Benditos sean los que me piden con humildad y fe para el
progreso, de su espíritu, porque ellos recibirán lo que soliciten de su Padre.
Benditos los que saben esperar, porque a sus manos llegará
mi caridad en el instante oportuno.
Aprended a pedir y también a esperar, sabiendo que nada
escapa a mi caridad; confiad en que mi voluntad se manifieste en cada una de
vuestras necesidades y pruebas.
El hijo tiene derecho a pedir a su Padre lo que esté dentro
de su ley de justicia y amor, y el Padre a su vez, tiene el deber de atender al
hijo.
Yo os digo que los que aquí en la Tierra acaten mi voluntad,
cuando estén en espíritu gozarán de mi amor.
Cuando el peso de vuestra cruz os agobie, invocad a vuestro
Cirineo y al instante vendré en vuestra ayuda.
Orad en los momentos de prueba, con una oración breve pero
limpia y sincera, y os sentiréis confortados, y cuando logréis estar en armonía
con vuestro Señor, podré deciros que mi voluntad es la vuestra y vuestra
voluntad es la mía.
No sólo oréis cuando os encontréis atravesando por alguna
prueba dolorosa, orad también cuando estéis en paz, porque entonces será cuando
vuestro corazón y pensamiento puedan ocuparse de los demás. Tampoco pidáis
solamente por los que os han hecho bien o por aquellos que no os hayan causado
ningún daño, pues ello, siendo meritorio, no lo es tanto como si veláis por los
que en alguna forma os hubiesen causado prejuicios.
¿Pensad que Yo, vuestro Maestro, he sido Cirineo y Salvador
de los mismos que ante Pilatos gritaron? ¡Crucificadle! ¡Crucificadle! También
vosotros podéis ayudar a vuestros hermanos a llevar con resignación su cruz, con oraciones, pensamientos, palabras y aun en
forma material; así podréis hacer más llevadera la restitución del que va
agobiado bajo el peso de su dolor o de su lucha.
Este es un tiempo propicio para que seáis caritativos, por
lo tanto, orad, pedid y trabajad, los campos son fértiles y os esperan.
Pedid la paz para las naciones, atraedla con vuestras
oraciones; enviad bálsamo a través de vuestros pensamientos y transmitid luz al
entendimiento de vuestros hermanos. De cierto os digo que vuestras peticiones
jamás dejarán de ser escuchadas y atendidas por vuestro Padre.
Estad preparados, porque muchos van a negar que Yo me he
comunicado por el entendimiento del hombre, mas vosotros les diréis que no es
la primera vez que esto acontece, que Dios ha hablado a través del hombre en las
Tres Eras, que desde el principio de los tiempos todas las profecías,
inspiraciones y revelaciones dadas a la humanidad, han sido voces divinas
recibidas por mediación humana, que han guiado a los hombres de todos los
tiempos.
Quienes nieguen, contradigan o escandalicen por vuestro
testimonio, será porque ignoran lo que es la comunicación espiritual, así se
nombren sabios en la Tierra.
Es mi voluntad que por este pueblo que ha sido testigo de mi
comunicación bajo esta forma, sepa la humanidad que el hombre desde su origen,
estuvo destinado a comunicarse con su Padre Celestial, a servirle de portavoz
en este planeta, y que si en los tiempos pasados fueron aislados los casos de
los hombres por cuyos labios habló el Señor, ahora vivís un tiempo en el cual
la humanidad, de generación en generación, alcanzará mayor perfección y
claridad al comunicarse de espíritu a Espíritu con el Padre.
Vosotros anunciaréis que para ese tiempo los hombres todo lo
consultarán con su Señor, para llevar a cabo sus obras en el mundo, dentro de
los preceptos de la ley divina. El padre de familia hablará a sus hijos con
palabras que el Señor ponga en sus labios; los maestros enseñarán bajo una
inspiración superior; los gobernantes sabrán transmitir a sus pueblos la
voluntad de Dios; los jueces se sujetarán a los dictados de su conciencia que
es la luz de Aquél que todo lo sabe, y por lo tanto, es el único capaz de
juzgar con perfección. Los médicos confiarán primero en el poder divino y su
palabra y su bálsamo vendrán del Señor. Los hombres de ciencia comprenderán la
misión tan delicada que han traído a la Tierra, y por su preparación espiritual recibirán las divinas
inspiraciones. Finalmente, todos los que hayan traído al mundo la misión de
conducir espíritus por la senda de evolución, sabrán elevarse para recibir mis
revelaciones y llevarlas al corazón de las multitudes con la luz y la pureza
con que las recibieron.
Os hablo de una era que vendrá y que vosotros debéis
anunciarla y profetizarla con la certeza de que llegará; mas si vuestros,
hermanos se burlasen de vuestra profecía, no temáis, que también Juan el
apóstol, cuando dio a conocer lo que en su comunicación con el Padre había
recibido, fue burlado y hasta juzgado como enajenado; sin embargo, llegó la
hora del cumplimiento de todo aquello que parecía imposible a unos, extraño e
incomprensible a otros.
El tiempo que hoy vivís, es precisamente en el que se está
cumpliendo cuanto dije por boca de aquel vidente, profeta y portavoz del
Maestro.
Por su videncia fue perseguido, atormentado y desterrado
aquel apóstol del amor y de la verdad. Mas no le faltó mi protección contra sus
perseguidores y verdugos, por lo que os digo que no temáis, que si por esta
causa os llevasen a presidio, Yo os pondré en libertad; si os negasen el
trabajo o el pan, Yo os sustentaré. Si os humillasen o calumniasen, Yo os
ensalzaré y os haré justicia, y si os diesen muerte, Yo os resucitaré a la
verdadera vida.
Por eso siempre os digo que debéis prepararos por medio de
la oración, para que podáis extender esta profecía y entregar este testimonio
con el corazón lleno de mansedumbre, de valor y de fe en el amor a vuestros
hermanos.
Todo lo que bajo esa preparación hiciereis en mi nombre,
tendrá que dar buenos frutos y veréis realizarse cuanto hayáis anhelado.
Así como a los hombres de los tiempos pasados les cumplí
todas mis promesas, así a vosotros también os las cumpliré.
Estáis viviendo tiempos de angustia en los que los hombres
se purifican apurando su cáliz de amargura; mas aquellos que han escudriñado
las profecías, ya sabían que el momento estaba próximo a llegar, aquél en que
las guerras se desatarían por doquiera al desconocerse las naciones.
Todavía falta que las enfermedades extrañas y las epidemias
aparezcan entre la humanidad, confundiendo a los científicos; y cuando el dolor llegue a su máximo a los hombres, aún tendrán fuerzas para
gritar: ¡Castigo de Dios! Mas yo no castigo, sois vosotros los que os castigáis
al apartaros de las leyes que rigen a vuestro espíritu y materia.
¿Quién ha desatado y provocado las fuerzas de la naturaleza
sino la insensatez de los hombres? ¿Quién ha desafiado mis leyes? La soberbia
de los hombres de ciencia. Mas de cierto os digo, que este dolor servirá para
arrancar de raíz la mala hierba que ha crecido en el corazón de la humanidad.
Los campos se cubrirán de cadáveres, los inocentes también
perecerán, unos morirán por el fuego, otros por el hambre y otros por la
guerra. La Tierra se estremecerá, los elementos se conmoverán, las montañas
arrojarán su lava y los mares se encresparán.
Yo dejaré que los hombres lleven su perversidad hasta un
límite, hasta donde se los permita su libre albedrío, para que horrorizados
ante su propia obra, sienten en su espíritu el verdadero arrepentimiento.
Vosotros, humildes discípulos, hombres que aunque estáis
llenos de imperfecciones, sentís amor por vuestros hermanos; contrarrestad la
influencia de las pasiones desatadas por la guerra, con pensamientos de paz,
con oraciones saturadas de luz espiritual, con palabras de fraternidad y con
obras que encierren verdad y caridad; debéis estar preparados, porque al final
de la guerra, cuando esta contienda termine, vendrán de lejos las multitudes en
busca del bálsamo para el cuerpo y para el espíritu.
"No nos dejéis cuando esa hora llegue, oh
Maestro", me dice este pueblo. A lo cual Yo os contesto que no os puedo
dejar, porque en todo lo creado me encuentro presente.
Hablaré a los hombres a través de los elementos, de los
mares surgirá mi voz y de un confín al otro de este planeta, se sentirán
tocados los espíritus por la luz de Aquél que es el único que con verdadera
ternura puede deciros: "Amaos los unos a los otros".
Este precepto se convertirá para muchos en su juez, otros lo
sentirán en su corazón como una herida abierta y para otros será como un
guardián que no los dejará dormir para su cumplimiento.
Ya veis que no podré apartarme de vosotros, como lo dijo
hace tiempo uno de mis profetas, que en este tiempo mi Espíritu estaría
derramado sobre toda carne y sobre todo espíritu.
Doquiera que vayáis, Yo seré delante de vosotros. Doquiera
que me busquéis, me encontraréis. Doquiera que poséis vuestra mirada me
contemplaréis, mas no quiero anunciaros tan sólo amarguras y presagios de
grandes tribulaciones con mi palabra de este día. Si os hablo de todo ello, es
para dejaros velando y orando, para que no os sorprendan las pruebas en el
instante en que éstas lleguen a vosotros.
Así como os he anunciado la guerra y los desastres que
deparan a la humanidad, también os digo que llegará un día en el cual todas las
naciones de la Tierra disfrutarán de paz, en el que los hombres se amarán en
Mí, y su vida, su trabajo, sus obras en el mundo, serán el culto agradable que
como incienso perfumado se eleve de este planeta hacia Mí.
Me preguntáis: "Señor, ¿hasta cuándo llegará ese
tiempo?" Y Yo os respondo: Cuando la humanidad se encuentre desmanchada
por el dolor, el arrepentimiento, la regeneración y la práctica del bien.
Al cumplir el espíritu de la humanidad con el pacto que
tiene celebrado con su Padre, Yo cumpliré a mi vez hasta la última de mis
promesas, abriré mi arcano y lo desbordaré sobre mis hijos en sabiduría, en paz
y en revelaciones.
Mientras transitéis por este mundo, velad y orad, pueblos;
preparaos de espíritu y de materia, porque pronto os enviaré por los caminos a
hablar de mi verdad.
Preparad a vuestro espíritu con la práctica de la oración,
de la caridad y de la humildad que mi doctrina os enseña, y preparad también
vuestro cuerpo, apartando de él los vicios, los malos hábitos y doblegándolo
hasta hacer de él un perfecto colaborador del espíritu. Una vez que estéis
preparados, veréis con cuánta claridad aparece el camino ante vosotros. Por eso
os digo que la vida del espíritu desde su partida del seno divino hasta su
retorno, es una escala de evolución.
El Padre al formaros os puso en el primer peldaño de esa
escala, con el fin de que recorriendo ese camino, tuvieseis ocasión de conocer
y comprender verdaderamente a vuestro Creador. Pero ¡cuán pocos iniciaron la
jornada ascendente partiendo del primer escalón! Los más se unieron en su
desobediencia, en su rebeldía, haciendo mal uso del don de la libertad y
desoyendo los dictados de la conciencia, dejándose dominar por la materia, para
crear con sus vibraciones una fuerza, la del mal, y cavar un abismo hacia donde
su influencia tuvo que arrastrar a sus hermanos, que entablaron una lucha cruenta entre sus flaquezas y
perversidades, y su anhelo de elevación y de pureza.
Qué diferente hubiera sido la vida que hubierais llevado en
la Tierra, si hubieseis perseverado en el bien y en la justicia, porque en ella
habríais cosechado los frutos de mi amor. Sin embargo, no estáis perdidos ni os
he proscrito de mi Reino, prueba de ello es que cuando llegué a vosotros,
humanizando mi presencia, descendí hasta el mundo que habéis creado con tantos
errores e imperfecciones.
Aquí en este mundo, para demostraros que os amo a pesar de
vuestros desvíos y de vuestra ingratitud, os di mi sangre y mi cuerpo.
Mi ley inmutable que os di en los primeros tiempos, las
exhortaciones al bien de los profetas, mi doctrina y cada uno de mis mensajes,
son la luz espiritual que a través de la conciencia ha recibido el hombre y
estaría fundido su espíritu con el mío, si se hubiese conservado en la ley y en
la pureza desde el principio de su evolución.
La lujuria de los hombres, su ignorancia, su falta de
elevación espiritual, sus padecimientos causados por sus errores, hicieron que
el Padre descendiese para venir a rescatarles, mostrándoles el libro de la
sabiduría que habían despreciado por los placeres del mundo y a señalarles nuevamente
el camino verdadero.
Muchos siglos han pasado y muchas veces han tenido que
volver al mundo los seres, y aún no comprenden la esencia de mi ley ni la
naturaleza de su propio espíritu.
Aún me estoy manifestando a los hombres en forma humanizada,
aunque también os digo, que lo que en este tiempo vengo revelando, es la
lección que elevará a los espíritus a esa escala de que os hablo, desde la cual
conocerán y podrán recuperar todo error, reconstruir lo destruido y recuperar
cuanto habían perdido.
En mi divina siembra no se pierde una semilla, a pesar de
que las caídas de los hombres hayan retardado su florecimiento y fructificación
espiritual.
En este tiempo la Tierra es removida con gran dolor de la
humanidad, mas es necesario que Yo encuentre mi semilla para apartarla de la
cizaña.
¿Cuál fue la causa de vuestro pecado y de vuestra
desobediencia a mi ley?
Escuchad discípulos: Antes de que surgierais a la vida, Yo
ya existía y en mi Espíritu estaba latente el vuestro. Mas no quise que
heredaseis mi Reino sin haber hecho méritos; no quise que poseyeseis lo
existente sin saber quién os había creado, ni quise que os marchaseis sin
rumbo, sin destino y sin ideal.
Por eso os di la conciencia, para que os sirviese de guía;
os concedí el libre albedrío para que vuestras obras tuvieran verdadero valor
ante Mí. Os di espíritu, para que él anhelara siempre elevarse hacia lo
luminoso y puro. Os di el cuerpo para que por medio del corazón tuvieseis sensibilidad
para lo bueno y para lo bello, y para que os sirviese de crisol, de prueba
constante y también de instrumento para habitar en el mundo material. La Tierra
ha sido escuela para vuestro espíritu, en ella nunca ha faltado la presencia
del Divino Maestro; la vida humana ha sido libro de profunda sabiduría para el
espíritu encarnado.
Cuando el espacio se iluminó por vez primera con la
presencia de los espíritus, estos titubeantes y balbucientes como niños, no
teniendo la elevación ni la fuerza para sostenerse en las moradas de la alta
espiritualidad, sintieron la necesidad de un báculo, de un punto de apoyo para
sentirse fuertes y les fue dada la materia y un mundo material. Mas en su nuevo
estado, fueron adquiriendo experiencia y conocimientos.
No os habéis dado cuenta aún de la misión que debéis cumplir
en este tiempo entre la humanidad, mas Yo con mi palabra os haré conocer
vuestra lucha y la forma en que podréis llegar a la meta.
Vuestro cerebro es pequeño y no alcanza por sí solo a
comprender el valor de los dones que poseéis, ni la trascendencia de la obra
que el Padre, a través de este pueblo, tendrá que llevar a cabo entre la
humanidad.
Mi voluntad sabia y poderosa, prepara los caminos por donde
habrán de levantarse mis emisarios, mis discípulos, mis profetas, con la buena
nueva de la manifestación de mi Palabra, para que a la vez preparen los caminos
por donde habrán de llegar al seno de vuestra nación, las grandes caravanas de
hermanos vuestros que llamáis extranjeros.
Esas caravanas en apariencia vendrán buscando el pan del
cuerpo y la paz para el corazón mas Yo sé que será su espíritu el que venga en
pos del cumplimiento de mi promesa, la cual está guardada en el fondo de cada
espíritu.
De lejanas comarcas y naciones veréis llegar a vuestros
hermanos en busca de liberación para su espíritu. De aquella antigua Palestina,
llegarán también en multitudes, como cuando cruzaron el desierto las tribus de
Israel.
Largo y doloroso ha sido su peregrinaje desde que rechazó de
su seno a Aquél que le vino a ofrecer su reino como una nueva herencia, mas ya
se va acercando al oasis en donde descansará y meditará en mi palabra, para que
después, fortalecido en el reconocimiento a mi ley, prosiga la ruta que le
señala su evolución por tanto tiempo olvidada. Entonces oiréis que muchos dirán
que vuestra nación es la nueva Tierra de Promisión, la Nueva Jerusalén; mas
vosotros les diréis que aquella tierra prometido se encuentra situada más allá
de este mundo y que para llegar a ella habrá que hacerlo en espíritu, después
de haber cruzado el gran desierto de las pruebas de este tiempo. También les
diréis que esta nación es tan sólo un oasis en medio del desierto; mas debéis
entender, pueblo, que el oasis deberá dar sombra a los caminantes fatigados,
además de ofrecer sus aguas cristalinas y frescas a los labios resecos por la
sed a los que en él se refugien.
¿Cuál será esa sombra y esas aguas de las que os estoy
hablando? Mi doctrina, pueblo, mi divina Enseñanza de caridad. ¿Y en quién he
depositado este caudal de gracia y de bendiciones? En vos, pueblo, para que
vayáis despojando vuestro corazón de todo egoísmo y podáis mostrarlo como un
espejo limpio y en cada una de vuestras obras.
¿No se llenaría de gozo vuestro espíritu y corazón, si por
vuestro amor se lograra convertir a la Doctrina Espiritualista Trinitaria
Mariana, aquel pueblo tan apegado a sus tradiciones y espiritualmente
estacionado? ¿No habría gozo entre vosotros, si el antiguo Israel se
convirtiera por conducto del nuevo Israel, o sea que el primero alcanzara
gracia por el postrero? Hasta ahora, nada ha convencido al pueblo judío de que
debe romper antiguas tradiciones para alcanzar su evolución moral y espiritual.
Es el pueblo que cree estar cumpliendo con las leyes de Jehová y de Moisés,
pero que en realidad aún sigue adorando a su becerro de oro. Está próximo el
tiempo en que ese pueblo errante y diseminado por el mundo, deje de mirar hacia
la tierra y eleve sus ojos hacia el cielo, en busca de Aquél, que desde el
principio les fuera prometido como su Salvador y al cual desconoció y dio
muerte porque le creyó pobre y sin bien alguno.
Ya viene la hora en que aquella cruz que por sentencia me
dieron, se torna en vara de justicia sobre cada uno de aquellos espíritus hasta
que por fin sus labios exclamen: "Jesús fue el Mesías".
Ellos, en su pobreza espiritual, en su miseria y en su dolor
me buscarán, y sorprendidos quedarán cuando vean que Aquél que les parecía no
poseer nada en el mundo, lo posee todo y que aquellos tesoros y aquel Reino del
que tanto les hablara, eran una verdad, y comprenderán que nada del mundo,
ningún tesoro, ningún caudal, podrá ser comparable con la paz del espíritu.
Si ese pueblo me volvió la espalda, Yo en cambio le espero,
porque podrán los hombres faltar a su palabra y aún a sus pactos, pero Yo soy
inmutable y jamás faltaré a mis promesas.
Si a él se le dijo que Yo sería su Salvador, Yo le salvaré,
si se le dijo que Yo le llevaría a mi reino, a mi reino le llevaré.
¡Mi paz y amor sea con vosotros!
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