sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 162

No hay día en que la humanidad no se estremezca ante una prueba o no se maraville ante un acontecimiento que califica de extraordinario, y sin embargo, no ha llegado a darse cuenta del tiempo en que vive, ni del significado de cada una de esas pruebas. Con cuánta claridad os anunciaron los antiguos profetas, Joel, Daniel y el apóstol Juan sobre lo que había de ocurrir en estos tiempos; mas cuán indiferentes han sido los hombres de esta era ante los llamados de su Señor. Si acaso llegan a romper su indiferencia y materialismo, es tan sólo para preguntarse: ¿Qué es lo que está pasando en la Tierra, que todo es zozobra, guerra, dolor, desolación y muerte? Mas no velan, no oran, ni llegan a meditar en lo que les ha sido revelado, porque hasta ahora sólo les han interesado las falsas satisfacciones que el mundo les proporciona.

Mientras más cercados se ven los hombres, mientras más amenazados se encuentran por las calamidades que ellos mismos han desatado, en lugar de refugiarse en Mí, de invocar mi caridad y solicitar mi ayuda, creen que les bastan sus propias fuerzas, se dejan arrastrar de sus bajas pasiones, haciendo de sus odios y ambiciones las armas con las que quieren combatir y defenderse; mas, ¿Cuándo habéis sabido que el mal se pueda combatir con el mal?

Dejaré que los hombres continúen en su soberbia y se vanaglorien en su materialismo, que por un tiempo más continúen en su falta de caridad, para que vean hasta donde los van a llevar sus pasiones. Mientras, Yo me haré sentir en el corazón de todo aquel que se halle preparado y que se encuentre esperándome.

He derramado mi Espíritu sobre todo espíritu y sobre toda carne, para que de acuerdo con la profecía, los hombres y las mujeres profeticen. Yo os hablo por medio de sueños y de visiones espirituales y doy señales a la humanidad por los elementos de la Naturaleza, para que surja de entre la multitud, un pueblo fuerte, grande, tan grande como nunca lo han conocido. Este pueblo arrasará con el mal que encuentre a su paso y no habrá enemigo que no sea vencido por él, ni habrá muro que no pueda salvar. Sus hombres, penetrarán por todas partes, sus voces llegarán a ser oídas por toda la humanidad, su palabra acabará con toda obra falsa y logrará hacer ver la verdad a todos los hombres. Ante su paso temblarán las doctrinas, religiones, ideas y ciencias que oculten la verdad.

Vosotros, los que estáis escuchando esta palabra, dad gracias al Señor, vuestro Padre, de haber logrado ver el cumplimiento de mi palabra dada por mis antiguos profetas, aquellos que ya os habían profetizado mi comunicación, cuando uno de ellos os anuncio: "que mi Espíritu se derramaría sobre toda carne".

Velad y sed fuertes para que lleguéis a formar parte de ese pueblo de valientes soldados que Yo levantaré en breve. No creáis, como ya os lo he dicho en numerosas ocasiones, que sólo vosotros formáis parte de ese pueblo, porque no sólo los que me han oído en esta forma de comunicación, serán los agraciados con el conocimiento de mi Doctrina, recordad que mi simiente se encuentra dispersa por todo el orbe.

Aquellos profetas de los tiempos pasados no recibieron consagración o autorización alguna en la Tierra, no estaban obligados a tener sumisión ante ninguna autoridad y sólo se concretaban a obedecer los dictados de su Señor, que era el que ponía su palabra en los labios de aquellos escogidos por El.

Llenos de fe y de valor, nada los detenía en su misión de enseñar mi Ley al pueblo y apartarlo del fanatismo religioso, haciéndole comprender la indolencia y los errores de los sacerdotes.

Si meditáis un poco y estudiáis las escrituras, veréis cómo a través de todos los profetas, una sola fue la esencia que en su palabra entregaron a los hombres. Ellos dieron a la humanidad amonestaciones, revelaciones y mensajes, sin los errores del culto materializado que profesaba el pueblo en aquellos tiempos. Enseñando a obedecer la Ley y la palabra de Dios, ayudaron a la humanidad a ponerse en contacto con su Padre Celestial.

Pueblo: ¿No encontráis gran semejanza entre aquellos profetas y estos portavoces por medio de los cuales os estoy hablando ahora? También en los labios de estos últimos pongo la esencia de mi Ley, también llega a vosotros mi inspiración a través de sus palabras y de ellas surge vibrante la enseñanza que invita a las multitudes a buscar a su Señor por los medios más puros; hablan sin temer que entre las multitudes que los escuchan existen escudriñadores o fanáticos. Cumplen con su misión entregándose al servicio de su Padre para que por su conducto El hable a la humanidad, y entregue estas lecciones que abrirán nuevas sendas de luz a los hombres.

Pueblo: No sólo existe una gran semejanza entre aquellos profetas y estos portavoces, sino que también hay una perfecta relación entre ellos. Aquellos anunciaron a éstos y lo que aquellos pronosticaron ha mucho tiempo, lo están contemplando ahora estos siervos.

No pensáis que en aquellos tiempos todo el pueblo creía en lo que predicaban sus profetas. No, muchas veces tuvieron que soportar la burla de sus hermanos, las amenazas de los sacerdotes y la persecución de los poderosos. Era menester que se cumpliesen las profecías que anunciaban la justicia de Dios sobre los hombres; para que todos creyesen en la verdad que los siervos del Señor predicaban. Muchas veces, se cumplió lo que anunciaron cuando ya no pertenecían a este mundo. También en este tiempo, estos hijos míos han sufrido la burla, la calumnia, la indiferencia de muchos de los que les han escuchado, pero mi palabra será conocida fuera de estos recintos, no importa que sea burlada y rechazada; también lo que os he anunciado se irá cumpliendo y entonces los hombres empezarán a fijar su atención en lo que antes miraron con desprecio o con indiferencia.

Así como aquel pueblo una vez que creyó en lo que sus profetas pronosticaban, se saturó de fe en el Dios invisible, todo poder y justicia, así este pueblo que ahora ha recibido esta manifestación, llegará a saturarse de una fe inquebrantable, fortalecida por la comunicación que ha recibido de su Señor. Esta fe es indispensable para que el testimonio que de vuestros labios brote, vaya lleno de firmeza, aunque ya os he dicho que si vosotros no supieseis dar testimonio de Mí, Yo lo daré cuando la hora sea llegada, porque no podría faltar a mis promesas.

Cuántas veces en la historia del pueblo de Dios, los hombres se interpusieron con sus desobediencias y a pesar de sus errores se cumplió mi palabra. Lo mismo sucederá en este tiempo. No todos serán obedientes a mis mandatos; mientras unos se levanten interpretando justamente mis órdenes, otros queriendo conciliar lo puro y verdadero con lo bajo y carnal, tratarán de pasar sobre mi voluntad, sin comprender que la voluntad divina que es poder y justicia infinita, será la que juzgue todos los actos impuros de quienes hayan profanado mi palabra.

Os hablo así, porque sé que vendrá entre vosotros una confusión que desde estos tiempos os profetizo; pero Yo pondré a salvo el libro donde se ha escrito mi palabra, para que sea llevado más tarde a todo el mundo y dé testimonio de lo que el Maestro os dijo en su nueva manifestación.

Oídme a través de mis nuevos profetas, a quienes llamáis portavoces, e interpretad justamente mi palabra, para que después cumpláis con los mandatos que os he dado.

Mientras los hombres han querido ver en Mí un Dios distante, remoto, Yo me he propuesto demostrarles que estoy más cerca de ellos que las pestañas de sus ojos.

Rezan maquinalmente y si no ven realizado todo lo que pidieron en forma inmediata, exclaman desalentados: "Dios no nos ha oído".

Si ellos supiesen orar, si unieran la mente con el corazón a su espíritu, escucharían en su conciencia la voz divina del Señor y sentirían que su presencia estaba muy cerca de ellos, pero ¿Cómo quieren sentir mi presencia si me piden a través de cultos materializados? ¿Cómo es posible que logren sensibilizar su espíritu, si hasta a su Señor lo adoran en imágenes hechas con sus manos?

Quiero que comprendáis que me tenéis muy cerca, que os podéis comunicar fácilmente Conmigo, así como sentirme y recibir mis inspiraciones.

Si analizáis las revelaciones y enseñanzas que he venido dándoos a través de los tiempos, sólo llegaréis a encontrar un camino que puede conduciros a la meta de la espiritualidad. Fijaos que soy Yo quien os ha enseñado los medios perfectos y eficaces para que podáis llegar a Mí; no veo por qué os dejáis seducir por falsas enseñanzas que sólo fomentan vuestro fanatismo y aumentan vuestra ignorancia.

Cuando se dio la Ley al mundo os dije: "No tendréis dioses ajenos a Mí".

En el Segundo Tiempo, cuando una mujer preguntó a Jesús si era en Jerusalén el lugar en donde debía de adorar a Dios, el Maestro le contestó: Se aproxima el tiempo en el que ni Jerusalén, ni ningún otro lugar sean el sitio indicado para adorar a Dios, porque será adorado en espíritu y en verdad, o sea, de espíritu a Espíritu.

Cuando mis discípulos me pidieron que les enseñara a orar, Yo les dí como norma la oración que llamáis el Padre Nuestro, haciéndoles comprender que la oración, la verdadera, la perfecta, será aquella que a semejanza de la de Jesús, nazca espontánea del corazón y se eleve hasta llegar al Padre. Debe encerrar obediencia, humildad, confesión, gratitud, fe, esperanza y adoración.

Cuántas y cuántas lecciones llenas de espiritualidad os ha dado el Padre a través de estos mensajes, y cuánto es lo que se ha deformado su Ley y su Doctrina en la Tierra. Esa materialización, la continua profanación y la falsedad de lo que os he entregado puro, son la causa del caos que está padeciendo la humanidad, tanto en lo espiritual como en lo material; esas dos formas de la vida que siempre han ido unidas en el hombre, porque no sería posible afectar a una de ellas sin que la otra no resulte afectada.

¿Os asombráis de que muchos hombres me han abandonado en estos tiempos y de que otros pueblos han rechazado mi Doctrina? ¿Os indignáis cuando veis que las doctrinas materialistas siguen avanzando entre la humanidad? Cada uno de vosotros oiga la voz de su conciencia y pregúntese si con vuestra vida habéis dado un testimonio verdadero de la Doctrina que se encierra en mi palabra.

Sobre las grandes faltas y sobre los errores que se han cometido en mi Ley, estará mi justicia; no quedará una sola falta que no vaya a ser corregida por el Maestro perfecto. No debéis confundiros, corregíos y no juzguéis. Comprended que Yo nunca os castigo, vosotros mismos os castigáis.

Hago luz en el que ha pecado por ignorancia y muevo hacia el arrepentimiento al que ha pecado a sabiendas, para que ambos llenos de fortaleza en mi perdón se levanten a reparar la falta cometida, ésta es la única forma de llegar a Mí.

Pensad en todo esto, ministros que conducís a los hombres por los distintos senderos de las religiones. Orad y llevad a los vuestros hacia la espiritualidad. Ya es tiempo de que os arrepintáis de vuestros errores, para que iniciéis una lucha en contra del materialismo humano, que es muerte y tiniebla para el espíritu; para ello debéis usar mi verdad, esgrimir como arma mi palabra y vivir en mi enseñanza.

Yo no tengo preferencia para una o por otra religión; no seré Yo, sois vosotros los que debéis estar de parte mía, porque si así lo hacéis habréis logrado uniros todos en espíritu.

De párvulos os habéis ido convirtiendo en discípulos, sin embargo, veo que os habéis estacionado y con ello no ayudáis a vuestros hermanos. Sí, pueblo, estáis deteniendo el progreso de las nuevas multitudes, por vuestra falta de adelanto en mi Doctrina. Habéis creado una barrera que está haciendo muy difícil que alguno de vuestros hermanos pueda dar un paso más allá de donde vosotros habéis llegado.

Así como en esta manifestación Yo os daré a conocer hasta la última lección que podáis comprender, así vosotros tendréis que practicar hasta la última de sus enseñanzas.

Si aún no habéis llegado a prepararos, es porque a pesar de estar oyéndome no habéis sabido escucharme. Si no habéis comprendido mi palabra es porque no habéis meditado en ella. Si hasta ahora no habéis practicado la verdadera caridad, es porque no os habéis sensibilizado en mi palabra de amor, y si no habéis recibido más de lo que hasta hoy habéis logrado, ha sido porque vuestros méritos han sido escasos.

Mayores serían las multitudes que acudieran a escuchar mi palabra si ellas pudiesen contemplar en vosotros, ejemplos dignos de imitarse; porque vuestras obras serían una prueba de respeto, de fe, de obediencia hacia mi Obra y de cumplimiento a mi Doctrina.

Os he enseñado a orar, para que por medio de la oración, no sólo os acerquéis al Padre, sino también a vuestros hermanos necesitados para que les llevéis vuestro mensaje de paz; mas cuando Yo os pregunto qué ha sentido vuestro espíritu cuando ha orado por las naciones, por las viudas, por los huérfanos, por los menesterosos de pan, por los cautivos y por los enfermos, sólo sabéis decirme: Señor. Tú eres el único que sabe derramar los beneficios en los necesitados, somos tan pequeños y tan ignorantes, que no sabemos sentir el dolor de nuestros hermanos ni comprender a distancia lo que a ellos acontece. Sólo nos concretamos a pedirte que derrames sobre ellos la caridad de tu amor infinito, pero ante necesidades tan grandes del espíritu, debemos de confesar que aún no llegamos ni a párvulos. Sólo Tú podrás decirnos qué hizo nuestro espíritu durante su oración.

Por lo menos en este instante sois sinceros y confesáis vuestra ignorancia y vuestra pequeñez, por lo cual Yo os bendigo y hago más clara mi Doctrina a fin de que sea entendida por el más rudo de los hombres.

Pueblo: sabéis que los seres espirituales se acercan a los hombres, y que según sea la índole de aquellos seres, así será la influencia que ejerzan sobre la humanidad. Debéis de saber que cuando oráis por algún semejante, vuestro espíritu se desprende de su materia, para acercarse a aquel por quien está pidiendo. Ahora llegad a la conclusión de que de acuerdo con vuestra preparación y el grado de limpidez y espiritualidad que hayáis alcanzado en la vida, así será la influencia espiritual que comuniquéis a aquellos por quienes estéis orando.

No temáis si os digo que constantemente estáis rodeados de seres invisibles, muchos de los cuales están necesitados de vuestra ayuda; dedicadles vuestros pensamientos, vuestras palabras y vuestras obras de amor, para que logren encontrar el camino del cumplimiento y lleguen a ver la luz.

Las armas que Yo os doy, no son de las que arrancan la vida, no ciegan a nadie, no derraman sangre, ni causan dolor, no dejan viudas ni huérfanos a su paso, ni dejan hogares sumidos en la desolación, puesto que las armas que Yo os he dejado son: el amor, la caridad, el perdón, para que con su ayuda podáis luchar por cambiar las malas influencias en vibraciones de luz.

Dedicad siempre en vuestras oraciones un pensamiento en favor de aquellos que sin ser vistos por los ojos del cuerpo, lloran cerca de vosotros; pero no tratéis de llegar a ellos, o de obligarlos a manifestarse si no es a través del pensamiento. Comprended que las armas que Yo os he dado son armas de amor, de elevación, de paz.

Para llegar a ser maestros en esta Doctrina, es indispensable que analicéis mi enseñanza, y también os digo que existen espíritus llenos de luz y de sabiduría, que Yo he dejado como custodios. Son en número infinito y trabajan incansablemente en la Obra del Padre de todo lo creado. Confiad en que no estáis solos ni abandonados a vuestras propias fuerzas, sino que tenéis quienes velan y trabajan junto a vosotros, con humildad y sin ostentación, para que escaléis espiritualmente.

La Ley Divina se encierra en dos mandamientos: Amar a Dios, que es vuestro Padre, y en El, amar a vuestros hermanos; eso es lo que han venido haciendo esos seres, a quienes llama la humanidad; ángeles guardianes, protectores, espíritus de luz, seres superiores.

Imitadles, ayudadles en su misión, y así se establecerá una gran armonía espiritual, que es la que debe de existir entre todos los hijos de mi Divinidad. De esa armonía brotará la paz, supremo galardón para el espíritu en la eternidad.

Yo os he dicho que vuestra vida material es limitada, y os lo recuerdo, para que cada uno pueda reconocer si ha cumplido con la misión que el Padre le ha asignado. Si lo habéis olvidado, vengo a recordárosla, para que os levantéis a cumplir como buenos discípulos.

Vuestra estancia en la Tierra es corta; reconociéndolo así, me pedís un tiempo más y me decís: Señor, dadme tiempo para cumplir. Yo sólo os digo: el sol no sale ni se oculta un instante antes o después del marcado por el Creador. Todo se rige por una ley infalible. Por lo tanto, vosotros no moraréis en la Tierra un segundo más de los marcados en vuestro destino. He aquí por qué mi palabra está sonando para vosotros como el reloj de la eternidad que os aconseja que aprovechéis el tiempo.

Mientras que para vuestro espíritu se acerca el día luminoso de la eternidad, para vuestra materia se acerca la noche. Comprendedlo y no digáis que estáis cumpliendo mi Ley por el solo hecho de estar escuchando mi palabra. No tratéis de cumplir según vuestro modo de pensar, sino basándoos en mis divinas enseñanzas.

Pensad que después de cumplir vuestros deberes y misiones en esta vida, cuando ya os encontréis en estado espiritual, Yo os concederé descender sobre el entendimiento de esta humanidad, a inspirarle e iluminarla, ayudándola así en su jornada de evolución.

Delicada es vuestra misión, para cumplirla tenéis que mostraros humildes, como Jesús os enseñó, con la mansedumbre y caridad con la que El cumplió su misión.

Tenéis que despojaros de la vestidura de superioridad y de grandeza que sólo encierra vanidad. Tenéis que despojaros del egoísmo y descender hasta los harapientos y leprosos a consolarles en sus penas. Y así seréis mis discípulos, porque estaréis cumpliendo con el ejemplo que os di.

Mi caridad os he donado y es menester que manifestéis tales dones.

Si al orar, vuestra mente está limpia y se ha alejado de todo el materialismo que la rodea, Yo os concederé lo que vengáis a solicitar para vuestros hermanos. Veréis entonces con admiración cómo en vuestros labios se desborda el consuelo para el que sufre. Vuestra labor será fructífera y bendita porque estaréis practicando mi lección de amor.

Ahora os digo que no sólo debéis ser humanitarios con vuestros semejantes, sino también con los demás reinos y especies, porque todas son criaturas del Señor; toda es obra perfecta del Padre en la que se manifiesta su sabiduría.

En la naturaleza todo es vida, evolución y transformación dentro de ella misma.

Yo os hago saber quiénes sois, para que comprendiéndolo, seáis humanitarios con toda criatura.

Conoceos, conoced vuestras facultades, vuestros sentimientos. No confundáis los sentimientos puros con las pasiones. Conoced las inclinaciones e instintos propios de la materia para que el espíritu impere siempre sobre ella. No neguéis a vuestro espíritu las oportunidades de amar, porque no podrá vibrar de caridad por vuestros hermanos, si existe egoísmo. Cuando améis, hacedlo espiritualmente y que vuestro amor sea para todos. Si lo personificáis, encerrándolo sólo en determinados seres, habréis caído en egoísmo.

Al amor espiritual podéis considerarlo como el amor universal. Preparad vuestro corazón a semejanza de una fuente que reciba el amor de mi gracia como agua cristalina y que se desborde en vuestros hermanos a través de vuestras obras.

Cuanto más sintáis ese amor en vosotros, mayor será la salud que derraméis sobre las heridas. Será verdadero bálsamo que resucite al espíritu decaído y será perfume que embalsame la vida de los que lloran.

Ved cómo el amor espiritual no anida en el corazón de los hombres. Ellos aman, pero con un amor egoísta que destruye aun su propia vida, porque la pasión es como un gusano que corroe los mejores sentimientos. Cuando las pasiones se agitan en el corazón del hombre, llegan a destruir todo lo bueno que había en su espíritu. La pasión es el abismo que se abre a los pies del hombre, y que al arrastrarlo a su fondo, le hace perder la luz y la paz.

Ved que mi enseñanza está destruyendo la ignorancia, para que vosotros, reconociéndome como sabiduría divina y única, destruyáis los falsos dioses, como hizo Abraham al buscar a Dios más allá de lo que sus ojos contemplaban. Por eso hice pacto con él, para que fuese la simiente del pueblo escogido. El demostró, cuando fue puesto a prueba, que su Dios era Creador y Dios viviente.

Vosotros también tendréis que demostrar la verdad de estas revelaciones, con una práctica limpia y un culto libre de adoraciones superfluas y fanáticas.

Recordad que en las tablas de Moisés quedó grabado aquel precepto que dice: "No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el Cielo, ni abajo en la Tierra, ni en las aguas debajo de la tierra".

Mirad desde cuándo he venido librándoos de la idolatría, para que llegaseis a mirarme sobre todo lo creado, sobre todo lo que se mueve y cambia, para que ahí elevéis vuestro espíritu al Reino de los Cielos.

¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!

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