sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 21

Discípulos: Habéis olvidado la forma de orar que os enseñé en el Segundo Tiempo y he venido a recordárosla.

La oración debe ser para vosotros algo más grande y poderoso que repetir las palabras aprendidas de memoria con las que nada alcanzáis si no tenéis elevación espiritual.

No acostumbréis orar únicamente con palabras, orad con el espíritu. También os digo: Bendecid con la oración, enviad pensamientos de luz a vuestros hermanos, no pidáis nada para vosotros, recordad que quien se ocupe de lo mío, siempre me tendrá velando por él.

La semilla que sembréis con amor, la recibiréis multiplicada.

Visitad y ungid al enfermo, confortad al presidiario, dad paz la necesitado y llevad el consuelo al corazón angustiado.

Los hombres han confundido la verdadera caridad olvidando uno de los sentimientos más elevados del espíritu, con el materialismo que se manifiesta en todos sus actos. Os he visto dar con desprecio y aún con asco, unas monedas a vuestros hermanos los pobres, y dais monedas, porque en el corazón no tenéis nada que dar; si al menos las dieseis con amor o con deseo de ayudar, pero las dais con orgullo, con ostentación humillando al menesteroso. Si las dieseis sin vanidad ni repulsión, vuestra pobre moneda en parte mitigaría la sed de amor de esos espíritus en plena restitución.

A los que así entienden la caridad y con esas obras imperfectas tratan de acallar la voz de su conciencia y pretenden hacerme creer que cumplen con una de mis más elevadas enseñanzas, vengo a deciros: Recogeos en vuestra alcoba y en vuestra oración comunicaos conmigo, para que en esa comunión a la que por ahora no estáis acostumbrados, sintáis en vuestro interior un destello de bondad y gratitud hacia el Padre, y sintiendo el dolor de vuestros semejantes, pidáis por ellos aunque sólo lo hagáis por los vuestros, lo que ya sería un paso hacia la espiritualidad.

Aún no puedo pedir de todos los hombres abnegación y caridad para los demás o verdadero amor para el prójimo; más de vosotros, discípulos y párvulos, que día tras día escucháis esta voz que dulcifica vuestros sentimientos, si espero obras dignas de Mí y de vosotros.

Si amáis, los demás beneficios os vendrán por añadidura.

El amor os dará la sabiduría para entender la verdad que otros buscan inútilmente por los escabrosos caminos de la ciencia.

Dejad que el Maestro os guíe en todos los actos, palabras y pensamientos. Preparaos bajo su dulce y amoroso ejemplo y manifestaréis el amor divino, así os sentiréis cerca de Dios, porque estaréis en armonía con El.

Si amáis, lograréis ser mansos, como Jesús lo fue.

Si amáis, no necesitaréis cultos materiales ni ritos, porque llevaréis la luz que ilumina vuestro templo interior, ante el cual se romperán las olas de todas las tormentas que os pudiesen azotar y se destruirán las tinieblas de la humanidad.

No profanéis más lo divino, porque en verdad os digo, que es mucha la ingratitud con que os mostráis ante Dios, cuando hacéis esas prácticas externas que habéis heredado de vuestros primeros hermanos, y en las que os habéis fanatizado.

A Jesús lo vio sufrir la humanidad y su enseñanza y testimonio es creído por vosotros, ¿Para qué seguirlo crucificando en vuestras esculturas? ¿No os bastan los siglos que lleváis de exhibirlo como la víctima de vuestra maldad?

En vez de recordarme en los tormentos y en la agonía de Jesús ¿Por qué no os acordáis de mi resurrección, plena de luz y gloria?

A veces, al mirar vuestras imágenes representándome en la forma de Jesús en la cruz, hay quienes han pensado que se trató de un hombre débil, cobarde o tímido, sin pensar que Yo soy Espíritu y vine a padecer lo que vosotros llamáis sacrificio y que Yo llamo deber de amor, para ejemplo de toda la humanidad.

Si meditáis en que fui Uno con el Padre, pensad en que no había armas, ni fuerza, ni suplicios que pudieran haberme doblegado; más si en cuanto hombre padecí, sangré y morí, fue por daros mi ejemplo sublime de humildad.

Los hombres no han comprendido la grandeza de aquella lección, y por doquiera levantan la imagen del crucificado, que representa una vergüenza para esta humanidad, la cual sin amor ni respeto hacia Aquel a quien dice amar, le sigue crucificando e hiriendo diariamente al herir el corazón de sus hermanos, por quienes dio el Maestro su vida.

¡Ah, hijos míos de todas las creencias, no deis muerte a los más nobles sentimientos del espíritu, ni tratéis de conformarlo con prácticas y cultos externos! Mirad: Si una madre, no tiene nada material que ofrecer a su amado y pequeño hijo, lo estrecha contra su corazón, lo bendice con todo su amor, le cubre de ósculos, lo mira dulcemente, lo baña con sus lágrimas, pero jamás trata de engañarlo con actos vacíos de amor.
¿Cómo concebís que Yo, el Divino Maestro, apruebe que os conforméis con las prácticas vacías de toda esencia, verdad y amor, con las cuales tratáis de engañar a vuestro espíritu, haciéndole creer que se ha sustentado, cuando en realidad cada vez se encuentra más ignorante de la verdad?
Aprended a amaros, a bendecidos, a perdonaros los unos a los otros; a ser mansos y dulces, buenos y nobles, y entended que, de no hacerlo así, no tendréis en vuestra vida ni el más leve reflejo de las obras de Cristo, vuestro Maestro.

A todos hablo y os invito a destruir los errores que por tantos siglos os han detenido en vuestra evolución.

Tomad por escudo el amor y empuñad como espada la verdad y pronto encontraréis el camino. No temáis ser sembradores de amor, porque ya no están Pilatos ni Caifás en el mundo para que juzguen a mis discípulos. Pequeños calvarios encontraréis a vuestro paso, mas pasad por ellos dejando huella de fortaleza, de serenidad y fe.

Cristo os dio su ejemplo, pero es y seguirá siendo el eterno Maestro, en espíritu y en verdad.
El Espíritu de Verdad y Consolación, es el mismo Espíritu de Dios que palpitó en Jesús amoroso que habitó entre los hombres y que palpitará en vosotros cuando sepáis amar como El os enseñó.
Vosotros que sois mis nuevos discípulos, escuchad: Desde el Segundo Tiempo os hablé con suma claridad acerca de Mí, para evitaros caer en tentación, en errores. Cuando os dije: El Padre y Yo somos Uno, con ello os quise decir que mi amor a vosotros, en mi palabra y en cada una de mis obras, teníais la presencia del Padre; sin embargo las religiones que después se fundaron basadas en aquella enseñanza, han caído en materialismo, haciendo figuras en las que representan la forma de Jesús, y lo adoran a través de ellas, olvidando que Cristo es esencia y espíritu.

Si Yo hubiese deseado que me adoraseis en la figura de Jesús, os hubiese dejado su cuerpo, para que le rindierais culto, pero si concluida su misión hice desaparecer aquella materia, ¿Por qué los hombres le adoran? Yo os revelé que mi Reino no es material, mas a pesar de ello los hombres aún quieren retenerme en la Tierra, y me presentan las riquezas y el poderío de un reino que es pasajero y limitado.

Dos naturalezas hubo en Jesús, una material, humana, creada por mi voluntad en el seno virginal de María, a la que llamé el Hijo del Hombre, y la otra divina, el Espíritu, el cual fue nombrado el Hijo de Dios.

En ésta fue el Verbo Divino del Padre, el cual habló en Jesús; la otra fue tan sólo material y visible.
Cuando fui interrogado por el pontífice Caifás diciéndome: Yo te conjuro a que me digas si eres el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios. Yo le respondí: "Tú lo has dicho".

A mis apóstoles les había anunciado que me volvería al Padre, de donde había venido, entonces me refería al Espíritu divino que se limitó en el cuerpo bendito de Jesús; más cuando les profeticé a mis discípulos que el Hijo del Hombre sería entregado y crucificado, sólo me refería a la parte material; al espíritu no sería posible crucificarle ni darle muerte, porque es inmortal y está sobre todo lo creado.
Si os dije que imprimiría mi Ley en vuestro corazón, la grabaría en vuestro espíritu y reinaría en vosotros, me refería a mi sabiduría, a mi esencia eterna. Debéis comprender que no es Jesús el que penetra en vuestro corazón, sino Cristo, el Verbo eterno, aquel que por boca del profeta Isaías fue anunciado como el Cordero inmolado.

En lo material fue Jesús vuestro ideal y la realización de la perfección, para que en El tuvieseis un ejemplo digno de imitarse, quise enseñaros lo que debe ser el hombre para asemejarse a su Dios.
Dios es uno y Cristo uno con El, puesto que es el Verbo de la Divinidad, el único camino por el cual podéis llegar al Padre de todo lo creado.

Mi semilla está sembrada en cada espíritu de la humanidad y llegará el día en que podáis elevaros hasta ser semejantes a vuestro Maestro.

El Espíritu de Verdad, es la sabiduría divina que viene a aclarar los misterios y ha llegado a los hombres, en cumplimiento de mi promesa hecha a la humanidad. Estáis viviendo la Era en que habían de realizarse estas manifestaciones, por encontraros preparados espiritualmente para recibirlas.

Ved que los males que hoy aquejan a la humanidad, provienen de su falta de cumplimiento a mi Ley, y por haber dado una interpretación material a las enseñanzas y revelaciones divinas. Con estos errores, ¿Cómo habían de darse cuenta de su naturaleza espiritual y de los lazos divinos que ligan a toda la humanidad con su Creador? De ahí proviene vuestro egoísmo, vuestras guerras y vuestro apego a los goces materiales.

El Espíritu de Dios, es como un árbol infinito en el que las ramas son los mundos y las hojas los seres. Si una misma es la savia que pasa por el tronco a todas las ramas y de éstas a las hojas, ¿No pensáis que hay algo de eterno y de santo que os une a todos entre sí, y que os funde con el Creador?
Breve es vuestro paso por el mundo, pero es necesario que cumpláis con vuestra misión antes de partir de esta vida, a fin de que lleguéis a habitar moradas más elevadas para el espíritu, en el más allá.

Espíritu y materia, son dos naturalezas distintas, de ellas está formado vuestro ser y sobre ambas está la conciencia. La primera es hija de la luz, la segunda proviene de la tierra, es materia, ambas están unidas en un solo ser y luchan entre sí guiadas por la conciencia, en la cual tenéis la presencia de Dios. Esa lucha hasta ahora ha sido constante pero al final, espíritu y materia cumplirán en armonía la misión que a cada una le señala mi Ley.

También podéis figuraros al espíritu como si fuera una planta y el cuerpo como la tierra. El espíritu que ha sido plantado en la materia, crece, se eleva sustentándose con las pruebas y enseñanzas que a través de su vida humana va recibiendo.

Vengo a enseñaros a conocer profundamente a vuestro espíritu, porque esa inmensa ola de materialismo que ha venido avanzando sobre la humanidad, tendrá que crear inmensas necesidades espirituales y es preciso que en el mundo exista una fuente de luz, en donde los sedientos de ella puedan calmar su sed.

Cuántas y espantosas guerras esperan a la humanidad, mucho más aterradoras que las que han pasado: en las que el furor de los elementos desencadenados, se confundirá con el estruendo de vuestras armas; el mundo será pequeño para contener en su seno tanta destrucción. Todo ello traerá como consecuencia que los hombres, habiendo llegado al máximo de su dolor y de su desesperación, se dirijan suplicantes al Dios verdadero, al que no quisieron llegar por el camino del amor, para pedirle su divina paz. Entonces Yo, Cristo, el Verbo, resucitaré en los corazones, porque ese tiempo será el tercer día, en el cual cumpliré la promesa de salvación al construir el templo como os lo prometí.

Como el ángel que se posó sobre el sepulcro de Jesús, descenderá mi Espíritu Divino a levantar la loza sepulcral que cierra vuestro corazón para que mi luz alumbre lo más íntimo del ser humano.
Esta será la alborada espiritual de la cual seréis testigos; pero mi simiente y la buena nueva se propagarán, porque el tiempo de la lucha se acerca y es menester que mis hijos se encuentren preparados, mas sabed desde ahora que en esta lucha no habrá titubeos, ella será llevada hasta el final en el que la luz triunfará sobre las tinieblas de la humanidad.

Oíd con atención, discípulos, para que vosotros a quienes he explicado tantos misterios, no vayáis a perder las llaves que os he confiado, para abrir el libro de mi sabiduría, sentid la paz para que podáis hacerla sentir a vuestro alrededor.

Solamente con la elevación serena y limpia de vuestro espíritu, llegaréis a ser los sembradores de la espiritualidad.

En medio de todas las vicisitudes de vuestra vida terrestre, muchos prodigios podréis llevar a cabo, si verdaderamente atesoráis en vuestro espíritu el don de la paz que os da mi amor; en cambio, si no la lleváis, muy pocas obras dignas de Mi podréis hacer.

Recibid mi Enseñanza sin inquietudes, apaciblemente, contempladme con la sensibilidad de vuestros sentimientos y sentidme con ternura, como los pequeños sienten a su madre amorosa. Sólo así estaréis en condiciones de recibir y aprovechar el torrente de luz que se desborda de mis enseñanzas.
Aprended a penetrar en el ambiente de íntima paz que os brindan estos instantes en que permanecéis conmigo, y olvidaos de vuestras penas y problemas, para que os fortalezcáis en mi amor.
Sed fuertes para que resistáis las pruebas y oréis por la humanidad que se agita y sufre como vosotros, y de cierto os digo que al sentir la llegada de mi paz, vosotros percibiréis que esa paz ha descendido sobre todos.

Me preguntáis por qué en muchas ocasiones, para recibir alguna gracia de Mí, antes tenéis que llorar por medio de alguna prueba, y Yo os digo, que siendo cada uno de vosotros como un árbol, a veces tenéis ramas tan enfermas o secas, que es necesaria la poda para que haya buenos frutos, y esos cortes tienen que ocasionaros dolor.

A veces esa poda llega hasta las mismas raíces para destruir los males que han contaminado a vuestro espíritu.
De momento lloráis, más no desesperéis, porque después del dolor viene la verdadera salud.
Cuando os aparto del mal camino, lo hago con gran caridad y amor, aunque por el momento no comprendáis mis designios perfectos. Yo domino en vosotros la enfermedad y la transformo en salud y alegría, es así como voy acercando al camino al materializado, al confundido, al extraviado del sendero del bien.

Cuando crucificaron a Jesús, El perdonó con dulzura a sus verdugos y les dio la vida, rogando a su Padre por su salvación; con sus palabras y su silencio también les dio el perdón y esas pruebas de infinito amor a la humanidad, fueron y serán eternamente como veneros inagotables, en los cuales se inspirarán los hombres para sus más nobles acciones de perdón y amor.
Hoy como ayer, vengo a daros a beber de esa fuente de verdad y de vida, a levantaros de vuestras caídas, y a iluminar vuestra senda para que soportéis las pruebas en vuestra marcha por este mundo y ello sirva como un peldaño para ascender a la mansión donde conoceréis la suprema paz.
De vuestro Creador nada temáis; en cambio de vosotros mismos sí, cuando vuestro espíritu no se encuentre en el camino trazado por mi Ley.

Buscad el sendero que os trazó Jesús para que apartéis vuestro cáliz de amargura. Si os perdéis o retardáis voluntariamente vuestra llegada al Reino de la paz, será porque así lo queráis más no porque sea mi voluntad.

Dejad que os guíe, para que apoyados en Mí, interpretéis las enseñanzas que os brinda el libro de la Vida y comprendáis algo del porvenir que espera a la humanidad.
No temáis a reyes o a señores ni a nadie que os ostente cualquier título o poder, porque nada podrá oponerse a lo que está ordenado por el Padre.
He manifestado mi luz traducida en palabra, que habéis oído unos y que por escritos y testimonios conocerán todos.

Os he dicho que soy el Gran Guerrero cuya espada viene en son de lucha, mas comprended que no vengo a provocar guerras entre los hombres, como las que siempre tenéis; mi guerra es de ideas, de convencimiento, en la que brilla la verdad, el amor, la razón, la justicia y la verdadera sabiduría.

Más cuando la lucha sea más intensa y el hombre comience a comprender que estos mensajes son inspiraciones divinas, destellos del amor de Dios, que sólo busca la paz entre la humanidad, sentirá impulsos de ponerlos en práctica, de enseñarlos a todos los que no los conozcan, y entonces tomará mi Doctrina para exterminar el mal que os han causado vuestras desobediencias.

Sobre lo que aprendáis y analicéis de la palabra escrita, Yo derramaré mi inspiración, para que apliquéis la enseñanza que deis a vuestros hermanos.

Cuando entre los hombres comiencen a surgir los que impasibles ante la injuria, amen y perdonen al que les ha herido y con amor bendigan a Dios, porque con sus lecciones perfectas los convirtió en ejemplos vivientes de Jesús, entonces estaréis en el principio del reinado de Cristo en el corazón de la humanidad.


¡Mi paz sea con vosotros!

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