Con regocijo en mi Espíritu os contemplo escuchando mi
palabra. En multitudes llegáis a esos recintos a recrearos con mis lecciones de
amor. No todos vienen por oírme, los más vienen con la esperanza de aliviar una
dolencia o de apartar una pena. Muchos son los llamados y pocos los que me
sigan: se encuentran aquí muchos de los que en el Segundo Tiempo desearon
escuchar la voz del Rabí y no tuvieron ocasión de conocerlo, también se
encuentran los que pudiendo haberlo oído no quisieron; unos y otros escuchan en
este tiempo ávidamente mi palabra y no esperan a que Yo la levante para después
lamentar nuevamente su desidia. No estoy por lo tanto hablando en el desierto;
si a muchos no les interesa mi palabra, hay algunos de mis hijos que saben
guardarla como joya de inapreciable valor para darla a conocer a la humanidad
cuando sea llegado el momento.
He venido con caridad y amor hacia todos, haciendo sentir mi
presencia en muchas formas; unos me han contemplado con su vista espiritual,
otros sienten mi fuerza que hace estremecer a su ser, otros se conmueven con la
esencia de mi palabra, otros sienten cómo la paz de mi Espíritu envuelve su
corazón; los enfermos ven cómo sanan de sus males ante mi caricia y los
pecadores se sienten contemplados por una mirada perspicaz y penetrante que
llega hasta su espíritu. Entonces habéis dicho. "El Señor es con
nosotros". Cuando en el Segundo Tiempo mis discípulos me preguntaron si
volvería, Yo les hice la promesa de ser nuevamente entre la humanidad
diciéndoles cuáles serían las señales que marcarían el tiempo de mi vuelta.
Muchos siglos pasaron para que dichas señales aparecieran anunciando mi nueva
manifestación, misma que hoy veis cumplida. Si después de 1800 años que han
constituido una era para la humanidad, os he cumplido fielmente mi promesa.
¿Creéis que ahora que os ha anunciado mi partida para 1950, pueda el Señor
faltar a su palabra?
Cuando los teólogos y los hombres que estudian las
escrituras de los tiempos pasados, vieron cumplidas las señales con las que os
predije mi retorno y mi presencia entre vosotros ignorando ellos que estoy
presente y que os estoy hablando bajo esta forma, al ver que el tiempo pasaba
sin verme llegar, entristecidos cerraron sus libros creyendo haberse equivocado
de tiempo y de señales, sin saber que habían acertado. Mas Yo os digo que muy
pronto, cuándo las pruebas de que estuve con vosotros sean del conocimiento de
la humanidad, todos podrán comprobar que mi manifestación se verificó en los
precisos instantes en que las profecías se cumplieron. ¡Cuánta alegría habrá en
muchos corazones y cuánto interés por interrogar a mis discípulos, así como por
escudriñar las nuevas escrituras!
En este tiempo no fueron unos cuantos los testigos de mi manifestación,
fueron millares y millares de seres los que sintieron palpitar de amor o de
temor su corazón al escuchar mi palabra; muchos de ellos serán mis testigos
fieles y mis buenos discípulos; los que no me abandonarán cuándo mi palabra sea
juzgada en tribunales y concilios testificándo mi verdad con sus obras de amor.
En verdad os digo que de entre estas multitudes no hay uno
solo a quien lo haya traído la casualidad; nuevamente os aseguro que la hoja
del árbol no se mueve sin mi voluntad. En la vida de cada uno de vosotros
existe una causa por la cual habéis venido a dar fe de mi palabra, de distintos
caminos venís, de diversas sectas, religiones y doctrinas, tropezando con los
pedruzcos del sendero, acumulando en vuestro espíritu la luz de la experiencia.
Al llegar aquí, sentís una fuerza desconocida, un efluvio
indefinible y os preguntáis, ¿Qué será? ¿De dónde proviene esta palabra que
conmueve y esta paz que inunda el corazón? y Yo os he respondido. Es vuestro
Padre el que os conforta, mas no vengo a obligaros a creer en mi presencia bajo
esta forma, ni es necesario forzaros a creer, ya que estoy manifiesto y
palpable delante de vosotros y sólo os basta un átomo de sensibilidad para
percibirme.
Este es el tiempo de haceros comprender que el uso que
habéis hecho de vuestro libre albedrío es equivocado, y de que ahora os espera
el desempeño de una misión espiritual entre la humanidad; ved que no juzgo
vuestras obras pasadas para deciros si sois o no dignos de recibir este cargo.
Porque no es el acaso el que os ha traído a este mundo, ha sido mi voluntad.
Meditad en vuestro destino, preguntad vuestros misterios y
Yo os contestaré; nadie que haya interrogado a mi arcano ha quedado sin
respuesta; porque en ese instante brillará la luz de vuestra conciencia
revelando los grandes dones que habéis recibido de vuestro Señor.
Quiero contemplar que eleváis vuestro espíritu buscando en
el infinito mi sabiduría; imitad en eso a los hombres de letras y a los hombres
de ciencia a quienes sorprendo en mitad de la noche buscando unos la
inspiración y otros la respuesta a los "por qué" de la Naturaleza. No
quiero deciros que busquéis en esta Tierra la sabiduría que os dé la gloria
entre los hombres; quiero que esa elevación y esa grandeza sea interior y que
cuanto alcancéis en vuestra lucha y estudio sea un fruto de vida y de amor para
vuestros hermanos.
Cuando me acerco a los hombres de ciencia abstraídos en sus
meditaciones y envejecidos en el estudio, les pregunto: ¿Porqué os afanáis
tanto? ¿Por quién lucháis y sufrís así? Y no ha habido uno que me diga:
Maestro, lucho por amor a la humanidad. Ellos aman la ciencia y a ella le
ofrendan su vida. Mas a quienes han sabido interrogar animados de nobles fines,
les han sido revelados grandes conocimientos que siempre han dado dulce fruto a
la humanidad como prueba de que quien inspiró aquella luz fui Yo y a quienes
sin amor y sin respeto han escudriñado la Naturaleza, han quedado en el
principio del camino o han caído en el abismo, ya que no fue el bien en el que
se inspiraron, sino en la vanidad, en el odio y la ambición.
Mas así como la ciencia es revelada al hombre también la luz
para el espíritu se la entrego por inspiración. Así hablé a los patriarcas de
los primeros tiempos; así inspiré a Moisés a quien convertí en portavoz de mi
palabra para hablar a mi pueblo y le dicté leyes y máximas, las que escribió
para que fueran perpetuadas y las conocieran las generaciones posteriores
Después de que Cristo estuvo en la Tierra, iluminó a cuatro
apóstoles de su doctrina concediéndoles que en sus meditaciones y éxtasis, recordaran
su divina palabra para que legasen a la humanidad lo que sus espíritus
alcanzaron a recibir a través de su entendimiento, ellos fueron Marcos, Lucas,
Mateo y Juan.
Llegará el día en que los libros serán arrojados al fuego
por inútiles, lo que acontecerá cuando la esencia de ellos exista en vuestro
corazón y la ley que encierra la viváis, mas antes, este último Testamento se
unirá a los dos primeros mediante una lucha como aconteció con el primero y el
segundo.
Hoy no me he concretado a hablaros solamente del tiempo
presente; mucho os he hablado sobre los tiempos pasados y aún os he anticipado
profecías del futuro; os he descubierto lo que os habían ocultado, he
rectificado lo que se ha alterado y os he revelado acontecimientos futuros.
Bienaventurados los que se preparen porque el mañana sabrán
leer con buena voluntad estas enseñanzas que os hablan del destino de la
humanidad, del futuro de las naciones y del triunfo de la luz, que es el del
amor, la paz y la justicia. Esta Doctrina hará verdaderamente libre al hombre,
porque él, creyéndose libre al huir de su conciencia y de mis leyes, ha
ignorado que en sí lleva atributos, potencias y dones que no ha sabido
desarrollar, por lo que en vez de ser libre, ha sido esclavo de sí mismo,
esclavo de su ignorancia; una humanidad así. ¿Cómo podrá sentir en su corazón
la paz de mi reino y llevarme en su corazón, si su mente está ofuscada por las
ambiciones materiales, si su corazón late por las pasiones humanas y por lo
tanto su espíritu está materializado?
03-056.16 Esta humanidad se encuentra espiritualmente muerta; mas Yo
que tengo poder para resucitar muertos, vengo a llamarle a la vida y abrir ante
ella un tiempo en el cual libere a su espíritu, conozca sus dones y por medio
de ellos alcance progreso y elevación.
Hoy comenzáis a hacer uso de todas las potencias del
espíritu; esto os levantará del abismo.
He aquí un pueblo que con interés busca mi palabra y quiere
atesorar mis enseñanzas sabiendo que es corto el tiempo de mi comunicación a
través del entendimiento humano.
Aprovechad mi lección, ¡Oh discípulos!, después id sin temor
a esparcir mi palabra y mis enseñanzas entre la humanidad; no os amedrentéis
ante aquellos que con teorías traten de desvirtuar vuestra misión.
La humanidad busca sin saber lo que quiere; hoy vengo a
deciros: Yo soy lo que buscáis. ¿Quién no ambiciona la paz? ¿Quién no anhela
conocer la verdad? ¿Quién no desea conservar la salud?
Tendréis que buscarme porque la paz no está en la Tierra ni
existen hombres de buena voluntad, mas mi justicia ha descendido. El día del
Señor ha llegado.
Cuando el hombre haga mi voluntad, hasta los elementos se
inclinarán ante él como siervos; mientras el hombre persista en su
desobediencia, los elementos se desencadenarán haciéndole reconocer su falta de
armonía en todo lo creado.
No vengo en contra de mis hijos; sólo vengo a destruir el
pecado para que podáis contemplar mi luz.
Orad, pueblo y os aseguro que recibiré vuestra ofrenda, no
la material sino aquella que vuestro espíritu me entregue.
Mi justicia es en todo corazón, lo mismo en el que me abre
sus puertas, como en el que las cierra a mi llamado; mi mirada es perspicaz y
sabe encontrar dentro de ellos todo cuanto encierran; en algunos he encontrado
la ofrenda de su amor y de su humildad; en otros el regocijo de estar delante
de Mí y su gratitud por los favores recibidos, descubro en unos la esperanza,
en otros el dolor, y de cierto os digo que mi altar se cubre a cada instante
más de lágrimas que de ofrendas.
Aquí delante de Mí os limpiáis de toda mancha; ¡Ah si
supieseis conservar esta limpidez a lo largo de vuestra vida!; pero este
ambiente de espiritualidad y de hermandad que formáis en estas horas de
comunión y de enseñanza, no reina en el mundo; el aire que respiráis está
envenenado por el pecado.
Mas habéis sentido como a medida que váis asimilando mi
Doctrina, va cayendo de vosotros eslabón tras eslabón de la cadena que os ataba
al mundo.
Os estoy juzgando, mas mirad cuán dulce es la palabra de
vuestro juez; ved que en vez de sentencia os doy mi perdón para que no volváis
a faltar; sois vosotros mismos los que os sentenciáis, reconociendo que es
justo que el dolor os toque; entonces Yo bendigo esa atrición y con mi
enseñanza os libro del cáliz de amargura. Este es el camino de Dios; por él
seguidme.
Quien escucha la voz de su conciencia, reconoce y comprende
sus faltas a la vez que acepta su expiación; mas quien no comprende la magnitud
de sus faltas, no sabrá librarse de sus manchas y mientras eso no sea, no podrá
llegar a Mí.
No blasfeméis contra el dolor; lo que debéis destruir es el
pecado; el dolor siempre os ha servido para deteneros en vuestra vertiginosa
carrera hacia el abismo.
Hoy habéis dejado de ser niños y podéis comprender el
sentido de mis enseñanzas; también sabéis que vuestro espíritu no nació junto
con el cuerpo que poseéis, y que el principio del uno no es el del otro. Esos
niños que mecéis en vuestros brazos, llevan inocencia en su corazón, mas en su
espíritu encierran un pasado a veces más largo y azaroso que el de sus mismos
padres. ¡Cuán grande es la responsabilidad de quienes tienen que cultivar esos
corazones para que su espíritu alcance progreso en el camino!
No por esto miréis con menos amor a vuestros hijos; pensad
que no sabéis quiénes son ni lo que han hecho; antes bien, aumentad para ellos
vuestra caridad y amor y agradeced a vuestro Padre que haya puesto en vosotros
su misericordia para convertiros en guías y consejeros de vuestros hermanos
espirituales, de cuyos cuerpos pasáis a ser padres por la sangre.
Sin tener estos conocimientos espirituales, va la humanidad
ayudándose mutuamente en su senda de evolución, porque el camino de perfección
está creado para todos y será recorrido por todos hasta el final, aun por aquél
que consideréis mas alejado de mis leyes. ¿Podéis concebir que alguno de
vosotros no llegue a Mí aunque sea pasando la eternidad sobre él? ¿Podría el
Padre perfecto haber descuidado a alguno de sus hijos?
Ahora bien, discípulos, ¿Creéis que al espíritu le baste una
sola existencia para concluir su misión y perfeccionarse? No Maestro, me decís
con íntima convicción.
He aquí la resurrección de la carne, mas no en la forma en
que fue concebida por la humanidad. La carne, al quedar inerte, va a las
entrañas de la tierra mientras el espíritu parte al más allá en espera de que
mi justicia le envíe a encarnar en un nuevo cuerpo; en esta forma espíritu y
materia vuelven a unirse en este mundo, mas no en el valle espiritual.
No porque el Padre os conceda más de una oportunidad para el
desempeño de vuestra misión, desaprovechéis la que hoy poseéis, porque nadie
sabe el número de existencias que mi justicia le asigne; por ello tanto el
anciano como el joven y el niño deben apresurarse a cumplir la misión que les
ha sido señalada para saldar sus deudas.
También os digo que éste es el tiempo de la resurrección de
los muertos, porque esta luz encenderá la fe de los que perecían entre
tinieblas de remordimiento, de deseperación y de amargura.
El Sexto Sello se encuentra desatado y el libro abierto ante
vosotros; el candelero alumbra al Universo y el Verbo Divino simbolizado por
una lengua de fuego, os habla desde el infinito; es la voz del Cordero inmolado
en el Segundo Tiempo la que sorprende a los hombres, les ilumina y les levanta
a la vida de la gracia.
Vivid alerta porque pronto surgirán muchos profetas y es
menester que sepáis distinguir a los verdaderos de los falsos.
Los hombres encargados de hacer justicia en la Tierra,
tomados como instrumentos de mi Divinidad, tocarán a todo aquél que sorprendan
en falsedad, a todo aquél que lucre con mi enseñanza y que tras de una máscara
de santidad esconda su perversidad.
¡Ay de aquellos que prometiendo conducir a los hombres a la
gloria, los lleven a la guerra y a la confusión!
Quiero que mis discípulos se hagan reconocer sanando
enfermos, rescatando perdidos, levantando débiles, para cumplir esta sagrada
misión; desprendeos de lo superfluo, abandonad todo entretenimiento inútil de la tierra, no engañéis a vuestro
corazón ni a vuestros sentidos con falsas bellezas o insanas impresiones.
Elevad vuestro espíritu para que gustéis sólo de lo eterno,
de lo bello y de lo bueno; si así no fuese, vuestro espíritu materializado por
la vida que llevásteis, sufrirá mucho para desprenderse de su cuerpo y de todo
cuanto deja y tendrá que vagar por un tiempo en los espacios envuelto en
confusión y amargura hasta que alcance su purificacción.
Vivid en mi Ley y no tendréis que temer a la muerte, mas no
la llaméis ni la deseéis antes de tiempo; dejadla llegar que ella siempre es
obediente a mis mandatos; procurad que os encuentre preparados y así
penetraréis en la mansión espiritual como hijos de la luz.
Hoy sentaos a mi mesa, comed, para que este pan os trasforme
y después sepáis ofrecerlo a quien lo necesite.
Hoy traéis ante mi palabra a los que vais encontrando en el
camino sin salud, sin paz, sin ideal. Mañana, cuando ya no se escuche mi voz en
esta forma, seréis vosotros los que recibáis a vuestros hermanos y les
alimentéis con esta esencia.
Nada ha sido dejado al acaso, todo ha ocurrido así por mi
voluntad. En el destino que os estoy señalando está mi justicia. Si encontráis
el camino sembrado de abrojos, de cierto os digo que no fue mi voluntad quien
los puso para herir vuestros pies y que debéis avanzar por el sendero llenos de
conformidad, teniendo en cuenta que esas penalidades que sufrís, despojan de
manchas a vuestro espíritu.
Cuando esa conformidad nazca de vuestro corazón, sentiréis
cómo mi caridad limpia vuestro camino.
Los que ahora escucháis mi palabra, la recibís como bálsamo
sobre vuestras heridas, mas no os concretéis a recibir mis beneficios sin
querer penetrar en el sentido de mi Doctrina, porque llegará el instante en que
no volváis a escuchar esta palabra y si no supísteis preparaos para comunicaros
de espíritu a Espíritu en los tiempos venideros, os sentiréis en la orfandad.
Quiero que en la lucha que se avecina, seáis el soldado
firme que defienda su causa, para que en la vida pueda ser llamado como Jacob,
el fuerte y prudente Israel; que sepáis acudir y responder siempre al llamado
del Padre.
No caminéis entre la duda y la fe, porque nunca podrán ser
firmes vuestros pasos ni sólidas vuestras determinaciones. Tampoco me pidáis
pruebas para creer, porque no sabéis en qué forma mi justicia podrá daros esas
pruebas.
¿No presentís una ayuda invisible que levanta a los que
habían caído en el fango? ¿No miráis a las muchedumbres que llegan enfermas y
que recobran la salud y la alegría? ¿No os dáis cuenta cómo los parias de la
vida llegan ante mi presencia y al serles revelados los dones que poseen, son
buscados y hasta admirados por las multitudes?
Sabed descubrir todas las pruebas que de mi poder y de mi
presencia os he dado y quedaréis convencidos de que a cada quien le he
concedido un milagro para que crea en mi llegada en este Tercer Tiempo.
Comprended que si habéis conducido vuestros pasos hacia el
árbol frondoso, bajo su sombra escucharéis la voz omnipotente de vuestro Padre.
Los discípulos deben aprovechar mi presencia para preguntarme si el fruto que
van recogiendo es lícito y agradable a mi divinidad, a lo que os contesto, que
si habéis sembrado mi simiente, tendréis que recoger buena cosecha.
¿Porqué hay quienes vienen caminando con tanta pereza?
Levantaos, ved cómo pasan los instantes sin que los aprovechéis; ahora es
tiempo. No queráis levantaros cuando vuestro tiempo sea escaso, porque entonces
intentaréis recorrer el camino a pasos agigantados y nada haréis bien y nada
podréis recoger, porque la semilla requiere tiempo para germinar, la planta
para crecer y el fruto para madurar.
Ya se acerca 1950 en que levantaré mi palabra; en ese año
marcare el último de mis hijos y el número de los 144 000 quedará completo.
Quienes hayan escuchado mi palabra y conozcan sus dones y cargos y hayan
aprovechado esta gracia, se sentirán seguros, mas los que no hayan querido
comprender esta Obra, mucho tendrán que padecer, muchos méritos y sacrificios tendrán que hacer para alcanzar la altura en donde se
encuentra mi paz, que es como una puerta que se abre ante el espíritu.
Vosotros, los discípulos del Tercer Tiempo, los que habéis
visto venir al Espíritu Santo, sois los que bajo esta luz comprendéis las
enseñanzas presentes, las pasadas y algunas de las futuras. No dudéis que éste
es un tiempo de luces, mas no os confiéis demasiado. Ved cómo el talento del
hombre de ciencia brilla como nunca. Ved al niño cuánto sabe desde sus primeros
pasos. Ved lo que acontece alrededor de la Tierra. Aún sois náufragos que vais
en busca de náufragos, dando voces de auxilio en medio de la mar embravecida.
Estudiad profundamente mi palabra para que lleguéis a tener
un verdadero conocimiento de ella y no vaya cada uno a hacer de mi Doctrina una
teoría diferente. No esperéis el tiempo de la persecución sin tener armas con
qué defenderos. Esas armas serán vuestra forma de vivir, vuestra palabra y
vuestro culto.
No os exijo que seáis infalibles, porque el único infalible
soy Yo; lo que sí os pido es sinceridad y buena voluntad en cada uno de
vuestros actos; lo demás lo hago Yo para completar y perfeccionar vuestra obra,
porque según seán vuestras obras, así será vuestro galardón.
Si alguno de vosotros sintiere envidia de su hermano
juzgándole más querido del Maestro y ambos reclamasen su sitio a mi diestra, Yo
les diría: No soy Yo quien debe sentaros a mi diestra; es algo que toca a cada
quien labrarse por sus propios méritos. En verdad os digo que no podría amar
más a un hijo que a otro.
Entre mis apóstoles del Segundo Tiempo, no amé a Judas menos
que a Juan. Aquellos espíritus fueron gotas del océano infinito de mi amor y
cuando ellos retornaron al Padre, sólo El supo en sus altos juicios, lo que
cada uno había labrado para sí.
Para que en este tiempo la humanidad pueda levantarse a
seguirme, penetrar en los misterios que os he esclarecido y llenarse de luz, es
necesario que tenga libertad en el espíritu, en el pensamiento, en la voluntad;
mas por eso he venido a libertar de su yugo a los espíritus, comenzando por
derrumbartronos e imperios para hacer caer cetros y coronas. Sed libres, no
busquéis aquí vuestro reino ni vuestra gloria; no hagáis de los humildes
vuestros siervos, ni seáis esclavos de la frivolidad. Recordad que os dije:
"Mi Reino no es de este mundo, aquí no está mi trono ni mis
ejércitos". Tampoco está aquí el reino de vuestro espíritu ni su galardón.
Con la verdad os hablé y con la verdad os estoy hablando.
Después de tanto tiempo de haberos hecho grandes revelaciones, no sería justo
que me dijéseis como Pilatos: ¿Qué es la verdad?
¿Queréis llegar a Mí? ¿Anheláis llegar algún día a donde han
llegado los que me han seguido? Todo lo que necesitais para lograr vuestro
anhelo ya os lo he dado; si me hice hombre en aquel tiempo y ahora en espíritu
he venido a hablaros, ha sido para enseñaros el camino que conduce a la
perfección. Soy el Verbo Eterno que os dice: Oídme, que 1950 se acerca y entonces
os parecerá que las puertas de los cielos se han cerrado.
Yo os dije en aquel tiempo: "Quien conoce al Hijo
conoce al Padre", ahora agrego: "Quien conoció al Hijo y a través de
El al Padre, conoce al Espíritu de verdad que hoy os habla".
Venid con pleno conocimiento de vuestra misión al seno del
Sexto Sello, llamadme y vendré a hablaros, mas hacedlo sólo hasta el año 1950,
en que está marcado por mi voluntad el término de mi comunicación por medio del
entendimiento humano.
Lo mismo recibo al que en su corazón ensalza mi nombre y
bendice mi nueva manifestación, como al que viene tan sólo a calificar mi
palabra, en espera de encontrar errores en ella, para desmentirla. Para todos
tengo una lección. Hablo al corazón del niño y al del anciano, al corazón del
hombre y al de la mujer. Hablo al filósofo y al hombre de ciencia. Ninguno pasa
desapercibido ante mi sabiduría. Por eso digo a la multitud: Tomad de mi
palabra lo que a cada uno corresponda.
En aquel tiempo os dije: "Yo soy el camino". Hasta
después entendísteis lo que Jesús quiso decir con aquellas palabras pues
comprendísteis que el camino era la Ley divina del amor.
Hoy vuelvo a deciros: "Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida, y si buscáis la esencia de mi palabra en este tiempo, encontraréis en
ella la Ley eterna de amor, aquel mismo camino que en la Tierra os tracé.
En aquel tiempo muchos creyeron que Cristo venía equivocando
el camino y alterando la Ley, por eso le combatieron y le persiguieron, mas la
verdad, como la luz del sol, se impone siempre a la tinieblas. Ahora será
combatida de nuevo mi palabra porque habrá quienes crean encontrar en su
esencia contradicciones, confusiones y errores, pero su luz volverá a esplender
en las tinieblas de este tiempo, y la humanidad verá que el camino y la Ley que
os he revelado, es la misma de aquel tiempo y será la de siempre.
Oídme en este tiempo para que aprovechéis la divina lección.
No repitáis lo que muchos hicieron en el Segundo Tiempo que mientras escuchaban
a Jesús lo burlaban y cuando vieron los prodigios del Maestro en la cruz y aun
después de muerto, se llenaron de remordimientos y de temor, porque comprendieron que Dios había pasado por el mundo. ¿Acaso
alguien sabe si estos discípulos a través de quienes me comunico, fueron
aquellos que más me desconocieron y burlaron en aquel tiempo? Vedles ahora
soportando el juicio, la mirada de burla y la mofa de las multitudes. No
llaméis venganza a esto, es justicia y es menester que el que yerra por
ignorancia, experimente y viva, a fin de que más tarde sepa comprender su
error.
¿Por ventura sabéis si estos portavoces fueron en otro
tiempo de aquellos que anhelaron ser mis apóstoles y tuvieron que esperar para
poder servirme?
La humanidad se está purificando con el dolor, para que mi
reino de paz y espiritualidad pueda establecerse en el corazón de los hombres y
de los pueblos.
En el año 1924, os pronostiqué todo cuánto en el presente
está ocurriendo.
Uno a uno van llegando a mi presencia los que en este tiempo
están llamados a ser mis precursores y profetas, y todo aquél que ha sentido
interiormente el llamado me dice: "Señor, aquí estoy, quiero ocuparme en vuestra Obra, ordenad, soy vuestro siervo".45
Desde ese instante me he dedicado a pulir las asperezas de
su corazón con el cincel de mi palabra, a llenarlo de caridad y de bálsamo, de
paz y de bondad. Recordad que os he dicho que de la abundancia de vuestro
corazón hablarán vuestros labios.
Quiero que seáis como árboles cuya sombra cobije a muchos,
mas. ¡Cuán pocos sois los que verdaderamente estáis aprendiendo a dar sombra al
caminante!
Imitad a vuestro Padre que es semejante a un árbol
corpulento que da sombra y que ofrece sus frutos a todos sus hijos.
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