sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 173 Después de 1950 la comunicación con Dios de espíritu a Espíritu, y para enseñar al mundo el verdadero culto, antes que a Moisés, DIOS envio a todos los espíritus con la Ley escrita en su conciencia.

Ya no sois niños en el camino espiritual, sois espíritus evolucionados. ¿Sabéis qué quiere decir espiritualista? Yo os lo diré en una breve frase: Espiritualista quiere decir discípulo del Espíritu Santo.

Todos seréis grandes cuando alcancéis la verdadera humildad, cuando practiquéis el verdadero amor. Mientras la maldad exista en vuestro corazón, no alcanzaréis a conquistar el galardón que os tengo prometido, por eso vengo a doctrinaros, a corregiros y a lavaros en las aguas puras del río de la vida, para que seáis dignos de llegar a Mí.

Yo corregiré con amor vuestras faltas, os levantaré cuando caigáis, os consolaré en vuestros sufrimientos, no permitiré que os perdáis, no os abandonaré jamás. Yo os llevaré de la mano por el sendero de perfección hasta que lleguéis a mi Reino. Si vosotros no habéis velado, Yo sí he velado. Es con vosotros mi misericordia y mi gracia para que os desbordéis en amor sobre los demás pueblos de la Tierra. Os he enseñado a rendir culto agradable a mi Divinidad. Me he manifestado en palabra a través de vuestro entendimiento, a través de la intuición y de la revelación. También os he hablado a través de mi Mundo Espiritual. Me he manifestado como Padre en cada una de vuestras pruebas, dolores y vicisitudes.

He recibido el tributo de todos los mundos, de todos los cielos. Mas cuando he dirigido mi mirada a este planeta, he escudriñado todas las sectas y religiones y sólo he recogido dolor y he recibido cultos materializados impropios de este tiempo. Más Yo derramo mi gracia y mi amor en todos y recibo la buena semilla. He dirigido mi mirada entre el pueblo espiritualista y he encontrado también imperfecto vuestro culto.

Yo me he comunicado con vosotros a través del entendimiento humano para señalaros el camino, y os he dicho: Espiritualizaos, despojaos de todo lo superfluo. He venido a libertaros de la idolatría, del fanatismo, del materialismo, borrando con mis enseñanzas las tradiciones y los ritos, porque a mi Doctrina le habéis añadido algo de vuestras pasadas costumbres, habéis introducido en ellas las tradiciones y los ritos arraigados en vuestro corazón y que fueron herencia de vuestros antepasados.

Sois el pueblo israelita a quien estoy hablando a través del entendimiento humano para que después de 1950 os comuniquéis Conmigo de espíritu a Espíritu y enseñéis al mundo el verdadero culto.

Preparad a vuestros hijos, porque son las generaciones del mañana las que se levantarán sembrando mi verdad sin mezcla de fanatismo ni de idolatría.

Cuán grande y bella es mi Doctrina y qué lejos se encuentra de lo superfluo; analizad para que no caigáis en el fanatismo; llegará el tiempo en que podáis comprenderla con claridad y podáis alcanzar con vuestro pensamiento el más allá. ¡Qué hermoso será cuando hayáis alcanzado esa espiritualidad!

Entonces reconoceréis que era grande vuestro retraso aun teniendo al Maestro de maestro entre vosotros; comprenderéis también el por qué de tantas pruebas, purificaciones y vicisitudes.

No temáis al mundo, iluminad su sendero con la luz de vuestro espíritu, desmaterializadlo y despojadlo de su pecado.

No vengo a distinguiros en clases, éstas diferencias desaparecen al estar vosotros delante de Mí; al que bien se atavía no le humillo porque él con su atavío, no pretende humillar a los demás; al pobre lo dignifico y lo siento junto a aquel a quien ha visto siempre como superior, y de esta reunión espiritual hago nacer la verdadera fraternidad, dándoos a todos la misma palabra, porque así como en el sabio puede existir un espíritu de poca elevación, en el humilde puede encontrarse un gran espíritu; más esto sólo es contemplado por Mí, por eso invito a todas las razas y tribus, a escuchar la misma palabra para que seáis todos los discípulos del Espíritu Santo.

Llegará el año de 1950, pero mi mundo espiritual no se apartará de vosotros, ya no tendrán acceso en vuestro cerebro, mas os seguirán protegiendo e inspirando. Yo vibraré y hablaré por boca de los que estéis preparados; abriré los caminos para que podáis levantaros a dar la buena nueva a la humanidad. Si os habéis comunicado con vuestro Padre y con vuestros hermanos espirituales, ¿Como no vais a atravesar la tierra y los mares para comunicaros con vuestros hermanos de otras razas y otras lenguas? Yo os daré la potestad y el lenguaje universal, que es el amor.

Quiero que seáis un espejo limpio, un ejemplo digno de imitarse, no quiero que seáis una secta más en la Tierra; quiero que seáis el puerto seguro para el naufrago, estrella para el perdido en el desierto, árbol para el caminante moribundo y cansado.

Para ayudaros en el cumplimiento de vuestra misión, Yo os bendigo, pueblo amado; veo el anhelo con que os reunís para esperar mi palabra, no queréis perder una de mis lecciones, porque en ellas encontráis el sustento que fortalece al espíritu y reanima a la materia y estáis persuadidos de que no existe herencia comparable a la que os da el conocimiento en esta Obra.

En esta palabra habéis encontrado resurrección y vida y os habéis entregado a ella, como hace el náufrago cuando llega a descubrir una barquilla.

La vida humana es semejante a una tempestad y queréis salvaros de quedar destruidos por las guerras, por las pasiones desatadas y las calamidades.

Queréis vivir en paz, deseáis un mundo de justicia, soñáis con la fraternidad de los hombres y por eso, al escuchar mi palabra, descubrís en ella la divina promesa de ese mundo que anheláis, os habéis agrupado en torno a esta manifestación para sentiros seguros, preparados y esperar llegar a Mí, purificados por vuestras buenas obras.

Yo bendigo a esta generación que supo escucharme y creer en mi comunicación, como bendeciré a las generaciones venideras que eleven su culto y su práctica dentro de la verdadera espiritualidad.

Mi enseñanza será nuevamente oída por la humanidad, más no será porque mi Ley haya retornado a los hombres, porque siempre ha estado escrita en su conciencia; serán los hombres quienes retornen al camino de la Ley. Será este mundo una semejanza del hijo pródigo de mi parábola, también como aquél, encontrará al Padre en su sitio, esperándole para estrecharle con amor y sentarle a comer en su mesa.

Todavía no es llegada la hora del retorno de esta humanidad hacia Mí, aún conserva parte de su heredad, la que tendrá que derrochar en festines y placeres hasta quedarse desnuda, hambrienta y enferma para elevar entonces la mirada hacia su Padre.

De precipicio en precipicio fue el hombre descendiendo espiritualmente hasta el grado de negarme y de olvidarme, hasta el extremo de negarse a sí mismo al desconocer su esencia, su espíritu.

Sólo mi misericordia podrá evitar a los hombres el dolor de tener que desandar el camino para retornar a Mí; sólo Yo, en mi amor, sabré poner al paso de mis hijos los medios para que encuentren la senda salvadora.

¿No se llena de gozo vuestro corazón, pensando que tenéis a la vista la casa paterna? ¿Y no os conmovéis ante la tragedia moral y espiritual en que viven los pueblos de la Tierra?

¡Ah, sí ya hubieseis comprendido la misión que tenéis que cumplir en este tiempo, cómo os preocuparíais por vuestro hermanos y cómo os olvidaríais de vuestras propias penas! Mas veo que aún no tenéis una idea de los dones que cada uno posee, ¿Cómo os vais a unir para dar a conocer a la humanidad que la salvación está próxima?

Ciertamente la misión de uno no es la del otro, pero debéis uniros para que en armonía todos lleguen a formar un solo cuerpo y una sola voluntad y así unificados en el cumplimiento de mi Ley de amor, lucharéis por un mundo mejor. ¿Cómo vais a tener derecho a soñar en un mundo de paz, de armonía y de fraternidad, si no ponéis de vuestra parte los medios para lograrlo?

No estáis solos para luchar, ni ciegos para caminar, ni carecéis de armas para defenderos. He hecho comprender a vuestro espíritu las bellezas de la vida espiritual; he abierto vuestra mirada espiritual hacia el futuro; os he descubierto los dones y potencias que lleváis aletargadas en lo profundo de vuestro ser.

Aquella idea de inutilidad, de incapacidad, de torpeza y de pequeñez, que habíais formado de vosotros mismos, la he apartado de vuestra mente para que comprendáis que todos podéis ser útiles y que todos debéis elevaros hasta alcanzar la morada donde os espera vuestro Padre.

Algunos me dicen: Señor, ¿Por qué no permitís que todos os miremos como esos hermanos nuestros que testifican que os contemplan?

¡Ah corazones débiles, que necesitáis ver para creer! ¿Qué mérito encontráis en contemplar a Jesús humanizado en una visión en forma de hombre, cuando vuestro espíritu, a través del amor, de la fe y de la sensibilidad puede percibirme infinito y perfecto en mi esencia divina? Hacéis mal los que envidiáis a quienes poseen el don de mirar lo espiritual limitado en figuras o símbolos, porque lo que ellos ven, no es precisamente lo divino, sino una alegoría o imagen que les habla de lo espiritual.

Sed conformes con vuestros dones y analizad los testimonios que recibáis, buscando siempre el sentido, la luz, la enseñanza, la verdad.

Llevad vuestra cruz hasta el fin con paciencia y resignación, y entonces será mi Ley la que os la aparte, cuando lleguéis ante las puertas de aquella morada que os he prometido, en donde llegaréis a gozar de la verdadera paz. Ahora sois los caminantes, sois los soldados y luchadores que vais en pos de un ideal, que vais tras de la conquista de una patria mejor.

En vuestra lucha no estáis solos, jamás lo ha estado el hombre, porque Yo le he mostrado siempre el mejor camino, le he acompañado y lo he alentado.

Si alguno me preguntase cómo se guiaba la humanidad antes de que fuese conocida por ellos la Ley de Moisés, que éste recibiera del Señor, Yo les contestaría que, antes que a Moisés, envié a todos los espíritus con la Ley escrita en su conciencia, para que todos los actos de su vida fueran agradables a mi Divinidad. Después envié al mundo espíritus de gran luz, patriarcas y profetas para que con sus obras enseñaran a todos sus hermanos el cumplimiento de mi Ley.

Aquellos hombres me honraban con su vida, no eran idólatras, porque ya conocían la espiritualidad, tenían el sentido del amor y de la caridad hacia los demás, sabían recibir al extranjero en sus tierras y dentro de su hogar; eran hospitalarios con el forastero y con el viajero fatigado; para todos tenían una buena palabra y un consejo sabio.

Mas no todos los hombres han sabido guiarse por la voz interior de su conciencia, para ello se requiere espiritualidad, y los sentidos de la carne huyen de ella. Por eso fue menester que vuestro Padre se manifestase en varias formas entre la humanidad, para explicarles la Ley y revelarles lo divino.

Vos, pueblo, que estáis escuchando mi enseñanza en el Tercer Tiempo, y que aún conserváis algo de aquella simiente que os confiara en los tiempos pasados, comprended que debéis limpiar de egoísmo y materialismo vuestro corazón, para que llegue a vosotros el instante feliz en que volváis a orientar vuestra vida guiándola por los dictados de vuestra conciencia como aquellos primeros iluminados, como Abraham, de quien brotó el pueblo que en todos los tiempos ha sido el depositario de todas mis revelaciones.

Quiero que cuando llegue el instante en que cese mi manifestación en esta forma en que ahora la tenéis, quedéis de tal manera preparados, que cada espíritu de los seres que forman este pueblo, sea como un templo para Mí, cada corazón un santuario, cada hogar un altar, una casa patriarcal, hospitalaria y llena de caridad. Cuán profunda será entonces vuestra paz. Cuán fuerte será entonces vuestro corazón, para salir adelante en todas las pruebas.

El pan estará bendecido no sólo por Mí, sino también por vosotros, porque para entonces habréis aprendido a amasarlo con amor, con fe, en una ambiente de paz.

La gracia espiritual con que os he donado, es la simiente de la espiritualidad; quien cultive con amor en su corazón esa simiente, no llegará a ser víctima de las plagas, ni de los elementos desatados, ni las necesidades materiales la afligirán.

No debéis esperar que estos días lleguen por sí solos a vosotros; no, pueblo, vosotros, con espiritualidad debéis hacerlos llegar, para que veáis sus maravillas y sepáis apreciar de cuanto es capaz el espíritu cuando logra elevarse sobre el cieno, el polvo y el fango de una vida materializada e impura.

No olvidéis, oh discípulos, que la espiritualidad no puede admitir fanatismo de ninguna especie, idolatría o prejuicios, porque entonces dejaría de ser espiritualidad.

El que lleva pureza en su corazón y busca honrarme con las obras de su vida, ese, no necesita de los cultos materiales para sentir que ha cumplido con los preceptos de su Padre y Señor; en cambio, el que lleva en su corazón la intranquilidad que le hace sentir su conciencia al juzgarle, ese busca afanosamente los ritos y los cultos materiales con la falsa creencia de que con ellos alcanzará a reconciliarse con su Padre.

Sed sencillos como las flores y puros como las aves; sed transparentes como el aire y diáfanos como el agua pura, entonces habréis logrado aquella limpidez y elevación que os hará conocer la verdad de la vida.

Quien llegara a decir que mi Doctrina es un peligro para el progreso material de la humanidad, comete con ello un grave error; Yo, el Maestro de maestros, vengo a enseñar a la humanidad el camino de su evolución y del progreso verdadero. Mi palabra no sólo habla al espíritu, también habla a la mente, a la razón y aun a los mismos sentidos. Mi Doctrina no sólo viene a inspiraros y a enseñaros la vida espiritual, sino que viene a hacer la luz en toda ciencia y en todas las sendas, porque mi enseñanza no se concreta a encaminar a todos los espíritus hacia la mansión que está más allá de esta existencia, también llega al corazón del hombre, para inspirarle a vivir en este planeta una vida grata, digna y provechosa.

Si os dije en el Segundo Tiempo que mi Reino no está en este mundo, ahora os digo que tampoco se encuentra aquí el vuestro, porque esta morada, como ya lo sabéis, es transitoria para el hombre.

Vengo a enseñaros la verdadera vida, la que nunca ha estado basada en el materialismo. Por eso volverán a levantarse en contra de mi Doctrina eterna, con mi enseñanza de siempre que es de amor, de sabiduría y justicia; sin embargo, no será comprendida inmediatamente, la humanidad volverá a juzgarme, volverá a ponerme en la cruz, mas yo sé que deberá pasar mi enseñanza por sobre todo esto, para que sea reconocida y amada. Yo sé que mis más tenaces perseguidores serán después mis más fieles y abnegados sembradores, porque pruebas muy grandes les daré de mi verdad.

Aquel Nicodemo del Segundo Tiempo, príncipe entre los sacerdotes, el cual buscó a Jesús para conversar con El de enseñanzas sabias y profundas, seguirá nuevamente en este tiempo, para analizar serenamente mi Obra y convertirse a ella.

Aquel Saulo, llamado Pablo, el que después de perseguirme con saña, se convirtió en uno de mis más grandes apóstoles, volverá a aparecer en mi camino, y de todas partes surgirán mis nuevos discípulos, fervientes unos, abnegados otros. La hora presente es de gran trascendencia, el tiempo del que os estoy hablando se acerca a vosotros.

Estas guerras de ideas, estas contiendas que ahora estáis presenciando y estos acontecimientos que a diario tenéis: ¿No os hablan de algo que se aproxima, no os hacen presentir que un tiempo está tocando a su fin y de que una nueva era comienza a esparcir su luz?

Sólo quiero que vosotros, los que estáis siendo testigos de mi palabra en este tiempo, permanezcáis firmes en los momentos de prueba que habrán de preceder al establecimiento de mi Ley, porque mi nueva manifestación entre vosotros, será semejante al huracán, bajo cuya fuerza la tierra y los mares en los que habita y se agita esta humanidad, tendrán que encresparse y removerse para que expulsen de ellas todo cuanto de impuro guarden en su fondo.

Cuando estas pruebas lleguen no temáis, porque cuando ellas sean, comprenderéis que el principio del fin de un reinado ha empezado y que los albores de un nuevo tiempo más feliz se aproximan.

La maldad, la injusticia, el orgullo, la esclavitud, la ignorancia y el poder terrenal, sucumbirán para dar paso al establecimiento del reinado del amor, de la luz y de la paz entre los hombres. No flaquearéis, ni apagaréis vuestra lámpara, aunque sintáis que la prueba es muy dura y que el cáliz que os toque apurar es muy amargo; por el contrario, encenderéis y avivaréis la llama de la esperanza, como hace el soldado en el fragor de la batalla, cuando siente que está dominando al enemigo y que la victoria se encuentra cercana.

Cuando os miréis rodeados de multitudes hostiles, cuyas lenguas estén arrojando veneno en contra de vosotros, no dudéis de mis promesas, porque en esos instantes os haré sentir mi presencia tranquilizadora y os haré escuchar mi voz amorosa que os repita: "Yo estoy con vosotros".

Veréis muchas veces cómo de entre aquellas turbas surgirá un corazón que os comprenda y que sea para vosotros como un escudo, mas esto sólo lo lograréis cuando depositéis vuestra confianza y fe en Mí.

Recordad a Daniel, aquel profeta que tanto defendió a su pueblo opreso en la esclavitud en Babilonia.

Dejad que venga la lucha, es menester que volváis a regar con vuestro amor la simiente que el Eterno sembró en el espíritu del hombre. Dejad que la mala hierba sea cercenada al golpe de la hoz de mi justicia y que sean removidas las tierras, para que queden propicias para el cultivo.

Es menester conceder a los hombres que sean ambiciosos de los bienes de la Tierra unos instantes más, para que su desengaño sea absoluto; para que al fin lleguen a convencerse de que el oro, el poder, los títulos y los placeres de la carne, no les darán jamás la paz ni el bienestar de su espíritu.

La hora del examen con la luz de la conciencia se acerca para toda la humanidad; ahí estarán los sabios, los teólogos, los científicos, los poderosos, los ricos y los jueces, preguntándose cuál ha sido el fruto espiritual, moral o material que han recogido, con el cual puedan dar de comer a la humanidad. Después de ese instante, muchos retornarán a Mí, reconociendo que, a pesar de la gloria que en la Tierra tuvieron, algo les faltaba para llenar el vacío en el que había caído su espíritu, el cual sólo se puede sustentar con los frutos de la vida espiritual.

Tengo preparado para esos espíritus el oasis en medio del desierto, porque sé que a través de sus existencias, llamando de puerta en puerta y recorriendo camino tras camino, unos han buscado la verdad, otros la fuerza, otros la felicidad y al final del sendero que han recorrido en la Tierra, cuando estén a punto de negarlo todo, Yo les haré descansar en mi seno, les confortaré y les señalaré el verdadero camino, para que por él encuentren los campos en los cuales puedan sembrar la simiente fecunda de su experiencia.

El oasis es espiritual, al que llegarán por todos los caminos del desierto, hombres de todas las razas, cansados los unos, otros, llenos de heridas, encanecidos, y muchos con su alforja vacía, avergonzados ante la esterilidad de la lucha que habían emprendido. Ahí oirán mi voz, reconociéndola al punto y exclamarán: "Es el Señor"; en esa frase reflejarán la humildad con la que al fin me encontrarán porque todos deberán llegar a Mí por sus propios méritos.

Esa hora de infinita dulzura, de reconciliación y de humildad, será también de divino perdón para los hijos pródigos que por fin regresaron a la casa paterna en busca de Aquél que les dió la vida y la heredad.

Habéis señalado este día de Noviembre para recordar a los seres que partieron al más allá. Desde que apunta el alba, muchos espíritus se elevan en oración por los que llaman "sus muertos". Os digo que está muy bien que los recordéis, que tengáis para ellos un pensamiento de gratitud, de amor, de admiración; pero lo que no está bien es que los lloréis como si fueran bienes que hubieseis perdido, ni tampoco que los deis por muertos, porque si en los instantes en que vuestros ojos derraman llanto por ellos y vuestro pecho suspira por los que partieron, pudieseis contemplarlos, quedaríais asombrados ante la luz que los ilumina y la vida que los mueve, entonces exclamaríais: "verdaderamente ellos son los que viven y nosotros somos los muertos".

En verdad que vivís confundidos cuando lloráis ante un cuerpo inerte, mientras olvidáis que un espíritu vibra y palpita.

Si en lugar de dedicarles esta tradición, consagrando un día a los que pasaron a la vida espiritual, estuvieseis siempre unidos a ellos por el lazo de la oración, su presencia invisible, pero real en vuestra vida, y su benéfica influencia, serían sentidas por vosotros a lo largo de vuestra existencia, en vuestras luchas, en vuestras pruebas y también en vuestros momentos amables. Y aquellos seres por su parte, tendrían oportunidad de trabajar en vuestras obras y empresas nobles, con lo cual adquirirían más luz.

Dije en aquel tiempo: "Dejad que los muertos entierren a sus muertos" y si analizáis con cuidado y con amor mis palabras, veréis cuánta razón tuve al decíroslo.

Todos lleváis en el corazón y ante vuestros ojos, la última imagen, la visión material de vuestros seres queridos. Al que partió en la niñez de su cuerpo, lo recordáis como niño; al que dejó esta vida en la ancianidad de su envoltura, lo recordáis como un anciano, así como al que se desprendió de un cuerpo extenuado por el dolor o en medio de dolorosa agonía, así es como lo recordáis siempre, y es menester que meditéis sobre la diferencia que existe entre lo que es cuerpo y lo que es espíritu, para que comprendáis que ahí en donde el hombre muere, nace el espíritu a una nueva vida, donde deja de mirar la luz del mundo, contempla la luz divina que ilumina la vida eterna del espíritu.

Una vez os dije que el hombre era idólatra por su inclinación material y en el culto por sus muertos da una prueba palpable de su idolatría. Mas mi Doctrina, como una aurora de belleza infinita, ha aparecido en vuestra vida, disipando las sombras de una larga noche de ignorancia en la que los hombres han vivido confundidos, y esta luz ascendiendo hacia el infinito, como un astro divino irradiará sus más bellas luces sobre vuestro espíritu en una preparación que os llevará con paso seguro a gozar de aquella vida en la que todos logréis penetrar por vuestra elevación.

Ya no seréis los que lloren amargamente por aquellos que han partido para ir a morar en una vida mejor, ni los que estando ya en espíritu lloren por aquellos que se han quedado, o que lloréis por haber dejado el cuerpo que por toda una vida os sirviera de envoltura.

Hay seres que sufren y se angustian al contemplar la desintegración del cuerpo que tanto amaron; mas vosotros debéis ser los que, al contemplar que ha llegado el final de una misión desempeñada por aquel cuerpo humano, elevéis un himno de gracias al Creador.

Hoy vengo a dispensaros, a perdonaros de todos vuestros errores y al mismo tiempo a mostraros una página del divino Libro de la Vida, en donde podáis iluminar vuestro espíritu y vuestra mente para que hagáis obras dignas de quien os las ha enseñado.

Estáis contrayendo una grande responsabilidad ante la humanidad y a medida que más y más lecciones recibís de Mí, esa responsabilidad va en aumento, porque sois el pueblo que deberá hablar de espiritualidad a los hombres. Entre vosotros dejaré implantada la forma perfecta de llegar a comunicaros Conmigo, sin ritos ni formas idólatras, simplemente de espíritu a Espíritu.

Esta bendita simiente que ya está en vuestro corazón, será el pan que deberéis compartir con vuestros hermanos y también será la herencia espiritual que leguéis a vuestros hijos.

Cuando os dije: "Amaos los unos a los otros", no quise deciros que ésto sólo debía de ser entre humanos, sino aun de un mundo a otro; mas ahora os digo que, cuando penséis en los que decís se han ido, no los sintáis distantes ni los imaginéis insensibles. No améis a muertos, ni recordéis a muertos, sólo debéis de reconocerlos vivos, porque ellos habitan en la eternidad.

¡MI PAZ SEA CON VOSOTROS!

No hay comentarios: