sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 39

Yo soy la paz que desciende a vosotros, porque en el mundo sólo contemplo caos.

Velad y orad, haced el bien y con la práctica de la caridad destruiréis la guerra.

El árbol de la ciencia, según le cultivaron los hombres, se encuentra dando un fruto amargo a la humanidad, mas Yo voy a daros el agua cristalina del amor, para que la reguéis y veáis cuán diferentes van a ser los frutos que ese mismo árbol va a producir.

Antes de que descubráis en mi enseñanza el secreto para cultivar el árbol de la ciencia, éste será azotado por fuertes huracanes que harán caer hasta el último de sus malos frutos y lo dejarán limpio.

Después de ese vendaval, comenzaréis a ver brillar en vuestro espíritu una nueva luz, la cual se reflejará en todas las sendas de vuestra vida.

Estáis viviendo el tiempo del juicio, recordad cuántas veces os he dicho que la hoz de mi justicia divina incansablemente corta la mala hierba.

Mi justicia toca lo mismo a la ciencia, que a las religiones o a los hombres del poder; nada quedará sin ser escudriñado por mi mirada o pesado en mi balanza. Desde el principio de la humanidad el pecado ha sido sentenciado a morir y mi palabra tendrá que cumplirse.

Vos pueblo, cuando miréis en la Tierra señales de estos acontecimientos, elevaos en oración a Mí, reuníos con vuestra familia formando un solo pensamiento y enviad vuestro espíritu como mensajero de mi amor hacia vuestros hermanos necesitados de paz.

No dudéis del poder de la oración, porque si practicando la caridad no tuvieseis fe, nada podréis dar a vuestros hermanos.

¿No os he enseñado que hasta los elementos desatados pueden escuchar vuestra oración y apaciguarse? Si ellos obedecen a mi voz, ¿por qué no han de obedecer la voz de los hijos del Señor cuando ellos se hayan preparado?

Desde el tiempo en que estuve con vosotros en el mundo, os enseñé a orar para que en los momentos de prueba, supieseis comunicaros con vuestro Padre, y tomando fuerza de Él, cumplieseis con vuestra misión de amor y caridad entre la humanidad.

La oración es una gracia que Dios ha entregado al hombre para que le sirva de escala para elevarse, de arma para defenderse, de libro para instruirse y de bálsamo para ungirse y sanar de todo mal.

La verdadera oración ha desaparecido de la Tierra, los hombres ya no oran, y cuando intentan hacerlo, en vez de hablarme con el espíritu, lo hacen con los labios, empleando palabras vanas, ritos y artificios. ¿Cómo van a contemplar prodigios los hombres, empleando formas y haciendo prácticas que no enseñó Jesús?

Es menester que vuelva la verdadera oración entre los hombres, y soy Yo quien nuevamente viene a enseñárosla.

Bendito el que inspirado en su amor hacia los demás, les sirva de peldaño en su elevación hacia Mí, porque cuando él abra sus ojos para contemplarse a sí mismo, se verá cerca de su Padre.

No preguntéis qué es lo que debéis hacer para que sepáis que habéis cumplido con vuestra misión, porque mi ley se reduce a que os améis los unos a los otros. Comprended que cada día de vuestra vida os brinda una oportunidad para que practiquéis, ese divino mandamiento.

Cada quien en su camino puede cumplir con la misión de amar; El que guía espíritus, el que instruye, el hombre de ciencia, el que gobierna, él padre de familia, todos podéis servir a vuestros semejantes inspirados en mi máxima que os dice: "Amaos los unos a los otros".

Todo será limpio, todo será renovado, para que las nuevas generaciones encuentren la Tierra preparada para el cumplimiento de su gran misión espiritual.

No escojáis a quienes debéis amar, amad a todos sin distinción. El amor espiritual no puede tener preferencias.

El amor que os enseño, está más allá del amor por los vuestros, del amor a la patria y a vosotros mismos.

No temáis no poder ser útiles en esta obra de amor pensando en vuestra pobreza material. Espiritualizaos y no necesitaréis de los bienes de la Tierra para poder hacer el bien a vuestros semejantes. Ved cómo de entre este pueblo de menesterosos y humildes, he entresacado a mis labriegos, convirtiéndolos en consejeros, doctores y confidentes de los que sufren, y que a ellos se acercan en demanda de consuelo y de paz.

De su amor ha brotado inagotablemente el bálsamo de curación, de sus labios antes torpes, ha surgido la palabra de luz que orienta, que regenera, conmueve y convence. ¿Y qué es lo que creían llevar en su corazón estos labriegos antes de que Yo les descubriera su herencia? Nada, se sentían parias, incapaces de practicar la caridad y de conducirse por sí mismos.

Mirad cómo ante la humildad de estos labriegos, se presentan los ricos a pedir caridad, los doctores a consultarles sus problemas sin solución y los que se han cultivado en el sendero del conocimiento teólogo o filosófico llegan para aprender la primera lección. ¿No os maravilla este prodigio realizado entre vosotros? Entonces ya lo sabéis pueblo y lo sabréis humanidad, el poder y los caudales de la Tierra no bastarán para labraros la paz, para haceros útiles los unos a los otros haciéndoos la caridad materialmente si no aprendéis a amar.

Cuando haya amor en vuestro espíritu y lo hagáis sentir a vuestros semejantes, entonces veréis realizarse los prodigios. Empezad a practicar la virtud los que hayáis permanecido insensibles o alejados de la caridad, del amor, del bien, que son la esencia de una vida espiritual, y cuando alguien llegue a vuestras puertas agobiado de sed, de fatiga y de hambre, sentadlo a vuestra mesa sin consultar si en la cesta hay pan suficiente preguntad a vuestro corazón si al invitar al caminante a vuestra mesa, lo hacéis con amor sincero, con verdadera caridad, si así es, veréis el pan multiplicado, todos quedaréis satisfechos y en el corazón del caminante se encenderá una llama de fe, para darme gracias y bendecidme. Ese, en su vida, tendrá que hacer lo mismo que con él hicisteis, porque le enseñasteis una lección de amor al alcance del más escaso de entendimiento.

Sed humildes, recordad que Yo vuestro Dios, nací en la humildad y más tarde cubrí mi cuerpo con humilde túnica. ¿Por qué vosotros soñáis siempre con buenos atavíos y hasta llegáis a desear las regias vestiduras?

Vuestro reino tampoco es de este mundo, esta vida es como un campo de batalla a donde venís a hacer méritos para penetrar después triunfantes en la tierra conquistada y recibir en ella vuestro galardón.

No dejéis jamás la cruz en mitad del camino, no abandonéis vuestra misión, Porque sería tanto como sí en una batalla arrojaseis vuestras armas, huyendo cobardemente de la lucha y renunciaseis al triunfo que aguardaba a vuestro espíritu.

Soy el camino perfecto, en mi paso por la Tierra os legue con mi ejemplo el "Libro de la Vida Verdadera", con cuyas enseñanzas aprenderéis a luchar para vencer en todas las batallas; mi espada de amor luchó sin tregua contra el mal y la ignorancia de la humanidad. Mis armas no fueron homicidas, Yo no os traje la muerte, sino la vida eterna. Mi mansedumbre exasperaba y confundía a los que me ofendían, mi amoroso perdón vencía la dureza de su corazón, mi muerte en cuanto hombre les resucitó a la vida de la gracia. ¿No recordáis que el Mesías prometido había sido anunciado como un guerrero invencible?

Es tiempo de que el amor, el perdón y la humildad, surjan del corazón de la humanidad como armas verdaderas, que se opongan al odio y al orgullo. Mientras el odio encuentre odio y el orgullo tropiece con el orgullo, los pueblos se extinguirán y en los corazones no habrá paz.

La humanidad no ha querido comprender, que su felicidad y su progreso sólo puede encontrarlos en la paz, y va tras de sus ideales de poderío y de falsa grandeza derramando sangre hermana, arrancando vidas y destruyendo la fe de los hombres.

El hombre con su orgullosa ciencia está desafiando mi ley; y os digo que una vez más lucharé contra su pecado, mas el hombre no encontrará en Mí a un Juez orgulloso y soberbio, Porque ésos son defectos humanos, ni sentirá sobre sí el peso de una venganza, porque las bajas pasiones son propias de vuestra imperfección; encontrará a un Juez inexorable y a un Maestro enseñándole una gran lección de amor.

No todos queréis guerras, ni alimentáis odio ni orgullo para los inocentes, para los de buena voluntad y fe. Yo daré señales cuando las guerras estén a punto de desatarse, para que velen y oren, porque con su oración y con su vigilia serán invulnerables a las armas homicidas.

Del oriente al occidente se levantarán las naciones desconociéndose y del norte hacia el sur también se levantarán para encontrarse todas en la encrucijada, con cuyo choque se producirá una inmensa hoguera en la que arderá el odio, se extinguirá el orgullo y se consumirá la mala hierba.

Es necesario que las nuevas generaciones encuentren una tierra limpia, para que florezca la paz y el amor; pero antes desaparecerá hasta la última huella del crimen de Caín, cuya herencia aún lleva consigo la humanidad.

Vosotros que estáis bajo el efluvio de mis lecciones, ¿encontráis que en todo ese dolor que se avecina, haya castigo o venganza divina? No, me decís, es el fruto que hemos cultivado y que vamos a recoger.

Yo siempre tengo caridad de mis hijos, porque sois muy pequeños para comprender todo el mal que os hacéis; por eso me acerco a vosotros, y materializando mi palabra os envío mis mensajeros a amonestaros, a preveniros de vuestro mal camino, pero, ¿cuándo habéis atendido a mis llamados? Nunca, de ahí el motivo por el que está sufriendo la humanidad.

Pueblo amado, no seáis un simple espectador ante el caos que contemplaréis, porque tendréis que responderme de la paz y de la fortaleza que habéis recibido.

Esa paz y esa fuerza son para que oréis, para que vuestro cerebro no se ofusque y os mostréis diligentes e infatigables haciendo el bien, encendiendo la fe y esparciendo consuelo entre la humanidad.

Discípulos amados: extended mi doctrina entre vuestros hermanos. Yo os encargo que habléis con claridad, tal como os he enseñado. Estudiad cuidadosamente todas las partes de esta Obra, porque de cierto os digo, que mañana seréis interrogados por vuestros hermanos. Yo sé que vendrán a preguntaros qué concepto tenéis de la Trinidad de Dios, de la Divinidad de Cristo y de la pureza de María, y es menester que os encontréis fuertes para que salgáis avante en esas pruebas.

Sobre la Trinidad diréis: que no son tres personas distintas las que existen en Dios, sino un solo Espíritu Divino, el cual se ha manifestado en tres fases distintas a la humanidad, y ésta en su pequeñez para penetrar en lo profundo, creyó mirar tres dioses donde sólo existe un solo Espíritu. Por lo tanto, cuando escuchéis el nombre de Jehová, pensad en Dios como Padre y como Juez. Cuando penséis en Cristo, mirad en Él a Dios como Maestro, como Amor, y cuando tratéis de comprender de donde
procede el Espíritu Santo, sabed que no es otro que Dios manifestando su sabiduría a los discípulos, que más han adelantado.

Si Yo hubiera encontrado a la humanidad de los primeros tiempos tan evolucionada espiritualmente como ésta de hoy, me habría manifestado delante de ella como Padre, como Maestro y como Espíritu Santo, y entonces los hombres no habrían visto tres dioses donde sólo existe uno. Pero no se encontraban capacitados para interpretar mis lecciones y se hubiesen confundido y apartado de mi senda, para seguir creando dioses accesibles y pequeños, según su imaginación.

Ya sabéis la causa por la que el Padre se ha manifestado por etapas, y también sabéis el error de los hombres sobre el concepto de la Trinidad.

En mi Espíritu divino existe un número infinito de fases y atributos. Mas por haberme mostrado en tres formas a través de tres eras, os he nombrado Trinitarios y ahora ya me reconocéis en esas tres revelaciones y las sabéis unir en una sola, mirando en ella a un solo Dios que lo mismo puede, manifestarse hoy como Juez, que mañana como Maestro y más tarde como Padre de infinita sabiduría y bondad.

Ya no tratéis de darme forma material en vuestra mente, porque no existe forma en mi Espíritu, como no tiene forma la inteligencia, el amor, ni la sabiduría.

Os digo esto, porque muchos me han representado en la forma de un anciano cuando piensan en el Padre, y Yo no soy un anciano porque estoy fuera del tiempo, mi Espíritu no tiene edad.

Cuando pensáis en Cristo, al instante formáis en vuestra mente la imagen corpórea de Jesús y Yo os digo, que Cristo, el Amor Divino encarnado, mi Verbo hecho hombre, en cuanto dejó la envoltura corpórea, se fundió en mi Espíritu, del cual había brotado.

Mas cuando habláis del Espíritu Santo; utilizáis el símbolo de la paloma para tratar de imaginarlo con alguna forma, y Yo os digo que el tiempo de los símbolos ha pasado, y que por esta razón cuando os sintáis bajo la influencia del Espíritu Santo, lo recibáis como inspiración, como luz en vuestro espíritu, como claridad que viene a disipar incertidumbres, misterios y tinieblas.

Si os digo que Cristo es el amor del Padre, comprended que Cristo es divino. ¿Qué de extraño hay en que Dios haya hecho encarnar su amor, para manifestarlo a un mundo carente de espiritualidad? ¿No es
esto una prueba de caridad perfecta entregada a los que no pudiendo ir al Padre, son buscados por Él?

Ahora bien, quiero enseñaros que Cristo no es menos que Yo ni que está después de Mí, porque si Él es el Amor, ese amor ni está después ni está antes de ninguna otra potencia, está unido y fundido en todas, formando lo Absoluto, lo Divino, lo Perfecto.

¿Y qué queréis que os diga de María que fue enviada por el Señor a la Tierra para servir de Madre a Jesús, en cuyo cuerpo se había de manifestar el Verbo?

En verdad os digo: que Ella fue la ternura divina encarnada, por ello cuando en su estancia escuchó las palabras del Mensajero del Señor, anunciándole que en su seno concebiría al Mesías, en su corazón no hubo duda ni rebeldía ante lo que Ella sabía que era voluntad divina. Su ejemplo fue de humildad y de fe, su obra fue callada y sublime, por eso fue la única capaz de cumplir aquel mensaje celestial y de aceptar aquel sublime destino sin vanidad.

Jesús vivió su niñez y juventud al lado de María, y en su regazo y a su lado gozó de su amor maternal. La ternura divina hecha mujer endulzó al Salvador los primeros años de su vida en el mundo, ya que llegada la hora, había de beber tanta amargura.

¿Cómo es posible que haya quien pueda pensar que María, en cuyo seno se formó el cuerpo de Jesús y a cuyo lado vivió el Maestro, pudiese carecer de elevación espiritual, de pureza y santidad?

El que me ame, antes tendrá que amar todo lo mío, todo lo que amo Yo.

Estas enseñanzas de amor y caridad, las debéis de dar a conocer a vuestros hermanos. Es necesario que sepáis que no es indispensable que toda la humanidad me escuche en la forma en que a vosotros me manifiesto. Me basta que este pueblo presencie y escuche estas enseñanzas para que sea después mi testigo y emisario ante sus hermanos.

Si esta forma de comunicación fuese la más elevada que los hombres pudiesen alcanzar, entonces la daría a conocer en toda la Tierra, y una vez establecida, no tendría fin; pero como esta comunicación a través del portavoz humano es solamente la preparación para la comunicación perfecta de espíritu a Espíritu, le he concedido un lapso de tiempo, marcándole el instante de su término que será 1950.

Estas multitudes que año por año han asistido a la Cátedra de su Maestro, son las destinadas a extender este mensaje entre la humanidad, después de que hayan dejado de escuchar mi palabra.

No deberán levantarse a doctrinar antes de mi partida porque es necesario que escuchen, mis últimas enseñanzas, que serán las más profundas y por lo tanto las que los dejen fuertes y preparados para la lucha.

Todos, desde las congregaciones más antiguas, hasta los que comienzan a reunirse en los recintos más recientes, han escuchado de Mí, que esta comunicación cesará al finalizar el año de 1950, que es mi voluntad divina que así sea, y que el pueblo en ninguna forma deberá oponerse a lo dispuesto por el Padre.

Pretender hacerme esperar un tiempo más entre vosotros sería necio, sería negarle al Padre su perfección y su justicia y sería negar que he sido Yo, el inmutable, quien os ha hablado.

Os digo esto porque aunque en estos instantes ninguno se siente capaz de consumar esa profanación, Yo sé que en los momentos decisivos, en la hora amarga y triste de mi despedida, no faltará un traidor en mi mesa, un débil que arroje lejos de sí el pan que por mucho tiempo lo alimentó y con un falso beso de amor me entregué al escarnio y a la burla de la humanidad.

¿Quién creéis que se comunique por estos entendimientos, cuando haya cesado el tiempo de mi comunicación? ¿Por ventura queréis hacerme partícipe de vuestra desobediencia?

Pensad que una desobediencia vuestra, originaría más tarde la confusión entre la humanidad; que una profanación de tal magnitud fomentaría el caos entre las multitudes, nadie creería en mi manifestación como Espíritu Santo, todos perderían la fe.

Desde ahora os digo: que los que quieran hacer creer que me sigo comunicando por su conducto, después del tiempo fijado por Mí, serán negados y llamados impostores y quien se comunique por sus entendimientos será llamado falso Cristo; mas los videntes que hiciesen causa común con aquel engaño, serán llamados falsos profetas.

Pueblo: Fortaleceos en todo lo que hoy os digo, para que cuando llegue la hora de prueba, sepáis permanecer firmes, unidos a mi ley, respetando mi voluntad, porque con vuestra conducta daréis el mayor testimonio de que habéis creído que esta palabra es la suprema verdad. Quien hiciese lo contrario, me habrá negado.

Bienaventurados los que permanezcan fieles a mi palabra, porque a ellos llegado el tiempo les tomaré como emisarios y testigos de este mensaje divino, que a través de mi comunicación por el entendimiento humano deje a la humanidad, como una lección precursora para la verdadera comunicación de espíritu a Espíritu con vuestro Padre.

Hoy busco a vuestro espíritu porque la morada espiritual reclama su presencia.

No habéis podido elevaros porque cada imperfección vuestra es un eslabón de esa cadena que os ata a las posesiones terrenales, impidiéndoos vibrar en las regiones que le corresponden al espíritu.

¿Qué os labraréis para después de esta vida? ¿Acaso pensáis que vuestro espíritu puede penetrar con planta firme en una morada donde sólo la espiritualidad es su luz y su sostén?

Escuchad esta palabra, analizadla y comprenderéis que ella viene a ayudaros a despojaros de todo lo superfluo, porque esas influencias no dejan en libertad a vuestro espíritu.

Aquí ante mi presencia, despojad a vuestro espíritu de todas las impurezas y dejadle libre. No temáis, porque no vais a descubrirme ningún secreto, Yo os conozco mejor que vosotros mismos. Confesaos íntimamente Conmigo, Yo sabré comprenderos mejor que nadie y podré absolveros de causas y deudas porque soy el único que puede juzgaros. Mas cuando os hayáis reconciliado con vuestro Padre y en vuestro ser escuchéis el himno de triunfo que entone vuestro espíritu, sentaos en paz a mi mesa, comed y bebed los manjares del Espíritu, que en la esencia de mi palabra se encuentra.

Cuando os levantéis de la mesa para volver a vuestras diarias faenas, no olvidéis que en cada uno de vuestros pasos está presente mi ley y que mi mirada os contempla. Con esto quiero deciros, que no sólo os preparéis de espíritu y entendimiento cuando penetréis a estos recintos a escuchar mi Palabra, sino que ese temor de ofenderme que mostráis en estos lugares, os acompañe a todas partes y en todo tiempo.

Tenéis mi palabra en vuestra conciencia, para que a ella le consultéis si vais caminando dentro del sendero del cumplimiento.

A todos los que me escuchan les doy la misma palabra, ni al pobre le doy más por ser menesteroso, ni al rico le doy menos; de cierto os digo que en espíritu todos estáis necesitados.

A todos os amo por igual, no contemplo diferencias de clases, de razas, de idiomas o de credos, ni siquiera diferencia de sexos, Yo hablo para el espíritu, a el es a quien busco y al que he venido a doctrinar para guiarlo con la luz de mi enseñanza a la “tierra prometida”.


¡Mi paz sea con vosotros!

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