Discípulos, nuevamente estoy entre vosotros, mas como la
forma de comunicarme es nueva, dudáis sin comprender que no debéis deteneros
ante las formas, porque así no encontraréis en dónde está la verdad.
El medio por el cual me manifiesto en este tiempo, es el
hombre; ésta es la causa por la cual dudáis de mi comunicación. Mi mensaje está
en la esencia de la palabra que vierten los labios del portavoz.
Hoy dudáis nuevamente, ¿Queréis que venga como en los
tiempos pasados? Recordad que entonces también dudasteis.
No os hablo por medio del sabio o del filósofo, porque
entonces no me hubierais atribuido la palabra a Mí, sino a él. En cambio he
venido a manifestarme por medio del humilde, del ignorante y torpe, para que
comparando la insignificancia y pequeñez de su materia con la grandeza y
sabiduría de la palabra que brota por su boca, llegaseis a comprender que sólo
el Señor, puede hablaros así.
También hay quienes en su duda se preguntan ¿Será en verdad
el Maestro? ¿Estaré en buen camino? ¿No será esto Obra: de la tentación? Y
cuando así os preguntáis, oís mi dulce palabra que os dice: ¿Habéis sentido paz
en este camino? ¿Os habéis consolado y sanado de vuestras enfermedades? ¿Os
habéis regenerado? Entonces os confesáis ante vuestra conciencia y decís:
"Sí, todo esto he contemplado y recibido".
Aún no es el tiempo en que todos creáis. Los tiempos, las
pruebas y los acontecimientos despertarán a los hombres y el mañana dirán: En
verdad que quien estuvo y nos habló fue el Divino Maestro.
Vengo a revelaros muchos misterios del espíritu para que os
podáis conocer y de este modo conozcáis mejor a vuestro Padre.
Los hombres que estudian a Dios, no están de acuerdo.
¿Quiénes están en la verdad? Los hombres de ciencias se contradicen. ¿Quiénes
están en lo justo? Religión y ciencia han estado siempre en pugna, sin
comprender los hombres que lo espiritual y lo material viven en perfecta
armonía y que con ella forman la verdadera Obra del Creador. Unos y otros
tienen diferente misión entre la humanidad, mas debieran imitar a la Obra
Divina, armonizando unos con otros, como todos los seres de la Creación.
¡Cuántos anatemas ha lanzado la religión a la ciencia y
cuántas veces ha negado la ciencia a la religión la existencia de la vida
espiritual! La religión, fundándose en los males, que la ciencia ha acarreado a
la humanidad y la ciencia tomando como arma el fanatismo y las supersticiones
que los ministros de las religiones han inculcado a la humanidad.
De cierto os digo que a los unos les falta conocer la verdad
que la naturaleza encierra y a los otros interpretar debidamente mi Ley.
Yo soy el Rey de la paz; he desenvainado mi espada y vengo
en son de guerra para destruir todo pecado y tiniebla. Quienes me sigan, no
teman si son desconocidos por sus padres o por sus hijos, que mi amor les
compensará en su lucha.
Ya en el Segundo Tiempo se desconocieron unos a otros porque
mientras unos iban a escuchar a Jesús, otros lo negaban.
Mis nuevos soldados habrán de levantarse a predicar esta
buena nueva con sus obras y ejemplos entre la humanidad que ha olvidado mi
verdad. Hoy tan sólo encuentro mi palabra en libros empolvados. La humanidad se
ha alejado del camino verdadero y se ha familiarizado con el pecado, el vicio y
el libertinaje. Ya el pecado no le repugna, el crimen no le horroriza ni el
adulterio le sorprende.
Aquí tenéis mi palabra, humanidad, limitada para que podáis
comprenderla, mas si queréis pruebas de mi presencia, pruebas os he dado ya, y
aún más os daré, pero no lloréis ni mecéis vuestros cabellos cuando ellas se
presenten.
En el Segundo Tiempo, cierta vez caminaba Jesús seguido de algunos
de sus discípulos. Habían ascendido a una montaña y mientras el Maestro
maravillaba con sus palabras a aquellos hombres, de pronto contemplaron
transfigurado el cuerpo de su Señor, quien flotaba en el espacio, teniendo a su
diestra al espíritu de Moisés y a su siniestra al de Elías.
Ante aquel miraje sobrenatural, cayeron por tierra los
discípulos cegados por la luz divina; mas luego serenándose, propusieron a su
Maestro colocar sobre sus hombros el manto de púrpura de los reyes, lo mismo que
sobre Moisés y Elías. Entonces escucharon una voz que descendía del infinito,
la cual decía: "Este es mi Hijo amado en el cual he puesto mis
complacencias, a Él oíd".
Gran temor invadió a los discípulos al escuchar aquella voz,
y levantando su vista sólo vieron al Maestro, quien les dijo: "No temáis
ni digáis a nadie esta visión hasta que Yo haya resucitado de entre los
muertos". Entonces preguntaron a su Señor: "¿Por qué dicen los
escribas que es menester que Elías venga primero?" Y Jesús les contestó:
"En verdad, Elías vendrá primero y restituirá todas las cosas, mas Yo os
digo que Elías ya vino y no lo conocieron, antes hicieron en él cuanto
quisieron. Entonces los discípulos comprendieron que les habló de Juan el
Bautista".
En esta era, cuántas veces ante vuestros ojos he hecho
desaparecer la materia a través de la cual me comunico, para permitiros
contemplarme en la forma humana con la que la humanidad conoció a Jesús, y sin
embargo, no habéis caído postrados ante la nueva transfiguración.
Mi obra, es el Monte espiritual al cual os invito a subir
por sendas de amor, caridad y humildad. Es el nuevo monte Tabor, en donde se
funden en uno solo el pasado, el presente y el futuro y en donde se unen en una
sola esencia la ley, el amor y la sabiduría.
Moisés, Jesús y Elías, he ahí el camino que el Señor ha
trazado al hombre para ayudarlo a elevarse al Reino de la paz, de la luz y de
la perfección.
Sentid en vuestra vida la presencia de los enviados del
Señor. Ninguno de ellos ha muerto, todos viven para alumbrar el camino de los
hombres que se han perdido, ayudándolos a levantarse de sus caídas,
fortaleciéndoles, para que con amor se entreguen al cumplimiento en las pruebas
de su restitución.
Conoced la obra que Moisés por inspiración de Jehová cumplió
en la Tierra. Analizad la enseñanza de Jesús, por quien habló el Verbo Divino y
buscad el sentido espiritual de mi nueva revelación, cuya era ésta representada
por Elías.
Cuando alcancéis completo conocimiento de esas divinas
revelaciones, haced un libro que esté dividido en tres partes y encontraréis
que la primera habla de la Ley, la segunda del amor y la tercera de la
sabiduría. Entonces comprenderéis, que la ley es la que conduce, el amor eleva
y la sabiduría perfecciona. Finalmente comprenderéis que estas revelaciones se
os han entregado en perfecto orden iluminando la vida humana. Que la lección de
amor se os dio cuando ya teníais un amplio conocimiento de la justicia y que
así misma la sabiduría os llegará cuando viváis en armonía con las enseñanzas
que encierra el amor.
Por medio del hombre es como el Señor ha hablado siempre a
la humanidad, porque entre el Ser Divino y el ser humano, está vuestro espíritu
que interpreta el mensaje celestial, que percibe y presiente lo eterno.
Moisés, Jesús y Elías, representan las tres fases en que me
he manifestado a vosotros. El brazo de Moisés que sostuvo la tabla de la ley y
señaló el camino de la tierra prometida; los labios de Jesús que pronunciaron
la palabra divina y Elías que con sus manifestaciones espirituales, abrió las
puertas que os conducen al infinito y al conocimiento de lo que llamáis
misterio.
Estoy conversando con vosotros, hablando a vuestro corazón,
mientras que vosotros para escucharme lo tenéis que hacer a través del portavoz
humano, Yo os escucho cuando me habláis en lo más íntimo de vuestro ser.
Soy Cristo, al que se ha perseguido, blasfemado y convertido
en reo en este mundo. Vengo a vosotros después de lo que me hicisteis en el
Segundo Tiempo en Jesús, para daros una vez más, prueba de que os he perdonado
y de que os amo.
Desnudo me llevasteis a la cruz y así vuelvo entre vosotros,
porque mi Espíritu mi verdad no los oculto a vuestros ojos tras la vestidura de
la hipocresía o de la mentira; Mas para que podáis mirarme, antes tenéis que
limpiar vuestro corazón.
Quisierais contemplarme en toda mi grandeza y el Maestro así
quisiera mostrarse a sus discípulos, pero siempre os encuentro dando los
primeros pasos y tengo que limitarme hasta poder ser comprendido por vosotros.
¿Qué pasaría si de pronto contemplaseis mi luz en todo su
esplendor? Os cegaríais. ¿Y si escuchaseis mi voz en toda su potencia?
Perderíais la razón. Si en el portavoz por medio del cual me comunico,
descargara todo mi poder ¿Qué sería de él? Su materia desaparecería.
Por eso, aceptad que el Padre se limite para ser
comprendido, sentido y contemplado por los hombres, porque aun dentro de esta
limitación, Él es perfecto, sabio e infinito. Muchos de vosotros quisierais que
realizara milagros materiales, para creer que soy Yo quien se manifiesta, así
lo hicisteis en el Primer Tiempo, cuando Moisés llamó al pueblo para llevarle
por el desierto a la tierra prometida. Muchos exigisteis que hiciera obras poderosas para creer que él era el enviado de Dios y
por ello seguirle.
Moisés había dado pruebas suficientes de que el Dios
verdadero estaba con él, mas el pueblo quería más testimonios y el enviado,
llevando a las multitudes hasta las faldas del monte Sinaí, invocó el poder de
Jehová y el Señor escuchándole, le concedió grandes pruebas y prodigios.
Si tuvo sed el pueblo en ella manifesté mi poder por la fe
de Moisés, haciendo que de la roca manara agua. En el hambre del pueblo, di
muestras de mi presencia ante la oración de aquél que conducía a Israel, enviándole
el maná.
Quiso el pueblo escuchar y ver a Aquél a quien Moisés oía y
contemplaba a través de su fe y al pueblo me manifesté en la nube y le hice
escuchar por horas y horas mi voz, mas era tan potente, que los hombres sentían
morir de temor; su cuerpo temblaba y su espíritu se estremecía ante aquella voz
de justicia. Entonces el pueblo suplicó a Moisés le rogara a Jehová que ya no
hablara a su pueblo, porque no podían escucharle. Reconoció que era muy pequeño
aún para poder comunicarse directamente con el Eterno.
En el tiempo en que Cristo habitó en Jesús entre la
humanidad, los hombres al contemplarlo decían: ¿Cómo ha de ser el hijo del
carpintero y de María, el Mesías prometido, aquél que anunciaron los profetas y
esperaron los patriarcas? ¿Cómo puede ser este hombre humilde el Hijo de Dios,
el libertador? Pero el Maestro habló y su palabra hacía estremecer a los que de
buena fe ante Él llegaban y aun a los incrédulos. A cada paso las turbas
exigían de Jesús un milagro y Él lo hacía. Llegó el ciego y ante el asombro de
los fariseos, el Maestro le dio la vista con sólo tocarle. Así mismo al
paralítico le dio movimiento, el leproso fue limpio de su mal, el poseído
libertado, la adúltera convertida con una palabra y los muertos se levantaban a
su voz.
Cuanto los hombres pidieron para creer y reconocerme, se los
concedí, pues en Mí estaba el poder darles cuanto pidiesen, ya que el Espíritu
Divino se ocultaba en Jesús para manifestarse y hacer cumplir la Ley.
Cuando Jesús fue en la cruz, no hubo espíritu que no se
sintiera estremecido ante la voz de amor y de justicia de aquél que moría
desnudo como la misma verdad que entregó en su palabra. Quienes han analizado
la vida de Jesús, han reconocido que ni antes ni después de Él, ha existido
quien lleve a cabo una obra como la suya, porque fue obra divina que
con su ejemplo salvará a la humanidad.
Llegué con mansedumbre al sacrificio, porque sabía que mi
sangre había de convertiros y salvaros. Hablé con amor y os perdoné hasta el
último instante porque vine a traeros una enseñanza sublime y a trazaros el
camino con ejemplos perfectos hacia la eternidad.
Quiso la humanidad hacerme desistir de mi propósito buscando
la fragilidad de la carne y no desistí. Quisieron los hombres hacerme blasfemar
y no blasfemé. Mientras más me ofendían las turbas, más piedad y amor tenía de
ellas y cuanto más herían mi cuerpo, más sangre manaba de él para dar vida a
los muertos a la fe.
Esa sangre es el símbolo del amor con que tracé el camino al
espíritu humano. Dejé mi palabra de fe y esperanza a los hambrientos de
justicia y el tesoro de mis revelaciones a los pobres de espíritu.
Hasta que el tiempo pasó, la humanidad se dio cuenta de
quién había estado en el mundo; entonces, la Obra de Jesús fue tenida por
perfecta y divina, reconocida como sobrehumana. ¡Cuántas lágrimas de
arrepentimiento! ¡Cuánto remordimiento en los espíritus!
En este tiempo aparezco ante vosotros espiritualmente sobre
el monte de perfección, teniendo como en el miraje de aquellos discípulos, a
Moisés y a Elías a mi lado, los tres enviados que han trazado a los hombres el
camino del espíritu por medio del cumplimiento de la ley.
Moisés presentó a la humanidad la Ley grabada en piedra,
Jesús en la cruz culminó su ley de amor y Elías en este tiempo, como un rayo
divino, vino a iluminar a todo espíritu con la sabiduría. Cada enviado ha
tenido su tiempo para hacer comprender a la humanidad el mensaje divino, las
revelaciones y las profecías.
Moisés fue salvado de las aguas para que al hacerse hombre,
libertara a su pueblo y le entregara la Ley de Dios.
El Verbo se hizo hombre, para decir a la humanidad con su
ejemplo: "Yo soy el Camino la Verdad y la Vida". María, la virgen
madre fue la escala bendita por la que descendió Cristo entre los hombres.
María, la santa y dulce madre de Jesús, sustentó con su seno al que más tarde
había de sustentar a todo espíritu con el pan divino de su palabra.
Todo cuanto Cristo os dijo y os enseñó con sus obras fue una
ley que vino a confirmar la que por medio de Moisés habíais recibido; mas no
todo estaba dicho, ni todo estaba revelado, faltaba que Elías, en cumplimiento a las profecías y a mi palabra, viniese a preparar
nuevamente mi llegada, para ello se manifestó por conducto del entendimiento
humano, por medio de su rayo de luz, para iluminar los espíritus, los corazones
y las mentes; para hacer comprender lo ya revelado y preparar a los hombres
para las nuevas revelaciones y explicaciones, que en esta palabra Yo os habría
de confiar.
Quienes en 1866 escucharon las primeras manifestaciones,
oyeron aquellas palabras que decían: "Yo soy Elías el profeta del Primer
Tiempo, el de la transfiguración en el monte Tabor, preparaos porque los Siete
Sellos os son dados a conocer y las puertas del misterio os son abiertas para
que podáis contemplar el camino de vuestra salvación".
En este instante también he sido contemplado junto con
Moisés y Elías, por la mirada espiritual de aquellos que han desarrollado ese
preciado don. Unos asombrados y otros arrepentidos os encontráis ante esta
transfiguración, mas esta luz y esta gracia serán derramadas en todo el orbe.
Moisés: Mirad a vuestro pueblo, es el mismo que condujisteis
a través del desierto en pos de la tierra prometida. Diseminado y errante va
por el mundo; mientras unos han comprendido que la tierra de promisión está en
mi seno y a ella se llega por el amor que enseña mi palabra, otros se han adueñado
del mundo como si fuese su última morada y su única posesión. Estos no creyeron
en el Mesías, ni han sentido la presencia del Espíritu Santo. Volved a ellos en
espíritu y nuevamente señaladles el camino a la tierra prometida, a la patria
celestial, mas si no os creyesen, ¡núblese el sol, la luna pierda su luz y
estremézcase la tierra, porque este pueblo despertará y nunca más se perderá!
Mi caridad es con la humanidad. En cada alborada les
propongo la paz a los hombres, más ellos no han querido mi amor. Han creado la
guerra y ellos mismos se hacen justicia, por eso será cortada la mala hierba y
lavado todo lo impuro en las aguas del amor y de la regeneración.
Después de la muerte, vendrá la resurrección a la vida
verdadera; después de la guerra, se hará la paz, y pasado el caos brillará la
luz en las conciencias, porque Yo soy la luz del mundo.
Llegará el año de 1950 y para entonces muchos portavoces
transmitirán mi palabra. En otras naciones me escucharán, más en el último día
de mi manifestación, el valle espiritual tendrá su mirada sobre de vosotros:
los espíritus de los moradores de la Tierra, los de vuestros padres, y estarán
presentes, los patriarcas y los justos. Bienaventurados los que sean obedientes a mi Ley, porque serán juzgados como ovejas
del Divino Pastor, más ¡ay de los desobedientes, porque serán juzgados como
machos de cabrío!
Elías, sois la luz. En este tiempo, que es el vuestro, se le
ha revelado a la humanidad que no son tres leyes las que se le han entregado,
sino una sola explicada en tres tiempos, la cual se condensa en dos preceptos:
¡Amar a Dios sobre todo lo creado y amarse los unos a los otros! Hoy me
manifiesto para recordar a mi pueblo enseñanzas pasadas y también para
anunciarles mis nuevas revelaciones.
En este día en que habéis recordado el instante en que Elías
abrió para la humanidad el Tercer Tiempo al comunicarse por el entendimiento
del hombre, sentid el amor de vuestro Maestro, apartad vuestras amarguras y
afirmad vuestros pasos en el camino de salvación.
02-029.55 Vivid en armonía con mis revelaciones de los Tres Tiempos, y
convertid eternamente vuestra existencia en un caudal inagotable de justicia,
de amor y de sabiduría.
¡Mi paz sea con vosotros!
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