sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 85


Bienaventurados los que practican la oración espiritual, porque ellos sienten mi presencia, mas de cierto os digo que Yo recibo todas las oraciones, sea cual fuere la forma en que las elevéis a Mí. Atiendo a todo llamado y a toda súplica sin juzgar la forma, atendiendo tan sólo la necesidad con que me buscáis.

¿Por qué no había de oir a quienes oran de manera imperfecta, sabiendo que todos llegarán a practicar la oración verdadera? Ahora os escucho a través de las diversas formas en que me hacéis vuestras peticiones, porque lo esencial es que me busquéis. Y en verdad os digo que no existe una oración que no sea escuchada por Mí, Yo sólo recibo la intención de mis hijos.

Vengo a enseñaros la verdad, a través de una doctrina perfecta. Tratad de practicarla y al orar, tendréis la sensación de contemplar mi luz y de escuchar mi dulce consejo.

Aún estáis lejos de haber alcanzado la perfección, mas id tras ella sin deteneros, soñad con lo elevado de vuestra misión y haced de la verdad vuestro ideal.

Pueblo: vuestra misión es la de abrir una brecha hacia la luz, conduciendo hacia ella a las multitudes que hoy se acercan y a las generaciones venideras.

Dejad que sea vuestra conciencia la que os guíe por esa senda, para que nunca permitáis que vuestro corazón vaya a ser tomado como un trono por la vanidad, porque trabajaríais inútilmente.

No desviéis vuestra vista de la meta luminosa adonde os dirigís; no os importen los tropiezos, los obstáculos o espinos del sendero, esas vicisitudes os harán desear más ardientemente la dicha de alcanzar el Reino de paz. Me preguntáis: “Maestro, ¿Es indispensable apurar el cáliz de amargura en esta vida para poder desear y merecer las delicias que vuestra caridad nos promete en la vida espiritual”? No, mis hijos, cuando esta Humanidad en su constante evolución espiritual, llegue a comprender el verdadero valor de las posesiones humanas, cuando comprenda que los goces y bienes de la Tierra son tan sólo un pálido reflejo de lo que es la felicidad en la vida espiritual, no tendrá necesidad de padecer en este planeta para alcanzar las delicias y goces espirituales, porque los hombres aprenderán a vivir sus alegrías y sus triunfos en el mundo, sin aferrarse a lo perecedero, y lucharán por conquistar con méritos espirituales la vida superior que inexorablemente les espera, la vida verdadera.

Humanidad, En esta Era debéis recoger el caudal de fe y de esperanza que habíais arrojado de vuestro corazón, para que con él ascendáis la montaña, cual si llevaseis encendido un faro en vuestro interior que iluminara vuestro camino.

El que viva de esta manera, el que camine por esa senda, será hijo del pueblo de Dios, no importa el lugar de la Tierra en que habite, la sangre que lleve o el idioma que hable. Ese será mi discípulo porque estará dando testimonio de mi verdad.

Ya no debéis creer que el pueblo de Dios es el pueblo Israelita Hice que aquella raza se dispersara por todo el mundo, porque en verdad, Israel no es una raza, es un pueblo espiritual al que estáis llamados todos a pertenecer.

Si mi pueblo de Israel fuera de este mundo, ¿Creéis que Yo hubiese permitido su expulsión de la Judea, dejando que sus tribus se perdieran entre las naciones? ¿Creéis que si ésa fuera la verdad, habría Yo permitido que el templo de Salomón fuese destruido y profanado y la ciudad de Jerusalén arrasada e incendiada hasta no quedar de ella piedra sobre piedra?

Meditad en todo esto, para que comprendáis que el Reino espiritual no puede tener sus cimientos en este mundo. Por eso os dije a través de Jesús: “Mi reino no es de este mundo.”

Los hijos del pueblo de Dios, los hijos verdaderos de Israel, son los que aman la verdad, los que cumplen la Ley, los que aman a Dios en sus hermanos.

Analizad mi palabra, escudriñadla si queréis, desgranad las espigas y mirad la simiente.

¿Creéis que por mis primeras palabras de esta cátedra, cuando os dije que había muchos que oraban en forma imperfecta puedan sentirse por ello ofendidos vuestros hermanos?

De cierto os digo que es menester que todos conozcáis la verdad, y esa verdad es que el culto del hombre hacia Dios ha tenido una larga evolución y ha sufrido incesantes transformaciones. Dentro del culto está la oración y ella ha sufrido también transformaciones. A lo largo de vuestra evolución siempre os he hecho sentir mi presencia, mi misericordia y mi luz.

Cuando os postrasteis ante el ídolo para pedirle el pan de cada día, nada os dio el ídolo porque carecía de vida, mas Yo os escuché y os dí el pan. Después llegasteis a tener conocimiento de la existencia del Dios verdadero, y esa fe se robusteció con la palabra que Cristo legó a la Humanidad; sin embargo, a pesar de creer en la existencia de Dios como Espíritu, vuestra tradicional inclinación a materializar lo divino para sentirlo próximo y para poderlo ver, os llevó a forjar con vuestras manos la imagen de Dios, representándola en la forma corpórea de Jesús crucificado. Allí, ante aquella forma hecha por manos humanas, os postrasteis a pedir y posasteis vuestros ojos en la sangrante imagen, para poder conmover vuestro corazón y sentir que me estabais adorando.

Ahora tenéis ante vosotros un tiempo de espiritualidad al que podéis llamar “El tiempo de la oración perfecta”, porque he llegado para enseñaros a comunicaros Conmigo de espíritu a Espíritu. Quiero que comprendáis que para que surja de vuestro espíritu su propio lenguaje, el idioma hoy desconocido por los humanos, pero que Dios y los espíritus conocemos y entendemos bien, es menester que abandonéis todo culto u ofrenda material. En esta Era podéis lograrlo, porque sabéis escucharme con humildad y no como cuando llegasteis por primera vez, cuando creyéndoos cristianos, juzgasteis blasfema esta palabra.

Hoy comprendéis y aceptáis mis lecciones, convencidos de que hasta ahora estáis aprendiendo a ser verdaderamente cristianos, ya que estáis reconociendo la forma de aplicar aquella enseñanza a vuestra vida, y además estáis viviendo un nuevo tiempo que viene a traeros un destello de la misma luz, un mensaje de espiritualidad.

En aquel tiempo os enseñé la virtud más grande que es la caridad, inspiré vuestro corazón y sensibilicé vuestros sentimientos. Ahora vengo a revelaros todos los dones de que está dotado vuestro espíritu, para que los desarrolléis y los apliquéis a hacer la caridad entre vuestros semejantes.

El conocimiento de la vida espiritual, os permitirá llevar a cabo obras semejantes a las que hizo vuestro Maestro. Recordad que os he dicho que al desarrollar vuestras facultades haréis verdaderos prodigios.

Todo lo que habéis escuchado quedará escrito para que sea analizado en los tiempos venideros. Os legaré un libro que contenga la esencia de todas mis enseñanzas. Este libro será formado con las páginas que bajo mi dictado han escrito mis escogidos a quienes llamo "plumas de oro".

Esa pluma es la de la conciencia y la verdad, aquélla que puse en la diestra de Moisés para que escribiese los libros de los primeros tiempos, la misma que deposité en las manos de Marcos, Lucas, Mateo y Juan, para que escribiesen la vida y la palabra del Divino Maestro, libro al que llamasteis Nuevo Testamento.

A vosotros, nuevos discípulos que habéis escuchado mi palabra en este tiempo, os digo: No tendréis que luchar para que este testamento o libro sea unido a los anteriores, porque he sido Yo quien ha unido en este libro, las revelaciones y enseñanzas de los tres tiempos, extrayendo de ellas la esencia para formar una sola Doctrina, una sola luz, una sola Ley y un solo mensaje.

Veo que comienzan a preparase los que quieren salvarse de las tribulaciones anunciadas para un fututro que está próximo. Yo digo al que quiera ser salvo: Imitadme, y si en verdad queréis ser mi imagen, tomad vuestra cruz y seguidme.

Si no sabéis cual es la cruz, Yo os lo diré: es la virtud de la humildad, de la obediencia, la de la caridad, el que abraza su cruz, es el que sabe que su Padre así se lo enseñó y que con ello está dentro de su destino.

Elevad vuestro espíritu, mejorad vuestra vida y estaréis en condiciones de predicar con obras mi enseñanza. No penséis tan solo en vuestra salvación, es mejor que penséis en la salvación que podéis llevar a vuestros hermanos. Velad y orad, y arrojad vuestras redes en el mar que es esta humanidad y en verdad os digo, que vuestra pesca será provechosa.

No os preocupe demasiado si mis frases no permanecen en vuestra memoria, porque el que sienta caridad por sus semejantes, será dueño de un idioma inagotable: el del amor, que será comprensible para todos sus hermanos.

A veces cuando hablo así a estas multitudes, no falta algún corazón que en silencio me diga: Padre, si estos dones que nos habéis confiado, son verdaderas joyas de vuestro Reino, ¿Por qué los habéis puesto en manos pecadoras, sabiendo que podemos mancharlos? A los cual os contesto que los dones divinos que he dado al hombre, no cambiarán de esencia; la luz siempre será la luz; la verdad nunca dejará de serlo; lo que es eterno, no podrá morir. Sé, pueblo amado, que me comprendéis y por eso os hablo así.

Un precipicio está abierto delante de la humanidad y de él he venido a rescataros en este tiempo; para ellos ha sido menester hacerme sentir muy cerca de vuestro corazón.

Leo todos vuestros pensamientos y sé que uno de vosotros está pensando: Si en verdad eres Dios ¿Qué haces aquí entre los pecadores, Tú que entre ángeles y justos siempre debes estar?

Oh corazón insensible al amor divino, si supiéseis que hay más gozo en mi Espíritu cuando escucho las frases de arrepentimiento de un pecador, que la plegaria de los justos.

Conocedme ahora que me he acercado a vosotros. Comprendedme cuando os digo: Bienaventurados vosotros que venís en busca de mi palabra porque ella cerrará las heridas de vuestro corazón y calmará vuestra sed de justicia, de verdad y de saber. Llegáis ante el pozo de aguas inagotables de amor y de sabiduría, bebed y llevad el agua para vuestro camino, para que con ella aliviéis la sed de vuestros hermanos.

Estos tiempos son tempestuosos, no dejéis que el pecado contamine el agua que habéis tomado de esta fuente. Orad y seréis salvos.

Mañana penetraréis en las comarcas y en las aldeas y ahí encontraréis muchos sedientos, entonces comprenderéis que fue mi caridad la que os condujo para que les lleváseis mi mensaje celestial.

Mi camino no es visible como los caminos de la Tierra, él está trazado con mi amor en vuestro corazón; si sabéis penetrar en vuestro santuario, encontraréis ahí la luz que os guiará eternamente.

Si hasta ahora han representado los hombres lo divino con objetos materiales; mañana buscarán mi presencia en lo infinito, en su espíritu.

Sujeta a preparación y a purificación se encuentra la humanidad, no hay día en que no surja un acontecimiento que no sea prueba de ello. Es menester que se aparten de la vida de los hombres todas las tinieblas, para que puedan contemplar la luz del Espíritu Santo.

Desde la cumbre de la montaña os estoy invitando a escalarla para que lleguéis a mi seno. Este pueblo que ha tiempo escucha la voz del Señor, que desde las alturas desciende, viene caminando vacilante y tropezando, pero con su fe puesta en la meta. Unos fueron sorprendidos por la hora de la muerte cuando apenas se disponían a emprender la ascención, otros cuando habían logrado escalar algunos pasos en la cuesta. Yo digo a los que aún me escuchan desde la Tierra, que aumenten su ahinco, que redoblen su esfuerzo para que ese instante de juicio los sorprenda lo más próximo a su cumbre.

Pensad que vuestro ejemplo será como un camino por el cual las futuras generaciones marcharán con paso firme y presuroso en pos de la perfección.

De cierto os digo que en los tiempos venideros, los hombres desde la Tierra, estarán caminando espiritualmente muy cerca de la cumbre de la montaña.

No existe nada en mi Creación como la muerte corporea para mostrar a cada espíritu la altura que alcanzó durante la vida, ni nada como mi palabra para ascender hacia lo perfecto. Ahí tenéis el porqué mi Ley y mi Doctrina, insisten tiempo tras tiempo en penetrar en los corazones, y porqué el dolor y las visicitudes, van aconsejando a los hombres a huir de las sendas que, en vez de elevarlo, conducen al espíritu hacia el abismo.

Sean bienvenidos a Mí los que sin temor a los juicios de la humanidad vienen en pos de mi palabra. Benditos sean los primeros, porque ellos abren el camino con lágrimas y con sangre a los que han de venir a levantarse después.

La voz de la campana divina ha hecho llegar su eco a todo corazón y a todo espíritu, mas también os digo que son pocos los que han sabido de dónde viene esta voz.

Al ver el Padre que los hijos no alcanzan a comprender el llamado de su espíritu, ha buscado una forma más humana de manifestarse y lo ha hecho a través del propio hombre. Cuando la duda ha asaltado a los corazones sobre si será o no el Maestro el que se presenta bajo esta forma, entonces he llenado de prodigios el camino del pueblo para alentar su fe y testificar que Yo soy entre vosotros, porque las pruebas que os doy, sólo Yo puedo darlas.

De este modo haré que muchos de los que en aquel tiempo no pudieron escuchar a Jesús, tengan ahora la ocasión de recrear su espíritu oyendo al Espíritu de Verdad.

Os he manifestado que no todos me escucharán bajo esta forma, porque no es la más perfecta, mas se aproxima el día en que mi voz sea escuchada por todos los hombres a través de mi comunicación espiritual; será el tiempo que predijeron los profetas en que todo ojo me vería y todo oído me escucharía.

Si vuestra oración, que es la voz de un pecador, logra llegar a Mí, ¿Por qué la voz pura y omnipotente de vuestro Padre no ha de llegar hasta el fondo del corazón del hombre?

No olvidéis que soy Pastor que ha de buscar a la oveja descarriada aun en los mas profundos abismos. ¡Oh pueblo amado! seguidme siempre con el mismo valor y con la misma fe con la que hoy me seguís, para que vuestro ejemplo infunda valor a las multitudes que a vosotros han de llegar para aumentar el pueblo del Señor.

De ese valor y de esa fe, necesitó Israel en el Primer Tiempo para resisitir la dura travesía del desierto. Los hombres que sintieron en su corazón el llamado que Jehová les hacía, perdieron el temor al Faraón, y tomando su familia, emprendieron la marcha hacia la liberación material y espiritual.

Meditad sobre la historia de aquel pueblo, ¿No os he dicho que su vida es un libro de revelaciones divinas y de lecciones y ejemplos humanos?

En el seno de estas multitudes que ahora se congregan para escuchar mis nuevas lecciones, se encuentran espíritus de aquellos que me siguieron por el desierto; han sido enviados por Mí para enseñaros a ser fuertes y fieles a vuestro Padre en las visicitudes de la jornada.

Escribid vosotros también vuestra historia, la cual quiero que sea imborrable por los buenos ejemplos que dejéis a las generaciones venideras.

Interpretad bien mi enseñanza, para que sepáis ponerla en práctica acertadamente. No quiero que los que van comprendiendo mi Doctrina, se envanezcan y se sientan superiores al que es torpe para analizar. No quiero que los que hayan interpretado erróneamente mi palabra, se levanten creyendo haberla comprendido. No es un maestro humano quien os habla, ni un juez de la Tierra quien os está juzgando, ni un doctor de este mundo quien os ha sanado.

Comprended que mi palabra no viene a llenar vuestra mente de vanas filosofías, ella es la esencia de la vida. No soy el acaudalado que os viene ofreciendo riquezas temporales. Soy el Dios único que viene prometiéndoos el Reino de la vida verdadera. Soy el Dios humilde que sin ostentación, se acerca a sus hijos, para levantarles con su caricia y con su palabra milagrosa, por el sendero de la restitución.

Mientras en el mundo unos persiguen la falsa grandeza, otros dicen que el hombre es criatura insignificante ante Dios, y hay quienes se comparan con el gusano de la tierra. Ciertamente, vuestra materia en medio de la Creación, puede pareceros pequeña, mas para Mí no lo es, por la sabiduría y el poder con que Yo la he creado; mas ¿Cómo podéis juzgar las dimensiones de vuestro ser, por el tamaño de vuestro cuerpo? ¿Es que no palpáis en él la presencia del espíritu? El es mayor que vuestro cuerpo, su existencia es eterna, su camino infinito, de su desarrollo no alcanzáis a ver su fín, así como tampoco su principio. 

Mucho tiempo ha que no estáis conmigo, que ignoráis lo que en realidad sois, porque habéis dejado que duerman en vuestro ser muchos atributos, potencias y dones que en vosotros depositó vuestro Creador. Dormís para el espíritu y la conciencia, y precisamente en esos atributos espirituales radica la verdadera grandeza del hombre. Imitáis a los seres que son de este mundo porque en él nacen y en él mueren.

Os he dejado andar por todos los caminos, para que probáseis los diferentes frutos, y finalmente os he llamado y os digo: Nadie es nuevo en el camino de la vida, a nadie he sorprendido con mis revelaciones.

Ya comísteis el pan espiritual según lo ofrecen las diferentes religiones; ya supisteis lo que es la ciencia; ya oísteis las teorías humanas; ahora oídme a Mí: si después de escuchar mi última palabra, mi Doctrina no os satisface, id y buscad la verdad en otro sendero. Aquí debe convenceros la luz, el amor, la elevación de mi enseñanza, porque Yo no quiero esclavos del espíritu.

En esta era, es Cristo en Espíritu quien os da su lección, no es Elías; él como precursor preparó mi llegada en este tiempo, él es quien os ayuda a comprender la palabra que Yo os doy.

Me preguntáis cómo podríais hacer mi voluntad y os digo: Primero logrando vuestra armonía interior y luego armonizando con toda mi Obra. Os digo esto porque si os juzgaseis con sinceridad, descubriríais que el corazón no está de acuerdo con la mente, que vuestro cuerpo no armoniza con su espíritu y que hasta el mismo espíritu no siempre se unifica con la conciencia. Y si estáis divididos en vosotros mismos, tendréis que estar divididos de los demás y en desacuerdo con las leyes naturales y con las leyes divinas. Esa semilla de desunión es la que se ha multiplicado en la Tierra y por eso la humanidad esta viviendo en un caos. Mas mi caridad os ayuda a purificaros y os dice: ¿Cuándo os reconoceréis todos en Mí?

Estudiad todo lo que os estoy enseñando para que no sintáis necesidad de buscar mi verdad en los libros, porque más os valdrá que confiéis en vuestra conciencia, que en libros de hombres. En la conciencia siempre está mi luz, mas para comprender sus mandatos debéis vivir como hombre de buena voluntad.

¡Cuán dichoso se sentirá vuestro espíritu en el Más Allá si su conciencia le dice que en la Tierra sembró la semilla del amor! Todo el pasado se hará presente delante de vuestros ojos y cada miraje de lo que fueron vuestras obras, os dará un gozo infinito.

Los preceptos de mi Ley, que no siempre ha sabido retener vuestra memoria, pasarán también por vuestro espíritu llenos de claridad y de luz. Haced méritos que os permitan penetrar en lo desconocido, con los ojos abiertos a la verdad.

Existen muchos misterios que el hombre ha tratado en vano de esclarecer; ni la intuición humana, ni la ciencia han logrado satisfacer muchas preguntas que los hombres se hacen, y es que hay conocimientos que están resevados tan sólo al espíritu, cuando este haya penetrado en el valle espiritual. Esas sorpresas que le esperan, esas maravillas, esas revelaciones, serán parte de su galardón, mas de cierto os digo, que si un espíritu llega al mundo espiritual con una venda sobre los ojos, nada contemplará y seguirá mirando delante de él tan sólo misterios, ahí donde todo debería ser claridad.

Esta Doctrina celestial que os traigo, os revela muchas bellezas y os prepara para que cuando os presentéis en espíritu ante la justicia del Eterno, sepáis enfrentaros ante la realidad maravillosa que os rodeará desde aquel instante.

Sed verdaderos discípulos en esta Obra y no tropezaréis y tendréis absoluto conocimiento de la verdad en los instantes supremos de vuestra vida.

¿Imagináis la turbación de los que se desprenden de la materia sin saber a donde encaminarse? ¿Imagináis el dolor y la desesperación de los que llegan al mundo espiritual llevando un fardo de pecados, de sangre y de errores? ¿Podrán abrir la puerta del misterio y extasiarse contemplando la grandiosidad de mis obras? Los que así llegan, sólo conocen mi justicia, que es su conciencia, la que es como el fuego que abrasa, consume y purifica.

Aprovechad mis lecciones, comprended que vengo a conversar con vosotros, discípulos que escucháis mi palabra a través de los labios humanos de mis portavoces, mientras Yo escucho vuestra voz que me habla desde lo más recóndito de vuestro corazón.

¿Cuándo sabréis también oír en lo profundo de vuestro ser mi voz espiritual? Cuando exista una conversación perfecta entre el Padre y sus hijos: la verdadera comunión de espíritu a Espíritu.

Ved como la enseñanza divina no se estaciona, de tiempo en tiempo vengo a daros nuevas lecciones que explican y amplían las anteriores. Al oírme en este tiempo, no hagáis lo que los fariseos, que se escandalizaban con las obras de amor de Jesús al sanar a los poseídos, y pregonaban que aquel hombre, que se decía el hijo de Dios, era un falso profeta que venía predicando enseñanzas contrarias a la Ley de Moisés. No digáis que esta Doctrina viene en contra de lo que os dejó Cristo en aquel tiempo.

Si queréis emitir un juicio acertado acerca de esta enseñanza, limpiad antes vuestro corazón de prejuicios, de bajas pasiones, de fanatismo, y entonces sí tomad una de mis máximas, cualquiera de ellas, analizadla, y veréis la luz que encierra y cuánto os ayuda a llegar a Mí.

A los elegidos para mis manifetaciones les toco a través de su conciencia, para que ni por un instante olviden la responsabilidad del cargo que les he confiado. De su preparación depende el esplendor que revista mi manifestación, y de ello depende también la impresion que reciba el hombre en su corazón.

Ayer, al ser crucificado, me gritaron las turbas: “Si en verdad eres el hijo de Dios, desciende de la cruz y creeremos en Tí”. Ahora os dirán a vosotros que transmitís mi palabra: “Si en verdad vuestra boca habla de la palabra de Dios, dadnos las pruebas que pedimos”.

Perdonad a los que os pongan a prueba, así como a los que duden de vuestra misión o se mofen de vosotros. Yo levantaré de vuestros hombros esta pesada cruz, la cual me entregaréis con toda mansedumbre, y desde el fondo de vuestro corazón diréis al Padre: Perdonadles que no saben lo que hacen.

Mi caridad os dira: espíritus que venís unidos a un cuerpo humano y que habéis luchado y vivido mucho, descansad aquí junto al Maestro. Para unos ha sido la vida un fardo, para otros un yugo. ¡Cuán pocos son los que saben que la vida es una sublime lección!

No os desesperéis, penetrad en mi palabra y la paz y el sosiego sucederán a vuestras tempestades. Me llamáis “El Doctor de los doctores” y en verdad que vengo a derramar mi bálsamo sobre vuestros dolores, mas no sólo eso vengo a traeros, sino también a deciros que os he escogido para que me ayudéis en la misión divina de consolar y sanar a todo enfermo que encontréis en vuestro camino.

¿Os creéis impotentes para realizar estas obras? Tomad el ejemplo de mis apóstoles del Segundo Tiempo, también a ellos les encontré tristes y enfermos, mas su pesar estaba en su espíritu, estaban enfermos de nostalgia, porque hacia mucho tiempo que ellos y su pueblo esperaban la llegada del Mesías prometido, que traería su reinado de amor y cuyo pan habría de calmar tanta hambre de justicia.

Cuando por primera vez vieron al Rabí y escucharon su voz, sintieron que ya no eran del mundo, sino de Aquél que le llamaba con su palabra divina y llenándose de una fuerza sobrenatural, le siguieron hasta el fín.

A vosotros que os habéis sentado a mi mesa en este tiempo, os digo: no retardéis más el cumplir con la misión de hablar al mundo de este banquete celestial. Preocupaos desde ahora por los dones del espíritu, que será lo único que os llevaréis de este mundo. No os digo que desatendáis vuestros deberes materiales, mas sí que no tengáis desasosiego por conseguir lo que necesitáis para vuestro sustento y conservación. Os dije en otro tiempo, que las aves no siembran ni cosechan y sin embargo el alimento y el abrigo no les faltan, No es posible que a vosotros, que lleváis en vuestro ser una partícula de Dios y que buscáis además con afán lo que vuestras necesidades reclaman, se os vaya a negar lo que labráis con vuestro esfuerzo, con vuestra ciencia y a veces con vuestro dolor.

Sólo falta que tengáis fe en la vida, pero en esa vida superior que viene a ofreceros en esta palabra vuestro Padre Celestial.

¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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