Venís en este día a conmemorar el nuevo pacto que habéis
hecho con vuestro Padre. En este Tiempo de juicio mi Espíritu se presenta entre
vosotros para pediros las primeras cuentas de vuestro trabajo, de vuestras
obras y preguntaros que habéis hecho desde el instante en que me prometísteis
cumplir con mi Ley, amándoos los unos a los otros.
Entre esta multitud se encuentran los primeros a quienes
confié la responsabilidad de las tierras y de los labriegos, a quienes entregué
el agua cristalina de la fraternidad, para que con ella dieran riego a los
árboles.
¿Nada os reclama vuestra conciencia?, ¿Se ha abierto vuestra
boca tan sólo para aconsejar, enseñar y guiar? ¿O se ha desatado como espada de
dos filos para herir a diestra y siniestra? ¿Habéis ido por el sendero
espiritual dejando huellas de unión, de paz, de buena voluntad o habéis dejado
impresos en él malos ejemplos?
Si mi palabra en ocasiones se torna severa, es porque no
quiero que en el seno de mi pueblo exista la mentira, el vicio o el adulterio;
si el que va guiando una congregación presenta malos ejemplos, los que le
siguen tendrán que encontrar el tropiezo. En este tiempo de juicio, a cada
instante os presentaré el fruto de vuestra siembra. No desafiéis mi justicia,
recordad antes que nada que soy fuente inagotable de bondad.
No puedo contemplaros como a pequeños niños a quienes se
dispensan todas sus imperfecciones, porque vuestro espíritu, al haber pactado
con mi Divinidad en este tiempo, antes ya había recorrido gran parte del camino.
Quien fue párvulo de mi Ley en el Primer Tiempo, discípulo en la cátedra de
Jesús en el Segundo, en esta etapa tendrá que llegar a ser semejante al
Maestro.
Vengo a confiaros, para que lo cultivéis, el fruto bueno
agradable y dulce que da vida, para que él os haga notar el contraste del sabor
amargo y los estragos que ha causado entre la humanidad el fruto del árbol del
mal.
Veo la tierra y las aguas manchadas con la sangre humana, a
los hombres desconociéndose como si fueran seres de distintas especies, dandose
muerte sin compasión ni piedad. Ese árbol de ambiciones y de odio ha sido
cultivado por los hombres y sus frutos han envenenado a los pueblos de la
Tierra. No dejéis que esa simiente penetre en vuestro seno.
Hoy no podría elevarse la voz de Jesús diciendo "Padre,
perdónales porque no saben lo que hacen", porque vuestro espíritu lleva en
sí el conocimiento de mi Doctrina de amor.
Elías abrió la puerta de una nueva era, ha aparejado los
caminos del Señor, os ha preparado para que recibáis las primicias de mi
revelación y de mi enseñanza; analizad mis lecciones y testificad con vuestras
obras.
En este tiempo el Sexto Sello está desatado, su luz se
derrama sobre el orbe para que estos hombres y mujeres que oyen mi voz
despierten y se levanten a luchar; es tiempo propicio.
Uno sólo es el camino, ya lo conocéis, debéis seguirlo, para
que nunca os perdáis de él. Es el mismo camino que os tracé desde que
brotásteis de Mí. En el mismo tiempo os he concedido que os reunáis en recintos
para escuchar mis lecciones de amor y para que en ellos recibáis a la multitud
de necesitados que día a día llamarán a vuestra puerta, que es la mía.
¿Cómo debéis de disponeros en cada alba para recibir a los
necesitados? Con absoluta humildad, no con corona ni cetro de vanidad.
Cuando este pueblo se haya unido espiritualmente, Yo daré
señales de ello en todo el orbe.
Os confío parte de mi Obra, que es más blanca que el copo de
la nieve y más pura que el agua de vuestros manantiales; así quiero que la
conservéis hasta el final de la jornada.
Hoy, como si una campana resonara en el interior de vuestro
corazón, recordasteis que es día de gracia, día en que el Maestro desciende a
conversar con sus discípulos. Mi Espíritu se presenta entre vosotros y se abre
como un libro de sabiduría, vuestra conciencia se presenta ante Mí como una
blanca página y en ella escribo mi lección.
La luz de mi Espíritu derramada en toda materia y en todo
espíritu, en cumplimiento de una profecía de los primeros tiempos, toca el
entendimiento de estos escogidos llamados portavoces para haceros escuchar la
lección divina.
Unos reciben mi manifestación llenos de fe, otros me
escuchan sintiendo que la duda se ha apoderado de su corazón; mas no les
censuro porque la duda les hara profundizarse en el estudio de mi Doctrina y a
través de él también alcanzarán a poseer la fe.
Una nueva vida espera a los hombres. No es que la Naturaleza
se vaya a transformar, es que cuando la humanidad se espiritualice por medio de
esta enseñanza, todo lo verá a través del amor, de la fe y de la caridad, o sea
que el hombre verá la vida a través del espíritu. Si lo que os rodea lo miráis,
sentís y juzgáis a través de una mente materializada y de un corazón egoísta,
esta vida tendrá que pareceros un valle de lágrimas, un mundo de pecados y a
veces hasta un lugar de castigo. Vuestros ojos no descubrirán bellezas, el
espíritu no encontrará sitio para él, ni sustento, ni aliciente; mas si dejáis
elevar el espíritu y desde la altura miráis cuanto os rodea y os envuelve,
tendréis que rendiros ante vuestro Padre y confesar que habéis sido sordos,
ciegos e insensibles a su divina presencia, manifiesta en todo lo existente
espiritual o material.
Entonces huirá de vosotros la amargura y conoceréis la
dulzura que brota de todo lo creado porque todo es fruto del árbol divino.
El dolor que hoy padece la humanidad es por haber hecho mal
uso de su libre albedrío y por su desobediencia a mi Ley; sus últimos frutos
serán tan amargos que los arrojará lejos de sí y eso le abrirá los ojos a la
luz y el corazón al arrepentimiento.
Haced dócil y mansa a la materia para que ella no sea una
barrera ante vuestro espíritu. Sometedla hasta hacer de ella el mejor
instrumento y colaborador de vuestra misión espiritual. Dejad que la luz que el
Sexto Sello os envía, la contemple el espíritu y también la materia porque ya
sabéis que esa luz se derrama sobre todo ser.
Comprended mis lecciones y seréis mis buenos discípulos,
aquellos que, llegada la hora, se levanten en pos de sus hermanos y sepan
analizar la revelación de los Siete Sellos. No detengáis vuestros pasos
pensando que por las obras de vuestra materia no sois dignos de mi gracia. Ya
os he dicho que detengáis la carrera vertiginosa de esa reacia y débil criatura
que os ha sido confiada en la Tierra, y que en esa lucha hagáis méritos para
alcanzar mi gracia.
No es hora de que os sintáis tristes o avergonzados por
vuestro pasado; pensad tan sólo en que debéis purificar a vuestro espíritu. Es
el instante en que debéis sentiros los más felices de la Tierra por estar
escuchando el concierto divino de mi palabra. Si, pueblo, mi rayo de luz se hace
inspiración y palabra humana para que en esa forma tengáis mi presencia. Dejad
de pensar en vuestro pasado para pensar en vuestro futuro.
Preparad vuestras armas de amor para contender con las ideas
y teorías humanas; forteleced vuestro corazón en la fe para que no os sintáis
pequeños, ignorantes o débiles delante de los que llaméis cultos y sabios, por
que ellos conocerán de ciencia y de religiones, pero de mis nuevas
revelaciones, nada saben.
Si os he pedido vuestra regeneración, es para que estando la
mente y el corazón limpios, pueden reflejar mi luz divina.
He visto cómo muchos de vosotros habéis escudriñado y
juzgado mi palabra, mas no por ello os he reclamado, porque sé que mañana, de
entre los que me juzgáis, surgirán los discípulos fervientes. Más tarde, en
vuestro camino andaréis doctrinando y llegaréis e ser burlados; recordad
entonces la enseñanza del Maestro y en vez de reclamar a vuestros hermanos su
duda y su mofa, les perdonaréis sabiendo que entre ellos se encuentran los que
van a arrepentirse de sus juicios para dar paso a la fe.
Nadie se sienta forzado a ser mi soldado, seguidme cuando
vuestra voluntad sea firme y vuestro amor os impulse a practicar mis
enseñanzas. Pasarán los tiempos y entonces comprenderéis y valorizaréis todo lo
que el Señor os concedió en este Tercer Tiempo y sentiréis dolor por no haber
sido comprensivos y obedientes cuando estuve dándoos mi palabra; pero Yo os
concedo unos instantes más para que reparéis vuestros errores y repongáis el
tiempo que hayáis perdido.
Mientras el mundo os atrae a traves de la materia, mi voz os
está llamando al valle espiritual donde deberéis penetrar limpios de toda
mancha y llenos de luz. Ahí mi voz, resonando en la conciencia, os dirá si cumplisteis
vuestra misión en la Tierra y si ya podéis escalar un peldaño más en la escala
de perfección espiritual.
En el día que ahora dedicáis al reposo, desciendo a
recrearme con vosotros. Es el instante en que mejor reconocéis que no sólo de pan
podéis vivir, sino que necesitáis de mi palabra que es vuestro sustento
espiritual. Muchos venís a escucharme, mas no todos creéis en mi presencia; hay
quienes preferirían verme a escucharme a través de estos entendimientos, o por
lo menos escuchar mi voz en el infinito, en el espacio espiritual. Mas ¿Cómo
queréis contemplarme y escucharme espiritualmente si os encontráis en plena
materialización? Por eso debéis prepararos para que alcancéis esa elevacíón que
os hago conocer a través del entendimiento del hombre. Después de este tiempo
de mi comunicación en esta forma, estaréis en condiciones de recibir mi
intuición o inspiración de Espíritu a espíritu. Esa será la comunicación
perfecta.
Os asombran los adelantos de la ciencia; comprended que hace
algunos siglos no hubieseis creído en lo que ahora ha realizado el hombre por
medio de la evolución del espíritu y la perseverancia de la materia.
¿Porqué no habéis de evolucionar espiritualmente si
perseveráis? ¿Cómo pretendéis descubrir nuevas lecciones, si las pasadas no las
habéis comprendido aún?
Los creyentes y los incrédulos de mi existencia de todos los
tiempos, hubieran deseado contemplarme ahora visible a los ojos humanos,
materializado en alguna forma, y ¿Porqué habéis de atribuirme forma si en
cuanto a espíritu no la tengo? Soy visible y tangible tanto a los ojos de
vuestro cuerpo como a los del espíritu, pero es menester que sepáis mirar. Es
injusto que digáis que Dios se oculta a vuestras miradas, que digáis que soy
egoísta por no dejarme oír ni mirar de quienes llamo hijos de mi Divinidad.
Siempre estoy presto a dejarme mirar, pero vosotros, creyendo ser ciegos ante
lo espiritual, teniéndolo todo a vuestro alcance, no lo sabéis ver y muchas
veces, palpándome no os dais cuenta de mi presencia.
En cada era ha tenido que venir un enviado de Dios a enseñar
a los hombres a buscar a su Señor, a orar, a rendirle culto, a saberle sentir,
mirar, oír e interpretar. En este tiempo ha venido Elías a preparar el camino
para que el espíritu humano pudiese recibir la presencia y la revelación del
Espíritu Santo.
Para que la voz y los pasos de Elías fueran escuchados y
sentidos en un mundo sordo por su materialismo a toda manifestación espiritual,
preparé un varón, quien al llegar a la madurez de su edad, dejó manifestar la
luz de aquel gran espíritu que lo inspiraba, que hacía obras milagrosas por su
conducto y preparaba con su luz a la humanidad para el advenimiento de un nuevo
tiempo. Elías tuvo que limpiar el camino en el cual había muchos espinos, mucha
cizaña y también pedruzcos. Ellos eran el fanatismo religioso, la ignorancia,
la persecución de toda inspiración que pareciese nueva. Mas Elías inspiró
leyes, preparó corazones y sembró una semilla que favorecíera el desenvolvimiento
de una revelación divina y el cumplimiento espiritual de un pueblo que en lo
más oculto del mundo esperaba el tiempo señalado para levantarse a desempeñar
su misión.
Aquel varón escogido por Mí para que fuese el portavoz de
Elías, se llamó Roque Rojas, el que en 1866 dio a conocer al mundo que una
nueva era se abría para la humanidad regida por la misma Ley que el Señor ha
revelado en los tres tiempos, en los que siempre os he dicho: "Amaos los
unos a los otros".
¡Pocos supieron sentir en verdad la presencia del enviado
divino! Una vez más fue la voz que clamaba en el desierto y nuevamente preparó
el corazón de los hombres para la inminente llegada del Señor, Así se abrió el
Sexto Sello, dejando contemplar su contenido y desbordándose como un torrente
de justicia y de luz sobre la humanidad. Muchas promesas y profecías quedaron
así cumplidas.
Elías, como Jesús y como Moisés, vino a iluminar los ojos de
vuestro espíritu para que contemplaseis al Padre, Moisés os enseñó:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Jesús os dijo: "Amaos los
unos a los otros". Elías os mandó tener "caridad y más caridad con
vuestros hermanos" y luego añadió "y veréis a mi Padre en todo su
esplendor".
Es el Verbo el que os habla en esta era, no he venido a
hacerme hombre; sin embargo, podréis encontrar semejanza entre mi anterior
manifestación y ésta; si la cuna de Cristo fue humilde y su muerte fue sobre la
cruz del pecado del mundo, el lugar donde ahora ha nacido la luz del Tercer
Tiempo no puede ser más pobre y humilde y la cruz desde donde os daré mi última
parabra será el mismo hombre por el cual me comunico.
A través de este medio por el cual os hablo, también he
recibido la burla, el escarnio, la duda, la herida. Así me ha placido, porque
mi cruz sois ahora vosotros.
Hoy os digo: ya que vuestros ojos se han abierto a la luz,
ved cómo vuestro mundo, su ciencia, su moral y sus religiones, se acercan al
fin de su existencia; de todo ello sólo sobrevivirá el espíritu, el cual se
levantará sobre los escombros de su vida pasada a una nueva era espiritual.
Todas las señales que estaban predichas como anuncio de mi
nueva manifestación entre vosotros, ya han sido cumplidas. ¿Esperará el mundo
nuevas manifestaciones para continuar aguardando mi llegada? ¿Hará lo que el
pueblo judío que tuvo las profecías de la venida del Mesías, vio el
cumplimiento de ellas, recibió en su seno al Salvador, no lo reconoció y aún
continúa esperándolo? La experiencia es muy grande y dolorosa para esta
humanidad, para que aún se obstine en el materialismo. Si las señales y las
pruebas se han cumplido y no he aparecido en la sinagoga, ni surgido en iglesia
alguna, ¿No presiente el mundo que en algún sitio he de estar manifestándome,
puesto que no puedo faltar a mi palabra?
Discípulos: perseverad en mi enseñanza, para que mañana deis
testimonio de Mí.
No temáis a la miseria. La miseria es pasajera y en ella
debéis orar imitando en la paciencia a Job. Volverá la abundancia y no tendréis
palabras con que darme gracias.
Cuando la enfermedad os agobie, oh enfermos benditos, no
desesperéis; no está enfermo vuestro espíritu, eleváos en oración a Mí y
vuestra fe y espiritualidad os devolverán la salud del cuerpo. Orad en la forma
en que Yo os he enseñado: espiritualmente.
Comprended que tenéis la luz de vuestro Maestro. Jesús sigue
siendo el modelo perfecto que debéis imitar; ni antes ni después de El, podréis
encontrar en el mundo un ejemplo igual.
Jesús, el Cristo, ha sido la enseñanza mas clara que en el
mundo os di para enseñaros cuán grande es el amor y la sabiduría del Padre.
Jesús fue el mensaje viviente que el Creador envió a la Tierra para que
conociéseis las virtudes del que os creó. La humanidad veía en Jehová a un Dios
colérico e implacable, a un juez terrible y vengativo, y a través de Jesús vino
a sacaros de vuestro error.
Ved en el Maestro al amor divino hecho carne; vino a juzgar
todas vuestras obras con su vida de humildad, sacrificio y caridad, y antes de
castigaros con la muerte, ofreció su sangre para daros a conocer la vida
verdadera, la del amor. Aquel mensaje divino iluminó la vida de la humanidad y
la palabra que entregó el Divino Maestro a los hombres dio origen a religiones
y sectas, a través de las cuáles me han buscado y todavía me buscan; mas de
cierto os digo que ellos no han entendido aún el contenido de ese mensaje. La
humanidad llega a pensar que el amor de Dios para sus hijos es infinito, ya que
El, en Jesús, murió por amor a los hombres. Llega a conmoverse con los
padecimientos de Jesús ante sus jueces y verdugos, llega a ver en el Hijo al
Padre, pero el contenido, el alcance de cuanto el Señor quiso decir a la
humanidad a través de aquella revelación que empezó en una virgen y concluyó en
la nube de Betania, no ha sido interpretado hasta hoy.
He tenido que volver sobre la misma nube en la que el Verbo
ascendió hacia el Padre para daros la explicación y mostraros el verdadero
contenido de todo cuanto os fue revelado en el nacimiento, vida, obras y muerte
de Jesús.
El Espíritu de Verdad, el prometido por Cristo en aquel
tiempo, es esta manifestación divina que ha venido a iluminar las tinieblas y a
aclarar los misterios que la mente o el corazón del hombre no alcanzaba a
penetrar.
Mi Ley siempre es la misma, no es menos profunda unas veces
que otras. Es vuestro espíritu el que refleja unas veces mejor que otras la luz
del Señor. Esto es según la evolución que vuestro espíritu haya alcanzado.
Hoy os digo: el banquete espiritual se encuentra
esperándoos; sentaos a la mesa y comed del manjar. La multiplicación del pan
también os la he concedido en este tiempo porque millares y millares de
hermanos vuestros están escuchando mi palabra en muchas comarcas.
Os estoy heredando sin que vuestro pecado sea un motivo para
consideraros indignos. Las puertas de mi Reino permanecen abiertas en espera de
los que después llegarán. He aquí demostrada mi caridad, la cual no esperábais
que llegara al grado de comunicarme con vosotros.
Ahora que en el mundo hay escasez de amor, venid a sentir el
amor puro de vuestro Maestro para que sanéis de todas vuestras heridas.
Si vuestro corazón llega a Mí henchido de vana simiente, de
cizaña y cardos, Yo le perdonaré, Yo le purificaré y le haré florecer. Sólo
espero que os elevéis para revelaros todo cuanto aún reservo para vuestro
espíritu y cuando seáis poseedores de lo que os prometo, no buscaréis
catacumbas para ocultaros de las miradas de la humanidad; por el contrario,
saldréis a la luz del día y bajo esa claridad revelaréis esta verdad. Abrid
vuestro corazón, vuestra mente y vuestro oído, para que dejéis llegar mis
lecciones hasta vuestro espíritu.
¿Qué tiempos esperáis para aprender de Mí? ¿Estáis esperando
que llegue 1950, para despertar de vuestro sueño? No pueblo, porque entonces ya
no escucharéis mi palabra. Es menester que lleguéis a tener la convicción
absoluta de que habéis venido al mundo a servir a vuestros hermanos.
Os miráis unos a otros y reconocéis que he formado un pueblo
con pecadores, con ignorantes y teméis no poder salir avante en las pruebas;
mas Yo sé lo que hago, a vosotros sólo os corresponde creer, confiar y cumplir.
Llegará el día en que me ofrezcáis la semilla como Yo os la he pedido.
Pueblo: preparaos, dejad que vengan a vosotros nuevas
multitudes; entre ellas vendrán aquellos a quienes mi amor ha de entresacar y
escoger para que por su conducto entregue mi palabra pues de sobra sabéis que
no puede ser vuestra mente quien los escoja. Sólo Yo sé el destino y los dones
de cada quien.
Limpiad vuestro pensamiento, elevadlo para que os unáis en
este instante a los espíritus puros que habitan cerca de Mí. Elevad una oración
inspirada en el amor a Dios, en vuestro propio dolor o en el arrepentimiento
por las faltas cometidas, también en acción de gracias por los bienes
recibidos, eso acercará vuestro espíritu al Padre.
Todo cuanto os rodea tiende a purificaros, mas no todos lo
han entendido así. No dejéis que el dolor que apuráis en vuestro cáliz de
amargura sea estéril. Del dolor podéis extraer luz que es sabiduría,
mansedumbre, fortaleza y sensibilidad.
No temáis llegar al valle espiritual pensando en todo lo que
habéis pecado en la Tierra; si dejáis que el dolor os lave, que el
arrepentimiento brote del corazón; si lucháis por reparar vuestras faltas
llegaréis dignos y limpios ante mi presencia y nadie, ni vuestra conciencia, se
atreverá a mencionar vuestras pasadas imperfecciones.
En la mansión perfecta existe un lugar para cada espíritu el
cual aguarda en el tiempo o en la eternidad la llegada de su poseedor. Por la
escala del amor, la caridad, la fe y los méritos, llegaréis uno a uno a mi
Reino.
Presentad delante de vuestros hijos buenos ejemplos que les
sirvan de báculo en su camino para continuar su ascensión hacia Mí. No porque
los miréis en la infancia de la materia les concedáis poca importancia
espiritual; observadles y veréis cómo sus facultades están más desarrolladas
que las vuestras, ellos aprenderán mis enseñanzas por vosotros y luego os
enseñarán a analizarlas.
Los que hoy os encontráis jóvenes cuando lleguéis a la
ancianidad habréis visto muchos prodigios a través de las nuevas generaciones
de espiritualistas.
Yo digo a los padres de familia que así como se preocupa por
el futuro material de sus hijos, lo hagan también por su futuro espiritual, por
la misión que en ese sentido hayan traído al mundo.
Pensad que esos seres antes de encarnar ya han orado por
vosotros, os han protegido y ayudado en vuestra lucha; ahora os corresponde a
vosotros sostenerlos en los primeros pasos que, a través de la frágil carne,
van dando en la Tierra.
Venid a Mí, discípulos. Aquí esta la paz, no la ficticia que
os da el mundo, sino la que procede de mi Espíritu; llenad de ella vuestro
corazón para que sepáis escucharme, comprenderme y luego llevéis a la práctica
mi enseñanza.
Un determinado número de corazones está destinado para cada
uno de mis labriegos; es la tierra que cada uno de ellos tendrá que trabajar
para hacerla fructificar y al final presentarme una abundante cosecha.
Nadie sería capaz de edificar un templo como el que Yo estoy
levantando en vuestro espíritu. La caridad del Hacedor Universal viene
construyendo este santuario con infinita paciencia. Este templo será
indestructible y mientras los templos hechos por manos de hombres caigan piedra
tras piedra bajo los embates del tiempo y de las tempestades, éste permanecerá
inconmovible, porque sus cimientos estarán en vuestro espíritu y sus torres
tocarán el Reino de los Cielos.
¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!
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