sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 163

Pueblo: Veo vuestras lágrimas y escucho vuestros sollozos. Contemplo vuestros trabajos y sufrimientos. Veo las cadenas de pobreza y privaciones que lleváis, el desengaño que aflige a vuestro corazón, porque os habéis convencido que en el mundo no existe justicia ni caridad. Entonces oráis diciéndome: "Señor, no soy digno de tu paz, si no merezco tus beneficios, dame fuerza para soportar los sufrimientos y las injusticias de esta vida".

En esos instantes se hace sentir mi presencia que os dice: Perseverad en la paciencia, seguid vigilantes, no desesperéis ni un momento, porque no sabéis en qué instante puede llamar mi paz a vuestra puerta. Reclinad vuestra cabeza en mi pecho y ahí dejad de oír el rumor de la guerra; olvidad vuestras aflicciones y pensad que, estando Conmigo, no moriréis. Venid a Mí, acompañad a vuestro Padre y Señor. En Mí, hallaréis al hermano, al esposo, al amigo, al padre.

Fortaleced vuestro corazón escuchando mi palabra, para que cuando tengáis que volver a la lucha, lo hagáis con el cuerpo erguido levantando vuestra faz y podáis sonreir con esperanza.

Ya no dudéis en el momento de la prueba, no digáis que no os he escuchado en el momento del dolor, en el trance más difícil. Mientras haya aliento de vida en vuestro ser, mientras respire vuestro cuerpo, mientras vuestra mente piense y sufra vuestro espíritu, Yo estaré con vosotros, porque Yo soy la vida que palpita y vibra en todo el Universo.

Sabed orar, no sólo en vuestras horas de congoja, sino también en vuestros momentos de alegría. A Mí sólo me ofrecéis lágrimas, penas y tristezas; pero en vuestras alegrías me olvidáis, cuando vuestro corazón está de fiesta, entonces me cerráis sus puertas.

Yo debo hablaros y prepararos para vuestra lucha que será grande. Quiero que dentro y fuera de vosotros haya luz, que dentro y fuera de vuestro hogar practiquéis la virtud, porque así, nadie podrá sorprenderos durmiendo.

Os he anunciado que a este suelo vendrán caravanas de gentes de países extranjeros, en busca de su paz para su corazón y de luz para su espíritu. Encontrarán a los discípulos de esta Doctrina a los cuales interrogarán, les pedirán testimonio de lo que oyeron y les pondrán a prueba para confirmar la verdad de esta palabra.

¿No creéis que vuestro corazón deberá ser para entonces una verdadera fuente de caridad, de bondad y de luz dispuesta a desbordarse en socorro de las necesidades de vuestros hermanos? ¿No os agradaría que cada uno de los hogares de mi pueblo, fuese una escuela donde se practicara la enseñanza divina?

En el Segundo Tiempo, llevé mi enseñanza por muchos lugares de la Judea y a cada paso encontraba un sitio a propósito para hacer oír mi palabra. El Maestro, siempre velaba y cuando fue puesto a prueba nunca fue sorprendido. Los valles escucharon mi voz, las montañas devolvieron el eco de mis palabras, las ondas del mar recibieron la vibración de mis mensajes y la soledad de los desiertos se iluminó con mi presencia.

Quiero que os unáis, que este pueblo sea como un oasis en el desierto del mundo. Sé que los hombres os buscarán, porque se cansarán de destruir, de pecar, de matar. Ante las palabras de luz y ante los pensamientos elevados, el espíritu hoy dormido despertará y mi Doctrina surgirá en la Tierra como un arca de salvación. Ese tiempo será de prueba para este pueblo, porque de su testimonio estarán pendientes muchos corazones.

¿Por qué acobardarse entonces o rebelarse ahora ante las pruebas, si ellas son el cincel que está puliendo vuestro corazón, para que mañana pueda y sepa ser el intérprete de su Maestro?

Quiero oír que me digáis: "Gracias Maestro, vuestras pruebas me han templado y vuestra luz me ha alentado en el sendero, mis enfermos sanan y he logrado consolar al triste en mi camino".

Espero que otros me digan que les prepare para que sean mis labriegos, que les confíe las herramientas de labranza para sembrar la simiente de la paz y del amor, en el corazón de sus hermanos.

Mi caridad está pendiente de vuestra petición, para concederos el divino don de ser labriegos en la campiña espiritual.

Ahora vengo a consolaros en vuestras aflicciones. Enfermos que a lo largo de vuestra vida habéis llevado la cruz del dolor, venid a Mí, Yo os sanaré. Os enseñaré a luchar contra vuestras enfermedades y a saber esperar con paciencia y humildad el instante de la liberación de la pena que os ha venido agobiando. También os mostraré todo lo que con el dolor habéis alcanzado en vuestra restitución.

Venid a Mí todos aquellos que habéis traído una carga de sufrimientos. Es en vano que busquéis bálsamo y consuelo entre los hombres, porque la caridad ha huido del corazón de la humanidad y debéis saber que sin la caridad, no se puede hacer prodigios. La ciencia sola, no es bastante para salvar al mundo de sus dolores.

Los hombres de ciencia, llenos de vanidad, han llegado a considerar a las revelaciones divinas como indignas de su atención. No quieren elevarse espiritualmente hasta Dios y cuando no alcanzan a comprender algo de lo que les rodea, lo niegan para no tener que confesar su incapacidad y su ignorancia. Muchos de ellos no quieren creer más que en lo que llegan a comprobar.

¿Qué consuelo podrán llevar estos hombres al corazón de sus semejantes, cuando no reconocen el principio del amor, que es lo que rige a la Creación y además, ignoran el sentido espiritual de la vida?

Ya sabía que llegarían estos tiempos de predominio de la ciencia materialista, de egoísmo, de indiferencia hacia el que sufre y perece, y es por eso que os ofrecí enviaros al Consolador, y aquí tenéis el cumplimiento de aquella promesa. He venido en espíritu a esclareceros todos los misterios, para que lleguéis a convertiros en los hijos de la luz, vengo a traeros el consuelo divino de esta revelación y con su ayuda podréis salir avante de todas las pruebas de la vida y elevaros a Mí.

Os he llamado y al llegar a mi presencia, bañados en llanto me habéis dicho que sois los más menesterosos de la Tierra, mostrándome vuestra miseria, haciéndome presente vuestra falta de saber y escasez de dones para abriros paso entre las vicisitudes de la vida. Es entonces cuando os he revelado que estáis muy lejos de ser los parias o los más pobres. Os he probado y os encontrabais llorando al sentiros desheredados, sin haber descubierto que en vuestro espíritu lleváis un tesoro.

El enfermo lloraba porque no tenía un médico que estuviera a su alcance para sanarle, y no había descubierto que en su espíritu se estaba desbordando el bálsamo de curación.

Aquel que lloraba por su ignorancia, no percibía que en el silencio de su corazón, resonaba la divina voz de su Maestro, que le hacía un llamado al reino espiritual. El que se creía desheredado, no había descubierto todos los dones con los que el Padre le envió a cumplir su misión en la Tierra. Era menester que la verdad se abriera paso hasta vosotros, haciendo la luz en vuestro corazón, para que despertaseis del profundo letargo y os levantaseis llenos de fe, diciendo: "No estamos solos, el Señor está con nosotros; no somos parias, nuestro ser está lleno de los dones del Padre; no pereceremos bajo el peso del dolor, porque llevamos en el corazón el consuelo inefable de la palabra del Maestro, la cual nos da su luz en cada uno de nuestros pasos. No estamos a merced de la voluntad de los hombres, nuestra suerte no depende de ellos, sino de la voluntad de nuestro Padre, ya no habrá obstáculos, tropiezos, ni encrucijadas que nos debiliten, haciéndonos desistir de proseguir en la verdadera senda; en el dolor encontraremos consuelo, en las tinieblas llegaremos a hacer brillar la luz y en nuestra lucha, sentiremos que nos llega la fuerza. ¿Quién nos ha salvado? ¿Quién nos ha devuelto la salud y la vida? Ha sido el Maestro el que con su divina palabra nos ha vuelto al camino verdadero, entregándonos el consuelo prometido por El, desde los primeros tiempos".

Amad la verdad, oh discípulos, comprendedla y vividla. Quien conoce la verdad, lleva en sí la dicha de ver la luz de Dios, conoce la paz y camina con firmeza por los senderos del cumplimiento.

Esta Obra será criticada y rechazada por muchos, al saber que en ella se manifestaron los seres espirituales; pero no temáis, porque sólo los ignorantes serán los que combatan esa parte de mis enseñanzas.

¡Cuántas veces los apóstoles, los profetas y los enviados del Señor hablaron al mundo bajo la influencia del mundo espiritual sin que la humanidad se diera cuenta de ello, y cuántas veces en vuestra vida cada uno de vosotros ha actuado y hablado bajo la voluntad de los seres espirituales, sin que os hubieseis percatado de ello! Y esto que siempre ha pasado, ahora os lo he confirmado.

Jesús, en el Segundo Tiempo os enseñó que la mente humana es una puerta por donde puede penetrar el mundo espiritual; os enseñó a libraros de los seres turbados que con sus malas influencias vienen a probar a los hombres en su camino de expiación por las faltas que han cometido, así como también os enseñó a prepararos a tal grado, que el Espíritu Santo hablara por boca del hombre.

Sin embargo ¡Cuánto se ha lucrado con estas revelaciones y cómo se les ha profanado! Es por esa causa que mi Obra en este tiempo ha sido y seguirá siendo combatida. Mas los que verdaderamente creen en ella, la seguirán estudiando y practicando para que mañana puedan explicar mis enseñanzas y aparten de su error a los que se encuentran confundidos y a los que profanen mi Doctrina.

En este tiempo, quise ampliar y terminar de explicar todas estas revelaciones y para ese fin envié a Elías, para que iluminara vuestro entendimiento y os preparara el camino, para que no fueseis a confundiros con mi llegada y con la de mis huestes espirituales.

Elías en espíritu, llamó a las puertas del elegido en este tiempo, el que sin saber, sin conocer nada de esta comunicación, se vio abrumado, sometido y vencido ante la fuerza espiritual que llamaba a su corazón, para inducirlo a entregarse a este servicio. Esa fue la primera semilla, que fue cultivada por los primeros creyentes la que dio las primeras flores y los primeros frutos.

La planta creció y se convirtió en arbusto, sus flores fueron la comunicación de los seres de luz que como emisarios, profetas, ángeles custodios y consejeros llegaron hasta el pueblo; y los frutos fueron las comunicaciones de vuestro Maestro por medio de su rayo divino, que os ha traído el dulce sabor de la vida.

¿Cómo podríais destruir en vosotros la idea de la muerte sin palpar la existencia de los seres que ayer fueron en la Tierra y que hoy invisiblemente habitan en otra morada? ¿Cómo podríais libraros de los que os acechan y causan males, y cómo podríais armonizar con aquéllos que son todo luz y todo bien? Solamente sintiendo su presencia, oyendo su voz y siguiendo su consejo, palpando sus manifestaciones y mirando cómo se hacen efectivas sus obras. Es menester que el testimonio de este pueblo se extienda por el mundo para convencer a los hombres que diciendo que creen en la vida no creen en la resurrección y en la eternidad. Son ellos los muertos que velan a sus muertos, porque tienen miedo de llegar a saber.

Pueblo: aprovechad los días que aún os restan de esta comunicación espiritual por medio del entendimiento del hombre; sabéis que esta lección será breve, que el fruto de vuestra experiencia será el testimonio verdadero, limpio y libre de mistificaciones, que llevéis mañana a vuestros hermanos.

No os permitiré materializar lo espiritual una vez que haya pasado el instante marcado por mi voluntad; mas debéis saber que aunque el rayo del Señor y de los seres espirituales ya no estén poseyendo vuestro cerebro, la inspiración de vuestro Señor es eterna en todo aquel que se eleve en oración; y la luz del mundo espiritual iluminará de un mundo a otro mundo, de un espíritu a otro espíritu y llegará a todos mis hijos.

Bienaventurados todos los que verdaderamente aprovechen este tiempo de enseñanzas, porque después del año de 1950, serán los que extiendan la simiente de mi Doctrina. Vosotros, que habéis formado parte del follaje del árbol corpulento, ayudad a que los hombres encuentren en él el fruto de la vida y de la verdad.

06-163.35 Pueblo: si cuando habláis, lo hicieseis sintiendo en vuestro corazón la verdad de mis lecciones, veríais realizarse muchas de vuestras palabras y si llegáis a cambiar en obras todas vuestras palabras, estaríais haciendo verdaderos prodigios; pero si el espíritu no es el que habla por la materia, si no es el que se manifiesta, no podrá dar paz ni salud.

El espíritu podrá llegar a hacer oír su voz si estáis preparados; el hijo del Padre que en vosotros mora, tiene potencias muy grandes que le ha concedido su Creador, para ayudar a los que están necesitados. Por eso os estoy enseñando a no dejar morir a los que os hacen presente su queja, a no dejar que se pierda en el desierto la voz de Aquél que os llama. Dar de lo que recibís, es Ley que vuestro Padre os ha enseñado. ¿Os he amado Yo? Entonces podéis dar amor a vuestros hermanos. Entregaos ese amor fraternal de unos a otros.

No sólo de lo material vive el hombre, también debe de sustentarse de riquezas espirituales. Hablo así a estas multitudes que humildemente me escuchan, y mi Doctrina las va transformando poco a poco. Mas, ¿Cuándo haréis llevar esta luz a todos los pueblos de la Tierra? ¿Cuándo lograréis que todos los hombres se purifiquen en mi verdad?

Todo ha sido profanado por el hombre, no sólo su espíritu; las aguas están contaminadas, el aire está viciado y saturado de enfermedades y de muerte y Yo os pregunto: ¿Con qué doctrinas y en qué tiempo pensáis purificaros? ¿Cuándo llegaréis a limpiar vuestro espíritu y materia, si sólo vuestro cuerpo queréis lavar? ¿Qué lograríais con ello? Engañaros a vosotros mismos. Limpiad primero el corazón y la mente que es de donde provienen todos los malos pensamientos y las malas obras. El ser encarnado necesita pan espiritual, para llegar a sentirse aunque sea por unos momentos lo que es: espíritu.

Buscad otro pan además del necesario para cada día, buscad otra morada además de la de vuestro hogar. Ese pan es el de mi palabra, y esa morada está en el infinito.

Mientras estoy hablando, vuestro corazón me comunica también muchos de sus deseos, de sus esperanzas. Voy a contestar a algunos de mis hijos, a los que en su camino han experimentado la presencia de seres espirituales que acostumbráis llamar obscuros, o turbados.

¿Por qué me pedís que aleje a esos seres de los lugares en que acostumbran manifestarse? Ellos necesitan saber que viven después de su aparente muerte, para dar cumplimiento a la ley de restitución y adquirir experiencia. Ellos cumplen aunque sea involuntariamente con su misión de dar a los hombres incrédulos y materializados el testimonio fiel de que el espíritu sobrevive a la materia.

Por eso es que los retiraré hasta que llegue el tiempo señalado por Mí, ahora tienen una misión que desempeñar, por lo tanto no me pidáis que los aleje de vosotros, deben esperar su término. ¿Por qué queréis que todo en la vida, se haga de acuerdo con lo que vosotros deseáis y no como conviene a los demás? Os advierto que, si sois generosos, si tenéis caridad con aquellos seres, ellos no os molestarán.

En este momento, elevad vuestro pensamiento pedid y recibiréis. Pedid lo que creáis justo para vosotros y para vuestros hermanos. En estos instantes en que pedís y en que tenéis la fe de que soy Yo el que está presente, guardad silencio, para que penetréis en comunión Conmigo. Escucho a los espíritus, llego a los corazones, os hablo de Espíritu a espíritu. Aparto de vuestro corazón todos los dolores, todas las angustias, tristezas y sinsabores. No hay un solo corazón al que no haya visitado, no hay un solo pensamiento al que no haya iluminado, no hay un solo dolor del que no hay librado a mis hijos, para traerlos Conmigo y formar con todos una corona de espinas.

Así quiero que oréis, así quiero que lleguéis siempre a recibirme. No demostraréis vuestro amor con manifestaciones externas, que sólo os sirvan para que en ellas os vean. Buscadme en silencio, estad a solas con vuestro Señor, y lograréis tener mi presencia en vuestro corazón y oiréis mi voz que os dice: Vengo a entregaros mi caridad, porque sois pasajeros en este mundo.

Elías se encuentra reuniendo a los espíritus escogidos, encarnados y desencarnados para que unidos sean fuertes, porque son grandes las pruebas que se avecinan; mas vosotros surgiréis iluminados por la luz de mi Espíritu Santo, porque Yo os amo y no os dejaré caer. Preparaos para que analicéis mi palabra y sepáis apartar el trigo de la mala hierba, velad y orad, para que no os apartéis de este camino y no os vaya a sorprender el dolor.

Comprended que no soy Yo quien depara el dolor, porque soy vuestro Padre que viene a engalanar a vuestro espíritu. Sois vosotros mismos los que vais sembrando el dolor en vuestro sendero y cuando éste os sorprende, me decís: Señor, ¿Por qué nos agobia el dolor? Mas mirad que Yo sólo vengo a entregaros amor, a bendeciros y a daros mi enseñanza.

Oíd mi parábola:

"En un camino marchaba una mujer conduciendo a tres pequeños niños, el mayor de 8 años, otro de 7 y el más pequeño de 4. Les prodigaba la ternura de una madre, alimentándolos y vistiéndolos con gran cariño. En una ocasión, el más grande de aquellos niños le dijo a la mujer: Ha mucho tiempo que venís trabajando para alimentarnos y vestirnos, soy el mayor de mis hermanos y estoy dispuesto a cumplir con lo que me encomendéis para ayudaros en el sostenimiento de mis hermanos. Así también mi hermano el mediano, cuando sea grande trabajará para ayudarle al menor y cuando éste crezca, trabajará como nosotros y estaremos todos unidos en el mismo camino.

La mujer le dijo: sois pequeño todavía y de cierto os digo que aún no conocéis el mundo, los hombres con su maldad tratarán de causaros daño y entonces tendríais que retornar a mí cuando estéis lleno de dolor y como yo os amo, no quiero que os perdáis ni que vayáis en busca del dolor. Aquel pequeño, sumiso y obediente, le dijo: haré lo que sea vuestra voluntad, esperaré hasta cuando sea el tiempo propicio y pueda transitar por los lugares que me designéis.

Aquella mujer le dijo: ciertamente que ya habéis aprendido la primera lección y por ello os considero como el mayor de vuestros hermanos, no sólo por vuestra edad sino porque sois obediente y reflexivo.

Pasaron los años y aquel niño se había convertido en un mancebo, sus hermanos que también habían crecido imitaban la reflexión de su hermano mayor cuya inteligencia era cada día más grande.

En cierta ocasión, la mujer le dijo al mancebo: ¿Queréis transitar por los caminos del mundo? Voy a entregaros un libro cuyo contenido estudiaréis para que grabéis su enseñanza en vuestra mente y en vuestro corazón y en verdad os digo, que ella os hará salir ileso de todos los peligros y el dolor no os sorprenderá. Entonces le guió; en unión de sus hermanos, hacia una choza donde moraba un venerable anciano a quien le dijo: he aquí a mis hijos, a quienes habéis esperado por mucho tiempo, porque antes que yo, vos les conocíais y espero que les recibáis y les entreguéis conforme sea vuestra voluntad.

El anciano les contempló con gran amor y dijo a la mujer: vuestros hijos son buenos, pero aún necesitan preparación para que puedan caminar por los caminos, porque aún son débiles y el mundo podría contaminarlos con su perversidad. Dadme el libro que traéis en vuestras manos para que Yo os revele de él grandes enseñanzas. Analizad estas lecciones y su verdad os hará salir avante en todos los peligros. Dirigiéndose al mancebo, le dijo: Aprenderéis en este libro y con amor enseñaréis a vuestro hermanos, para que éste a su vez enseñe al postrero dando todos testimonio de esta enseñanza con vuestras obras de amor.

El mayor de los hermanos, al contemplar al anciano, cuyo rostro era tan dulce y apacible, se postró ante Él y le dijo: Dejad que bese vuestras manos y vuestra frente, el anciano le dijo: Hacedlo, porque sois digno de mi amor y con él, grandes obras alcanzaréis. Entonces, la mujer le dijo al mancebo: preparaos, porque os vais a alejar de mi regazo, pero aun estando lejos estaréis conmigo; espero que recordéis siempre a vuestros hermanos y meditéis que ellos deberán seguir el ejemplo que les deis, no piséis en falso, sed cual un espejo limpio y puro, en donde ellos puedan contemplarse, para que siguiendo vuestro ejemplo se liberen del dolor.

El mancebo respondió: porque os amo a vos y al buen anciano haré todo lo posible por ser el buen ejemplo ante mis hermanos. Llegó el tiempo propicio y el mancebo partió hacia distintos lugares y en todos contempló que la maldad y la amargura eran grandes y que los corazones estaban endurecidos por el pecado. Por un instante sintió temor, pero recordando las palabras del anciano abrió el libro y en la primera página encontró la Ley que debía regir a la humanidad para que mediante su cumplimiento fuera fuerte; encontró lecciones de infinito amor con el cual podría entregar el bálsamo que aliviara de su dolor a los enfermos y que alentara a los tristes, la luz para devolver la vista a los ciegos, para iluminar a los confundidos y la sabiduría para llevar la paz al corazón de sus hermanos.

Grande fue la alegría de aquel mancebo, quien en medio del desierto elevó su espíritu y dijo al anciano: Bendito seáis Señor, con vuestras enseñanzas me habéis iluminado y siendo que moráis en mi corazón y que me habéis inspirado las obras que debo hacer conforme a vuestra voluntad. Dispuesto estoy a enfrentarme a la lucha para entregar a los moradores de este mundo vuestro Divino Mensaje, acercarme a los que sienten la tristeza en su corazón, a los sedientos de vuestra enseñanza.

Aquel mancebo contempló que aquellas multitudes, además del dolor que sentían en su corazón, les cubría una inmensa oscuridad, estaban hambrientas de justicia y caridad.

Lleno de amor se acercó a aquellas multitudes y les dijo: De lejano lugar vengo a vosotros en cumplimiento al mandato de un anciano, para entregar el bálsamo a vuestros sufrimientos y preparar vuestro entendimiento. Escuchad el mensaje que os traigo, abrid las puertas de vuestro corazón y dad albergue a la verdad, porque Yo os amo, como amo al anciano que me envió hacia vosotros y os entrego su caridad.

Entonces aquellos menesterosos, extendieron sus manos y al sentir aquel presente de amor, de sus ojos brotó el llanto de arrepentimiento y las palabras de aquél enviado fueron como agua cristalina que mitigaron su sed. Sintieron la paz y dieron las gracias al anciano que le había enviado a aquel mancebo que les enseñaba con su ejemplo el sendero de su redención.

El mancebo les dijo: lo que habéis recibido, guardadlo en vuestro corazón y no permitáis que el tiempo o la maldad del mundo os lo arrebaten, porque entonces sería doble vuestra restitución.

Aquellas multitudes regocijadas le preguntaron de dónde venía y cómo se llamaba, a lo que el mancebo respondió: no os lo puedo decir, sabed tan sólo que soy un enviado, tened confianza en lo que habéis recibido, porque si tenéis fe, aun vuestra lepra desaparecerá.

El pueblo, al sentirse sano y fuerte, entonó un cántico de amor que antes no conocía y dirigidos por el mancebo ofrecieron al anciano su fe, su devoción, su amor.

Al regresar el mancebo al lado del anciano para entregar el cumplimiento de su misión, contempló que Aquél que lo había enviado a entregar su mensaje de amor a sus semejantes, le estrechó contra su corazón y dirigiéndose a la mujer que a Él lo había llevado le dijo: "He aquí al hijo que ha sabido cumplir con la misión que le encomendé, que su ejemplo sirva de guía a sus hermanos, para que llegado el tiempo se levanten a predicar mi verdad en el corazón de la humanidad".

Pueblo amado: una vez más os he entregado mi lección de amor para que la analicéis y sea ella la luz que os guíe en el sendero de vuestra vida, para que cuando logréis cumplir con vuestra misión, os acerquéis a vuestro galardón y os mostrará como a Moisés las luces de la Tierra Prometida.



¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!

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