sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 36

Ante la ternura de mi palabra la contrición llega al espíritu que se ha apartado del sendero de evolución. La dulzura de mis frases hace llorar al hombre, porque supone que sus pecados no merecen ser perdonados.

Yo consuelo al que se arrepiente sinceramente, perdono sus faltas y le ayudo a restituir el mal causado. Sabed que el que no se arrepiente no llega a Mí, porque sólo del arrepentimiento puede surgir la regeneración, la enmienda y la purificación. Sabed también que sólo los espíritus purificados pueden llegar a mi presencia. ¿Mas cómo podríais arrepentiros verdaderamente, si no conocíais la magnitud de vuestras faltas? He tenido que venir a los hombres, para hacerles comprender lo que significa ante la Divina Justicia, arrebatar la vida a un semejante, destruir la fe, engañar a un espíritu, traicionar un corazón, profanar la inocencia, causar una deshonra, despojar a un hermano de lo que es suyo, mentir, humillar y tantas imperfecciones que pasaban inadvertidas a vosotros, porque os habíais familiarizado con todo ello. Mas llegó mi palabra de amor y en su esencia encontrasteis la presencia de una justicia perfecta, que a través de vuestra conciencia os hacía reconocer cada una de vuestras malas obras, analizar vuestro pensamiento y os recordaba vuestro cumplimiento espiritual que ya habíais olvidado.

Fue entonces cuando comprendisteis la magnitud de vuestras faltas, la trascendencia de vuestros errores que antes os parecía que carecían de importancia, y fue cuando valorizasteis la intensidad de muchos sufrimientos y dolores que habíais causado. Entonces sentisteis vergüenza de vosotros mismos, os sentisteis mirados por Mí en toda vuestra desnudez y con todas vuestras manchas. Por eso fue que al escuchar mi palabra llena de ternura, de paz y de pureza, os sentisteis por un momento indignos de mi amor. Mas luego escuchasteis que precisamente fue a vosotros a quienes vine a buscar, y vuestro corazón, lavándose en su llanto como una demostración de que estabais arrepentidos, de que queríais purificaros y servirme, emprendió la jornada de su evolución espiritual.

Es imposible que uno de mis hijos me olvide llevando en su espíritu la conciencia que es la luz de mi Espíritu, por la cual tarde o temprano tiene que reconocerme.

Para unos es fácil penetrar al significado de mi palabra y encontrar ahí la luz, mas para otros mi palabra es un enigma.

Yo os digo, que no todos podrán en este tiempo comprender la espiritualidad de mi mensaje, los que no lo logren tendrán que esperar nuevos tiempos para que su espíritu abra los ojos, a la luz de mis revelaciones.

Jamás he venido envuelto en misterio ante los hombres. Si os he hablado en sentido figurado para revelaros lo divino o representar en alguna forma material lo eterno, ha sido para que me comprendáis, pero si los hombres se detienen a adorar formas, objetos o símbolos, en lugar de buscar el sentido de aquellas enseñanzas, es natural que se estacionen por siglos y en todo contemplen misterios.

Desde los tiempos de la estancia de Israel en Egipto, en que mi sangre fue representada por la de un cordero, ha habido hombres que sólo viven de tradiciones y de ritos, sin comprender que aquel sacrificio fue una imagen de la sangre que Cristo vendría a derramar para daros la vida espiritual. Otros, creyendo alimentarse con mi cuerpo, comen panes materiales, sin querer comprender que cuando di a mis discípulos el pan en el Cenáculo, fue para darles a comprender que quien tomaré la esencia de mi palabra como sustento, se habría alimentado de mí.

Cuán pocos son los que en verdad saben entender mis divinas lecciones, y éstos pocos son los que las analizan con el espíritu. Mas tened en cuenta, que la divina revelación no os la he traído en una sola vez, sino que os la he ido aclarando en cada una de mis lecciones.

Si en ocasiones os habéis confundido y sobre una errónea interpretación habéis acumulado otras, es natural que ahora no comprendáis con claridad ni deis el justo análisis a la enseñanza espiritual del Tercer Tiempo.

Es menester que comencéis a derribar vuestros ídolos, a destruir vuestras confusiones pasadas y a ordenar vuestros pensamientos, para que os deis cuenta de que el Padre, desde los primeros tiempos siempre ha venido a hablaros del espíritu, y aunque El haya tomado muchas veces imágenes materiales para doctrinaros, siempre se ha referido a la vida espiritual.

Despertad de vuestro sueño humanidad, dejad que vuestro espíritu escudriñe mi palabra, porque de cierto os digo, que si estudiáis bien una de mis lecciones y la comprendéis, habréis penetrado en la esencia de mis revelaciones.

Recordad la lección en la que os dije: "Pedid, pedid que se os dará". Ahora vengo a deciros: "aprended a pedir"

Si os digo ahora que debéis aprender a pedir, es porque anteriormente vuestra petición era incompleta y egoísta, sólo os acordabais de pedir para vosotros o para los vuestros. Mi lección de ahora viene a deciros que debéis aprender a sentir las penas de los demás; sabed vivir y sentir los dolores y sufrimientos de vuestros semejantes, las desgracias que afligen a vuestros hermanos; que debéis aprender a entender a quien lleva oculta una herida y a sentir los sufrimientos de aquellos que, por estar distantes, no podéis contemplar. Entre estos últimos debéis de considerar a los que habitan otros pueblos y naciones, a los que moran en otros mundos o en el más allá. No temáis si algún día os olvidáis de vosotros y sólo os acordáis de los demás, porque nada habréis perdido. Sabed que quien ora por los demás, lo está haciendo por sí mismo.

Cuánto gozo dais a mi Espíritu, cuando veo que eleváis vuestro pensamiento buscando a vuestro Padre, os hago sentir mi presencia y os inundo de paz. Buscadme, habladme, no os importe que vuestros pensamientos sean torpes para expresar vuestra petición, Yo sabré comprenderlos. Habladme con la confianza con que se habla a un Padre; confiadme vuestras quejas, como lo haríais con el último de vuestros amigos. Preguntadme lo que no sepáis, todo lo que ignoréis y Yo os hablaré con palabra de Maestro; pero orad, para que en aquel bendito instante en que vuestro espíritu se eleve hacia Mí, recibáis la luz, la fuerza, la bendición y la paz que os concede vuestro Padre.

Por medio de la oración tengo reservadas muchas revelaciones al espíritu para el futuro. Perfeccionaos en esta comunicación y lograréis alcanzar perfección en vuestras peticiones, es decir, aprenderéis a pedir.

Cuando vuestro espíritu se presente en el valle espiritual a rendir cuentas de su estancia y de sus obras en la Tierra, por lo que más os preguntaré será por todo aquello que hayáis pedido y por lo que hayáis hecho en favor de vuestros hermanos. Entonces os acordaréis de mis palabras de este día.

El fin de una era y el principio de otra, ha ocasionado esta crisis y este caos que padecéis; es lo mismo que acontece a un enfermo grave, cuando se acerca el alivio; más parece que es la muerte la que ha llegado.

Cuanto mayor sea esta crisis entre la humanidad, mayor será después su salud; en verdad os digo que así será y que hace millares de años que os lo había anunciado. Ahora debéis prepararos, fortaleceros en la fe y disponeros a la batalla.

A vosotros que frecuentemente estáis escuchando esta palabra, os digo: Velad y orad, porque se acerca para todos un tiempo de gran tribulación, tiempo en el que no valdrá a los hombres todo su poder, su oro, ni su sabiduría para contener el peso de la divina justicia. En esos días seréis testigos de acontecimientos que a los orgullosos y engrandecidos les parecerán absurdos e ilógicos, porque se dará el caso de que los sabios recurran a los que han tenido por ignorantes, en el que los ricos y poderosos busquen a los menesterosos, porque en ellos habrá más comprensión y serenidad ante las pruebas, más caridad y riquezas espirituales.

Algunos me dicen en su corazón: "Maestro, yo no he tenido que esperar esos tiempos de dolor que anunciáis, porque toda mi vida ha sido de pruebas dolorosas". A lo cual Yo os digo: Bienaventurados vosotros que os habéis templado en el sufrimiento, porque cuando esos días lleguen ya no lloraréis y sí en cambio, sabréis dar valor y consuelo a los que no conocían esa tribulación.

De cierto os digo, que si la mayoría de los hombres beben hoy el cáliz de amargura, es porque el soldado solamente se forja en el combate, y os estoy diciendo que se aproxima la contienda final, la gran batalla. No vayáis a cerrar vuestros ojos ni vuestros oídos en aquellos instantes, al dolor de vuestros hermanos, ni intentéis esconderos de la muerte, porque en verdad os digo, que donde los hombres de poca o ninguna fe vean el final, ahí estará el principio, donde crean ver la muerte estará la vida, porque Yo estaré presente para cubriros con mi amor y ayudaros a entrar en ese mundo que vais a restaurar.

De todo vengo a preveniros para que nada os sorprenda; vosotros buscad los medios de prevenir y exhortar a los demás a la preparación, a la oración, a la enmienda y a la vigilia.

Recordad que Yo soy el Verbo del Padre, que la esencia divina que en esta palabra recibís, es luz de ese Espíritu Creador, que en cada uno de vosotros he dejado una parte de mi Espíritu. Mas al contemplar la pobreza que envuelve al grupo que ahora me escucha y la humildad del aposento en el cual os reunís, en silencio me preguntáis: "Maestro, ¿por qué no elegiste para tu manifestación en este tiempo a alguno de esos grandes templos o iglesias, en donde podrían haberte ofrecido ricos altares y ceremonias solemnes dignas de Ti?

Yo contesto a esos corazones que así piensan de su Maestro: No han sido los hombres, los que me han traído hasta esta pobreza, he sido Yo, quien ha elegido para mi manifestación la humilde estancia en el pobre suburbio de vuestra ciudad, para haceros comprender con ello, que no es el tributo material, ni la ofrenda exterior, la que Yo vengo a buscar entre vosotros, que por el contrario, si he vuelto, ha sido para predicar una vez más la humildad, para que encontréis en ella la espiritualidad.

Rehúyo todo lo que sea vanidad y pompa humana, porque a mi Espíritu sólo llega lo que es espiritual, lo que es noble y elevado, lo limpio y eterno. Recordad que dije a la mujer de Samaria "Dios es Espíritu y es necesario que le adoren en espíritu y en verdad". Buscadme en lo infinito, en lo puro y allí me encontraréis.

De las ofrendas materiales que la humanidad me ofrece, sólo recibo la buena intención, cuando ésta en verdad es buena, porque no siempre una ofrenda representa una intención elevada y noble. Cuántas veces los hombres me presentan su ofrenda para cubrir sus maldades o para exigirme algo en cambio. Por ello os digo que la paz del espíritu no se compra, que sus manchas no se lavan con la riqueza material, así pudieseis ofrecerme el mayor de los tesoros.

Arrepentimiento, pesar por haberme ofendido, regeneración, enmienda, reparación de las faltas cometidas, todo ello con la humildad que os he enseñado, y entonces sí estarán los hombres presentándome las verdaderas ofrendas del corazón, del espíritu y del pensamiento, que son infinitamente más agradables a vuestro Padre, que el incienso, las flores y las lámparas.

¿Por qué ofrecerme lo que Yo he hecho para vosotros ¿Por qué me dais flores, si vosotros no las hacéis? En cambio si me presentáis obras de amor, de caridad, de perdón, de justicia, de ayuda hacia vuestros semejantes, ese tributo sí será espiritual y se elevará al Padre como una caricia, como un ósculo que desde la Tierra, los hijos enviarán a su Señor.

Mi manifestación a través del entendimiento humano es humilde y sencilla, así como la forma en que me expreso; sin embargo, os hace estremecer y comprendéis un pasado que vuestro espíritu ya conoce, y os hace mirar con claridad los acontecimientos que pertenecen al futuro. Es por eso que permanecéis embelesados escuchándome, porque nadie como este Maestro sabe leer en los corazones.

De distintas comarcas llegáis para acogeros a la sombra bienhechora del árbol corpulento que está invitando a todos los caminantes a refrescarse bajo su follaje; mas os digo, que ya está cercano el tiempo en el que lleguen a esta nación hombres de tierras lejanas.

La intuición y el presentimiento serán los que guiarán a aquellos hacia vosotros, vendrán en busca de vuestro testimonio y de vuestra paz, a muchos de ellos les bastará una palabra de las que Yo os enseñe, para levantarse al cumplimiento como verdaderos apóstoles del espiritualismo.

¡Ay de este pueblo si no estuviese preparado para recibir al forastero con su corazón amoroso, porque de sus ciudades no quedará ni piedra sobre piedra, corno aconteció con Jerusalén!

¿No os habéis dado cuenta de que vuestra purificación es para haceros dignos de recibir mis lecciones las que debéis de participar a los que vengan a llamar a vuestra puerta? ¿No habéis grabado en vuestra mente que Yo quiero que en este tiempo de tempestades, de guerras, de pasiones, seáis vosotros la barquilla salvadora que cruce serenamente entre las olas de maldad, rescatando a vuestros hermanos?

Bienaventurado el que se prepara por que él me escuchará de espíritu a Espíritu.

Orad por vuestros hermanos de esta nación en que habitáis, para que sean pacientes con las pruebas y alcancen su purificación. Un gran destino espiritual ha traído este pueblo sobre la Tierra y para cumplirlo es indispensable que esté limpio, preparado y alerta.

Comprended que no debéis mezclar lo superfluo con las enseñanzas de mi doctrina, debéis darla a conocer con la misma pureza con que la habéis recibido de Mí. Extended mi enseñanza por medio de ejemplos y testimonios, por comarcas, aldeas y provincias y haced que en ella también se fortalezcan vuestros hermanos; Este pueblo debe multiplicarse, prepararse y vivir con espiritualidad, porque con sus obras, llegará a ser el defensor de esta verdad.

Haced méritos, oh pueblo, y lograd que por esos méritos alcancen esta gracia, aquellos que mañana os reciban en su hogar o aquellos a quienes tengáis que recibir en el vuestro.

Enseñadles a analizar y comprender que hoy he venido en espíritu a comunicarme por medio de materias torpes y pecadoras; nadie quiere ver a Dios en este cuerpo humano. Que escuchen la palabra, porque en ella está la esencia divina, aquella que procede de mi Espíritu. La palabra es el Verbo y el Verbo Soy Yo, el que os habla desde el infinito.

El Verbo es amor y es sabiduría que se manifiesta en palabra. Oíd esta voz, multitudes, y no os aletarguéis, porque os encontráis en el santuario de mi Divinidad. Tendréis que regeneraros, si no limpiáis vuestro entendimiento, no podréis analizar mi enseñanza.

Bienaventurados los que van esforzándose por cumplir con mi Ley, porque, en ellos pronto brillará la luz de la sabiduría.

Bendito el que lucha por el perfeccionamiento de su espíritu, porque él se ha inspirado en el más alto ideal que pueda alcanzar un hijo de Dios.

Estoy puliendo vuestros corazones, porque de ellos haré brotar agua de vida para los sedientos.

Llegada la hora de vuestro cumplimiento, no hagáis obras según vuestra voluntad, ni queráis añadir a mi palabra o a mi obra vuestras ideas imperfectas, porque caeríais en profanación y adulterio borrando vuestras buenas obras del “Libro de la Vida Verdadera”.

Os revestiréis de mi verdad y penetraréis en los hogares; haréis escuchar mi palabra y se hará la paz.

Unas veces seréis reconocidos como emisarios o labriegos de la doctrina Espiritualista Trinitaria Mariana; en cambio, habrá ocasiones en que seréis arrojados a la calle, calumniados o acusados de impostores; mas no temáis, que si a vosotros os juzgasen, también a ellos les llegará el instante de su juicio, y si cuando les hablasteis, no lograron abrir los ojos a la verdad, cuando estén bajo mi juicio, recordarán vuestras palabras y contemplarán la luz.

Cuando el espíritu de algún gran pecador se desprende de esta vida material para penetrar en el valle espiritual, se sorprende al comprobar que el infierno, como él lo imaginaba, no existe, y que el fuego del cual se le habló en los tiempos pasados, no es sino la esencia de sus obras al encontrarse ante el juez inexorable que es su conciencia.

Ese juicio eterno, esa claridad que se hace en medio de las tinieblas que envuelven a aquel pecador, queman más que el fuego más ardiente que pudieseis concebir, mas no es una tortura preparada de antemano como un castigo para el que me ofendió, no, esa tortura proviene del conocimiento de las faltas cometidas, del pesar de haber ofendido a quien le dio la existencia, de haber hecho mal uso del tiempo y de cuantos bienes recibió de su Señor.

¿Creéis que deba Yo castigar a quien con sus pecados me ofendió, cuando Yo sé que el pecado ofende más a quien lo comete? ¿No miráis que el pecador es a sí mismo a quien se hace mal y que no voy Yo a aumentar con su castigo la desgracia que se ha labrado? Solamente dejo que se mire a sí mismo, que oiga la voz inexorable de su conciencia, que se interrogue y se responda, que recobre la memoria espiritual que a través de la materia había perdido y recuerde su principio, su destino y sus promesas; y ahí en ese juicio, tiene que experimentar el efecto del fuego que extermine su mal, que le funda de nuevo como el oro en el crisol, para apartar de él lo nocivo, lo superfluo y todo lo que no es espiritual.

Cuando un espíritu se detiene a escuchar la voz y el juicio dé su conciencia, de cierto os digo, que en esa hora se encuentra ante mi presencia.

Ese momento de quietud, de serenidad y claridad, no llega al mismo tiempo a todos los espíritus; unos penetran pronto en aquel examen de sí mismos, y con ello se evitan muchas amarguras, porque en cuanto despiertan a la realidad y reconocen sus errores, se preparan y disponen para reparar hasta la última de sus malas obras; otros ofuscados, ya sea por el vicio, por algún rencor o por haber llevado una existencia de pecados, tarda en salir de su ofuscación; otros más insatisfechos, creyendo haber sido arrebatados de la Tierra antes de tiempo, cuando todo les sonreía, imprecan y blasfeman, retardando así él poder librarse de su turbación, y como éstos, hay un gran número de casos que solamente mi sabiduría conoce.

Tampoco existen lugares creados por Mí expresamente para la expiación de las faltas cometidas por mis hijos. Yo os digo que no existe un mundo en donde no haya depositado mis maravillas y bendiciones.

¿No decís que este mundo en que habitáis es un valle de lágrimas o sea un valle de expiación? ¿Y quién lo hizo valle de lágrimas, Dios, o los hombres? Yo lo formé a imagen del paraíso celestial, sembrándolo de maravillas y complacencias, pensando hasta en lo más pequeño e insignificante para haceros felices, y sin embargo, dentro de un mundo formado así, para el bienestar y el adelanto, para el deleite y la elevación espiritual de la humanidad, los hombres sufren, lloran, se desesperan y se pierden.

Mas vuelvo a deciros que Yo no hice este mundo para el dolor dé los hombres; los mundos son lo que sus moradores quieren que sean. Ved cuanto ha deformado la verdad el hombre con sus malas interpretaciones, cuán distinto ha interpretado el sentido figurado con el que se le ha revelado la vida espiritual.

Ni oscuridad, ni fuego, ni cadenas existen en el inmenso valle espiritual.

Remordimientos y torturas que provienen de la falta de saber, sufrimiento por carecer de espiritualidad para disfrutar aquella vida, esto y más existe en la expiación de los espíritus que llegan manchados o sin preparación a los umbrales de la vida espiritual. Ved cómo el pecado, las imperfecciones o la perversidad de los hombres, no puedo tomarlos como ofensa hecha al Padre, sabiendo que el mal se lo hacen los hombres a sí mismos.

Tampoco la tierra se ha manchado; ella es tan buena y tan limpia como cuando brotó del Padre, por eso no os pediré que le devolváis su pureza, ya que ella no se ha apartado de su destino, de ser madre, albergue y hogar para los hombres; en cambio, a la humanidad sí le pediré que se arrepienta, que se regenere, que purifique su espíritu y su cuerpo, en una palabra, que retorne a su pureza original, ostentando además en su espíritu, la luz conquistada a través de la evolución, de la lucha y de la práctica de la virtud.

Deteneos en esta página, discípulos, no volváis la lección de este libro sin antes haberla grabado en vuestra mente y de haber meditado largamente en ella. En verdad os digo, que os servirá en esta vida y os facilitará el camino en aquella que os espera.

La lección os la he dado en partes, a través de tiempos y de eras. Hoy os parece que lo que os estoy enseñando será lo último, porque en vuestra mente no concebís mayor perfección en una doctrina espiritual, sin embargo, mi última palabra no es ésta, ni tampoco que esta manifestación dada a través del entendimiento humano, sea la última lección; y para que no penséis más en esto, ahora os digo que mi última palabra, mi última lección, nunca llegará a vosotros, siendo Yo el Verbo Eterno, es natural que Yo os hable y os ilumine eternamente porque no tengo principio ni fin.


¡Mi paz y Mi  amor sea con vosotros!

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