sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 157

Pueblo de Israel: me presentáis vuestro corazón. Quiero que me améis como Padre; mi Espíritu se encuentra deseoso de vuestro amor. El mundo me ha olvidado, y si me busca, lo hace por medio de cultos imperfectos, y como no tiene pruebas de mi presencia, pierde su fe y se vuelve incrédulo. Si alguien le dijera que Yo estoy hablando al pueblo de Israel, no lo creería, me pediría pruebas y sería como Tomás; y Yo os he dicho: Bienaventurado el que sin ver cree.

El templo que he preparado para Mí, está en el mismo espíritu del hombre, como siempre os lo he enseñado.

Estudiad mis manifestaciones y pensad que he venido una vez más entre vosotros porque no habéis sabido venir a Mí; teniendo la Ley, mi palabra y las profecías, no habéis cumplido vuestra misión. Si hubieseis analizado, estaríais esperando los acontecimientos que han de señalar esta nueva era.

Yo he venido a daros mi enseñanza como en el Segundo Tiempo. Muchos me desconocerán, sólo aquellos que se espiritualicen, verán con claridad esta manifestación. Vosotros que me oís sentid caridad por la humanidad que no ha encontrado mi huella y preparaos para enseñar, convertíos en maestros. Con cuánto regocijo miraréis en vuestros discípulos crecer su fe y conocimiento en mi Doctrina.

Muchos corazones vendrán a Mí. Los que se han llenado de soberbia, vendrán humildes; otros llegarán guiados por su conciencia, midiendo sus obras y con gran arrepentimiento. Yo estoy esperándoles para prepararles, para que sea su espíritu como una fuerza limpia, y mi palabra, como agua cristalina que calme su sed.

Elías fue enviado a preparar a los que habían de recibir esta luz. Sorprendió a la humanidad durmiendo en profundo sueño para todo lo que es espiritual, sólo unos cuantos estaban preparados para recibir el mensaje ¡Cuánta dicha en esos hijos al ver cumplida mi promesa! ¡Y cuánto amor en mi Espíritu para todos los hombres! Han pasado los años y mi palabra ha fluido llena de esencia, para alimentar los corazones. Otros despertarán tarde, cuando esta manifestación haya pasado; mas que no se lamenten, porque un tiempo de mayor gracia vendrá para todos, en que buscaréis comunicaros Conmigo sin intermediarios materiales.

Los hombres de ciencia serán tocados por Mí. Muchas enfermedades extrañas aparecerán y no sabrán curarlas; serán impotentes para calmar el dolor. Sólo aquellos que se eleven espiritualmente, tendrán el poder de curación. Habrá ministros que llenos de anhelo de espiritualizarse, se adhieran al pueblo de Israel. Muchos que han sido primeros, serán postreros. De muchas instituciones e iglesias que no han sido fincadas sobre bases de amor, no quedará ni piedra sobre piedra. Estoy limpiando los campos, y no quiero que junto al trigo crezca la cizaña.

Visitad hogares, acercaos al lecho del enfermo, ayudad a los que sufren en presidios y lugares de expiación, consolad a todos, id en mi nombre y practicad vuestros dones.

Tomad como ejemplo al mundo espiritual, imitadlo en su paciencia y en su amor por la humanidad, en su lucha por el bienestar de todos vosotros.

Los que mucho han amado al mundo, pero que luego me han escuchado, han reconocido sus errores y han sentido que nace en ellos el deseo de purificarse, sostienen una lucha interior y luego me preguntan: Señor ¿Es menester desconocer a la carne y al mundo, para lograr que nuestro espíritu se liberte? A lo cual Yo les respondo: el mérito no consiste en desconocer a la carne, sino en llegar a encontrar la armonía entre el espíritu y el cuerpo que le sirve de envoltura, mas ¿Cómo alcanzar esa armonía si antes el espíritu no se deja conducir por su conciencia?

¿Creéis que Yo haya puesto a vuestro cuerpo como un enemigo de vuestro espíritu? No, me contestáis; pero así han marchado siempre, como enemigos. En guerra continua han andado siempre el uno y el otro, porque siente el deseo de libertarse y de alcanzar un grado de mayor perfeccionamiento.

Sólo mis enseñanzas, que son la explicación de la Ley, podrán llevaros a la concordia, a la reconciliación interior de vuestro ser. Creed, que cuando hayáis ganado esa batalla, todo el camino os será ya fácil.

La carne, y así lo debéis comprender, es la nave, el espíritu es el piloto, ¿Cómo ha de ser justo que la nave sea la que conduzca al piloto según a ella le parezca?

De esa falta de armonía en el hombre, es de donde han surgido esas grandes tempestades, de las cuales, la mayoría de las veces ha salido derrotado el espíritu. Mas cuando la carne, doblegada al fin por la persuasión y la confianza de que el espíritu se encamine hacia su gran final, tome mansamente la misión que le corresponde y ya no prive a su espíritu de lo que a él le pertenece, se habrá logrado alcanzar la armonía entre dos naturalezas de que está formada la criatura humana. Esta elevación la alcanzaréis cuando la materia y el espíritu caminen unidos por el sendero de la evolución espiritual que les muestra el amor y la sabiduría de su Creador a través de su conciencia. La materia, con su obediencia, con su docilidad y mansedumbre ante los dictados de su espíritu, llegará a crucificarse, en la cruz del sacrificio y de la renunciación, para dar a su espíritu la elevación y la alegría de haber alcanzado su lugar en la vida eterna.

El libre albedrío es la expresión más alta, es el don más completo de la libertad que le fue concedida al hombre en el camino de la vida, a fin de que su perseverancia en el bien, lograda por el consejo de la conciencia y por la lucha en el cumplimiento de las pruebas, le hiciese alcanzar el seno del Padre. Mas el libre albedrío ha sido sustituido por el libertinaje, es desoída la conciencia y sólo se atiende a los dictados del mundo, y la espiritualidad ha sido sustituida por el materialismo.

Ante tanta confusión y tanto desvío, mi Doctrina les parecerá absurda a los hombres de este tiempo, mas yo os digo que es la enseñanza justa para lograr que los hombres se libren del letargo en que se encuentran.

Caminantes: dejad vuestro cayado y vuestra alforja y descansad de vuestro largo viaje, sentaos en torno mío, comed de mi pan y conversad con vuestro Maestro. Dejad que vuestro espíritu venga a mí en una comunión perfecta.

Sois el mismo pueblo que en otros tiempos me seguisteis en busca de perfeccionamiento para vuestro espíritu y ahora me preguntáis sorprendidos: ¿Por qué habéis vuelto entre nosotros? Y Yo os contesto: escrito está que el espíritu de mis hijos ha de vivir a la diestra de su Señor por toda la eternidad, y para que vosotros podáis llegar a Mí, es menester que aprendáis y hagáis méritos imitando a vuestro Maestro.

He sembrado mi simiente en vosotros a través de los tiempos y cuán pocos son los que me han amado. He manifestado mi poder por medio de enviados, elegidos entre un gran número de espíritus, desde el justo Abel que fuera ejemplo de humildad; José, hijo de Jacob, en quien fuera derramada la sabiduría y la santidad; Juan el Bautista, quien sólo vivió para dar testimonio de Mí, sin haber tomado del mundo nada que dañara su cuerpo o su espíritu; y como éstos, que fueron limpios de espíritu, tantos otros que vosotros conocéis y cuya obra crece y se agiganta con el correr de los años. Más no os han bastado tantas pruebas y tantas voces que habéis dejado perderse en el infinito, porque no habéis querido ver en mis enviados un reflejo de mi Divinidad.

Pedisteis la presencia de vuestro Señor, para palparlo y oír su voz hablando vuestro mismo lenguaje y os fue concedido para lograr vuestra salvación, y a pesar de haberme tenido tan cerca y de haber hablado a mi pueblo, no habéis venido en pos de Mí, y me habéis obligado a volver entre vosotros.

Está escrita en el libro de vuestra conciencia mi lección del Segundo Tiempo. Os enseñé a amar y a recibir la caricia y la ternura de María. Me recreé sintiendo y amando el calor del regazo materno, saboreando también el sustento que su seno me ofrecía. Supe gozar con Ella y compartir el trabajo y las duras jornadas. Recibí la caricia de los rayos del astro rey y goce contemplando los montes, los campos, el mar y sobre todos derramé mis bendiciones. Preparé las mieses, las aguas y todo aquello que da el alimento a los hombres.

Supe estrechar la mano del amigo, me recreé con la inocencia de los niños, con la gallardía y la nobleza de los mancebos y con la pureza del corazón de las doncellas. Me llené de satisfacción al contemplar la abnegación y el sacrificio de las madres y la fortaleza de los hombres. Durante treinta y tres años viví en el mundo, para que el hombre palpara la perfección y los ejemplos de su Señor, al cual podían contemplar de cerca y para que aprendiesen a imitarme en todo momento. Os enseñe el amor a Dios, así como el cumplimiento de sus leyes; os dije cómo debíais amar a vuestros padres, a vuestros hermanos y a vuestros hijos; os hablé del amor entre esposos; os mostré el camino limpio del trabajo, del respeto y de la caridad de los unos a los otros; os invité a vivir en perfecta comunión con el Padre y en armonía también con la Naturaleza.

Sin embargo, muchos fueron los llamados y pocos los escogidos; fueron doce en quienes derramé el caudal de mi sabiduría. A ellos les hice responsables del Segundo Testamento, de mis lecciones dadas casi todas en sentido figurado; de mis parábolas que fueron incontables, y todo eso quedó grabado en la conciencia de los hombres, para que ni el tiempo, ni las vicisitudes llegasen a borrarlo.

Dí fortaleza a esas criaturas, para que nada les acobardase en la lucha que les esperaba, y supieran enfrentarse a los sabios y colocarse sobre la ciencia humana. Dije a mis discípulos: "Os dejo como pastores de la humanidad, de ese rebaño hoy disperso que tendrá que ser reunido en un solo aprisco". También les dije: "Edificad el templo" y al hablarles así, no me refería a templos construídos de cantera, les hablaba del espíritu, en donde corresponde construir la morada para vuestro Señor. Mi templo, no puede el hombre siquiera representárselo, porque lo forman el Universo con todas sus criaturas y es en él donde se encuentra el verdadero altar, la ofrenda y la luz.

El corazón de mis discípulos se encontraba preparado, el vaso estaba limpio de dentro y de fuera y lleno de dulzura, de fe y de esperanza. Así se levantaron a comunicar a la humanidad la buena nueva. Y al hablar después de mi partida, decían a sus hermanos: Todos podéis recibir al Señor, en su palabra está contenida la sangre y el cuerpo del Maestro.

Así hablaban y Yo les conducía paso a paso. Supieron enseñar y comprobar con hechos todas sus palabras. Por doquiera que fueron, estaban dentro del templo, ya estuvieran en el desierto, en el valle o en las diversas naciones que su planta pisó. Su boca fue como manantial de aguas cristalinas y vivificadoras que purificaban a los pueblos.

No tuvieron, como no lo tuvo Jesús, ni corona, ni cetro, ni manto de púrpura; fueron humildes. Yo les dije: "Sed humildes, sed los últimos doquiera que vayáis. Dad a vuestros hermanos todo lo que de Mí hayáis recibido, no ocultéis nada y haced que mi simiente se multiplique y llegue a todos los corazones".

Mis discípulos respetaron siempre la vida humana, no osaran tomar jamás mi lugar de juez. Supieron dejarme la causa, justa o injusta que sólo Yo podía resolver. No preguntaron a los hombres por qué pecaban y para todos tuvieron piedad y misericordia.

Ahora, en el Tercer Tiempo, cuando mi pueblo se acerca al final de mi comunicación, me encuentro preparando nuevos discípulos. Todo se ha consumado según mi voluntad. Estoy edificando el templo indestructible en el espíritu de mis hijos.

No me presentéis más símbolos, ni me representéis en forma material; sólo oíd y obedeced mis inspiraciones, eso os bastará para lograr alcanzar la espiritualidad.

En este tiempo habéis oído mi voz en la misma forma en que os la hice oir en el Primer Tiempo, en el que hacía estremecer el espíritu de los hombres.

Ahora no vengo a daros mi enseñanza por conducto de Jesús, mi Verbo Encarnado; os he hablado a través de criaturas humanas, porque ya habéis escalado y podéis comprenderme y transmitir mi palabra.

Ya está próximo el final de esta manifestación, para iniciarla en una forma más elevada, estableciendo la comunicación de espíritu a Espíritu con vuestro Creador, que es la que usan los espíritus más elevados que habitan cerca de Mí.

No temáis al día de mi partida, porque jamás estaré ausente de vosotros. En el Segundo Tiempo, después de mi ascensión, me presenté a mis discípulos limitado en la forma de Jesús, para darles el consuelo. Hoy, ignoráis cuántos días no me sentiréis, mas al cabo de ellos, volveréis a mirarme y a sentir que os inspiro, y que fluyen a vuestra mente nuevas palabras. Solo os pido unificación, un solo cuerpo y una sola voluntad, para que así seáis dignos de llegar hasta el final. Estarán presentes en ese día, las doce tribus del pueblo escogido; los doce apóstoles también os acompañarán; para que os sintáis fortalecidos con su ejemplo, porque voy a dejaros al igual que a ellos como ovejas entre lobos hambrientos; mas Yo estaré con vosotros en vuestra persecución, en la prisión, en todo momento en que me necesitéis

Yo protegeré mi semilla.

Trabajad todavía mucho, para que cuando Yo contemple que entre mi pueblo reina el amor, la limpidez y la sencillez, os deje como maestros de la humanidad. Si os piden enseñanza, entregadla; si os hacen callar, callad humildemente; sembrad siempre a vuestro paso, como os lo he enseñado.

Amad a vuestros hermanos, para que pongáis los cimientos de la paz y de la concordia entre ellos.

Pueblo: ¿Hasta cuándo habréis de fructificar? Ha pasado mucho tiempo desde que os estoy doctrinando y aún no surgen los apóstoles que tanto está necesitando la humanidad para levantarse.

Corto es el tiempo que os queda para que aún podáis oirme y es menester que aprendáis mis lecciones, para que os sea más fácil dar testimonio de ellas.

Pensad que de los ejemplos que deis así como de vuestras obras, después de que Yo haya dejado de hablaros, depende que muchos de los corazones que no tuvieron la dicha de escucharme en esta manifestación, despierten a la fe y se conviertan a mi Obra.

Os pongo como un ejemplo de estas palabras, la conversión de Saulo, más tarde llamado Pablo, quien entregó por completo su cuerpo y su espíritu al servicio de su Señor.

Pablo no se contaba entre los doce apóstoles, no comió en mi mesa ni me siguió por los caminos para escuchar mis enseñanzas; más bien, él no creía en Mí ni veía con buenos ojos a los que me seguían. En su corazón existía la idea de exterminar la simiente que Yo había confiado a mis discípulos, la cual empezaba ya a extenderse; pero Pablo ignoraba que él era uno de los míos. Conocía que habría de venir el Mesías, y creía en ello; mas no podía imaginar que el humilde Jesús fuese el salvador prometido. Su corazón estaba lleno de la soberbia del mundo y por eso no había sentido la presencia de su Señor.

Saulo se había levantado en contra de su Redentor. Perseguía a mis discípulos así como a las gentes que a ellos se acercaban para escuchar mi mensaje de labios de aquellos apóstoles. Y así le sorprendí, dedicado a perseguir a los míos, le toque en lo más sensible de su corazón y al instante me reconoció, porque su espíritu me esperaba, por ello oyó mi voz.

Fue mi voluntad, que aquel hombre público se convirtiese de esa manera, para que el mundo fuese presenciando a cada paso esas obras sorprendentes que le sirviesen de estímulo a su fe y a su comprensión.

¿Para qué citar hecho por hecho la vida de aquel hombre, que desde entonces se consagró a amar a sus semejantes, inspirado en el amor hacia su Maestro y en sus divinas lecciones?

Pablo fue uno de los más grandes apóstoles de mi palabra, su testimonio fue siempre de amor, de limpidez, de verdad y de luz. Su anterior materialismo, se transformó en una espiritualidad muy elevada, su dureza se convirtió en infinita ternura, y así se cambió el perseguidor de mis apóstoles en el más diligente sembrador de mi palabra, en el incansable caminante que llevara a disitintas naciones, a comarcas y a aldeas, el divino mensaje de su Señor, por quien vivió y a quien le ofrendó su vida.

Aquí tenéis, pueblo amado, un bello ejemplo de conversión y una demostración de que, aun no habiéndome escuchado, pueden llegar los hombres a ser mis grandes apóstoles.

Hoy os digo: ¿En dónde está mi pueblo? ¿Dónde está aquel que era prudente en las pruebas, fuerte en las batallas y perseverante en las luchas? Está diseminado por el mundo; mas Yo le levantaré con mi voz y lo reuniré espiritualmente, para que vaya al frente de todos los pueblos; pero os digo que ahora estará formado por hombres de todas las razas, los cuales llegarán a entender cuál es la alianza que estoy esperando de todos los hombres.

Este pueblo será fuerte y combativo, mas no tendrá armas homicidas, ni carros de guerra, ni entonará cantos de exterminio. Su bandera será la paz, su espada la verdad y su escudo el amor.

Nadie podrá descubrir dónde está ese pueblo y él estará en todas partes, sus enemigos tratarán de destruirlo, pero no podrán, porque nunca lo encontrarán reunido materialmente, porque su unión, su orden y su armonía, serán espirituales.

Si en aquel tiempo un Moisés lo libertó y por caminos áridos y solitarios lo condujo, atravesando en medio de enemigos que lo cercaban y lo hizo cruzar entre ellos, hasta ponerlo a las puertas de la Tierra Prometida; ahora un Elías invisible pero manifiesto y presente, llamará a la lucha al pueblo y le mostrará sendas de luz para llevarlo con paso firme y certero hasta los umbrales de la morada que tengo reservada a vuestro espíritu.

La Ley espiritual que le sirva de norma y de guía, será la misma que escribí en la piedra y que os fue revelada en el Monte Sinaí. El pan espiritual que le sustente, será el que está contenido en la palabra que por conducto de Jesús se os dio; la luz que le dé esperanza y fortaleza para no desviarse nunca más del sendero de la verdad, será la inspiración que en este tiempo está descendiendo desde el infinito, para revelar a los espíritus todo lo que era para ellos desconocido.

Todo el que manifieste adelanto en los dones que le he concedido, así como en sus facultades espirituales, que sea además un buscador infatigable de la verdad, o que ame la espiritualidad, de cierto os digo que ése será uno de los soldados de este pueblo y sabrá escuchar la voz de su Señor cuando llame a la lucha, así como cuando lo invite a la paz.

¿Os parece este miraje tan sólo un bello sueño?

Cuando Moisés buscó a Israel en Egipto y le anunció las bendiciones de la Tierra de promisión, el pueblo dudó, porque se había acostumbrado a estar atado al yugo de la servidumbre y a las penalidades de la esclavitud, pareciéndole imposible que pudiera existir para él una tierra de libertad y de bienestar; sin embargo, aquel pueblo se levantó y poco a poco se fue acercando a aquella tierra que al principio le había parecido tan sólo un hermoso sueño, hasta lograr alcanzar el fruto de su perseverancia y de su lealtad.

No me imaginéis tocado con corona y ostentando un cetro, no, mejor recordadme humilde y sencillo.

Quiero que toméis de mi palabra su esencia que es el alimento de todo espíritu. En ella encontraréis el pan de la vida, el vino de la alegría espiritual, el fruto del verdadero amor.

Es menester que mientras coméis Conmigo en la mesa de amor y espiritualidad, aprendáis a hablarme y aprendáis a oirme, porque esta manifestación que ahora presenciáis, es pasajera y es indispensable que aprendáis a comunicaros espiritualmente Conmigo para que al dejar de oír mi voz bajo esta forma, no vayáis a sentiros abandonados, solitarios o huérfanos.

Recreaos en este tiempo que tenéis mi comunicación; pero nunca apartéis de vuestra mente el día que está señalado por mi voluntad, para que recibáis por última vez mi palabra.

Os digo esto porque quienes se familiaricen demasiado con mi comunicación, será para ellos la muerte el día que ya no puedan escucharme y entonces estarán expuestos a buscar por medios ya ilícitos, una manifestación que en algo llene el vacío de su corazón, mas no estará allí mi luz.

Es necesario que desde ahora comprendáis que de no tener un término esta comunicación, nunca podríais dar un paso hacia adelante, porque no tendríais interés en estudiar mi palabra, ni en procurar la comunicación espiritual; ¿Para qué hacerlo si día tras día podríais escuchar esta palabra y recibir este consuelo cada vez que lo pidiérais? Pero cuando la lección haya concluido y el mensaje haya sido entregado, todo cambiará y entonces, si queréis sentirme cerca, tendréis que meditar en todo aquello que vuestra memoria guardare y si queréis sentiros fuertes, tendréis que entregaros a un verdadero cumplimiento espiritual, en el que os convirtáis en sembradores de paz, de luz, de bálsamo y caridad.

Por vuestro bien, debe ser breve el tiempo que me escuchéis a través del entendimiento humano, porque sois tan pequeños y tan frágiles, que no bien ha pasado un poco de tiempo de estarme oyendo, cuando ya comenzáis a familiarizaros con mi presencia en esta forma. Dejáis de sentir aquella emoción que os embargaba los primeros días, y cada vez vais experimentando menos aquella alegría, aquel gozo de venir a escucharme, gozo que os quitaba muchas noches hasta el sueño, pensando en que ibais a escucharme, ansiando que llegara el día y el momento de volver a oír aquella voz que por momentos os parecía imposible que pudieseis escuchar.

"¿Será verdad, preguntabais en vuestro corazón, que pueda yo escuchar la voz de mi Señor? ¿Seré digno de presenciar la manifestación de mi Creador, a través de esa maravillosa palabra?" "¡Oh Maestro, qué gozo tan grande el que has dado a nuestro espíritu haciéndonos oír tu voz paternal, tu palabra de Maestro, tu Verbo Divino!" Y no os cansabais de escucharme, y no queríais perder una sola palabra, y no queríais desobedecer uno de mis mandatos. Pero fue pasando el tiempo y os fuisteis acostumbrando a oírme y como ya no procurabais profundizaros, comenzó a cansaros mi palabra, a la que encontrabais monótona, siempre la misma, siempre igual, sin daros cuenta de que erais vosotros los que no llegabais preparados como en los primeros días, cuando os acercabais llenos de unión, de respeto, de asombro, de fe, de amor y humildad.

Puedo deciros que no ha habido un solo corazón que habiéndome escuchado por algún tiempo, no se haya familiarizado con mi palabra y mis manifestaciones; por lo que os digo una vez más, que debido a vuestra pequeñez y fragilidad humana no podéis permanecer por mucho tiempo en la espiritualidad y es mejor que por vuestro bien Yo limite el tiempo de mi comunicación, porque de no hacerlo así, acabaríais todos por no sentir respeto por algo que ha sido una gracia que vuestro Maestro, en cumplimiento a una promesa del Segundo Tiempo, ha venido ahora a entregaros.

¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!

No hay comentarios: