sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 18

Tal como fue anunciada mi nueva manifestación hoy la habéis visto realizada: He venido en espíritu y rodeado de ángeles o espíritus de luz.
Los que no conocen aquellas profecías, dudan de mi presencia, más también contemplo entre los que han escudriñado las escrituras, a los que no creen en mi manifestación, porque sus interpretaciones casi siempre son erróneas.
A todos los que den a la profecía un sentido material, tendrá que acontecerles lo que al pueblo judío, que esperaba en el Mesías prometido a un rey poderoso de la tierra, y cuando me vio humilde y manso, no creyó en Mí a pesar de las obras que hice ante sus ojos.
Quienes me sintieron, me amaron y siguieron, fueron los sencillos de corazón, los mansos de espíritu, los limpios de entendimiento, los que padecían hambre y sed de amor, de justicia y de verdad.
A quienes estudian las escrituras de los tiempos pasados, les digo que sólo con espiritualidad en su vida, podrán encontrar la verdad que existe en aquel lenguaje.
Yo ayudaré a los que analicen y enseñen la verdad, más a todo aquel de cuyos labios brote la confusión, lo detendré en su camino hasta que corrija sus errores.
Por el contrario, a todos los que de limpio corazón siembran mi semilla de luz, explicando la divina palabra y esclareciendo la enseñanza que estaba oculta, a ésos les enviaré a las comarcas y a las naciones a propagar mi Doctrina de amor.
Los verdaderos propagadores serán sanos de corazón, humildes de espíritu, y por lo tanto, sabrán recibir mi nuevo mensaje con gozo y con fe.
Bienaventurados los que así me reciban en su corazón y crean en mi palabra, porque ellos me verán en la nube celestial rodeado de mis huestes espirituales, y aunque no toque el polvo de la Tierra como en el Segundo Tiempo, sabrán sentir mi presencia espiritual; entonces unirán este nuevo mensaje al que no estaba completo porque faltaba agregarle mis revelaciones como Espíritu Santo.
Discípulos: Espiritualizaos a fin de que penetréis en el verdadero sentido de mi palabra, para que cuando os encontréis con vuestros hermanos que solamente conocen mis revelaciones del Segundo Tiempo, coincidáis en vuestras interpretaciones y comience la unificación espiritual de la humanidad.
Muchas veces enseñáis conceptos erróneos por falta de estudio y penetración en lo espiritual, por eso os encargo que os dediquéis a la meditación de mi enseñanza, para que ya no hagáis obras que creyéndolas buenas, ante el Padre son imperfectas.
Reconoced que los responsables de que la humanidad comprenda con claridad el sentido espiritual de mis enseñanzas presentes y pasadas, sois todos los que sentís en el espíritu el hambre de saber, los que habéis penetrado por los caminos del estudio, de la meditación y del análisis. De los que sólo viven de ritos, ceremonias y cultos materiales no puedo decir lo mismo, ellos se satisfacen con lo superficial, porque aún no han conocido el sabor del fruto.
Cuando mis discípulos crucen los caminos del mundo, comenzará el despertar espiritual de las religiones y de las sectas estacionadas hace mucho tiempo.
Con frecuencia os repito que veláis y oréis, mas no quiero que os familiaricéis con este dulce consejo, sino que lo estudiéis y lo pongáis en práctica.
Os digo que oréis, porque quien no ora se entrega a pensamientos superfluos, materiales y a veces insanos, con lo cual sin darse cuenta, fomenta las guerras homicidas; en cambio cuando oráis, vuestro pensamiento como si fuera espada de luz, rasga los velos de oscuridad y los lazos de tentación que están aprisionando a muchos espíritus, satura de espiritualidad el ambiente y contrarresta las fuerzas del mal.
No desmayéis ante la lucha, ni os desesperéis si aún no contempláis ningún resultado de vuestra labor. Reconoced que vuestra misión es luchar hasta el fin; y solamente así cumpliréis con una mínima parte en esta obra de regeneración y de espiritualidad entre vuestros hermanos.
Mañana dejaréis vuestro puesto y otros vendrán a sustituiros interpretando mejor mi Obra, y así de generación en generación se irá cumpliendo mi Ley.
Al final, todas las ramas se unirán al árbol, todas las naciones se unirán en un solo pueblo y la paz reinará en la Tierra.
Orad, oh discípulos, y perfeccionaos con vuestra oración para que vuestra voz no sea escuchada solamente por Mí, sino que encuentre eco en el corazón de vuestros hermanos.
En verdad os digo que si este pueblo, además de comprender su destino, estuviese cumpliendo con su misión, por sus oraciones alcanzaría la gracia para toda la humanidad. Pero aún os falta caridad, que sintáis a vuestros semejantes como verdaderos hermanos; aún os falta que en verdad olvidéis las diferencias de razas, de lenguas, de credos y que además, borréis de vuestro corazón toda huella de rencor o de resentimiento, con todos los que os hubieren ofendido.
Cuando logréis elevar vuestros sentimientos sobre todas las miserias humanas, se escapará de vuestro corazón la más sentida y sincera petición en favor de vuestros hermanos; y esa vibración de amor, esos sentimientos puros, serán las más poderosas espadas que destruyan en su lucha las tinieblas que las guerras y las pasiones de los hombres han venido formando.
El dolor os ha preparado, en las pruebas os habéis acrisolado y por eso estáis señalados para ser los que veléis por todos los que sufren alguna esclavitud o por los que van por la vida apurando el cáliz de amargura.
Velad, pueblo, sed como esas aves que al anunciar el nuevo día, despiertan a los que aún duermen y son las primeras en recibir la luz. Bienaventurados seáis siempre que busquéis en Mí al Consolador prometido.
En el hombre hay dos fuerzas que siempre están en lucha: su naturaleza humana, que es pasajera, y su naturaleza espiritual que es eterna; ese eterno ser sabe muy bien que habrán de pasar tiempos muy largos para que logre alcanzar su perfeccionamiento espiritual; presiente que ha de tener muchas existencias y que en ellas pasará por muchas pruebas, antes de lograr la felicidad verdadera. El espíritu presiente que después de las lágrimas, del dolor y de haber pasado muchas veces por la muerte corpórea, llegará a la cumbre que su anhelo de perfección siempre ha buscado. En cambio la materia, el ser frágil y pequeño, llora, se rebela y a veces se niega a seguir los llamados del espíritu, y sólo cuando éste ha evolucionado, es fuerte y experimentado en la lucha con la carne y con cuanto lo rodea, es cuando logra dominar a la materia y se manifiesta por ella.
El espíritu se hace sentir a través de las manifestaciones humanas, pero nunca usa la violencia para someter a la materia. El espíritu quiere que la materia con pleno conocimiento se una a su voluntad, quiere una obediencia que manifieste mansedumbre.
A pesar del error de algunos de permanecer estacionados en su rebeldía, sintiendo que aún es la carne sensible y caprichosa, quisieran un trono para ella, y si no los complazco en todo lo que desean, es porque hay en mis hijos otro ser que vibra con mayor pureza y amor, que aspira a una vida más elevada; en él existe el pensamiento espiritual que refleja lo divino. En cambio vuestro cerebro sólo refleja pensamientos humanos.
Largo es el peregrinaje del espíritu, extenso su camino, muchas y muy variadas sus existencias, y diversas en cada instante sus pruebas, pero mientras las cumple, se eleva, se purifica, se perfecciona. A su paso por la vida va dejando una huella de luz, por eso muchas veces al espíritu elevado no le importan los gemidos de su materia, porque sabe que son pasajeros y que él no puede detenerse en su jornada por sucesos que le parecen pequeños.
Momentáneamente fija su atención en las flaquezas de su carne, pero sabe que no puede amar demasiado algo que vive poco y que pronto desaparece en las entrañas de la Tierra.
¿De qué sirven vuestros anhelos y ambiciones, rendir culto a la materia y ponerla en un trono de vanidades? Por más que dure, es muy poco comparado con la vida eterna del espíritu.
Vosotros necesitáis obedecer a la parte más elevada de vuestro ser que es el espíritu que mora en cada uno de vosotros, para dejar que
se manifieste con claridad y encamine sus pasos hacia el fin para el que fue creado.
Decidme: ¿Quiénes sois? ¿Qué sois? ¿Quién creéis ser? ¿Qué sentís ser? ¿Acaso la materia que desciende al sepulcro o el espíritu que se eleva hacia la eternidad, hacia el infinito?
En verdad os digo que todo el tiempo de vuestra existencia estáis confundiendo vuestras sensaciones, necesidades, inquietudes y anhelos, sin saber cuáles son del espíritu y cuáles de la materia.
El espíritu que verdaderamente conoce su destino, trasmite su vibración al cuerpo que anima para que lo ayude y participe en su misión; más cuando llega el instante de dejar la envoltura en la Tierra, no siente tristeza, porque sabe que esa es la ley, ni le importa cómo muere el que fue su cuerpo, si de enfermedad, de vejez o destrozado. Él sabe que su misión está antes que todo.
¿Sabéis cómo murieron mis apóstoles del Segundo Tiempo? ¿Cómo acabó Pedro y todos los que me llevaron en su corazón? Pedro murió en una cruz y dijo que no era digno de morir como Yo, pidió morir con la cabeza hacia abajo. ¿Y quién impulsó a Pedro y le dio la fuerza, la firmeza y la serenidad para sufrir su martirio? Su verdadero ser, el espíritu que es hijo de Dios y sabe dominar la debilidad de la materia. En la hora suprema él se manifestó sereno, tranquilo, como su Maestro cuando exclamó en la cruz: "Todo está consumado".
Si analizáis esos ejemplos, tendréis la convicción de que el hombre es más espíritu que carne y que cuando este se ha espiritualizado, es sumisa a los supremos mandatos de mi Ley.
Para los que alcanzan esa evolución espiritual, están abiertas las puertas del Reino y llegan a él sin un ¡Ay!, sin una queja.
Con esa obediencia, con esa resignación y amor llegaron a la presencia del Padre aquellos discípulos. Y vosotros, ¿Cuándo vais a obedecer al llamado de vuestro espíritu? Tenéis miedo al dolor, a todo lo que alcanza a la materia, porque no estáis plenamente poseídos de la verdad, porque si así fuere ¿Quién podría impediros que hablaseis y manifestaseis la verdad aunque se os amenazare con la muerte?
¿Sabéis por qué le quitaron la cabeza a Juan el Bautista? Por hablar con la verdad, por apegarse a la justicia y señalar las lacras de los que se dicen reyes en el mundo y están sentados en un trono de podredumbre. Más si los grandes espíritus tienen grandes dolores y se elevan por sobre la desgracia, la miseria, el dolor y la muerte y cumplen tan dignamente su misión, ¿Quiénes sois vosotros que amanecéis gimiendo y anochecéis llorando de inconformidad o de rebeldía? Sois carne y sólo carne, porque aún no sabéis elevaros sobre el dolor y sobre todo lo que llamáis desgracia.
Es bueno que analicéis todo cuanto hoy os he dicho, comprended que mientras más alto habite el espíritu encarnado, menores serán sus penas y los efectos del dolor sobre su materia.
A Juan el apóstol le sumergieron en aceite hirviendo y no murió. El poder del espíritu que se había elevado hacia el Padre se manifestó restándole al fuego su poder.
Le apartaron de allí y cuando vieron que no recibía ningún daño, le desterraron y aún así, él siguió cumpliendo los altos designios del Señor, sin que aquella prueba le detuviera en su cumplimiento espiritual.
Vosotros que hoy me escucháis y de los cuales saldrán mis nuevos discípulos, os acobardáis ante las pruebas y tratáis de alejaros de mi senda.
¿Hasta cuándo lograréis llevar mi Doctrina en el corazón y ser capaces de dar vuestra vida por testificar la verdad?
¿No os bastan los ejemplos de tantos mártires que han dado su vida por el amor a la humanidad, por sostener la verdad o defender la justicia? ¿No os bastan aquellos ejemplos para comprender de lo que son capaces mis discípulos?
Vosotros os molestáis si el aire sopla más fuerte de lo que deseáis; si el sol calienta demasiado protestáis y si las nubes lo ocultan no estáis conformes; si hay tempestad os refugiáis renegando y si la tierra se estremece salís huyendo de pavor.
¿Sois acaso el pueblo nacido para reinar en un trono y que los elementos de la Naturaleza obedezcan a vuestro mandato, sólo para vuestro beneficio?
Los elementos os obedecerán cuando cumpláis con mi Ley y me lo pidáis para beneficio de vuestros hermanos.
Quiero que cada uno sea un apóstol de la verdad, que seáis útiles en la vida porque habéis venido al cumplimiento de una misión que está dentro del plan del Creador.
En este tiempo os digo que el trigo de mi enseñanza es abundante y aún está sin sembrar. Llorad si tenéis amor por esta labor, porque el Sembrador divino que os dio su simiente y os mostró las tierras, aún sigue solo. Llorad, y que vuestras lágrimas sirvan para regar los caminos donde más tarde iréis a trabajar.
No temáis si fueseis heridos por vuestros hermanos, aquello que vosotros llamáis ofensa, es un bien que os hacen, es una ayuda en el cumplimiento de vuestra misión. ¿No sabéis que los que están en el camino de evolución tienen que sufrir? ¿No sabéis que todas esas flaquezas, el espíritu no debe de tomarlas en cuenta, porque son pequeñeces que sólo atañen a la materia?
Yo os quiero fuertes ante la vida, ante las vicisitudes y los sufrimientos.
Fortaleceos en la práctica de la caridad y no os importe que os juzguen en ésta o en aquella forma. Vosotros no tenéis necesidad de decir lo que sois, sólo debéis de estar preparados para entregar la caricia, la caridad y los labios dispuestos a manifestar la dulzura, el sano consejo, el perdón.
Vuestro destino es caminar por la Tierra haciendo el bien.
Comprended que la creación material que llamáis Universo, es morada de espíritus en evolución, es morada de perfeccionamiento. Cuando los espíritus hayan alcanzado la elevación que les lleve a habitar mansiones superiores, los mundos que antes habitaron desaparecerán, puesto que habrán concluido su misión.
Toda la fuerza que animó a los seres y dio vida a los organismos volver a Mí; toda la luz que iluminó los mundos, retornará a Mí, y toda la belleza que fue derramada en los reinos de la Creación, será en el Espíritu del Padre y una vez más en Mí, aquella vida se transformará en esencia espiritual, la cual será derramada sobre todos los seres espirituales, en los hijos del Señor, porque de los dones que os di nunca seréis desheredados.
Sabiduría, vida eterna, armonía, belleza infinita, bondad, todo esto y más será en los hijos del Señor cuando habiten con El la morada perfecta.
Hoy os encontráis lejos de aquella meta, prueba de ello es que en la Tierra vengo a reclamaros lo que habéis hecho de vuestro espíritu y cuando llegáis al valle espiritual, reclamo al espíritu lo que hizo de su cuerpo en su paso por el mundo. Mientras seáis párvulos en medio de esta lección, estos mundos, esta naturaleza, esta vida material tendrá que existir.
Cuando Dios os iluminó y os conservo; como Padre os amo y os espero; como Maestro os enseño y os conduzco, más como Juez, os juzgo inexorablemente.
Hay quien diga que me asemejo a un rico avaro que todo lo quiere para sí, porque todo lo cuida, lo guarda y lo reclama; mas en verdad os digo, que así como en el mundo todo cuanto puse en él fue para vosotros y no para Mí, así en la vida eterna, todo lo conservo para cuando entréis en ella y seáis sus poseedores.
¿No os he dicho que sois los herederos de mi Gloria? Pues sólo falta que hagáis méritos para que sea vuestra y la gocéis.
Todo lo que he creado no ha sido para Mí, sino para mis hijos. Yo solo quiero vuestro gozo, vuestra felicidad eterna.
No temáis perderos por querer encontrarme, que no sólo soy Yo el final, sino también el camino. El que quiera llegar a Mí, venga por el camino de la humildad, de la caridad, de la sumisión y acreciente su anhelo de perfeccionamiento en el amor.
Para que vuestro paso sea firme, lograd en vuestro ser la unificación interior. Que el espíritu siempre conduzca a la materia por el buen camino y ésta a su vez sepa obedecerle. Cuando logréis este triunfo sobre vosotros mismos, os será fácil obedecer la voluntad de vuestro Padre.
Apartaos de lo superfluo; retirad de vuestra vida lo innecesario y no os ocupéis en lo inútil.
Huid de todo vicio, así conservaréis limpio el espíritu y sano el cuerpo para luchar con armas de amor por la conquista de la Tierra Prometida, aquella que os aguarda como supremo galardón en la vida espiritual.
¡Mi paz sea con vosotros!

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