De muchas fuentes habéis bebido, con la
esperanza de ver colmada vuestra sed de amor y en este tiempo os encontráis más
sedientos que nunca. ¿Qué hicisteis del agua de la vida que desde aquel tiempo
os di?
Yo había dicho a la mujer de Samaria: El que
bebiera de esta agua que Yo doy, sed no volverá a tener. Yo hoy os digo: si de
aquella agua viva hubiera bebido la humanidad, no llevaría en sí tanta miseria.
No perseveró la humanidad en mi enseñanza y
prefirió tomar mi nombre para crear religiones según su interpretación y
conveniencia. Yo abolí tradiciones y le enseñé la Doctrina del amor, y hoy
venís a Mí, para presentarme ritos vanos y ceremonias que en nada benefician al
espíritu. Si no existe espiritualidad en vuestras obras, no puede haber verdad
y lo que no tiene verdad no llega a vuestro Padre.
Cuando aquella mujer samaritana sintió que la
luz de mis ojos penetraba al fondo de su corazón, me dijo: "Señor,
vosotros los judíos decís que Jerusalén es el lugar en el que hay que adorar a
nuestro Dios". Entonces le dije: "Mujer, en verdad te digo, que se
acerca el instante en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre
como lo hacéis ahora. Se acerca el tiempo en que se adore al Padre en espíritu
y en verdad, porque Dios es Espíritu.
Esta es mi Doctrina de todos los tiempos. Mirad
que teniendo la verdad delante de vuestros ojos, no habéis querido ver. ¿Cómo
podréis vivirla si no la conocéis?
Es por eso que habéis llegado sedientos ante mi
presencia; más cuando habéis escuchado esta palabra, vuestro corazón ha sentido
la frescura del agua de la vida y ya no habéis querido alejaros de la fuente.
Me habéis dicho: Señor, nos habéis anunciado que
esta palabra que hoy nos dais a través de estos portavoces, tendrá su límite,
¿Que debemos hacer para que la sed no vuelva a sorprendernos? El Maestro os
dice: Yo he venido a enseñaros a orar, a revelaros los dones que poseéis y que
ignorabais, por medio de los cuales podréis practicar mi Ley e imitarme. El que
tiene espiritualidad en su vida, ese no puede sentir sed, fatiga, hambre, ni
miseria. Además os digo: Yo estaré más cerca de vosotros después de 1950, por
vuestra espiritualidad.
Entonces me preguntáis: ¿Cómo se logra la
espiritualidad? Y Yo os digo: la alcanzaréis orando de espíritu a Espíritu,
procurando ser justos en todos vuestros actos, practicando la caridad con
vuestros hermanos. Cuando así se vive, el espíritu se liberta y guía los pasos
del hombre, iluminado por la luz de la conciencia; deja de sentirse solo en la
Tierra porque comprende que la presencia del Señor y la del mundo espiritual lo
acompañan. A cada paso que da por la vida, descubre una nueva luz y obtiene por
sí mismo un nuevo conocimiento. Deja de sentirse paria o miserable, recreándose
con las maravillas creadas por su Padre, las que ahora descubre por el don de
inspiración y de revelación.
También os digo en este tiempo, que el que
tomare del agua que Yo doy, que es mi palabra, jamás volverá a tener sed. Como
también os digo que no busquéis determinado sitio para orar ya que en todos
podréis hallarme.
Os he prevenido de todo lo que puede provocar
desaliento en vuestra vida para que ni por un instante os desaniméis en vuestra
jornada. Os he anunciado que llegará el tiempo en que todas las religiones
tratarán de escudriñar esta Doctrina y que al interesarse por ella la juzgarán
a través de vuestros actos, palabras y testimonios.
Ya sabéis que vais a ser discutidos y
combatidos, que esgrimirán tantos argumentos en contra de la fe que abrazáis,
que muchos tímidamente se ocultarán, otros se desmoralizarán y los más,
confundiéndose, se apartarán del buen camino.
No olvidéis que todo esto ya os lo he anunciado,
mas también debo recordaros que quienes perseveren, a pesar de todos los
obstáculos y oren en silencio sin que su fe y su esperanza flaqueen, ésos serán
como la semillita de la parábola, la que se salvó del huracán, y que llegado el
tiempo señalado comenzó a germinar, a crecer y luego a multiplicarse hasta
cubrir las tierras, porque supo esperar que los vientos amainaran para poder
vivir y reproducirse.
¿No quisierais ser vosotros la semillita de
esta parábola, para tener mañana la gloria de ser llamados por vuestro Padre
los hijos de la fe como llamé a Noé? No temáis, que el huracán no se levantará
tan sólo en contra de vosotros. Así como veis que los pueblos y las potencias
de la Tierra se arman para la lucha, así también las distintas religiones se
aprestan para dar la batalla.
Es menester que por un instante se cierren los
cielos para todos, y que sólo se vuelvan a abrir hasta que un solo clamor sea
el que se eleve de la Tierra, reconociendo que es uno sólo el Padre de todos
los seres.
Quiero que desde ahora comprendáis cual va a
ser la misión que vais a desempeñar en el seno de esa contienda, misión que no
sólo comprende lo espiritual, sino también corresponde a lo material.
La justicia del Padre ha tocado con su cetro a
esta nación, para darle potestad en contra de la guerra, la injusticia y la
falsedad. Sus moradores han sido ungidos en sus corazones y espíritus, para que
se aparte de ellos la guerra. Han sido preparados y acrisolados para que tengan
paciencia, que no se amedrenten por los sufrimientos, cuando en el mundo cunda
la desolación y se escuchen los lamentos de los moradores de las naciones. De
este pueblo se elevará entonces la oración, se depurará el culto a su Padre,
las obras de caridad que a su paso hagan se multiplicarán, porque ese será el
tiempo anunciado en el que todas las tierras estarán propicias para recibir
esta simiente de amor.
Anticipaos a la lucha con vuestra preparación,
desarrollad vuestros dones, dad brillo a vuestras armas; no rehuyáis las
pruebas porque ellas dan temple y fortaleza a vuestro espíritu.
Id limpiando vuestro corazón a fin de que
lleguéis a esa lucha limpios y preparados, entonces nada tendréis que temer.
Las fuerzas espirituales y los elementos de la Naturaleza estarán de parte de
todos aquellos que se levanten como soldados de mi causa de amor, de paz y de
justicia.
En esta era vengo a buscar los corazones de la
humanidad para enseñarles el camino.
Vosotros, que aún tenéis tradiciones, recordáis
mi presencia entre vosotros en el Segundo Tiempo: os acordáis de la entrada de
Jesús en Jerusalén, rememoráis con amor aquel tiempo y meditáis sobre el
significado de algunos de aquellos pasajes, Y Yo os digo: No hago hoy mi entrada
en la ciudad bendita, sino en el corazón de todos mis hijos de buena voluntad.
Si queréis recibirme como huésped, preparaos y Yo estaré con vosotros. Yo os he
amado siempre de la misma manera; mi Espíritu es inmutable. Los que me amáis y
anhelosos queréis seguirme, contempláis delante de vosotros la escala que
conduce a Mí. Mi camino es conocido de todos, vuestro espíritu sabe que para
llegar a Mí, es menester cumplir con todos los preceptos de la Ley.
Quiero que seáis limpios de espíritu. Yo estoy
dispuesto a desbordarme en todo aquel que se prepare.
Los espíritus justos que habitan Conmigo, al
contemplar mi Obra del Tercer Tiempo, lamentan la incomprensión del corazón
humano. Todavía hay quienes dudan y ponen condiciones para cumplir, mas Yo
seguiré en mi lucha, por amor a vosotros, llamando a los corazones como el
necio peregrino, en busca de amor y caridad.
El camino es de sacrificio, pero conduce a la
cumbre de la montaña; venid Conmigo y caminemos juntos; oíd el Verbo que os
habla en este tiempo, está lleno de sencillez, mas El tocará las fibras
sensibles del corazón de los que han muerto a la vida de la gracia, y los
resucitará.
En el Segundo Tiempo, doce discípulos
estuvieron Conmigo en la última cena; ahora invito a toda la humanidad a tomar
el pan del espíritu. Yo os ofrezco también la paz de mi Reino, porque en Mí
está el poder ofreceros esas gracias. El que quiera seguirme, bienvenido sea,
mas el que sea llamado por el mundo y a él quiera servir, al buscar mi camino,
tendrá que recuperar con grande esfuerzo y dolor, el tiempo que haya perdido.
He visto cómo os preparáis y en verdad os digo
que os daré a comer mi cuerpo y a beber mi sangre.
El espíritu está dispuesto a estudiar las
lecciones que os di en el Segundo Tiempo y cuya explicación os voy a dar ahora.
He aquí la mesa donde se encuentra el pan de la
vida y el vino de la gracia. Los discípulos me rodean y en su corazón se
preguntan: ¿Por qué si el Padre está con nosotros, revela tristeza en su
palabra? Mas entre los que así preguntan, hay otros cuyo espíritu presiente que
el Maestro algo grave les va a decir; son los que recuerdan cuando el Señor
mojó su pan en el vino, para ofrecerlo a aquél que lo había de entregar.
Cuando Jesús celebró con sus discípulos aquella
pascua, según la tradición de aquel pueblo, les dijo: Algo nuevo vengo a
revelaros: Tomad este vino y comed de este pan, que representan mi sangre y mi
cuerpo, y haced vosotros esto en memoria mía.
Después de la partida del Maestro, los
discípulos conmemoraron el sacrificio de su Señor tomando el vino y comiendo el
pan que simbolizaban a aquél que todo lo dio por amor a la humanidad.
A medida que los siglos pasaron, los pueblos
divididos en religiones, dieron diferente interpretación a mi palabra.
Hoy vengo a deciros cual fue mi sentir en
aquella hora, de aquella cena, donde cada palabra y cada acto de Jesús, fue
lección de un libro de profunda sabiduría y de infinito amor. Si tomé el pan y
el vino, fue para haceros comprender que ellos son semejantes al amor, que es
el sustento y la vida del espíritu, y si os dije: "Haced esto en memoria
mía", quería decir el Maestro que amaseis a vuestros hermanos con un amor
semejante al de Jesús, entregándoos como verdadero sustento a la humanidad.
Jesús no sólo os entregó su palabra; sus
enseñanzas y obras no fueron tan sólo parábola o sentido figurado; si a sus
discípulos, por encontrarse doctrinados, les representó con pan y con vino su
cuerpo y su sangre, al siguiente día delante de un pueblo, entregó su cuerpo y
derramó toda su sangre, para dar a comer el pan de vida eterna, el del amor
perfecto, a toda la humanidad.
Todo rito que de estas enseñanzas hagáis será
estéril, si en vuestra vida no lleváis a la práctica mis enseñanzas y ejemplos;
he ahí lo difícil para vosotros, mas en ello es donde existe el mérito.
Jesús os enseñó la caridad, la mansedumbre, el
amor; vino a enseñaros a perdonar de corazón a vuestros enemigos; a deciros que
deberíais huir de la mentira y amar la verdad; os manifestó que tanto el mal
como el bien que recibieseis lo pagaríais siempre con el bien. El os enseñó el
respeto a cada uno de vuestros semejantes, y os reveló la forma de hallar la salud
del cuerpo y del espíritu; a honrar con vuestra vida el nombre de vuestros
padres, para que a la vez podáis ser honrados por vuestros hijos.
He aquí algunos de los mandatos a los que debe
ajustarse todo aquel que en verdad quiera ser cristiano.
Para que aquella enseñanza encendiera la fe en
los corazones, la acompañé de milagros para que pudiera ser amada por ellos, y
para que estos milagros fuesen más palpables, los hice en los cuerpos de los
enfermos, sané a los ciegos, a los sordos, a los mudos, a los paralíticos, a
los poseídos, a los leprosos y aun resucité a los muertos.
¡Cuántos milagros de amor hizo Cristo entre los
hombres! Sus nombres los recogió la historia para ejemplo de futuras
generaciones.
Hoy vengo a daros nuevamente mi palabra, su
esencia es la misma que la que os entregué en el Segundo Tiempo. Vengo a
hablaros con el mismo amor; vengo a mostraros una vez más el camino para llegar
al Padre; os vengo a enseñar con el mayor desinterés.
Hoy no vengo a representar mi cuerpo y mi
sangre con el pan y el vino, ni vengo como hombre a derramar mi sangre y a
entregaros mi cuerpo en una cruz; este es otro tiempo. Ahora vengo en espíritu,
y es a vuestro espíritu al que hablo de su misión espiritual, porque ya está
capacitado para comprender las enseñanzas pasadas y también las nuevas
revelaciones. Estoy preparando mi templo en vuestro corazón.
Como hombre tuve forma, como Dios no la tengo;
he aquí que no hay más cuerpo en Mí, que mi verdad, ni más vino que el de mi
amor.
Mi Espíritu, que está en todas partes, es
sentido cuando estáis preparados. Sabed buscadme y Yo descorreré ante vuestra
mirada espiritual el velo de muchos misterios; inclinaré vuestro corazón al
bien; os señalaré el camino que debáis de seguir.
¿Cómo podéis continuar pensando en sangre y
cuerpo, si es el Espíritu Santo el que desciende entre vosotros, si vengo tan
sólo a iluminar vuestro espíritu con mi palabra, a sustentaros y a estremecer
vuestra materia?
La voz de vuestro espíritu me llamó en este
tiempo, vuestra elevación, vuestra sed de luz, me hizo acercarme a vosotros.
Pronto los discípulos del Espiritualismo
extenderán esta enseñanza entre la humanidad, como de la Doctrina que inspirará
a los hombres a luchar por la elevación de su espíritu.
No formaréis más sectas, sólo el pensamiento os
unirá; vuestra conciencia os advertirá cuando estéis apartándoos del camino.
Una sola Ley os he dado desde el principio de los
tiempos, ella os marca un sendero lleno de claridad que es el de la evolución
de vuestro espíritu.
En este tiempo también seré traicionado,
vendido y entregado; la forma, aún no la sabéis, mas abrid vuestros ojos y
preparaos para que no seáis los autores de tales obras.
¿Qué será de aquel que escuchó mi llamado, a
quien llamé discípulo, y después el mundo y su conciencia lo llamen traidor?
Velad y perdonaos los unos a los otros, que mi
perdón está cubriendo a todo el Universo.
En este día vuestro corazón ha latido con
fuerza, es que he estado en él.
Multitud que estáis escuchando mi palabra,
alejad vuestro pensamiento de las ambiciones terrenales y elevaos para que
vuestro espíritu se recree y goce con mi presencia. Guardad la debida
preparación, porque el instante es solemne; el Padre habla a sus hijos, y si el
Padre lo hace con tanto amor ¿Por qué los hijos no lo han de escuchar con todo
el respeto de que sean capaces?
Portavoces: más que con vuestros labios, haced
llegar mi Doctrina con vuestro espíritu.
Plumas de oro: escribid mi palabra, más que con
vuestra pluma, con vuestro amor.
Quiero que este mensaje despierte a los hombres
de su sueño; quiero que la humanidad al oír mis enseñanzas en vuestros labios,
o al leerlas en vuestros escritos, se conmueva y estremezca.
Se levantará mi pueblo dando la buena nueva y
propagando mi mensaje de este tiempo. Daréis pruebas de mi verdad, no sólo con
vuestras palabras, sino ajustando vuestra vida al cumplimiento de esta
Doctrina, en todas vuestras obras. Afirmaréis que la reencarnación del
espíritu, es una de las grandes verdades que la humanidad debe conocer y creer.
Hay quienes por intuición presienten, aceptan y creen en ello, como algo que no
podía faltar en mi amorosa justicia hacia los hombres; mas también habrá muchos
que os llamen blasfemos y mentirosos; no temáis, lo mismo les sucedió a mis
apóstoles cuando predicaban la resurrección de los muertos enseñada por Jesús; los
sacerdotes y los magistrados los pusieron en la cárcel por predicar tales
enseñanzas. Más tarde, el mundo aceptó aquella revelación, aun cuando os lo
puedo asegurar que no llegó a comprender toda la importancia de esa enseñanza,
siendo menester que viniese Yo en este tiempo a enseñaros que la resurrección
de la carne sólo puede referirse a la reencarnación del espíritu, ya que éste
es el principio y la razón de la vida, el que en verdad es eterno.
¿Con qué fin habrían de resucitar los cuerpos muertos,
cuando sólo fueron las vestiduras temporales del espíritu?
La carne baja a la tierra a confundirse con
ella, ahí se purifica, se transforma y surge de nuevo a la vida incesantemente;
mientras, el espíritu sigue elevándose, sigue encaminándose a la perfección y
cuando vuelve a la Tierra, es para él una resurrección a la vida humana y es
también para su nueva envoltura una resurrección al contacto del espíritu. Mas
lo material no tiene naturaleza eterna y en cambio lo espiritual sí, por lo que
os digo una vez más, que es a vuestro espíritu al que busco, al que enseño y al
que quiero llevar Conmigo.
En aquel tiempo dije a Nicodemo, quien me había
buscado de buena fe para hablar Conmigo: Lo que es nacido de la carne, carne
es, y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. No os sorprendáis si os digo
que es necesario nacer otra vez. ¿Quién comprendió aquellas palabras? Yo os
quise decir con ellas que una vida humana no es bastante para entender una sola
de mis lecciones y que para que lleguéis a comprender el libro que esta vida
encierra, os son necesarias muchas existencias. De ahí que la carne tenga que
servir sólo de báculo al espíritu en su tránsito por la Tierra.
El espíritu recibe de la materia las impresiones que ésta recoge en la vida; cuando mayor llegue a ser su sensibilidad y preparación, mayor será la cosecha para el espíritu. El cuerpo es sólo el instrumento, el intérprete, el báculo y el crisol.
La vida en este mundo es una lección constante
y una imagen de la vida eterna del espíritu. Hablo de su armonía, de su
belleza, de su perfección.
He aquí una más de mis lecciones, pueblo, mas
para que la comprendáis mejor, analizadla con vuestro espíritu mejor que con la
mente.
Habéis preparado vuestro corazón para esperar
mi llegada, soy en él vuestro huésped.
El velo del misterio y del silencio se ha roto,
desde aquí alcanzáis a mirar las luces del Reino y a escuchar la voz de vuestro
Padre. Se ha lavado vuestro espíritu en las aguas purificadoras del dolor.
¿Quién es aquel que no ha llorado? ¿Quién no ha conocido la amargura?
Anheláis ardientemente la paz y en vuestra
oración me decís: Señor, que cesen las guerras en el mundo y venga a nosotros
la paz de tu Reino.
Estáis empezando a sentir la misión que os di
desde el principio a vuestro espíritu, sois aquel pueblo que he escogido para
hablarle y confiarle la misión de llevar la paz y la luz de la verdad a los
pueblos de la Tierra. Vosotros también formáis parte de aquel pueblo ingrato
que no quiso reconocerme en Cristo y mejor me reconocieron otros hombres, que
los que decían estarme esperando.
Habéis llorado mucho a causa de vuestro
materialismo y de vuestra ingratitud, por eso ahora veláis por la paz, y oráis
porque los hombres se amen. En vuestro silencio os preguntáis cómo fue posible
que no hubieseis descubierto en Jesús a vuestro Señor, cómo fue posible que lo
llevaseis al sacrificio y tuvieseis fuerza y valor para verlo morir; cómo fue
posible que no lo lloraseis cuando hasta el sol ocultó su faz para hacer
comprender a los hombres su ceguedad. No os asombréis de haber sido capaces de
aquellos errores, aquí me tenéis bajo otra forma y es muy posible que haya
quienes nuevamente me nieguen.
No hay paz en la Tierra, ni aun en aquellos
días que consagráis a recordar la pasión de vuestro Señor, y Yo os pregunto:
¿Qué habéis hecho de las reencarnaciones que os he confiado? ¿Qué de la vida de
vuestros semejantes? Sólo habéis dejado pasar los tiempos y habéis entregado
vuestra vida y vuestros ideales en forma equivocada; habéis querido ser
señores, y en realidad habéis sido esclavos del mundo y del pecado; soñáis con
la inmortalidad y no camináis hacia lo eterno, sino a la muerte. Yo que soy la
resurrección y la vida, os he levantado una y otra vez para que viváis la vida
verdadera.
En verdad os digo, que este mundo fratricida y
egoísta, lo sujetaré a juicio, y lo acrisolaré hasta ver que el amor y la luz
broten de él y éstos que hoy llevan a sus pueblos al abismo, éstos que ahora
siembran y propagan todos los vicios; éstos que han creado su reino de
injusticias, serán a quienes daré por restitución combatir las tentaciones,
destruir la perversidad y cortar de raíz el árbol del mal. Dentro de este
juicio penetraréis también vosotros, pueblo, que desconocisteis a Moisés, que
sacrificasteis a Jesús, perseguisteis a Elías y disteis muerte a los profetas,
a los apóstoles y discípulos.
Yo propongo al mundo la paz, pero la soberbia
de las naciones engrandecidas con su falso poder y su falso esplendor, rechaza
todo llamado de la conciencia, para dejarse arrastrar sólo por sus ambiciones y
odios.
Aún no se inclina el hombre del lado del bien,
de la justicia y de la razón; todavía se levantan los hombres juzgando la causa
de sus semejantes; aún creen que pueden hacer justicia. ¿No creéis que en vez
de jueces, deberían llamarse asesinos y verdugos?
Los hombres del poder han olvidado que existe
un dueño de todas las vidas y ellos toman la vida de sus semejantes como si les
perteneciese; las multitudes claman pan, justicia, hogar, vestido. La justicia
Yo la haré, no los hombres, ni sus doctrinas.
Ha querido el hombre verme siempre como un
Juez, no ha sabido jamás levantarme un trono como su Rey, o un altar como a su
Dios; sólo ha podido hacer un tribunal, pues os digo que desde ese Tribunal
Divino, juzgando estoy cada una de vuestras obras.
En su soberbia los hombres han querido someter
a la misma Naturaleza y a sus elementos sin darse cuenta de que ellos se
tornarán en jueces para castigar el orgullo y la temeridad humanas.
Lo que los profetas hablaron, se cumplirá en
este tiempo; mi nueva palabra llegará ante filósofos y teólogos, muchos se
mofarán de ella y otros se escandalizarán, mas cuando eso sea, sus ojos
asombrados contemplarán el cumplimiento de las profecías que ahora os he
anunciado.
Sólo he venido a enseñaros a amar el bien, y si
a esto he venido, es porque sé que en el mundo habéis venerado el mal, cuya
fuerza ha brotado de vuestras imperfecciones.
Anhelo hablaros bajo otra forma, no corrigiendo
yerros, ni reclamando faltas, sino dándoos cátedra de elevada sabiduría y de
profundas revelaciones, mas esto será cuando os encontréis fuera de ese cuerpo
que os liga y de ese mundo que os aprisiona. Pueblo, que estáis oyendo mi voz,
no detengáis vuestros pasos en este desierto, recordad que en aquel Primer
Tiempo disteis al mundo de todas las eras un ejemplo de fe, de perseverancia y
fortaleza cruzando aquel desierto erizado de pruebas, obstáculos y enemigos,
hasta que alcanzasteis el ideal que perseguíais: la tierra de promisión.
Imitad ese ejemplo, imitaos a vosotros mismos,
porque formáis parte de aquel pueblo. A cada paso alenté la fe de mis hijos y
al final premié su fidelidad. En verdad os digo, que un nuevo maná tengo
preparado para vuestro espíritu y que otra vez la roca del desierto manará agua
en la hora de la prueba.
Con cánticos y alabanzas a Jehová, hacía la multitud menos penosa su jornada; en este tiempo la oración y las buenas obras harán que no sintáis las asperezas del camino, ya estáis cruzando el último desierto, tened ánimo y fe, conquistad la cumbre con vuestras obras de amor.
Más allá de este mundo existe un valle al cual
todos penetraréis en espíritu, ¿Quién no tiene ahí un ser querido? ¿Quién no
quisiera volverle a contemplar, alguien a quien recuerde como padre, como
madre, como hermano, como hijo, como esposo o esposa, o como amigo?
Hoy vuestros recuerdos, pensamientos y
oraciones, son voces que aquellos seres escuchan en su morada, mañana la
espiritualidad os unirá haciendo que todos habitéis un solo mundo, cumpliendo
con el precepto que os dice: "Amaos los unos a los otros".
¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!
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