sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 30

En las enseñanzas que os estoy entregando os he llamado pueblo de Israel o Simiente de Jacob, y a medida que vais comprendiendo mis lecciones, os habéis dado cuenta de que espiritualmente pertenecéis al linaje de aquel antiguo pueblo, escogido entre las naciones de la Tierra, para cumplir con la misión de transmitir a la humanidad mis revelaciones.

La simiente que confié a Jacob, está en el espíritu y no en la materia como los hombres han supuesto falsamente, porque Yo os digo que si la herencia que los primeros patriarcas legaron a Israel, hubiera sido material, aún estuviera dando profetas, emisarios e iluminados; en cambio, ved que aquel pueblo lleva consigo cadenas de miseria espiritual y material, sabiendo que ya no puede esperar la llegada de un Mesías, porque ha comprendido que Aquél que le fuera prometido estuvo en el seno de su pueblo y no fue reconocido.
El espíritu del Israel por la raza está dormido, aletargado en un sueño que ya dura siglos y no puede mirar la verdad, porque ha vivido solamente para los goces del mundo, esperando alcanzar aquí su Tierra Prometida su juicio y su gloria. Mas no pensáis que su sueño será eterno, no, ahora que la miseria, el dolor y la humillación como un nuevo cáliz de amargura ha sido bebido por aquel pueblo, comienza su espíritu a despertar, orientándose con la meditación, y en ella va encontrando que todas las profecías y señales que le anunciaron la llegada del Mesías, se cumplieron fielmente en Cristo.

No está lejano su despertar en la forma más completa, ya se acerca su alborada espiritual; pero antes contemplará destruirse el materialismo de la humanidad a causa de sus ambiciones, de su egoísmo y de sus bajas pasiones.

Cuando ese pueblo se convenza de que el reino de la verdadera paz y de la gracia no se encuentra en la Tierra, entonces buscará a Cristo, al repudiado, al desconocido, para decirle: "Maestro, tenías razón, la libertad sólo se encuentra en los que aman la espiritualidad, porque los que hemos ambicionado los bienes materiales, sólo hemos logrado con ello, ser esclavos".

Cuando de aquellos corazones se eleve hacia Mí esta confesión, haré que surjan entre ellos mis nuevos profetas, quienes les ayudarán a prepararse en el camino de la espiritualidad, que será el de su liberación. No os extrañen que aquellos estacionados en su evolución por siglos, en corto tiempo logren recorrer el camino que otros que les han precedido se han tardado tanto en alcanzar y aun logren sobrepasarlos. No olvidéis que muchos de ellos poseen espíritus que fueron enviados a la Tierra desde los primeros tiempos, y que una vez concluida su restitución, volverán a ocupar su lugar entre los elegidos por el Señor, para llevar la luz a sus hermanos de todas las naciones.

Cuando se encuentren en un mismo camino los que lleven el nombre de Israel por su raza, con los que lo son por el espíritu, unos y otros se unirán, reconociendo que ambos forman parte de aquella bendita simiente que nació con los profetas, con los patriarcas del Primer Tiempo y que fuera regada con la sangre del Redentor, para llegar a florecer en esta era de luz en la que me estáis escuchando. Ahora me tenéis en Espíritu, aunque a veces dudáis de ello diciendo: ¿Cómo puedo creer que el Maestro se comunique con nosotros utilizando un medio tan imperfecto y tan humilde? Mas no es la primera vez que dudáis de mi presencia entre vosotros, también en el Segundo Tiempo los hombres dijeron: ¿Cómo puede ser el Mesías esperado el hijo del carpintero?

Hijos míos, en mis altos designios no podéis penetrar, mas ahora que vengo a esclareceros los misterios que no habéis comprendido, abrid vuestra mente y vuestro corazón, para que conozcáis él por qué de
muchas manifestaciones divinas, hasta el punto que a bien tenga revelaros vuestro Señor.

En el Segundo Tiempo, cuando entre mis discípulos o entre las turbas que me seguían, alguien preguntaba si acaso Yo volvería entre vosotros, no tuve motivo alguno para ocultárselo y les declaré que mi retorno sería en un tiempo de grandes pruebas para la humanidad, el cual sería precedido de grandes acontecimientos y trastornos en los distintos órdenes de vuestra vida.

Aquella promesa que os hiciera, la he cumplido, porque no ha faltado ninguna de las señales precursoras, así como tampoco ninguno de los acontecimientos anunciados; sin embargo, la humanidad entregada a su letargo espiritual, ha dejado pasar inadvertidas las señales de mi presencia entre los hombres.

Nadie me esperaba, encontré frío vuestro corazón, apagada la lámpara del amor, estabais durmiendo el sueño de varios siglos. Sólo unos cuantos despertaron ante el llamado del emisario del Señor, que se acercó a vosotros para anunciaros que estaba Yo llamando a las puertas de vuestro corazón.

Mi primera comunicación se verificó una noche mientras la humanidad dormía, igual que aquella en la que me hice hombre para habitar entre vosotros. Si pocos fueron los que en esa ocasión me recibieron, menos aún fueron los que me acompañaron en mi nueva manifestación. Más no toméis mis palabras como un reproche, porque no lo es: Yo soy el amor perfecto que eternamente os vivifica.

He venido a trazaros el camino que ha de conduciros a vuestra salvación, en medio de esta mar anchurosa de maldad; mas han pasado los meses y aun los años desde el instante de mi primera comunicación y desde entonces, uno a uno se han acercado los caminantes en busca de la presencia del Maestro, y hoy no son unos cuantos los que están presentes en mis manifestaciones, ahora forman muchedumbres.

No creáis que todos los que vienen a escucharme están convencidos de esta verdad, no, mientras para algunos esta obra es lo más grande que alienta a su corazón, para otros es algo que no pueden concebir y entonces juzgan, analizan, investigan, y al no encontrar la verdad en la forma en que ellos la desean, me piden pruebas para creer, lo mismo que hiciera Tomás. Entonces les he dicho: no me probéis, bastantes demostraciones os estoy dando de mi presencia, de mi verdad y de mi amor; mas ellos insisten en su petición diciendo: "Si el Maestro en el Segundo Tiempo encontrándose ya en Espíritu se materializó delante de Tomás, para probar su fe, ¿por qué ahora no nos complace a los incrédulos materializándose delante de nosotros, aunque sólo sea por un instante?"

Sí, mis hijos, tendríais razón en pedirme pruebas, si vuestra pequeñez fuese real y vuestra ignorancia cierta; pero lleváis un espíritu evolucionado que no necesita pruebas materiales para creer: lo que debéis hacer es desmaterializaros y así os daréis cuenta de que estáis capacitados para comprender mis nuevas lecciones y de que no es necesario que Yo materialice mi presencia.

Por la esencia de mi palabra, creed en Mí, ella es clara y no os llevará la confusión. Recordad que os dije desde aquel tiempo: el árbol por su fruto es reconocido. Ahora os digo: mi palabra será reconocida por su esencia.

Muchas veces los hombres se han preguntado por qué Jesús aun después de haber sido crucificado se dejó ver de Magdalena la pecadora y después visitó a sus discípulos, y en cambio se ignora que Él hubiese visitado a su Madre, a lo cual os digo, que no era necesario que me manifestara ante María, de la misma manera que empleara con aquellos, porque la comunicación entre Cristo y María fue constante desde antes de que el mundo fuese.

A través de Jesús me manifesté a la humanidad, para salvar pecadores y me dejé contemplar por ellos después de la crucifixión, para avivar la fe de los que me necesitaban; mas en verdad os digo que María, mi, dulce Madre en cuanto hombre, no tuvo mancha que lavar, ni podía carecer de fe, porque Ella sabía quién era Cristo aun antes de ofrecerle su seno maternal.

No fue necesario que humanizara mi Espíritu para visitar a Aquélla que con la misma pureza y mansedumbre con la que me recibió en su seno, con esa misma me devolvió al Reino de donde llegué. Más ¿quién podía saber la forma en la que Yo le hablé en su soledad y la caricia divina con que la envolvió mi Espíritu?

Así doy contestación a los que me han formulado esta pregunta, pensando muchas veces que la primera visita de Jesús, debía de haber sido para su Madre.

Cuán diferente debía de ser la forma en que me manifestara a María, de la que utilicé para hacerme sentir por Magdalena y mis discípulos.

María me sentía en su espíritu. María no llevaba luto por Mí, no lloraba la muerte de Jesús, su dolor era por toda la humanidad, a la que, recibió al pie de la cruz de su Hijo, como un divino presente del Eterno, y por la cual ofreciera la pureza de su cuerpo y de su sangre, para que el Verbo se hiciera hombre.

En cambio, cuando alcancé en el camino de Emmaús a algunos de mis discípulos, viéndome no descubrieron en aquel caminante a su Maestro, hasta que les hice oír mi divina palabra; y cuando Tomás me vio, hizo que le mostrara la herida de mi costado para convencerse de que Aquél a quien él creía muerto, en realidad vivía. Porque Yo para eso he venido, para hacer que unos nazcan y otros resuciten a la fe.

Hoy no he querido tan solo revelaros mi mensaje, sino también he venido a enseñaros la mejor forma de darlo a conocer.

Mientras ha durado el tiempo de mi predicación, he ayudado a vuestro espíritu en su evolución, quitando asperezas, dulcificando caracteres, despertando a los discípulos para que entreguen su corazón a la caridad, al cumplimiento de mi mandamiento que tanto os repetía cuando os decía: "Amaos los unos a los otros". Y aunque el tiempo en que os levantéis a esparcir mi palabra, aún no ha llegado, porque no habéis alcanzado la debida preparación, he concedido a todos aquellos que están bebiendo en esta fuente de salud, de moral y de vida, que comiencen a practicar mis divinas enseñanzas, para que se preparen, fortaleciéndose para la lucha futura, para que con sus buenas obras convenzan a nuevos corazones, los que más tarde serán también labriegos y nuevos sembradores en las tierras del Señor.

Hoy contemplo que mientras unos pecan de temerosos y discretos, otros en cambio se muestran ostentosos y no quiero que toquéis ninguno de esos extremos. No quiero que el temor a los juicios de vuestros semejantes, haga que os ocultéis, porque con ello demostraríais que os falta confianza en mi enseñanza, y si no tenéis fe en el poder que encierra la simiente que vais a entregar ¿cuál será la cosecha de vuestra siembra?

Temed sí, que vuestra mala conducta os afecte ante vuestros hermanos, pero mientras llevéis limpidez en vuestra vida, levantaos con dignidad y predicad mi palabra, dando a conocer mi enseñanza a vuestros semejantes.

No hagáis ostentación de vuestros dones y conocimientos de la verdad que lleváis. Yo os digo, que si eso hicierais, os expondríais a ser sometidos a grandes pruebas por vuestros hermanos.

No os he entregado mi palabra para que la pregonéis por calles y plazas; cierto es que Jesús así lo hizo, mas Él sabía responder a cualquier pregunta y poner a prueba a los que trataban de probarlo.

Vosotros sois pequeños y débiles, no debéis por lo tanto, desafiar la ira de vuestros hermanos. No tratéis de atraer la atención, pensad que nada de particular tenéis; tampoco pretendáis demostrar a la humanidad que todos se encuentran equivocados y que sólo vosotros conocéis la verdad, porque de esa manera nada bueno lograréis en vuestra siembra.

Si queréis evolucionar espiritual y moralmente, no juzguéis los defectos de vuestros hermanos, para no caer en el mismo error, corregid vuestras imperfecciones; orad humildemente ante vuestro Maestro para que os inspiréis en su mansedumbre y recordéis su consejo de que jamás publicaseis vuestras buenas obras, que vuestra mano izquierda no se entere jamás de lo que hubiere hecho la derecha.

También os digo, que no hace falta salir a buscar multitudes para hablarles de mi doctrina, porque mi caridad pondrá a vuestro paso a los necesitados de vuestra ayuda; mas si hubiere momentos en que cumpliendo con mi ley, sintieseis la necesidad de hacer una obra de caridad y no tuvieseis cerca de vosotros a ningún necesitado, no por eso os desesperéis ni dudéis de mi palabra, ésa será la hora precisa en que deberéis orar por vuestros hermanos ausentes, los que recibirán mi caridad si verdaderamente tenéis fe.

No ambicionéis saber más que vuestros hermanos, sabed que todos adquirís el conocimiento según vuestra evolución, si Yo os concediera mi luz sin que tuvieseis méritos, os engrandeceríais y os perderíais en vuestra vanidad, y vuestra sabiduría sería falsa.

Os quiero humildes, mas para serlo ante Mí, también lo debéis manifestar delante de vuestros semejantes.

Discípulos: el amor y la sabiduría nunca están separados, el uno es parte del otro. ¿Cómo es que hay quienes pretenden separar estas dos virtudes? Ambas son la llave que abre las puertas del santuario que os permitirá llegar al conocimiento completo de mi doctrina.

Os he dicho: ¿Queréis tener muchos amigos? Pues usad de la bondad, de la ternura, de la tolerancia y de la misericordia, porque sólo con la ayuda de estas virtudes, podrá brillar vuestro espíritu en el sendero de sus semejantes, dado que todas son expresiones directas del amor. Porque, el espíritu lleva en su esencia más íntima el amor, puesto que es chispa divina y Dios es amor.

Con mi enseñanza vengo a modelaros espiritualmente, con el fin de que asistáis al banquete espiritual en donde podréis saborear los manjares de la sabiduría y del amor perfecto.

Sabed que vuestro destino es vivir como Yo os lo enseñé, es decir, en la humildad, en el amor, en la espiritualidad, dejando que pase por vuestro ser un torrente inagotable de caridad.

En mi enseñanza os muestro un horizonte amplio y si vosotros hacéis de vuestra vida una semejanza de lo que fue la mía, tened por seguro que llegaréis a mi Reino, al descanso verdadero.

Mi obra os asegura la dicha eterna en vuestro espíritu. ¿No habéis escuchado en vuestro corazón una voz dulce y armoniosa que os habla cada vez que hacéis un bien, que proporcionáis un consuelo o que otorgáis generosamente el perdón? ¿Quién es Aquél que así os habla en vuestro interior premiando vuestra bondad? Es vuestro Maestro que no se aparta de sus discípulos.

Con estas lecciones os hago comprender que las virtudes son las únicas que pueden engalanar a vuestro espíritu; también os digo que los errores, las faltas y los malos sentimientos, podréis compararlos a los andrajos con que a veces cubrís a vuestro espíritu. Os quiero limpios y engalanados, porque con harapos de miseria no podréis brillar en el palacio universal de vuestro Padre.

Las buenas obras son el agua cristalina con las que se limpian los espíritus, utilizadla.

Os, hablo así para que comprendáis que estáis fuera de vuestro reino, y que necesitáis volver a él, porque Dios os está esperando.

Quiero hacer de cada hombre un apóstol y de cada apóstol un maestro, porque os amo con amor infinito y antes de que se pierda uno solo de vosotros, preferiría sentir sobre mi Espíritu todo el dolor que existe y que ha existido entre la humanidad.

En vuestro corazón me estáis diciendo: Maestro, ¿tanto nos amáis? Y Yo os digo que vosotros aún no podéis comprender mi amor, pero que debe bastaros saber que cada hijo que vuelve a Dios, es un tesoro que vuelve al Padre. Debo advertiros que todo volverá al seno de Dios. Todos los frutos que de la semilla creadora han brotado, retornarán a su granero.

¡Oh, discípulos amados!, Preparaos para que con intensa fe anheléis llegar al verdadero templo construido por mi caridad en vuestro interior, porque ahí me encontraréis para acompañaros en vuestro camino de evolución hacia Mí.

Yo soy quien os guía porque soy perfecto, sé siempre a dónde voy y a dónde os llevo. Soy el buen Pastor que os cuida, os acaricia y os ama en tal forma que no titubeé un solo instante para daros con mi sacrificio en la cruz la enseñanza que os conducirá a la Vida Verdadera.

Los hombres creyeron que al quitarle la vida a Jesús destruirían mi doctrina, sin saber que con ello, cooperarían a mi glorificación.

He vuelto a la humanidad y me manifestaré en estos recintos hasta 1950, a través de entendimientos humildes, destinados por Mí para esta misión; comunicado en esta forma esperaré la llegada de los sabios que vendrán a interrogarme y a negarme.

Esta palabra sencilla y humilde en su forma, pero profunda en su sentido, volverá a confundir a los sabios en su soberbia y en su vanidad, y les demostrará que a la doctrina de Cristo, y del Salvador, nadie podrá extinguirla, porque Él es la Vida.

Nadie podrá acabar Conmigo, Yo renazco como surgí, en aquel tiempo, después de que un pueblo me arrojó de su seno, condenándome a una muerte ignominiosa. Mas si ahora aparezco de nuevo en este mundo, es porque os amo a todos.

¡Oh, sabios, filósofos y doctores! Vosotros sabréis que Yo soy vuestro Señor cuando lleguéis a escudriñarme, porque me veréis contestando a vuestras malas y mal intencionadas preguntas y enmudeceréis ante mis interrogaciones; y cuando os encontréis arrepentidos y cabizbajos, sin que me pidáis pruebas, Yo os las daré, y esas pruebas serán de amor y de perdón.

Soy el único que puede solucionar vuestros conflictos, el que verdaderamente cura vuestros males, acaricia a los niños y bendice a los ancianos; el que al hablar al hombre, acaricia e ilumina su espíritu. Los hombres y los siglos pasarán, más no mi obra Espiritualista Trinitaria. De cierto os digo que esta obra que es mi Ley y mi doctrina, iluminará a la humanidad. No dudéis de mi sabiduría, ni desafiéis mas mi justicia; si Yo aceptase vuestro desafío, me bastaría un débil soplo de mis elementos, para convertir en polvo o en nada vuestra ciencia y vuestras teorías. No me busquéis como Juez, buscadme como Padre, porque Yo soy amor.

¡Oh, pueblo amado! Que tenéis la misión de difundir mi palabra entre la humanidad hoy petrificada por su materialismo. Aprended a amarla y tened siempre piedad de aquellos que no comprenden mis lecciones de infinito amor.

Cerrad vuestros labios a la murmuración, la mofa, el juicio o la crítica. Envainad esa espada de dos filos que hiere a diestra y siniestra cuando la esgrimís; si queréis luchar en mi nombre, empuñad la espada del amor.

Cerrad vuestros labios, para que no vuelvan a proferir blasfemias ni a causar deshonras; en cambio, abrid vuestros ojos para que descubráis el mal y os apartéis de él; mas no juzguéis a vuestra hermana humanidad, porque formáis parte de ella y adolecéis de sus mismos defectos. Cuando vuestros labios y vuestro corazón se laven en las aguas del arrepentimiento y de las buenas obras, comenzarán a hablar con la verdad de mi palabra, la cual Yo os la inspiraré.

Si hablaseis de mi doctrina sin antes haberos regenerado y preparado, en vez de despertar la fe en los corazones, sólo recibiríais las burlas de quienes están enterados de vuestras faltas. En cambio, si las burlas, las críticas llegan a vuestro corazón, después de que hayáis velado y orado, no lograrán heriros, por que ya os protegisteis con las armas que os di, que son: paciencia, caridad, mansedumbre y amor.

Sed humildes y quienes os amen, lo harán de verdad. Si no habéis alcanzado esa preparación de espíritu y de materia, más os valdría no levantaros a predicar mi palabra, porque no llegaréis a sembrar mi simiente con la limpidez con que Yo os la he entregado y siempre irá mezclada con vuestras imperfecciones. Debéis antes de sembrar, analizar y estudiar mi doctrina para que lleguéis a comprender y a obedecer mi enseñanza.

Cuando sepáis recibir el golpe en la mejilla derecha y en señal de perdón, de amor y de humildad, presentéis la izquierda a vuestro ofensor, ya podéis confiar en que comenzáis a ser mis discípulos. Hasta que surja el perdón entre los hombres, cesarán sus guerras fratricidas y surgirá la unión de todas las naciones.

Con estas enseñanzas quiero evitar que algún día os convirtáis en prevaricadores, que hablando de amor, caridad y espiritualidad, con vuestras obras sembréis todo lo contrario. Os digo esto, porque entre vosotros hay quienes van pregonando que me aman y en su corazón no existe el amor hacia sus hermanos.

Os quiero sinceros espiritual y materialmente para llamaros dignos hijos míos, porque de lo contrario, a vuestro espíritu llegará implacable mi voz llamándoos hipócritas, como llamé en el Segundo Tiempo a la secta de los fariseos que eran la imagen viva de un sepulcro blanqueado por fuera, pulido y cubierto de flores, pero guardando en su interior sólo podredumbre y muerte.

Estoy escuchando a los que me dicen: "Maestro, consideramos que es muy dura la prueba de tener que mostrar la mejilla izquierda a aquél que nos hirió la derecha, mas sin embargo, quisiéramos ser de vuestros discípulos".

¡Oh pueblo! Que oyendo mi palabra la tomáis siempre en su sentido material, sin deteneros a comprenderla en su significado espiritual. Yo os digo que así como podéis ser tocados en la mejilla, lo podréis ser en el corazón, en vuestra parte moral o también podréis ser tocados en vuestro espíritu. Mas no debéis de creer que esa prueba que os pido sea la más grande que podáis soportar; en este Tercer Tiempo he venido a pediros un poco más, cuando os pregunto en mis cátedras, ¿si el asesino de vuestro padre se viera perseguido por la justicia humana y llamara a vuestras puertas pidiéndoos protección, le concederíais albergue, sin delatarle, en señal de perdón?

Esa es la prueba que ahora pido a todos aquellos que quieran ser los discípulos del Espíritu Santo en este Tercer Tiempo.

Si ponéis en práctica estas enseñanzas, de cierto os digo que os estaréis labrando un galardón, mas no debéis de esperar la recompensa mientras estéis en este mundo; y vuelvo a recomendaros que no juzguéis los actos de vuestros hermanos, porque según fuere vuestro juicio, así será vuestra sentencia. Dejadme la causa a Mí, justa o injusta, conocida o desconocida, que Yo daré a vuestros hermanos lo que a ellos pertenece y a vosotros lo que os corresponda.

Sed humildes en todos los actos de vuestra vida, sentíos ignorantes ante la sabiduría de vuestros semejantes.

Bienaventurado el que se prepare, porque él verdaderamente me escuchará. Bienaventurado el que se purifique y obedezca los mandamientos de su Señor, Porque él me verá. Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.


¡Mi paz sea con vosotros!

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