sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 180 (Dada durante la segunda guerra mundial)

Os doy la luz para que analicéis mi palabra y comprendáis mi lección, discípulos amados.

Sigue el labriego cultivando la tierra y abriendo el surco en donde ha de depositar la semilla con la fe y el anhelo de levantar abundante cosecha, y el Maestro os dice: Tened cuidado de elegir la tierra que sea propicia, para que no se malogre la simiente y siempre recogeréis frutos de acuerdo con el amor con que hayáis cultivado vuestra tierra.

Todos podéis ser labriegos en mis tierras, pero antes es preciso sentir y comprender esta misión. El objeto de esta lección es apartar la venda de oscuridad del ignorante y hacer andar al paralítico, mostrándole que Yo soy el único Dios a quien deben servir. Por eso os digo. Os estoy preparando, para mostraros a los demás como un ejemplo, ya que supisteis abrir vuestros ojos a la luz y confesar con humildad que erais ignorantes. Yo, a través de vosotros, también sembraré y recogeré los frutos de mi caridad.

Os preguntarán vuestros hermanos, cómo habéis recibido esta enseñanza, cuáles han sido mis manifestaciones y por qué seguís este camino; a toda pregunta responderéis con absoluta verdad. Porque si no procedéis con la verdad, no seréis fuertes y saldréis derrotados; entonces, la semilla no germinará.

No quiero que miréis vacía vuestra mano, ni que al final de vuestra lucha quedéis sin levantar cosecha, después de haberos apartado del mundo por seguir mi camino y de haber sido nombrados mis discípulos. No sería justo que recogieseis desengaños y amarguras sólo por no haber sabido aprender a defender mi obra, estudiándola y analizándola para adquirir fuerza, serenidad y conocimientos suficientes para hacer frente a las pruebas.

Mi enseñanza es una sola lección dicha en muchas formas, para que podáis comprendedla y a la que nada tengáis que añadir. Y aunque es ley, no vengo a imponérosla porque caeríais en hipocresía, aparentando exteriormente su cumplimiento, mientras que vuestro corazón se encontraría infringiendo.

He puesto a la conciencia en vuestro ser, para que ella esté presente en todos vuestros pasos, ya que la conciencia sabe distinguir el bien del mal y lo justo de lo que no lo es. Guiados por esa luz, no podréis ser engañados, ni llamados ignorantes. ¿Cómo podría el espiritualista engañar a su propio semejante o tratar de engañarse a sí mismo, si lleva en su propio ser la luz de su Creador?

En aquel tiempo se acercó un rico mancebo a Jesús y díjole: "Maestro, creo merecer el reino que prometes, porque practico la enseñanzas" Jesús le preguntó:

"¿Cumples con la ley?" Y el mancebo contestó: Sí Señor, yo ayuno, trato bien a mis hermanos, no hago mal a nadie y doy una parte de mi hacienda para ayuda del templo. Entonces Jesús le dijo: "Si queréis seguirme, dejad todo lo que poseéis y ven en pos del Maestro"; mas era tanto lo que en el mundo poseía el mancebo, que no queriendo abandonar sus riquezas, prefirió apartarse del Señor. Creía estar cumpliendo con mi ley y se engañaba a sí mismo.

¡Cuántas veces os he dicho: Practicad la caridad, manifestad esta virtud, mas no hagáis ostentación de ello porque dejará de ser caridad y os engañaréis

Discípulos: Si no queréis sufrir equivocaciones o errores, analizad vuestros actos a la luz de vuestra conciencia, y si hay algo que la empañe, examinaos a fondo y encontraréis la mancha, para que podáis corregirla. Dentro de vosotros existe un espejo donde podréis miraros y ver si estáis limpios o no.

El espiritualista deberá ser reconocido por sus actos, los cuales para que sean limpios, tendrán que haber sido dictados por la conciencia. Quien así practique, se sentirá con derecho a llamarse mi discípulo.

¿Quién podrá engañarme a Mí? Nadie. Yo no vengo a juzgaros por lo que hacéis, sino por la intención con que lo hacéis. Estoy en vuestra conciencia y más allá de ella. ¿Cómo podéis pensar que Yo pueda ignorar vuestros actos y el móvil de ellos?

Preparaos para la lucha, para que mi obra no sea atacada por causa de vuestras malas obras, porque en muchos casos dependerá de vosotros el reconocimiento o desconocimiento que de mi obra tenga la humanidad.

¿Qué puede perder mi obra si es la misma verdad, si es pureza impecable? Mas vosotros sí perderéis ocasiones para hacer méritos y elevar el espíritu.

Si alguien ignora mi verdad, es porque no ha sabido acercarse a beber de esta fuente que desborda sus aguas cristalinas para todo labio sediento de amor.

La verdad que revelé a los patriarcas, a los profetas y a los justos, es la misma que hoy os estoy mostrando, porque mi doctrina que hoy recibís es la ley de todos los tiempos, con la que os he señalado el camino de evolución para que continuéis vuestra jornada hasta el fin. En mi doctrina nunca os he dicho algo que no tenga una explicación apegada a la verdad; mas si vosotros dieseis explicaciones distintas y en forma complicada, si modificáis mi enseñanza o entregáis análisis defectuosos a los que necesitan explicación de ella, mala cosecha recogeréis.

Mirad cómo entregáis y cómo habláis; comprended que sois responsables de un don muy grande.

Yo soy el dueño de la simiente, vosotros los labriegos; si alguno es perezoso y no cumple con su misión, si hay quien se pierda del sendero, no me culpéis a Mí, que por doquier os llamo. Reconoced que algún esfuerzo tiene que hacer aquél que quiere salvarse.

Ved que vengo a vuestro corazón para que, sintiéndome, podáis decir: Maestro, yo os seguiré.

Escuchad: En todos los tiempos el Padre ha manifestado su amor a la humanidad por medio de mensajes a través de sus enviados; ese amor que hasta este instante estáis tratando de comprender y de sentir es el mismo que os ha acariciado siempre.

Quiero que os saturéis de esa luz, porque sin amor no llegaréis a Mí; sin esa virtud no podréis comprender mi grandeza.

Mi palabra viene a tocar las fibras más sensibles de vuestro corazón para que despertéis al amor, haciéndoos comprender que si sólo vivís preocupados por adquirir las riquezas del mundo y no dejáis espacio ni tiempo para que el corazón y el espíritu desarrollen sus dones éstos no tendrán desenvolvimiento en su jornada.

No dejéis engreír vuestro corazón, porque él simboliza el fuego de la eternidad del que todo brotó y donde todo se vivifica.

El espíritu se sirve del corazón para amar a través de la materia. Si amáis sólo por la ley de la materia, vuestro amor será pasajero, porque ella es limitada, mas cuando amáis espiritualmente, ese sentimiento se asemeja al del Padre, que es eterno, perfecto e inmutable.

Toda la vida y todo lo creado están relacionados con el espíritu, porque él posee vida eterna. No os limitéis, amadme y amaos, ya que poseéis esa chispa del Ser que no tiene límites para amar, que es Dios mismo.

Comprended que todo lo que existe es para vosotros, así como todo, en su destino, es un perpetuo tributo y homenaje al Creador.

De todos los seres recibo su fruto, mas todo recibe de Mí la fuerza vivificadora.

Os esclarezco todas las lecciones, para que vuestro espíritu deje de ser prisionero de vuestros sentidos para que cuando vayáis a sembrar mi enseñanza, deis a conocer que el espíritu, como todo lo creado, está sujeto a la ley de evolución.

Evolución: palabra que estará en los labios de la humanidad cuando se ocupe de su espíritu, porque significa progreso, elevación, transformación y perfeccionamiento.

¿Cuándo quedará libre el hombre de prejuicios para que ya no vaya en busca de formas, ni vea todo lo que le rodea más grande que él? Cuando alcance la libertad de espíritu.

 Ahora podréis comprender que si siempre me he manifestado en sabiduría a los hombres, ha sido para libertar a los espíritus aprisionados por entendimientos limitados.

Aún existe en esta era mentes entorpecidas y faltas de inspiración. Cuando los hombres ya deberían poseer una mente lúcida y despejada por su evolución, todavía muchos piensan y viven como en las épocas primitivas. Otros han alcanzado un gran adelanto en la ciencia, encerrándose en su vanidad y egoísmo, creyendo haber alcanzado la cima del saber; se han estancado en el camino de su adelanto espiritual.

A vosotros que me habéis escuchado en este tiempo y que habéis oído que en mi enseñanza se repite constantemente la palabra espíritu, os digo que la grandeza y la luz que encierra esa palabra conmoverá a esta humanidad cuando la comprenda.

Seguid haciéndoos dignos de esta gracia por medio de la humildad bien entendida. Humildad no quiere decir miseria ni pobreza material.

Conservad la fuerza moral, porqué os habéis templado como el acero en el crisol con los sufrimientos de esta vida.

Os veo conformes con vuestro destino. Si vuestro fue tormentoso, no volváis los ojos a él; olvidadlo y vivid en paz el presente. No temáis al porvenir, porque el mañana soy Yo.

Todas mis profecías se cumplirán y ésta vuestra pequeña nación será vista por la humanidad como la "tierra de promisión". Yo dejaré que en ella sientan paz los corazones y se iluminen los espíritus. A ella vendrán altos mandatarios de otros pueblos y en su seno se inspirarán para gobernar con amor.

Las tribus perdidas de Israel vendrán a congregarse y a sentir mi paz en esta tierra preparada por mi caridad.

Vosotros debéis estar preparados porque vuestros hermanos se acercarán, no sabéis cómo o cuándo, pero mi palabra quedará cumplida.

 Por eso os pido que os unifiquéis, para que aquellos hermanos vuestros sientan que han llegado al seno del pueblo del Señor, donde recibirán lo que sea mi voluntad.

Os estoy previniendo para todos los acontecimientos del futuro y en lo que toca a esas tribus, os digo que vendrán movidos por mi sabiduría a recibir la heredad que vosotros habéis recibido. No llegarán por casualidad, pero es menester que vosotros estéis unidos para que veáis cumplirse mi palabra.

En el Segundo Tiempo, cuando Cesar gobernaba la Palestina, ésta se encontraba dividida entre sí. El pueblo de Israel era esclavo de los gentiles y sobre sus hombros sentía el peso del yugo de la tiranía.

Fue entonces cuando llegó entre los hombres el Hijo de Dios.

¡Cuánto dolor había en aquel pueblo y qué grande el egoísmo de los hombres! Pero se escuchó mi palabra y fue como bálsamo en todas las heridas de aquel pueblo desheredado. Yo mitigué su sed de amor, y por eso, los que creían en Mí decían: Sólo el Nazareno sabe amar. Y sin embargo fui desconocido. Cuando los hombres me llevaron a cumplir el sacrificio, me preguntaban: Jesús, ¿En dónde están los que te seguían? En ese instante contemplé a Jerusalén y dije: "No es tiempo aún de que la semilla germine, mas el tiempo llegará y la humanidad conocerá su fruto". Y en verdad, después de mi partida, mis discípulos se levantaron dando a conocer mi palabra.

Ahora os digo a vosotros: En el año de 1950 se levantarán los que desobedecerán mi palabra y me llevarán a consumar nuevamente el sacrificio, que será la desobediencia y desconocimiento entre vosotros mismos. Entonces diré como en aquel tiempo: "Yo deposité la simiente en estos corazones y ella florecerá y de sus frutos comerán las naciones, que conocerán mi palabra conservada en los escritos".

Este legado es para vosotros. Recordad que siempre tendréis que sembrar en vuestro camino.

Se acercan los días en que el mundo cristiano se concentra en su corazón, para recordar el drama que tuvo lugar en el Gólgota hace cerca de dos mil años. Es entonces cuando algunos recapacitan, para analizar, si los actos de su vida están de acuerdo con su conciencia, o si han sido débiles ante la tentación.

Y este pueblo que ahora me escucha, siente que no le hace falta contemplar la imagen del Crucificado, porque comprende que aquella sangre derramada en el calvario vibra aún en el corazón de la humanidad, porque fue regada para enseñarle cómo se cumple una misión. El pueblo espiritualista no necesita revivir aquel drama; ha aprendido a elevarse hasta sentir y contemplar las grandezas que hay en el espíritu. A quien ha dudado cual Tomás, le he permitido hundir sus dedos en la herida de Jesús y ver mi sangre que aún está fresca y que como fuente inagotable se sigue derramando en amor y fortaleza sobre todo espíritu.

Os he dicho que me encuentro tan cerca de vosotros, que conozco hasta lo más íntimo de vuestros pensamientos; que doquiera que os encontréis, ahí me encuentro Yo, porque soy omnipresente. Soy la luz que ilumina vuestra mente con inspiraciones o ideas de luz.

Yo estoy en vosotros, porque soy el Espíritu que os anima, la conciencia que os juzga. Estoy en vuestros sentidos y en vuestra materia, porque Yo soy toda la creación.

Sentidme más y más en vosotros y en todo cuanto os rodea, para que llegado el momento de abandonar este mundo, penetréis de lleno en la vida espiritual, y que no haya perturbaciones en vuestro espíritu por las impresiones que os pudiera dejar la materia y os acerquéis un paso más a Mí, que es la fuente de pureza infinita en la que beberéis eternamente.

¡No sabéis cuánto tiempo os falta para dar ese paso! Por eso velad, porque la tentación intentará haceros flaquear. Yo os preparo, y os prometo que mi caridad estará dispuesta para libraros del huracán. Os ofreceré mi ayuda cuando estéis a punto de caer, porque para Mí no existe uno que sea más, ni otro que sea menos. Soy el Padre y siempre que ante Mí lleguéis arrepentidos, os recibiré y os entregaré vuestro galardón de acuerdo con vuestros méritos.

Meditad. Y haced un examen de vuestra vida, iluminaos por la luz de vuestra conciencia; Yo os haré conocer vuestro progreso espiritual.

Interpretad debidamente mi palabra, sabiendo que no es la forma de ella la que debe de analizarse, sino la esencia que va en ella y el fin que os señala. Mis portavoces son susceptibles de errores, mas lo que viene de Dios, puro es y no puede ser manchado.

Os he entregado una simiente de la que debéis recoger abundante cosecha. Id a imitación mía derramando en el camino el amor y la caridad entre vuestros hermanos, y la humanidad reconocerá la fe y la fortaleza que habéis adquirido.

Tratad de comprender el significado de mi obra, como la comprendieron e interpretaron los que me siguieron hasta el fin.

Si habéis preparado vuestro corazón como un santuario en el cual esperáis la visita de vuestro Padre, para que en él sienta el calor de vuestro amor, de cierto podréis decir que la alondra ha estado con vosotros. Me circundan los hombres, mujeres y niños y todos son como polluelos en el árbol de la vida.

Habéis caminado incesantemente buscando en las entrañas de la tierra las raíces de ciertos árboles para juzgar sus frutos, y muchas veces encontrasteis en aquellas raíces el gusano roedor. Después me buscasteis por montes y valles con la esperanza de escuchar una voz paternal, o al menos una voz amiga que os librase de la incredulidad y os condujese hacia el camino de la verdad. Ahora que estáis ante mi palabra, me dais gracias por haberos concedido oír mi enseñanza que viene a prepararos para una comunicación espiritual más perfecta que la que ahora tenéis. Hoy tengo que limitar mi luz para ser comprendido por vosotros, mas llegará el instante en que vuestro espíritu y vuestra mente puedan soportar directamente mi sabiduría. Hoy les basta a muchos un poco de luz y de paz en su corazón, a los niños una caricia, a los ancianos cansados la dulce mirada de sus hijos porque con ello sienten un rayo de luz en su corazón fatigado y triste, mas luego todos se levantarán anhelando una luz que ilumine el sendero de su vida.

Si ahora les preguntasen a muchos de mis hijos si desearían oír mis enseñanzas, contestarían que son indignos, y Yo os digo que ninguno de mis hijos es indigno de escucharme. Todos necesitan de mi palabra; los justos para recrearse con ella, escuchando a su Dios; los ignorantes para aprender y alcanzar la elevación de su espíritu con las lecciones del Maestro; los pecadores para regenerarse con su arrepentimiento escuchando al Padre.

Una voz llega a Mí y me dice: "Venid, mirad cuán débil soy en la tierra, cuán manchado se halla mi espíritu. Yo sé que vos me amáis y podéis perdonarme, que sois guía en mis tinieblas al amparo en mi soledad, Socorredme, porque en las pruebas de esta hora siento el dolor de la agonía".

¿Quién me habla así? ¿Quién hace llegar de está manera sus voces hasta Mí en demanda de clemencia? ¿Acaso un corazón? No, pueblo, es la humanidad, que no ha olvidado que soy amor, reconoce su mancha y pide redención.

Yo lloré vuestra partida desde el instante en que dejasteis la morada espiritual para ir a la tierra. Desde entonces han sido mis lágrimas y mi sangre las que os han perdonado vuestros pecados, y mi voz dulce y serena no ha dejado de aconsejaros en vuestra jornada. Mi sombra os ha seguido por todos los caminos. Yo soy quien en verdad os ha extrañado, vosotros no, porque cuando partisteis os sentíais fuertes y creíais que ya no necesitaríais de mi apoyo. Vuestro camino fue el libre albedrío, vuestros sentidos se dilataron para aspirar y palpar todo cuanto os rodeaba, y fue necesario que cayeseis muy abajo para que volvierais vuestros ojos nuevamente hacia Mí. Hasta entonces recordasteis que teníais un Padre a cuya mesa os sentabais. Entonces clamasteis a vuestro Señor, mas antes ya os había llamado Yo y estaba reclamando en mi mesa vuestra presencia. Os había buscado, como el padre que vio partir a su hijo llevando la inocencia en su corazón y desconociendo el camino.

Si analizáis mi palabra comprenderéis que la intención del Padre al enviaros al mundo a recorrer sus caminos llenos de peligros y acechanzas, no fue para que os perdierais en ellos, porque habían sido preparados de antemano para que en ellos encontraseis las lecciones necesarias para la evolución del espíritu, para daros la experiencia de que carecíais y finalmente para volveros a Mí llenos de luz. Vuestro espíritu al brotar de Mí fue como una chispa a la cual los vientos habían de convertir en flama para que al retornar a Mí, vinieseis a fundir vuestra luz en la de la Divinidad.

Os hablo desde la cumbre del nuevo monte, ahí os espero y en verdad os digo: el día de vuestra llegada habrá fiesta en este reino. Venís por el camino del dolor lavando vuestras faltas, camino que Yo no tracé y que el hombre ha labrado por ese sendero me hicisteis caminar; mas desde entonces, el camino del sacrificio y del dolor fue glorificado por mi sangre.

Oíd en el infinito el eco de mi voz, como oís el eco de una campana.

Mirad que es tiempo de justicia, porque en verdad os digo, toda falta será expiada. La misma tierra reclamará el mal uso que de ella y de sus elementos haya hecho el hombre. Todo lo que haya sido destruido os reclamará, haciendo reconocer a los hombres que fueron hechos por el Creador con fines de amor, y que esa voluntad única que podía destruirles es la que les cuida, les protege y les bendice.

 ¿Podrá partir tranquilamente de este planeta un espíritu, cuando lo que profanó y destruyó le está llamando para reclamarle? Esos son los que han tenido que formar un mundo en el que los remordimientos, el materialismo y el resultado de una vida de desobediencia a mi ley son como tinieblas entre la luz para que empiecen a restaurar todo lo que destruyeron.

Para socorrerlos les digo: He aquí de nuevo al Maestro entre sus discípulos.

Hoy vengo a encender la fe en quienes por instantes desfallecen.

Si he venido a vosotros, también vendré a todo aquel que a Mí se eleve. Mi amor, mi luz, son para todos.

Cuando la comunicación del Señor se establece con sus discípulos, sentís infinito gozo en vuestro espíritu y aunque mi manifestación sea breve, os dais por satisfechos.

 Quiero que esa paz y esa alegría que experimentáis al escucharme, podáis sentirla cuando en la oración me busquéis, para que cuando logréis esa elevación, vuestro pensamiento sea como un fecundo rocío que descienda sobre campos estériles.

Mientras el mundo se agita, la sombra del caos aparece sobre las naciones y la guerra estremece a la humanidad; escucho a los que decís: Si para Dios no hay imposibles ¿Por qué, no detiene la guerra y crea un mundo nuevo lleno de paz? Y Yo os digo que así como en el hombre está la guerra también está la paz. Cada hombre posee una conciencia severa y sabia y por ella sabrá escoger el camino que le conviene.

Ya se ha desatado en el mundo una nueva contienda. Naciones enteras luchan con el afán de vencer a sus enemigos, otros buscan la superioridad para avasallar pueblos y tener esclavos, y otros para que su raza demuestre que es la más elevada entre todas, y no comprenden en su ceguedad el abismo que a todos espera.

Dentro de ese ambiente de tinieblas y turbación, haced penetrar vuestro pensamiento como un rayo de luz; con ello ayudaréis a vuestros hermanos a pensar con claridad en sus momentos de prueba. De esta manera cumpliréis con la misión que os he encomendado.

Sed fuertes para dominar vuestras pasiones y así no os inclinéis hacia un bando u otro. Es menester que vuestro corazón se inflame de caridad y fraternidad por todos, participando interiormente de las penas y miserias que afligen a esta humanidad. Así vuestro corazón latirá al compás del mío. Todo el bien que hagáis tendrá su recompensa, ¿No consideráis que será una compensación para vuestras oraciones la llegada de la paz entre los hombres?

Ved que no es un sacrificio el que os pido. No os estoy enviando a predicar entre aquellas turbas desenfrenadas, ahora sólo basta que limpiéis vuestro pensamiento para qué iluminéis con él la senda de vuestros hermanos.

Luchad, orad, velad, para que la tentación que tiene poder para presentarse a vuestro paso, revestida de las formas más atractivas, no vaya a desviaros de vuestras buenas intenciones y os aparte del cumplimiento. Aprended a luchar con ella y a vencerla; no durmáis porque ella luchará hasta el fin.

Vuestra lucha es más grande de lo que podáis imaginar, porque ese adversario es invisible, porque muchas veces buscándolo en muchas partes lo lleváis en vosotros mismos, oculto en vuestros sentimientos y en vuestras pasiones. Para esa lucha no existe mejor arma que la oración.

Os ha dado el Padre sus consejos. Si cada cátedra es diferente su esencia, su propósito, son los mismos: entregaros mi amor y enseñaros el camino de perfección que os dará la salvación.

En los días de recordación, hasta el corazón más duró siente mi presencia. En el infinito vibra incesantemente el eco de la campana divina que anuncia la manifestación de este nuevo tiempo; pero, ¡Cuán sordo es el corazón de esta humanidad!

Cuando despierten los hombres y vengan en busca de mi palabra, ya será tarde, porque habré partido; entonces tendrán que recibir tan sólo testimonio de mi manifestación. Muchos se lamentarán de no haberme buscado en los lugares en donde me manifesté y no haber oído su voz.

En este tiempo, grandes pruebas afligen a la humanidad. De todos los lugares del mundo se eleva el llanto; es que han venido los espíritus a la tierra a recoger el fruto de lo que en otro tiempo sembraron, porque nadie escapa a mi justicia. Dejaría de ser perfecto, si no os la mostrara, si no os dejase cosechar el fruto de vuestras obras; mas también me encuentro preparando a los hombres con la luz de este mensaje. A todo oído llegará el rumor de mi venida, de las lecciones que dejé a la humanidad. Irán mis discípulos a llevar el bálsamo a los enfermos, serán cirineos de aquellos a quienes encuentren agobiados bajo el peso de su cruz. Os repito mucho estas lecciones, para que no las olvidéis después de mi partida.

Velad y orad para que estéis fuertes; pero orad con el espíritu, para que lleguéis a alcanzar y a gozar la comunicación perfecta con el Señor. Cuando miréis que se ha realizado lo que recibisteis por inspiración en los instantes en que orabais, esa será la prueba de que tuvisteis un momento, de comunicación espiritual con el Maestro.

Llevad a la perfección vuestra forma de buscarme, de orar. Mirad que cuando mi palabra ya no se escuche en el interior de vuestros recintos, se levantarán los hombres de las religiones queriendo reconquístalas, tratando de recóbralas. ¿Seréis entonces capaces de cerrar vuestros ojos a esta luz y hacer a un lado la misión que habéis recibido, para conformaros con la práctica de un rito?

No temáis si a veces os hablo de que seréis calumniados y perseguidos; Yo sólo os digo, que si estáis cumpliendo con mi ley divina y si cumplís con las leyes de la tierra nada tenéis que temer.

Demostrad desde ahora que no en vano habéis oído hablar a Jesús en este tiempo; que si Yo os nombré discípulos, sabréis llevar ese título con dignidad. Ante la verdad y limpidez de vuestros actos, el más reacio se doblegará. Y cuando sea en el mundo el tiempo de luchas entre doctrinas e ideas religiosas, cuando los hombres se opongan más a la propagación de mi doctrina espiritual, mayores serán los prodigios que os conceda y esas pruebas harán estremecer al mundo.


¡MI PAZ SEA CON VOSOTROS!

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