sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 29

Discípulos, nuevamente estoy entre vosotros, mas como la forma de comunicarme es nueva, dudáis sin comprender que no debéis deteneros ante las formas, porque así no encontraréis en dónde está la verdad.

El medio por el cual me manifiesto en este tiempo, es el hombre; ésta es la causa por la cual dudáis de mi comunicación. Mi mensaje está en la esencia de la palabra que vierten los labios del portavoz.

Hoy dudáis nuevamente, ¿Queréis que venga como en los tiempos pasados? Recordad que entonces también dudasteis.

No os hablo por medio del sabio o del filósofo, porque entonces no me hubierais atribuido la palabra a Mí, sino a él. En cambio he venido a manifestarme por medio del humilde, del ignorante y torpe, para que comparando la insignificancia y pequeñez de su materia con la grandeza y sabiduría de la palabra que brota por su boca, llegaseis a comprender que sólo el Señor, puede hablaros así.

También hay quienes en su duda se preguntan ¿Será en verdad el Maestro? ¿Estaré en buen camino? ¿No será esto Obra: de la tentación? Y cuando así os preguntáis, oís mi dulce palabra que os dice: ¿Habéis sentido paz en este camino? ¿Os habéis consolado y sanado de vuestras enfermedades? ¿Os habéis regenerado? Entonces os confesáis ante vuestra conciencia y decís: "Sí, todo esto he contemplado y recibido".

Aún no es el tiempo en que todos creáis. Los tiempos, las pruebas y los acontecimientos despertarán a los hombres y el mañana dirán: En verdad que quien estuvo y nos habló fue el Divino Maestro.

Vengo a revelaros muchos misterios del espíritu para que os podáis conocer y de este modo conozcáis mejor a vuestro Padre.

Los hombres que estudian a Dios, no están de acuerdo. ¿Quiénes están en la verdad? Los hombres de ciencias se contradicen. ¿Quiénes están en lo justo? Religión y ciencia han estado siempre en pugna, sin comprender los hombres que lo espiritual y lo material viven en perfecta armonía y que con ella forman la verdadera Obra del Creador. Unos y otros tienen diferente misión entre la humanidad, mas debieran imitar a la Obra Divina, armonizando unos con otros, como todos los seres de la Creación.

¡Cuántos anatemas ha lanzado la religión a la ciencia y cuántas veces ha negado la ciencia a la religión la existencia de la vida espiritual! La religión, fundándose en los males, que la ciencia ha acarreado a la humanidad y la ciencia tomando como arma el fanatismo y las supersticiones que los ministros de las religiones han inculcado a la humanidad.

De cierto os digo que a los unos les falta conocer la verdad que la naturaleza encierra y a los otros interpretar debidamente mi Ley.

Yo soy el Rey de la paz; he desenvainado mi espada y vengo en son de guerra para destruir todo pecado y tiniebla. Quienes me sigan, no teman si son desconocidos por sus padres o por sus hijos, que mi amor les compensará en su lucha.

Ya en el Segundo Tiempo se desconocieron unos a otros porque mientras unos iban a escuchar a Jesús, otros lo negaban.

Mis nuevos soldados habrán de levantarse a predicar esta buena nueva con sus obras y ejemplos entre la humanidad que ha olvidado mi verdad. Hoy tan sólo encuentro mi palabra en libros empolvados. La humanidad se ha alejado del camino verdadero y se ha familiarizado con el pecado, el vicio y el libertinaje. Ya el pecado no le repugna, el crimen no le horroriza ni el adulterio le sorprende.

Aquí tenéis mi palabra, humanidad, limitada para que podáis comprenderla, mas si queréis pruebas de mi presencia, pruebas os he dado ya, y aún más os daré, pero no lloréis ni mecéis vuestros cabellos cuando ellas se presenten.

En el Segundo Tiempo, cierta vez caminaba Jesús seguido de algunos de sus discípulos. Habían ascendido a una montaña y mientras el Maestro maravillaba con sus palabras a aquellos hombres, de pronto contemplaron transfigurado el cuerpo de su Señor, quien flotaba en el espacio, teniendo a su diestra al espíritu de Moisés y a su siniestra al de Elías.

Ante aquel miraje sobrenatural, cayeron por tierra los discípulos cegados por la luz divina; mas luego serenándose, propusieron a su Maestro colocar sobre sus hombros el manto de púrpura de los reyes, lo mismo que sobre Moisés y Elías. Entonces escucharon una voz que descendía del infinito, la cual decía: "Este es mi Hijo amado en el cual he puesto mis complacencias, a Él oíd".

Gran temor invadió a los discípulos al escuchar aquella voz, y levantando su vista sólo vieron al Maestro, quien les dijo: "No temáis ni digáis a nadie esta visión hasta que Yo haya resucitado de entre los muertos". Entonces preguntaron a su Señor: "¿Por qué dicen los escribas que es menester que Elías venga primero?" Y Jesús les contestó: "En verdad, Elías vendrá primero y restituirá todas las cosas, mas Yo os digo que Elías ya vino y no lo conocieron, antes hicieron en él cuanto quisieron. Entonces los discípulos comprendieron que les habló de Juan el Bautista".

En esta era, cuántas veces ante vuestros ojos he hecho desaparecer la materia a través de la cual me comunico, para permitiros contemplarme en la forma humana con la que la humanidad conoció a Jesús, y sin embargo, no habéis caído postrados ante la nueva transfiguración.

Mi obra, es el Monte espiritual al cual os invito a subir por sendas de amor, caridad y humildad. Es el nuevo monte Tabor, en donde se funden en uno solo el pasado, el presente y el futuro y en donde se unen en una sola esencia la ley, el amor y la sabiduría.

Moisés, Jesús y Elías, he ahí el camino que el Señor ha trazado al hombre para ayudarlo a elevarse al Reino de la paz, de la luz y de la perfección.

Sentid en vuestra vida la presencia de los enviados del Señor. Ninguno de ellos ha muerto, todos viven para alumbrar el camino de los hombres que se han perdido, ayudándolos a levantarse de sus caídas, fortaleciéndoles, para que con amor se entreguen al cumplimiento en las pruebas de su restitución.

Conoced la obra que Moisés por inspiración de Jehová cumplió en la Tierra. Analizad la enseñanza de Jesús, por quien habló el Verbo Divino y buscad el sentido espiritual de mi nueva revelación, cuya era ésta representada por Elías.

Cuando alcancéis completo conocimiento de esas divinas revelaciones, haced un libro que esté dividido en tres partes y encontraréis que la primera habla de la Ley, la segunda del amor y la tercera de la sabiduría. Entonces comprenderéis, que la ley es la que conduce, el amor eleva y la sabiduría perfecciona. Finalmente comprenderéis que estas revelaciones se os han entregado en perfecto orden iluminando la vida humana. Que la lección de amor se os dio cuando ya teníais un amplio conocimiento de la justicia y que así misma la sabiduría os llegará cuando viváis en armonía con las enseñanzas que encierra el amor.

Por medio del hombre es como el Señor ha hablado siempre a la humanidad, porque entre el Ser Divino y el ser humano, está vuestro espíritu que interpreta el mensaje celestial, que percibe y presiente lo eterno.

Moisés, Jesús y Elías, representan las tres fases en que me he manifestado a vosotros. El brazo de Moisés que sostuvo la tabla de la ley y señaló el camino de la tierra prometida; los labios de Jesús que pronunciaron la palabra divina y Elías que con sus manifestaciones espirituales, abrió las puertas que os conducen al infinito y al conocimiento de lo que llamáis misterio.

Estoy conversando con vosotros, hablando a vuestro corazón, mientras que vosotros para escucharme lo tenéis que hacer a través del portavoz humano, Yo os escucho cuando me habláis en lo más íntimo de vuestro ser.

Soy Cristo, al que se ha perseguido, blasfemado y convertido en reo en este mundo. Vengo a vosotros después de lo que me hicisteis en el Segundo Tiempo en Jesús, para daros una vez más, prueba de que os he perdonado y de que os amo.

Desnudo me llevasteis a la cruz y así vuelvo entre vosotros, porque mi Espíritu mi verdad no los oculto a vuestros ojos tras la vestidura de la hipocresía o de la mentira; Mas para que podáis mirarme, antes tenéis que limpiar vuestro corazón.

Quisierais contemplarme en toda mi grandeza y el Maestro así quisiera mostrarse a sus discípulos, pero siempre os encuentro dando los primeros pasos y tengo que limitarme hasta poder ser comprendido por vosotros.

¿Qué pasaría si de pronto contemplaseis mi luz en todo su esplendor? Os cegaríais. ¿Y si escuchaseis mi voz en toda su potencia? Perderíais la razón. Si en el portavoz por medio del cual me comunico, descargara todo mi poder ¿Qué sería de él? Su materia desaparecería.

Por eso, aceptad que el Padre se limite para ser comprendido, sentido y contemplado por los hombres, porque aun dentro de esta limitación, Él es perfecto, sabio e infinito. Muchos de vosotros quisierais que realizara milagros materiales, para creer que soy Yo quien se manifiesta, así lo hicisteis en el Primer Tiempo, cuando Moisés llamó al pueblo para llevarle por el desierto a la tierra prometida. Muchos exigisteis que hiciera obras poderosas para creer que él era el enviado de Dios y por ello seguirle.

Moisés había dado pruebas suficientes de que el Dios verdadero estaba con él, mas el pueblo quería más testimonios y el enviado, llevando a las multitudes hasta las faldas del monte Sinaí, invocó el poder de Jehová y el Señor escuchándole, le concedió grandes pruebas y prodigios.

Si tuvo sed el pueblo en ella manifesté mi poder por la fe de Moisés, haciendo que de la roca manara agua. En el hambre del pueblo, di muestras de mi presencia ante la oración de aquél que conducía a Israel, enviándole el maná.

Quiso el pueblo escuchar y ver a Aquél a quien Moisés oía y contemplaba a través de su fe y al pueblo me manifesté en la nube y le hice escuchar por horas y horas mi voz, mas era tan potente, que los hombres sentían morir de temor; su cuerpo temblaba y su espíritu se estremecía ante aquella voz de justicia. Entonces el pueblo suplicó a Moisés le rogara a Jehová que ya no hablara a su pueblo, porque no podían escucharle. Reconoció que era muy pequeño aún para poder comunicarse directamente con el Eterno.

En el tiempo en que Cristo habitó en Jesús entre la humanidad, los hombres al contemplarlo decían: ¿Cómo ha de ser el hijo del carpintero y de María, el Mesías prometido, aquél que anunciaron los profetas y esperaron los patriarcas? ¿Cómo puede ser este hombre humilde el Hijo de Dios, el libertador? Pero el Maestro habló y su palabra hacía estremecer a los que de buena fe ante Él llegaban y aun a los incrédulos. A cada paso las turbas exigían de Jesús un milagro y Él lo hacía. Llegó el ciego y ante el asombro de los fariseos, el Maestro le dio la vista con sólo tocarle. Así mismo al paralítico le dio movimiento, el leproso fue limpio de su mal, el poseído libertado, la adúltera convertida con una palabra y los muertos se levantaban a su voz.

Cuanto los hombres pidieron para creer y reconocerme, se los concedí, pues en Mí estaba el poder darles cuanto pidiesen, ya que el Espíritu Divino se ocultaba en Jesús para manifestarse y hacer cumplir la Ley.

Cuando Jesús fue en la cruz, no hubo espíritu que no se sintiera estremecido ante la voz de amor y de justicia de aquél que moría desnudo como la misma verdad que entregó en su palabra. Quienes han analizado la vida de Jesús, han reconocido que ni antes ni después de Él, ha existido
quien lleve a cabo una obra como la suya, porque fue obra divina que con su ejemplo salvará a la humanidad.

Llegué con mansedumbre al sacrificio, porque sabía que mi sangre había de convertiros y salvaros. Hablé con amor y os perdoné hasta el último instante porque vine a traeros una enseñanza sublime y a trazaros el camino con ejemplos perfectos hacia la eternidad.

Quiso la humanidad hacerme desistir de mi propósito buscando la fragilidad de la carne y no desistí. Quisieron los hombres hacerme blasfemar y no blasfemé. Mientras más me ofendían las turbas, más piedad y amor tenía de ellas y cuanto más herían mi cuerpo, más sangre manaba de él para dar vida a los muertos a la fe.

Esa sangre es el símbolo del amor con que tracé el camino al espíritu humano. Dejé mi palabra de fe y esperanza a los hambrientos de justicia y el tesoro de mis revelaciones a los pobres de espíritu.

Hasta que el tiempo pasó, la humanidad se dio cuenta de quién había estado en el mundo; entonces, la Obra de Jesús fue tenida por perfecta y divina, reconocida como sobrehumana. ¡Cuántas lágrimas de arrepentimiento! ¡Cuánto remordimiento en los espíritus!

En este tiempo aparezco ante vosotros espiritualmente sobre el monte de perfección, teniendo como en el miraje de aquellos discípulos, a Moisés y a Elías a mi lado, los tres enviados que han trazado a los hombres el camino del espíritu por medio del cumplimiento de la ley.

Moisés presentó a la humanidad la Ley grabada en piedra, Jesús en la cruz culminó su ley de amor y Elías en este tiempo, como un rayo divino, vino a iluminar a todo espíritu con la sabiduría. Cada enviado ha tenido su tiempo para hacer comprender a la humanidad el mensaje divino, las revelaciones y las profecías.

Moisés fue salvado de las aguas para que al hacerse hombre, libertara a su pueblo y le entregara la Ley de Dios.

El Verbo se hizo hombre, para decir a la humanidad con su ejemplo: "Yo soy el Camino la Verdad y la Vida". María, la virgen madre fue la escala bendita por la que descendió Cristo entre los hombres. María, la santa y dulce madre de Jesús, sustentó con su seno al que más tarde había de sustentar a todo espíritu con el pan divino de su palabra.

Todo cuanto Cristo os dijo y os enseñó con sus obras fue una ley que vino a confirmar la que por medio de Moisés habíais recibido; mas no todo estaba dicho, ni todo estaba revelado, faltaba que Elías, en cumplimiento a las profecías y a mi palabra, viniese a preparar nuevamente mi llegada, para ello se manifestó por conducto del entendimiento humano, por medio de su rayo de luz, para iluminar los espíritus, los corazones y las mentes; para hacer comprender lo ya revelado y preparar a los hombres para las nuevas revelaciones y explicaciones, que en esta palabra Yo os habría de confiar.

Quienes en 1866 escucharon las primeras manifestaciones, oyeron aquellas palabras que decían: "Yo soy Elías el profeta del Primer Tiempo, el de la transfiguración en el monte Tabor, preparaos porque los Siete Sellos os son dados a conocer y las puertas del misterio os son abiertas para que podáis contemplar el camino de vuestra salvación".

En este instante también he sido contemplado junto con Moisés y Elías, por la mirada espiritual de aquellos que han desarrollado ese preciado don. Unos asombrados y otros arrepentidos os encontráis ante esta transfiguración, mas esta luz y esta gracia serán derramadas en todo el orbe.

Moisés: Mirad a vuestro pueblo, es el mismo que condujisteis a través del desierto en pos de la tierra prometida. Diseminado y errante va por el mundo; mientras unos han comprendido que la tierra de promisión está en mi seno y a ella se llega por el amor que enseña mi palabra, otros se han adueñado del mundo como si fuese su última morada y su única posesión. Estos no creyeron en el Mesías, ni han sentido la presencia del Espíritu Santo. Volved a ellos en espíritu y nuevamente señaladles el camino a la tierra prometida, a la patria celestial, mas si no os creyesen, ¡núblese el sol, la luna pierda su luz y estremézcase la tierra, porque este pueblo despertará y nunca más se perderá!

Mi caridad es con la humanidad. En cada alborada les propongo la paz a los hombres, más ellos no han querido mi amor. Han creado la guerra y ellos mismos se hacen justicia, por eso será cortada la mala hierba y lavado todo lo impuro en las aguas del amor y de la regeneración.

Después de la muerte, vendrá la resurrección a la vida verdadera; después de la guerra, se hará la paz, y pasado el caos brillará la luz en las conciencias, porque Yo soy la luz del mundo.

Llegará el año de 1950 y para entonces muchos portavoces transmitirán mi palabra. En otras naciones me escucharán, más en el último día de mi manifestación, el valle espiritual tendrá su mirada sobre de vosotros: los espíritus de los moradores de la Tierra, los de vuestros padres, y estarán presentes, los patriarcas y los justos. Bienaventurados los que sean obedientes a mi Ley, porque serán juzgados como ovejas del Divino Pastor, más ¡ay de los desobedientes, porque serán juzgados como machos de cabrío!

Elías, sois la luz. En este tiempo, que es el vuestro, se le ha revelado a la humanidad que no son tres leyes las que se le han entregado, sino una sola explicada en tres tiempos, la cual se condensa en dos preceptos: ¡Amar a Dios sobre todo lo creado y amarse los unos a los otros! Hoy me manifiesto para recordar a mi pueblo enseñanzas pasadas y también para anunciarles mis nuevas revelaciones.

En este día en que habéis recordado el instante en que Elías abrió para la humanidad el Tercer Tiempo al comunicarse por el entendimiento del hombre, sentid el amor de vuestro Maestro, apartad vuestras amarguras y afirmad vuestros pasos en el camino de salvación.
02-029.55 Vivid en armonía con mis revelaciones de los Tres Tiempos, y convertid eternamente vuestra existencia en un caudal inagotable de justicia, de amor y de sabiduría.


¡Mi paz sea con vosotros!

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