sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 24

Discípulos: Debéis aprender a dar sin esperar recompensa alguna.

Practicad la verdadera humildad, la que por ser propia del espíritu elevado se refleja en los sentimientos del corazón. Sentíos sinceramente los últimos entre todos, nunca queráis ser los primeros.

Aprended a perdonar a quien os haya herido. Yo dije a Pedro que si setenta veces siete era ofendido por su hermano, el mismo número de veces debería perdonarlo; dándole a entender con ello, que debería hacerlo siempre, lo mismo con los pequeños que con los grandes agravios. ¿Cuántos seres han pasado por este mundo llamándose cristianos y no fueron capaces de otorgar durante toda su vida un sólo perdón?

Ahora bien, Yo pregunto a todos los que he llamado hijos de la luz: ¿No quisierais al menos una vez en vuestra existencia, llevar a la práctica este sublime mandamiento, a fin de que os deis cuenta de los milagros que él opera, tanto en el que entrega el perdón, como el que lo recibe?

La luz es nobleza, es amor y es entendimiento entre los espíritus, ya sabéis entonces cómo debéis de comportaros en la vida si queréis ser verdaderamente los hijos de la luz.

Ahora bien, cuando al ser ofendido devolvéis el golpe y ambos se arrepienten, no retengáis por orgullo vuestra mano, sed el primero en tenderla como prueba de humildad, y no temáis humillaros, porque Yo os digo que el que se humillare en el mundo, será ensalzado en el más allá.

¿Cómo creéis vosotros que anhelo que sean mis discípulos entre esta humanidad? Quisiera que fuesen limpios y mansos de corazón, que con sus ejemplos brillaran en la senda de sus semejantes; que cada uno fuera como esas estrellas que cintilan en la noche como guardianes o guías de sus hermanos.

Quisiera que vuestro corazón estuviera lleno de alegría para que la desbordaseis en el triste; que de vuestras manos brotara el bálsamo que llevará la salud a todos los enfermos; que vuestros labios supiesen trasmitir mi palabra con su pureza y esencia original, porque entonces seríais capaces de redimir con vuestro ejemplo a los perdidos.

En el Segundo Tiempo os dije al contemplar la ciudad en donde moraba mi pueblo, a quien fui prometido como su Salvador, y el cual por su materialismo, no se dio cuenta de mi presencia: "¡Jerusalén, Jerusalén, que has dado muerte a los profetas y has desconocido a los enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos, como el ave cobija a sus polluelos y no quisiste obedecerme!"
Yo les había buscado para ofrecerles la felicidad verdadera y sin embargo, sabía que ellos me llevarían al Calvario, pero mi amor no fue vencido por la impiedad de los hombres y como prueba de ello, aquí me tenéis de retorno, diciéndoos benditos sean los que hoy creen en Mí, porque me llevaré de su corazón todos sus pesares, mas bendigo también a los que en este tiempo serán mis nuevos jueces, porque os asegure que ellos serán creyentes el mañana, como Saulo de Tarso que perseguía a los que creían en Mí, y que llegarán a Mí arrepentidos, para luego levantarse llenos de amor y de fe a esparcir la semilla de la verdad entre sus hermanos.

Mi luz ilumina el entendimiento humano. Vengo a este pueblo como en aquel tiempo fui en otro pueblo que os antecedió, al cual os he dicho que pertenecéis espiritualmente. ¡Cuántos de aquellos hombres me desconocieron! ¡Cuánto se endureció su corazón para gritar: crucificadle!

¡Oh crucifixión bendita, porque fue el testimonio de lo que puede hacer el amor divino por sus hijos y de lo que es capaz la ingratitud humana!

Muchos de ellos se encontraban enfermos, ciegos y obcecados; no supieron lo que hicieron y por eso me juzgaron, tampoco saben lo que hacen aún ahora todos los que no van por mi camino de amor. La maldad humana ha querido acabar con el amor que sembré por conducto de Jesús, mas a través de los siglos, millones de hombres han llorado por aquella ingratitud sin nombre. Mas esos que así han llorado por Mí, han odiado y maldecido a los que me crucificaron, cuando Yo no os he enseñado a odiar ni a maldecir. Yo no odio, ni maldigo, ni castigo, esos sentimientos no se encuentran en mi Espíritu divino, mas sí los contemplo en vuestra justicia mundana.

Yo os enseñe a amar, a perdonar, a orar por los que os hirieron y a bendecidles.

Si siempre tuvieseis esas obras en vuestra vida y al llevarlas a cabo en verdad las sintieseis sin decirlo a nadie, mucho alcanzaríais en desagravio de vuestras faltas y con ellas, a través de vuestros pensamientos limpios, recibiríais la luz. Así es como os enseña mi palabra, así es como debe trabajar el espíritu silenciosamente y sin alarde.
Cuando de vuestra mente brota una idea o un pensamiento de luz, así llega a su destino para cumplir su misión bienhechora. Si en vez de pensamientos de bondad, brotan de vuestra mente emanaciones impuras, sólo causarán perjuicios a donde las enviéis. Yo os digo que también los pensamientos son obras y como tales, quedan escritas en el libro que existe en vuestra conciencia.

Si vuestras obras son buenas o malas, recibiréis multiplicado lo que deseasteis para vuestros hermanos. Más os valdrá haceros un mal a vosotros mismos, que desearlo a uno de vuestros semejantes.

Por eso os dije en el Segundo Tiempo: "Lo que se siembra se cosecha", porque es necesario que reconozcáis vuestras experiencias en esta vida y que recordéis que vuestras cosechas os devuelvan la misma simiente que sembrasteis, aunque en multiplicación.

¡Ah humanidad que no habéis querido meditar, sentir, ni vivir las enseñanzas de vuestro Maestro!

Si a vuestras manos llegasen alterados los escritos de mis discípulos que en el Segundo Tiempo os legaron mi palabra, Yo haré que reconozcáis cuáles son las verdaderas palabras de Jesús, vuestra conciencia descubrirá como falsas, las que no estén en armonía con el concierto divino de mi amor.

Habéis leído de prisa mis enseñanzas y las habéis interpretado a vuestro gusto, entonces buscáis nuevos libros, donde los hombres me llevan nuevamente de Herodes a Pilatos, pero de aquella palabra dulce, de aquella Doctrina sencilla que el Divino maestro enseñó, muy poco encontraréis allí.

Todos me seguís juzgando, unos me hacéis Dios, otros hombre, unos me llamáis divino y otros, profeta humano; los unos me creen hijo de Dios y los otros de David. Los unos me llaman profeta y otros agitador. Unos dicen que soy iluminado por el Altísimo, otros dicen que tengo pacto con el demonio, y así va esta humanidad tras de mi nombre, para colocar sobre Mí el nuevo I.N.R.I. a imitación del tímido Pilatos.

A través de mis palabras y de mis obras me juzgáis, mas no os ocupáis de poner en práctica el "Amaos los unos a los otros". Teméis practicar esa sublime enseñanza, porque pensáis en la burla de vuestros hermanos.

En verdad os digo que si Yo hubiese sentido miedo a la cuesta del Calvario y a la cruz, todavía estaríais esperando al Mesías.

No caigáis en teologías complicando lo simple, no imitéis a quienes pretendan aprisionar a Dios, a la verdad, en un libro material, porque jamás como humanos, lograréis escudriñar a Dios.

No dificultéis lo fácil, no empequeñezcáis lo grande, ni exaltéis lo pequeño. No lleguéis a ser doctores sin doctrina, ni religiosos sin amor.

Buscad a vuestro Padre que hoy llega hasta vosotros como pensamiento divino, irradiando amor. He aquí mi luz hecha palabra para todos los hombres.

Es la luz del Espíritu Santo, que cual mensaje de amor viene a rasgar los velos que oscurecen el entendimiento humano.

Si con buena voluntad buscáis en esta palabra el saber que encierra y encontráis su esencia, habréis encontrado la verdad.

La luz de esta enseñanza será la estrella que os señale el camino por donde tendréis que proseguir: no debéis permanecer estacionados porque detendríais con ello el progreso de vuestros hermanos en el sendero espiritual.

No vengo a fomentar hábitos que os retrasen espiritualmente, y aunque muchas veces los encubráis con el falso brillo de las palabras floridas, en su fondo encierran ignorancia y confusión.

El libro que abro ante vosotros, es como un exquisito manjar para el espíritu; su esencia, una vez que llegue a vuestro corazón, hará transformaciones en él, que os ayudarán a imitar al Mesías, al Maestro, que en cuanto hombre, rindió un homenaje de amor perfecto al Padre. ¿Cuándo daréis gloria a vuestro Señor en forma semejante?

Habéis desarrollado vuestras pasiones en el mundo, habéis adorado vuestros ídolos, pero a dios en el infinito y en vuestros hermanos ¿Cuándo?

Cerca de dos mil años hace que repetís aquella frase que escucharon los pastores de belén: "Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad", mas, ¿Cuándo habéis puesto en práctica la buena voluntad para haceros merecedores de la paz? En verdad os digo, que más bien habéis hecho lo contrario.

Habéis perdido el derecho de repetir aquella frase, por eso ahora vengo con nuevas palabras y lecciones, para que no sean frases ni oraciones las que se graben en vuestro entendimiento, sino la esencia de mi enseñanza la que penetre en vuestro corazón y espíritu. Si queréis repetir mis palabras tal cual Yo vengo a entregároslas, hacedlo, pero sabed que mientras no las sintáis, no tendrán virtud alguna. Pronunciadlas con dulzura y humildad, sentidlas vibrar en vuestro corazón y Yo os responderé de tal manera, que haré estremecer todo vuestro ser.

Pobremente me interpretan aquellos por quienes me manifiesto, por eso mi lección es también para ellos, para que lleguen a despojarse de toda idea superflua, de fanatismo, de antiguos prejuicios y de todo lo que pudiera mezclarse a la inspiración que reciben. A cada tiempo que pasa, nuevos hombres mejor preparados, vendrán a escucharme.

Elevad vuestro pensamiento a Mí, portavoces amados, rogad al Maestro que en vuestro éxtasis se manifieste límpida y pura su enseñanza, dejad que en vosotros se haga mi voluntad y veréis que de vuestras bocas salen lecciones que conducirán a estas multitudes por el camino del amor y de la verdad.

Pueblo: Dejad las supersticiones que antaño os enseñaran y orad ante Mí con verdadera fe; Yo os libraré de toda acechanza y os enviaré a los ángeles guardianes.

La Ley de Dios es infinita, todo lo abarca, es la armonía entre todo lo creado. Esa Ley no concierne solamente a lo espiritual.

Gustáis de aprender de memoria los preceptos de la Ley, los nombres de las virtudes espirituales, las máximas y frases de Jesús, mas Yo os digo: Es menester que todo esto lo sintáis. Saber, es sentir. El que quiera poseer mi Verdad, debe sentirla en lo más profundo de su corazón.

Pensáis en las ideas elevadas, en las acciones buenas, pero no las hacéis como es mi voluntad, porque no las sentís y por ello ignoráis el sabor divino que dejan cuando se han practicado. No las practicáis con limpidez porque creéis no poder, y no podéis porque no queréis. Y es que para hacer el bien es necesario amar.
01-024.41 Quien ama comprende, quien estudia tiene voluntad; quien tiene voluntad puede hacer mucho. Yo os digo que ni elevación, ni sabiduría tendrá, ni hará obras grandes, quien no ame con toda la potencia de su espíritu.

Quien se aparta de la Ley espiritual, que es Ley superior, cae bajo el dominio de las leyes inferiores o materiales, de las que también poco saben los humanos. Mas quien obedece y permanece en armonía con la Ley suprema, está por encima de todas las reglas que vosotros llamáis naturales y siente y comprende más que el que sólo posee conocimientos que ha encontrado en la ciencia o en las religiones.

He ahí por qué Jesús os asombró con las obras que llamáis milagros, más reconoced las lecciones que os dio de amor. Comprended que nada hay sobrenatural ni contradictorio en lo divino que vibra en toda la Creación.

Encontráis contradictorio con el amor del Creador vuestro peregrinar por esta vida llena de amarguras y vicisitudes, en la cual imitáis a vuestros niños cuando están descontentos o enfermos. Vivís en un continuo llorar por vuestros sufrimientos, más éstos son el resultado natural de vuestras desobediencias y faltas a la Ley y del mal uso que habéis hecho de la libertad que mi amor os ha dado y que llamáis libre albedrío.

Esta lección que es tan sencilla de comprender, porque está al alcance de vuestro entendimiento, os negáis a considerarla como una verdad.

Sólo la regeneración y el ideal de perfeccionamiento os podrán hacer volver al camino de la verdad. Quiénes sintiéndose intérpretes de la
Ley de Dios os digan que a vuestra perversidad y rebeldía le esperan sufrimientos infernales y que sólo demostrando vuestro arrepentimiento, mortificando e hiriendo vuestras carnes y presentando a Dios ofrendas materiales, El os perdonará y os llevará a su Reino, en verdad os digo que están en confusión.

¿A dónde iréis humanidad, conducida por los que admiráis como grandes maestros de las revelaciones sagradas y a quienes Yo contemplo confundidos? Por eso vengo a salvaros con la luz de esta Doctrina, la cual os hará evolucionar en el sendero de mi amor.

En este tiempo, vengo a daros nuevas enseñanzas en las que debéis meditar, lecciones de amor que os rediman y eleven, verdades que aunque amargas, sean luz en vuestro camino.

El Espiritualismo en este tiempo, como el Cristianismo en el tiempo pasado será combatido y perseguido con ira, con crueldad y saña y en medio de la lucha, lo espiritual surgirá obrando prodigios y conquistando corazones.

El materialismo, el egoísmo, el orgullo y el amor al mundo, serán las fuerzas que se levanten en contra de esta revelación, que no es nueva ni distinta a la que os he traído en los tiempos pasados. La Doctrina que ahora he venido a revelaros, y a la que dais el nombre de Espiritualismo, es la esencia de la Ley y de la Doctrina que en el Primero y Segundo Tiempos os fueron reveladas.

Cuando la humanidad comprenda la verdad de esta enseñanza, su justicia y los infinitos conocimientos que revela, desechará de su corazón todo temor, todo perjuicio y la tomará como norma de su vida.

Mi Ley no esclaviza, mi palabra libera. El que en Mí cree y me sigue, no es esclavo, deja de ser súbdito de las pasiones terrestres, deja de ser del mundo y se convierte en dueño de sí mismo, vence las tentaciones y el mundo queda a sus pies.

Sólo la espiritualidad salvará de su caos a esta humanidad, no esperéis otra solución, ¡Oh pueblos y naciones de la Tierra! ¡Podréis hacer tratados de paz, pero mientras esa paz no tenga por base la luz de la conciencia, seréis necios, porque estaréis edificando sobre arena!

En el Segundo Tiempo os dije: "Más fácil es que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico al Reino de los cielos", y ahora lo estáis mirando. Quisieran los poderosos poder comprar con sus riquezas la paz y no lo logran.

Así la humanidad comprenderá que los bienes espirituales son indispensables en la vida del hombre, bienes que no se pueden adquirir con monedas, sino con espiritualidad.

Espiritualidad no quiere decir misticismo, sino elevación de los sentimientos, bondad del corazón, rectitud en los actos, amor a los semejantes.

Para daros esta lección de caridad y amor no he venido a humanizarme, ni a manifestarme en palacios, entre vanidades y rodeado de lujos. En el humilde barrio de vuestra ciudad, entre los pobres, entre los humildes, así he llegado a vosotros, como corresponde a quien en otro tiempo os dijo: "Mi Reino no es de este mundo"

Esta humanidad, que en algunas fases se ha desarrollado, espiritualmente vive en un profundo letargo; porque no ha logrado escudriñar su interior donde existe el verdadero templo. Ese santuario se encuentra desierto, no arde su lámpara, su altar está sin ofrenda, más Yo os pregunto: ¿A qué se debe todo esto? Porque ha mucho tiempo que el hombre se alimenta con cultos externos, sustituyendo con ello lo que debería ser completamente espiritual.

Ha tratado de satisfacer las necesidades de su espíritu con ceremonias, tradiciones, festines y ofrendas materiales. A lo cual os digo, que sólo las obras que encierren elevación y espiritualidad, llegarán a fortalecer y alimentar verdaderamente al espíritu.

Ciertamente que Yo recibo todas las ofrendas y en todas ellas deposito mi amor; ¿No creéis que sería más justo y grato tanto para el Padre como para vosotros, que me ofrecierais algo que sea digno de Mí y de vosotros mismos?

Muchos hombres y pueblos aún creen agradarme presentándome ofrendas materiales, piensan que mientras mayor sea el esplendor y el lujo de su liturgias, más grande será el gozo en el Señor y mayores los beneficios que de Él obtengan; y es que se han olvidado de que, si en cuanto hombre huí de todo lo que era vano y superficial, ahora que me he manifestado a vosotros en espíritu, menos recibiré de los hombres objetos y ceremonias materiales.

¿Hasta cuándo llegaréis a interpretar con verdad mi Ley? ¿Hasta cuándo dejará esta humanidad de infringir y adulterar mis mandatos?

Os ofrezco este tiempo para que meditéis sobre las enseñanzas espirituales, las que ya os habían sido reveladas desde los primeros tiempos.

Despojaos de hábitos, vicios, supersticiones, tradiciones, fanatismo e idolatría, os quiero limpios, para que podáis espiritualizaros y os quiero humildes para que en vosotros pueda llegar a brillar mi luz.

Así como en los tiempos pasados, los lugares de Jerusalén y de Roma, fueron para la humanidad tierras de promisión y fuentes de gracia en donde el Señor se manifestó, a esta nación empequeñecida y humillada, le he señalado una elevada misión para este tiempo; deberá de estar preparada, porque tanto el eco de mi manifestación, como el rumor de mis prodigios y el fervor de los testigos, atraerán la atención de la humanidad.

Serán primero los pobres, los ignorantes, los necesitados, los inocentes, los esclavos, los hambrientos y sedientos de justicia, los que vengan, y después llegarán los escépticos, los señores, los científicos.

Velad y orad, estad preparados para la llegada de las grandes turbas. Velad en vuestras obras, orad en el rincón de vuestra alcoba o donde os sorprenda el instante de comunicaros conmigo, y allí estaré con vosotros.

No os he dicho que os apartéis de vuestros deberes en el mundo, sino que os alejéis de lo que no esté en la Ley, es decir, que apartéis de vuestra vida lo innecesario, lo superfluo y que toméis con moderación de lo que es lícito.

¿Qué os ha dado vuestro libre albedrío, cuando lo habéis empleado para perseguir y buscar los placeres materiales? Sólo dolor y desengaños.

Estudiad bien mi palabra cuando ella os recomienda que os apartéis de lo que pertenezca al mundo. "Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César".

Desde la nueva Jerusalén estoy contemplando a esta humanidad sin ser sentido por ella. Unos cuantos que me han esperado y otros que me siguen, saben que he vuelto como Espíritu Santo y que me encuentro hablándoles a través del entendimiento del hombre. ¿Sabéis cómo encuentro a los pueblos del mundo? Decepcionados, los hombres desengañados de los hombres. Ya nadie le pide a otro, porque sabe que no ha de alcanzar nada de su caridad y porque sabe que su mano se
encuentra vacía. Ahora impera el materialismo, y de todo lo que es bueno y elevado, sólo ha quedado un reflejo muy débil de luz.

Os asombráis de que os hable así y pensáis que soy estricto y exigente con vosotros, a lo cual os digo, que vuestro espíritu evolucionado debe ofrecerme una cosecha mejor de la que hoy me hacéis presente.

¿No creéis que la división de la humanidad en pueblos y razas, es algo primitivo? ¿No meditáis que si vuestro adelanto en vuestra civilización, de la que tanto os enorgullecéis, fuese verdadera, no estaría aún imperando la ley de la fuerza y la maldad, sino que estarían regidos todos los actos de vuestra vida por la ley de la conciencia? Y vos, pueblo, no os pongáis al margen de este juicio, que también entre vosotros descubro guerras y divisiones.

Desde la antigüedad os he hablado de un juicio y este es el tiempo anunciado que los profetas representaron como un día.

La palabra de vuestro Dios es de Rey y no retrocede. ¿Qué importa que sobre ella hayan pasado miles de años? La voluntad del Padre es inmutable y tiene que cumplirse.

Si los hombres además de creer en mi palabra, supieran velar y orar, nunca serían sorprendidos, pero son infieles, olvidadizos, incrédulos y cuando la prueba se presenta la atribuyen a castigo, a venganza o a la ira de Dios. A lo cual Yo os digo, que toda prueba es anunciada con anticipación, para que estéis preparados, por lo tanto debéis de permanecer siempre en vigilia.

El Diluvio, la destrucción de las ciudades por el fuego, las invasiones, las plagas, las enfermedades, la escasez y otras pruebas más, fueron profetizadas a todos los pueblos de la humanidad, para que os preparaseis y no fuerais sorprendidos. Lo mismo que ahora, siempre del amor de Dios ha descendido un mensaje de alerta, de preparación, para que los hombres despierten, se preparen y se fortalezcan.

A través de los dones del espíritu y de las facultades que posee el hombre, llegan hasta su corazón mis mensajes. Esos dones son: la videncia, el presentimiento, la intuición y el sueño profético.

Entonces, ¿Por qué las más de las veces recibís las pruebas sin estar preparados? No es que os haya dejado de enviar el mensaje, es que os ha faltado oración y espiritualidad.

Os he dicho que se aproxima a toda la humanidad una prueba muy grande, tanto que en toda la historia de sus siglos y edades, no ha
tenido semejanza y ahora debéis de comprender que estoy hablando al corazón de todos vosotros, os estoy haciendo llegar mensajes y avisos en muchas formas, para que los hombres mediten y estén despiertos a mi Ley, como las vírgenes prudentes de mi parábola.

¿Me escucharán los pueblos y las distintas naciones del mundo? ¿Me escuchará este pueblo a quien me estoy manifestando en esta forma? Sólo Yo lo sé, mas mi deber de Padre es poner en el camino de mis hijos todos los medios para su salvación.

Pueblo: No olvidéis esta palabra, no vayáis a dormir ni cerréis las puertas de vuestro corazón a mí llamado de amor, sed los mensajeros de esta luz, enviando vuestros pensamientos, como misivas espirituales a la mente de vuestros hermanos.

Ahora comprenderéis mejor por qué constantemente os repito: "Velad y orad".


¡Mi Paz sea con vosotros!

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