sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 26

Discípulos: Después de escuchar mi enseñanza y de juzgar vuestro pasado ante la luz de mi palabra, espiritualmente habéis dicho: "La hoja del árbol no se mueve sin la voluntad de Dios"

Así pensáis porque empezáis a comprender, que las pruebas que vais apurando como un cáliz amargo, han sido como peldaños que os han ido acercando al Árbol de la Vida, donde el Maestro os espera para entregaros vuestra heredad.

Cuando habéis llegado ante la manifestación de mi palabra, todos os habéis preguntado cuál sería la causa de mi retorno y al escuchar mi saludo que os dice: "Mi paz sea con vosotros", los que sabéis reconocer
el valor que tiene la paz, os llenáis de gozo, mientras que los que sólo pensáis en adquirir los bienes materiales, con decepción me preguntáis en vuestro interior si solamente he venido a ofreceros la paz.

Estos que así piensan no me ofenden, porque su incomprensión proviene de su ignorancia y ésta es precisamente la tiniebla que he venido a combatir iluminando a los espíritus con la luz de mi Doctrina.

Corazones hoy endurecidos por las pasiones y vicisitudes que han amargado vuestra vida: Comprended que alcanzaréis la paz cuando hayáis logrado la elevación espiritual.

La paz en el espíritu os habla de luz, de moral, de virtudes. El que no anhele llegar a ese estado de elevación, no sueñe con disfrutar de mi paz, porque aún está cautivo de las pasiones de la materia y de las falsas visiones de felicidad que le presenta el mundo material.

El que alienta en su interior un ferviente deseo de paz, hastiado de los placeres materiales, es el que busca la liberación de su espíritu, ansioso de alcanzar el fin para el que fue creado.

Desde el principio de la humanidad, han sido pocos los que han buscado la paz o los que han permanecido en ella una vez que la han alcanzado, porque, el hombre sólo la busca cuando el dolor lo ha vencido. Por eso veis como después de cada una de vuestras guerras inhumanas, fratricidas e injustas, se levantan millares de seres sedientos de la paz, que antes no supieron estimar, porque no se habían dado cuenta del valor que tiene ese don divino.

Debéis comprender que no es en el saber de los hombres en donde encontraréis la tranquilidad, ya que la fuente de donde proviene, es espiritual. El oro, la sabiduría humana, la ciencia, el poder de los hombres, no han bastado para conseguir esa gracia que solo alcanzaréis practicando las buenas obras, conduciéndoos en vuestra vida por el camino del amor que os señala mi Ley.

Nada tendrá de extraño que los hombres, que la humanidad llama sabios, cuando vengan en pos de mis revelaciones y en busca de mi paz, ocupen el lugar de los párvulos para estudiar las primeras lecciones del libro de la vida.

Nadie mejor que Yo, conoce la sed infinita que existe entre la humanidad. Mi piedad como un rayo de esperanza penetra en cada corazón, para hacerle sentir la proximidad de la lucha por medio de la cual alcanzará la paz verdadera y la liberación del espíritu.

Mi enseñanza es la voz de la trompeta celestial, que ha sido escuchada por los espíritus a quienes les ha anunciado que ha llegado el tiempo del juicio, de la expiación y también de la salvación.

Todo había sido profetizado, mas preferisteis esperar los acontecimientos sin prepararos. Os faltó la fe, la obediencia a mi Ley de amor y hoy os encontráis llorando vuestra culpa.

Las multitudes que se congregan para escuchar mis divinas lecciones, os parecen grandes en su número, pero cuan pequeñas son si las comparáis con vuestros hermanos que se encuentran carentes de mi paz.

En estas multitudes he depositado mi paz; unos han sabido conservarla, otros en cuanto dejan de oír mi palabra y penetran en la rutina de la vida, se despojan de ella. Son los que al retornar al humilde lugar en donde me manifiesto me preguntan: ¿Señor, por qué sólo cuando te estoy escuchando encuentro paz, o es que sólo en estos lugares existe? Y Yo les contesto que si sólo han encontrado la paz a la hora de estar escuchando mi Doctrina, es porque solamente en ese momento es cuando limpian su espíritu de la influencia de la materia y al trasponer el umbral de estos recintos, retornan a su vida de imperfecciones, egoísmos, pasiones, rencores y vicios, sin llevar a la práctica los preceptos de la Doctrina que estuvieron escuchando, porque escuchar no quiere decir aprender, y sólo el que analice y ponga en práctica mi Doctrina, será el que pueda llamarse en verdad mi discípulo, porque siempre estará preparado espiritualmente para llevar a sus hermanos el ejemplo de encauzar su vida en el cumplimiento de mis enseñanzas.

En esta cátedra encontraréis el conocimiento de la responsabilidad moral que habéis contraído, por estar recibiendo en vuestro corazón el don de mi paz, del que tendréis que compartir con vuestros hermanos.

Comprended y analizad, cuántas veces os he dicho: Bienvenidos seáis al humilde recinto convertido en casa de paz y oración en donde me manifiesto como Maestro.

A través de mi palabra habéis comprendido vuestra misión y la restitución que pesa sobre vuestro espíritu. Hoy reconocéis que para llegar a Mí, es necesario alcanzar la pureza que os haga dignos de penetrar en la mansión de los justos, que es la tierra prometida a vuestro espíritu.

No todos los que me escuchan están conmigo, porque el pensamiento de algunos está distante. En cambio hay quienes se encuentran distantes en materia y están presentes en espíritu.

Si vosotros llamáis a mis puertas, Yo también he llegado a las vuestras, no para pediros sino para daros lo que habéis menester.

Vengo a dar luz a vuestro espíritu porque veo que no quiere continuar en tinieblas, desea levantarse sobre la ignorancia y sobre las pasiones de la materia, quiere contemplar y comprender al Padre conociendo la finalidad de su propia existencia.

Despertad, daos cuenta del tiempo en que vivís, para que llegado el momento en que los hombres se levanten profanando y borrando todo culto del corazón humano, de vosotros nada tengan que apartar, porque vuestro santuario y vuestro culto será espiritual. Entonces vuestro espíritu sabrá comunicarse directamente con mi Divinidad; esa será su liberación.

Vivís en un mundo transformado por la ciencia humana, ésta es su era, es el tiempo de su reinado.

Una nueva Babel han levantado los hombres, una nueva torre de soberbia y vanidad. Desde su altura desafían mi poder y humillan a los débiles. En verdad os digo, que por ese camino el hombre no llegará a Mí, no porque Yo desconozca la ciencia, ya que ella es luz que Yo, el Creador, he puesto en la mente humana, sino por el mal uso que de ella han hecho los hombres. Os confié la ciencia como un árbol al que deberíais cultivar con amor, respeto y celo para que de él brotasen los frutos del mejor sabor, los que dan la vida. ¿Creéis haber cultivado bien ese árbol? Ved que sus frutos han sido de destrucción y de dolor, que en lugar de dar la vida han sembrado la muerte. ¡Qué equivocada está la ciencia humana! Más a pesar de ello Yo la bendigo porque es obra de mis hijos.

El materialismo ha envuelto a la humanidad. De muchos corazones se ha borrado mi nombre, los hombres se olvidan de orar, que es la forma espiritual de conversar con Dios. Mi Doctrina y mis ejemplos a través de Jesús se han olvidado y quienes tratan de perseverar en mis lecciones y de cumplir con mi Ley, lo hacen por medio de cultos idólatras, buscándome a través de formas e imágenes hechas por la mano del hombre. ¿Es así como debe cumplirse mi Ley?

Muchos han hecho de la Naturaleza su Dios, divinizándola como fuente creadora de todo cuanto existe. Mas en verdad os digo que esta Naturaleza de cuyo seno han brotado todos los seres, las fuerzas y
los elementos materiales que os rodean, no es creadora ella, fue concebida y formada antes por el Hacedor Divino. No es la causa ni el por qué de la vida. Solamente Yo, vuestro Señor, soy el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega.

La sombra del árbol de la ciencia humana ha envuelto a la humanidad, la mayoría de sus frutos la han envenenado y se aproxima el tiempo en que la hoz justiciera venga a cortar toda rama impura y todo mal fruto.

Cuando el hombre fue inocente, su estado de pureza le hizo digno de la gracia del Señor. No le era necesaria la ciencia para encontrar los medios de vida, no era menester que sus ojos o su inteligencia se esforzaran en penetrar en los secretos de la Creación, para encontrar la luz que iluminará la senda de su vida terrenal.

La Naturaleza, como una dulce madre, acercaba su seno a los labios del niño para alimentarle, mas el niño creció y seducido por la belleza exterior de los frutos del árbol de la vida, extendió su mano, los cortó y los probó, despertando la necesidad y el ansia de saber en su corazón y en todo su ser, huyó la edad de la inocencia y comenzó para el hombre una nueva etapa, la de la ciencia, en la que el espíritu deseó conocer la vida humana y sus misterios. Ahí comenzó la lucha, la experiencia, el desarrollo, la evolución, la restitución.

El niño que cifraba su dicha en sentir la caricia materna, se convirtió en el adolescente que lleno de curiosidad y de inquietud, maravillado ante la grandeza de la vida que era un misterio para él, se levantó por los caminos ansioso de saber. ¿Quién sino Yo hizo que el hombre sintiera ese ideal de saber y conocer? Todo estaba previsto y preparado por Mí para guiar los pasos del hombre en la Tierra, por eso a cada paso encontraba una sorpresa y una nueva maravilla. No había tropiezo, necesidad, ni pena a la que no encontrara solución. Si el hombre tuvo su despertar para el mundo, también en su espíritu, de su inquietud y presentimiento surgió el anhelo profundo de saber y contemplar la vida que está más allá de la creación material, más allá de la materia y de la ciencia.

Así nació el culto espiritual hacia Dios, para que por medio de él se sustentara el espíritu y alcanzara conocimientos elevados, viviendo de acuerdo con la ciencia inspirada en mi Ley de amor.

No todos los hombres me han concebido en lo infinito, en lo espiritual e invisible, por eso desde los principios de la humanidad, mientras unos me han buscado más allá de todo lo material, otros lo han hecho por medio de cultos exteriores. Estos son los que me buscaban en los astros, en los elementos y en otras criaturas hasta que llegaron a comprender que quien había formado todo lo que ellos adoraban, se encontraba en el infinito y a Él era a quien debían adorar.

De tiempo en tiempo la humanidad fue evolucionando en sus creencias y en el conocimiento de lo espiritual, perfeccionando su culto iluminado por inspiraciones divinas. Sin embargo, todavía en este tiempo muchos de mis hijos solo me sienten a través de formas, ritos, imágenes y símbolos. Es que el espíritu distraído aún con las tradiciones, se conforma con lo poco que alcanza con su escasa elevación, pero ha llegado para él la hora de la inquietud ante los misterios, experimentando necesidades y atravesando pruebas como nunca las había encontrado en su camino; entonces despertará y se levantará a preguntar, a escudriñar como ya lo hizo cuando quiso conocer el por qué de la vida en la Tierra.

¿Qué es lo que más anheláis en la Tierra en estos instantes? La paz, la salud, la verdad. De cierto os digo que estos dones no os los dará vuestra ciencia tal como la habéis tomado.

Los sabios interrogan a la Naturaleza y ella a cada pregunta les responde, mas detrás de aquellas interrogaciones no siempre hay buenos fines, buenos sentimientos ni caridad. Son los hombres los pequeños y necios que arrancan a la madre sus secretos y profanan su intimidad, no con el fin de honrarla tomando de sus fuentes los elementos para hacer el bien de los unos a los otros, como verdaderos hermanos, sino con fines egoístas y a veces perversos.

Toda la Creación les habla de mí y su voz es de amor, mas ¡Cuán pocos han sabido escuchar y comprender ese lenguaje!

Si consideráis que la Creación es un templo donde Yo habito, ¿No teméis que Jesús se presente ahí empuñando el látigo y arroje a los mercaderes y a los que la profanen?

¡Oh amado pueblo, analizad y comprended mi enseñanza, abrid vuestro entendimiento y dejad que en él penetre mi luz, esa luz hablará en vuestras obras, aunque vuestro verbo sea humilde. Me place que vuestro verbo sea torpe, porque será vuestro espíritu quien de testimonio de Mí.

El destino de cada uno de vosotros es distinto, mas el final de todos es el mismo; llegar a Dios.

Unos sufrís y con ello restituís vuestras faltas a mi Ley en los tiempos pasados, otros apuráis el cáliz de amargura, a causa de la maldad de vuestros hermanos; los primeros están purificándose en las pruebas de la vida, los segundos tendrán que apurar el mismo cáliz que dieron a beber a sus semejantes, pero de cierto os digo que en unos y otros se manifiesta la justicia amorosa y perfecta de vuestro Señor.

"Amaos los unos a los otros", cumplid con mi Ley de amor, para que la luz de la paz y la armonía brille en Oriente, que ahora se encuentra en las tinieblas y amarguras de la guerra. Sentid el dolor de la humanidad y ved como buscan un salvador, como las ovejas perdidas cuando lloran llamando a su pastor.

¡Cuánto dolor agobia a la humanidad en esta Era! No bien nace un niño cuando ya comienza a apurar el cáliz de amargura por causa de sus hermanos. Unos pierden a la madre antes de sentir la primera caricia, otros ensordecen con el estruendo de la guerra, en lugar de oír el dulce arrullo maternal.

El paraíso de los primeros fue convertido en valle de lágrimas y ahora sólo es un valle de sangre. Por eso hoy que he venido a cumplir la promesa que hice a mis discípulos, despierto de su letargo a la humanidad, dándole mis enseñanzas de amor para salvarla y busco a los espíritus que tienen el destino de levantarse en este tiempo a testificar mi manifestación y mi palabra con sus obras. Cuando esos señalados por Mí, se encuentren reunidos en torno a mi Ley, la Tierra y los astros se conmoverán y en el cielo habrá señales, porque en ese instante la voz del Señor será escuchada desde un confín hasta el otro de la Tierra y su espíritu divino rodeado de los espíritus de los justos, de los profetas y de los mártires, juzgará al mundo espiritual y material.

Entonces alcanzarán su plenitud el tiempo del Espíritu Santo. Para que hagáis conocer a vuestros hermanos esta profecía, os pregunto: ¿Cuándo vais a levantaros al cumplimiento de vuestra misión como los discípulos de este tiempo? ¿Cuándo vais a hacer que vuestros hermanos os escuchen y se estremezcan ante la voz de su propia conciencia? ¿Cuándo vais a llevar esta palabra de luz y de amor a la humanidad?

Es mi voluntad que os unifiquéis para que en cada recinto y en cada congregación sea uno solo el sabor de vuestro fruto. ¿Por qué habrían de brindar sabor diferente si todos son sarmientos de una misma vid?

Estudiad, practicad y levantaos unidos para que vuestra fuerza sea respetada. No deis lugar a que surjan falsas manifestaciones de mi Divinidad en el seno de sectas o religiones, no seáis la causa de que se levanten falsos profetas sorprendiendo a las multitudes con su palabra.

Alerta, videntes. Si habéis sido probados por vuestro Padre, si los mismos vuestros os han desconocido, no temáis recordad que Jesús fue desconocido en su patria y tuvo que ir a otras tierras para ser creído. "Nadie es profeta en su tierra", os dijo.

Si han dudado de vuestros dones, vendrán corazones que en verdad os crean, algunos de vosotros penetraréis en tierras extrañas donde encontraréis más confianza en vuestro testimonio, que en el seno de este pueblo.

Para ayudaros en vuestra misión el Maestro os ha entregado su enseñanza y no se cansa jamás de hacerlo porque es el Verbo del Padre.

Discípulos amados: Entregad el bálsamo de curación a un enfermo, hacedlo con amor, con verdadera preparación espiritual, para que logréis que el necesitado experimente el consuelo divino.

En algunas ocasiones he concedido que verdaderos prodigios se realicen, sin que vuestra preparación os haya hecho merecedores a ello; mas ahora os digo que no debéis descuidar vuestra preparación, porque os sorprenderé, os tocaré no concediéndoos lo que esperáis, para haceros comprender que no sabéis prepararos para entregar una verdadera obra de caridad.

No dejéis que sea solamente el enfermo el que por su dolor se haga merecedor a mis beneficios, debéis unir a sus méritos los de vuestra caridad y en ambos se manifestará mi gracia. Doquiera que estéis, debéis hacer méritos para que cada vez que intercedáis por vuestro hermanos, seáis dignos de pedirme lo que hayáis menester, en favor de vuestros semejantes.

Conservad la preparación espiritual y material, porque no sabéis el momento en que necesitéis hacer una obra de caridad y será muy grato para Mí, haceros depositarios del bálsamo de la paz o de lo que más falta les haga a vuestros hermanos. Comprended lo hermoso de la misión que habéis venido a cumplir en vuestra restitución, para que os abracéis de vuestra cruz, con todo el amor de que seáis capaces.

Aquí en el mundo, no percibís tan clara la voz de vuestra conciencia, como la escucharéis cuando estéis en espíritu, es por eso que muchas veces desatenderéis el cumplimiento de vuestra misión; mas pensad que por lejana que esté la fecha de vuestra partida al más allá, siempre estará esperándoos, y que cuando abráis los ojos en un nuevo mundo, solamente os llegará la luz que hayáis alcanzado en vuestra lucha y poseeréis la paz a la cual os hayáis hecho acreedores por los méritos que hayáis logrado.

¿Sabéis cómo quiero que lleguéis a la próxima morada donde os espero? Llenos de paz, iluminados por la luz de la sabiduría, la que debe brillar en todo espíritu limpio; sin titubeos, sin lágrimas.

Nadie debe pensar que al venir a este mundo, le vino a sorprender mi Obra dándole una misión, no, eso sería pecar de ignorancia, viviendo entre la luz. Yo sólo he venido para haceros reconocer lo que en espíritu recibisteis antes de ser enviados a la Tierra.

Ahora bien, discípulos amados, si a esto vino vuestro espíritu porque así se lo ordené y así lo deseó y aceptó cada uno de vosotros, pensad que no debéis de retornar a Mí sin haber cumplido la misión que prometisteis cumplir, porque de otra manera, sería muy doloroso para vuestro espíritu.

Analizad mi palabra, no permitáis que nada ni nadie os impida el cumplimiento de vuestra misión, que nada os haga renunciar a todo lo que como galardón corresponde a los que supieron ser en el mundo soldados de Dios, apóstoles de su verdad.

Para ayudaros en vuestra restitución os estoy dando mi palabra, y su luz os guía a la perfección.

Oídme incansablemente, aprended de mi. Oíd a Elías y tomad ejemplo de su virtud para que seáis a imitación suya, pastores de la porción de espíritus que os haya destinado mi voluntad.

A todos contemplo con amor y os digo, que en esta era no he venido solamente a acariciaros y a daros mi paz, sino que vengo a enseñaros, a haceros comprender que sois poseedores de dones espirituales con los que debéis ayudar a la humanidad en su tribulación, para conducirla hasta su restitución final.

El tiempo de las grandes pruebas ha llegado y el espíritu aún se encuentra débil. Grandes dolores y trastornos le esperan y por ello me
acerco como barca salvadora, para acoger a mis hijos ayudándolos a evolucionar en el sendero espiritual.

Todos los espíritus se han hecho acreedores a mi justicia; aun el de los niños en los brazos de su madre han sentido dolor.

A vosotros, discípulos, os estoy preparando para que llevéis mi Doctrina de amor y de paz a todas las naciones, para que por vuestro cumplimiento salvéis a vuestros hermanos. Acercaos a los humildes y a los grandes, muchas veces os encontraréis delante de hombres científicos, y ante ellos debéis dar pruebas de espiritualidad. Cuántos van a sentirse avergonzados al reconocer la inutilidad de su saber material y confesarán que lo que no hizo la ciencia en la curación y en la solución de los problemas que afligen a la humanidad, lo logró el amor y la caridad de mis discípulos.

Esta nación poco conocida en el mundo, será pródiga en bendiciones. Su suelo será próspero y sus arcas se abrirán para enviar alimento a las naciones desbastadas por la guerra; el espíritu de los moradores inspirados en mi amor, enviará pensamientos de luz a los necesitados, y llegado el tiempo de la predicación, llevará mi palabra para vivificar y sanar con ella a los que sufren.

Muchos extranjeros vendrán para unirse a vosotros en vuestras ideas de paz y de concordia. La espiritualidad, como semilla benéfica se extenderá y la verdad que ella predica será conocida. Entonces el hijo sabrá amarme con pureza y la fuente de gracia de donde brota todo bien, se derramará sobre la humanidad.

Quiero que cumpláis en esta etapa vuestra misión, y que cuando paséis al más allá continuéis vuestra labor espiritual. Enseñad a vuestros hermanos que una sola Ley llena de justicia es la que rige a todos los espíritus, que todos ocupan un lugar en mi Creación y cada uno es estimulado por Mí en su cumplimiento. Todo obedece a leyes divinas inmutables.

Si la humanidad durante este tiempo de pruebas os juzga mal y os hace responsables de la guerra de ideas, de la destrucción de las naciones y de la falta de paz, no os acobardéis ni os confundáis, permaneced orando y velando. No temáis, si os encontráis cumpliendo mi Ley.

Comprended que Yo he permitido que las guerras se desaten para que el espíritu de la humanidad se purifique. Toda nación, institución
y hogar, son tocados por mi justicia para poner al descubierto el grado de adelanto en que se encuentran.

Trabajad como os he enseñado; regenerad a los pecadores; rehaced vidas, acercad a Mí a los que se han alejado. Y cuando esta etapa haya pasado, la luz del saber y la experiencia será en todos los espíritus, mi Doctrina inspirará a los hombres y no hará adulteraciones, ni malas interpretaciones en mi Ley.

Si a veces os llamo niños, es porque ante mi Divinidad, sois aún pequeños, y ante la eternidad resulta muy corta vuestra existencia. ¿No cifráis a veces vuestra felicidad en una pequeñez? ¿No a veces lloráis por algo que no debiera ser causa de vuestro dolor?

De cierto os digo, que no sólo vengo a buscar al pobre y al humilde, sino también al que se ha distinguido en el mundo ya sea por su poder o su saber. A todos les estoy haciendo el llamado, para que alcancen la purificación de su espíritu.

Si en los pobres me hice sentir en lo poco que poseían, para prepararlos y despertarlos, a los que han acumulado bienes materiales les tocaré a fin de que atiendan a mi llamado. Al que sea sordo a mi voz le levantaré de este mundo y en el valle espiritual le mostraré el trabajo, que en la tierra no supo cumplir.

Que esta enseñanza os sirva de lección, acumulad méritos antes de ausentaros de este mundo, dejad consuelo, salud y paz como huella de vuestro paso si no lo hacéis, lloraréis mañana.

Vuestro corazón debe fortalecerse para resistir las pruebas que le esperan. Os he dicho que sufriréis persecuciones y calumnias, que seréis culpados de la confusión religiosa que está por presentarse; mas Yo velaré por vosotros y os haré salir avantes.

Apartad de vuestro corazón el horror que pudierais sentir por los que sufren enfermedades que vosotros llamáis asquerosas y rechazad la repulsión que pudieseis experimentar al encontraros frente al homicida o al que ha enloquecido en los vicios. Tendedles vuestra mano, dedicadles las frases más sentidas. Orad por ellos. Sólo Yo sé lo que se esconde en cada una de esas existencias, sólo Yo conozco las causas de su caída.

Sólo Yo puedo perdonar y absolver a los que son perseguidos y condenados por la justicia humana.

Estoy fortaleciendo a vuestro espíritu con mi palabra, porque mucho es lo que aún tenéis que experimentar y sentir en vuestro corazón.

Estoy sensibilizando vuestros sentimientos aletargados por vuestro materialismo. Ayer no sentíais el dolor ajeno, mas pronto vuestros ojos derramarán llanto por el sufrimiento de vuestros semejantes.

Las tierras abundan y los labriegos son escasos, sed vosotros de los labriegos que aprendan a sembrar esta simiente bendita, hacedlo ahora que vivís en la Tierra, para que lleguéis con méritos al más allá.


¡Mi paz sea con vosotros!

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