Benditos sean los que con respeto y humildad penetren en las
revelaciones divinas con los ojos del espíritu, porque su testimonio de mi
manifestación como Espíritu Santo será verdadero. Id a la humanidad y aun en
las tierras áridas sembrad la simiente de mi Doctrina y regadla con el agua de
mi amor.
Hay muchos que en este tiempo contemplan lo espiritual; mas
no por ello creáis que todos ellos me aman; ya os he dicho que no todo el que
me dice "Padre, Padre", me ama, sino aquél que en silencio realiza la
caridad con sus hermanos y humildemente penetra en comunión Conmigo.
El don de videncia es don del Espíritu Santo, pero mientras
unos son humildes y saben estremecerse de gozo y de temor ante los mirajes que les
concedo, otros en su vanidad van haciendo alarde del don que poseen.
¿Por qué hay discípulos que buscan los primeros lugares, si
en mi mesa no distingo a ninguno? Yo que soy el Maestro y que debiera ocupar el
centro de la mesa rodeado del amor de mis hijos, al penetrar en el corazón de
cada uno de ellos he encontrado en unos un tribunal donde se juzgan mis
palabras y mis obras, en otros un lóbrego presidio donde me escarnecen y se
burlan de Mí y en otros he hallado una cruz dispuesta para un nuevo sacrificio.
Algunos de mis hijos sufren al contemplar la incomprensión
del pueblo siempre desobediente a mis mandatos y enseñanzas.
Sin embargo, y a pesar de tanto egoísmo, hay quienes saben
visitar al preso en su celda, al enfermo en su lecho, y hay quienes acuden a
los hospitales para llevar a los que allí sufren, olvidados, un rayo de luz. Los que así obran me aman en sus semejantes
y me honran con su obras.
Aquietad vuestra mente, pensad que ya son cortos los
instantes en que me tendréis presente en esta manifestación; se encuentra
próximo el año 1950 y os contemplo durmiendo aún en un profundo letargo. Es que
escucháis mis palabras a través de una materia pecadora como la vuestra y por
eso no les dais el crédito que merecen; mas llegará el día en que mi palabra
profética se cumpla y vosotros quedaréis arrepentidos de vuestra incomprensión.
Este ha sido el tiempo señalado por Mí para hablar a la
humanidad, después vendrá el vuestro; mas si cerraseis vuestros labios y no
dierais a conocer mi Doctrina, las piedras hablarán y los elementos os
despertarán.
Pueblo: Vengo a libraros del dolor que os agobia, ayudadme
en esta obra ¿Tenéis voluntad de hacerlo? Entonces aprended de Mí, oíd mi
cátedra, aprovechad este tiempo el cual pasará veloz para vosotros.
Si el cenáculo se queda vacío y la mesa sola, será porque
los discípulos se esparcieron por los caminos llevando en sus labios la buena
nueva y no porque me hayan vuelto la espalda y no hayan acudido a mi llamado.
Después de mi partida, pero antes de que os diseminéis por
el mundo, os prometo venir en espíritu a daros la luz que os haga comprender
todo lo que os inspiré con mis lecciones y a daros la fuerza indispensable para
cumplir con vuestra misión. En esos instantes será la luz del Espíritu Santo en
cada entendimiento; unos me verán, otros me escucharán y todos sentirán
espiritualmente mi presencia.
Hacéos merecedores de esa gracia, que no se borre de vuestro
corazón ninguna de mis palabras porque caeríais en caminos prohibidos.
Aprended ahora, llenad de mi luz vuestro espíritu, porque
llegará el instante en que sintáis el impulso de levantaros a cumplir vuestra
misión; mas ¿Qué podrá enseñar quién nada haya aprendido? ¿Puede un ciego guiar
a otro ciego?
Con verdadera fe sentís que mi presencia es entre vosotros,
pero os sentís incapaces de hacer grandes obras en favor de vuestros hermanos;
mas en verdad os digo que a pesar de vuestra frialdad, en este tiempo surgirán de entre vosotros los discípulos que
todo lo dejen por seguir mi huella, así como las mujeres pecadoras que por mi
palabra se levanten para no pecar más y ser ejemplo ante sus hermanos.
Ved que la luz del Sexto Sello está iluminando a vuestro
espíritu. El libro está abierto porque del primero al sexto los Sellos han sido
desatados. Vengo reuniendo a los que han de ostentar mi señal para confiarles
una misión muy delicada. Al final de esta etapa recibiré a los que hayan
cumplido con ella y a los que hayan desobedecido o alterado mis mandatos, les
haré cargos muy graves y mi palabra se mostrará severa con ellos.
Pueblo, comprended que ya no debéis perder el tiempo en
vanidades, en adquirir riquezas superfluas o en nuevas experiencias mundanas.
Sabed que cada instante que os concedo significa luz y progreso para vuestro
espíritu.
Mi presencia sorprende a esta humanidad impreparada para
recibirme. Mi manifestación en espíritu en este Tercer Tiempo, coincide con el
mayor materialismo de la ciencia, el que ha llegado a su mayor altura. Veo las
armas con las que los hombres se preparan para combatir mi Doctrina, que son:
su ciencia, su filosofía, sus teorías materialistas, su egoísmo, su ambición y
su soberbia. Mas Yo poseo una espada que es la verdad cuyo resplandor nadie
puede resistir, su luz en este tiempo iluminará a la humanidad y pondrá a
descubierto todo lo que sea falso y destruirá la tiniebla. Cuando mi luz brille
en todas las sendas y la verdad sea en todos los espíritus, ¿Quién podrá dar
albergue a la impostura? ¿Quién podrá engañar a su hermano?
El corazón humano se ha endurecido hasta llegar a hacerse
insensible a lo espiritual, que es su esencia y su origen. Yo os digo que
mientras mi caridad llama a vuestro corazón sin recibir respuesta, las
criaturas inferiores al hombre y todo lo creado, sienten la presencia del
Creador. Hablo a los montes y me responden; hablo a la aves y me contestan con
trinos; bendigo los valles y ellos se alfombran de flores; en cambio hablo a
los hombres y para ser oído tengo que morir, en cuanto hombre, delante de
ellos; mas si he venido nuevamente es porque se que su espíritu se levantará a
la luz de mis lecciones para volver al camino verdadero.
Pueblo amado, os doy el nombre de Israel porque una vez más
he venido a entregaros mi Ley y a enseñaros el culto perfecto. Lejos estábais
de adorar a los elementos y a los astros, como lo hicieron los antiguos; sin
embargo, os encontré en este tiempo entregados a una nueva idolatría. Mi
palabra ha tenido que luchar contra vuestros errores y todavía en muchos
corazones quedan raíces de pasadas costumbres, creencias y tradiciones.
¿En dónde están los dioses de oro y plata que los hombres
forjaron en tiempos pasados y en dónde las divinidades que creó la imaginación
de la humanidad? Piedra sobre piedra han ido cayendo de los altares
imperfectamente erigidos.
Hoy vengo hasta vosotros con una enseñanza que aunque al
mundo le parezca imposible practicarla, una vez que es comprendida, es la más
fácil de cumplir. Vengo a enseñaros el culto del amor a Dios a través de
vuestra vida, de vuestras obras y de la oración espiritual, la que no es
pronunciada por los labios en un sitio determinado, ni necesita de formas o imágenes
para inspirarse.
No es mi voluntad que sigáis viviendo entre tinieblas; por
eso os he enviado mi luz invitándoos a comunicaros de espíritu a Espírítu con
vuestro Dios.
Mi Doctrina os enseña a mirarme cerca como un Padre amoroso
y no como un Dios lejano, como me siente la mayor parte de la humanidad;
también os señala el camino más limpio, fácil y certero para llegar a mi
presencia.
Pueblo, aqui tenéis una enseñanza perfecta; tratad de
elevaros, pugnad por encumbrar la montaña, purificaos para que vuestro espíritu
se liberte de las pasiones mundanas y pueda experimentar la dicha de habitar en
el infinito. Comprended que vuestro espíritu tiene hambre y sed de sustentarse
con mi amor en las regiones donde vibra mi fuerza, mi esencia y mi efluvio
universal.
Cuando hayáis logrado dar algunos pasos de adelanto no
vayáis a dar cabida a la vanidad creyéndoos el primer pueblo de la Tierra
poseedor de la verdad. No olvidéis que sin humildad, todas vuestras obras serán
falsas.
Quiero que os distingáis por la caridad, por la
espiritualidad, por la virtud, para que con vuestra vida deis el mejor
testimonio a la humanidad de que sois Israel, el Pueblo de Dios, a cuyo seno mi
palabra esta invitando a todo espíritu a penetrar.
Hoy queréis explicar por que sois Israel, y no tenéis
argumentos; queréis explicar porqué sois espiritualistas y os faltan palabras;
tratáis de demostrar cuáles son vuestros dones y carecéis de razones y de desarrollo
espiritual para manifestarlos; pero cuando vuestra elevación llegue a ser
verdadera, llegarán a vosotros las palabras necesarias, ya que con vuestras
obras de amor explicaréis quiénes sois, quién os ha doctrinado y hacia dónde
camináis.
Se aproximan tiempos llenos de sorpresas y de
acontecimientos inesperados para la humanidad; quiero que este Pueblo sepa dar
la justa interpretación de aquellos sucesos, ya que en mi palabra os ha sido
revelado cuanto ha de acontecer.
Os encontráis a prueba y en preparación dentro del crisol
divino de mi Obra; mas no desmayéis ante el dolor, porque es necesario que
seáis pulimentados. Aprended a apurar con paciencia el cáliz de amargura para
que tengáis derecho de consolar a los que sufren y no maldigáis al dolor, ya
que sintiéndolo en vosotros mismos estaréis capacitados para comprender mejor
el de vuestros hermanos.
Os estoy preparando para que seáis en breve doctores del
espíritu y del cuerpo; mas sabed que es más importante ante Mí el que sana al
espíritu, que el que sólo cura el dolor de la materia.
A los hombres, mujeres y niños que escuchan mi palabra les
digo: guardadla en vuestro corazón y recordad a la luz de vuestra conciencia
mis máximas y preceptos, porque ellas serán mañana las armas que os servirán
para extender y propagar la Doctrina que será vuestra cruz de amor y de
redención para que pueda deciros: Benditos seáis, porque vais reconociendo el
verdadero camino del espíritu del que muchos se han apartado porque es largo y
me han dicho: Señor, no os podemos seguir.
Muchos son los que me han escuchado pero pocos los que me
siguen y de éstos me sirvo para alentar a los que se han apartado del sendero
para hacer ver a los ciegos, oír a los sordos, andar a los paralíticos y
resucitar a los muertos. Por medio de mis siervos he hecho y estoy haciendo
obras prodigiosas entre la humanidad para despertarla de su profundo letargo.
Si en el Segundo Tiempo me dejásteis solo en la cruz
apurando el cáliz de hiel y vinagre y fue sólo mi sangre la que se derramó en
el calvario, ahora me acompañeréis con vuestra cruz teniendo por Cirineo a
vuestro Señor así como Yo tuve en la Vía Dolorosa a un hombre que me ayudó con
la cruz. Vuestra vida es la calle de la amargura por la que llegaréis paso a
paso, cayendo y levantándoos hasta la cumbre de la montaña donde podáis decir a
vuestro Padre: Señor, en vuestras manos encomiendo mi espíritu.
¿Quiénes serán los que sin alarde me sigan hasta el fin? No
lo sabéis ¿Quiénes llegarán? Todos, les dice el Maestro; primero unos, otros
después. Unos con menos dolor y otros con grandes sacrificios según sea el
camino que cada quien elija y la forma en que por él camine.
El camino recto es el más corto, está trazado con luz, con
amor y virtud: es el camino de la Ley.
Los senderos torcidos retardan más la jornada, pero al fin
todos llegaréis a Mí.
No conocéis la mansión de paz que alcanzan los espíritus que
llegan a la cumbre, pero tenéis fe en la existencia de la Tierra Prometida y
por eso os digo nuevamente: Bienaventurados los que sin ver han creído.
Desde tiempos remotos las profecías os anunciaron que en
este tiempo todo ojo pecador y no pecador me vería; pero a Jesús limitado en la
forma humana no todos le verán. Mi presencia será contemplada por los ojos de
vuestra fe, de vuestro amor y elevación.
Mi voz vibrará en lo más profundo de vuestro ser y me
sentiréis vivir con vosotros. Más debéis limpiar vuestra morada para que no
sintáis verguenza de recibirme en ella si ésta se encuentra manchada. Buscad la
ayuda de vuestros hermanos espirituales y ellos os ayudarán en vuestra
preparación.
Ya iniciasteis vuestra marcha por el camino de vuestra
evolución espiritual continuadla sin temor. Yo os he alentado en las pruebas
que os he dado. ¿Qué poder humano podría haber levantado al que se encontraba
hundido en el abismo? ¿Quién podía haber hecho posible el imposible que había
en vuestra vida? ¿Quién podría destruir los lazos de tentación que abrumaban a
vuestro espíritu?
Yo soy el único que puedo hacer estas obras entre vosotros
sin pediros recompensa por ellas. No es que venga haciendo alarde ante vosotros
de lo que os doy al enumeraros mis beneficios; es que quiero que no pasen
desapercibidas mis lecciones y que vuestro espíritu las analice y las
comprenda. Quiero que vuestro corazón se dulcifique para que ayude al espíritu
a ejecutar buenas obras y siembre de amor y caridad el sendero de vuestros
hermanos.
Venís a estos humildes recintos a escuchar mi palabra como a
una escuela a la que venís a aprender lo que más tarde tendréis que poner en
práctica en vuestro camino. Comprended que con sólo escuchar la lección no
habéis cumplido. Yo os brindo el mundo para que en él sembréis la simiente de
mis lecciones; os confío vuestro hogar, os señalo las comarcas y los caminos,
las cárceles, los hospitales, los orfanatorios; los lugares donde reinan
el vicio y la maldad son campos propicios para vuestra oración y vuestras obras
de caridad.
Vencéos a vosotros mismos y el camino os será fácil;
entonces podréis vencer a la bestia que Juan mi apóstol contempló en su
revelación.
Muchas veces habéis querido prometerme que me seguiréis y Yo
he sellado vuestros labios para que no pronuncien la promesa. Otras habéis
querido escribir el juramento de que siempre me amaréis y Yo he detenido
vuestra pluma porque quiero que sea de vuestro espíritu del que brote el
propósito inquebrantable de seguirme.
Si pudiéseis contemplar por un momento a vuestro propio
espíritu quedaríais asombrados de saber quiénes sois; os maravillaríais con su
luz y sentiríais respeto por vosotros mismos. Mas si no podéis verlo con los
ojos de vuestro cuerpo tened fe en él por sus manifestaciones y así no seguirá
vuestra materia siendo una cárcel ni un obstáculo para su elevación. Pensad que
vuestro espíritu como ser semejante al Creador está destinado a ejecutar obras
dignas de Aquél que le dio la vida.
Ahora más que nunca debéis reunir vuestras fuerzas para
procurar el progreso de vuestro espíritu que en muchos de vosotros ha dejado
tras de sí una huella de dolor, de luto y lágrimas. Mas ahora que habéis dejado
la ciudad del pecado y os acercáis paso a paso a la tierra virgen que amorosa
os espera, no volváis atrás vuestro rostro, seguid hasta el fin.
Contemplad a la humanidad desorientada, porque las grandes
religiones que se nombran cristianas dan más importancia a lo ritual y exterior
que a mi propia Doctrina. Aquella palabra de vida que sellé con obras de amor y
con sangre en la cruz, ya no vive en el corazón de los hombres, está encerrada
y muda en los libros envejecidos y empolvados. Y ahí tenéis una humanidad
cristiana que ni conoce ni comprende ni sabe imitar a Cristo.
Por eso tengo pocos discípulos en este tiempo; los que aman
a su hermano, los que sufren, los que alivian el dolor ajeno, aquellos que
viven en la virtud y la predican con el ejemplo, esos son los discípulos de
Cristo.
El que conociendo, mi Doctrina la oculta o la da a conocer
sólo con los labios y no con el corazón, ese no es mi discípulo.
No he venido en este tiempo a buscar templos de piedra para
hacerme presente en ellos; vengo buscando espíritus, corazones, no galas
materiales.
A los hombres que niegan mi existencia porque se han
extraviado en los caminos de la ciencia, les miro con piedad; a los que tratan
de destruirme en el corazón de la humanidad ni siquiera les veo como enemigos,
los amo y los perdono porque son mis hijos muy amados.
Penetrad en mi palabra, pero hacedlo con respeto y no
queráis llegar a saber lo que sólo debe ser del conocimiento de vuestro Señor;
mas sentid el goce infinito de saber que tenéis por Dios a un Ser perfecto,
sabio y justo.
Pueblo amado: mirad a esta humanidad agobiada y enferma que
no se da cuenta del tiempo en que vive, ni de mi presencia entre los hombres.
Despertad pueblo, porque os estoy entregando un mensaje de
luz, de fe y de salud para esta humanidad. Salid de vuestro letargo y meditad
en la misión que traéis a la Tierra en este tiempo.
No os digo que seréis los salvadores o redentores de esta
humanidad, no; pero sí os hago saber que habiendo sido testigos de mi palabra
tendréis que llevar la buena nueva a las comarcas y naciones; esa misión no se
concretará a que repitáis mis frases, sino a explicarlas, acompañandolas
siempre con obras de caridad, sembrando el amor entre vuestros hermanos.
No pongáis en duda vuestra potestad para hacer obras que
sorprendan y convenzan a vuestros hermanos; no es un obstáculo el que seáis
humildes y rudos para que cumpláis con la misión que os he confiado; en
vosotros existe un espíritu de luz que sólo necesita de vuestra fe para
manifestarse.
De entre estas multitudes de pobres y desheredados Yo
iluminaré a los que serán consejeros, doctores del espíritu, comentadores de mi
Obra, mensajeros de paz y profetas.
Unos partirán en pos de otros pueblos, los demás esperarán
la llegada de los que llamáis extranjeros, de los peregrinos que buscan paz,
luz, fraternidad y hospitalidad.
Os he dicho que esta nación está siendo preparada para que
en la hora marcada por mi voluntad se levante entre los pueblos de la Tierra
como un estandarte de paz y espiritualidad. Sabrá dar albergue, ser refugio y
proteger a los que agobiados por el dolor lleguen a ella. Grande es el destino
de este pueblo, por eso lo pruebo y lo toco en mi justicia.
¿No se llenaría de gozo vuestro corazón, viendo llegar ante
vuestras puertas a las grandes caravanas buscando paz? ¿No os regocijaríais
compartiendo con los hambrientos vuestro pan?
Disponed vuestro corazón y enobleced vuestros sentimientos
porque no sabéis la hora ni el día en que se cumpla mi palabra. Desarrollad el
don de curación con que os he enriquecido espiritualmente ya que tendrán que
llegar enfermos muchos de los caminantes y otros agobiados por el cansancio.
Enfermedades conocidas y desconocidas les aquejarán; mas Yo os doy un solo
bálsamo para todas las dolencias, ya sean del espíritu o del cuerpo. Ese
bálsamo para que obre prodigios necesita de la verdadera caridad, que tiene por
base la oración.
¡Oh nación bendita donde he hecho llegar mi rayo de luz
convertido en verbo, donde he hecho surgir a mi pueblo. Destruid vuestro
fanatismo religioso, libertaos de la ignorancia y nunca más seréis esclavos!
Yo he donado a estas tierras para que llegado el día
descienda a ellas el maná de misericordia y de él coman las grandes multitudes
que buscan la verdad.
Velad por vuestra heredad, velad por vuestros dones, porque
estáis destinados a enseñar a la humanidad la espiritualidad, la Doctrina que
revela la mayor sabiduría y asegura la paz de los hombres y la elevación del
espíritu.
Los cargos y las misiones que os confío distan mucho de ser
un yugo o una carga para vosotros; habéis soportado el peso de vuestras
imperfecciones y habéis arrastrado las cadenas de la humillación y de la
esclavitud para ofreceros un nuevo yugo. Estas misiones que os confío
ciertamente son delicadas y de muy grande responsabilidad, pero su cumplimiento
asegura vuestra paz, bienestar y salvación.
Bien llevada vuestra misión, en vez de ser la cruz pesada o
el fardo penoso, es un placer inefable para el espíritu y una inmensa
satisfacción para el corazón.
Esta es la Era de Elías, quien ha llegado a vosotros en
espíritu preparando todas las sendas, derribando obstáculos, haciendo luz en las
tinieblas, rompiendo cadenas de ignorancia y mostrando el camino a todos los
espíritus.
Así como Moisés libró a Israel del yugo del Egipto y lo
trasladó a las tierras de Canaán, Elías en este tiempo os libertará de las
tinieblas del mundo para llevaros a la luz del Reino Espiritual, la Nueva
Tierra Prometida.
¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!
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