sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 80

Pueblo: He derramado sobre vosotros mis complacencias para retenerlos y haceros oír mi palabra. He hecho fiesta en este tiempo de conmemoración para que cuando dejéis de oír mi palabra, quedéis preparados y sean vuestras reuniones como un banquete de fraternidad al que acudan aquellos que no escucharon esta voz y vengan en busca de vosotros. Y cuando mi palabra llegue en toda su pureza y esencia a las multitudes, éstas exclamarán: En verdad el Espíritu Santo derramó sobre nosotros luz y comprenderán mi enseñanza en que os dije: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios".

Ya no doblarán sus rodillas para orar porque habrán aprendido a elevar su pensamiento en busca de la comunicación espiritual con su Maestro. Vuestro espíritu se fortalecerá; en el tiempo de la lucha será incansable sembrando la palabra divina por medio de obras, palabras y pensamientos; irá en busca del necesitado para llevarle un mensaje espiritual; otras veces desde el rincón de su alcoba cumplirá su misión orando por sus hermanos.

Vienen tiempos de dolor en los que muchos de los hombres que creen encontrarse preparados para sostener espiritualmente a la humanidad; nada o muy poco podrán hacer porque se han ocupado solamente de llenar las mentes con la sabiduría y ciencia del mundo y han dejado vacíos los corazones.

Vosotros que me oís, prepararéis el camino a los que van a recibirme en espíritu. No fue el acaso lo que trajo ante mi presencia a los que recibieron mi enseñanza, como no será tampoco la casualidad la que desarrolle los dones espirituales en los que han de sentir mi presencia sin necesidad del portavoz humano.

Sensibilidad, presentimiento, revelación, profecía, inspiración, videncia, curación, verbo, todo eso y otros dones más brotarán del espíritu y por medio de ellos confirmarán los hombres que un nuevo tiempo se ha abierto ante la humanidad.

Hoy dudáis de que existan esos dones por que hay quienes los ocultan al mundo temiendo su juicio; mañana será lo más natural y hermoso poseerlos. Vengo a vosotros en este Tercer Tiempo porque estáis enfermos del cuerpo y del espíritu. El sano no necesita del médico, ni el justo requiere purificación.

Mi caridad ha olvidado todas las ofensas que contra mí ha lanzado la humanidad y mi amor ha brotado inagotable para darle vida. Los siglos han pasado sobre generaciones y más generaciones de pecadores, de fraticidas, y cuando el hombre va perdiendo la esperanza de obtener la salvación, vengo Yo que sigo confiando en vosotros, porque se que tendréis que amarme al fin. Vuestro amor os salvará en este tiempo.

Hoy no preguntará el Padre: ¿Quién puede y está dispuesto a rescatar con su sangre al género humano? Ni responderá Jesús: Señor, Yo soy el Cordero que está dispuesto a trazar con mi sangre y mi amor, el sendero de la restitución de la humanidad.

Tampoco enviaré mi Verbo a encarnar en este tiempo. Esa Era ya pasó para vosotros y dejó su enseñanza y elevación en vuestro espíritu. Ahora he abierto una nueva etapa de adelanto espiritual en la que seréis vosotros los que hagáis méritos.

El Verbo de Dios que es espíritu, luz y vida, mansamente descendió de su Reino en aquel tiempo para hablar de cerca a sus hijos, Cristo, en cuanto a su materia, fue ejemplo de humildad entre los hombres. En cuanto a su Espíritu fue la perfección.

Cuando llegó para el Cordero el último instante en la Tierra, con la misma mansedumbre con la que aceptó su misión, dijo al Padre: "Todo está consumado". Aquel sacrificio es la mayor lección de amor y caridad que di a la humanidad. Aquella obra fue como una semilla que cayó en todo espíritu.

¿Por qué hay quienes esperan al Espíritu de Verdad en cuanto hombre, para consumar de nuevo aquel sacrificio? En este tiempo he venído en espíritu, tal como lo ofrecí, para derramar mi luz en forma de inspiración entre la humanidad para que ella, iluminada por esta luz, se salve por sus propios méritos. ¿Os parece difícil amaros y ayudaros en la vida?

No os pido que todo lo dejéis, como se lo pedí a los que me siguieron en el Segundo Tiempo entre los cuales el que tenía sus padres los dejó, el que tenía compañera la dejó; abandonaron su casa, su ribera, su barca y sus redes, todo lo dejaron por seguir a Jesús. Tampoco os estoy diciendo que sea necesario que derraméis vuestra sangre en este tiempo.

Os he dicho que ahí donde uno de vosotros habite, mucho podrá hacer en cada día. Buscad en lo más íntimo de vuestro ser la fibra noble y buena que he puesto en cada uno de los hijos de mi Divinidad; esa fibra no es del corazón, es el espíritu.

No olvidéis que vuestro origen está en mi amor. Hoy vuestro corazón se encuentra endurecido por el egoísmo, mas cuando vuelva a hacerse sensible a toda inspiración espiritual sentirá amor por sus semejantes y experimentará el dolor ajeno como si fuese propio. Entonces seréis capaces de cumplir con el precepto que os dice "Amaos los unos a los otros".

Esa es mi arma, la del amor, la que nunca os he ocultado, la que muestro siempre en la lucha contra las tinieblas del pecado. El que quiera ser mi soldado que tome la espada de amor. Sólo así puedo hablar a un pueblo que a través de los siglos y de los tiempos, se ha forjado en el dolor.

Vuestro espíritu ha alcanzado a serenarse y sólo espera y confía en mi voluntad.

En esta era vino Elías como precursor a preparar al espíritu del hombre para mi comunicación con él. La palabra de Elías os despierta, estremece y pone alerta, porque su luz es como la del rayo.

Vuestro espíritu está capacitado en esta era para comprender quién es Elías. Ha mucho tiempo que dejasteis la infancia espiritual. Es la fe y la intuición las que os han hecho sentir mi presencia y cada una de mis manifestaciones en este tiempo en el que mi Doctrina dará a los hombres verdadera grandeza, no la falsa que da el mundo, sino aquella que proviene de la humildad y la virtud.

Una delicada misión espera a todo aquel que se levante a seguirme. Sin cruz nadie puede imitarme; mas en verdad os digo que la cruz que yo ponga en vuestros hombros, no será para doblegaros sino para sosteneros en la vía dolorosa de vuestra vida. Quien arroje su cruz, tendrá que caer; quien la ame, llegará hasta el fin; quien la lleve en la Tierra hasta el momento de exhalar el último suspiro; en ese instante contemplará cómo su cruz lo sostiene, lo eleva y lo conduce a Mí. Todo el que sea sorprendido por la muerte llevando a cuestas su cruz, no tendra miedo de penetrar en lo insondable. Ahí se desvanecerán muchos misterios que el hombre no pudo desifrar. ¿Creéis que el Padre os prefiere ignorantes en la Tierra? No pueblo; Yo soy una revelación constante de misterios ante los hombres, mas ésos se obstinan en ser ciegos ante la evidencia y sordos a mi voz.

Los que creen en Mí saben que soy limpio y justo; mas como el hombre ama lo injusto, le atrae lo impuro y le tienta el pecado, prefiere la libertad de sus pasiones a la iluminación del espíritu. La atracción que el pecado tiene sobre el hombre es semejante a la que sentís ante el vacío y la profundidad de un abismo. ¡Cuán difícil le parece a otros salvarse pensando que en el postrer instante de su vida, les bastará confesar sus faltas para alcanzar la absolución y conquistar un lugar en el Reino del Señor!

Sabed que las manchas sólo las lava el agua del arrepentimiento, no el miedo a la justicia; que lo que acerca al Señor es la reparación de todas las faltas del espíritu arrepentido.

Todos creen en Mí, aun cuando no todos lo confiesen, ni todos me amen. No creáis en el ateo, Yo no contemplo ateos ni pueden existir; me negará la materia mas no el espíritu. ¿Podrá negar algún hombre a su padre carnal, aun cuando no lo haya conocido? Así el espíritu tampoco podrá negar a su Padre espiritual, aun cuando no le conozca. ¿Podrá existir un fruto que antes no haya estado en el árbol?

Desde el principio de los tiempos os enseño y os juzgo con amor. Si a mi justicia la llamáis indebidamente castigo o sentencia, os digo entonces que os castigo y os sentencio con amor. Os hablo así porque vivís en un tiempo dentro del cual no tiene que ser el temor a mi justicia lo que os lleve al cumplimiento de mis mandatos, sino al acercamiento a mi amor, a mi ley, porque en ella está el amor a vuestro Padre. Mas si queréis que mis leyes no os juzguen, conocedlas por mi enseñánza y vivid dentro de ellas. ¿Cómo queréis vivir libremente fuera del camino sin que el dolor os sorprenda? El que infringe las leyes es tocado al intante por ellas. ¿Queréis mayores pruebas de amor?

Esta Naturaleza que os he confiado es una verdadera fuente de vida y de salud; bebed sus aguas y viviréis sin aflicciones, tendréis fuerza, luz y alegría en vuestra jornada y vuestro espíritu cumplirá mejor su destino. ¿Cómo pretendéis ser sanos de cuerpo y de espíritu, si no buscáis estos beneficios allí donde se encuentran? Buscáis la salud de vuestro cuerpo en el médico de la Tierra, cuyo corazón no siempre alberga la caridad y buscáis la salud del espíritu, desprendiéndoos de algo material para ofrecerlo a cambio de vuestra tranquilidad ante la voz de vuestra conciencia.

De cierto os digo que la Naturaleza tiene un regazo semejante al de una madre amorosa; mientras viváis dentro de ella recreáos porque el espíritu participa también de los deleites de la materia a través de la cual el Señor le da tantas y tan bellas lecciones de amor.

Hoy vive la humanidad alejada de toda fuente de vida, de allí su aflicción. Cree entonces el mundo que debo levantar de entre los hombres mi justicia para que a ellos vuelva la paz y la bienandanza, cuando que lo único que tenéis que hacer es volver al camino de la Ley. Dice el hombre que va en pos de un ideal y Yo le digo: ¿Es posible que alcance ese ideal si camina por un sendero sin luz?

Los hombres han creado un mundo a su idea, a su voluntad. Yo les he dejado para no privarlos de su libre albedrío; mas a ese mundo lo destruirán ellos mismos como una prueba de que edificaron sobre arena movediza. ¿Cómo es posible, dicen los poderosos, que tanto poder se extinga? Y sin embargo, reinos, tronos, cetros, ciencia y caudales se derrumbarán. Un débil soplo y sólo la historia recogerá las cenizas de tanta falsa grandeza.

Falso llamo a vuestro mundo porque mientras vuestra faz ríe, lleváis vuestro corazón cuando no lleno de amargura, sí de mala voluntad. Y si esto habéis hecho de la vida humana. ¿Qué podréis decir de cuanto habéis hecho y dejado de hacer respecto a la vida y leyes que corresponden a vuestro espíritu? Lo habéis dejado que se aleje tanto de la fuente de la vida eterna, de la verdad, de la justicia y el amor que están en vuestro Creador, que debiendo ser el Señor en el mundo y estar sobre lo material, ha pasado a ser un siervo ultrajado y humillado. Ha quedado el espíritu sometido a las debilidades e inclinaciones de la materia. Ha llegado a ceder por el amor que siente por la carne, a la cual se encuentra ligado. A pesar del amor que el espíritu siente por el mundo, a pesar del materialismo extremo que ha alcanzado, no hay uno que no haya sentido, aunque sea por un instante, el deseo de penetrar más allá de esta vida, en el mundo espiritual. No hay uno que no haya tenido desde aquí un instante de elevación, que no haya presentido la existencia y la paz de aquella vida. Mis revelaciones espirituales en este mundo son una invitación a mi Reino.

Llegará el día en el que toda la humanidad conozca mi enseñanza. Muchos la negarán y hasta diran que fue el tentador quien inspiro estas lecciones; mas cuando por alguno de mis hijos sea creída y practicada, verán brotar de los que me negaron buenos frutos como testimonio de esta verdad.

Sed sanos de cuerpo y de espíritu e imitaréis a los buenos patriarcas, aquellos que sabían entregar su ofrenda al Padre y hallaban gozo cumpliendo con los deberes de la Tierra. Os hablo a vos pueblo, y hablo a la humanidad. A vos, porque aun escuchándome no vais de lleno en el camino sino que tratáis de pisar con el pie derecho en mi camino, mientras con el otro vais fuera de él.

Os digo a todos: "Yo soy la salud, Yo soy el Camino la Verdad y la Vida".

El espíritu de Elías os conduce a mi presencia y os ayuda a haceros dignos de que Yo venga entre vosotros. No desconozcáis a Elías en este tiempo como desconocisteis a Cristo en la segunda era y a Moisés en la primera.

Pensad que Elías viene a descorrer el velo con el que cubríais muchos misterios para que miréis el esplendor de vuestro Padre.

Sed mansos y obedientes para que deis ocasión a vuestro espíritu de cumplir su misión. El es poseedor de la luz de la experiencia, de la evolución y del conocimiento.

El espíritu nace en Mí; tiene su infancia, su desarrollo y su plenitud al contrario de la carne que envejece y muere; crece siempre en saber y en amor o sea en perfección. Sabéis que habéis brotado de Mí, mas no sabéis cómo; sabéis también que al Padre habréis de tornar, pero no sabéis en qué forma. Esos son mis altos juicios, son el secreto que debéis respetar.

He puesto grandeza en el hombre, pero no la que él busca en la Tierra. La grandeza de que Yo hablo es sacrificio, amor, humildad, caridad. El hombre huye continuamente de estas virtudes apartándose de su verdadera grandeza y de la dignidad que el Padre le ha dado como hijo suyo.

Huís de la humildad porque creéis que significa pequeñez. Huís de las pruebas porque os espanta la miseria sin querer comprender que ellas vienen sólo a libertar a vuestro espíritu. Huís también de lo espiritual porque creéis que profundizaros en ese conocimiento es perder vuestro tiempo, sin saber que despreciáis una luz superior a toda ciencia humana.

Por eso os he dicho que existen muchos que jurando amarme no me aman y diciendo creer en Mí no tienen fe; han llegado para decirme que están dispuestos a seguirme, pero quieren seguirme sin cruz. Y Yo les he dicho: Todo aquél que quiera seguirme, tome su cruz y sígame. Todo aquél que abrace su cruz con amor llegará a la cumbre del Monte donde exhalará el postrer suspiro en esta Tierra para resucitar a la vida eterna.

La vida espiritual que es deseada por unos, es temida, negada y hasta burlada por otros; pero ella, impasible, os espera a todos. Ella que es el seno que abriga, los brazos que estrechan, la patria del espíritu, es un misterio insondable aun para los sabios, pero en mis arcanos se puede penetrar siempre que la llave que uséis para abrir esa puerta sea la del amor.

Comprended que desde el principio de la existencia del hombre, el Padre ha sido para el hijo una perpetua revelación de misterios. Gozad pensando que si en tantas eras de vuestra vida el hombre no ha llegado a los límites de su ciencia, cuando penetre por las sendas de la espiritualidad eternamente estará encontrando nuevas bellezas, nuevas maravillas, nuevos seres, distintos mundos que haran que el hijo ame cada vez con mayor perfección a su Creador con un amor semejante al que tengo por vosotros. Por ese sentimiento tan puro y grande que siento por la humanidad me hice hombre para que me tuvieseis cerca. Mas después de aquel sacrificio veo que los hombres de este tiempo son sordos, ciegos e ingratos para aquel amor; que han creado para ellos un mundo en el cual no tengan que cumplir con mis preceptos, con mis leyes justas, con mi Doctrina de amor.

El abismo atrae a los hombres, les seduce lo prohibido, toman a su manera el libre albedrío. A una humanidad así, entregada a las pasiones, intereses y placeres de la Tíerra le parece irremisible su perdición. Al espíritu le parece muy difícil salvarse y no comprende que en la justicia divina, en el amor de su Padre, puede encontrar el camino donde se purifique, se eleve y se salve.

Toda la humanidad cree en mi existencia porque tiene espíritu y conserva la intuición de que Yo existo. Hasta aquél que me niega cree en Mí porque mi presencia está en él y en todo lo que le rodea. Pero el hombre ha sucumbido bajo los impulsos materiales y las tentaciones. Las tinieblas que así ha formado son las que no permiten a esta humanidad contemplar el resplandor con el que el Espíritu Santo se acerca en este tiempo a ella. Pero no habrá fuerza humana ni espíritu que venza mi poder, mi luz o mi amor. Y cuando los hijos sollozantes lleguen ante el Padre, unos pedirán perdón y perdonados serán por su humildad, otros llegarán preguntándome: ¿Padre, por qué me habéis castigado? A éstos les diré: Yo jamás castigo, sólo habéis recogido en vuestro camino lo que en él sembrasteis, no supisteis conservar la salud del cuerpo y del espíritu, y quien desafía o viola mis leyes se juzga a sí mismo por medio de ellas.

Vivid en armonía con las leyes naturales y con las leyes espirituales y seréis siempre sanos de cuerpo y de espíritu.

Mucha ciencia posee hoy la humanidad pero con ella ha creado un mundo extraño que la aparta de lo que es natural, de la fuente de vida, de los elementos de la Naturaleza que le he confiado para su conservación y recreo. ¿Cómo puede el hombre que así vive ser sano de cuerpo y de espíritu?

La tierra es como una madre que abre sus brazos para recibiros desde el instante en que nacéis; el aire que en ella respiras es semejante a mi aliento divino. El astro rey, majestuoso en su grandeza como una antorcha de fuego, es imagen del Ser Omnipotente porque es luz, calor y vida. Tenéis en esta Naturaleza el agua que es semejante a la verdad porque es cristalina, transparente y pura; calma la sed que abrasa, purifica y lava; bajo su acción se fecundan los campos y germinan las semillas. Estos cuatro elementos unidos por leyes de sabiduría divina forman con su unidad y armonía vuestra morada. Para habitarla, para gozar conscientemente de ella e identificarse con sus leyes, al hombre se le colmó de todos los atributos, potencias y sentidos necesarios para la vida.

Entonces ¿Porqué si estáis ciertos de que os amo, me llamáis injusto cuando sufrís por vuestra culpa y decís que el Padre os castiga?

Mi amor es inmutable, no puede ser mayor porque es perfecto, ni puede disminuir jamás. Prueba de esto os la he dado al concederos esta vida que es vuestro albergue y que se muestra siempre pródiga y maternal con vosotros. ¿Os ha faltado un solo día la luz del sol? ¿El aire os ha dejado de vivificar? ¿Se han secado los mares o han dejado de correr los ríos, cuyo líquido baña toda la Tierra? ¿Y el planeta en sus evoluciones ha huído bajo vuestros pies para arrojaros al vacío alguna vez?

Yo no me he equivocado en lo que he hecho, el hombre sí se ha equivocado de ruta y de vida, pero pronto volverá a Mí como el hijo pródigo que disipó toda su herencia. Con su ciencia ha creado un nuevo mundo; un falso reino. Ha hecho leyes, ha levantado su trono y se ha adjudicado un cetro y una corona, Pero ¡Cuán pasajero y engañoso es su esplendor! Un débil soplo de mi justicia es bastante para que sus cimientos se estremezcan y se desmorone todo su imperio. Sin embargo, el reino de la paz, de la justicia y del amor, se encuentra lejos del corazón de la humanidad que no ha sabido conquistarlo.

El placer y las satisfacciones que a los hombres les proporciona su obra, son ficticias. En su corazón existe el dolor, la inquietud y el desengaño, que se ocultan detrás de la máscara de la sonrisa. Esto es lo que se ha hecho de la vida humana y en cuanto a la vida del espíritu y las leyes que lo rigen, han sido torcidas al olvidar que también existen fuerzas y elementos que vivifican al espíritu con los que el hombre debe estar en contacto para soportar las pruebas y las tentaciones y resistir en su camino de ascensión hacia lo perfecto, todos los obstáculos y contrariedades.

Esa luz que del infinito llega a todo espíritu no proviene del astro rey; la fuerza que del Más Allá recibe el espíritu no es emanación de la tierra; la fuente de amor, de verdad y salud que calma la sed de saber del espíritu no es el agua de vuestros mares o de vuestros manantiales. El ambiente que os rodea no sólo es material, es emanación, aliento e inspiración que el espíritu humano recibe directamente del Creador de todo, de Aquel que ha hecho la vida y la gobierna con sus leyes perfectas e inmutables.

Si el hombre pusiese un poco de buena voluntad por retornar al sendero de verdad sentiría al instante, como un aliciente, la caricia de la paz; pero el espíritu, cuando se materializa bajo la influencia de la materia, sucumbe en sus guerras, y en vez de ser el señor de esta vida, el timonel que gobierna su nave, viene a ser esclavo de las inclinaciones y tendencias humanas y náufrago en medio de las tempestades.

Ya os he dicho que el espíritu es antes que el cuerpo como el cuerpo es antes que el vestido. Esa materia que poseéis es tan sólo un atavío pasajero del espíritu.

Nadie ha nacido por casualidad, y por humilde, torpe o pequeño que se crea, ha sido hecho por la gracia del Ser Supremo quien le ama igual que a los seres que él considera superiores y tiene un destino que le llevará como a todos, al seno de Dios.

¿Veis esos hombres que como parias cruzan las calles, arrastrando el vicio y la miseria sin saber quiénes son ni a dónde van? ¿Sabéis de los hombres que aún habitan en selvas rodeados de bestias? Ninguno está olvidado por mi caridad, todos tienen una misión que cumplir, todos poseen el germen de la evolución y están en el camino donde los méritos, el esfuerzo y la lucha llevarán al espíritu de peldaño en peldaño hasta Mí.

¿Quién es aquel que no ha deseado, aunque sea por un solo instante, mi paz anhelando libertarse de la vida terrestre? Todo espíritu siente nostalgia del mundo que antes habitó, del hogar donde nació. Aquel mundo espera a todos mis hijos invitándoles a gozar de la vida eterna que algunos desean mientras otros tan sólo esperan la muerte para dejar de ser, porque llevan turbado el espíritu y viven sin esperanza y sin fe. ¿Qué puede alentar a esos seres a luchar por su regeneración? ¿Qué puede despertar en ellos el anhelo de eternidad? Sólo esperan el no ser, el silencio y el fin.

Mas ha vuelto la luz del mundo, el camino y la vida para resucitaros con mi perdón, para acariciar vuestra frente fatigada, para consolar vuestro corazón y hacer que el que se sentía indigno de existir escuche mi voz que le dice: Yo os amo ¡Venid a Mí!

Mas así como despierto en vosotros un anhelo de eternidad y perfección, también os digo: No por esto creáis que quiero que desconozcáis la vida material. No interpretéis mal mis enseñanzas. Todo cuanto fue creado y puesto en la Tierra es para vuestra felicidad.

Los patriarcas y los justos os enseñaron con su ejemplo a vivir felices en la Tierra gozando de los bienes naturales y cumpliendo también con la ley espiritual. Imitadlos y volveréis a ser sanos y fuertes, quiero un pueblo fuerte entre vosotros que se levante luchando y defendiendo la verdad; si Yo os enseñase a apartaros de la naturaleza entonces ésta vendría en contra vuestra.

En Dios no existe contradicción aun cuando los hombres creen a veces encontrarlas en mis enseñanzas. Para ayudaros a comprenderlás he venido a abriros los ojos a la luz, diciéndoos: si queréis la salud de vuestro cuerpo volved a los brazos de vuestra madre la Naturaleza de la que brotó vuestra envoltura, en cuyo regazo os habéis mecido y en el cual os confundiréis cuando sus entrañas nuevamente os reciban. También os he dicho: Si queréis poseer un espíritu fuerte y sano y la esperanza de alcanzar el galardón que os he prometido, practicad mi Ley cumpliendo con los preceptos que os dicen: "AMARAS A TU DIOS DE TODO CORAZON Y ESPIRITU" Y "AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS".

Para cumplir con mi Ley no basta hablar de Mí, ni basta que seáis los grandes analizadores de mi Obra para creer que sois mis apóstoles, porque más grande será ante mí aquel humilde de que no sepa expresar mi Palabra pero que en cambio, sepa practicar el amor y la caridad entre sus hermanos.

En el Segundo Tiempo me bastaron tres años de enseñanza y doce hombres para convertir a la humanidad. Hoy no han bastado muchos años de preparación y multitud de discípulos.

Es que estáis materializados. Sólo cinco minutos pensáis en Mí y el resto del tiempo lo consagráis a las preocupaciones del mundo.

Yo os reanimo para que no os detengais en vuestra marcha. Velad que pronto veréis cómo se acaban los señores del mundo y al acabarse desaparecerán los esclavos. Entonces principiará la humanidad a considerarse como una sola familia. Brotará del corazón de los hombres un átomo de buena voluntad entre unos y otros y vendrá a ellos la paz.

¡Espíritus perdidos, espíritus sin paz y sin Ley, venid! No es la tiniebla ni la nada la que os espera, es mi amor de Padre, es el concierto Universal.


¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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