de haber sido llamados por Mí, os creáis los más limpios de la tierra; pensad que aún distáis de encontraros Libres de pecado. No por ello os sintáis menos amados, porque en muchas ocasiones, de entre los grandes pecadores han surgido mis más fervientes discípulos.

De éstos sois vosotros, a los que ahora os digo: Venid por el camino del amor, paso a paso, confiando siempre en Mí, pero viviendo siempre alerta, porque en cualquier instante podrán manifestarse en vuestro ser las debilidades de la carne, con las cuales lucharéis hasta depurar vuestra materia y librar a vuestro espíritu.

En verdad os digo, que conforme os vayáis transformando, Yo os iré revelando todos los dones que poseéis. Por eso no rehuyáis las pruebas que os envíe en cada día, porque ellas son el cincel que esculpe y pule vuestro espíritu. Notad que después de una prueba os levantáis con más temple y confianza en Mí y en vosotros. ¿Qué sería de los soldados de una causa cualquiera, si antes no se preparasen para la lucha? ¿Qué será entonces de mis soldados, si ellos no conociesen las acechanzas de la tentación para rechazarlas? Serán débiles y a les primeros tropiezos llorarían y en cada golpe retrocederán.

Mirad, Discípulos, el año de 1950 en que dejaré de hablaros como ahora lo hago, está próximo; por ello os estoy anunciando que para los últimos días serán muy grandes, las multitudes que me escuchen, por lo que serán tambien muchos los hombres que conozcan este mensaje.

Se sabrá en el mundo que Cristo estuvo nuevamente entre los hombres, ya no humanizado, sino en Espíritu, y se comprenderá que en cada tiempo tengo una nueva forma de manifestarme.

Comprended que si en aquel tiempo vine a hacer méritos por vuestra salvación, ahora serán los méritos que hagáis los que os salven y por medio de los cuales salvaréis a vuestros hermanos. Discípulos, ya que habéis tenido un Maestro que os enseñe con tanto amor la lección, ¿creéis que haya sido inútil mi sacrificio en cuanto hombre, e inútil la sangre derramada? En verdad os digo que no, porque la sangre del Cordero de Dios, simbolizando el amor divino, está fresca en la conciencia de todo espíritu. En aquel tiempo, cuando las turbas me condujeron al calvario, Yo cargué la cruz; hoy la llevará todo aquel que me ame y siga con humildad, y entonces Yo seré su cirineo en la dolorosa jornada y les enviaré a los ángeles custodios para que les den luz y fortaleza espiritual en la hora suprema.

Si miráis que en este tiempo hice sentir mi presencia al haceros escuchar mi palabra en occidente y no en oriente, no os confundáis, porque no son los puntos de la tierra los que busco, sino a los espíritus.

Si pensáis que mi verbo no es florido, comprended que es el Maestro de la humildad, de la sencillez el que habla, y que si sabéis penetrar en el fondo de esta enseñanza, pronto descubriréis en ella la verdadera sabiduría.

Apenas os estoy preparando, no estáis en la plenitud de la lucha, porque la gran jornada comenzará al finalizar 1950, y no podéis saber cuándo termine. Los que caigan en la lucha escucharán mi voz que les dirá: Vuestro espíritu no ha caído, os habéis elevado, y si en la tierra no habéis recibido honores por vuestro sacrificio, no temáis, que mi reino os espera, para que desde él miréis a vuestros hijos y a vuestros discípulos continuar vuestra obra.

Al paso de este pueblo saldrán los gentiles y los fariseos para detenerle, los mismos que caerán rendidos ante la verdad, la justicia y el amor que desbordan mis palabras. Perseverad, discípulos amados, porque cuando las multitudes lleguen a las puertas de la "tierra prometida", éstas se abrirán en señal de bienvenida para mi pueblo, que llega victorioso a los umbrales de la eternidad.

¡Qué hermosa es la lucha que espera a mis soldados, qué grande y qué noble!

Vosotros, escuchándome, no podéis lanzaros a esa lucha, porque aún os sentís débiles y, sin embargo, Yo sabré encontrar entre vosotros, la simiente que lleve la buena nueva a todos los pueblos de la tierra. No temáis, que no os exijo un imposible, ni os conduzco a la muerte. Yo estaré en cada paso de aquel que en mi nombre camine, y si su fe es grande, encontrará fuerza invencible en su espíritu. Mas quien me negare como Pedro, por temor, o por falta de fe, dudare de Mí como Tomás, ése será más pequeño que los más débiles, se sentirá torpe y menesteroso y tendrá que cerrar sus labios, esconder sus manos, olvidando que está lleno de dones, y hasta negará que me ha escuchado.

No os sintáis más que nadie porque hayáis tenido la gracia de escucharme en este tiempo, pero sí reconoced que la palabra que habéis recibido, es el Tercer Testamento que he legado a vuestro espíritu, y que en el mundo sólo eran conocidas las dos primeras partes de este libro, la primera. revelada a través de Moisés y los profetas, la segunda, aquella que os di en Jesús; mas no poseíais la tercera, que es la que en este tiempo os ha enviado mi Espíritu.

Estos son los tres testamentos que unidos, encierran la ley, el amor, la sabiduría y la vida eterna.

Contemplo a muchos de vosotros ansiosos de paz y elevación, manifestando el deseo de una vida de espiritualidad y amor, y ese anhelo pronto será el grito de liberación espiritual en toda la humanidad.

Por eso, cuando escucháis que os anuncio el establecimiento de un reino de paz en vuestro mundo, ansiosamente preguntáis: ¿Cuándo se cumplirán esas profecías, Maestro? ¿Cuándo llegaremos a vivir todos los hombres en la moral y en la virtud? ¿Cuándo veremos el respeto mutuo entre padres e hijos y entre esposos? ¿Cuándo volveremos a ver inocencia en los niños, pureza en las doncellas, rectitud en los varones, dignidad en los ancianos, justicia en los jueces, magnanimidad en los gobernantes, en una palabra, amor entre los hombres?

Yo os bendigo porque empezáis a suspirar por todo lo que es bueno, bello y verdadero, mas os digo que si que se acorte el tiempo de la llegada de ese reino, tendréis que velar, orar y luchar. Para esa lucha vengo a prepararos tanto de materia como de espíritu, porque si no he venido en contra de lo que en otros tiempos revelé, también tengo que deciros, que no vengo en contra de las leyes que rigen la naturaleza. vengo a entregaros mi amor para que podáis alcanzar la armonía con todo cuanto os rodea.

Comprended que lo que reprueba mi ley, es lo superfluo, los vicios, los abusos o excesos, así sea en lo material como en lo espiritual. Por eso os digo siempre que os profundicéis en la meditación de la ley, para que no caigáis en errores, en pasiones o en fanatismos.

Vosotros sois los canteros con que estoy construyendo el templo a la espiritualidad, a aquel en el cual me recrearé, y en el que vosotros recibiréis el pan de vida eterna.

Cumplid con mis leyes en la tierra y no tendréis por qué temer vuestra llegada al más allá; así como habéis visto la luz del mundo al llegar y así como sentisteis en la tierra la presencia de vuestros padres, así sentiréis la presencia de vuestro Señor en aquel valle que espera vuestro retorno. Y cuando hayáis penetrado en mi seno, escucharéis mi voz, diciéndoos: Hijos muy amados, he aquí a vuestro Padre, miradme, conocedme, amadme y luego contemplad la creación, porque quiero que sepáis que lo que es mío también lo es vuestro.

Discípulos, para llegar a mi reino, necesitáis recorrer la escala espiritual, que es el camino, habitando hoy una mansión y mañana otra, hasta llegar a la de los espíritus perfectos. Tened presente aquello que os dije desde el Segundo Tiempo: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas".

Entonces orad y regeneraos, para que el dolor se levante de entre vosotros, y una vez libres de su carga, os entreguéis al trabajo del espíritu, que es la lucha por elevar vuestra vida, haciendo el bien, y sembrando de amor el camino de vuestros hermanos.

Bienaventurados los que se enmienden por amor a Mí y por dar buen ejemplo a los demás, porque ellos caminarán con firmeza por la senda que les he trazado.

Los que sabéis que en tiempos pasados Israel fue cautivo de otros pueblos y que tuve piedad de él, enviándole a un libertador, sois los que ahora clamáis desde lo más profundo de vuestro corazón, que os salve de la esclavitud que padecéis Pidiéndome con verdadera angustia, que os libre de cuanto os acecha, amenaza y aflige. A todo esto, Yo os digo como lo hice en aquel tiempo: "¿Qué puede temer el que está Conmigo?" No os alejéis de Mí y os sentiréis seguros en cualquier tiempo y en cualquier sitio. Si teméis, es que, o no estáis en el camino, o estando en él, habéis flaqueado en vuestra fe.

Vosotros tenéis que dedicar vuestra vida a amar, servir y a sembrar caridad, para que entonces todas vuestras obras están encaminadas a un fin noble, tanto en lo humano como en lo espiritual.

Jamás veáis enemigos en nadie, ved en todos los hombres, sólo hermanos, esa es vuestra misión; si perseveráis en ella hasta el fin, triunfarán la justicia y el amor en la tierra, y ello os dará la paz y la seguridad que tanto anheláis.

¿Creéis que me falta piedad, o deje de sentir vuestras aflicciones? ¿Cómo concebís que sea Yo quien levante a unos para hundir a otros?

La vida es una batalla, más nunca llaméis enemigos a vuestros hermanos, ni mucho menos me pidáis que descargue mi justicia sobre vuestros opresores. Orad por todos
y vuestra oración será luz y paz que se irá extendiendo minuto a minuto sobre el haz de la tierra.

El ejemplo que dio el pueblo de Israel en su travesía por el desierto, tomadlo en su sentido espiritual, para que en este tiempo sea aplicado por mi nuevo pueblo y más tarde imitado por toda la humanidad. Cierto es que el pueblo de Israel tuvo momentos de flaqueza, mas su fe y su perseverancia se impusieron al fin y lo llevaron a la conquista de la tierra con la que soñaba.

Su largo peregrinaje en pos de una vida de libertad, de amor y de paz, fue una lucha constante contra las adversidades y las vicisitudes; aquel pueblo conoció el hambre, la sed, la persecución y las acechanzas de los enemigos que le rodeaban, y tuvo que combatir contra todo para defender su vida; tuvo que luchar contra otros pueblos que se interponían a su paso, impidiéndole llegar a la tierra que era su ideal.

Aquella lucha, aquellos combates contra la adversidad, son semejantes a los que hoy estáis sosteniendo para alcanzar vuestro ideal de liberación, de elevación y paz para el espíritu; mas aún no habéis unido vuestras fuerzas, como las unió Israel en aquel tiempo, para alcanzar la meta que anheláis, porque a muchos les falta la comprensión sobre su misión dentro de la obra que os ha sido encomendada, y que es la de luchar con ahínco, y sin tregua hasta alcanzar la meta.

Buscad ahora la "tierra prometida" en lo eterno; ahí hallaréis la paz por la cual habéis luchado en el largo camino de vuestra vida.


¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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