Venís en busca del Espíritu Consolador, porque
no habéis encontrado alivio en vuestras tribulaciones. Habéis acudido a las
puertas de médicos y abogados, al corazón de los seres que os aman, y no habéis
logrado recobrar la paz, y os habéis convencido de que el bálsamo o la luz que
venís buscando, sólo podréis encontrarla en la fuente de donde procede todo
bien. Todos buscáis el camino verdadero, necesitáis el sustento espiritual, la
palabra de aliento y de esperanza que venga a reanimaros, y en tanto que
lleguéis a lograr lo que habéis venido buscando, me hacéis presente vuestras
inquietudes, vuestro temor al juicio divino y el anhelo de encontraros en paz
con vuestra conciencia.
Estáis en mi presencia, a pesar de que os sentís
lejos de Mí. No estáis solos en vuestro dolor, Yo os acompaño, y si os llamáis
incomprendidos, os digo que Yo, el Padre, conozco todo lo que pasa en vuestro
interior y que os dará la solución que buscáis, la paz que os hace falta y la
ayuda para que alcancéis vuestra elevación.
Cuando llegasteis por primera vez a escuchar mi
palabra, la saboreasteis y la encontrasteis pura en su esencia; reconocisteis
que Yo os la enviaba, sólo habéis dudado por la forma de comunicarme con el
hombre; pero si la estudiáis, reconoceréis que no me he equivocado, y que el
hombre por ser mi hijo, está capacitado para servir como instrumento mío para
llevar a cabo mis designios en servicio de sus hermanos.
Estoy llamando a los hombres, mujeres y niños,
para hacer de ellos mis discípulos y mientras unos creen, otros dudan y
desconfían, eso se debe a que es tanto lo que han sido engañados, que hoy que
hablo a la humanidad tomando como intérpretes de mis enseñanzas los
entendimientos de hombres rudos, sencillos y humildes, mi manifestación os
parece extraña. Reconoced que mi palabra es invariable en su verdad, y que lo
que os dije en el Primer Tiempo, lo ratifiqué en el Segundo y lo he confirmado
en el Tercero.
Todos los que de esta manera oís mi palabra,
habéis sido preparados para sentir y comprender esta manifestación de mi
Espíritu, y sólo esperabais el momento en que os llamara, para atestiguar estas
manifestaciones. Yo no he sorprendido a nadie, desde antes de venir a
encarnaros os dije que estaríais presentes en estos actos y que pertenecéis al
número de seres escogidos para llevar la buena nueva al mundo.
Los niños de este tiempo me hacen ver su camino
azaroso, me dicen que el ambiente en que respiran, no es el más propicio a la
espiritualidad y me piden la luz para sus padres y maestros; en ellos, desde
pequeños, se ha entablado una lucha entre el espíritu y la materia, en la que
algunas veces vence el bien y la razón, y otras se sobrepone la carne.
No me digáis que sois débiles, si lleváis la luz
de mi Espíritu, si Yo os he dotado de virtud y energía para que podáis cumplir
con vuestros deberes; esforzaos y usad de vuestra potestad.
He descendido a todos mis hijos en busca de su
espíritu, porque me pertenece, mas no todos quieren seguirme, la mayor parte me
pide un tiempo más y me dice que por ahora no puede venir Conmigo, y Yo he dado
a cada espíritu el tiempo necesario para su cumplimiento.
Es cierto que habéis sufrido mucho en este
tiempo y que ansiáis vivir una vida mejor y el Padre os dice: labrad vuestra
paz y ya sea en este mundo o en el valle espiritual, encontraréis el descanso.
Esta Tierra que habitáis es lugar de expiación, de lucha, de perfeccionamiento.
Si queréis recordar la vida de Jesús en el
Segundo Tiempo, la encontraréis sembrada de sufrimientos, desprovista de
comodidades y alegrías. El es el ejemplo, el modelo que está delante de vuestro
espíritu, para que lo imitéis. Mas todo el que viniere a Mí encontrará el
alivio, porque soy el manantial inagotable que se derrama a torrentes, de allí
tomad para que reguéis vuestras parcelas. Las tierras están preparadas para que
los hombres se apresuren a cultivarlas; los campos les esperan antes de que se
cubran de cizaña o de hierbas nocivas, id y cultivadlas, y cuando miréis que el
trigo ha madurado, segadlo junto con la hierba y más tarde separad el uno de la
otra; por eso Yo siempre os estoy diciendo: velad y orad, porque si os
descuidáis, la mala hierba hará mayores progresos que vuestra semilla, y su
fruto será el que abunde el día que cosechéis, haced que vuestros campos se
doren para que hagáis penetrar vuestro trigo en mis graneros y la cosecha sea
abundante.
La humanidad está hambrienta de mi palabra, de
mi verdad; los hombres reclaman y anhelan que la luz llegue a su entendimiento,
claman justicia y esperan consuelo. Este es un tiempo decisivo; en verdad os
digo que muchas ideas, teorías y hasta dogmas que como verdades se tuvieron por
siglos, caerán por tierra y serán abandonados por falsos; el fanatismo y la
idolatría serán combatidos y exterminados por los que más envueltos y apegados
a ellos se encontraban; las enseñanzas de Dios serán entendidas, su luz, su
contenido y esencia serán comprendidas y sentidas.
Los hombres de ciencia, después de
un tiempo de pruebas en el que sufrirán confusiones muy grandes, cuando en su
espíritu se haga la luz y escuchen la voz de su conciencia, descubrirán lo que
nunca habían soñado.
Nuevamente os digo: velad, porque en
el tiempo de las luchas de credos y doctrinas, de religiones y ciencias,
creerán muchos hombres que el saber que les han dado los libros, será el arma
con la que puedan vencer a mis nuevos discípulos, sabiendo que vosotros no
lleváis libros. Cuando Jesús predicó a las multitudes, no les habló de
enseñanzas aprendidas en libros; sin embargo, dio cátedra de sabiduría, pruebas
de ello las dio desde su infancia, presentándose en el seno de los doctores de
la ley, para confundirlos y hacerlos enmudecer con sus preguntas y dejarlos
asombrados con sus respuestas. El saber de Jesús procedía del Espíritu Divino,
el cual todo se lo revelaba.
Si cualquiera de vosotros limpiara su
entendimiento, despojara su corazón de malos sentimientos y bajas pasiones, y
elevara su espíritu al Padre para entregarse a Él en el amor y servicio a sus
semejantes, quedaría convertido en una fuente limpia que el Maestro llenaría
con su inspiración; sería aquel hombre, como un vaso limpio en mi mesa, el cual
colmaría con el vino de la vida, para que en él mitigasen su sed los que
perecen; el que así se prepare, convencerá a quien le hable, consolará con su
palabra, hará callar al vanidoso, realizará obras sorprendentes, de esas que el
mundo llama milagros y que no son más que manifestaciones naturales del amor y
de la fe de un espíritu elevado.
Cuando os pregunten: ¿Por qué siendo Dios tan
grande se ha valido de un insignificante ser humano para manifestar su
sabiduría? Contestaréis: el amor de Dios por sus hijos no tiene límites, por
eso se ha servido de ellos para realizar este prodigio.
Siendo poderoso, eterno, infinito y a la vez
Padre de todo lo creado, puedo valerme y servirme de todas mis criaturas para
mis fines divinos. En mi amor de Padre, no vengo a fijarme en vuestra pequeñez,
en vuestro pecado, os busco por vuestra humildad. Si consideráis muy pequeña
vuestra forma humana para que Dios se ocupe de vosotros ¿Quién os dio esa
forma, sino Yo? Además al hacerme hombre ¿No fui semejante a vosotros?
El eco de la voz que llega a vuestros oídos, es
el de la materia que como portavoz me interpreta en los momentos de mi
manifestación; la palabra que a vuestra mente y a vuestro corazón llega, es
humana, mas la esencia de esa palabra es divina y por eso ilumina y conforta al
espíritu.
Si hubiera venido en forma humana a repetir mi
lección del Segundo Tiempo, hubiera estacionado a vuestro espíritu, y la
humanidad no me hubiera reconocido; mas Yo, el Maestro de toda perfección, os
llevo paso a paso, siempre hacia lo alto de la montaña, enseñándoos cada vez
nuevas lecciones.
A los ojos humanos es invisible Dios y aun su
propio espíritu porque no tiene forma ni límites, por eso muchos al miraros
elevados en oración, escuchándome, dudan de ello porque no saben que lo divino
y lo espiritual, aparentemente invisible a los ojos humanos, es sentido por el
espíritu y aun por el corazón.
El que cree verdaderamente en Mí, conoce mi voz
doquiera que Yo le hable. Soy como un pastor al que siguen sus ovejas y al que
siempre reconocen por su voz. Por eso en este tiempo en que me encuentro
hablándoos por el entendimiento humano, habéis reconocido la voz de vuestro
Señor. No os habéis detenido a juzgar las deficiencias del portavoz, ni habéis
tomado en cuenta los errores que su rudeza le hacen cometer, habéis comprendido
que soy Yo quien os habla. Al oír mi voz, al instante la reconoceréis para
decir: Es El.
Siempre han sido los humildes y los pobres los
que descubren mi presencia, porque sus entendimientos no están ocupados con
teorías humanas que los aparten del claro discernimiento.
En el Segundo Tiempo también aconteció que
habiendo, sido anunciada la venida del Mesías, cuando El llegó, quienes le
sintieron fueron los sencillos de corazón, los de espíritu humilde y
entendimiento limpio.
Los teólogos, tenían en sus manos el libro de
los profetas y a diario repetían las palabras que anunciaban las señales, el
tiempo y la forma de la venida del Mesías, sin embargo, me vieron y no me
reconocieron, me escucharon y negaron que Yo fuera el Salvador prometido;
vieron mis obras y lo único que supieron hacer fue escandalizarse, cuando en
verdad, todas ellas habían sido profetizadas.
Cuando llegó el día en que las turbas, azuzadas
por quienes se sentían intranquilos con la presencia de Jesús, le hirieron y
azotaron; y le vieron sangrar como un simple mortal bajo el efecto de los
azotes; más tarde, agonizar y morir como cualquier humano; los fariseos, los
príncipes y los sacerdotes, exclamaron satisfechos: he ahí que se nombra hijo
de Dios, al que se creyó rey y se hizo pasar por el Mesías.
Fue por ellos, más que por otros, por los que
Jesús pidió a su Padre que perdonara a aquellos que, conociendo las escrituras
lo estaban negando, y ante las multitudes lo estaban mostrando como a un
impostor. Ellos eran los que, diciendo ser los doctores de la ley, en realidad,
al juzgar a Jesús, no sabían lo que hacían, mientras que allí, entre las
turbas, había corazones destrozados por el dolor, ante la injusticia que
estaban presenciando y rostros anegados por el llanto, ante el sacrificio del
Justo. Eran los hombres y las mujeres de corazón sencillo y de espíritu humilde
y elevado, que sabían quién era el que había estado en el mundo con los hombres
y comprendían lo que éstos perdían al partir el Maestro.
Pueblo: también en este tiempo será juzgada mal
la forma de comunicación bajo la cual habéis tenido mi palabra, y también la
doctrina y las revelaciones que os he hecho, serán negadas por quienes dicen
conocer la forma en que deberá ser mi retorno. Ellos no analizarán mi palabra,
no buscarán su esencia, ni tomarán en cuenta los prodigios y señales que os he
dado de mi venida y de mi verdad, sino que tomarán como razón para negarme, las
obras imperfectas que encuentren en este pueblo, sus profanaciones y
desobediencias. Entonces se levantarán diciendo: ¿Ese que os dijo que llegado
el año de 1950 dejaría de comunicarse con vosotros, es el espíritu de Cristo? ¿Por
ventura puede decir hoy que terminará esta manifestación y mañana proclamar lo
contrario? Porque desde ahora os digo que muchos, sostendrán que me seguiré
comunicando en la misma forma, cuando el año de 1950, haya pasado. Oh pueblo
amado: ¿Queréis ser la causa de que mañana el mundo os burle así y niegue
cuanto os he hablado?
Ved cómo os preparo para que cuando se aproxime
el momento de mi partida no dejéis que las tinieblas penetren en vuestro
corazón, mas Yo os digo que los que verdaderamente hayan sentido y entendido mi
palabra, se apartarán de los caminos de confusión, para buscarme en la soledad,
de espíritu a Espíritu. Estos escucharán en su corazón la voz inolvidable y
conocida de su maestro, que les dice: "Bienaventurados vosotros los que
lloráis al contemplar la profanación de mi Obra, porque sabéis que esa ha sido
la causa de que muchos no la conozcan y de que otros la burlen y la
nieguen".
Orad y velad, discípulos, para que sigáis
reconociendo mi voz entre todas las engañosas que el mundo os proporciona y así
os veréis conducidos con amor y cuidado hasta el fin del sendero, donde el seno
del Padre se abre como un aprisco de magnitud infinita para guardar por siempre
a los que crió con amor y envió para que sus méritos en la Tierra les hicieran
merecedores de la morada perfecta.
Cuando os digo que es Cristo quien os habla, no
falta quien juzgue de blasfemos a éstos que trasmiten mi palabra; mas no es
extraña esta manera de juzgar y de analizar, dado que su insensibilidad a lo
espiritual les impide sentirme a través de la esencia de mi Doctrina.
Cierta vez, delante de los fariseos, dije: El
Padre y Yo somos uno y también me llamaron blasfemo y recurrieron a las
escrituras, tratando de demostrar que era falso todo lo que Yo decía.
Hoy os digo que quien no abra los ojos de su
espíritu, no podrá mirar la luz divina; porque nadie ha sido tan probado como
lo fue Jesús.
Los hombres me interrogaban, me tendían lazos,
buscaban confundirme con sus preguntas tendenciosas, me increpaban para probar
mi prudencia, y no encontrando la manera de perderme a pesar de sus esfuerzos,
me acusaron, me calumniaron y me juzgaron, para ver como se comportaba en ese
caso el que se decía hijo de Dios; mas no conformes con todo eso; quisieron
también ver si mi cuerpo sangraba y si estaba formado de carne y hueso, y
cuando en el camino tropezaba Jesús y sangraba, afinaban su oído esperando oír
mis quejas.
Cuando dije que el Padre y Yo éramos uno: habló
el espíritu; más cuando el cuerpo sangró, fue la parte humana la que emitió la
queja, porque era carne viva.
El mundo me pidió que le mostrara mi verdad y
la verdad le mostré; pero viendo, no miró. Mi palabra y mis obras hubieran sido
bastantes para probar el poder divino de quienes las había hecho; sin embargo,
no se les atribuyó ese poder, mas mi muerte en cuanto hombre, no fue el final
de aquellas pruebas. Fui en espíritu delante de mis discípulos y aun entre
ellos hubo uno que me pusiera a prueba y que no creyera en la resurrección de
su Señor, sino hasta que se convenció hundiendo sus dedos en la herida de su
costado.
06-150.35 Después, cuando la semilla de la palabra de
Jesús se extendía de comarca en comarca y de nación en nación, los incrédulos,
los escépticos, los materialistas, surgían a cada paso, para seguir sometiendo
a sus razonamientos mi Doctrina, mis palabras y mis obras. Mas los hombres no
se han concretado a juzgar mi verdad tan sólo a través de mis obras y de mi
Doctrina, sino que se han entregado a escudriñar mi naturaleza humana, mi
formación, mi nacimiento, mi niñez y cuantos pasos di en la Tierra. Más tampoco
escapó a ese escrutinio María, la mujer santa y pura elegida por Dios, para dar
al mundo el fruto de la vida. También ella supo del escarnio, de los juicios y
de las pruebas de los hombres; no les bastó que desde los tiempos pasados el
profeta Isaías la hubiera anunciado como virginal y pura. Y aún este es el
tiempo en el que los hombres, a través de las religiones y sectas, discuten y
deliberan sobre Ella.
Os digo, que mientras la humanidad no se
despoje de su materialismo, al juzgar la verdad, no podrá mirarla de frente.
Yo perdono a unos y a otros, mas os aconsejo
que no sigáis tomando mis palabras para confundiros unos a otros, para heriros
o para daros muerte, porque vuestro juicio tendrá que ser grande.
Si ahondáis vuestras discusiones y llegáis a
aborreceros los unos a los otros a causa de vuestras diferencias, ¿Cuándo vais
a uniros en la verdad que es una sola?
No temáis de Mí, temed de vosotros, os dice el
maestro: ¿Juzgué desde la cruz a los que me sacrificaron? ¿Tuvo reproches o
quejas María en aquella hora infinitamente dolorosa? No, pueblo.
Tampoco ahora os estoy juzgando. De cierto os
digo que cada quien se forma su propio juicio y se dicta su sentencia; Yo
quiero libraros del dolor, de la expiación, del cáliz amargo, y para ello os
invito a que principiéis a amaros unos a otros, porque ese es el camino que
podrá llevaros a la luz, a la paz y a la verdad.
Si aún pensáis que vuestros sufrimientos se
deben a vuestros primeros padres, estaréis cometiendo en vuestros juicios una
falta de comprensión con vuestro Dios.
En una parábola divina, inspiré a los primeros
hombres para que empezaran a tener conocimiento de su destino, pero fue mal
interpretado el sentido de mis revelaciones. Cuando se os habló del árbol de la
vida, de la ciencia del Bien y del Mal, del cual comió el hombre, sólo se os
quiso dar a entender que, cuando el hombre llegó a tener conocimiento
suficiente para distinguir entre lo justo y lo injusto y comenzó a ser
responsable de sus actos, desde entonces comenzó a recoger el fruto de sus
obras.
Muchos han sido los hombres que han aceptado
que todas las lágrimas de este mundo han sido causadas por un pecado de los
primeros pobladores y en su torpeza para analizar la parábola, han llegado a
decir que Cristo vino a lavar con su sangre toda mancha. Si tal afirmación
hubiera sido cierta ¿Por qué a pesar de de que aquel sacrificio ya fue
consumado, los hombres siguen pecando y también sufriendo?
Jesús vino a la Tierra para enseñar a los
hombres el camino de perfección, camino que enseño con su vida, con sus hechos
y con sus palabras.
Sabéis que Dios dijo a los hombres: creced y
multiplicaos y henchid la tierra. Esa fue la primitiva ley que se os dio, oh
pueblo; más tarde, el Padre no pedirá a los hombres que tan solo se
multipliquen y que la especie siga creciendo, sino que sus sentimientos sean
cada vez más elevados y que su espíritu emprenda un franco desarrollo y
desenvolvimiento. Mas si la primera ley fue la propagación de la raza humana,
¿Cómo concebís que el mismo Padre os aplicase una sanción por obedecer y
cumplir con un mandato suyo? ¿Es posible, pueblo, que en vuestro Dios exista
una contradicción semejante?
Mirad que interpretación tan material dieron
los hombres a una parábola en que tan sólo se os habla del despertar del
espíritu en el hombre; por lo tanto, analizad mi enseñanza y no digáis más que
estáis pagando la deuda que por su desobediencia contrajeron los primeros
pobladores para con vuestro Padre. Tened una idea más elevada de la justicia
divina.
Yo os he dicho que hasta la última mancha será
borrada del corazón del hombre, mas también os digo que cada quien deberá lavar
sus propias manchas. Recordad que os dije: "Con la vara que midiereis
seréis medidos" y "Lo que se siembra se cosecha".
Este es el tiempo en el que podéis comprenderme
cuando os digo: "Creced y multiplicaos", que esto debe ser hecho
también espiritualmente y que debéis henchir el Universo con vuestras buenas
obras y con pensamientos elevados.
Yo doy la bienvenida a todos los que quieren
acercarse a Mí, a todos los que buscan la perfección.
Reposad de vuestras fatigas terrestres, hijos
míos, penetrad en vuestro interior, donde está el templo, y meditad en mi
palabra.
Os tengo destinados para que extendáis por la
Tierra el bien, que es la verdadera espiritualidad.
¿Os sentís incapaces y pequeños? ¿Os juzgáis
impuros para poder llevar sobre vuestro espíritu una misión de esta naturaleza?
Es que no conocéis mi sabiduría y mi misericordia. Es que no observáis con
pureza los ejemplos que a cada paso os doy a través de la Naturaleza.
¿No miráis cómo los rayos, iluminándolo todo,
llegan hasta la más infecta charca, volatilizándola, elevándola a los espacios,
purificándola y convirtiéndola finalmente en nube que habrá de pasar sobre los
campos, fecundándolos?
A veces me decís: "Maestro, ¿Cómo has
puesto tus ojos en la humanidad de este tiempo, cuando ya no hay patriarcas, ni
justos, ni hombres que puedan ser apóstoles tuyos, si Tú ves que vivimos en un
mundo de cieno y de pecado?" A lo cual Yo os respondo que mi poder hace
brotar lirios de entre el mismo fango de donde nadie podría imaginar que
surgiera una flor de tan maravillosa pureza.
Dejad que el sol de mi palabra penetre en
vuestro ser, para que os purifique y os eleve, y presto os levantéis fecundando
el corazón de vuestros hermanos.
Dejad que en medio de esta vida de pecado y
corrupción que vive la humanidad, brote la limpidez de vuestras obras y la
pureza de vuestras oraciones, y de cierto os digo que vuestro espíritu no
tendrá entonces nada que envidiar de los lirios.
Yo hablaré bajo esta forma durante un breve
tiempo, tiempo que aprovecharéis como aprovechan las plantas de los campos la
estación propicia para crecer, florecer y fructificar.
En verdad, en verdad os digo, que hay más amor
en los pecadores arrepentidos, que en aquellos que se han tenido siempre por
buenos. Así, Yo seguiré hablando y los pecadores se seguirán arrepintiendo de
sus faltas y aumentando el número de los convertidos.
El corazón del pecador es más sensible al toque
de amor de mi palabra, y es que hay muchos hombres que han pecado porque en su
vida les ha faltado amor. Ellos cuando han escuchado mi voz de Padre,
llamándoles, curándoles sus heridas, comprendiéndolos como nadie en la Tierra
los ha comprendido, pronto han sentido el divino toque en las fibras más
sensibles y han experimentado la perseverancia de su maestro ante ellos.
Así van por el mundo muchos hombres que buscan
una frase o una luz redentora, un consuelo para su pena. Buscan a alguien que
los disculpe, que no les señale sus faltas, que les hable de una vida mejor,
mas no lo encuentran en el mundo y entonces se encierran en sí mismos, se
vuelven herméticos y a nadie les vuelven a confiar sus secretos.
Esos corazones sólo los abre la llave del amor,
la que Yo poseo, y que precisamente vengo a confiar a todo aquel que abra su
corazón y me diga: Maestro, quiero seguirte.
Del fondo del corazón de la multitud surge esta
pregunta: ¿Eres Tú el Mesías? Yo sólo os digo: Oíd mi palabra, penetrad en su
sentido y buscad su esencia.
Yo hablo la verdad, enseño el camino, revelo la
reencarnación que es ley para que se perfeccione el espíritu y llegue a la meta
de su destino. ¿Lo dudáis? De cierto os digo que la verdad en nada se altera
con vuestras dudas; ella sigue siendo la misma.
Yo os digo que nunca neguéis por el solo hecho
de que no comprendáis. Pensad que si sólo fuese verdad lo que vuestra pobre
mente comprende, no existiría nada.
Hay quien me dice: Maestro, si Tú todo lo
sabes, si aun antes de que las criaturas sean, Tú las conoces, ¿Sabías que en
aquel tiempo Judas iba a entregarte? ¡Ah, entendimientos rudos que llegáis aún
en estos tiempos a formular semejantes preguntas. Yo que todo lo sé, por eso lo
escogí, porque sabía que aquel hombre no podía obrar de otra manera, y era
indispensable que me sirviese de cada una de las imperfecciones de mis
discípulos para entregar una lección.
El discípulos aquel que traicionó a su Maestro
es un símbolo, un libro abierto que existe en cada conciencia humana, para que
supieseis entender su significado y escuchar sus enseñanzas.
Sabed que en cada hombre habita un
"Judas". Sí, discípulos, porque en vuestro caso la materia es el
"Judas" del espíritu, la materia es la que se opone a que brille la
luz de la espiritualidad, la que acecha al espíritu para hacerlo caer en
materialismo, en bajas pasiones.
Mas no porque sea vuestra materia la que os
orille al abismo, vais a condenarla, no, porque la necesitáis para vuestro
adelanto y la venceréis con vuestra espiritualidad, como Yo vencí a Judas con
amor.
Yo veo que dudáis del poder del amor, que
dudáis de la fuerza de la fe; que dudáis de la comunicación de mi Espíritu a
través del entendimiento humano; que dudáis hasta de vuestros dones o potencias
que aún no desarrolláis. ¿Qué podéis hacer con tanta duda? ¿Qué prodigios
podéis palpar? Ninguno.
Sois tan obstinados en vuestro escepticismo y
estáis tan fuertes en vuestra duda, que no permitís que la luz espiritual
llegue con sus destellos al fondo de vuestro entendimiento. Mas cuando lleguéis
a espiritualizaros, cuando lleguéis a vivir la vida de acuerdo con mis
enseñanzas y conforme a mi voluntad, veréis surgir de vuestro ser los poderes
que negasteis y los dones que jamás creísteis poseer.
Entonces, cuando seáis espirituales y tengáis
pureza y mansedumbre en vuestro corazón, veréis cómo todos los elementos de la
Naturaleza os serán amables y obedientes, porque vuestra espiritualidad os hizo
entrar en armonía con ellos.
Cuando tengáis espiritualidad, no volveréis a
decir: "Padre, dadme sustento, dadme inteligencia, dadme riqueza material".
Mucho menos caeréis en el error de decirme: "Padre, si me concedes lo que
te pido, yo te daré de lo que tengo, lo que me pidas".
¿No creéis, discípulos, que esa forma de pedir
equivale a tentar a vuestro Padre? ¿Acaso creéis que Yo pueda daros más y
mejor, cuando vosotros me dais? Y ¿Qué sería de vosotros si cuando me decís que
os pida de aquello que tenéis, lo que Yo quiera, a cambio de concederos lo que
solicitáis, os retuviera lo que más amáis en el mundo? ¿Resistiríais cualquier
prueba?
No, discípulos, ya es tiempo en que dejéis que
sea vuestra conciencia la que guíe todos vuestros actos y pensamientos.
Dejad que vuestra fe hable y el cielo os
contestará.
Encontrábase el Espíritu Divino lleno de amor,
a pesar de existir sólo El.
Nada había sido creado, nada había en torno al
Ser Divino y sin embargo amaba y se sentía Padre.
¿A quién amaba? ¿De quién se sentía Padre? De
todos los seres y de todas las criaturas que habían de brotar de él y cuya
fuerza estaba latente en su Espíritu. En aquel espíritu estaban todas las
ciencias, todos los elementos, todas las naturalezas, todos los principios. El
era la eternidad y el tiempo. En El estaban el pasado, el presente y el futuro,
aun antes de surgir a la vida los mundos y los seres.
Aquella inspiración divina se hizo realidad
bajo la fuerza infinita del amor divino, y comenzó la vida.
El Universo se llenó de seres, y en todos se
manifestó el amor, el poder y la sabiduría del Padre.
Como un manantial inagotable de vida fue el seno del Señor desde aquel instante en que dispuso que los átomos se uniesen para formar cuerpos e integrar seres.
Primero existió la vida espiritual; primero
fueron los espíritus y después la naturaleza material.
Como estaba dispuesto que muchas criaturas
espirituales habrían de tomar forma corpórea para habitar en mundos materiales,
todo fue previamente preparado, a fin de que los hijos del Señor encontrasen
todo dispuesto.
Sembró de bendiciones el camino que habrían de
recorrer sus hijos; inundó de vida el Universo y llenó de bellezas la senda del
hombre, en el que depositó un destello divino; la conciencia y el espíritu,
formando así de amor, de inteligencia, de fuerza, de voluntad y de conciencia,
mas a todo lo existente lo envolvió en su fuerza y le señaló su destino.
El Padre quedaba ahí, como el principio de todo
lo existente, y luego de ofrecerse al Universo el camino de la evolución y el
perfeccionamiento, se quedaba en espera del retorno de todos sus hijos, para
que en El encontrasen también su final que sería la perfección del espíritu y
la eternidad.
Ese camino trazado a cada elemento, a cada
criatura y a cada especie, era la Ley que el Creador escribía imborrable en sus
hijos.
Desde entonces todo vibra para el fin a que fue creado; desde entonces todo camina hacia la perfección, girando sin cesar en torno a un manto, a un principio y a una ley.
El Padre, a semejanza del sembrador, tomó los
elementos de vida que en él había, como si fuesen tierra y allí depositó la
semilla de vida que procede de su amor, para esperar el día de recoger un fruto
tan perfecto como fue la semilla y como fue la inspiración.
Los hombres de ciencia de estos tiempos, se
abisman al descubrir que su mundo tiene más tiempo de vida del que ayer le
supusieron los primeros científicos, y cuando creen que la Tierra es una
estrella en decadencia, próxima a apagarse, Yo les digo que ha vivido tan poco todavía,
que aún le falta mucho para llegar al grado de poder dar albergue a las
generaciones de la gracia y la espiritualidad.
¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.!
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