sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 37

En todos los tiempos han existido entre la humanidad, hombres de gran luz espiritual, hombres que han venido a iluminar el camino de evolución de sus semejantes.

¿De dónde han venido a la Tierra esos seres? ¿Acaso de mundo inmediato en el cual habitan los que han de volver a este planeta? No, pueblo, Yo os digo que por el saber y la bondad de los seres podréis deducir el mundo del cual han venido.

Los grados de elevación espiritual son una escala infinita en la eternidad, pero ese recorrido hacia la perfección está formado por siete etapas, de las cuales tenéis un reflejo en la vida humana, la que también está dividida en siete grados de evolución.

Todas las partes del hombre deberán desarrollarse y evolucionar para alcanzar la luz que deben tener y lograr la verdadera espiritualidad.

Su materia, su mente, su moral, su espíritu y todo su ser, deben pasar por esas siete grandes lecciones, por esas siete pruebas, de las cuales saldrá purificado, lleno de luz, de serenidad, de fortaleza, de conocimiento y de experiencia. Entonces estará en condiciones de comprender que en su espíritu existe el reino de Dios.

La obediencia a la voluntad divina, la sensibilidad para saber interpretar la inspiración espiritual, la comunicación con el Padre y con el mundo espiritual a través del pensamiento, son los adelantos en vuestra evolución que os tiene reservados el nuevo tiempo.

Ya tuvo la humanidad épocas en las cuales vivió para el placer material, otras en las que fue tras el poder, el dominio y las riquezas temporales; otras en que desarrolló algunos sentidos buscando la belleza de todo lo que le rodeaba; otras en que buscando la paz del espíritu, penetró por la senda de la religión, y otras en que ha querido hacer de esta Tierra su reinado, de esta vida su eternidad y de la materia su dios.

Este es un tiempo decisivo para la vida del hombre, y si observaseis con detenimiento, descubriríais en todos los órdenes, en todos los elementos y fuerzas, una lucha gigantesca, una gran batalla.

Es el fin de una etapa, humanidad; mas no sabéis en qué instante se inicie el nuevo tiempo, eso sólo yo os lo diré, Yo, el Cordero que desata los Sellos. Aún vivís el tiempo de la sexta revelación, en el que los, acontecimientos se suceden en cumplimiento de las profecías.

Cuántas religiones, cuántas sectas y doctrinas van a caer bajo la espada de luz de mi verdad y cuántas ciencias y teorías van a quedar sepultadas en el olvido, cuando el nuevo día asome y se haga el silencio y la paz en los corazones y haya verdadera oración y espiritualidad en los hombres.

No serán las religiones las que se unan, porque sus diferencias no se lo permiten; serán los hombros los que se unan en la ley de amor, de justicia y de verdad que solamente procede de Dios.

Esta humanidad indiferente a toda inspiración divina, no se da cuenta de que está en los umbrales del tiempo más trascendental para su espíritu, mas ya despertará de su letargo cuando contemple los anuncios que aún faltan de mi presencia entre los hombres, porque todos tendréis que estar velando cuando el Séptimo Sello se abra para entregaros su luz.

Por ahora con mi palabra estoy preparando a este pueblo para que se levante inspirado en la verdad, enseñando a sus hermanos las lecciones de amor de mi doctrina.

Alimentaos sólo de verdad y rechazad todo lo que no encierra pureza y de vosotros brotarán los hijos de la luz.

Dejad que la niñez vea en vosotros elevación espiritual para que tenga en esta vida una senda segura que seguir.

Velad por todos los niños a quienes pueda vuestro corazón brindar un latido de amor, un pensamiento de ternura y habréis hecho con ellos caridad con vuestras obras enseñad el amor a toda la humanidad.

Yo velaré por todos aquellos por quienes no podáis velar y no permitiré que la mala simiente que los hombres cultivan en este tiempo contamine y confunda a aquellos espíritus.

Yo soy quien envía a los espíritus a encarnar de acuerdo con la ley de evolución y en verdad os digo, que no serán las influencias de este mundo las que hagan variar mis planes divinos, porque por sobre todas las ambiciones de poder se hará mi voluntad.

Cada ser humano trae una misión a la Tierra, su destinó está trazado por el Padre y su espíritu ungido por mi caridad. En vano los hombres hacen ceremonias y ungen a los pequeños; de cierto os digo, que en ninguna edad material, serán las aguas las que purifiquen al espíritu de sus faltas a mi ley. Y si Yo envío a un espíritu limpio de todo pecado, ¿de qué mancha le purifican los ministros de las religiones con el bautizo?

Tiempo es de que comprendáis que el origen del hombre no es un pecado, sino que su nacimiento es el resultado del cumplimiento de una ley natural, ley que no sólo el hombre cumple, sino todas las criaturas que forman la naturaleza. Comprended que os he dicho el hombre y no su espíritu; el hombre tiene mi potestad para crear seres semejantes a él, mas, los espíritus solo brotan de Mí.

Crecer y multiplicarse es ley universal; lo mismo brotaron los astros de otros astros mayores, que la semilla se multiplicó y jamás he dicho que en ese hecho hayan pecado u ofendido al Creador. ¿Por qué vosotros al cumplir con ese divino mandato, habíais de ser después juzgados como pecadores? Comprended que el cumplimiento de la ley jamás podrá manchar al hombre.

Lo que mancha al hombre y aparta el espíritu del camino de evolución, son las bajas pasiones, el libertinaje, el vicio, la lujuria, porque todas ellas van en contra de la ley.

Estudiad y escudriñad hasta que encontréis la verdad, y así dejaréis de llamar pecado a los mandatos del Creador de la vida y podréis santificar la existencia de vuestros hijos con el ejemplo de vuestras buenas obras.

Cuando recordáis que os he dicho que Yo vengo de lo infinito, vuestro pecho suspira tristemente pensando en la distancia que os separa de vuestro Padre, entonces esforzáis vuestra mente para elevarla hacia Mí, y a través de ella, a vuestro espíritu, hasta donde imagináis que existe la morada divina. A veces quedáis satisfechos con vuestra oración, pero hay ocasiones en que no quedáis conformes porque os ha quedado la impresión de que no lograsteis llegar al sitio donde habita el Espíritu Divino.

Escuchad, discípulos: Ese infinito de que os hablo, nunca lo podréis medir con vuestra mente. Ese infinito os habla de ternura, de luz, de pureza, de sabiduría, de amor, de perfección, porque todo ello no tiene principio ni fin, ya que son atributos de Dios.

Dicho esto, comprended cuándo en mi palabra os hablo de mi amor hecho hombre y mi ternura hecha mujer.

Yo no tengo un sitio determinado o limitado para habitar en el infinito, porque mi presencia está en todo lo que existe, lo mismo en lo divino, que en lo espiritual o en lo material. De Mí no podréis decir en qué dirección está mi reino, y cuando elevéis vuestra mirada a las alturas, señalando hacia los cielos, hacedlo sólo como algo simbólico, porque vuestro planeta gira sin cesar y en cada movimiento os presenta nuevos cielos y nuevas alturas.

Con todo esto quiero deciros que entre vosotros y Yo, no existe ninguna distancia y que lo único que os separa de Mí son vuestras obras ilícitas que ponéis entre mi Ley perfecta y vuestro espíritu.

Mientras mayor sea vuestra limpidez, más elevadas vuestras obras y más constante vuestra fe, me sentiréis más próximo, más íntimo, más accesible a vuestra oración.

Así como también cuando más os apartéis de lo bueno, de lo justo, de lo licito y os entreguéis al materialismo de una vida obscura y egoísta, tendréis que sentirme cada vez más distante de vosotros; conforme vuestro corazón se vaya apartando del cumplimiento de mi Ley, más insensible será a Mí divina presencia.

Comprended por qué he venido en este tiempo a manifestar mi palabra en esta forma y a prepararos para la comunicación de espíritu a Espíritu.

Vosotros, creyéndome infinitamente distante, no supisteis venir a Mí, Yo os he buscado para haceros sentir mi divina presencia y demostraros que entre el Padre y sus hijos no hay espacios, ni distancias que les separen.

Comprended también que si me he comunicado a través de vuestro entendimiento, acortando aquella distancia espiritual que os separa de Mí, ha sido una gracia que os ha concedido vuestro Padre, una prueba más de su misericordia, en atención a vuestra pequeñez y a vuestra falta de espiritualidad.

Por esa razón, este tiempo de gracia de mi comunicación por el entendimiento de estos portavoces, será breve, porque no es un don que hayáis logrado por vuestra espiritualidad y méritos para que pueda formar parte de vuestras conquistas espirituales. Vuelvo a deciros que ha sido una gracia que os he concedido, y que una vez que haya finalizado 1950, haré cesar esta forma de comunicación, en espera de que con vuestros méritos volváis a sentirme más próximo a vosotros en la comunicación de espíritu a Espíritu.

Esa nueva comunicación será profundamente espiritual, sencilla, natural, pura y perfecta. Ella señalará el principio del fin de todo culto imperfecto, idólatra, fanático, oscuro y abrirá el santuario de vuestro ser, para que en él more mi Espíritu por la eternidad.

No habrá éxtasis exterior, ni misticismo, ni ostentación de ninguna especie, sólo habrá limpidez, respeto y verdad, en una palabra: Espiritualidad.

Pensad en todas las maravillas que puede encerrar para vosotros el cumplimiento de esta promesa y disponeos a empezar a hacer méritos para que con ellos lleguéis a conquistar esa gracia que os reservo y que vendrá a formar parte de vuestra vida misma, por lo que ya no habrá como ahora, una fecha señalada para su término, porque siendo algo esencialmente divino, tendrá que ser vuestro eternamente. Entonces comprenderéis cuál es la aproximación del reino de los cielos entre la humanidad.

Ahora os digo: Trabajad en la Tierra, pero hacedlo con fe con verdadero amor hacia vuestros hermanos y no os faltará el sustento.

Si las aves que no hilan ni siembran, jamás carecen de abrigo ni de alimento, ¿por qué vosotros vais a carecer de mi caridad siendo los bien amados? Sería necesario que vuestra maldad e ingratitud os llevaran a rechazar mis beneficios para que perecieseis de hambre o de frío.

Yo soy la vida, el calor y la luz. Yo soy el pan y el agua cristalina y he venido, de nuevo a resucitar muertos y a despertar a los que viven en tinieblas a una vida de luz.

Ha mucho tiempo que está profetizado que todo ojo me verá, y Yo estoy presente, dispuesto a dejar contemplar mi verdad por la humanidad.

¿Qué les falta a los hombres para poder verme, sentirme y comprenderme? Espiritualidad. La espiritualidad sensibiliza al hombre, tanto en su espíritu, como en su materia. Cuando se haya purificado y de su corazón se eleva la verdadera oración hacia Mí, por vez primera me sentirá delante de él, percibirá mi ternura, se sentirá bañado en mi amor infinito y exclamará: "He visto al Señor, le he sentido dentro de mi corazón".

Si encontrar en la Tierra un justo, le tomaría como instrumento para daros enseñanzas y ejemplos a través de él, pero de cierto os digo, que en toda la redondez de la Tierra no he encontrado un justo.

¿En dónde están los justos del Primero y Segundo Tiempos, para que pudieseis analizar su virtud, su fidelidad y celo en el cumplimiento de mi Ley su fe y su fortaleza? Ellos viven en el reino espiritual, y aunque trabajan para vosotros, no les veis ni les sentís, porque vuestra materialidad es todavía el espeso velo que no os deja contemplar lo espiritual.

Vais como náufragos, azotados, por las furiosas olas de las pasiones, envueltos en las sombras de una noche muy larga; en medio de esa tempestad me he presentado y mi caridad ha sido como un faro que ilumina la ruta que os conduce al puerto salvador

Más ¿acaso pensáis que vengo a dar a vuestro espíritu el don de poder mirar más allá de esta vida material? No, pueblo, no vengo a concederos un don nuevo, ni un nuevo atributo, todo lo traéis desde vuestro principio, mas debéis comprender que sólo ha brillado en vuestro ser aquello que habéis desarrollado y utilizado, en cambio lo que habéis olvidado, descuidado o ignorado, ha permanecido oculto, aunque latente, porque lo que doy nunca os lo quito.

Muchas potencias ocultas, han permanecido dormidas en vuestro ser, en espera de que mi voz venga a despertarlas. Mas ya llegó el tiempo de la resurrección, en el que escucharéis todos la misma voz que oyó Lázaro más allá de esta vida, cuando le dije: "Levántate y anda".

Bienaventurado el que ha sabido esperar mi llegada, porque su despertar será completo y su espiritualidad le permitirá ver todo lo que contiene el nuevo mensaje.

Trabajad con amor, lo mismo en lo material que en lo espiritual y tendréis mi paz. Aprended a ser perseverantes hasta lograr recoger el fruto de vuestros sacrificios y de vuestras luchas.

Amad para que logréis alcanzar vuestra evolución espiritual, porque Yo os pregunto, humanidad: ¿Qué habéis hecho de vuestro espíritu? Espíritus: ¿Qué habéis hecho de la materia que os he confiado? Ni unos ni otros podréis responderme, porque estáis muy lejos de daros cuenta de la gravedad de vuestras faltas y de vuestras flaquezas. Sólo yo puedo juzgar vuestras obras y por eso os envío este rayo de luz para que os miréis en el espejo de mi verdad, iluminados por vuestra conciencia.

¿Habéis olvidado que vuestro espíritu está sujeto a la ley de evolución de la que no debéis de huir? ¿Qué fue de la esencia primera que deposité en vuestro corazón, que es la semilla de amor, de vida y elevación? Ya no entendéis estas palabras, tal parece que os hablo en un idioma desconocido para vosotros.

Amar fue el fin para el que fuisteis creados. Amar a vuestro Padre y en Él a todos vuestros hermanos; He ahí la ley, y eso es precisamente lo que habéis olvidado y borrado de vuestro espíritu.

A cada paso la vida os hace sentir y pagar con intenso dolor vuestros errores, pero en vez de deteneros a meditar y a reconsiderar vuestros hechos, dejáis que vuestro corazón se endurezca y se envenene más.

No habéis querido escuchar a las voces que se han acercado a vosotros para deteneros en vuestra insensata carrera y habéis llegado a la orilla del abismo en donde estáis próximos a caer arrastrando con vosotros a vuestros hermanos.

¿Quién de vosotros puede imaginar cómo es el fondo de ese abismo que con tanto odio y perversidad habéis abierto? Nadie, nadie puede imaginar las tinieblas ni el dolor acumulado durante siglos, milenios y eras en ese inmenso cáliz de amargura.

Yo pregunto a los hombres de este tiempo, que se consideran los más adelantados en toda la historia de este mundo. ¿No habéis encontrado con todo vuestro talento, una forma de hacer la paz, de alcanzar el poder y de lograr la riqueza, que no sea matando a vuestros semejantes, destruyendo o esclavizándolos? ¿Creéis que vuestro adelanto sea verdadero y real, cuando moralmente os arrastráis por el cieno y espiritualmente vagáis entre sombras? Yo no combato la ciencia, puesto que Yo mismo la he inspirado al hombre; lo que censuro es el fin para el que a veces la aplicáis.

Os quiero grandes de entendimiento, sabios en las enseñanzas de que os he rodeado; pero teniendo siempre por faro a vuestra conciencia en todos vuestros pasos en la vida. Entonces veréis no sólo desarrollarse
las virtudes en vuestro espíritu, sino que también contemplaréis cómo llega la salud y la fortaleza a vuestra materia.

Recordad que os dije: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios", queriendo enseñaros con ello que en vuestro ser existe una naturaleza a la cual no podréis conformar tan sólo con lo que en este mundo poseéis, sino que tendréis que buscar para satisfacerle, aquello que existe más allá de lo material, es decir, de lo que sólo se encuentra en la región perfecta de donde procede el espíritu: Dios.

Mi luz no os ha faltado un instante, pero sois como las frías losas que cubren los sepulcros, que por momentos se tibian para luego volver a enfriarse.

Mi poder y mi paciencia son inagotables y si queréis que al borde del abismo os dé una prueba más de amor, os lo concederé, pero debo deciros que en ese infinito amor que voy a demostraros una vez más, estará presente mi justicia sabia e inexorable.

Para ayudaros debéis tener confianza en Mí, mas estad alerta y prevenidos para la lucha. Sed los guerreros, pero no de los que destruyan la vida de vuestros semejantes, sino de los que construyan con amor, con moral, con paz, con buenas obras.

No permitáis que las necesidades o la opresión os hagan retroceder hacia la materialidad; por el contrario, levantaos llenos de espiritualidad ante las acechanzas y las pruebas. De cierto os digo que si sabéis aprovechar esas pruebas y vicisitudes, por medio de ellas podréis elevaros a una vida superior, haciéndoos fuertes, nobles, fervientes discípulos del amor de vuestro Padre.

A los hombres y mujeres que como padres de familia se presentan delante de mi cátedra, les digo que se revistan de fortaleza, de luz y de paz, porque grandes acontecimientos se aproximan a la Tierra y deben permanecer serenos en su puesto.

Buscad siempre lo que dé honra y fortaleza a vuestros hijos y apartad de su camino los errores que pudieran constituir para ellos un tropiezo.

No he olvidado las promesas que me hicisteis de apartaros de la materialidad para reintegraros al camino espiritual que es la ley del amor y de la caridad que siempre está iluminado por la luz de vuestra conciencia.

Es necesario que una vez que hayáis afirmado vuestros pasos en este sendero, os olvidéis de vosotros mismos, para fijar vuestra atención en las necesidades de vuestros hermanos.

Entonces veréis que en todos aquellos que dejasteis pasar con indiferencia, había un cáliz amargo, una herida o una pesada cruz.

¡Cuántos corazones hay que calladamente van llorando sus penas sin que nadie lo note! ¡Cuántas amarguras se ocultan tras de una sonrisa que vosotros no sabéis comprender! Pero Yo, que siento cada angustia y cada dolor, que leo los corazones, os digo: Preparaos para que desarrolléis la intuición y podáis leer en el interior de vuestros hermanos, porque no siempre los corazones se abrirán ante vosotros para mostraros su dolor.

Para esas quejas ocultas, para ese llanto interior, para esa tristeza que no se muestra en la faz de los que sufren, es necesario penetrar en los corazones, lo que sólo se logra con la espiritualidad que hace que florezca en vosotros la caridad.

¡Ah, sí supieseis que es mucho lo que podéis dar y hacer en medio de vuestra pobreza! Pero todavía estáis tan materializados, que muchos creéis que sólo con dinero podéis hacer buenas obras; por eso he tenido que venir a vosotros para deciros que no es justo que vayáis llorando de dolor, de hambre y de miseria, sin daros cuenta de que vais doblegados por el peso del tesoro que lleváis, sin percataros de ello.

No, no es sólo el fardo de vuestros pecados lo que os agobia, humanidad; es que vuestra materia, debilitada cada vez más en las pasiones y luchas de esta vida, es incapaz de resistir la fuerza, la potencia de su propio espíritu, el cual pugna por liberar a su materia de sus flaquezas.

Recordad la noche en que nací en cuanto hombre; era fría y obscura, pero no tanto como es el corazón de la humanidad en este tiempo. Aquella noche, mientras mi Espíritu se llenaba de gozo por haber llegado a morar entre los hombres, éstos dormían con sueño profundo, insensibles a mi presencia, ignorando que había llegado el Prometido. Ahí empezó mi calvario.

Fue la paja la que sirvió de cuna al recién nacido y el calor de las humildes bestias, el único que aquella familia tuvo en el instante de mi advenimiento.

Vosotros creéis que la Naturaleza es insensible a las manifestaciones divinas, mas éste es un error humano, porque fuera de vosotros, todo lo creado, desde lo más grande hasta lo más pequeño, está sujeto a mi ley de la que no podrán apartarse. Sólo el hombre que ha sido formado distinto a todas las criaturas, porque tiene espíritu, conciencia y libre albedrío, es quien permanece insensible a mi Divinidad.

¿Por qué vosotros habéis endurecido a tal grado vuestro corazón que no sentís la presencia, ni escucháis la voz de vuestro Padre? Por razón de vuestro libre albedrío. Ahora no vine en cuanto hombre y sin embargo, he sentido el frío del corazón falto de amor con que me ha recibido la humanidad.

No penséis que sólo en este punto de la Tierra, en donde se escucha esta palabra, sea el único lugar en donde me hago presente a mis hijos, porque en verdad os digo que mi manifestación es universal en diversas formas.

Elías, habiéndose manifestado entre vosotros como Precursor de mi comunicación por el entendimiento humano, no sólo vino a este país donde habitáis; él pasó de un lugar a otro de la tierra anunciando el nuevo tiempo, anunciando la aproximación del Reino de los Cielos.

De todas partes surgieron voces que os anunciaban mi llegada: la naturaleza, estremecida conmovió la Tierra; la ciencia se abismó ante nuevas revelaciones; el valle espiritual se precipitó sobre los hombres; y a pesar de ello, la humanidad permaneció sorda ante aquellas voces, heraldos de una nueva era.

Un torrente de luz divina descendió para sacar de sus tinieblas a los hombres, pero éstos, egoístas y materializados, lejos de aspirar al perfeccionamiento del espíritu, al mejoramiento moral de su vida en la Tierra, tomaron aquella luz para labrarse tronos y glorias, comodidades y placeres de la materia y cuando lo creyeron necesario, armas para destruir la vida de sus semejantes. Sus ojos se cegaron bajo la intensidad de mi luz, y su vanidad les ha perdido, mas Yo os digo que por la misma luz, encontrarán la verdad, descubrirán el camino y se pondrán a salvo.

Los que han sabido recibir en su entendimiento esta luz, y la han tomado como un divino mensaje, han hecho que su conciencia guíe sus pasos y norme sus obras, porque han tenido el presentimiento de que "El Señor ha vuelto y de que está con los hombres".

Los representantes de las diversas sectas y religiones no han querido recibirme, su corazón, su dignidad y su falsa grandeza les impide aceptarme en Espíritu; por eso, en este tiempo se han formado en toda la Tierra grupos, hermandades y congregaciones de aquellos que sienten la presencia del nuevo tiempo, de los que buscan la soledad para orar y recibir las inspiraciones del Señor.

Vosotros, hijos míos, sois de esas multitudes que se han ido formando bajo la luz de una inspiración divina, aunque debo deciros que por gracia, vosotros tenéis esa inspiración convertida en palabra humana; por ello debéis velar, orar y meditar mucho para que no caigáis en confusión o desviéis la finalidad de esta doctrina espiritual.

¿Qué podría perderos en el camino? La vanidad, pueblo.

En verdad os digo, que esta inspiración triunfará entre los humildes, entre los caritativos y entre los que anhelan la verdad, la justicia y la paz.

La paz y la fortaleza que alcancéis en la oración os hará diligentes e infatigables sembrando el bien, levantando a los caídos, encendiendo la fe y siendo la bendición y el consuelo entre todos los pueblos de la Tierra.

¡Mi paz y mi amor sea  con vosotros!

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