sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 74


Es la hora propicia en la que por vuestra elevación hago sentir mi manifestación entre la humanidad; al escucharme os apartáis del mundo para penetrar en recogimiento espiritual.

Sentid verdaderamente que estáis ante mi mesa, esperando que Yo reparta el pan y os ofrezca el vino. Sabéis que os hablo en sentido figurado recordándoos mi palabra del Segundo Tiempo, ya que el pan es mi palabra y el vino la esencia divina que hay en ella.

Pan y vino, cuerpo y sangre, maná y agua, todo ello ha sido la representación de las palabras amor y vida que es el sustento eterno de vuestro espíritu.

El maná del desierto y el agua de la roca representaron en su tiempo el pan y el vino del espíritu; son los mismos simbolos que tomé en la mesa, cuando rodeado de mis discípulos, les dije: "Comed y bebed, éste es mi cuerpo y ésta mi sangre". Con esa lección abrí ante la humanidad una nueva era, la del amor.

Hoy se reunen nuevos discipulos en torno mío y las multitudes vuelven a seguir mis pasos; mas ya no es sólo el sentido figurado ni la parábola los medios por los cuales vengo a haceros comprender las divinas lecciones; es la palabra clara la que habla a vuestra mente con una esencia divina que sólo con el espíritu podéis percibir.

Meditad en estas lecciones discípulos y acabaréis por comprender que el tiempo del sentido figurado y de los simbolos está por terminar, porque vuestra evolución espiritual y vuestro desarrollo mental os permiten comprender mejor la verdad.

Me encuentro entre vosotros aunque no podáis tocarme con vuestras manos ni mirarme con vuestros ojos mortales. Vengo en Espíritu a hablaros y a enseñaros cómo debeís buscarme en vuestra oración.

No dejaré ninguna huella material de mi nueva manifestación, como tampoco la dejé en el Segundo Tiempo a pesar de haber habitado entre vosotros. La humanidad es propensa a la idolatría y a consagrar objetos materiales para considerarlos divinos y hacerlos objeto de su adoración. ¿Qué hubiese sido de la Humanidad, si hubiera podido conservar mi cuerpo, la cruz de mi martirio o el cáliz de aquella cena postrera con mis discípulos? Mas todo fue borrado para que sólo quedara mi esencia divina en el espíritu de la humanidad.

En tiempos pasados también aparté de la vista de los hombres tanto los objetos que habían servido de símbolo, como a los enviados o intérpretes. En el Primer Tiempo, estando Moisés sobre un monte, desapareció de su pueblo que lo idolatraba; Elías, el profeta del fuego se perdió entre una nube que lo arrebató de la Tierra. Uno y otro, como Jesús, sólo dejaron en los espíritus la huella de sus obras como esencia espiritual.

Ahora estoy aquí en cumplimiento de una de mis promesas reuniendo a todas las tribus en un solo pueblo y a hombres de diversas razas en un mismo apostolado.

Estoy legando a la humanidad un testamento más lleno de luz y claridad; mirad cómo el fanatismo religioso ha llegado en algunos de mis hijos a su mayor altura, mientras que en otros, el materialismo la falta de fe han hecho presa de su espíritu. Grande y cruenta es la lucha que a ambos espera hasta que la luz vuelva a brillar entre los hombres haciéndoles sentir la paz verdadera que procede del amor de los unos hacia los otros.

Ante un verdadero caos de pasiones y de ideas tendrá que levantarse el pueblo testigo y portador de nuevas enseñanzas. Para ser creídos será preciso que se prepare y se revista de humildad, obediencia, espiritualidad, fortaleza y caridad.

No temáis a la tempestad, discípiulos amados, porque Yo estaré con vosotros dentro de la barca y si tenéis fe en Mí no pereceréis. Lucharéis llenos de fe, considerando que así como vosotros tuvisteis la dicha de recibir mi palabra, todos vuestros hermanos merecen conocerla porque ya hay muchos que la están esperando.

No digáis que mi Doctrina es difícil de practicar o que os obliga a duras privaciones; el que me sigue con amor no siente el peso de su cruz.

Esta es mi palabra, grabadla en vuestro espíritu porque pronto os hará falta.

El toque de la campana sonora os ha despertado; su eco ha resonado en vuestro espíritu y entonces habéis recordado que éste es día de gracia en el que vuestro maestro se presenta entre vosotros. Os habéis levantado presurosos con el anhelo de escuchar esta palabra divina, que es vida para vuestro espíritu y que llena de valor a vuestro corazón.

En verdad, mi palabra viene descubriendoos el camino que los torbellinos de la vida os habían ocultado. Comprended qué tan cerca estoy de vosotros como lo estoy de todos los hombres; mi luz es con todos. En este tiempo muchos espíritus seguirán el camino de la luz y no se confundirán más. Os sorprenderíais si vieseis que los duros de corazón y reacios de cerviz son los que más pronto se levantan a seguir mi huella; pero es que a cada quien le he dado el tiempo necesario para despertar a la luz de la vida espiritual.

Cuántos endurecidos en el pecado han llegado en este tiempo a escuchar mi palabra y antes de que haya terminado mi cátedra bañados por el llanto, me han dicho: ¡Sois vos, Maestro! Es que mi palabra limpia, dulce y persuasiva ha sabido hablar al corazón de aquéllos. Y Yo os digo que aquel que una vez sintió mi presencia, no será capaz de engañarse con falsas apariencias. Vosotros que me habeis oído en este tiempo, preparáos para que sepáis dar testimonio de Mí porque mi Doctrina la tenéis que mostrar cual Yo os la he revelado y no a vuestro capricho o voluntad.

Así como vosotros tuvisteis en vuestro camino un amigo que os diera la buena nueva, así toda esta humanidad que perece en un mundo de penalidades, recibirá también el aviso de que el Señor está presente y vendrá a escucharme.

¿Qué sería de vosotros si en mi misericordia no acortase los días de vuestra aflicción? Ya hubieseis perecido todos. En esta era vengo en busca de los pecadores para darles tarea en mi Obra divina y decirles que mi amor nunca los ha excluido. Mañana, cuánta satisfacción y regocijo habrá en esos espíritus cuando hayan alcanzado la elevación por la práctica de la caridad. Existe en el infinito un amor, que es el del Padre, que no tiene más interés que el de vuestra salvación y el de que alcancéis la paz eterna.

Desde l866 abrí nuevamente el arca de mi amor, la cual se ha desbordado en vosotros como consuelo y revelación. No he esperado el día de mi partida para deciros hasta entonces que os levantaseis a practicar mis enseñanzas, sino que desde el primer instante en que las habéis escuchado os he dicho: haced la caridad, llevad el consuelo al enfermo, hablad de mi nueva manifestación, atraed al menesteroso y al perdido. Es que no he querido que os convirtáis en los discípulos teóricos, que hablan maravillas de mi Obra y que no sean capaces de extender su brazo para tocar al enfermo y calmar su pena. ¿Verdad que vuestro corazón se ha llenado de gozo cuando el moribundo ha vuelto a la vida por vuestros cuidados y oraciones, al escuchar que sus labios os bendicen?

Está próximo el tiempo en que estos hijos míos dejen de transmitiros mi palabra. Voy a partir y el Maestro ya no os dará más esta enseñanza. Quiero que para entonces, el sentimiento de caridad se haya acrisolado en vuestro corazón y la espiritualidad haya penetrado en vuestra vida. Elías, vuestro pastor espiritual, os anunció mi venida y os profetizó también el día de mi partida.

Mi palabra que es sencilla y humilde en su forma, es profunda en su contenido y así será hasta el último día. No me pidáis que os hable con palabras florídas porque no las necesita vuestro espíritu para comprender mi enseñanza.

Conozco a los que van practicando mi Doctrina conforme a mi voluntad y a los que van apartándose de su esencia. Nada se oculta a mi sabiduría y en verdad os digo que si queréis llegar a Mí, venid por la escala del amor, de la caridad, de la justicia y de la humildad.

No queráis convertir esta Obra espiritual en obra material esperando mirar sus frutos aquí en la Tierra. No dudéis del triunfo de mi Doctrina, tened fe en ella y podéis convertir las llanuras en montes y los desiertos en valles. Recordad que en el Segundo Tiempo cuando Jesús expiró en la cruz abandonado por sus discípulos, menos por Juan, éstos llegaron a pensar que todo había terminado; sin embargo, más tarde comenzó a germinar la semilla divina en los corazones, la cual no podía morir porque a cada paso era regada por la sangre de los mártires, sangre que era amor y fe.

Os digo que en este tiempo mi divina simiente deberá ser regada con obras de caridad, con lágrimas de arrepentimiento y de reconciliación.

En este tiempo vine a libraros de una nueva esclavitud: las tentaciones, los placeres, los vicios que son como el faraón tirano y cruel que os ha cargado de cadenas. Esta nueva liberación mañana la celebrará la humanidad, no con festines ni con tradiciones, sino con el amor espiritual de los unos a los otros.

Las víctimas que ofrecisteis ante el altar de Jehová, fueron recibidas por El; mas no era la forma más adecuada para elevar vuestro espíritu al Señor; fue entonces cuando llegué a vosotros como Jesús para enseñaros el divino mandamiento que os dice: "Amaos los unos a los otros". Os digo ahora que las lecciones que os enseñé en el Segundo Tiempo a través de las obras de Jesús han sido alteradas unas veces y otras mal interpretadas; por ello he venido como os lo anuncié, para esclareceror mi verdad. Mi sacrificio de aquel tiempo impidió el sacrificio de muchas víctimas y os enseñé un culto más perfecto. Mí nueva manifestación de ese tiempo hará que la humanidad comprenda que las formas simbólicas no debéis tomarlos sin analizar antes su significado, ya que ellas tan sólo son una representación de mis lecciones.

Antes de que Yo sea sentido por un corazón, Elías se presenta ante él para decirle que se arrepienta de sus pecados porque se acerca el Señor; igual hacía en el Segundo Tiempo a través del Bautista cuando éste mandaba que hicieran penitencia y que se purificasen porque se acercaba el Reino de los Cielos.

Mi caridad llega en este instante al espíritu y corazón de las multitudes que me escuchan. Este es el tiempo anunciado en que el espíritu de Verdad había de descender entre los hombres. Oíd su voz en el infinito, miradle en lo invisible, sentidle en vuestro corazón. Mi amor y mi inspiración ayudan a vuestro espíritu a elevarse y a recibir mis enseñanzas.

Los hombres interpretaron mal mi Ley y falsearon mis enseñanzas; por eso en este tiempo vengo a derramar mi luz en todo espíritu y en toda mente para que la lección que os he dado a través de la vida llegueis a entenderla. Este mundo que ha sido morada de seres imperfectos, de espíritus en expiación, será mansión de luz y de espiritualidad. Hoy mi justicia está limpiando las tierras y cortando de raíz la mala hierba para exterminarla con el fuego de la restitución y del amor.

Las guerras fraticidas profetizadas desde los tiempos pasados os hacen estremecer día a día; sus rumores os inquietan y sus consecuencias os hacen derramar lágrimas, Esos hombres que hacen las guerras con sus ambiciones y sus odios, son mis hijos que me buscan en altares y me adoran en tabernáculos sin darse cuenta de que en lugar de una ofrenda de amor vienen a ofrecerme la sangre de sus víctimas. ¡Ah, hombres ciegos que en su orgullo se sienten absolutos olvidando que son muy pequeños ante mi Divinidad! Ha llegado a su límite la vanidad humana y es menester que le haga sentir mi presencia y mi poder; no es necesario que use toda mi omnipotencia para probaros mi grandeza; un débil toque o un leve soplo de los elementos me bastan para demostrar al hombre necio y vanidoso su pequeñez.

Como fue abolido el becerro de oro en aquel tiempo, así desaparecerá en éste la adoración a la riqueza; y como fueron arrojados del templo los mercaderes, así serán tocados ahora los que aprovechando la debilidad y la ignorancia lucran con el dolor de sus semejantes.

Los hombres han entablado una lucha con su Señor; mas doquiera que van me encuentran cerrando el paso a sus maldades, pero los que en esa lucha desoyen la voz de su conciencia encuentran la muerte y el juicio, y tras de ello la restitución.

Oh discípulos que me escucháis, escudriñad la revelación del Sexto Sello; ahí encontraréis cuanto hoy estáis mirando, oyendo y viviendo; mas si tenéis fe en mi palabra, analizadla y guardadla en vuestro corazón, porque ya está proximo el año l950 en que dejaréis de escuchar mi voz en esta forma.

Un torbellino envuelve a la humanidad; mas en verdad os digo que mi palabra no viene a aumentar vuestra confusión; ella es la luz que viene a orientar a vuestro espíritu y a iluminar vuestra inteligencia para ayudaros en vuestra evolución espiritual.

Estoy con vosotros nuevamente recordándoos vuestra misión de amor entre la humanidad, mientras Elías penetra por doquiera en busca de ovejas descarriadas para traerlas al aprisco sobre sus hombros, para que allí encuentren el amor de su Creador.

Recordad que Yo soy el camino que invita al que le ha olvidado. Estoy derramando mi palabra en vosotros para que mañana deis testimonío de ella con vuestras obras de amor. Muchos vendrán en busca de las humildes casas en donde Yo me manifesté para haceros recordar los tiempos en que os hablé por conducto del portavoz, para que les expliquéis la forma en que me manifesté y las caridades y prodigios que entre vosotros hice. Sólo el recuerdo quedará bajo estas techumbres, porque mi palabra y el eco de ella, quedarán guardados en vuestro corazón. Por eso me encuentro preparando a la juventud, para que ellos sean los que reciban a los que no escucharon mi palabra y que vengan en busca de la caridad. ¡Cuántos llorarán por no haberme oído! Mas también os digo: ¡Cuántos de los que me oyeron llorarán por no haberse preparado y al ver que ya no se manifiesta mi palabra, comprenderán que no aprovecharon la caridad del Padre para aprender su Divina Doctrina, sus lecciones de infinita caridad y amor, Estos dirigirán su mirada hacia el sitio en el cual el portavoz tomaba asiento para interpretar la divina palabra y sólo el vacío contemplarán.

Los años pasan fugazmente, son como instantes; pronto dejaréis de oírme, por eso os digo: dejad que os sane, acaricie y conforte y que os entregue mi enseñanza. Yo vine para dejaros preparados; más si os quedáseis débiles en la fe y en la voluntad entonces sí quedaréis enfermos y ¿Quién en el mundo podrá hablaros, daros enseñanza y sanaros como Yo lo hice?

Si os dijese que siempre he querido comunicarme directamente con vuestro espíritu haciendo oír mi voz en vuestro corazón, no me creeríais, pero vuestra materialidad y vuestra duda hicieron que el Señor se comunicara por determinados entendimientos preparados por mi amor, para que en esa forma me pudieseis oír y al analizar mi enseñanza comprendieseis lo grande de mi caridad.

Si os digo que vuestro espíritu durante el sueño de vuestro cuerpo, a veces se desprende y se acerca a los umbrales del Más Allá y me busca, lo dudaríais; mas os ha faltado preparación y fe para saber aprovechar espiritualmente esos instantes, y he tenido que preparar videntes y profetas para que os ayuden y os hablen de mañana, que os pongan alerta y os amonesten, para que veléis y oréis.

¿Creéis pueblo, que este hombre por el cual me comunico, es quien os da la palabra? No, mis hijos, es vuestro Maestro. ¿Creéis que el espíritu de Dios está dentro del portavoz mientrás habla? Tampoco. Os he dicho que basta un rayo de mi luz para iluminar e inspirar su mente, poniendo en sus labios un torrente inagotable de palabras de gran enseñanza, como prueba para el incrédulo. Escuchadme con atención durante este tiempo para que quedéis fortalecidos para los tiempos de prueba venideros.

Antes de recibir mi presencia espiritual, habéis orado ante vuestra Madre Celestial para pedirle que os ayudáse a prepararme un santuario en vuestro corazón. Por ello os bendigo discípulos. Oíd mi palabra que es el camino que conduce a lo perfecto, a lo eterno.

Me preguntáis: ¿Cómo son las mansiones divinas y la vida de los seres perfectos? En verdad os digo, no preguntéis lo que no podríais comprender por ahora. Practicad mis leyes, esa práctica os llevará paso a paso por la escala de perfección, desde la cual podréis ir contemplando, admirando y conociendo, cuanto tiene guardado el Padre para la dicha de sus hijos.

Vuestro espíritu, habiendo sido morador del valle espiritual, ha visto muy poco y casi nada sabe de aquella vida. ¿Cómo queréis desde aquí contemplar los umbrales de lo que llamáis Gloria o Cielo?

Los ojos de vuestro cuerpo, cuando más han alcanzado a contemplar las estrellas más próximas; vuestra ciencia no os ha llevado mucho más lejos y vuestro espíritu que es el que podría abolir las distancias y descubrir lo invisible al hombre, sintiendo en sí y fuera de sí, los conocimientos espirituales que lo rodean, se deja arrastrar por el materialismo del mundo, se funde con su materia y en vez de elevarse, se arrastra y en vez de admirar, duda.

A veces admirando las maravillas de la Creación exclamáis asombrados: "Señor, cuán grande es vuestro poder", sin imaginaros que todo lo que os rodea no es sino un pálido reflejo de lo que es la vida eterna.

Ciertamente quiero despertar con mi palabra vuestro interés por la vida espiritual, mas entendedlo que os digo: para llegar a alcanzar aquella vida, debéis llegar a ella por la evolución de vuestro espíritu y no sólo por la de la mente. Que se unan al espíritu, la inteligencia, el corazón, los sentidos y todas vuestras potencias, y alcanzaréis la elevación necesaria para poder mirar el esplendor de vuestro Padre; pero si el espíritu se confía y se entrega a la capacidad del entendimiento, entonces su penetración será limitada, como lo es todo lo humano.

El cielo no es un sitio determinado del Universo; mi Gloria está en todas partes, en lo espiritual y en lo material. ¿No decís que Dios está en el Cielo, en la Tierra y en todo lugar? Entonces comprended lo que decís para que sepáis que donde está Dios, tiene que estar su Gloria.

Yo quiero que vengáis a habitar en esa mansión infinita, que lleguéis a un estado de elevación espiritual que doquiera del Universo en donde os encontréis, sintáis la beatitud de lo divino, que disfrutéis de la vida eterna y esperimentéis la presencia del Creador. Aquella cumbre sólo la han alcanzado los que me han tomado por ideal, y al amor por camino.

Quien comprende esta Doctrina, tendrá que reconocer que este mundo es sólo una pequeña morada que ha retenido momentáneamente al espíritu, para revelarle elementales enseñanzas. Desde los primeros tiempos arde una antorcha de fe para iluminar con su luz espiritual el camino de los hombres, pero cuán pocos se han guiado por ella. Cuán pocos han perseverado en el camino y cuántos, al llegar a esa encrucijada donde los detiene la muerte, han tenido que presentarse ante lo espiritual, que es la verdadera patria del espíritu, como si fuesen extranjeros, sin conocer los caminos ni las leyes, ni los deberes. ¡Qué injustos habéis sido con vosotros mismos!

Hoy os vengo explicando mis enseñanzas para que volváis sobre vuestros pasos y toméis el camino de la vida verdadera con el conocimiento del fin que perseguís y cuando la muerte llegue a libertaros de la carne, pueda vuestro espíritu elevarse y llegar a la morada espiritual sin que la turbación, como algo peor que la muerte, le sorprenda. Sabiendo todo esto, podréis vivir convencidos de que sois pasajeros en la Tierra, párvulos que tuvieron que pasar por esta escuela. No reneguéis de vuestra envoltura por reacia y rebelde que sea, ni abominéis de tener que soportar la vida de este mundo, a la que habéis considerado como un engañoso edén lleno de tentaciones y abismos, porque esa carne que lleváis como aparato para habitar esta Tierra, no será un obstáculo para vuestra elevación espiritual, o para hacer una vida virtuosa si lográis sobreponeros a sus flaquezas, pasiones y miserias, para dejar germinar tan sólo en vuestro corazón la semilla de la espiritualidad. Para entonces, esta Tierra y la Naturaleza que le rodea, tiene reservadas nuevas lecciones y también secretos que las generaeiones futuras tendrán que conocer.

No será ya el dolor del Maestro que corrija a los hombres, ni las guerras las que toquen el orgullo de los pueblos, ni la miseria la que purifique el corazón de la humanidad. Otras lecciones, desconocidas hasta ahora, recibirán los hombres de esos tiempos que hoy os anuncio.

Bendecid vuestro dolor, no sequéis con coraje vuestras lágrimas, bendecid vuestro pan por pobre que éste sea porque por muy prolongado que os parezca vuestro dolor aquí en el mundo, cuando estéis en la vida espiritual, sentiréis como si hubiera sido un minuto y reconoceréis todo el bien que os hizo.

El Cielo es el estado de perfección; Yo os lo he simbolizado como una inmensa y blanca ciudad que tenéis que conquistar con vuestro valor, con vuestra fe y con vuestra voluntad inquebrantable. Sed soldados de esa causa. Uníos todos los que ya alimentéis ese ideal y marchad paso a paso, ganando batallas en la vida, hasta hacer que aquella ciudad se rinda a quienes la conquistaron con su amor, Esa ciudad es vuestro hogar, ese hogar es el Universo sin fin, donde habita el Creador con sus hijos.

Llevad mi palabra en vuestro corazón y ahí, en la soledad de vuestra alcoba o en la paz de los campos, recordadla y analizadla; sed el buen discípulo.

A los que habéis tenido la gracia de escucharme en esta forma, os digo: guardad mi palabra, analizadla, ponedla en práctica en vuestra vida porque pronto dejará de escucharse. Quiero que cuándo esto sea, quedéis como maestros, firmes en mi Doctrina y no como discípulos confundidos, o como hijos que se sienten huérfanos.

Hoy aún podéis llamar a las multitudes para que escuchen mi manifestación; mañana, cuando 1950 haya pasado, sólo escucharán la voz de mis discípulos y testigos.

No desconfiéis de los hombres por duros y fanatizados que los veáis en sus cultos; todo espíritu se encuentra evolucionado y a tiempo para recibir estas revelaciones.

Discípulos, comprended y aceptad vuestra misión con aquel amor y obediencia con que Jesús tomó su destino. Orad, velad, apurad con paciencia el cáliz de amargura y sabed llevar vuestra cruz con amor. Interiormente bendecidlo todo y perdonad de corazón con obras, a quienes os ofendieron.

Bienaventurados los que entre lágrimas me digan: "Maestro, os ofrezco mi dolor hágase en mí vuestra voluntad". Mi voluntad es que tengáis mi paz, oh pueblo sufrido y pobre, pero olvidaos por unos instantes de vuestras penas y pedid por el mundo, orad por las naciones, "¡Amaos los unos a los otros!".

¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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