sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 150

Venís en busca del Espíritu Consolador, porque no habéis encontrado alivio en vuestras tribulaciones. Habéis acudido a las puertas de médicos y abogados, al corazón de los seres que os aman, y no habéis logrado recobrar la paz, y os habéis convencido de que el bálsamo o la luz que venís buscando, sólo podréis encontrarla en la fuente de donde procede todo bien. Todos buscáis el camino verdadero, necesitáis el sustento espiritual, la palabra de aliento y de esperanza que venga a reanimaros, y en tanto que lleguéis a lograr lo que habéis venido buscando, me hacéis presente vuestras inquietudes, vuestro temor al juicio divino y el anhelo de encontraros en paz con vuestra conciencia.

Estáis en mi presencia, a pesar de que os sentís lejos de Mí. No estáis solos en vuestro dolor, Yo os acompaño, y si os llamáis incomprendidos, os digo que Yo, el Padre, conozco todo lo que pasa en vuestro interior y que os dará la solución que buscáis, la paz que os hace falta y la ayuda para que alcancéis vuestra elevación.

Cuando llegasteis por primera vez a escuchar mi palabra, la saboreasteis y la encontrasteis pura en su esencia; reconocisteis que Yo os la enviaba, sólo habéis dudado por la forma de comunicarme con el hombre; pero si la estudiáis, reconoceréis que no me he equivocado, y que el hombre por ser mi hijo, está capacitado para servir como instrumento mío para llevar a cabo mis designios en servicio de sus hermanos.

Estoy llamando a los hombres, mujeres y niños, para hacer de ellos mis discípulos y mientras unos creen, otros dudan y desconfían, eso se debe a que es tanto lo que han sido engañados, que hoy que hablo a la humanidad tomando como intérpretes de mis enseñanzas los entendimientos de hombres rudos, sencillos y humildes, mi manifestación os parece extraña. Reconoced que mi palabra es invariable en su verdad, y que lo que os dije en el Primer Tiempo, lo ratifiqué en el Segundo y lo he confirmado en el Tercero.

Todos los que de esta manera oís mi palabra, habéis sido preparados para sentir y comprender esta manifestación de mi Espíritu, y sólo esperabais el momento en que os llamara, para atestiguar estas manifestaciones. Yo no he sorprendido a nadie, desde antes de venir a encarnaros os dije que estaríais presentes en estos actos y que pertenecéis al número de seres escogidos para llevar la buena nueva al mundo.

Los niños de este tiempo me hacen ver su camino azaroso, me dicen que el ambiente en que respiran, no es el más propicio a la espiritualidad y me piden la luz para sus padres y maestros; en ellos, desde pequeños, se ha entablado una lucha entre el espíritu y la materia, en la que algunas veces vence el bien y la razón, y otras se sobrepone la carne.

No me digáis que sois débiles, si lleváis la luz de mi Espíritu, si Yo os he dotado de virtud y energía para que podáis cumplir con vuestros deberes; esforzaos y usad de vuestra potestad.

He descendido a todos mis hijos en busca de su espíritu, porque me pertenece, mas no todos quieren seguirme, la mayor parte me pide un tiempo más y me dice que por ahora no puede venir Conmigo, y Yo he dado a cada espíritu el tiempo necesario para su cumplimiento.

Es cierto que habéis sufrido mucho en este tiempo y que ansiáis vivir una vida mejor y el Padre os dice: labrad vuestra paz y ya sea en este mundo o en el valle espiritual, encontraréis el descanso. Esta Tierra que habitáis es lugar de expiación, de lucha, de perfeccionamiento.

Si queréis recordar la vida de Jesús en el Segundo Tiempo, la encontraréis sembrada de sufrimientos, desprovista de comodidades y alegrías. El es el ejemplo, el modelo que está delante de vuestro espíritu, para que lo imitéis. Mas todo el que viniere a Mí encontrará el alivio, porque soy el manantial inagotable que se derrama a torrentes, de allí tomad para que reguéis vuestras parcelas. Las tierras están preparadas para que los hombres se apresuren a cultivarlas; los campos les esperan antes de que se cubran de cizaña o de hierbas nocivas, id y cultivadlas, y cuando miréis que el trigo ha madurado, segadlo junto con la hierba y más tarde separad el uno de la otra; por eso Yo siempre os estoy diciendo: velad y orad, porque si os descuidáis, la mala hierba hará mayores progresos que vuestra semilla, y su fruto será el que abunde el día que cosechéis, haced que vuestros campos se doren para que hagáis penetrar vuestro trigo en mis graneros y la cosecha sea abundante.

La humanidad está hambrienta de mi palabra, de mi verdad; los hombres reclaman y anhelan que la luz llegue a su entendimiento, claman justicia y esperan consuelo. Este es un tiempo decisivo; en verdad os digo que muchas ideas, teorías y hasta dogmas que como verdades se tuvieron por siglos, caerán por tierra y serán abandonados por falsos; el fanatismo y la idolatría serán combatidos y exterminados por los que más envueltos y apegados a ellos se encontraban; las enseñanzas de Dios serán entendidas, su luz, su contenido y esencia serán comprendidas y sentidas.

Los hombres de ciencia, después de un tiempo de pruebas en el que sufrirán confusiones muy grandes, cuando en su espíritu se haga la luz y escuchen la voz de su conciencia, descubrirán lo que nunca habían soñado.

Nuevamente os digo: velad, porque en el tiempo de las luchas de credos y doctrinas, de religiones y ciencias, creerán muchos hombres que el saber que les han dado los libros, será el arma con la que puedan vencer a mis nuevos discípulos, sabiendo que vosotros no lleváis libros. Cuando Jesús predicó a las multitudes, no les habló de enseñanzas aprendidas en libros; sin embargo, dio cátedra de sabiduría, pruebas de ello las dio desde su infancia, presentándose en el seno de los doctores de la ley, para confundirlos y hacerlos enmudecer con sus preguntas y dejarlos asombrados con sus respuestas. El saber de Jesús procedía del Espíritu Divino, el cual todo se lo revelaba.

Si cualquiera de vosotros limpiara su entendimiento, despojara su corazón de malos sentimientos y bajas pasiones, y elevara su espíritu al Padre para entregarse a Él en el amor y servicio a sus semejantes, quedaría convertido en una fuente limpia que el Maestro llenaría con su inspiración; sería aquel hombre, como un vaso limpio en mi mesa, el cual colmaría con el vino de la vida, para que en él mitigasen su sed los que perecen; el que así se prepare, convencerá a quien le hable, consolará con su palabra, hará callar al vanidoso, realizará obras sorprendentes, de esas que el mundo llama milagros y que no son más que manifestaciones naturales del amor y de la fe de un espíritu elevado.

Cuando os pregunten: ¿Por qué siendo Dios tan grande se ha valido de un insignificante ser humano para manifestar su sabiduría? Contestaréis: el amor de Dios por sus hijos no tiene límites, por eso se ha servido de ellos para realizar este prodigio.

Siendo poderoso, eterno, infinito y a la vez Padre de todo lo creado, puedo valerme y servirme de todas mis criaturas para mis fines divinos. En mi amor de Padre, no vengo a fijarme en vuestra pequeñez, en vuestro pecado, os busco por vuestra humildad. Si consideráis muy pequeña vuestra forma humana para que Dios se ocupe de vosotros ¿Quién os dio esa forma, sino Yo? Además al hacerme hombre ¿No fui semejante a vosotros?

El eco de la voz que llega a vuestros oídos, es el de la materia que como portavoz me interpreta en los momentos de mi manifestación; la palabra que a vuestra mente y a vuestro corazón llega, es humana, mas la esencia de esa palabra es divina y por eso ilumina y conforta al espíritu.

Si hubiera venido en forma humana a repetir mi lección del Segundo Tiempo, hubiera estacionado a vuestro espíritu, y la humanidad no me hubiera reconocido; mas Yo, el Maestro de toda perfección, os llevo paso a paso, siempre hacia lo alto de la montaña, enseñándoos cada vez nuevas lecciones.

A los ojos humanos es invisible Dios y aun su propio espíritu porque no tiene forma ni límites, por eso muchos al miraros elevados en oración, escuchándome, dudan de ello porque no saben que lo divino y lo espiritual, aparentemente invisible a los ojos humanos, es sentido por el espíritu y aun por el corazón.

El que cree verdaderamente en Mí, conoce mi voz doquiera que Yo le hable. Soy como un pastor al que siguen sus ovejas y al que siempre reconocen por su voz. Por eso en este tiempo en que me encuentro hablándoos por el entendimiento humano, habéis reconocido la voz de vuestro Señor. No os habéis detenido a juzgar las deficiencias del portavoz, ni habéis tomado en cuenta los errores que su rudeza le hacen cometer, habéis comprendido que soy Yo quien os habla. Al oír mi voz, al instante la reconoceréis para decir: Es El.

Siempre han sido los humildes y los pobres los que descubren mi presencia, porque sus entendimientos no están ocupados con teorías humanas que los aparten del claro discernimiento.

En el Segundo Tiempo también aconteció que habiendo, sido anunciada la venida del Mesías, cuando El llegó, quienes le sintieron fueron los sencillos de corazón, los de espíritu humilde y entendimiento limpio.

Los teólogos, tenían en sus manos el libro de los profetas y a diario repetían las palabras que anunciaban las señales, el tiempo y la forma de la venida del Mesías, sin embargo, me vieron y no me reconocieron, me escucharon y negaron que Yo fuera el Salvador prometido; vieron mis obras y lo único que supieron hacer fue escandalizarse, cuando en verdad, todas ellas habían sido profetizadas.

Cuando llegó el día en que las turbas, azuzadas por quienes se sentían intranquilos con la presencia de Jesús, le hirieron y azotaron; y le vieron sangrar como un simple mortal bajo el efecto de los azotes; más tarde, agonizar y morir como cualquier humano; los fariseos, los príncipes y los sacerdotes, exclamaron satisfechos: he ahí que se nombra hijo de Dios, al que se creyó rey y se hizo pasar por el Mesías.

Fue por ellos, más que por otros, por los que Jesús pidió a su Padre que perdonara a aquellos que, conociendo las escrituras lo estaban negando, y ante las multitudes lo estaban mostrando como a un impostor. Ellos eran los que, diciendo ser los doctores de la ley, en realidad, al juzgar a Jesús, no sabían lo que hacían, mientras que allí, entre las turbas, había corazones destrozados por el dolor, ante la injusticia que estaban presenciando y rostros anegados por el llanto, ante el sacrificio del Justo. Eran los hombres y las mujeres de corazón sencillo y de espíritu humilde y elevado, que sabían quién era el que había estado en el mundo con los hombres y comprendían lo que éstos perdían al partir el Maestro.

Pueblo: también en este tiempo será juzgada mal la forma de comunicación bajo la cual habéis tenido mi palabra, y también la doctrina y las revelaciones que os he hecho, serán negadas por quienes dicen conocer la forma en que deberá ser mi retorno. Ellos no analizarán mi palabra, no buscarán su esencia, ni tomarán en cuenta los prodigios y señales que os he dado de mi venida y de mi verdad, sino que tomarán como razón para negarme, las obras imperfectas que encuentren en este pueblo, sus profanaciones y desobediencias. Entonces se levantarán diciendo: ¿Ese que os dijo que llegado el año de 1950 dejaría de comunicarse con vosotros, es el espíritu de Cristo? ¿Por ventura puede decir hoy que terminará esta manifestación y mañana proclamar lo contrario? Porque desde ahora os digo que muchos, sostendrán que me seguiré comunicando en la misma forma, cuando el año de 1950, haya pasado. Oh pueblo amado: ¿Queréis ser la causa de que mañana el mundo os burle así y niegue cuanto os he hablado?

Ved cómo os preparo para que cuando se aproxime el momento de mi partida no dejéis que las tinieblas penetren en vuestro corazón, mas Yo os digo que los que verdaderamente hayan sentido y entendido mi palabra, se apartarán de los caminos de confusión, para buscarme en la soledad, de espíritu a Espíritu. Estos escucharán en su corazón la voz inolvidable y conocida de su maestro, que les dice: "Bienaventurados vosotros los que lloráis al contemplar la profanación de mi Obra, porque sabéis que esa ha sido la causa de que muchos no la conozcan y de que otros la burlen y la nieguen".

Orad y velad, discípulos, para que sigáis reconociendo mi voz entre todas las engañosas que el mundo os proporciona y así os veréis conducidos con amor y cuidado hasta el fin del sendero, donde el seno del Padre se abre como un aprisco de magnitud infinita para guardar por siempre a los que crió con amor y envió para que sus méritos en la Tierra les hicieran merecedores de la morada perfecta.

Cuando os digo que es Cristo quien os habla, no falta quien juzgue de blasfemos a éstos que trasmiten mi palabra; mas no es extraña esta manera de juzgar y de analizar, dado que su insensibilidad a lo espiritual les impide sentirme a través de la esencia de mi Doctrina.

Cierta vez, delante de los fariseos, dije: El Padre y Yo somos uno y también me llamaron blasfemo y recurrieron a las escrituras, tratando de demostrar que era falso todo lo que Yo decía.

Hoy os digo que quien no abra los ojos de su espíritu, no podrá mirar la luz divina; porque nadie ha sido tan probado como lo fue Jesús.

Los hombres me interrogaban, me tendían lazos, buscaban confundirme con sus preguntas tendenciosas, me increpaban para probar mi prudencia, y no encontrando la manera de perderme a pesar de sus esfuerzos, me acusaron, me calumniaron y me juzgaron, para ver como se comportaba en ese caso el que se decía hijo de Dios; mas no conformes con todo eso; quisieron también ver si mi cuerpo sangraba y si estaba formado de carne y hueso, y cuando en el camino tropezaba Jesús y sangraba, afinaban su oído esperando oír mis quejas.

Cuando dije que el Padre y Yo éramos uno: habló el espíritu; más cuando el cuerpo sangró, fue la parte humana la que emitió la queja, porque era carne viva.

El mundo me pidió que le mostrara mi verdad y la verdad le mostré; pero viendo, no miró. Mi palabra y mis obras hubieran sido bastantes para probar el poder divino de quienes las había hecho; sin embargo, no se les atribuyó ese poder, mas mi muerte en cuanto hombre, no fue el final de aquellas pruebas. Fui en espíritu delante de mis discípulos y aun entre ellos hubo uno que me pusiera a prueba y que no creyera en la resurrección de su Señor, sino hasta que se convenció hundiendo sus dedos en la herida de su costado.

06-150.35 Después, cuando la semilla de la palabra de Jesús se extendía de comarca en comarca y de nación en nación, los incrédulos, los escépticos, los materialistas, surgían a cada paso, para seguir sometiendo a sus razonamientos mi Doctrina, mis palabras y mis obras. Mas los hombres no se han concretado a juzgar mi verdad tan sólo a través de mis obras y de mi Doctrina, sino que se han entregado a escudriñar mi naturaleza humana, mi formación, mi nacimiento, mi niñez y cuantos pasos di en la Tierra. Más tampoco escapó a ese escrutinio María, la mujer santa y pura elegida por Dios, para dar al mundo el fruto de la vida. También ella supo del escarnio, de los juicios y de las pruebas de los hombres; no les bastó que desde los tiempos pasados el profeta Isaías la hubiera anunciado como virginal y pura. Y aún este es el tiempo en el que los hombres, a través de las religiones y sectas, discuten y deliberan sobre Ella.

Os digo, que mientras la humanidad no se despoje de su materialismo, al juzgar la verdad, no podrá mirarla de frente.

Yo perdono a unos y a otros, mas os aconsejo que no sigáis tomando mis palabras para confundiros unos a otros, para heriros o para daros muerte, porque vuestro juicio tendrá que ser grande.

Si ahondáis vuestras discusiones y llegáis a aborreceros los unos a los otros a causa de vuestras diferencias, ¿Cuándo vais a uniros en la verdad que es una sola?

No temáis de Mí, temed de vosotros, os dice el maestro: ¿Juzgué desde la cruz a los que me sacrificaron? ¿Tuvo reproches o quejas María en aquella hora infinitamente dolorosa? No, pueblo.

Tampoco ahora os estoy juzgando. De cierto os digo que cada quien se forma su propio juicio y se dicta su sentencia; Yo quiero libraros del dolor, de la expiación, del cáliz amargo, y para ello os invito a que principiéis a amaros unos a otros, porque ese es el camino que podrá llevaros a la luz, a la paz y a la verdad.

Si aún pensáis que vuestros sufrimientos se deben a vuestros primeros padres, estaréis cometiendo en vuestros juicios una falta de comprensión con vuestro Dios.

En una parábola divina, inspiré a los primeros hombres para que empezaran a tener conocimiento de su destino, pero fue mal interpretado el sentido de mis revelaciones. Cuando se os habló del árbol de la vida, de la ciencia del Bien y del Mal, del cual comió el hombre, sólo se os quiso dar a entender que, cuando el hombre llegó a tener conocimiento suficiente para distinguir entre lo justo y lo injusto y comenzó a ser responsable de sus actos, desde entonces comenzó a recoger el fruto de sus obras.

Muchos han sido los hombres que han aceptado que todas las lágrimas de este mundo han sido causadas por un pecado de los primeros pobladores y en su torpeza para analizar la parábola, han llegado a decir que Cristo vino a lavar con su sangre toda mancha. Si tal afirmación hubiera sido cierta ¿Por qué a pesar de de que aquel sacrificio ya fue consumado, los hombres siguen pecando y también sufriendo?

Jesús vino a la Tierra para enseñar a los hombres el camino de perfección, camino que enseño con su vida, con sus hechos y con sus palabras.

Sabéis que Dios dijo a los hombres: creced y multiplicaos y henchid la tierra. Esa fue la primitiva ley que se os dio, oh pueblo; más tarde, el Padre no pedirá a los hombres que tan solo se multipliquen y que la especie siga creciendo, sino que sus sentimientos sean cada vez más elevados y que su espíritu emprenda un franco desarrollo y desenvolvimiento. Mas si la primera ley fue la propagación de la raza humana, ¿Cómo concebís que el mismo Padre os aplicase una sanción por obedecer y cumplir con un mandato suyo? ¿Es posible, pueblo, que en vuestro Dios exista una contradicción semejante?

Mirad que interpretación tan material dieron los hombres a una parábola en que tan sólo se os habla del despertar del espíritu en el hombre; por lo tanto, analizad mi enseñanza y no digáis más que estáis pagando la deuda que por su desobediencia contrajeron los primeros pobladores para con vuestro Padre. Tened una idea más elevada de la justicia divina.

Yo os he dicho que hasta la última mancha será borrada del corazón del hombre, mas también os digo que cada quien deberá lavar sus propias manchas. Recordad que os dije: "Con la vara que midiereis seréis medidos" y "Lo que se siembra se cosecha".

Este es el tiempo en el que podéis comprenderme cuando os digo: "Creced y multiplicaos", que esto debe ser hecho también espiritualmente y que debéis henchir el Universo con vuestras buenas obras y con pensamientos elevados.

Yo doy la bienvenida a todos los que quieren acercarse a Mí, a todos los que buscan la perfección.

Reposad de vuestras fatigas terrestres, hijos míos, penetrad en vuestro interior, donde está el templo, y meditad en mi palabra.

Os tengo destinados para que extendáis por la Tierra el bien, que es la verdadera espiritualidad.

¿Os sentís incapaces y pequeños? ¿Os juzgáis impuros para poder llevar sobre vuestro espíritu una misión de esta naturaleza? Es que no conocéis mi sabiduría y mi misericordia. Es que no observáis con pureza los ejemplos que a cada paso os doy a través de la Naturaleza.

¿No miráis cómo los rayos, iluminándolo todo, llegan hasta la más infecta charca, volatilizándola, elevándola a los espacios, purificándola y convirtiéndola finalmente en nube que habrá de pasar sobre los campos, fecundándolos?

A veces me decís: "Maestro, ¿Cómo has puesto tus ojos en la humanidad de este tiempo, cuando ya no hay patriarcas, ni justos, ni hombres que puedan ser apóstoles tuyos, si Tú ves que vivimos en un mundo de cieno y de pecado?" A lo cual Yo os respondo que mi poder hace brotar lirios de entre el mismo fango de donde nadie podría imaginar que surgiera una flor de tan maravillosa pureza.

Dejad que el sol de mi palabra penetre en vuestro ser, para que os purifique y os eleve, y presto os levantéis fecundando el corazón de vuestros hermanos.

Dejad que en medio de esta vida de pecado y corrupción que vive la humanidad, brote la limpidez de vuestras obras y la pureza de vuestras oraciones, y de cierto os digo que vuestro espíritu no tendrá entonces nada que envidiar de los lirios.

Yo hablaré bajo esta forma durante un breve tiempo, tiempo que aprovecharéis como aprovechan las plantas de los campos la estación propicia para crecer, florecer y fructificar.

En verdad, en verdad os digo, que hay más amor en los pecadores arrepentidos, que en aquellos que se han tenido siempre por buenos. Así, Yo seguiré hablando y los pecadores se seguirán arrepintiendo de sus faltas y aumentando el número de los convertidos.

El corazón del pecador es más sensible al toque de amor de mi palabra, y es que hay muchos hombres que han pecado porque en su vida les ha faltado amor. Ellos cuando han escuchado mi voz de Padre, llamándoles, curándoles sus heridas, comprendiéndolos como nadie en la Tierra los ha comprendido, pronto han sentido el divino toque en las fibras más sensibles y han experimentado la perseverancia de su maestro ante ellos.

Así van por el mundo muchos hombres que buscan una frase o una luz redentora, un consuelo para su pena. Buscan a alguien que los disculpe, que no les señale sus faltas, que les hable de una vida mejor, mas no lo encuentran en el mundo y entonces se encierran en sí mismos, se vuelven herméticos y a nadie les vuelven a confiar sus secretos.

Esos corazones sólo los abre la llave del amor, la que Yo poseo, y que precisamente vengo a confiar a todo aquel que abra su corazón y me diga: Maestro, quiero seguirte.

Del fondo del corazón de la multitud surge esta pregunta: ¿Eres Tú el Mesías? Yo sólo os digo: Oíd mi palabra, penetrad en su sentido y buscad su esencia.

Yo hablo la verdad, enseño el camino, revelo la reencarnación que es ley para que se perfeccione el espíritu y llegue a la meta de su destino. ¿Lo dudáis? De cierto os digo que la verdad en nada se altera con vuestras dudas; ella sigue siendo la misma.

Yo os digo que nunca neguéis por el solo hecho de que no comprendáis. Pensad que si sólo fuese verdad lo que vuestra pobre mente comprende, no existiría nada.

Hay quien me dice: Maestro, si Tú todo lo sabes, si aun antes de que las criaturas sean, Tú las conoces, ¿Sabías que en aquel tiempo Judas iba a entregarte? ¡Ah, entendimientos rudos que llegáis aún en estos tiempos a formular semejantes preguntas. Yo que todo lo sé, por eso lo escogí, porque sabía que aquel hombre no podía obrar de otra manera, y era indispensable que me sirviese de cada una de las imperfecciones de mis discípulos para entregar una lección.

El discípulos aquel que traicionó a su Maestro es un símbolo, un libro abierto que existe en cada conciencia humana, para que supieseis entender su significado y escuchar sus enseñanzas.

Sabed que en cada hombre habita un "Judas". Sí, discípulos, porque en vuestro caso la materia es el "Judas" del espíritu, la materia es la que se opone a que brille la luz de la espiritualidad, la que acecha al espíritu para hacerlo caer en materialismo, en bajas pasiones.

Mas no porque sea vuestra materia la que os orille al abismo, vais a condenarla, no, porque la necesitáis para vuestro adelanto y la venceréis con vuestra espiritualidad, como Yo vencí a Judas con amor.

Yo veo que dudáis del poder del amor, que dudáis de la fuerza de la fe; que dudáis de la comunicación de mi Espíritu a través del entendimiento humano; que dudáis hasta de vuestros dones o potencias que aún no desarrolláis. ¿Qué podéis hacer con tanta duda? ¿Qué prodigios podéis palpar? Ninguno.

Sois tan obstinados en vuestro escepticismo y estáis tan fuertes en vuestra duda, que no permitís que la luz espiritual llegue con sus destellos al fondo de vuestro entendimiento. Mas cuando lleguéis a espiritualizaros, cuando lleguéis a vivir la vida de acuerdo con mis enseñanzas y conforme a mi voluntad, veréis surgir de vuestro ser los poderes que negasteis y los dones que jamás creísteis poseer.

Entonces, cuando seáis espirituales y tengáis pureza y mansedumbre en vuestro corazón, veréis cómo todos los elementos de la Naturaleza os serán amables y obedientes, porque vuestra espiritualidad os hizo entrar en armonía con ellos.

Cuando tengáis espiritualidad, no volveréis a decir: "Padre, dadme sustento, dadme inteligencia, dadme riqueza material". Mucho menos caeréis en el error de decirme: "Padre, si me concedes lo que te pido, yo te daré de lo que tengo, lo que me pidas".

¿No creéis, discípulos, que esa forma de pedir equivale a tentar a vuestro Padre? ¿Acaso creéis que Yo pueda daros más y mejor, cuando vosotros me dais? Y ¿Qué sería de vosotros si cuando me decís que os pida de aquello que tenéis, lo que Yo quiera, a cambio de concederos lo que solicitáis, os retuviera lo que más amáis en el mundo? ¿Resistiríais cualquier prueba?

No, discípulos, ya es tiempo en que dejéis que sea vuestra conciencia la que guíe todos vuestros actos y pensamientos.

Dejad que vuestra fe hable y el cielo os contestará.

Encontrábase el Espíritu Divino lleno de amor, a pesar de existir sólo El.

Nada había sido creado, nada había en torno al Ser Divino y sin embargo amaba y se sentía Padre.

¿A quién amaba? ¿De quién se sentía Padre? De todos los seres y de todas las criaturas que habían de brotar de él y cuya fuerza estaba latente en su Espíritu. En aquel espíritu estaban todas las ciencias, todos los elementos, todas las naturalezas, todos los principios. El era la eternidad y el tiempo. En El estaban el pasado, el presente y el futuro, aun antes de surgir a la vida los mundos y los seres.

Aquella inspiración divina se hizo realidad bajo la fuerza infinita del amor divino, y comenzó la vida.

El Universo se llenó de seres, y en todos se manifestó el amor, el poder y la sabiduría del Padre.

Como un manantial inagotable de vida fue el seno del Señor desde aquel instante en que dispuso que los átomos se uniesen para formar cuerpos e integrar seres.

Primero existió la vida espiritual; primero fueron los espíritus y después la naturaleza material.

Como estaba dispuesto que muchas criaturas espirituales habrían de tomar forma corpórea para habitar en mundos materiales, todo fue previamente preparado, a fin de que los hijos del Señor encontrasen todo dispuesto.

Sembró de bendiciones el camino que habrían de recorrer sus hijos; inundó de vida el Universo y llenó de bellezas la senda del hombre, en el que depositó un destello divino; la conciencia y el espíritu, formando así de amor, de inteligencia, de fuerza, de voluntad y de conciencia, mas a todo lo existente lo envolvió en su fuerza y le señaló su destino.

El Padre quedaba ahí, como el principio de todo lo existente, y luego de ofrecerse al Universo el camino de la evolución y el perfeccionamiento, se quedaba en espera del retorno de todos sus hijos, para que en El encontrasen también su final que sería la perfección del espíritu y la eternidad.

Ese camino trazado a cada elemento, a cada criatura y a cada especie, era la Ley que el Creador escribía imborrable en sus hijos.

Desde entonces todo vibra para el fin a que fue creado; desde entonces todo camina hacia la perfección, girando sin cesar en torno a un manto, a un principio y a una ley.

El Padre, a semejanza del sembrador, tomó los elementos de vida que en él había, como si fuesen tierra y allí depositó la semilla de vida que procede de su amor, para esperar el día de recoger un fruto tan perfecto como fue la semilla y como fue la inspiración.

Los hombres de ciencia de estos tiempos, se abisman al descubrir que su mundo tiene más tiempo de vida del que ayer le supusieron los primeros científicos, y cuando creen que la Tierra es una estrella en decadencia, próxima a apagarse, Yo les digo que ha vivido tan poco todavía, que aún le falta mucho para llegar al grado de poder dar albergue a las generaciones de la gracia y la espiritualidad.



¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.!

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