El fruto de vida, el fruto dulce y agradable al
espíritu, es el que vengo a daros en mi palabra, Comed y sentid que os
encontráis en torno a la mesa del Señor. ¡Oh profetas del Tercer Tiempo!
Preparaos para que miréis lo que sólo a los señalados les es dado contemplar.
Mientras que muchos de los que forman estas multitudes, no sienten mi presencia
en su corazón y espíritu, vosotros podéis dar testimonio de vuestros mirajes,
un testimonio lleno de luz y de verdad, tanto en el contenido como en la forma:
De cierto os digo que cuando uno de vosotros se prepara, el espíritu penetra en
la luz de la vida espiritual, donde se satura y se inspira para poder después
explicar su visión a quienes están esperando su testimonio.
Cuando este pueblo se espiritualice y aprenda a
sentir mi presencia, dejará de tener necesidad de que el vidente le dé pruebas
de que ha sido una verdad mi manifestación. Entonces podré decirles:
"Bienaventurados los que sin ver han creído".
Delicada y grave es la responsabilidad del
vidente, porque en muchos casos, de su palabra depende la fe de muchos
corazones débiles que buscan pruebas para creer.
Grande debe ser la intuición que desarrolle el
vidente para comprender si lo que ve en espíritu, es fruto de una buena
preparación, o no; si lo que ha contemplado debe ser testificado a sus
hermanos, o si debe callarlo, pero ¡Cuán pocos de los que han recibido este
don, han sabido cultivarlo con el amor, el celo y la espiritualidad que
requiere!
Es el don de la videncia uno de los más
delicados, por lo que os digo, que sin espiritualidad nunca podrá penetrar la
mirada del vidente en la región espiritual.
Espiritualidad quiere decir elevación de los
sentimientos, pureza en la vida, fe, amor a los demás, caridad, humildad ante
Dios y respeto profundo a los dones recibidos. Cuando lográis alcanzar alguna
de estas virtudes, comenzáis a penetrar con vuestra mirada espiritual en la
mansión del amor y la perfección. Así, cuando alcancéis la espiritualidad,
desde la Tierra podréis decir que habitáis, aunque sea solamente en los
instantes de vuestra oración, en el valle espiritual, y al mismo tiempo
recibiréis la luz que os revele hechos que pertenecen al futuro, ya que para el
espíritu, cuando comienza a elevarse, va dejando de ser un misterio el
porvenir.
Sí, discípulos. Sólo en la vida humana, el
hombre ignora lo que pasará en el futuro, lo que vendrá el mañana; desconoce su
destino, ignora el camino que tendrá que recorrer y cuál será su fin.
El hombre no podría resistir el conocimiento de
todas las pruebas por las que en su existencia habrá de pasar, y en mi caridad
por él he tenido ese velo de misterio entre su presente y su futuro, impidiendo
así que su mente se extraviase contemplando o sabiendo todo lo que habrá de
vivir y sentir.
En cambio el espíritu, un ser revestido de
fuerza y creado para la eternidad, tiene en sí la facultad de conocer su
futuro, el don de conocer su destino y la fortaleza para comprender y aceptar
cuantas pruebas le esperen, porque sabe que al final del camino, cuando éste se
ha recorrido dentro de la obediencia a la Ley, tendrá que llegar a la Tierra de
promisión, paraíso del espíritu, que es el estado de evolución, pureza y
perfección, que al fin habrá alcanzado.
Para vuestra espiritualidad, tomadme a Mí como
ejemplo, porque para eso me hice hombre en aquel tiempo. Cada una de mis obras
quedó como una lección para los hombres. Mas si mis obras fueron una enseñanza
para la humanidad, debéis imitarlas, para que logréis vuestra evolución y el
desarrollo de los dones del espíritu y de las facultades humanas y os
aproximéis más y más al ejemplo que con mi vida, mis obras y palabras os di.
Recordad que Yo, en cuanto hombre, siempre supe
cuál era mi destino en el mundo, conocía el futuro y de ello dí testimonio
desde mi niñez. A través de Jesús hablé a mis discípulos sobre todo lo que
acontecería en los últimos días de mi estancia en la Tierra, cómo sería mi
pasión y mi sacrificio. Revele a la humanidad el futuro espiritual de los
hombres; anticipé lo que habría de acontecer en las naciones, desde las de
aquellos tiempos hasta las que existirían en el tiempo que señale para mi nueva
manifestación, a la que llamáis "la nueva venida".
La espiritualidad del cuerpo de Jesús le
permitía conocer su destino, porque mi Espíritu se lo revelaba, y esa misma
espiritualidad le daba fuerza para aceptar con amor y humildad absolutas la
voluntad del Padre.
No podéis alcanzar el grado de espiritualidad
de vuestro Maestro para poder saber lo que os reserva vuestro destino, lo que
os tiene deparado el futuro, pero por medio de vuestra elevación os haré
presentir la proximidad de algún acontecimiento.
Ese presentimiento, esa videncia sobre el
futuro, ese conocimiento sobre vuestro destino, sólo lo iréis logrando conforme
vuestro ser, formado de cuerpo y espíritu, se vaya elevando por el camino de la
espiritualidad, que vuelvo a deciros, es fe, es pureza, es amor de vida, es
amor y caridad para vuestros semejantes, es humildad y amor ante vuestro Señor.
Para ayudaros en la purificación de vuestro
ser, os estoy transmitiendo mis pensamientos que los recibís convertidos en
palabra a través del entendimiento de mis portavoces, y que os señala un camino
de luz. Yo bendigo al que cree en esta verdad, como bendigo también al que
duda, porque todos sois mis discípulos, mis hijos muy amados.
Mis lecciones a través de esta comunicación
dejarán entre las multitudes una estela de espiritualidad, que recordará a mis
discípulos que estuve con ellos bajo una nueva forma, para cumplirles mi
promesa.
Este es el nuevo día al que han saludado con
sus trinos las alondras, para anunciar a la humanidad la presencia del Tercer
Tiempo.
Mi nueva manifestación estaba anunciada que
habría de coincidir con el tiempo de la lucha entre la elevación del espíritu y
la materialidad de la envoltura, de la guerra entre la verdad y la mentira, de
la batalla entre el bien y el mal entre la luz y la sombra.
Contemplad a vuestros hermanos, a los que se
llaman poderosos; quieren triunfar matando, quieren levantar su nuevo reino
sobre escombros, ruinas y cadáveres.
A vosotros os digo que estáis a tiempo de
sembrar la semilla de la luz y de la paz, en las tierras que habéis fertilizado
con vuestro amor.
Por eso busco el corazón de los hombres, para
salvarlo de su tribulación y liberarlo de su confusión, porque Yo triunfaré
dándoos vida eterna, para poder reinar al final sobre vivos.
Mis huestes espirituales se encuentran en plena
lucha por la salvación de sus hermanos en la Tierra, y en verdad os digo, que
no retornarán derrotadas, sino por el contrario llegarán entonando himnos
triunfales.
Vengo a redimiros a través del pensamiento, sin
que haya necesidad de que mi Verbo encarne nuevamente para habitar entre
vosotros. ¿Qué de extraño tiene que mi Espíritu se comunique con el vuestro a
través del pensamiento? ¿Qué de extraño tiene que el Pastor busque a sus ovejas
extraviadas?
En verdad os digo que desde antes que
existieseis, Yo os amaba, y conociendo vuestro destino ya había pensado en
vuestra salvación. Por eso fue mi voluntad convivir humanamente con los
hombres, porque con mi amor quería enseñaros el camino de la luz que os llevase
algún día a morar en la eternidad, en mi seno paternal.
En
la Tierra manifesté mi divino poder a través de Jesús: resucité Lázaros,
convertí Magdalenas, devolví la luz a los ciegos del cuerpo y del espíritu,
inundé de fe y de esperanza los corazones, abrí un nuevo camino a los espíritus
estacionados, y finalmente, regué la tierra con mi sangre y os entregue mi
cuerpo, en prueba de que estuve entre vosotros por amor, para darme todo a
quienes mucho amo.
Ahora, como en aquel tiempo, vengo a darme en
espíritu a la humanidad, a salvaros haciéndoos útiles, porque la semilla que os
he traído para que la sembréis, es la semilla de la utilidad que hará que
dejéis de ser estériles de espíritu y parásitos de la vida.
¿Tardaréis aún en practicar? Si, mis hijos,
pero lo que para vosotros son años y siglos, para Mí son instantes. Yo me sirvo
del tiempo para que madure en las mentes, en los corazones y en los espíritus
el fruto del amor.
Este es el tiempo en que la luz divina brillará
en plenitud en mis seguidores, los cuales manifestarán los dones del espíritu,
demostrando que no necesitan de los bienes terrenales ni de las ciencias
materiales para hacer la caridad y obrar prodigios. Ellos curarán en mi nombre,
sanarán a los enfermos desahuciados, convertirán el agua en bálsamo y
levantarán de su lecho a los muertos. Su oración tendrá la potestad de aplacar
los vientos, de apaciguar los elementos y combatir las epidemias y las malas
influencias.
Los poseídos se libertarán de sus obsesiones,
de sus perseguidores y opresores, ante la palabra, la oración y la potestad de
mis nuevos discípulos.
Mas en verdad os digo que, cuando vea a mi
pueblo preparado, le haré conocer la hora en que deberá levantarse a la lucha
de la luz contra las tinieblas. Y si sois desconocidos, pensad con serenidad
que no es la primera vez que el hombre repudia mi semilla. Desde los primeros
tiempos, el hombre ha cortado ramas al Árbol, para plantarlas según ha sido su
voluntad, desconociendo después cuál fue su origen, y Yo quiero que sepáis que
en esencia ese árbol soy Yo, en mi Obra sobre la cual el hombre no debe ejercer
ninguna influencia, sino recibir tan solo sus beneficios y propagar su
simiente.
La lucha del bien contra el mal, existe no tan
sólo en vuestro mundo, también la podéis encontrar en el valle espiritual, hay
grandes batallas y su influencia llega hasta vosotros, traduciéndose en
guerras. No permitáis que el mundo espiritual que os ha venido protegiendo,
pueda ser reemplazado por seres de escasa luz; velad por vuestros pasos e
invocad constantemente la paz para este mundo en que habitáis.
Orad y trabajad. Espiritualizaos, para que
podáis vencer en todas las pruebas. Recordad las lecciones que os dio aquel
pueblo llamado Israel que supo levantarse al llamado de su Señor. Fue llevado
al desierto, para aprender una gran lección, conoció allí la Ley, aprendió a
comunicarse con su Padre, dejó que despertaran los dones espirituales; aprendió
a obedecer los dictados divinos, a inspirarse en la Ley y a caminar unido, con
armonía y fraternidad.
Aquella obediencia lo libró de peligros y de
tropiezos; su unión lo hizo fuerte delante de sus adversarios; su orden, le
hizo llevadera y muchas veces feliz, su travesía; su perseverancia y su fe lo
llevaron a alcanzar la victoria y a lograr ver el cumplimiento de la promesa
divina. Cuando los hombres de este tiempo repasan la historia de aquel pueblo,
se maravillan de tanta fe de aquellos hombres y se asombran de tantos prodigios
que en su camino sembró el Señor y cuando escuchó que vuestro pecho suspira
ante aquella fe y espiritualidad, os digo que en el hombre está el que aquellos
prodigios retornen. Cuando les contemple preparados, Yo me manifestaré en
ellos.
Ahora os corresponde a todos los que ya estéis
preparados y despiertos, el anunciar la liberación del mundo. Recordad que
Elías, el prometido para este tiempo, lo está preparando todo para rescatar del
domino del Faraón a las naciones de la Tierra, esclavizadas por el
materialismo, como en aquel tiempo lo hiciera Moisés en Egipto con las tribus
de Israel.
Decid a vuestros hermanos, que ya se manifestó
Elías por el entendimiento humano, que su presencia ha sido en espíritu, y que
seguirá iluminando el camino a todos los pueblos que en adelante lleguen.
Vuestro Pastor tiene por misión restituir a
todas las criaturas a su verdadero sendero, ya sea éste de orden espiritual,
moral o material, por lo cual os digo que serán bienaventuradas las naciones
que reciban el llamado de su Señor, a través de Elías, porque ellas quedarán
unidas por la Ley de justicia y de amor, la cual les traerá la paz como fruto
de su comprensión y de su fraternidad. Así unidas, serán llevadas al campo de
la lucha donde combatirán contra la maldad, el materialismo y la mentira. En
esa lucha, verán los hombres de este tiempo los nuevos milagros y entenderán el
sentido espiritual de la vida, aquel que les habla de inmortalidad y de paz.
Dejarán de matarse entre sí, reconociendo que lo que deben destruir es su
ignorancia, su egoísmo y las pasiones insanas, de las cuales han provenido sus
tropiezos y miserias, tanto materiales como espirituales.
¿De dónde proviene la idolatría y el fanatismo
religioso, sino de la ignorancia de las leyes que rigen el espíritu? ¿Cuál es
la causa de las guerras que siembran la confusión entre los pueblos,
destruyendo a sus hombres, sino la codicia desmedida o el odio irrefrenable?
Concluid entendiendo que el combate final no
será de hermanos en contra de sus propios hermanos, sino del bien en contra del
mal. Yo pondré mi espada en la diestra del hombre, para que se venza a sí mismo
y llegue a las puertas de la Tierra de Promisión; más no esperéis que esa
Tierra sea un determinado país que recibáis como heredad, porque esta nueva
Tierra Prometida, la encontraréis dentro de vuestro espíritu, en medio de la
paz; contemplaréis la transformación de vuestro mundo, antes incierto, hostil y
miserable, en una tierra pródiga y acogedora. Viviréis una existencia donde
haya espiritualidad, justicia y amor, esto traerá a los hombres progreso, como
resultado de haberse alimentado del verdadero saber. La vida humana será más
elevada y al manifestarse mi Espíritu entre los hombres preparados del futuro,
vendrán un tiempo de revelaciones en todos los órdenes y se verán cumplidos los
prodigios y las maravillas, los cuales os profetizaron las generaciones
pasadas.
06-160.39 Cuando el mundo alcance su nueva liberación y
guiado por la luz de Elías, penetre en esa vida justa y buena, tendréis aquí en
la Tierra un reflejo de la vida espiritual, que os aguarda más allá de esta
vida para gozar eternamente de la paz y de la luz de vuestro Padre, mas si os
preguntáis ¿Cómo se llegarán a unir todas las naciones en un solo pueblo, como
lo estaban aquellas tribus que integraron el pueblo de Israel? Yo os digo: No
temáis, porque una vez llevadas todas al desierto, las unirán las pruebas, y
cuando esto sea, un nuevo maná descenderá del cielo a cada uno de los corazones
necesitados.
Gozad con mi presencia, pueblo amado, haced
fiesta en vuestro corazón, vibrad de alegría, porque al fin habéis visto llegar
este día del Señor. Temíais que llegara este día porque aún pensabais como los
antiguos, creíais que el corazón de vuestro Padre era vengativo, que guardaba
rencor por las ofensas recibidas y que por lo tanto traería preparada la hoz,
el látigo y el cáliz de amargura, para ejercer una venganza sobre los que tanto
y tan repetidas veces lo habían ofendido; pero grande ha sido vuestra sorpresa
al comprobar que en el Espíritu de Dios no puede existir la ira, ni el furor,
ni el aborrecimiento, y que si el mundo solloza y se lamenta como nunca, no se
debe a que su Padre le haya dado a comer ese fruto, ni a beber de ese cáliz,
sino que se debe a que es la cosecha que por sus obras va recogiendo la
humanidad.
Ciertamente que todas las calamidades que se
han desatado en este tiempo os fueron anunciadas; mas no por haberos sido
anunciadas, penséis que os las trajo vuestro Señor como un castigo; todo lo
contrario, en todos los tiempos Yo os he prevenido en contra del mal, en contra
de las tentaciones y os he ayudado a levantar de vuestras caídas; además he
puesto a vuestro alcance todos los medios que os son necesarios para que podáis
salvaros; pero también debéis reconocer que siempre habéis sido sordos e
incrédulos a mis llamados.
Hoy mismo os estoy diciendo: tomad mi Obra como
si fuese un arca y penetrad en ella para que seáis salvos de las tempestades
que se avecinan; pero veréis cómo muchos no van a querer dar crédito a mi
aviso, y no se van a preparar; y cuando la prueba llegue y los azotes, entonces
empezarán a decir que me he vengado en ellos y que les he castigado.
Oíd mi palabra, oh pueblo, y saboread su
dulzura; abrid vuestro corazón y sentiréis la visita de vuestro Padre.
Confesaos espiritualmente delante de Mí, y sentiréis una paz que os hará desear
no perderla ya nunca más.
¿Cómo es posible que me estuvieseis esperando, si estabais llenos de violencia y si mi venida os ha causado terror en lugar de una infinita alegría? Vuelvo a deciros que de Mí nada debéis temer, en cambio, de vosotros mismos, todos los males os pueden llegar. Cuidaos entonces, de la restitución que os podéis acarrear a causa de vuestras faltas.
Celoso si soy, inexorable, pero justo, recto y
puro. Si de Mi brotasteis limpios, creo que es justo que en esa misma forma
debéis de retornar. Os he enseñado que lo manchado no puede llegar a Mí, antes
debe de purificarse y eso es lo que está aconteciendo en el mundo en este
tiempo.
En Jesús, el mundo miró a su Dios humanizado,
de él sólo recibieron los hombres lecciones de amor, enseñanzas de infinita
sabiduría, pruebas de justicia perfecta, pero nunca una palabra de violencia,
un acto o una demostración de rencor; en cambio, mirad cómo fue ofendido y
escarnecido, El tenía potestad y todo el poder en su mano, cual no lo tiene el
mundo entero, pero era menester que el mundo conociese a su Padre en su
verdadera esencia, justicia y caridad.
En Jesús, el mundo vio a un Padre que todo lo
da por sus hijos, sin pedir en cambio, nada para él. Un Padre que perdona con
infinito amor las peores ofensas, sin ejercer nunca venganza, y un Padre que,
antes de quitarle la vida a los hijos que le ofenden, les perdona, trazando con
su sangre el camino de su redención espiritual.
¿Cómo había de ser posible que en este tiempo
en que me manifiesto a los hombres en espíritu, viniese Yo a borrar de sus
corazones el concepto que tienen del Padre amoroso y justo, que de Mí se han
formado a través de su vida en la Tierra?
Debéis de prepararos, porque traigo justicia
para todos. Prepararos, porque la majestad con la que me presento no debe
causaros miedo en vuestro corazón, sino que debe ser motivo de gozo y de
alegría.
Velad y orad, para que en la batalla que se
aproxima, podáis estar a mi lado.
Contemplad cómo mi luz viene a rasgar las
tinieblas de vuestro mundo. Ciertamente que Yo vengo a combatir a los hombres;
pero solamente para borrar todo lo malo que en sus corazones alienta. Yo pondré
la luz y la fuerza de mi amor en los que fielmente me sigan y entonces éstos
dirán: Vamos a buscar al dragón que nos acecha, a la bestia que nos induce a
pecar y a ofender al Señor. La buscarán en los mares, en el desierto, en los
montes y en las selvas, en lo invisible y no la hallarán, porque ella vive en
el corazón de los hombres, él es el que la ha engendrado y ahí ha crecido,
hasta llegar a dominar la Tierra.
Cuando los reflejos de mi espada de luz hieran
el corazón de cada hombre, la fuerza que procede del mal se irá debilitando
hasta morir, entonces diréis: "Señor, con la fuerza divina de vuestra
caridad he vencido al dragón, aquel que yo creía que acechaba desde lo
invisible, sin llegar a pensar que lo llevaba dentro del corazón.
Cuando la sabiduría brille en todos los hombres, ¿Quién se atreverá a tornar el bien en mal? ¿Quién dará lo eterno por lo pasajero? Nadie, en verdad os digo, porque todos seréis fuertes en la sabiduría divina.
El pecado procede de la ignorancia y de la
debilidad.
Por eso os estoy invitando a que penetréis a mi
cátedra divina, para que seáis verdaderamente hijos de la luz.
Una nueva era se ha abierto ante la humanidad;
mientras el mundo duerme sin darse cuenta de la luz que le está iluminando, en
lo espiritual hay gozo y fiesta. Sobre todo espíritu y sobre toda carne, se ha
derramado mi Espíritu en este tiempo.
Está diseminada la nueva simiente de Abraham y
es menester reunirla para darle mi nueva lección espiritual. No han bastado las
guerras, la destrucción, el caos y la muerte, para hacer comprender a la
humanidad que mi justicia ha descendido a hacerle un llamado al camino de mi
Ley. Los emisarios que he enviado duermen, y en el mundo sólo van en pos de
comodidades, bienestar y posesiones terrestres; el ideal de eternidad
espiritual lo han escondido. La voz de la conciencia les ha hablado y su grito
se ha perdido en el materialismo de la mente y del corazón humano. Yo he dejado
que todo el dolor, la amargura, el odio y la impiedad se desborden, pero al
mismo tiempo he recordado a los hombres mi Ley de amor y de justicia,
haciéndoles reconocer que en un tiempo como éste estaba pronosticada mi venida.
Un humilde rincón de la Tierra fue elegido por
Mí para mi manifestación; hombres y mujeres humildes fueron escogidos en este
tiempo para que me sirviesen de medio para mi comunicación y tuvieran la dicha
de ser los que escucharan por primera vez mis divinas palabras en este Tercer
Tiempo. Pacientemente y en virtud de la esencia de esta palabra y de los
prodigios que he hecho entre mis hijos, aquel primer grupo se convirtió en
multitud y más tarde en un pueblo.
Ha luchado mi palabra por apartar a estos
corazones de las complicaciones materiales, del egoísmo y de la hipocresía,
también en alejarlo de los vicios y de la ignorancia, esa es la única cruz que
sobre sus hombros he posado; pero esos son los primeros pasos. He dicho a este
pueblo, que llegará el día en que con su mirada, con su palabra o con su
pensamiento, lleve a cabo obras sorprendentes. ¿Cuándo serán estos
acontecimientos? Cuándo haya espiritualidad entre vosotros.
Los pensamientos unificados de una multitud
serán capaces de abatir las malas influencias y derribar a los ídolos de sus
pedestales.
Hoy todavía os sentís estremecer bajo la
influencia de la guerra, ante la furia de los elementos y teméis al juicio de
los hombres. Es que aún os sentís pequeño y torpe por la falta de desarrollo de
vuestros dones.
Bienaventurado el que se prepare porque estando
dentro de esta batalla, será el soldado fuerte que al final salga victorioso.
¿Cuáles creéis que son las fuerzas que van a contener? Me contestáis con
razonamientos humanos, Yo os digo que serán las fuerzas del bien y del mal las
que han de enfrentarse en la lucha decisiva. ¿Cuál de esas fuerzas creéis que
vencerá? Me decís: Indudablemente la fuerza del bien, Maestro. Y en verdad el
bien vencerá en vosotros al mal, cuando os améis los unos a los otros.
Os enseñé en aquel tiempo a vencer las
tentaciones del mundo y a la muerte, haciendo que el amor y la verdad salieran
triunfantes. Ahora quiero que me imitéis, que arrojéis de vuestro corazón las
pasiones, para que ahí, en vuestro interior, se aloje la paz del Espíritu
Divino y me invitéis a tener en vosotros mi santuario. Mas cuando hayáis
vencido el mal, os sorprenderéis al comprender que la tentación la habíais
formado con vuestras pasiones, tendencias, debilidades y pecados y que cuando
las vencisteis, disteis muerte en vosotros a aquella influencia dominante.
Haced méritos para alcanzar la paz, pueblo, mas
no me pidáis esa paz, sin antes haber luchado para merecerla. Los tiempos han
pasado, vuestro espíritu ha crecido y él tendrá que labrarse cuanto anhele y
necesite. Su niñez, aquella edad en que el Padre tenía que proveer de todo a
sus pequeños, ha pasado.
Voy a probar a la humanidad que sus problemas
no se resolverán por la fuerza y que mientras haga uso de armas destructoras y
homicidas, por terribles y fuertes que ellas parezcan, éstas no serán capaces
de hacer la paz entre los hombres; al contrario, traerán como consecuencia
mayores odios y deseos de venganza. Sólo la conciencia, la razón y los
sentimientos de caridad podrán ser los cimientos sobre los cuales se asiente la
era de paz, mas para que esa luz brille en el interior de los hombres, es
menester que antes beban hasta la última gota del cáliz de amargura.
No os amedrentéis, discípulos, cuando escuchéis
rumores de guerra, cuando veáis llegar el hambre y la miseria y aparezcan las
más extrañas epidemias.
En el fondo de vuestro corazón tendréis la
certeza de que cuando lleguen estas pruebas, la humanidad estará bebiendo los
residuos del cáliz de amargura; no permaneceréis inactivos o indiferentes en
esa hora, por el contrario, os entregaréis a vuestra misión llevando luz a la
mente del confundido y bálsamo al enfermo.
Velad y orad, pueblo, para que las influencias
de esa fuerza del mal en la que vibran las pasiones humanas y se agitan los
espíritus turbados, no empañen la luz que he hecho llegar a vuestro
entendimiento.
¡MI PAZ SEA CON VOSOTROS!
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