Bienvenidos seáis todos ante el Maestro. ¿Quiénes de
vosotros sois los discípulos? ¿Quiénes los párvulos? No lo sabéis. Hay muchos
que ya creen ser maestros y, sin embargo, contemplo que no han comprendido aún
la primera lección, en cambio, otros se sienten incapaces para enseñar y
cierran sus labios cuando ya podrían con sus palabras y con sus obras comenzar
a doctrinar.
En todos los tiempos me he limitado para ser sentido y
comprendido por la humanidad. Si en aquel Segundo Tiempo en mi manifestación
como Cristo, hubiese venido en cuanto Dios y no en cuanto hombre, la humanidad
con razón me hubiese reclamado diciéndome: "Señor, no podemos imitaros
porque vois sois Dios y nosotros hombres".
Nuevas enseñanzas he traído ahora a vosotros, mi arcano una
vez más se ha abierto para los hombres y quiero que esto sea causa de regocijo
para mi pueblo.
Entre la humanidad hay quienes me dicen en su corazón: ¿Por
qué si mucho nos amáis, sufrimos tanto? ¿Por qué nos habéis enviado a la Tierra
a padecer? Yo perdono vuestra blasfemia por que nace de vuestra ignorancia y os
digo que vuestras faltas y caídas son las que os han ido despojando de dones y
atributos, y que por esa causa siendo ricos de espíritu, os habéis quedado sin
virtud alguna. Es por lo que ahora debéis hacer méritos, para adelantar en
vuestro camino de evolución. He aquí por que vengo a abriros mi arcano sin
hacer distinciones entre la humanidad, para que cada quien tome de esta gracia
lo que sienta que le hace falta a su espíritu, ya sea la paz, la luz, la
fortaleza; pero no olvidéis que en el crisol del dolor es en donde se forjan
los espíritus y se hacen los méritos para alcanzar mayor elevación. Os hablo
desde lo alto del monte y según la elevación de cada uno así ascenderéis y os
acercaréis a Mí. Después de oírme, descenderéis al valle en donde aún habitáis,
mas no a los abismos que ha creado el hombre con sus pecados.
El valle de que os hablo es la armonía con lo espiritual que
no habéis alcanzado todavía. A cada espíritu le ha sido confiado un cuerpo como
medio para que se manifieste en este mundo material. En ese cuerpo, que es obra
maestra de mi sabiduría, hay un cerebro en donde se revela inteligencia, y un
corazón a través del cual se desbordan las virtudes y sentimientos nobles.
He encontrado a muchos en el abismo y hasta ellos he
descendido para salvarlos. Mi amor por los perdidos hizo que ellos escucharan
mi voz amorosa que les decía: ¿En dónde estáis hijos míos?".
He aquí mi luz, venid en pos de Mí.
En el Primer Tiempo vuestra fe se había opacado; ya no
entendían mis hijos el lenguaje de su propia conciencia, y fue necesario que el
Padre llegara hasta ellos para decirles: Tomad esta piedra en la que está
grabada mi Ley, no olvidéis que ella os enseña el camino que conduce a la
cúspide de la montaña en donde os espero. Y ante aquella piedra en donde estaba
labrada mi Ley, juraron levantarse y caminar hasta el final de su destino; mas
los tiempos pasaron y en la jornada surgieron las tribulaciones y las pruebas,
que eran cada vez mayores mientras mas transcurría el tiempo; entonces,
levantando la faz y la voz al Padre le dijeron: "No os conocemos, ha mucho
tiempo que luchamos y caminamos sin contemplar el fin de nuestra caminata, ni
alcanzamos la paz que a nuestro corazón prometiste".
Volvieron los hombres a su desobediencia y el Padre tornó a
buscarles, acercándose más a ellos para hablarles como Padre y como amigo, Más
aquellos le desconocieron diciéndole: "Vos no podéis ser nuestro Dios
porque El siempre ha estado en las alturas".
Y es que se presentaba ante ellos como la verdad perfecta,
mientras los hombres buscaban una verdad a su manera y llenos de indignación
llevaron a la muerte al Hombre Divino. Aquel Hombre que era todo poder y
sabiduría no dio a los hombres lo que ellos en su necedad pedían. El era puro y
sólo obras limpias y perfectas podían brotar de El. Mas de la misma muerte se
levantó a la vida manifestando así que el autor de todo lo creado no podía
morir, Y cuando nuevamente fue el Señor a su Reino, a la montaña de perfección,
entonces los hombres confesaron que quien había estado con ellos era el mismo
Dios porque sus obras y prodigios estaban fuera del alcance de la humanidad.
Recordaron que había dicho que El era el camino y anhelando llegar a lo alto
del monte donde habitaba el Señor, salieron del abismo al valle donde
contemplaron la luz que les ayudaba a proseguir la jornada, pero el camino
estaba lleno de espinos; entonces, recordando que el Padre ante todo es amor, y
que les había dejado comprender que cuando su dolor fuera muy grande volvería a
ellos, comenzaron a preguntar a su Señor, desde el fondo de su corazón: Padre,
¿Por qué no venís? Vos sois amor y perdón, ¿Por qué nos habéis castigado? y
presintieron el tiempo en que por tercera vez había de descender del monte su
Señor. Cuando llegó a ellos, les preguntó: ¿Qué queréis de Mí? Y ellos le
contestaron: ¡Padre, salvadnos! Entonces el Señor les preguntó: ¿Queréis salir
del abismo? Atravesad los valles y escalad el monte animados tan sólo por mi
voz, que es lo único que escucharéis en este tiempo. Unos dudaron porque no
contemplaban la presencia humanizada de su Padre, pero otros sí creyeron que la
voz que oían provenía de su Señor. Estos se levantaron llenos de fe a proseguir
su jornada guiados por aquella inspiración divina que era la luz en su camino.
Discípulos: vosotros sois aquellos, mas en verdad os digo
que Yo no he enviado a nadie a habitar en los abismos, os he enviado a morar en
el valle para que desde allí ascendáis hasta la mansión de vuestro Padre. Son
los hombres los que han abierto abismos ante sus pies para hundirse en ellos.
Ahora os pregunto: ¿Creéis que con esta palabra que por medio del entendimiento
humano os he entregado, podáis llegar al reino de los cielos? ¿Pensáis salvaros
creyendo y practicando lo que estáis escuchando?
Bienaventurado el que crea en esta palabra y en esta
manifestáción, porque él llegará a la cima del monte; mas a quien no creyere le
digo que ésta será la tercera vez que me negará o me desconocerá, porque quien
cree en Mí una vez, tendrá que reconocerme siempre porque el sabor y la esencia
de mi palabra no cambia jamás.
A los que dudan les dejaré en el lugar en que hoy están para
que por sí mismos despierten. Si no dejase que los hombres conociesen las
consecuencias de sus actos, ¿Podrían ellos saber cuándo han obrado bien o mal?
La conciencia les habla de todas sus obras para que de sus malos actos puedan arrepentirse y con sus obras de amor cumplan
con mi Ley que les dice: "Amaos los unos a los otros".
Cristo en aquel tiempo dijo a los hombres que le
desconocieron: vosotros esperaréis a que Yo vuelva; por eso hoy que nuevamente estoy
con vosotros, os llamo para deciros que os alejéis del abismo y vengáis en pos
de mi huella.
¿Qué hará el Padre con los que han dudado de su presencia en
todos los tiempos? Someterles a grandes pruebas y tocar las fibras más
sensibles de su corazón a fin de que en ellas se despierte la fe, el amor y el
deseo de servirle. En verdad os digo que la luz se hará en toda tiniebla y la
paz será en donde por mucho tiempo sólo existió el ¡Ay! de dolor.
En cada corazón descubro un concepto diferente de mi
Divinidad; puedo deciros que un Dios diferente encuentro en la creencia de cada
uno de vosotros; eso se debe al distinto grado de evolución en que cada uno se
encuentra.
Una vez más os presento la montaña; si ella es invisible a
vuestro cuerpo, la estoy presentando a los ojos de vuestra fe. Sobre el Sinaí
os di la luz en el Primer Tiempo y sobre el monte Tabor me transfiguré en el
Segundo para daros muestras de mi Divinidad.
Quiero contemplaros creyentes de mi tercera venida. Yo os he
dicho que el que quiera seguirme, tome su cruz y venga en pos de Mí hasta lo
alto de la montaña; mas ya sabéis que el camino de Jesús es el de la humildad,
el sacrificio y ha sido trazado con sangre hasta el Calvario. Sabéis que a Mí
me persiguió la calumnia, el rencor, la burla, la incredulidad y la envidia.
Mas os vuelvo a decir: el que quiera seguirme, tome su cruz y venga en pos de
mi huella.
¿Por qué teméis? No vengo a pediros imposibles, sólo que
oréis con limpidez, que practiquéis la caridad y que os apartéis de lo
superfluo. ¿Hay en esto un imposible? Si entre la humanidad hubiese existido
espiritualidad desde un principio, Yo no hubiera venido a materializarme en
este mundo y los hombres hubieran conquistado la mansión prometida al espíritu,
por medio de su inspiración, su conciencia y su don de revelación.
Después de 1950 no volverá a materializarse más mi Espíritu
ante la humanidad. Desde lo alto del monte donde habito, os contemplaré
ascender paso a paso hasta que lleguéis a Mí.
Sois los caminantes que vinisteis en busca de vuestra
salvación, con la esperanza de encontrar la verdad. Traíais un pesado madero
sobre vuestros hombros y buscábais un Cirineo que os ayudase a soportar esta
cruz; mas si os quedasteis aquí fue porque encontrasteis lo que buscábais.
¿Quién que en verdad haya saboreado esta palabra podría
abandonar a su Maestro? ¿Quién por ignorancia se apartaría del sendero? ¿Quién
podría decirme que nada ha aprendido de Mí?
A quien no haya tomado con verdadero amor e interés esta
lección divina para estudiarla, no le podré llamar mi discípulo, sino
simplemente párvulo.
A nadie le he dado de comer aparte ni le he dejado afuera; a
todos los he sentado a mi mesa y en ella he repartido el pan y el vino por
igual.
Quiero que todos lleguéis a ser labriegos en mis tierras,
pero labriegos preparados y celosos de su misión, que sepan cultivar mi
semilla, que no dejen penetrar en sus tierra al gusano roedor que busca el fruto
para devorarlo.
Discípulos: estudiad esta lección para que podáis preguntar
a vuestra conciencia si estáis firmes en el camino, si estáis comprendiendo la
enseñanza, si ya podéis llamaros labradores de mi campiña.
Mi misericordia se ha manifestado en vosotros. A nadie he
preguntado sus obras antes de iniciarse como labriego en mi camino, y de cierto
os digo, que entre el número de los que me siguen, está aquel que ha manchado
su mano con sangre de su hermano. Nadie en la Tierra podía haber transformado a
aquel malhechor en propagador de la caridad sino Yo. Mi perdón y mi palabra de
amor fueron los que le redimieron y despertaron los sentimientos nobles que
dormían en su corazón.
Si de los presidios he llamado a algunos para sentarles a mi
mesa y formar con ellos un nuevo apostolado, nadie juzgue estas obras, porque
en verdad no vine a curar a los santos ni a salvar a los justos, viene a buscar
a los que me necesitan; he ahí mi caridad. Vine a convertir la escoria en elemento
útil; he ahí mi poder.
Solamente limpios podréis llegar a Mí y sólo cuando limpiéis
vuestro corazón podréis recibirme. ¿O no merezco esta ofrenda de vuestra parte?
Yo contemplo que cuando estáis por recibir en vuestro hogar a una persona que
juzgáis importante, todo lo limpiáis y lo ordenáis para haceros dignos de él.
¿No creéis que es justo que en cada día, al nacer la luz de
la aurora os debíais disponer a prepararos y limpiaros para llevarme en vuestro
corazón?
Os hablo con sencillez porque sois los humildes de espíritu;
si fuéseis ricos en la Tierra, no estaríais escuchándome. No vengo a buscar
galas ni palacios entre los hombres; preguntad a los videntes el esplendor
espiritual que rodea a vuestro Maestro y comprenderéis que nada en el mundo se
le podrá semejar.
Escuchad la voz de estos profetas que serán los que muchas
veces os guíen con sus revelaciones, Dad crédito a sus palabras sabiendo que
del más humilde me estoy sirviendo en este tiempo, de aquél que creáis más
imperfecto para recibir la gracia del Maestro.
Encuentro lleno de paz vuestro corazón; es que estoy cerca
de vosotros.
Vengo a conversar y a daros mi enseñanza; en este tiempo no
me humanicé en la Tierra, ni he buscado la sombra de una palmera para hablar
desde ahí a las multitudes, ni mi planta ha pisado el polvo de la Tierra.
Vengo a enseñaros el amor perfecto hacia vuestro Creador.
¿No soy por ventura digno de que me améis así?
La huella que os tracé en el Segundo Tiempo fue para
convertir en hermanos a los que vivían como enemigos y a elevar espiritualmente
a los que ya sabían vivir como hermanos. Hoy que no me miráis con los ojos
materiales quiero que me contempléis con la mirada de la fe; mas entre vosotros
existen muchos que sólo creen en lo que sus manos tocan y dudan de todo lo que
está más allá de la vista y de la mente. Ellos son los que me dicen:
"Padre, ¿Por qué no hacéis milagros como en los tiempos pasados para
creeros?" De cierto os digo que aquel tiempo ha pasado y si decís creer en
Mi y conocerme, ¿Para qué queréis milagros? Creed por fe.
Unid mi palabra de aquel tiempo a la de ahora; comparad su
esencia y encontraréis que es la misma, Recordad que os dije. "El árbol
por su fruto será reconocido". Dejad que mi palabra pase por vuestro
corazón hasta llegar al espíritu, el que os dirá de quién viene esta palabra.
Mientras no dejéis que sea el espíritu quien pruebe el sabor
de este fruto, ¿Cómo os atrevéis a negar que sea el Padre quien os habla?
¿Por qué hay quienes sin comprender mi Obra no pueden
apartarse de Mí? Porque es su espíritu el que se ha convencido de mi presencia.
¿Por qué otros aún dudando, no dejan de escucharme una sola vez? Porque llevan
la duda en el corazón, pero es el espíritu quien los retiene, porque él está
contemplando la verdad, Si esos corazones perseveran, sus tinieblas
desaparecerán.
Los que os sintáis satisfechos de mi palabra, no os vayáis
al desierto, ni almacenéis sólo para vosotros el sustento que os he dado. Os
llamé para calmar vuestra hambre y para que después vayáis a hacer lo mismo con
vuestros hermanos los hambrientos.
Ahora que vuestro espíritu recibe la luz a través de esta
palabra, dejadle; él quiere conocerme, quiere saber quién es el que lo ilumina,
quiere conocer el camino que le conduzca al fin de su destino.
Bienaventurados los que rompan las cadenas de esclavitud que
les atan al mundo para estar conmigo. Bienaventurados los que venzan las
inclinaciones hacia lo superfluo y las pasiones humanas para conservar limpidez
en la mente y en el corazón, porque mi palabra caerá como semilla en tierra
fértil.
No porque me hayáis escuchado en este tiempo, creáis que
habéis llegado a la perfección. Mucho tenéis que esforzaros en el camino y
practicar mis lecciones para lograr esa perfección con vuestras obras de amor.
Aquí en la Tierra no logrará el espíritu su mayor elevación,
por lo que os digo: No toméis esta vida como la única, ni a vuestro cuerpo como
si fuese eterno. De cierto os digo que esa materia a la que tanto amáis, no es
más que vuestra cruz.
Comprended mi palabra, ved que en su sencillez se encuentra
mi esencia que es vida, bálsamo y paz. Podrán los hombres hablaros con palabra
muy florida, pero daros la esencia que mi humilde Verbo encierra, eso nunca lo
conseguirán.
Hoy escucho a los hombres hablar de ley, de justicia, de
paz, de igualdad y de fraternidad; mas en verdad os digo, que en donde no
existe amor, no podrá haber verdad, ni justicia y mucho menos paz.
Cuando os hablo de amor, me refiero al lazo divino que une a
todos los seres, no me refiero al amor como lo entienden los hombres. Donde hay
egoísmo o bajas pasiones, no hay verdadero amor. Yo amo lo mismo al que me
niega y ofende que al que me reconoce y me honra con sus obras.
Si unos son dichosos sabiéndose amados por Mí y a otros no
les interesa, mi manto de Padre a todos sigue cubriendo porque el amor es
inmutable.
Nadie podrá impedir que os ame, como tampoco evitará que el
sol os envíe su luz. Mas no olvidéis que soy también juez, y que nadie podrá
impedir o rehuir mis juicios, como ningún humano puede detener por sí mismo a
los elementos cuando éstos se desencadenan.
Caminad dentro de mi Ley y comprenderéis que mi justicia es
inexorable. Cumplid con mis enseñanzas y a través de las mismas vicisitudes
sentiréis la paz.
La humanidad está dividida, porque no se rigen por una sola
ley. Cada nación tiene sus propias leyes. Cada pueblo sigue diferente doctrina
y si penetráis en los hogares, también cada padre rige a sus hijos de distinta
manera.
Le revelé al hombre el don de la ciencia que es luz, y el
hombre con ella ha creado tinieblas y ha causado dolor y destrucción.
Juzgan los hombres encontrarse en la cúspide del progreso
humano, a lo cual Yo les pregunto: ¿Tenéis paz en la Tierra? ¿Existe
fraternidad entre los hombres, moral y virtud en los hogares? ¿Respetáis la
vida de vuestros semejantes? ¿Tenéis consideración del débil? De cierto os digo
que si estas virtudes existieran en vosotros, poseeríais los valores más
elevados de la vida humana.
Existe confusión entre la humanidad, porque a quienes os han
llevado al abismo, los habéis elevado sobre pedestales; por eso no preguntéis
porqué he venido entre los hombres, ni juzguéis el porqué me estoy comunicando
por conducto de pecadores e ignorantes porque no todo lo que juzgáis
imperfecto, lo es.
El hombre es lo más perfecto que en el mundo ha existido. En
él hay semejanza con el Creador; tiene en sí la trinidad que vosotros
encontráis en vuestro Dios: conciencia, espíritu y materia, tres potencias que
unidas forman un ser pefecto.
Podría el cuerpo vivir sin espíritu, animado tan sólo por la
vida material, pero no sería humano. Poseería espíritu y carecería de
conciencia, pero no sabría guiarse por sí mismo, ni sería el ser superior que
por medio de la conciencia, conoce la Ley, distingue el bien del mal y recibe
toda revelación divina.
Esta es la luz del Tercer Tiempo; mas quien dijere que no es
Dios quien os habla, sino este hombre, sometedle a prueba, que en verdad os
digo: Mientras mi rayo divino no inspire su entendimiento, así le amenacéis con
la muerte, de él no podréis arrancar palabras de esencia y verdad.
Nada extraño es que así como los espíritus se sirven de sus
cuerpos para hablar y manifestarse, por un instante se desprenden de ellos para
dejar que en su lugar se manifieste el Padre de todos los espíritus: Dios.
Vengo a vosotros, ya que no sabéis llegar hasta Mí, y os
enseño que la oración más agradable que llega al Padre, es aquélla que en
silencio se eleva de vuestro espíritu. Esa oración es la que atrae mi rayo a través
del cual me escucháis. No son los cánticos ni las palabras las que halagan a mi
Divinidad.
Más que a los virtuosos vengo a buscar entre vosotros a los
necesitados, a los ignorantes, a los pecadores, para manifestaros mi caridad y
convertiros en mis discípulos.
En este Tercer Tiempo, he de despojar a vuestro espíritu y a
vuestra materia de todas sus lacras, para que alcancéis la verdadera elevación.
Lo mismo escucho al que en forma pura sabe elevarse para
llamarme, que al que en su ignorancia me busca a través del más imperfecto
culto. A todos los cubro con mi manto de amor.
Vosotros que me oís en este tiempo, no creáis hallaros en la
cúspide de la espiritualidad, porque aún os falta mucho para llegar a ese grado
de evolución, ni creáis ser los párvulos o principiantes en mi Ley, porque si
bien estáis dando los primeros pasos en este Tercer Tiempo, ya en eras pasadas
fuisteis también discípulos del Señor. Vuestro espíritu al escucharme en este
tiempo se estremeció y después estudiando mi palabra, ha llegado a comprender
el culto que el Padre espera de sus hijos.
Si siguiéndome no estáis libres de pruebas en este camino,
es que no habéis llegado aún a la morada de vuestro Padre, donde os espera,
para haceros sentir la verdadera paz y la dicha perfecta.
Ahora os digo: No os canséis, no retrocedáis ante los
espinos y tropiezos, orad y me sentiréis cerca y comprobaréis que Yo soy el
buen compañero en vuestro viaje.
No desesperéis, ni imitéis a los materialistas que sólo
contemplan lo que la vida material les presenta.
Todo el que se ha perdido tendrá que desandar los caminos
regresando al punto de partida para encontrar la paz del espíritu.
Es necesario que comprendáis para qué os he llamado en el
Tercer Tiempo, que conozcáis vuestra responsabilidad y vuestra misión, porque
no sólo responderéis de vosotros sino de la porción a vosotros encomendada.
¿Por qué teméis? ¿Acaso significa un sacrificio el amaros
los unos a los otros? ¿No véis cómo lloran vuestros hermanos en las naciones?
La guerra ha extendido su manto sobre muchos pueblos de la
Tierra y ésto ocasionará que se desaten también el hambre, la peste y la
muerte.
No dejéis vosotros la puerta abierta a la guerra, porque
como ladrón, penetrará y os sorprenderá. Velad y orad.
La mala hierba será cortada de raíz del corazón de los
hombres y la buena simiente será conservada, para formar con ella una nueva
humanidad.
Muchos hombres y mujeres, por causa de tanto dolor y
destrucción, empiezan a suspirar por mi Ley, por mi palabra y por mi paz, mas
no saben hacia donde conducir sus pasos para encontrarme, ¿No os agradaría
llegar en esos momentos ante ellos y poderles decir: "Este es el camino
ahí está el Divino Maestro"
Mirad cómo cada página de la enseñanza que os doy la estáis
sepultando sin comprender el destino que ella tiene.
Yo soy el libro, la palabra y la luz ¿Por ventura podréis
negarme ocultando la verdad?
Yo os bendigo, porque habéis sabido preparar vuestro corazón
como un santuario. Las tierras, que son vuestros corazones, han abierto sus
entrañas para recibir el rocío de mi gracia, que hará germinar la simiente de
mi palabra.
En mi mesa a nadie se ha servido más a uno que a otro, a
nadie se ha distinguido ni humillado. Son los hombres los que me aman en forma
diferente, unos con ahínco, con perseverancia y con fe; otros con frialdad, con
inconformidad e inconstancia. Cuando todos los hombres buscando la paz, la
encuentren en Mí, comprendrán que la palabra de Cristo y sus promesas son de
vida eterna y todo el que en este tiempo me halle, nunca más se apartará de Mí,
porque el espíritu encarnado en esta era, ha alcanzado grande evolución que es
experiencia y luz.
Os dejo como antorchas entre la humanidad, por vuestras
obras se encenderá la fe en muchos corazones. Cuidad de vuestros actos,
palabras y hasta de vuestros pensamientos.
Que nunca sepa vuestra mano izquierda lo que haga la derecha
y la semilla de vuestro amor será abundante y fructífera.
¿Qué habéis hecho de la lección del Maestro? Aún no
contemplo vuestra regeneración. Más no esperéis que mi justicia toque vuestro
mundo para levantaros a trabajar por la paz.
No porque de antemano os sintáis perdonados, vayáis a hacer
mal uso de este perdón.
Las dos eras pasadas transcurrieron sin que vuestro espíritu
cumpliera con fidelidad su destino. Hoy se ha abierto un nuevo tiempo ante él para
que con sus méritos inunde de paz la Tierra y de ella se ahuyente la miseria y
el dolor. Es el tiempo en que podréis dejar vuestro ejemplo impreso en el
corazón de vuestros hermanos, para que se aparten del vicio, de lo superfluo y
recobren la salud del espíritu y la del cuerpo por medio de la regeneración.
En verdad os digo que si os levantáis en este tiempo al
cumplimiento de vuestra misión sin velar y orar, veréis el haz de la Tierra
cubrirse de cadáveres.
Comprended pueblo, que nunca habéis sido enviados a la
Tierra para que seáis indiferentes a lo que acontece entre la humanidad.
Velad y orad, no esperéis que este año sea de complacencias
para vosotros. Son tiempos de lucha, de enmienda y meditación.
No os despojéis de mis dones, porque quedaríais como parias
en la Tierra.
Orad por la paz de las naciones; he hablado a los hombres a
través de la conciencia, a los que gobiernan estos pueblos y he visto que su
corazón es reacio, que de él no retiran su odio y su ambición.
Velad por vuestra fe, por vuestro celo para testificar mi
verdad y despreocupaos de las pruebas que por amor a Mí os causen vuestros
hermanos, porque mi Obra, mi Doctrina y mi Ley son indestructibles, son
inmaculadas. Os digo esto, porque seréis perseguidos por ser mis discípulos. La
mala intención, y la mala fe irán tras de vosotros. Mas no por eso os
ocultaréis en las catacumbas para orar y tratar de servirme; aquellos tiempos
pasaron.
He libertado a vuestro espíritu y en su evolución nadie
podrá detenerlo.
Mi extensa lección de este Tercer Tiempo os elevará a todos
a un grado mayor de evolución desde donde contemplaréis a vuestro único Dios.
Entonces habrá paz en vuestro espíritu y esa paz será semejante al gozo que
tendréis cuando después de conquistar la tierra prometida y de alimentaros con los manjares eternos, experimentéis la
gloria de amar y de ser amados por vuestro Padre Celestial.
¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!
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