sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 9

Conmemoráis en este día mi entrada en Jerusalén; evocáis los tiempos en que a través de Jesús viví entre vosotros. Hoy volvéis a sentiros fuertes ante mis nuevos prodigios y hacéis público vuestro testimonio de que este Maestro es el mismo que os habló en el Segundo Tiempo y Yo os digo, que no olvidéis lo que hicisteis con Jesús, para que no lo repitáis en este tiempo. Yo sabía que después de vuestro júbilo, ibais a debilitar ante la palabra de los sacerdotes y que vuestros cantos de ¡hosanna! los ibais a cambiar por los de ¡Crucificadle!
¡Oh mis hijos, que no habéis reconocido mis manifestaciones a través de los tiempos ni velasteis esperando el cumplimiento de mis profecías!
Yo fui el Cordero inmolado en aquella Pascua que celebró mi pueblo. Sólo después, cuando pasó el tiempo, conocisteis la esencia de mi Doctrina y el porqué de mi sacrificio y entonces llorasteis y os arrepentisteis por no haberme reconocido.
Ahora os encontráis ante una nueva Era de enseñanzas y de grandes manifestaciones espirituales y el Maestro viene a buscar en vuestro espíritu la simiente que en otro tiempo sembró en él. Me decís: "¿Por qué no sentimos vuestra presencia, si estáis tan cerca de nosotros?" Y Yo os contesto que os habéis materializado, os encontráis ocupados en las ciencias y en todo lo que pertenece al mundo, olvidando a vuestro espíritu. Me decís con angustia que os habéis perdido del camino, Yo os digo que por eso he venido para mostraros con la luz de mis enseñanzas, el camino que os lleva a morar en el mundo de paz. Oídme, y mi palabra os despertará a una nueva vida, vuestras dudas y temores se disiparán. Vuestro espíritu, que lleva un pesado fardo, descansará al sentir mi perdón.
¿Por qué no dejáis en Mí vuestra causa? ¿Por qué os hacéis justicia ocupando mi lugar de Juez? ¿No sabéis que estáis en un tiempo de pruebas y restitución? Mirad que todos faltáis a mi Ley y Yo no os he juzgado ni delatado en público.
Si os he concedido el libre albedrío, no es para que os juzguéis los unos a los otros, sino para que perfeccionéis a vuestro espíritu en la práctica del bien, ayudados por la luz de la conciencia.
Os convierto en labriegos y os doy mi semilla de amor para que la sembréis en los enfermos, en los tristes, en los delincuentes, y si alguno se siente indigno de recibirla, hacedlo llegar a Mí que Yo sabré dignificarlo, para que no se sienta menospreciado. Evocad a vuestra Madre celestial y su amor divino os ayudará en esta lucha y a todos os conducirá a Mí.
Quiero que vosotros, el pueblo a quien he doctrinado, os encarguéis de guiar a las nuevas multitudes, que llegarán después de 1950 a aumentar mi pueblo, y que veléis para que ellas sean alimentadas con el pan de vida eterna, así como Yo lo hice con vosotros.
No permitáis que mi palabra sea adulterada; velad porque su esencia se conserve siempre y haced que vuestro análisis sea justo. Exponed mi verdad y ella llevará a vuestros hermanos vida, salud y fe. Si mi palabra es luz que brota de Mí, tendrá que manifestarse como una antorcha en todo el que la conozca. Os ofrezco esta luz, porque no quiero que viváis entre tinieblas.
Perfeccionad vuestro espíritu con mi sabiduría; fortaleceos, para que luchéis por vuestra elevación espiritual. Vosotros que estáis desnudos de afectos, sentid mi caricia, para que no haga mella en vuestro corazón el egoísmo de los seres que os rodean. Me preguntáis: ¿Por qué no existe el verdadero amor entre los hombres? ¿Por qué no se practica la verdadera caridad? Y Yo os contesto: Es que habéis dejado secar el manantial de aguas cristalinas que he puesto en vuestro corazón, porque os habéis apartado del cumplimiento de mi Ley.
Os habéis dividido y no queréis saber de las necesidades de vuestros hermanos; os miráis como extraños aun viviendo bajo el mismo techo; por eso al escuchar mi palabra os habéis sorprendido, porque en ella manifiesto mi amor, mi paciencia y mi perdón para todos mis hijos.
A nadie distingo y vengo a pediros que os unifiquéis, que os améis y perdonéis los unos a los otros; ya os he dado el tiempo suficiente para que reflexionéis y deis principio a una nueva vida. He perdonado vuestras faltas pasadas y os doy la oportunidad de transformaros en mis buenos discípulos.
El Libro de la Vida se abre ante vosotros para iluminar a todo entendimiento. Estudiad cada una de sus lecciones, ya no veáis misterios, hoy todo es claridad para el espíritu. Asomaos al arcano y conoced todo lo que os concedo. Quiero dejar de ser para vosotros un Padre incomprendido. No hay razón para que me miréis así, porque todas mis manifestaciones han estado al alcance de vuestro entendimiento y todo os lo he revelado en el tiempo propicio.
No os aflijáis inútilmente; todo lo que creéis que os hace falta, lo tenéis con vosotros. Os he dado mi luz en el espíritu y por añadidura os he confiado lo necesario para conservar vuestro cuerpo. Todos los elementos os sirven, todo lo he creado para vuestro recreo y todo es provechoso si lo tomáis con medida. Otra es la causa de vuestros sufrimientos y desvelos. El espíritu no encuentra la paz en esa existencia vana que habéis forjado en la Tierra y os comunica su intranquilidad. ¡Si formaseis propósitos de verdadera enmienda, cuánto bien os haríais y cómo recobraríais la paz perdida!
Discípulos: Preparaos para que habléis de amor, de perdón y de justicia a la humanidad. Olvidaos de todo lo que pertenece al mundo, para elevaros a las regiones de la paz y del amor perfecto.
Habéis atendido a mi llamado y me buscáis para aprender mi lección; unos pedís el pan de cada día otros me buscáis como doctor y consejero, pero hay quienes sólo vienen a escudriñar mi palabra queriendo encontrar en ella alguna falta, más Yo les digo: Esa mancha que buscáis no la encontraréis en mi enseñanza, antes bien, si penetráis en vuestro interior, ahí encontraréis la imperfección. Los que así han obrado, no han reconocido mi presencia, porque sólo alcanzan a interpretar las obras humanas, pero no han llegado a comprender los mensajes de Dios. A todos ilumino y perdono su incredulidad.
No permitiré que se confunda ni que se pierda uno solo de mis hijos. A las plantas parásitas las convierto en fructíferas, porque todas las criaturas han sido formadas para llegar a alcanzar un fin perfecto.
Quiero que vosotros gocéis conmigo en mi Obra; ya antes os he participado de mis atributos porque sois parte de Mí; si todo me pertenece, también a vosotros os hago dueños de mi Obra.
Todos los espíritus tenéis en Mí a un Padre divino y si os he dado en la vida material padres humanos, es para que den vida a vuestro cuerpo y representen cerca de vosotros a vuestro Padre celestial. Os he dicho: "Amarás a Dios sobre todo lo creado" y he agregado: "Honrarás a tu padre y a tu madre". No descuidéis entonces vuestros deberes; si no habéis reconocido el amor de vuestros padres y aún los tenéis en el mundo, bendecidlos y reconoced sus méritos.
Quiero que seáis hombres de fe, que creáis en la vida espiritual; si habéis visto partir al Más Allá a vuestro hermanos, no los sintáis lejanos ni penséis que los habéis perdido para siempre. Si queréis reuniros con ellos, trabajad, haced méritos y cuando lleguéis al Más Allá, ahí los encontraréis esperándoos, para enseñaros a vivir en el Valle Espiritual.
Pueblo: ¿Creéis que es vuestro Dios el que inspira esta palabra? ¿Entonces por qué habéis dudado de Mí, cuando me habéis llamado en el lecho del dolor y el bálsamo no ha curado al instante vuestra enfermedad? Pensad que os pruebo en muchas formas, porque quiero que seáis fuertes; porque si sois mis discípulos, debéis resistir muchas pruebas para que podáis ser creídos.
Sois la simiente de Abraham, de Isaac y de Jacob, quienes os dieron grandes ejemplos de fe y de obediencia: vosotros, teniendo el mismo espíritu, no alcanzáis a igualar sus obras. Yo he probado a mis discípulos en todos los tiempos. Cuántas veces sometí a prueba a Pedro y solamente en una de ellas flaqueó, más no le juzguéis mal por este hecho, porque cuando él encendió su fe, fue como una antorcha entre la humanidad predicando y dando testimonio de la verdad.
No juzguéis a Tomás; considerad cuántas veces vosotros habéis palpado mis obras y aún así habéis dudado. No miréis con desprecio a Judas Iscariote, aquél discípulo amado que vendió a su Maestro por treinta monedas, porque jamás ha habido arrepentimiento mayor que el suyo. Yo me serví de cada uno de ellos para dejaros lecciones que os sirvieran de ejemplo y que existieran eternamente en la memoria de la humanidad. Después de su flaqueza tuvieron el arrepentimiento, la conversión y la entrega absoluta al cumplimiento de su misión. Ellos fueron verdaderos apóstoles y dejaron un ejemplo para todas las generaciones.
Venid al valle espiritual, para que comprendáis mi palabra. Cuando escuchéis mi enseñanza, alejaos de las preocupaciones del mundo y dejad que mi luz ilumine vuestro espíritu. Aliento vuestra fe y os guío siempre para que os preparéis a gozar de la vida eterna.
Velad y orad, os repito con frecuencia, pero no quiero que os familiaricéis con este dulce consejo, sino que lo estudiéis y lo pongáis en práctica.
Os digo que oréis, porque aquel que no ora, se entrega a pensamientos superfluos, materiales y a veces insanos, con lo cual, sin darse cuenta fomenta y alimenta las guerras homicidas; más cuando oráis, vuestro pensamiento como si fuera espada de luz, rasga los velos de oscuridad y los lazos de la tentación que hoy están aprisionando a muchos seres, satura de espiritualidad el ambiente y contrarresta las fuerzas del mal.
No desmayéis ante la lucha, ni os desesperéis si aún no habéis visto ningún resultado. Comprended que vuestra misión es luchar hasta el fin; pero debéis tomar en cuenta que a vosotros sólo os tocará hacer una mínima parte de esta Obra de regeneración y espiritualidad entre la humanidad.
Mañana dejaréis vuestro puesto y otros vendrán a seguir vuestra labor. Ellos llevarán la Obra un paso más allá y así de generación en generación se irá cumpliendo mi palabra.
Al final, todas las ramas se unirán al árbol, todas las naciones se unirán en un solo pueblo, y la paz reinará en la Tierra.
Orad, discípulos, y perfeccionaos en vuestra elevación para que vuestras palabras de enseñanza y amor encuentren eco en el corazón de vuestros hermanos.
En verdad os digo que si este pueblo además de comprender su destino, ya estuviese cumpliendo con su misión, por sus oraciones alcanzaría gracia la humanidad. Pero aún os falta caridad, que sintáis a vuestros semejantes como verdaderos hermanos, que en verdad lleguéis a olvidar las diferencias de razas, lenguas, credos y que además, borréis de vuestro corazón toda huella de rencor con aquellos que os hubieran ofendido.
Cuando logréis elevar vuestros sentimientos por encima de tanta miseria humana, brotará de vosotros la más sentida y sincera petición en favor de vuestros hermanos y esa vibración de amor, esa pureza de vuestros sentimientos, serán las espadas más poderosas que destruyan las tinieblas, que las guerras y las pasiones de los hombres han venido formando.
El dolor os ha preparado, Israel, en la esclavitud os habéis acrisolado; por eso sois los indicados para velar por los que sufren.
Velad, pueblo, sed como esas aves que anuncian al nuevo día, despertando a los que duermen; para que ellos sean los primeros en recibir la luz y entonces Yo les diga: El que en verdad os ama, os saluda en este instante.
Todos los que se acerquen a escucharme, sentirán la caricia de mi palabra, se sentirán ungidos por mi amor y colmados de bienes espirituales.
De plácemes me encuentro porque he visto que habéis dejado todo por estar en mi mesa, y es que sabéis que mi palabra es vuestro pan y vuestra gloria en la Tierra.
Esta enseñanza llega hasta vuestro corazón, en donde han nacido propósitos de enmienda y de nobles sentimientos.
Si mucho habéis sufrido y llorado para llegar a abrirme las puertas de vuestro corazón, en verdad os digo que también el que ha sufrido mucho, ha expiado sus faltas y tiene que ser perdonado.
Corazones tristes: Calmad vuestra pena y venid a Mí, iluminaos con la luz de vuestra conciencia y penetrad serenamente por el sendero de mis enseñanzas.
Sanaos en Mí, olvidad pesares y amad; quien tiene amor lo tiene todo, quien dice amor lo dice todo.
Más cuando comprendéis que todo lo que brotó de Mí es perfecto, armonioso y bello, os preguntáis: ¿Por qué entonces los hijos de Dios viven en el mundo destruyendo y aniquilando? ¿Qué fuerza los mueve para desconocerse y destruirse, siendo que emanaron de la fuente limpia del Padre? ¿Cuáles son esas fuerzas y por qué Dios con su infinito poder, no ha detenido el avance de los hombres que destruyen la paz? ¿Por qué permite la maldad entre la humanidad?
Oíd, discípulos: El hombre tiene como dones espirituales el libre albedrío y la conciencia; todos al nacer están dotados de virtudes y pueden hacer uso de ellas. En su espíritu está la luz de la conciencia; pero a la vez que la materia se desarrolla, con ella se desarrollan las pasiones, las malas inclinaciones, siendo éstas las que luchan contra las virtudes; Dios así lo permite, porque sin lucha no hay méritos, y así lo necesitáis para ascender en el camino espiritual. ¿Cuál sería el mérito de los hijos de Dios, si no lucharan? ¿Qué haríais si vivieseis llenos de felicidad, como lo deseáis en el mundo? ¿Rodeados de comodidades y riquezas, podríais esperar el progreso espiritual? Estaríais estancados porque no existe el mérito donde no hay lucha.
Más no os confundáis, porque al hablaros de lucha, Yo me refiero a la que desarrolláis para vencer vuestras debilidades y pasiones. Esas luchas son las únicas que permito a los hombres para que dominen su egoísmo y su materialidad, a fin de que el espíritu tome su verdadero sitio iluminado por la conciencia.
Esa batalla interior sí la autorizo, mas no aquella que hacen los hombres con el deseo de engrandecerse, cegados por la ambición y la maldad.
El ruido y los horrores de las guerras fratricidas han apagado la sensibilidad del corazón humano, han impedido la manifestación de todo sentimiento elevado, como son la caridad y la comprensión.
No quiero deciros que todos se encuentren así, no, porque aún hay hombres en los cuales existe sensibilidad, compasión y amor para sus semejantes, llegando hasta el sacrificio para evitarles males, o librarlos de alguna prueba. Si esta ayuda llegan a daros algunos hombres, ¿Qué no hará vuestro Padre celestial por vosotros que sois mis hijos? Entonces ¿Cómo habéis llegado a pensar que Él os envía el dolor y la desolación?
Soy el mismo Maestro que en el Segundo Tiempo os habló del camino del Reino de los Cielos; soy el mismo Cristo manifestando la verdad a través de los siglos, las lecciones eternas que son inmutables, porque son revelaciones que brotan de mi Espíritu.
Mirad en Mí al Padre, porque de cierto os digo que Cristo con el Padre son Uno desde la eternidad, desde antes de que los mundos fueran. En el Segundo Tiempo ese Cristo que es Uno con Dios, encarnó en la Tierra en el cuerpo bendito de Jesús y así vino a ser el Hijo de Dios, mas sólo en cuanto hombre, porque vuelvo a deciros que un solo Dios existe.
A veces pensáis que os hablo demasiado del espíritu y que me olvido de vuestras necesidades y preocupaciones humanas, a lo cual os digo: "Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura". Entonces vendrá a vosotros la paz, la serenidad, la comprensión, el perdón, el amor, y en la parte material todo lo tendréis en abundancia.
Yo conozco y sé de todas vuestras necesidades y me encargo de aliviar todas vuestras preocupaciones según mi voluntad y si en ocasiones os habéis sentido defraudados porque no os he concedido inmediatamente aquello que pedíais, no por eso sois menos amados del Padre, es porque así os conviene.
Hay muchos de mis párvulos que atribuyen a injusticias del destino su sufrimiento y se creen olvidados de su Padre; entonces os pregunto: ¿De qué os ha servido mi palabra? ¿Por ventura creéis que el señor, el autor de la vida, es impotente para remediar vuestros males o que no puede complaceros en algo material que en nada os ayuda en vuestra elevación espiritual?
Yo sólo os concedo aquello que sea para vuestro bien. ¡Cuántas peticiones hacéis que si os fuesen concedidas, sólo os ocasionarían perjuicios o desgracias!
El hombre que en Dios confía y ante El bendice su destino, jamás reniega ni exige lo que no le es concedido.
Cuando está pobre, enfermo y su corazón sufre, espera confiado en la voluntad de su Señor.
A veces me decís: "Señor, si yo todo lo tuviese, si nada me hiciera falta, trabajaría en vuestra Obra espiritual y haría caridad". Mas sabed que como hombres sois variables y que todos los propósitos de hoy que nada poseéis, cambiarían si os concediese todo lo que deseáis.
Sólo el amor de Dios es inmutable para sus hijos.
Si os diera en abundancia, de antemano sé que os perderíais, porque conozco vuestras resoluciones y debilidades.
Sé que con abundancia de bienes materiales el hombre se aleja de Dios, porque aún no está capacitado ni preparado para comprender a su Señor.
Mirad cuánto os amo y no me olvido de vosotros, es que no quiero que os perdáis.
Alejaos de las vanidades del mundo, venid a Mí por convicción, por amor, no por el dolor.
No reneguéis si estáis necesitados, porque si conviniera para vuestra evolución espiritual apartaros de la pobreza, todo os lo daría en abundancia.
Pensad que el Padre rige el destino de sus hijos con suma justicia y perfección.
Estos tiempos son de pruebas, de dolores y amarguras, tiempos en que la humanidad sufre las consecuencias de tanto odio y mala voluntad de los unos a los otros.
Mirad los campos de batalla en donde sólo se escucha el estruendo de las armas y los ayees angustiosos de los heridos. Montañas de cadáveres mutilados, que ayer fueron cuerpos fuertes de hombres jóvenes. ¿Imagináis a éstos, cuando por última vez estrecharon entre sus brazos a la madre, a la esposa o al hijo? ¿Quién que no haya bebido ese cáliz podrá imaginar el dolor de esas despedidas?
Millares y millares de padres, de esposas y de hijos angustiados han visto partir a los seres amados hacia los campos de guerra, de odios, de venganza, obligados por la codicia y el orgullo de unos cuantos hombres sin luz y sin amor para sus semejantes.
Estas legiones de hombres jóvenes y fuertes, no han podido volver al hogar porque quedaron destrozadas en los campos; mas ahí la tierra, la madre tierra más misericordiosa que los hombres que gobiernan a los pueblos y que creen ser dueños de la vida de sus semejantes, ha abierto su seno para recibirles y cubrirles amorosamente.
Ved las caravanas de hombres de todas edades, de mujeres y de niños, huyendo de la destrucción, buscando fatigosamente un lugar de protección y de paz. Sus pies ya están destrozados y sangrantes; su corazón ya no resiste más dolor; pero aún les queda en lo más íntimo de su ser, un destello de esperanza.
Orad, pueblo, orad por ellos y mi ternura unida a vuestro pensamiento, descenderá sobre ellos para protegerlos y cubrirlos con mi manto de amor.
Meditad en la causa de las guerras fratricidas así como en la destrucción que originan y veréis que no sois tan desdichados como creéis, entonces cesarán vuestras quejas y ya no me diréis: "Señor, soy el más desventurado de la Tierra; ¿Será porque me has olvidado"?
Ved cómo la guerra todo lo destruye.
Mirad a esos padres ancianos que esperan el retorno de los seres amados, el hambre ha llegado a sus puertas y la soledad es su compañera.
Los que tuvieron fuerzas para caminar, huyeron, los inválidos tuvieron que quedarse para recibir cuanto a ellos llegó. Sus sombríos pensamientos sólo se iluminaron cuando me suplicaron en su oración: "Señor, no me abandones".
Sólo Yo conozco el dolor que callan las madres abandonadas por la maldad de los hombres.
Soy el único que en el silencio y en la soledad de su vida les digo que en mi Reino no están abandonados.
Orad, pueblo, y pensad en la soberbia y la ambición que germina en los cerebros de los hombres que han llevado a la ruina, a la desolación y a la muerte a otros hombres que no tienen ninguna culpa.
Después de reflexionar en mis palabras, pueblo ¿Seguís pensando que sois los más desdichados de la Tierra? Me contestáis: "No, Maestro, estábamos en un error porque nos habíamos olvidado de los demás para pensar sólo en nosotros, creyendo que la lucha para amasar el pan de cada día, era el cáliz más amargo que pueda beberse".
Entonces, os digo que debéis sentiros ricos, porque estáis escuchando la palabra divina que os alienta y fortalece y gozáis todavía de un poco de paz.
Aún podéis contar con algunos días de tranquilidad, porque este rincón de la Tierra también será estremecido por el dolor; así no quedara sitio en este mundo que no haya sido purificado.
Todo cuanto os dijo mi apóstol Juan, cumpliéndose está, palabra por palabra y suceso por suceso.
Todas esas señales, pruebas y perturbaciones que sufre la humanidad, son la demostración más palpable de que una Era está concluyendo para dar paso a un nuevo tiempo. No es la primera vez que entre vosotros ocurren estos acontecimientos, más si supieseis comprenderme y estuvieseis preparados, este paso de transición, lo daríais con calma sin turbaros.
Estáis llegando a la mitad de un siglo y mucho habéis vivido, ¿Qué sorpresas, acontecimientos y pruebas os esperan en el medio siglo que tenéis por delante?
Yo sólo os digo como dije muchas veces a mis apóstoles del Segundo Tiempo: velad y orad para que no caigáis en tentación.
¡Mi paz sea con vosotros!

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