La luz de mi espíritu desciende entre vosotros. Vengo a
daros el tesoro de la paz y a vestiros con las galas de la humildad. Si la
humanidad quisiera desgarrar en jirones vuestra vestidura, dejadla, que esos
jirones le sirvan para cubrir su desnudez.
Entre estas multitudes están los que sin haberme visto me
creen, me aman y me siguen, bienaventurados sean, porque ellos serán en la
Tierra Prometida.
En este día conmemoráis la resurrección de vuestro Maestro y
en verdad os digo, que muchos de vosotros resucitaréis con la luz de mi palabra
a la vida de la gracia.
Sólo en cuanto hombre nací y morí, porque en cuanto Dios no
tuve principio ni tendré fin. Jesús nació de la pureza del amor del Padre hacia
la humanidad, tomando forma humana en el seno de una casta doncella,
previamente escogida por el Creador.
Las obras y palabras de Jesús, fueron el camino que vino a
trazaros el sendero que os llevará al reino de los cielos. Mas Cristo, a través
del cuerpo de Jesús, sintió todos los dolores y angustias del mundo, supo de la
agonía y quiso en Espíritu penetrar en los antros de tinieblas en donde los
seres espirituales también le esperaban. Mas os digo, que el dolor de Jesús en
la hora suprema de su agonía en la cruz, no fue comprendida por nadie. Hubo un
instante en que se sintió solo entre el cielo y la tierra, azotado por los
elementos desencadenados y abandonado de sus discípulos, fue entonces cuando
exclamó: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me habéis abandonado? Los hombres lo
arrojaban de su seno y su Espíritu lo abandonaba.
Por virtud de mi poder, Jesús podía haber sido insensible al
dolor corporal, mas no vine en cuanto hombre a engañaros. Mi dolor fue único,
mi Muerte real y mi sangre, sangre de verdad.
Mientras el cuerpo del Maestro estuvo en el sepulcro, el
Divino Espíritu iluminó las moradas en donde justos y pecadores le esperaban,
para que su caridad les llevara a una nueva era; porque la sangre del Cordero
no sólo trazó el camino de su evolución espiritual a los seres de este mundo,
sino también a los del valle espiritual. Cumplida en todos aquella misión de
amor, el cuerpo de Jesús se fundió con el Espíritu Divino, de la misma manera
que tomó forma humana.
Si el cuerpo de Jesús no brotó de la tierra, ¿por qué había
de rendirle tributo como todos los hombres? El os había dicho: "Mi reino
no es de este mundo".
Al oír mi enseñanza resucita vuestro espíritu, porque ha
comido el pan de la vida eterna que es mi palabra. Fortaleceos con mi doctrina,
porque se acerca el instante en que los hombres, como lobos hambrientos se arrojen sobre vosotros para juzgaros; y no es mi voluntad que
vuestra fe y vuestra paz las dejéis en manos de vuestros perseguidores.
Aprovechad el tiempo en que aún estará mi manifestación bajo
esta forma con vosotros, porque si hoy no encendieseis vuestra lámpara, mañana
suspiraréis por este tiempo de enseñanza y complacencias y lloraréis deseando
volver a escuchar mi palabra. Muchos diréis: ¡Maestro! Qué diera por volver a
escuchar una de tus cátedras a través de aquellos a quienes tanto juzgué como
imperfectos.
Aprovechad en verdad mi enseñanza, ahora que os la estoy
entregando por conducto de éstos mis hijos, a quienes he escogido y preparado.
Por sus labios he hecho brotar palabras de sabiduría y amor. Con sumisión se
han apartado del mundo y apuran por vosotros un cáliz de amargura, sabiendo que
son el instrumento del Padre para su comunicación con vosotros.
Si para escuchar mi palabra en este tiempo acudís a estos
humildes recintos, para elevar vuestra oración la podéis hacer desde el lugar
en que os encontréis, ya sea en el rincón de vuestra alcoba, o en donde labréis
el pan de cada día, lo mismo en el camino, que en el valle o en la ribera del
río, doquiera me encuentro escuchando vuestros ruegos.
Aprended a limpiar vuestro corazón y a elevar vuestro
espíritu hacia Mí, para que recibáis la comunión espiritual; no olvidéis que me
lleváis en lo más íntimo de vuestro ser. Elevaos hacia Mí, para que cuando
llegue el último instante de 1950, vuestro espíritu no se llene de pavor
diciendo: Maestro, os habéis apartado de nosotros. De cierto os digo que quien
se prepare, desde aquel instante se comunicará de espíritu a Espíritu con mi
Divinidad.
Si de tantas enseñanzas que os he entregado, hubierais
aprovechado una sola, y su doctrina fuera la ley que guiara todos los actos de
vuestra vida, en verdad os digo que ya no sería necesario que Yo estuviese
entre vosotros, porque en lo que habéis oído hasta hoy está toda mi doctrina.
Os voy a dar una vez más mi palabra para que vuestro
espíritu sienta que se encuentra en el banquete de la vida eterna. Recreaos
como Juan mi apóstol, contemplando las revelaciones del más allá.
En este tiempo desaparecerá toda la incredulidad entre
vosotros, porque os dejaré como una lámpara de fe encendida entre la humanidad.
Cada vez que me presento entre vosotros, mientras os doy mi
palabra, vuestro dolor se aparta, es que vuestro espíritu siente mi presencia y
se recrea con mi amor.
No sólo me escuchan los que concurren a estos recintos,
también grandes legiones de seres espirituales presencian esta manifestación y
reciben mi luz. Entre esas muchedumbres se encuentran los que en la Tierra
fueron vuestros padres, vuestros compañeros, vuestros hijos. Todos van
ascendiendo por la escala de evolución.
Vuestro corazón se llena de gozo al escuchadme hablar así y
sentís que es la misma gloria del Padre la que en estos instantes se abre para
derramar su gracia en toda criatura del Señor.
La luz de mi amor que ha venido a iluminar el sendero de
evolución de todos mis hijos ha provocado en algunos hombres de ciencia, la
confusión de sus ideas, al encontrar que el principio de la creación no es como
ellos se lo habían imaginado; mas Yo les hablaré desde lo alto de la montaña y
la fuerza de mi voz a través de los elementos estremecerá la Tierra y les
mostrará la verdad.
Pueblo, si queréis penetrar en comunión con mi Divinidad, no
contempléis a estos portavoces, por los cuales me comunico, como a seres
superiores. Estudiad y analizad mi palabra y os sentiréis en mi santuario
deleitándoos con la esencia de mi doctrina. Así seréis fuertes para dar
testimonio de que éste es el Tercer Tiempo, y de que en él me he manifestado a
los hombres como ESPÍRITU SANTO.
Entre la humanidad estoy eligiendo a mis nuevos discípulos,
diciendo a los hombres: Regeneraos, y a las mujeres: No volváis a pecar. A
todos os ha limpiado mi perdón para que iniciéis una nueva vida.
Vosotros, que mucho habéis bebido la amargura, ahora bebed
leche y Miel en este cáliz de amor que vengo a ofreceros.
Gozad poseyendo este bien espiritual. No os aflijáis
demasiado por el sustento del cuerpo, recordad que os he dicho: "No sólo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios".
A todos os encontré perdidos y os mostré el sendero
diciéndoos: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, seguidme hasta el fin.
A nadie he forzado para que me siga y a nadie amenazo por no
hacerlo. Ciertamente existe la ley de la restitución que cada quien labra para
sí, para que su espíritu evolucione y alcance su pureza, y su luz, mas el
infierno del fuego eterno no existe, como no existe el castigo divino. No interpretéis erróneamente lo que en sentido figurado se os ha dicho en
tiempos pasados.
Hoy estáis escuchándome reconociendo cada quien su misión,
mientras Elías como siervo incansable del Señor reúne a los 144,000 nuevos
discípulos, 12,000 hijos de cada tribu de este pueblo, para que reciban en su
frente la señal, que los marca como Espiritualistas Trinitarios Marianos.
Si en el camino de la vida os sentís cansados, venid a Mí y
descansad escuchando esta palabra, porque aún estoy con vosotros.
Esta palabra es el pan que vengo a acercar a vuestros
labios, su esencia es el agua cristalina que os ayuda a purificar vuestro
espíritu de todas sus manchas.
Os encontráis temerosos de que los aires huracanados os
arrebaten de este sendero y volváis a ser los débiles ante las pasiones de la
materia. Teméis a las murmuraciones de las gentes, a sus juicios, teméis al
mundo que con sus múltiples tentaciones os aleja de Mí.
Como no habéis comprendido mi palabra, creéis que os exijo
que abandonéis y renunciéis a todo lo material, cuando os estoy enseñando que
debéis dar al espíritu, lo que a él corresponde y a la materia lo que es de
ella. Mientras estéis en el valle de lágrimas, no alcanzaréis la perfección,
mas debéis prepararos en el amor y la caridad que derraméis entre vuestros
hermanos, para llegar al valle espiritual a recoger el fruto de vuestra
siembra.
El arcano que os estoy revelando es mi propio Espíritu el
cual se encuentra más allá de la escala de Jacob; Yo no estoy en la escala,
porque soy perfecto; en ella sólo están los seres que caminan en pos de la perfección.
¿Quién puede sentir que mi doctrina sea para su espíritu como un pesado fardo?
Si comparáis su peso con el de una cruz, comprenderéis que ahora Yo soy vuestro
Cirineo.
¿Quién podrá alejarse de Mí, si doquiera me encuentro? Hay
quienes intenten alejarse de mi presencia para sembrar a hurtadillas la
simiente que les he confiado y recoger para ellos la cosecha; mas Yo os brindo
las tierras fecundas; el que intente ausentarse, tendrá que penetrar en el
desierto. ¿Cuándo se ha visto que en las candentes arenas germine alguna
semilla? Ahí no asistirán al banquete que conmigo disfrutáis, ni escucharán en
su soledad el trinar de las aves que con su canto os han deleitado.
El que ha sentido en su corazón el deseo de abandonar la
cruz, es porque no ha presentido su misión ni su destino.
¡Cuántos os confesáis culpables y pecadores delante de Mí y
sois de los que me amáis! ¡Cuántos pregonan que me aman y ni siquiera tienen fe
en Mí, creen cuando reciben beneficios, mas cuando les llega una prueba me
niegan!
Este Tercer Tiempo ha sido una invitación para vuestro
espíritu, un llamado para que tengáis la gracia de ser de los que toman el
fruto divino de los tres tiempos.
Cuando la humanidad se ha encontrado en la mayor altura de
perversidad, la luz de mi espíritu ha descendido convertida en palabra
comprensible al hombre para salvarle, mostrándoles el camino de su restitución,
ayudándolos a cumplir con ella y haciéndoles comprender el galardón que les
espera.
A vosotros que me oís os digo: no llevéis en vuestra
sandalia polvo inmundo, buscadme, soy vuestra salvación. Soy la barquilla que
os salve del naufragio, que os aleje del mar embravecido del pecado para
conduciros a la tierra de Promisión.
¿Por qué habéis encontrado dolor en vuestro camino? ¿Por qué
vuestras plantas se han herido con los guijarros del sendero? ¿Por qué os
agobia la sed como a los caminantes cansados? Es porque ayer pasasteis por ese
mismo sendero y no limpiasteis el camino a los que tras de vosotros marchaban,
sin saber que tendríais que volver a pasar por ahí; y si nunca calmasteis la
sed de un sediento, ¿cómo queréis que alguien os la calme a vosotros?
Sólo Yo vengo a mitigar la sed de amor y de paz de vuestro
espíritu. Mi palabra es agua cristalina que se derrama entre vosotros. Gozad de
ella al beberla, convidad a vuestros hermanos y en verdad os digo que llegaréis
a ver la unión y la paz en los espíritus.
Si en el Segundo Tiempo me contemplaron vuestros ojos porque
vine en cuanto hombre, hoy vengo en Espíritu. Si vuestros ojos corporales no me
han contemplado, la sensibilidad de vuestro espíritu sí me ha palpado, porque
os estoy manifestando mi presencia. ¿Quién de los que me escuchan, no me ha
sentido en el latir apresurado de su corazón? ¿Quién de vosotros no se ha
estremecido ante mi palabra que es como mirada penetrante que llega con su luz
a vuestro espíritu?
Vengo a hablaros como Maestro, no como juez. Como juez no me
busquéis, porque en lugar de juicios quiero derramar consuelo y enseñanzas
entre vosotros.
He abierto vuestros ojos para que os deis cuenta de que mi
ley está siendo mancillada en la Tierra, mas no para que juzguéis a quien la
viola. Conoced mi ley para que no os perdáis del camino cuando los hombres os
la oculten y para que sepáis conducir a quien camina en tinieblas.
Vosotros no habéis venido para confundir a nadie; en verdad
os digo que antes de que eso fuese, más os valdría no hablar de mi obra o que
la muerte segara vuestra vida.
Pueblo, no sabéis lo que os tengo reservado. No penséis que
lo que hasta hoy habéis oído es todo cuanto tengo que deciros; grandes
lecciones voy a revelaros. Dones muy grandes se desarrollarán en vosotros.
Mi enseñanza viene a prestaros su ayuda para que logréis
comunicaros de espíritu a Espíritu con vuestro Padre, porque en esa práctica
está vuestra salvación. Abrid vuestro corazón, para que en él guardéis el
tesoro de mi palabra, mientras llega el instante de que tengáis que revelarla a
vuestros hermanos, porque ésta es la palabra que convierte al pecador y sana al
enfermo.
La huella que en este tiempo os trazo, no es de sangre, es
de luz. Venid a Mí, discípulos y descansad de vuestras penas, mitigad con mi
palabra vuestra hambre y sed de amor y paz para que cuando os deje colmados de
bienes espirituales quedéis como las vírgenes de mi parábola: velando en espera
del casto esposo, con vuestras lámparas encendidas para que sepáis recibirle
cuando llame a vuestra puerta.
El que guarde en su corazón mi palabra y tenga fe en ella,
tendrá paz y ventura en los caminos del mundo y logrará su elevación en el
sendero que conduce a mi reino.
Con amor os entrego mi palabra para daros la vida verdadera
y enseñaros a hacer lo mismo entre la humanidad donde existen tantos muertos a
la fe. Todo lo que hiciereis en mi nombre lo veréis realizado en vuestros
hermanos; mas si en vez de bendecir en vuestro camino, blasfemáis o juzgáis a
vuestros semejantes, en verdad os digo que vosotros mismos os estaréis
sentenciando, porque con la vara que midiereis seréis medidos.
Si me habéis ofendido, pedidme perdón, si vuestro hermano os
ofendió, perdonadle, tal vez no sepa lo que ha hecho. En cambio, si vosotros
llevando tanta luz por las enseñanzas que estáis recibiendo, aún ofendéis, no
podréis decir que sois inocentes. Si vosotros ofendieseis, seríais más duros
que la roca, porque os estoy doctrinando para que seáis nobles con vuestros
hermanos.
Estudiad mi palabra para que la muerte no os sorprenda
impreparados, ni las tinieblas oculten a vuestro espíritu el sendero de su
evolución. Mi enseñanza es el único libro que encierra verdad desde su primera
palabra hasta la última. Ese libro lo he abierto nuevamente ante vosotros en
este tiempo, para resucitaros a la vida eterna y reuniros en mi aprisco de
amor, porque os contemplo perdidos como ovejas sin pastor.
He aquí la voz del que llama a los espíritus para librarlos
de las fatigas del mundo. Algunos de mis hijos reconocieron la voz, otros no,
porque no la recordaba su espíritu ofuscado por el materialismo de este tiempo.
Mas Yo, el Pastor, teniendo en el aprisco de mi amor que es mi Reino, a las
noventa y nueve ovejas, descendí a la Tierra en busca de la extraviada.
Cuánto tiempo os alimentaste de frutos amargos que os
hicieron olvidar la dulzura del fruto de la vida verdadera, y sólo hasta que
escuchasteis mi palabra, volvisteis a saber lo que es el verdadero sustento del
espíritu.
Ayer os levantabais buscando en vano la senda de vuestra
elevación espiritual, agobiados por el dolor de vuestros pecados. Hoy os he
reunido, os he multiplicado y os he hecho conocer vuestros dones, mas en verdad
os digo: Antes de que caigáis en vanidad por esta gracia y queráis juzgar al
pecador, o tratéis de humillar al que ha faltado, recordad y meditad sobre la
enseñanza que en el Segundo Tiempo os di, cuando me fue presentada la mujer
adúltera; recordad la parábola del publicano y el fariseo y la del buen
samaritano. La esencia de aquellas enseñanzas es eterna. Hoy, mañana y siempre
podréis aplicarlas en vuestra vida. Es la parábola que en el Segundo Tiempo os
di, a veces en los márgenes del río, otras en el desierto o en la montaña, fue
el mensaje divino que en Cristo os traje antes que los hombres me tomasen para
sentenciarme y crucificarme en Jerusalén.
He querido que mi palabra viva en vuestro corazón para que
de él brote la caridad y el amor y os levantéis por los caminos sanando a los enfermos sin esperar recompensa, haciendo el bien por amor a vuestros
hermanos.
No os llaméis espiritualistas si en vuestro corazón sentís
horror por los enfermos, o asco si su cuerpo va envuelto en andrajos. No seréis
mis discípulos mientras os apartéis de los pecadores, temerosos de que vuestro
corazón se contamine.
He aquí mi nueva palabra la cual la uniréis a la que os
entregué en tiempos pasados. Por diferentes entendimientos os la he venido a
dar en este tiempo para que tengáis la confirmación de que lo que se ha dicho
por una boca, se ha dicho por todas.
Preparaos, varones y mujeres, porque entre vosotros se
encuentran aquellos por los que os daré mi palabra.
He aquí al esposo que llamó a las puertas de las vírgenes y
como éstas se hallaban esperándolo, le abrieron, le hicieron pasar y en su casa
hubo fiesta.
Algunos de vosotros os habéis sentado ante la mesa de amor
para comer el pan de mi palabra y beber el vino que es su esencia divina.
Cuántos de vosotros también estuvisteis conmigo en el Segundo Tiempo y me
escuchasteis. Otros contemplasteis en las comarcas a mis apóstoles que iban
sembrando en los corazones la semilla de la fe en Cristo, dando pruebas de
verdad a los hombres, sanando enfermos, limpiando leprosos e impartiendo
consuelo a los afligidos. Mas los que no comieron en aquel tiempo, hoy comerán,
y los que no estuvieron en el mundo, hoy estarán.
Voy a elegir nuevamente a mis discípulos, recordad que en el
Segundo Tiempo lavé e imprimí un ósculo de amor en los pies de los doce
apóstoles escogidos por mi caridad, para que comprendáis que si esto hizo el
Señor, ¿qué no deberéis hacer vosotros con vuestros hermanos?
Lleno de humildad vengo a consolaros y a salvaros, para que
cuando os levantéis en pos de vuestro cumplimiento a señalar el camino a la
humanidad, dejéis una huella de mansedumbre en el camino. Quién no haya lavado
sus pies antes de emprender la jornada, ¿qué huella de pureza podrá dejar?
He aquí al Cordero que voluntariamente se inmoló, para que
su sangre cayera en todos sus hijos, trazando su huella el camino de la
evolución espiritual de la humanidad.
Entre vosotros contemplo a los que me han de seguir, mas
también a los que han de llorar y hacer grandes juramentos para después darme la espalda. Aún estoy entre vosotros; aprovechad los instantes,
porque pronto os dejaré y desde el infinito contemplaré el cumplimiento de los
que recibieron esta herencia. Todo el que limpiare su corazón para entregar mi
palabra, será fuerte por su pureza, caridad, amor y humildad, mas aquél que se
engrandeciera y vendiere mi obra, será débil ante las tentaciones.
Vuestra nación ha abierto sus puertas, por las que han
llegado las grandes multitudes de distintas nacionalidades, porque os he dicho
que no serán doce los escogidos en este tiempo, sino doce mil de cada una de
las doce tribus; ciento cuarenta y cuatro mil señalados para llevar mi palabra
a la humanidad. Unos se encuentran en espíritu, otros en materia, a los que
habitan en el más allá, y que no conocieron esta enseñanza, los haré reencarnar
para reunirlos a todos en la Tierra; éstos serán los que cargarán la cruz del
sacrificio y beberán el cáliz de amargura, por amor a sus hermanos.
Hoy coméis el pan y el vino de la gloria en la esencia de mi
enseñanza, mientras la humanidad sigue representando esta lección con el pan y
el vino de la tierra.
Estad cerca de Mí para que os protejáis los unos a los otros
y os sintáis fuertes, porque los lobos os acechan y los fariseos que entre las
turbas se esconden, son los mismos de ayer. Aún no pueden reconocerme, porque
sus mentes se han turbado. Son los hipócritas que ocultan sus pecados detrás de
una falsa pureza.
Velad y orad, porque ellos serán los primeros en venir a
deciros que soy el falso Cristo; unos os mostrarán las profecías del Primer
Tiempo y otros las del Segundo, para tratar de probaros que esto estaba
anunciado como falso. Os dirán que no os dejéis sorprender por estas
manifestaciones. En verdad os digo: cuidaos de ellos y de quienes sólo han
tomado mi palabra y ninguna potestad tienen para hacer obras que convenzan por
su verdad.
Vosotros examinaos ante vuestra conciencia y preguntaos:
¿Han sanado los enfermos? ¿Habéis sentido la paz escuchándome? ¿Os habéis
sentido inspirados a hacer el bien y a amaros los unos a los otros? ¿Os habéis
regenerado? Sí, os ha contestado vuestra conciencia.
Recordad y vivid los tiempos pasados. He aquí la mesa donde
se encuentran los manjares que dan la vida eterna. Nuevamente os digo que mi
cuerpo y mi sangre hoy están representados por mi propia palabra. Una migaja de
este pan basta para dar la vida eterna a un espíritu. Los enfermos, probando este pan alcanzarán la salud, y el que bebiere este
vino con elevación de espíritu y respeto en mi doctrina, recibirá eternamente
la paz.
Quien recordare mi palabra en el instante supremo de la
muerte humana, los dones y gracias que en ella están, serán en aquel espíritu,
para que en su viaje contemple la luz de mi Espíritu Santo.
El arcano del Padre se ha abierto para pobres y humildes.
Quien de este vino bebiere, sentirá que su espíritu se fortalece, quien cerrare
sus labios para no beberlo por temor a la muerte, la muerte en él será y sólo
mi amor podrá resucitarle, y cuando sea mi voluntad vendré a él para decirle:
¿Por qué no bebisteis de mi vino? Levantaos, Soy Aquél que habló por boca de
los hombres y el mismo que hoy os resucita a la vida de la gracia. ¿Quién más
tiene potestad para resucitar a los muertos?
Mientras os entrego mi enseñanza, contemplo el corazón de
cada uno de los presentes, unos me entregan su corazón, el cual se ha
alimentado de mi palabra hasta saciar su hambre de amor y de consuelo; otros
piensan la forma de destruir esta obra porque no creen en ella y les preocupan
las grandes muchedumbres de corazones fervientes que se aglomeran en estos
recintos para oír mi palabra.
Comed de este pan, en él está la vida eterna. Bebed el vino,
su esencia es el sabor divino que existe en mi palabra.
No olvidéis las obras que he hecho con vosotros, para que
también las hagáis con vuestros hermanos. Como os he amado, amad a vuestros
semejantes. Sentad en vuestra mesa a los necesitados y en ella dadles el mejor
lugar.
En cada una de mis palabras existe un libro de revelaciones
para que en su estudio os profundicéis, porque se acerca el momento de mi
partida en el que os sentiréis solitarios. Quedaréis como ovejas entre lobos,
mas Yo os confortaré. Entonces comenzará vuestra misión y penetrarán los unos
en los hogares, los otros en comarcas y algunos más en otras naciones. Seréis
buenos labriegos en mis tierras, sembrando infatigablemente mi semilla de paz y
amor. Mas no será necesario que llevéis doble alforja para el viaje. Yo velaré
por vosotros. No temeréis a la inclemencia del tiempo, ni de los elementos, mi
presencia está en todo lo creado.
Os guiaré hacia las casas donde habitan aquellos que
compartirán vuestra fe; ellos os recibirán con alegría y ahí haréis el llamado
a otros más, para que os reunáis a orar y les entreguéis mi mensaje. Esos postreros serán convertidos en primeros, y como nuevos apóstoles se
levantarán a sembrar como vosotros les enseñasteis.
Muy extensas son mis tierras y muy escasos aún los
sembradores, mas es mi voluntad que en el tiempo en que aún os entregue mi
enseñanza bajo esta forma, sean marcados los 144,000 porque serán aquellos por
cuyo conducto me manifestaré a la humanidad en este tiempo y todo aquél que
diera testimonio de Mí, Yo lo daré también de él, así como todo el que me
entregare, tendrá que presentarse ante mi justicia,
He aquí que todos habéis comido del Cordero; sin embargo,
entre vosotros contemplo a los que me ha de entregar, no en este instante, ni
en esta noche, sino cuando seducido por las tentaciones del mundo acepte las
brillantes monedas a cambio de entregar a sus hermanos. Como nadie sabe quién
podrá ser, os preguntáis en vuestro corazón: ¿Maestro, quién será? Yo sólo os
digo, velad y orad para que no caigáis en tentación.
Habrá también quien me niegue en este tiempo y será pronto,
esta misma noche habrá quien niegue en donde ha estado y a quién ha escuchado.
Ninguno me niegue por temor al mundo, porque su dolor será muy grande.
En aquel tiempo, Jesús fue a orar al huerto de los olivos,
porque se aproximaba su sacrificio. Hoy vengo a deciros: Orad y recordad aquel
ejemplo para que encontréis la fortaleza en el Señor; porque en verdad os digo,
que el cáliz que bebí en aquella noche fue muy amargo, pero también el que hoy
me ofrece nuevamente esta humanidad, ¡cuán amargo es! En él están todas las
lágrimas, la sangre y el dolor de los hombres.
Así os enseño, ¡oh, amados discípulos!, a orar para esperar
las grandes pruebas, mas nunca pesará el pecado de todos los hombres sobre uno
solo. Solamente Cristo cargó sobre sus hombros el pecado de toda la humanidad,
desde Adán hasta el último.
Los que se mofaren interiormente de estas manifestaciones,
son aquellos que escupieron mi rostro, y los que me están juzgando, son los que
me azotaron en aquel Segundo Tiempo. El pecado y las tinieblas de esta
humanidad son la cárcel donde recibo todas las torturas.
Preparaos, porque las turbas de increyentes y las legiones
de espíritus turbados os perseguirán y entonces les diré; dejad a mis
discípulos, ellos no son culpables.
Velad y orad, vivid en paz y tendréis mi fortaleza en
vuestro espíritu, porque os alimentaréis con el pan de la vida eterna.
Ha llegado la hora en que recordéis a Cristo, el Divino
Maestro, en sus últimos instantes en la cruz. Aquellas horas de tinieblas en el
mundo, en que mi presencia iluminó a los espíritus que me esperaban.
Sobre un nuevo Calvario me ha levantado la humanidad en este
Tercer Tiempo, y desde mi cruz os contemplo, oh multitudes. La luz de mí
Espíritu desciende a los hombres como en aquel tiempo, mi sangre se derramó
gota a gota sobre la humanidad. Mis sufrimientos divinos son como heridas que
se abren ante la ingratitud y los pecados de los hombres, mas hoy de ellas
manará agua de gracia, para que los ciegos vean y los malos se rediman. Si
herís al árbol, él manará savia. Yo soy el Árbol de la Vida Verdadera el cual
os da vida cuando intentáis destruirle.
¿Quién me ayudará en este tiempo con mi cruz? Vosotros,
discípulos. Y el que llore por sus pecados y de ellos se arrepienta y regenere,
será recordado por la humanidad como aquella mujer pecadora que regó mis pies
con sus lágrimas y los secó con su pelo.
Benditos los que sientan en su corazón el dolor de su Señor,
su sed de amor, porque en el más allá, les haré que me contemplen en todo mi
esplendor.
Si en la Tierra, la muerte que los hombres dieron a Jesús,
le separó de los brazos de su dulce Madre, hoy en la eternidad se encuentran
madre e hijo unidos por el amor divino. Porque debéis saber que si Cristo es el
Verbo de Dios, María es la ternura maternal divina, y desde el infinito, junto
a la cruz que nuevamente me habéis preparado, Ella extiende su manto
amorosamente para cubriros y os dirige su mirada maternal llena de perdón.
No olvidéis estas manifestaciones, y cuando el año de 1950
haya pasado, reuníos para recordar estas enseñanzas, entonces vuestros ojos se
inundarán de llanto, de tristeza y de gozo al mismo tiempo. De tristeza, porque
recordaréis el tiempo en que escuchabais mi palabra, y de satisfacción, porque
al fin habréis penetrado en el tiempo de la comunicación de espíritu a
Espíritu.
¡Mi paz sea con vosotros!
No hay comentarios:
Publicar un comentario