sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 19

Humanidad: sosegad vuestra mente agitada por las vicisitudes y azares de la vida.
¡Cuánto lucháis tratando de libraros de la oscuridad en que vivís, a pesar de encontraros en pleno tiempo de la luz! Grande es vuestra lucha y por eso venís cansados: os he llamado precisamente para quedescanséis unos instantes, porque tendréis que proseguir en el cumplimiento de vuestra misión que apenas habéis principiado.
De tiempo en tiempo he venido descorriendo los velos de mi arcano de acuerdo con vuestra evolución, porque sólo quien recorra este camino podrá llegar a Mí.
Soy el Maestro que busca a la humanidad por todos los senderos para enseñarles el camino verdadero.
Mi palabra viene como espada de luz a luchar contra la ignorancia y la incredulidad de los hombres. Vengo a manifestarme delante de quienes han negado mi existencia, para preguntarles: ¿Quién formó el Universo con su diversidad de mundos, apenas visibles para vosotros? ¡Ah humanidad, que en vuestro alejamiento de la verdad habéis tenido la osadía de pensar que la idea de un creador ha sido una simple invención de la mente humana! ¿Cómo podéis imaginar que de vuestra mente limitada y pequeña pudiese surgir la noción de lo eterno e infinito?
Más también vienen a Mí los que dicen que me aman y a éstos les digo: ¿Cómo podéis decir que me amáis, si hacéis lo contrario de lo que dicta mi Ley, si vosotros mismos os traicionáis al mostrar en vuestras obras sentimientos opuestos a vuestras palabras?
Aquí mismo, entre estas multitudes que me escuchan, cuántos hay que dicen ser espiritualistas y aún no conocen el poder y la sabiduría del Espiritualismo, ni las potencias y atributos del espíritu, y con sus obras van negando mi Doctrina que como luz radiante ilumina espiritualmente a la humanidad. Mas mi paciencia es infinita para esperar a que os transforméis en mis discípulos; he de hacer de vosotros antorchas que con su luz lleven a otros pueblos el mensaje original que recibisteis como revelación, a través del entendimiento humano.
Si los hombres negasen vuestro testimonio y os desmintiesen, recordadles que Yo tenía una cita con la humanidad de este tiempo, la cual he venido a cumplir; decidles que si prometí volver, es porque mi tarea aún no había terminado ni terminará hasta que no exista un solo pecado. Escrito está que si noventa y nueve ovejas están en el aprisco y una me faltare, a ésa buscaré.
Quiero mostraros nuevamente el poder de mi amor convirtiendo los duros corazones de la humanidad en apóstoles de mi Doctrina, empezando por este pueblo, no menos duro de corazón que los demás. Vengo a deciros que ampliéis vuestro conocimiento con este nuevo mensaje que os he traído para que lo unáis a mis revelaciones pasadas hasta que logréis formar en vuestro entendimiento el libro de la sabiduría, para que seáis dignos de dar testimonio de mi verdad y de enseñarla a vuestros hermanos.
Os llamarán agitadores, mas no temáis, que también a vuestro Maestro lo juzgaron en aquel tiempo por trastornar, según el decir de los hombres, la paz. De cierto os digo, que no sólo vine a agitar con mis revelaciones el corazón de unos cuantos hombres, sino a estremecer con mi palabra el espíritu de toda la humanidad.
Así vengo a vosotros en este tiempo en el cual mi luz, se manifestará en diversas formas sobre los hombres y volverá a estremecerles, a unos de gozo, a otros de temor, a otros de ira, pero no habrá uno que, llegada la hora de ser conocido mi mensaje, no se conmueva.
¡Cuán débiles habéis sido para llamar a Cristo, los que sabíais que había de venir! Mas ahora, que ya tenéis mi revelación y mi mensaje, no vayáis a ser débiles, tímidos o fríos.
¿Os he lastimado llamándoos duros de corazón? Sólo os he dicho la verdad, porque en todos los mundos, todas las criaturas cumplen con mi Ley, y vosotros no respondéis a mi llamado divino.
Mas no temáis, porque ninguno ha llegado aún a la meta, pero todos llegaréis, os lo prometo Yo, que soy la promesa de todos los tiempos; Yo, el incansable, que nunca dejaré de enseñaros.
Comenzáis a soñar con ser portadores y apóstoles de la verdad, mas no os precipitéis, llevad siempre por guía la luz de vuestra conciencia, porque ¿Cómo manifestaréis la verdad si aún no la habéis encontrado en vosotros mismos? ¿Cómo vais a demostrar que me amáis y amáis a vuestros hermanos, si dejáis espinas y abrojos al paso de vuestros semejantes?
El agua del río de la vida, que es mi verdad, es mansa, cristalina y agradable, mas no la confundáis con el agua que vosotros dais al necesitado, porque ésta es a veces impura.
Tomad mi bendición, ella sea en vosotros como manantial de agua inagotable que apague la inmensa sed que os agobia.
Mi bendición sea como bálsamo sobre vuestras enfermedades, dolencias y amarguras; ella levante a la vida a los que vayan perdiendo fuerza en su camino de evolución.
Para ayudaros en vuestra elevación, hago que mi paz sea en el corazón del apóstol del Tercer Tiempo, a quien recibo en representación de la humanidad y por su conducto le entrego mi caridad.
Hoy escucháis mi voz a través del entendimiento humano que os dice nuevamente: "Amaos los unos a los otros", así escuchasteis la voz del Señor en labios de Jesús, cuando os enseñaba a amar a vuestro prójimo como a vosotros mismos, en confirmación de la Ley que recibiera el pueblo de Israel por conducto de Moisés en el Primer Tiempo.
Moisés fue mi portavoz en aquel tiempo, él os llevó hasta las puertas de la Tierra Prometida, mas no le permití penetrar en ella, porque ahí le hubierais coronado rey; y en verdad os digo, que su reino tampoco era de este mundo. Al pueblo le fue dada la Tierra de Promisión, para que en ella habitara en paz y elevara su culto al Padre. En Jerusalén, aquel pueblo edificó el primer templo a Jehová y en él se manifestó el Espíritu Divino: ahí recibió la queja o la alabanza de los hijos de aquellas tribus. Sobre su altar colocasteis el Arca de la Alianza, símbolo de vuestro pacto con el Padre y ante el Tabernáculo inclinaron su cerviz reyes y sabios.
Los sacerdotes encargados del culto, fueron llenos de amor en un principio, mas luego dejaron que el gusano roedor de la vanidad y la codicia penetrara en su corazón y tornándose en hipócritas, falsos y profanos. Fue entonces cuando aparecieron uno tras otro los profetas, anunciando la venida del Mesías, quienes fueron negados, burlados y sacrificados por el pueblo.
Así prepararon ellos mi llegada, con su sangre.
Como toda palabra que viene de Dios ha de cumplirse, el Mesías nació entre la humanidad y vino a enseñaros cómo se cumple con la Ley del Padre y se rinde culto a Dios amando y perdonando, llenando de consuelo y de luz la vida de los hombres.
Llegué como Pastor a reunir a las ovejas que ya los lobos habían empezado a robarse y les mostré el aprisco. A lo largo de mi paso por la Tierra, enseñé a los hombres el amor y los frutos que de él brotan, a los que llamaron milagros. Esas obras encendieron la fe en los corazones y a través de ella les hice contemplar la verdadera senda. Millares y millares de hombres fueron testigos de mi palabra y de mis obras, mas sólo doce me siguieron de cerca.
Cuando el momento de mi partida se aproximó, les dije: La fiesta de la Pascua va a celebrarse en Jerusalén, es necesario que vayamos allá para que se cumplan las profecías. Entonces hice a mis discípulos mis últimas recomendaciones, grabándolas en su espíritu con el fuego divino de mi amor. Hacia Jerusalén partí con mis discípulos. Cuando crucé la puerta de la ciudad, sobre el humilde y manso pollino, la multitud, entre la que se encontraban los enfermos que sané, los ciegos que volvieron a mirar, los paralíticos que anduvieron y los tristes que fueron consolados y llenos de esperanza, elevaron himnos y cantos de alabanza y de gloria, porque el Salvador prometido al fin había llegado. Nadie sabía que en aquella Pascua Yo sería el Cordero Inmolado.
A mi paso y bajo la luz de mi mirada, se estremecían los corazones, sanaban los enfermos y de su pecho surgían las palabras de alabanza y gratitud hacia el Rabí. Entonces se acercaron a Mí los fariseos y me dijeron: "Señor, haced que vuestros discípulos y esta gente, cesen en su algarabía, porque trastornan el orden de la ciudad durante la fiesta", a lo cual les respondí: "En verdad que si éstos callaren, las piedras clamarían de gozo". Aquellos fariseos se alejaron, mas ya sus corazones temerosos y preocupados ante las obras que hacía Jesús, iban urdiendo la traición.
Así llegué hasta el pórtico del templo, que en un tiempo había sido santuario del pueblo del Señor y que después habían convertido en su mercado y arrojé de él a sus profanadores.
El corazón y las obras de los que se decían ser ministros del Señor y Doctores de la Ley, iban quedando al desnudo ante los hechos de Jesús; fue entonces cuando pidieron matarlo para no perder su poder que estaba amenazado.
Uno de mis discípulos que mucho había oído mi palabra de amor, que hablaba del Reino del espíritu y que había sentido en su corazón la caricia y el amor de su Maestro, fue con su flaqueza y falta de fe en mis promesas, la puerta que se abrió para dejar penetrar a la maldad humana que cayó sobre Mí. ¡Con cuánto odio gritaban aquellos hombres y pedían al súbdito del César que me crucificara! Mas era menester que el Hijo de Dios se viese en grandes pruebas para que los hombres contemplasen su humildad, su amor y su poder.
La sangre de aquel cuerpo fue vertida sobre la Tierra y los labios humanos que manifestaron en el mundo al Verbo Divino, no cesaron de hablar de amor y de perdón hasta el último instante en la cruz. Y Cristo fue uno con el Padre, porque el Verbo que se hizo hombre para ser oído en el mundo, siempre ha estado en Dios.
Años más tarde, la ciudad y aquel templo profanado, fueron destruidos para que se cumpliese mi palabra; de aquello no quedó ni piedra sobre piedra. Yo había dicho que el templo de Salomón, con ser a los ojos humanos tan regio, grande y magnífico, podía destruirlo y volver a construirlo en tres días.
De cierto os digo, que los hombres no han comprendido el sentido espiritual de aquellas palabras, porque el tiempo no pasa sobre Mí, ya que Yo soy la eternidad. Heme aquí en la Tercera Era, en el tercer día, cimentando el verdadero templo y construyéndolo en el espíritu de los hombres.
Elías fue elegido para anunciaros que el Libro de los Siete Sellos había sido desatado y que estaba abierto en el Sexto Sello. Mi palabra ha venido llena de luz a encender vuestra fe, para que no caigáis más en idolatría y dejéis que Yo edifique en vuestro corazón mi templo, mirad que las obras hechas por las manos de los hombres son destruidas, mientras que las obras del espíritu, son inmortales.
Los perdidos serán hallados y los confundidos iluminados y todos hallarán el camino que los conducirá a la Tierra Prometida.
Si aquí en la Tierra no me quisisteis reconocer ni dejasteis que os reuniera como el ave reúne bajo sus alas a sus polluelos, más allá de este mundo os reuniré bajo mi manto de paz eternamente.
Pueblo: Os he recordado mi vida entre vosotros, porque se acercan los días de conmemoración de aquella última semana que pasé entre la humanidad. En esos días sentís como si del infinito descendiese un mensaje para vosotros.
Todo lo que miráis os parece que os habla de Mí El sol, los campos, las ciudades, los hombres, todo lo sentís como si os hablara del Maestro. Es que el recuerdo os hace volver a sentir mi presencia y Yo os envío nuevamente mi mensaje de amor.
Si en estos días vuestros ojos quieren llorar, dejadles, si vuestro corazón se estremece de amor, dejadle también.
Cristo, al que una multitud rechazó, es el mismo que ahora viene a manifestarse a vosotros, porque fue el cuerpo el que destrozaron los hombres, mas no al Verbo que por El habló.
¿Qué muerte podría detener mis pasos o qué sepulcro podría retenerme? Sin embargo vosotros sin quererlo, sin daros cuenta habéis sepultado en vuestro corazón la verdad cuya esencia es la del Maestro.
Esa materia que lleváis, la habéis convertido en sepulcro de vuestro espíritu.
Dejad que el espíritu levante la losa de vuestro corazón para que se eleve lleno de luz a la vida verdadera.
Así os explico fácilmente lo que creéis difícil de comprender: Cristo y el Amor Divino son el mismo Padre. Jesús fue el hombre perfecto que manifestó el mensaje de Dios. El fue la más alta expresión de espiritualidad, por eso es llamado el Divino Maestro.
¡Oh discípulos amados! Cuando pensáis en las obras que hice en el mundo, os sentís muy torpes y pequeños para imitarme. Cuando meditáis en los tiempos que desde entonces han transcurrido, os dais cuenta de que muy poco habéis evolucionado espiritualmente. Hay momentos en que sentís el anhelo y la necesidad de desarrollar vuestros dones espirituales, para recibir directamente mis mensajes, así como penetrar en el futuro y resolver por medio de los atributos del espíritu los conflictos, las pruebas y el caos que os rodea entre la humanidad.
¡Cuánto deseáis ver con la mirada del espíritu! Y veréis, pero será cuando descubráis que dejándoos conducir por la luz de la conciencia que ilumina a vuestro espíritu, comprendáis mejor las revelaciones del Señor.
Por ahora estudiad este mensaje y escribidlo porque vendrán tiempos en que ya no escucharéis esta palabra y entonces sólo os quedarán los escritos.
Quiero que mi palabra, al formarse los libros que habrán de extenderse por la Tierra, sea impresa sin mancha, pura, tal como brotó de Mí.
Si así la hicieseis llegar a vuestros libros, de ella brotará una luz que iluminará a la humanidad y su esencia será sentida y comprendida por todos los hombres.
Mi mensaje de este tiempo también será negado y combatido, algunos dirán que no tuvo objeto mi manifestación; pero no temáis porque mi Obra del Segundo Tiempo también ha sido discutida, negada, escarnecida y, sin embargo, corazón por corazón y espíritu por espíritu han reconocido y valorizado aquella pasión que entre vosotros viví.
Sí, pueblo, sabed que ha habido y hay quienes dicen: ¿Qué relación tiene el dolor de Jesús con vuestra salvación? Su dolor no puede darnos la gloria. Y el Espíritu de Verdad os dice: Yo fui entre los hombres a través de Jesús, como esas plantas de olor que perfuman las manos del que les arrancó la vida.
Aquel madero que me disteis y que Yo acepté, fue prueba de mi amor por vosotros y prueba también de que os salvaríais con mi ejemplo. ¿Por qué creéis que si Yo hubiese sabido que mi sacrificio iba a ser inútil, os lo hubiese ofrecido? ¿No recordáis que os he dicho que en la Obra del Padre no se pierde ni una semilla? Cuando el costado del Maestro fue abierto, quise que en él vieseis la puerta que se abría para que todos moraseis en la eternidad, y el primero en contemplar esa puerta, fue el soldado que hundió su lanza en el cuerpo de Jesús.
Mi amor es como el árbol que perfuma el hacha del leñador que le arranca la existencia; cada gota de sangre de aquel cuerpo se derramó sobre esta humanidad, perdonando a todos y perfumando su existencia con la esencia divina de mis enseñanzas.
Más si a esta humanidad en su ceguera, le pareciese que aquel sacrificio no le bastaba para su salvación, aquí está de nuevo mi palabra, no la palabra del hombre que no ha sabido explicar aquel mensaje, sino mi palabra que viene a enseñaros la esencia inmortal de mi Doctrina y de mis obras, explicación divina con la que los hombres sabrán el valor espiritual de aquella sangre derramada en el Calvario por amor a la humanidad.
Vengo a deciros cuál es la esencia de aquel sacrificio, porque sois míos como Yo soy vuestro.
Nunca he visto enemigos en ninguna criatura porque todos sois mis hijos. La palabra enemigo profana los labios de quien la pronuncia, refiriéndose a un hermano.
Longinos atravesó mi costado y derramé en él la sangre que fue luz en sus ojos ciegos.
Quiero que seáis como vuestro Maestro, para llamaros justamente mis discípulos. Mi herencia es de amor y de sabiduría. Fue Cristo el que vino a vosotros y es Cristo el que os habla en estos instantes, mas no tratéis de separarme de Dios, ni mirarme fuera de Él, porque Yo soy y he sido siempre Uno con el Padre. Os he dicho que Cristo es el Amor Divino, por lo tanto no tratéis de separarme del Padre. ¿Creéis que El sea un Padre sin amor a sus hijos? ¿Cómo lo concebís? Ya es tiempo que lo reconozcáis.
Nadie se avergüence de llamar Padre a Dios, al Creador, porque ese es su verdadero nombre.
Os he traído de nuevo la luz para que analicéis lo que antes no habíais logrado comprender.
Si a vuestro espíritu le dije antes de enviarle a la Tierra que iba a darle un mundo de enseñanzas, hoy le digo que le ofrezco un cielo de sabiduría.
Caminad por este sendero de espiritualidad y recibiréis ese cielo del que os hablo.
La sabiduría del espíritu es luz que no se apaga jamás.
Soy el Maestro, soy Cristo quien os habla a través de la conciencia, en la forma en que sólo Yo tengo para llegar a cada uno de vosotros, la que al hablaros os acaricia.
Aquí me tenéis buscando seres en apariencia inútiles para una obra de amor, los que sé que me servirán porque Yo les he creado.
Vengo a servirme de vuestro espíritu, de vuestra voluntad, de vuestro corazón, de vuestra mente, y mientras llegáis al momento de vuestra preparación e iluminación, en el cual pueda servirme de vosotros convirtiéndoos en mis instrumentos, os dejo mis enseñanzas para que aprendáis la sabia lección.
Así, preparándoos con mi palabra, penetrad en estos días de recordación. Meditad, meditad en aquella hora en que la tierra protestó por la ingratitud humana y se obscureció el cielo, pero en la que el Cordero no protestó.
Fue triste la mirada del Maestro en el Gólgota, mas con ella os bendecía. Para aquellas turbas iba a morir, mas El sabía que pronto resucitaría en cada corazón, cuando fuesen naciendo a la fe.
Dicen los que van a Jerusalén que en aquellas tierras hay un ambiente que sobrecoge al espíritu y que hasta la luz parece extraña.
De cierto os digo, que es la voz de la conciencia, son los recuerdos que hacen estremecer al corazón, y aunque ahí murió Jesús y dejó de verlo la humanidad, Cristo aparece en todas partes en esencia, presencia y potencia.
Caravanas de hombres y mujeres se encaminan a Jerusalén y al pisar aquellos sitios, traen a su mente recuerdos dulces unas veces, amargos otras. Encuentran todo aquello saturado de presencia de Jesús.
Mas ¿Para qué peregrinar tanto en busca de huellas materiales, teniendo cada uno mi divina presencia en su espíritu donde quiera que esté?
Yo quisiera que con esta enseñanza os levantaseis todos para llevar un mensaje de fraternidad, de buena nueva, de amor; un saludo, una gota de bálsamo, un abrazo de amistad a todos vuestros hermanos.
Vengo en este tiempo para que contempléis desde la Tierra, con la luz de mis lecciones, a la Nueva Jerusalén, la Ciudad Blanca prometida al espíritu, la que Juan mi Apóstol contempló en su revelación; mas si en la primera Jerusalén la maldad del hombre me elevó en la cruz del martirio, en la nueva Ciudad, la cual será espiritual, me elevarán los espíritus sobre el altar de su amor.
¡Mi paz sea con vosotros!

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