Como la alondra que abre sus alas para cubrir a sus
polluelos, así mi amor se extiende sobre vosotros.
Esta voz que os llama es la del Divino Maestro; esta
palabra, es la del que todo lo ha creado. Quien tiene poder para hacerlo todo,
convertirá la piedra de vuestro corazón en un santuario de amor y elevación y
encenderá la luz en donde sólo había tinieblas.
Algunos de vosotros seréis convertidos y preparados con mi
doctrina para que vayáis en busca de los que se han perdido en los desiertos,
porque así contemplo la vida humana, como un desierto. Hay quien se sienta solo
en medio de millones de espíritus y quien muere de sed sin que haya quien le
ofrezca un poco de agua. Ahí enviaré a mis nuevos apóstoles; quiero que mi
nombre vuelva a ser pronunciado con amor por unos y escuchado con emoción por
otros; quiero que sea conocido por quienes lo ignoran. Hay hombres, ancianos,
mujeres y niños que nada saben de mi existencia. Yo quiero que todos me
conozcan y sepan que en Mí tienen al Padre más amoroso, que todos me escuchen y
me amen.
Es necesario que os preparéis, porque está próximo el
instante en que he de hacerme sentir en vuestro espíritu. Llegaré a vosotros
llamando a las puertas de cada corazón. Bienaventurado sea el que sepa darme
hospedaje. A unos les pediré pan, a otros agua y como os Profetizó Juan mi
discípulo: "He aquí que Yo estoy a la puerta y llamo y si alguno oyere mi
voz y abriere, entraré a él, cenaré con él y él conmigo".
Comprended que no serán los objetos materiales los que os
venga a pedir, serán las obras de amor de vuestro espíritu, porque mi hambre y
mi sed es de que os améis los unos a los otros y de que viváis en paz.
Dejad que mi amor germine en vuestro corazón y mitigad con
él la sed que abrasa a esta humanidad.
Yo no me he cansado de esperaros, vosotros sí os habéis
cansado de tanto andar porque habéis hecho largo vuestro camino. Nadie tema
seguirme, porque Yo seré su báculo.
Luchad para que la humanidad se espiritualice; si llegáis a
verlo gozaréis y daréis gracias a vuestro Padre, mas si no llegaseis a
contemplarlo, no temáis, dejad sembrada la semilla, que si aquí no recogieseis
el fruto, lo recogeréis en la vida que os espera. ¿Cómo será aquella vida? No
os preocupéis, tened fe en ella porque es infinitamente más hermosa y perfecta
que ésta en la que hoy vivís. En vuestro lenguaje no existen palabras que
describan o expresen lo divino, y si Yo os la describiese en alguna forma, no
lo concebiríais, ni lo comprenderíais. En cada morada y en cada escala que
alcancéis os diré lo que ahí tengáis que saber. Sin embargo, mucho tengo que
revelaros en este mundo para que podáis elevaros hacia aquellos que os esperan
sin tropezar con los obstáculos del camino.
Quiero que el hombre llegue a poseer la sabiduría siendo
humilde y caritativo a la vez. Mirad cuántos con un poco de saber se envanecen,
se sienten grandes, empuñan un cetro y se coronan ante sus hermanos. Sed
humildes de corazón, sed senillos y accesibles y Yo os coronaré, mas no con
vanidades humanas. No será menester que la humanidad contemple este galardón.
No busquéis premios entre los hombres, que bien poco tienen que daros; buscad
que os compense, quien es todo justicia y todo lo posee.
No os detengáis en vuestra jornada, no retrocedáis en
vuestra evolución; recordad con cuántos sufrimientos y vicisitudes habéis
llegado hasta aquí. El pescador de corazones os ha rescatado y os ha puesto a
salvo; no volváis a mancharos. Yo os envié a la Tierra a expiar vuestras faltas
y no a que las multipliquéis. No porque veáis que a cada falta os perdono,
penséis que nunca pueda llegar mi justicia a vosotros y os obligue a despertar
de vuestro sueño de grandeza. Dejad que la paz de mi amor os revele cuánto
quiero que sepáis y que no sea el dolor de mi justicia el que os hable.
Aprended, aprovechad la divina enseñanza y practicadla, ésta
será la forma de demostrar que aprendisteis de Mí; mas cuando os pregunte qué
hicisteis de mi amorosa lección no vayáis a contestar que no supisteis lo que
oísteis y que todo lo ignoráis. Si vosotros que escuchasteis mis palabras,
desmintieseis con vuestras obras mi amor y mi justicia, ¿qué simiente dejaríais
en la Tierra?
En este instante quiero que oréis por las naciones del
mundo, por vuestra hermana humanidad y os prometo descender hacia todos como
alondra, como ya he descendido entre vosotros.
Con amor y regocijo contemplo que todos os habéis preparado
para recibirme, unos con sus buenas obras, otros con su dolor y otros con
penitencia espiritual. Por caminos de abrojos habéis tenido que pasar para
llegar hasta el árbol donde trina el ruiseñor, cuyo canto da paz al corazón.
Cuando partisteis hacia los caminos de la vida, de la
experiencia y de la evolución, ibais heredados, mas ahora que venís a escuchar
mi voz que os ha sorprendido en mitad del camino, os encuentro desheredados.
¿A qué herencia se refiere el Maestro? A la del espíritu,
porque mientras unos la perdieron, otros la cambiaron por las vanidades del
mundo. Mas llegó el instante en que sentisteis necesidad de los dones
espirituales y al no encontrarlos en vuestro ser, comenzasteis a buscarlos con
angustia por uno y otro sendero. Por eso os llamo frecuentemente "hijos
pródigos", porque sois semejantes a aquél de quien os hablé en mi
parábola.
En vuestro corazón están impresas las señales de las
tempestades que por él han pasado; en vuestras plantas están frescas las
huellas que en ellas han dejado los cardos del camino, y en todo vuestro ser
veo la fatiga de una vida que hoy comprendéis que no puede ser la eterna.
Vuestro espíritu vivía una larga noche de insomnio y de
lágrimas, mas la esperanza que pusisteis cuando os levantasteis a buscarme, no
quedó defraudada, porque una hermosa aurora vino a sorprenderos, cegando por
instantes a vuestro espíritu.
Al fin el hijo pródigo, presente en cada corazón de los que
forman este pueblo, volvió al hogar de su Padre, escuchó de nuevo su voz y se
sintió acariciado con infinito amor. La vergüenza de mostrar sus vestiduras
desgarradas y sus pies sin sandalias, se disipó al sentir sobre su frente el
ósculo paternal, como prueba de que todo estaba perdonado
por aquel Padre que por largo tiempo había estado esperando el retorno
del hijo.
Por eso os he dicho en este día, que todos os habéis
preparado para recibirme y que os habéis hecho dignos de mi caricia. Cuando
habéis descansado y han cesado en vuestro pecho los sollozos, entonces vuestro
Padre, transformándose en Maestro, os ha presentado su lección, para que
principiéis a cumplir con la misión para la cual habéis sido creados y enviados
a la Tierra.
Aquél que lleva en aumento su amor hacia el Padre y se convierte
en su discípulo, no podrá ya después equivocar el camino. A todos los hago
penetrar en mi santuario para que mirando la pureza y la perfección que en él
existen, no osen mancharlo jamás.
El párvulo se extasía ante la cátedra del Divino Maestro, y
al penetrar en la esencia de su enseñanza, se da cuenta de que la heredad que
creía haber perdido en el camino, siempre estuvo con él, mas sus ojos no la
miraban, ni su corazón la sentía, porque se encontraba sordo, ciego e
insensible a sus dones espirituales. Ya fuerte, seguro y confiado, amando a su
Creador y sintiéndose amado por Él, tiene el deseo de volver a recorrer los
caminos que dejara, mas no para perderse, sino para hacer luz en ellos, quitar
los abrojos e ir al encuentro de los viajeros perdidos y orientarlos hacia
aquel árbol en donde él recobró la vida y la fe.
Bienaventurados los que busquen incansablemente la verdad y
aún más, aquellos que habiéndola encontrado no la reserven para sí, sino que la
lleven ante la humanidad, para iluminar con su luz el camino de sus hermanos.
Os he llamado labriegos y en verdad que podéis serlo. Os he
dado el tiempo, la semilla, el agua, las tierras y las herramientas de
labranza.
Sencillo es el sentido figurado en que os hablo, para que
podáis comprender cuánto os quiero decir en estas lecciones.
En vuestro espíritu dejo mi rocío de amor que os fecunda y
acaricia. Ni en los montes, ni en los valles, ni en las flores, he derramado
tanta gracia como en vosotros. Mi amor siempre os acompañará, pero esta
palabra, que ahora os doy por conducto del entendimiento humano, esa no será
eternamente con vosotros.
Oíd y guardad mis palabras en vuestro corazón. Si a la
humanidad no le concedí volver a la Tierra haciéndome hombre nuevamente, como es el deseo y la creencia de muchos, tampoco os
concederé que sigáis escuchándome bajo esta forma después del instante
señalado, que es al concluir el año de 1950. Hoy todavía no sabéis lo que tengo
dispuesto para vosotros después de este tiempo.
Voy a prepararos para que curéis a los enfermos, para que
consoléis a las viudas y a los huérfanos, para que convirtáis a los pecadores
con palabras de potestad, para que sanéis a los leprosos y llenéis de luz el
camino espiritual de vuestros hermanos.
Nuevamente os estoy heredando y confiando la semilla de la
vida, del amor y de la espiritualidad. No os desheredéis más en vuestra vida.
Os dejo mi paz, porque Yo soy la paz que se extiende sobre
el mundo, semejante a las alas de la alondra que cubre a sus polluelos en el
nido. ¿Cuándo llegaréis a ser espiritualmente como alondras de paz?
Os he hecho nacer en este nido de amor, en donde nunca os ha
faltado el sustento y en donde mi enseñanza llena de gozo a vuestro corazón.
Aún estáis débiles, vuestras alas no han crecido, el plumaje es escaso, pero
llegará el día en que os sentiréis fuertes para remontar el vuelo, cruzar las
distancias y desafiar la furia de los vientos. No imitéis a los que han querido
abandonar el nido antes de tiempo y han caído por tierra, porque no sabían aún
batir sus alas. Esperad a que Yo os marque el camino y entonces no os
perderéis. Como parvada de alondras os diseminaréis, llevando la rama de oliva,
como símbolo de paz y formaréis nuevos nidos en el follaje de los árboles.
Me preguntáis por qué he venido en este tiempo entre
vosotros y Yo os digo: ¿No os dais cuenta de todo lo que pasa a vuestro
alrededor? ¿No sabéis que lo que en el mundo ha acontecido en los últimos
tiempos y lo que pasa en el presente son anuncio de mi llegada y de mi
presencia entre los hombres?
Mirad cómo la guerra ha envuelto a las naciones más
adelantadas, la maldad ha alcanzado su más alto grado de desarrollo; la mentira
es tomada como si fuera verdad; la ciencia al revelar grandes misterios a la
humanidad, le ha permitido utilizarlos para la destrucción y cuántas
actividades impuras ha consagrado el mundo como buenas. Entonces es cuando me
presento delante de vosotros para iluminar vuestra mente y deteneros en vuestra
carrera hacia el abismo.
Os hablo con mi verdad eterna y os digo: que si buscáis
placeres y ciencia, en Mí encontraréis la verdadera ciencia y el verdadero
goce.
Cuán pequeño es vuestro planeta, y sin embargo cuán
distantes vivís unos de otros. ¡Cuánta división existe en vuestro mundo!
El hombre ya no es ignorante, su evolución espiritual e
intelectual es grande, por lo tanto, su responsabilidad en esta hora de prueba
también es muy grande. Podrá decir el hombre de este tiempo que ignora mis
leyes y mi justicia, mas esto no es verdad, porque dentro de sí lleva un
espíritu de luz. Es que el espíritu cede ante las tentaciones y atracciones del
mundo, ante cuyas plantas deposita sus dones e inclina su cerviz.
Humanidad, por amor a vos he descendido y me he
materializado en esta forma, mi Espíritu baja a los abismos y mi caridad se
extiende para salvar a la oveja descarriada. Vengo a enseñaros a orar y a pedir
con el espíritu y no con los labios: porque el cuerpo no es el que debe pedir,
sino el espíritu es quien sabe lo que ambos necesitan, ya que os di la palabra
para que os comunicaseis con vuestros hermanos.
El lenguaje del espíritu está más allá de vuestro idioma y
de vuestro pensamiento. ¿Cómo va a poder expresar la materia lo que siente el
espíritu? Siempre tendrán que ser pobres esas expresiones e imperfectas esas
manifestaciones de oración. Siempre hablará mejor al Padre una lágrima que se
desprenda de vuestros ojos y que muchas veces nadie ve, un sollozo que se
ahogue en vuestro pecho, un dolor que me ofrezcáis en silencio y que apuréis
con paciencia, o vuestras obras buenas que hacia Mí elevarán su esencia, como
de las flores se desprende su fragancia.
Estoy justificando mi presencia entre vosotros con mi
enseñanza. Alguno dirá: "Maestro, es difícil practicar vuestra doctrina y
quizá impropia de nuestra era materialista", mas Yo os digo, eso mismo
dijeron en el Segundo Tiempo de mi palabra y sin embargo, los gentiles y los
paganos, fueron los que más pronto se convirtieron a ella.
Así como os anuncié estos tiempos de grande amargura,
también os digo, que pasada esta confusión, vendrá la armonía entre la
humanidad.
Los soberbios, los engrandecidos, los faltos de caridad y de
justicia, serán retenidos un tiempo en el más allá, para que el bien, la paz y
la justicia progresen en la Tierra y dentro de ellas crezcan la espiritualidad y la buena ciencia. Porque no será necesario que hagáis
una vida mística para agradarme, ni será obligado ninguno a seguirme, porque
las obras que en forma obligada me ofrecieseis, no serán recibidas por Mí.
Hasta Mí llegan tan sólo las ofrendas de buena voluntad, los impulsos sinceros,
el amor espontáneo. Tampoco quiero que me sirváis por temor a un castigo, ya es
tiempo de que sepáis que Dios no castiga a sus hijos, por lo tanto, no me
ofendáis más con vuestros malos juicios.
Que no os guíe jamás el interés, ni deis algo pensando de
antemano en la recompensa, porque eso ni es amor ni es caridad. No espere
vuestro espíritu recoger en el mundo amor, como recompensa a sus buenas obras,
porque no habéis venido a la Tierra a recoger amor, sino a sembrado. La cosecha
no es de este mundo.
Los que han cumplido con su misión en esta vida, la han
abandonado con la paz en su corazón, con la sonrisa en los labios, llenos de
satisfacción y humildad, bendiciendo a todos, sin pensar en todo el dolor que
recogieron a cambio del amor que sembraron. Yo soy la compensación perfecta y
justa a vuestras obras. No olvidéis que os dije: "Cuanto hiciereis con
vuestros hermanos, lo estáis haciendo conmigo".
Si por un breve acto de arrepentimiento y de elevación
espiritual, desciende sobre estas materias mi rayo divino y pongo en sus labios
la palabra que interpreta mi divina enseñanza que os conmueve y os hace
estremecer con su amor, ¿qué os dará el Padre, cuando en aquel más allá os
presentéis llenos de méritos en vuestro espíritu?
He llegado a deciros: pedidme mi cetro y os lo daré. Sí, mis
hijos, sabed pedir y todo se os dará, que si algún día os hicieseis dignos de
mi cetro. Yo no os lo negaría; mas quiero que analicéis bien esta palabra para
que no os confundáis.
Muchos hombres de reconocida sabiduría en el mundo, no
podrán reconocerme bajo esta forma y me negarán, más no por ello os
sorprendáis, ya os lo anuncié tiempo ha cuando os dije: "Bendito seáis
Padre, que revelasteis a los humildes tu verdad y la ocultasteis a los sabios y
entendidos", mas no es porque Yo oculte mi verdad a nadie, sino más bien
porque los limpios de entendimiento, en su pobreza o insignificancia, pueden
sentirme mejor, mientras que los hombres de talento cuyo entendimiento está
lleno de teorías, de filosofías y dogmas; no pueden comprenderme ni sentirme.
Mas la verdad que es para todos, llegará a cada quien en el instante marcado.
Muchos llegarán a deciros que no soy Yo quien os habla, que
no es mi esencia divina la que se derrama en esta palabra; entonces algunos de
vosotros dudarán y en su angustia me dirán: ¿Maestro, cómo es posible que
pierda yo la fe y tenga que caminar sin ley y sin Dios? Mas de cierto os digo,
que quien me ha sentido y me ha visto, no puede negarme ya.
Un torbellino de ideas y de tinieblas ha mucho tiempo que
desunió a los hombres. Un torbellino de luz en este tiempo les unirá. La torre
de Babel que los hombres construyeron, ha sido destruida, mas en el corazón de
los pueblos y de las razas, esa torre de soberbia ha seguido creciendo. Sólo un
torbellino espiritual puede derribarla y esa tempestad comienza a estremecer
sus cimientos y sus muros, mas cuando esta torre haya sido destruida, ahí, en
su lugar, se levantará otra, la que no podrá ser destruida, porque sus
cimientos firmes, no serán de desunión, sino de fraternidad y de armonía.
Para ayudaros a comprender mis lecciones os digo: Recibidme
en vuestro corazón, para que podáis entender la doctrina que vengo a revelaros
en este tiempo. Esta palabra que os entrego es el nuevo Testamento que os
llevará a la vida eterna. Bienaventurado el que reconozca las virtudes de esta
palabra, porque en el más allá reconocerá las virtudes que ahí existen. No
pidáis pruebas para creer, porque imitaríais a los pueblos paganos de la antigüedad,
y éstos son ya otros tiempos. No llevéis vuestra materialidad y vuestra duda al
grado de negar y hasta de dar muerte a vuestros profetas, como hicisteis en el
Primer Tiempo. Habéis reencarnado para dar un paso adelante en el camino de la
evolución, no para permanecer estacionados en una misma lección. Si mi nueva
enseñanza es más profunda, ved cómo Yo mismo vengo a explicarla, para que la
comprendáis.
Todos recibís la misma enseñanza, sin embargo, no todos
tenéis el mismo número de reencarnaciones. Vivís en el Tercer Tiempo y todavía
hay quienes no saben en dónde están, ni cuál es la verdad, ni cuál es el camino
certero.
Este es el tiempo de la luz y del espíritu y muchos no
conocen aún el verdadero culto a Dios; mientras unos no llevan un átomo de
temor a mi justicia, otros temen a Dios de un modo erróneo e injustificado. Yo
digo a mis discípulos, que el hombre debe de temer de sí mismo, porque él es el
que obra, el que edifica o destruye. Cuán injustos os mostráis con vuestro Padre,
cuando en medio del dolor que os vais labrando, me decís: ¿Señor por qué me
castigáis? Yo no pongo corona de espinas sobre la
cabeza de mis hijos, ni sobre sus hombros la pesada cruz. Ellos se
sentencian, se coronan y se abruman de penalidades.
Jesús el Justo, aceptó la corona que le deparasteis y la
cruz que le impusisteis, porque su sacrificio y su sangre eran los únicos
dignos de trazaros con su ejemplo el camino por el que debéis ascender para
limpiaros de vuestros pecados.
Soy vuestro Juez, mas mi juicio que es inapelable e
inexorable, nace del amor. Hoy vengo a juzgar a vivos y a muertos, mas sabed
entender cuáles son los vivos y cuáles son los muertos. Soy resurrección y vida
y estoy resucitando a los que habían muerto a la verdad. Vengo como rey mas no
traigo corona de vanidad, porque mi reino es de humildad. Para muchos soy el
muerto que resucita, porque he venido en Espíritu a la humanidad a decirle
nuevamente que "Mi reino no es de este mundo", y que para oír la voz
de vuestro Rey y Señor, es menester elevar el espíritu para así llegar a Él.
El que durante su estancia en la Tierra ha sucumbido a las
tentaciones y ha sido esclavo del mundo y de sus pasiones, tendrá que
sorprenderle la muerte sin fortaleza, ni elevación en el espíritu, que es como
si llevase en sí la muerte.
Al mal le levantan tronos en el mundo y se le rinde culto en
todas las formas. Al bien se le escarnece y se le combate, como si fuera
perjudicial o inútil; mas si mi voz viene a llamaros desde la eternidad, para
que lleguéis a Mí por la senda del bien, que es la única que a Mí conduce, es
porque Yo soy vuestro Creador y porque me pertenecéis. Si os busco es porque os
amo y no quiero que ninguno pierda la felicidad que para todos tengo preparada.
Como ladrón he venido a sorprenderos, mas si algo he venido a buscar, es a
vuestro espíritu. Si os he visto cargando una pesada cruz, no habría Yo de
venir a aumentar su peso con mi juicio, antes bien he venido a ayudaros a
llevarla.
En verdad os digo, que aún no puedo pediros obras perfectas,
porque nacéis y vivís en pecado; mas os aseguro que de vuestro corazón haré
brotar virtudes con el poder de mi palabra. Los dones que hay en vuestro
espíritu y que la humanidad cree que pertenecieron sólo a los justos y a los
profetas de otro tiempo, surgen ahora aún en los grandes pecadores, y por medio
de estos dones se salvará la humanidad.
Sed tengo de vuestro amor, hambre de vuestra paz, mas si
vosotros también tenéis hambre y sed ¿qué podréis darme? Vuestro cumplimiento
espiritual es de paz, velad y orad para que hagáis realidad ese don que os he confiado. Orad brevemente en cada día, y el resto de
vuestro tiempo empleadlo en cumplir con vuestros deberes espirituales y también
materiales.
Decid a la humanidad que el camino de los pecadores lo he
iluminado para que puedan escapar del abismo. Vengo en busca de los perdidos,
porque los justos ya están Conmigo.
Os enseñaré a marchar por el mundo con mansedumbre al mismo
tiempo que con firmeza. Cuando se inició mi comunicación en este tiempo, ¿quién
podría haberos dicho de todas las complacencias espirituales que ibais a gozar?
Escudriñasteis las profecías de los tiempos pasados y
comprobasteis que estaba anunciada mi nueva manifestación, mas cuando tuvisteis
la comunicación de María vuestra Madre Celestial, hubo quien se preguntara:
¿También la presencia de María estaría anunciada? De cierto os digo, que si
interpretaseis bien las profecías de Juan el Apóstol, encontraríais que su
presencia había de ser también en este tiempo.
Cuántos de los que forman parte de este pueblo ni siquiera
han escudriñado las escrituras, porque la intuición de su espíritu y la fe de
su corazón les han dicho desde muy adentro: "Es el Divino Maestro".
"Es nuestra Madre espiritual".
En verdad os digo que doquiera se manifieste mi Espíritu,
ahí estará presente la ternura y la dulzura de María.
¿Por qué muchos la han desconocido? Pensad que si ella tan
sólo hubiese existido como mujer y su misión se hubiese reducido a traer al
mundo el cuerpo donde el Verbo se manifestó, no os la hubiese dejado cual Madre
al pie mismo de la cruz, ni mis discípulos la hubiesen reconocido como a su
propia Madre, después de que el Maestro partió. En este tiempo, en que parte de
la humanidad niegan su pureza y divinidad y otra parte la reconocen como Madre
Universal, la adoran con cultos fanáticos, ignorantes e idólatras; os envío mi
luz y os concedo su presencia, para que a través de su palabra que vierte
esencia maternal, ternura infinita y consuelo divino, os levantéis entre la
humanidad, llevando en vuestro corazón un santuario donde vuestra más tierna
ofrenda sea aquella que dediquéis a vuestra Madre Celestial; entonces
ostentaréis dignamente el nombre de Espiritualistas Trinitarios Marianos.
¡Mi paz sea con vosotros!
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