sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 86

¿En verdad me amáis pueblo? ¿Creéis estar verdaderamente ante mi presencia? Mostradme entonces vuestra atrición con verdadero propósito de enmienda. Quiero vivir en vuestro corazón para que más tarde podáis comunicaros conmigo de espíritu a Espíritu.

Cuando las vicisitudes de la vida se acumulan a vuestro paso, las tomáis como un obstáculo para vuestro progreso espiritual y así me lo decís, sin comprender que un camino sin pruebas, sería un camino en donde no tendríais ocasión de hacer méritos para alcanzar la restitución de vuestros yerros.

Si los rayos del sol os han quemado, venid a descansar bajo la sombra de este árbol divino, para que restauréis vuestras fuerzas y cobréis ánimo. Aquí os revelaré el poder del amor que redime, purifica y da paz; el amor os aproxima los unos a los otros y os acerca al Creador, para fundiros en la armonía universal.

Pensad en la dicha que experimentará vuestro espíritu, cuando en su interior escuche la voz de su Padre en cualquier sitio que se encuentre; probándoos así, que Yo estoy presto a mostrar mis grandezas a todo aquel que con la humildad nacida del amor, se acerque a preguntarme o a pedirme. Ese vivirá en Mí y Yo viviré en él.

A veces pensáis si será posible que el Espíritu de Dios habite en vosotros, a lo cual os digo que basta que observéis cómo a vuestro cuerpo no le falta un instante el aire que respira para poder vivír; así, de la misma manera mi Espíritu se infiltra en vuestro ser para que poseáis la luz y la fuerza del Padre, que son vida eterna.

Aquí me tenéis comunicándome y hablando por vuestra boca; esta es una prueba más de que Yo estoy entre vosotros y una lección también para los que dudan de que sea mi Espíritu quien se manifieste en esta forma.

En el Segundo Tiempo, dije a los fariseos que se escandalizaban de que Yo curase a los enfermos en un día sábado: “El Señor es dueño del tiempo y no el tiempo de El; por lo tanto, puede hacer del tiempo lo que le plazca”. Así le digo en esta era a los que no creen en mi comunicación por medio del entendimiento humano: Yo soy el dueño del hombre y no éste el dueño del Señor; por lo mismo, Yo hago de él lo que es mi voluntad.

A veces es necesario que perdáis aquello que poseéis para que reconozcáis su valor, os digo ésto, porque mientras os esté entregando mi manifestación a través de bocas humanas, muchos dudarán, mas cuando ya esta voz haya cesado y los corazones comiencen a sentir hambre de esta esencia divina, reconocerán que en verdad estas lecciones no fueron de hombres sino que os iluminó la luz de vuestro Padre.

Desde ahora os advierto para que estéis prevenidos, porque a causa de estas enseñanzas, muchos cometerán imposturas diciéndose mis portavoces, cuando Yo ya habré cesado de comunicarme con vosotros a través del entendimiento humano.

En el tiempo de mi comunicación, nadie ha callado ni callará mi voz; mas si después de ese tiempo alguno dijera que recibe el rayo divino de mi luz, a sabiendas de que desobedece al Padre y de que engaña a su hermano, no sabrá por dónde le toque mi justicia o en qué momento le sorprenda la justicia humana.

Quiero de vosotros la obediencia, quiero que forméis un pueblo fuerte por su fe y su espiritualidad; porque así como hice multiplicarse a las generaciones que nacieron de Jacob, a pesar de las grandes penalidades que afligieron a aquel pueblo, así haré que vosotros que lleváis en el espíritu aquella simiente, perduréis a través de vuestras luchas, para que vuestro pueblo vuelva a multiplicarse como las estrellas del firmamento y como las arenas del mar.

Os he hecho saber que sois espiritualmente porciones de aquel pueblo de Israel, para que tengáis más amplio conocimiento de vuestro destino; mas también os he recomendado que no pregonéis estas profecías hasta que la humanidad por sí misma las descubra, porque existiendo aún sobre la Tierra el pueblo Israelita, el judío por la carne, os negará y os reclamará ese nombre, no siendo esto una razón poderosa para una contienda. Ellos aún nada saben de vosotros, en cambio vosotros si sabéis mucho de ellos. Yo os he revelado que ese pueblo errante en la Tierra y sin paz en el espíritu, camina paso a paso y sin saberlo hacia el crucificado, al que reconocerá como a su Señor y ante el que implorará perdón por tanta ingratitud y tanta dureza ante su amor.

Mi cuerpo fue desprendido del madero, mas para éstos que me han negado a través de los siglos, permanezco enclavado, esperando el instante de su despertar y de su arrepentimiento, para darles todo lo que para ellos traje y que no quisieron recibir.

Es tiempo de justicia, tiempo de saldar deudas. No he venido a buscar justos al mundo, porque esa búsqueda sería inútil; vengo a buscar a los que se han perdido, iluminando su senda para que vuelvan al camino del bien.

Hablo extensamente a vuestro espíritu, y el pueblo me dice: “Señor, no sólo nuestro espíritu necesita de vos; mirad, nuestra vida es una pesada cruz”. Y Yo os digo: dichosos vosotros que vivís en este jirón de Tierra, donde la destrucción, la guerra, el hambre y la muerte no han llegado. No sabéis apreciar mi caridad y en vez de estarme dando gracias diariamente por mis beneficios, os creéis menesterosos y siempre os presentáis llorando delante de Mí.

Comprended vuestra misión en la Tierra y maravillaos de haber sido testigos de que en el seno de este pueblo surgiese la fuente de la espiritualidad.

Yo, Cristo, soy el Verbo del Padre y la luz de vuestra conciencia, porque la luz de Dios que se derramó en amor en Jesús, está en vuestros corazones.

Venid bajo las alas de la alondra divina, donde existe el calor que da vida eterna a los que se sienten morir de frío. En verdad os digo, que existe frío en el corazón de los hombres, porque ha huído de ellos el amor. Es como esos hogares en donde se ha apagado la llama sagrada de los afectos, ya sea entre esposos, entre padre e hijos o entre hermanos. Están juntos sus cuerpos, pero sus espíritus están distantes. ¡Cuán grande es su vacío, cuánta su soledad y que frío en el interior de aquellos hogares!

Si a veces os digo que os veo venir a Mí, tiritando de frío, es porque os veo que sólo habéis recogido del mundo la indiferencia ante vuestro dolor, porque únicamente habéis sabido de egoísmos y de ingratitud.

¡Qué solo se siente en la Tierra el que sufre; qué abandonado el enfermo, cómo se ensaña la humanidad sobre el que cae y qué amargo es el pan que se deja a los pobres! Sentid como penetra el calor del efluvio que os envío, hasta lo más recóndito de vuestro corazón. Llevadlo a los hombres, a los tristes y los enfermos. Los pobres elevarán su pensamiento al Creador de la vida para decirle: Señor, ya no estamos solos en este valle; hay quien llore por nosotros; quien nos busque, nos consuele y nos tienda su mano.

Aun os digo en este tiempo: “Pedid, que se os dará”, mas también añado ahora: “Aprended a dar porque os van a pedir”.

En lo más íntimo de cada criatura existe una fibra de amor, que al ser tocada vibra. Es menester llegar a ella por el camino de la ternura y de la caridad, para que despierte y haga sentir al corazón algo de lo que Dios siente por cada uno de sus hijos: Amor.

¿Quiénes serán los maestros que sepan encontrar en cada hombre el camino que conduce hacia esa fibra, que tanto oculta hoy la humanidad?

Aprended de Mí. discípulos, ved cómo mi palabra sencilla y humilde ha conmovido vuestro ser. Es que su esencia encierra el amor divino que es calor y vida para el corazón y para el espíritu.

Hoy que el Maestro está con vosotros, mirad en El al Padre de todos los seres. No me llaméis ya Jesús de Nazareth, ni Rabí de Galilea, ni Rey de los judíos, porque Yo no procedo de ningún pueblo o punto de la Tierra, no vengo en cuanto hombre, vengo en Espíritu y mi naturaleza es divina.

¡Cuánto se ha hablado y se ha escrito de mi existencia en la Tierra, pero qué pocas veces han ido los hombres más allá de lo material; la humanidad tan sólo ha sabido postrarse de hinojos para adorar los sitios y objetos que señalan mi paso por el mundo, en vez de buscar la esencia divina de mis palabras o de mis obras. Mas un nuevo tiempo, como aurora luminosa ha surgido ante la humanidad, en el cual vuestro espíritu verá con la claridad del mediodía, lo que antes era para él un misterio envuelto en tinieblas impenetrables.

En este día, los hombres aquietan unos instantes su mente y elevan su espíritu hacia Mí, recordando la noche bendita en la que el Salvador llegó al mundo. Unos sienten la paz de mi Espíritu, porque hay paz en su corazón, otros experimentan tristeza, recordando su niñez y a los seres amados que han desaparecido de este mundo; hay quienes penetran en meditación y en oración, así como también hay quienes profanan la sana alegría del espíritu con placeres y festines mundanos.

Mas Yo pregunto a los pobres, a los menesterosos de la Tiera: ¿Por qué lloráis? ¿No recordáis que fueron los humildes pastores de Belén los primeros en contemplar la faz de su Señor en el rostro de aquel niño?

Secad vuestro llanto, levantad vuestra faz y contemplad la luz de mi presencia en esta bendita palabra, la cual fue también escuchada por los humildes cuando se hizo oír por primera vez en este tiempo. Celebrad con gozo esta noche y recordad aquella en que vine a vosotros para dejaros mi luz para toda la eternidad.

Bendigo vuestro hogar y vuestro pan diciéndoos: Yo estaré en vuestra mesa y junto a Mí estará María, vuestra dulce Madre espiritual.

Procurad que vuestro espíritu se atavíe con la vestidura blanca de la virtud, aunque a vuestra materia la cubráis modestamente. Lo que verdaderamente vale en el hombre y que ha sido relegado por él a un ínfimo lugar, resurgirá en esta era que será llamada por los hombres “El Tiempo del Espíritu”.

Contemplad como a la voz del Pastor se están reuniendo las ovejas perdidas para habitar en el aprisco de la paz.

Las tribus de aquel pueblo que oyó los mandatos de Jehová en el Primer Tiempo, en apariencia han desaparecido del haz de la Tierra, ¿Quién podrá reconocer o descubrir entre aquellos espíritus, diseminados ahora por todo el Orbe y reencarnados en hombres y mujeres de diferentes razas, a los que estuvieron ligados con él por lazos de la sangre en anteriores reencarnaciones? Sólo mi mirada providente, perspicaz y justiciera sabe descubrir lo que hoy les está vedado a los hombres.

Aquí me tenéis hablando a través del entendimiento de hombres que ni siquiera conocen su destino, menos el de los demás. Sé que muchos se mofan de estas palabras atribuyéndolas a la imaginación o a la fantasía de mis portavoces por quienes vengo hablando, mas de cierto os digo, que esta humanidad materializada sabrá hacer justicia a esta palabra humilde, pronunciada por labios humanos.

Los primeros surcos ya fueron abiertos, la semilla ha caído en su seno. Hoy son unos cuantos los que saben que he estado con vosotros; pero mañana, el mundo lo sabrá, y cuando analice lo que aconteció alrededor de mi llegada, de mi permanencia y de mi partida en este tiempo, confesará que no vine secretamente, ni en silencio, y que desde el Oriente hasta el Occidente, dí pruebas y señales al mundo, testificando mi nueva manifestación y cumpliendo así una promesa dada a la humanidad desde la antigüedad.

En este día de gracia, vuestro corazón se halla de placemes, porque mi presencia es una vez más entre vosotros. Cuando comenzáis a escuchar mi divina cátedra, os sentis manchados e indignos de oír mi palabra, mas cuando ha terminado la lección, os sentis limpios. Es que mi palabra, que es un río de gracia, lava y purifica a todo el que penetra en sus aguas.

Sois el pueblo que, oyéndome una y otra vez, llegará a la regeneración y después a la espiritualidad. Este y no otro es el tiempo en que lograréis esa purificación, porque sin ella no podríais ser dignos portadores de mi Ley o emisarios de esta palabra.

Reconoced que no basta decir: “Soy de los marcados por el Señor”, sino que es menester saber llevar a la práctica los dones que os hayan sido confiados, testificando con vuestras obras, la verdad de mi Doctrina.

Entre este pueblo existen los que reconocen que mi presencia entre vosotros ha sido una gracia celestial, una prueba más del amor divino hacia los que pecan y sufren. Del fondo del corazón de los que así sienten esa gracia, brotan en forma espiritual los salmos que se elevan hacia el infinito para darme gracias por haber venido a vosotros.

El pueblo de Dios se encuentra disperso en diferentes pueblos y naciones; Yo vine a buscarlo para reunirlo, mas lo encontré entregado a los placeres del mundo, sordo a mi voz, insensible a mi presencia, sin recordar mi promesa de volver. Parte de ese pueblo lo encontré en este rincón de la Tierra, y mirando que sus espíritus me aguardaban, que su corazón estaba forjado en el dolor y era capaz de sentir mi presencia, les envié a Elías para prepararlos, a fin de que fueran mis nuevos discípulos.

Cuando este pueblo crezca en número y sea grande y fuerte por su espiritualidad, penetrará a la Nueva Jerusalén, la blanca ciudad espiritual, invisible a los ojos materiales, cuyas puertas de amor estarán abiertas para dar acceso a las grandes caravanas que vengan en su busca.

La blancura de esa mansión se deberá a la armonía espiritual de los que cumplan con mi Ley y todo el que por ese camino penetre en el seno de esa hermandad, pasará a ser hijo del pueblo de Dios.

No están aquí escuchándome todos los que han recibido dones en este tiempo; ved cuántos lugares vacíos hay en la mesa, porque muchos de mis párvulos, luego de haber recibido un beneficio, se alejaron huyendo de responsabilidades y de cargos. ¡Ah, si ellos supiesen aquí en la Tierra las promesas que cada espíritu me hizo antes de venir al mundo!

Antes de que el dolor vuelva a hacerles caer y la miseria les convierta nuevamente en parias, buscadles, decidles que mi amor les espera aún, pero es menester que retornen al Padre ante de que derrochen lo último que les queda de su herencia, para que no tengan que sufrir.

Venid. venid, os dice el Maestro, en mi camino está la verdadera paz; Yo soy la salud y la vida.

Amad y glorificad al Padre que desciende a sorprenderos en vuestra vida terrestre y que sabe penetrar en vuestro corazón.

Después de haber oído mi palabra de padre y de Maestro, tendréis en este día también la del juez. Yo os pediré cuenta de todo lo que os he dado para el cumplimiento de vuestra misión.

Tenéis la luz que os guía, las virtudes y los dones, he velado por vosotros y os he puesto en el camino por el cual podéis llegar a Mí; ahora, después de un tiempo en el que os he probado, os pregunto: ¿Cuál es vuestro tributo y reconocimiento? ¿Habéis comprendido lo que significáis para Mí? Entonces preparaos, oíd la voz de vuestra conciencia y responded a mis preguntas.

Queréis que lleve sobre mis hombros la cruz de imperfecciones del mundo y que tome vuestros deberes para cumplir lo que sólo a vosotros corresponde hacer? Os estoy legando el Tercer Testamento y no habéis comprendido aún los dos primeros. Si hubierais estado preparados en este tiempo, no hubiera sido necesario que mi palabra se materializara, porque hablaría espiritualmente y vosotros me responderíais con vuestro amor.

Cuando mi voz de Juez se hace sentir en vosotros, buscáis refugio y consuelo en vuestra Madre, entonces la voz dulce y amante de María, intercede y os sotiene en la prueba. Ella, para quien no pasan desapercibidas vuestras obras, oraciones y súplicas, os aconseja y pide al Padre una nueva oportunidad para que el hijo vuelva al buen camino, se regenere y sea salvo. Su bondad, como un manto de amor, os cubre.

Elías también se presenta ante Mí, como un faro cuya luz guía a la humanidad. Su voz, llena de justicia, conmueve a los corazones y los hace penetrar en arrepentimiento. El me promete velar por la pureza de la fuente, que es mi Obra, para que ahí calmen su sed de justicia y de amor todos los que a ella se acerquen. El báculo que Yo he dejado para que en él se apoye el hombre. es Elías, el Pastor incansable, que os conduce y guía hacia Mí y os hará llegar hasta mi seno, cuando os hayáis perfeccionado.

Cada tiempo que os doy, cada reencarnación, es un escalón más que el espíritu alcanza, adquiriendo cada vez mayor luz.

Mirad con cúanto amor os he colmado de dones y con cuánta sabiduría os he ordenado e inspirado para que logréis hacer una existencia elevada y digna en la Tierra, para que después de concluída vuestra labor, recojáis la simiente y el Padre la lleve a sus graneros.

¿Podréis pueblo amado, despreciar mi enseñanza y volver atrás, después de que os he hablado en este tiempo y que os he hecho conocer mi voluntad? No os familiaricéis con mi palabra, y no porque os perdone, volváis a pecar o a dejar de velar y orar.

Estoy cortando de raíz la mala hierba, si queréis en medio de esta purificación universal tener tranquilidad, para vosotros y para los que os rodean, trabajad por la paz, amando a vuestros hermanos.

Las epidemias y los elementos desatados seguirán purificando a la humanidad, y todos tendrán grandes pruebas y testimonios de mi nueva manifestación en este tiempo. Los que llenos de celo y de amor den sus primeros pasos, alcanzarán grandes prodigios y serán primeros, y los que hoy son primeros y se aletarguen, serán postreros.

De vuestra desventura o de vuestro dolor no culpéis al tiempo, pensad que si la humanidad no se ha guiado por mi Ley ni ha labrado su paz, es natural que vaya recogiendo el fruto amargo que ha cultivado.

Os doy nuevas fuerzas porque os contemplo cansados. Todo aquel que penetre bajo la sombra de este árbol de vida, se fortalecerá.

El Padre os ayuda porque desea encontrar entre vosotros a los discípulos, no a los niños débiles que a través del tiempo permenecen como párvulos. Preparaos y regeneraos para que podáis merecer mi caridad. En este tiempo mi justicia exterminará a las nuevas Sodoma y Gomorra, para que su pecado no contamine a otras naciones. En verdad os digo que he hecho llegar mi voz a todos los hombres a través de su conciencia, por lo que podéis comprender que si el mundo se encuentra en tinieblas, no se debe a que Yo le haya negado mi luz.

Cuando vuestros ojos contemplen la destrucción de las naciones y conozcáis su desastre, vuestro corazón se sentirá embargado de dolor y de tristeza; mas los que hoy han dudado de mi palabra, cuando vean cumplidas mis profecías, también llorarán por haber sido incrédulos. Vosotros veréis cómo los postreros vendrán a daros ejemplo de fe, confianza y obedeiencia.

Preparaos para este año que será de pruebas y prodigios en todo el mundo, prodigios de los cuales muchos derramaré entre vosotros.

Llevad a los hogares la buena enseñanza con el ejemplo de vuestra preparación, de vuestra virtud y de vuestra paz, para que cuando las multitudes de extranjeros penetren en vuestra nación, puedan contemplar un pueblo preparado de corazón y de espíritu; pensad que si así no fuese, tendrías que lamentar que os sorprendiesen durmiendo.

No temáis llamar a la puertas de vuestro hermano cuando tratéis de salvarlo de un peligro, de consolarlo en una aflicción o de orientarlo en un trance difícil. Imitad a Jesús, el peregrino que llama por primera, segunda y tercera vez a las puertas de los corazones. Os he dado luz en vuestra mirada y os he prometido poner palabras de verdad en vuestros labios cuando tengáis que hablar. Luchad por conservar la paz y la luz, así en vosotros como en vuestro hogar, para que no deis acceso a las malas influencias que provienen de los espíritus en tinieblas que rodean a la humanidad. Id siempre por el camino de mi Ley para que contempléis vuestra senda iluminada y podáis vencer las dificultades y enfermedades que encontréis a vuestro paso, semejantes a guijarros que os hagan detener en vuestra jornada.

Elevad vuestra vida, elevad vuestro espíritu, no esperéis que el postrero llegue y, comprendiendo la magnitud de mi Doctrina y de mis revelaciones, os diga: ¿Qué habéis hecho en tantos años de enseñanza divina? Y vosotros entonces tengáis que callar. De cierto os digo, que aun cuando lo dudeis, habéis sido escogidos por Mí en los tres tiempos. Entre vosotros están aquellos a quienes en verdad puedo llamar primogénitos.

Hoy que os veo tristes, os pregunto: ¿Por qué no veo la alegría en vuestro corazón? ¿Por ventura os habéis cansado con las pruebas y vicisitudes? ¿Os ha fatigado la inquietud que os produce la guerra entre las naciones? ¿También os habéis cansado de velar y orar? Pueblo: no estáis sentenciados a morir, os he dicho que viviréis, os he entregado dones y os he confiado el tiempo para que cumpláis vuestra misión. Habéis visto que el libro donde vuestra conciencia anota todos vuestros actos no se encuentra limpio, y ello os entristece por que os juzgáis ingratos. Repasáis en vuestra memoria los días y los meses que han pasado y recordáis uno a uno mis beneficios. Teméis al futuro, teméis perder la fe en vosotros mismos, teméis seguir desobedeciéndome y no poder cumplir, mas Yo vengo a llenar de luz vuestro camino para avivar vuestra fe y vuestra esperanza, para que deis un paso decisivo en el sendero del progreso espiritual. Unid vuestros corazones en uno solo, pueblo amado.

Haré que las banderas de las naciones, destrozadas por el combate, se unan todas hasta formar un estandarte de paz. Os hablo de esta manera, porque soy el Dios de la paz, el Padre que quiere la alegría en el corazón de sus hijos.

Quiero veros como a mis discípulos, a quienes pueda revelaros mi sabiduría, haciéndoos conocer el futuro, pero os contemplo pensativos en este día, porque habéis comprobado la verdad de mi palabra y el cumplimiento de mis profecías vertidas a través de estos portavoces. Hoy habéis escuchado mi enseñanza divina y os habéis estremecido porque sabéis que cada una de mis lecciones es una profecía y una ley. A todo esto os digo que más bien deberíais encontraros plenos de gozo, porque no existe religión o secta que pueda decir como vosotros, que tienen la palabra divina, viva y directa o que pueda decir que el Señor se comunica con ellos. Sin embargo, vosotros que sois los unicos que podéis asegurar que Cristo se comunica y se manifiesta a este pueblo, estaís presentando vuestro corazón agobiado por el dolor y el pesar de no estar cumpliendo con mis mandatos, lo cual os impide levantar vuestra voz para testificar mi presencia entre la humanidad. Y es que vuestra conciencia os hace sentir mi juicio, ese juicio que abarca a todo el Universo y alcanza a toda criatura en este tiempo.

Con mi palabra de amor, os demuestro el valor que para Mí tiene vuestro espíritu. Nada existe en la creación material que sea mayor que vuestro espíritu, ni el astro rey con su luz, ni la Tierra con todas sus maravillas, ni ninguna otra criatura es mayor que el espíritu que os he dado, porque él es partícula divina, es flama que ha brotado del Espíritu Divino. Después de Dios, sólo los espíritus poseen la inteligencia espiritual, la conciencia, el libre albedrío. Sobre el instinto y las inclinaciones de la carne, se levanta una luz que es vuestro espíritu y sobre esa luz, un guía, un libro y un juez que es la conciencia.

Todas las criaturas me rinden un tributo, mas no por fe ni por amor sino por ley; vuestro espíritu en cambio si me rinde tributo por amor. Cuando él se postra y me adora, es por fe y por la luz de su conciencia. El tiempo, las distancias, los elementos, los astros, los seres, las plantas, todos cumplen fielmente el destino trazado por Mí. Mas si os preguntara qué habéis hecho de mis leyes espirituales y materiales, hombres que gobernáis los pueblos de la Tierra y hombres que conducís a la humanidad por la senda del espíritu, me presentaríais en su mayoría la sangre de vuestras víctimas y muchas tinieblas.

Mandatarios: ¿Qué habéis hecho de las naciones? Yo sólo contemplo dolor y miseria. Acaudalados: ¿Cómo podéis saborear vuestro pan y disfrutar vuestra riqueza, sabiendo que muchos padecen hambre? Os convertiréis en esclavos de vuestro poder. Vuestro pan será amargo y no tendréis paz. Esa es vuestra obra, esa es la simiente que habéis sembrado.

Para que este mundo vuelva a la razón, es menester que el dolor sea muy grande. Yo os envío mi luz para que os reconozcáis los unos a los otros y sintáis respeto por la vida de vuestro hermano. Dejad las armas homicidas y volved al Padre de vuestro espíritu, al que ha mucho tiempo no visitáis en su santuario.


¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros! 

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