sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 146

Discípulos: he acariciado vuestra frente apartando vuestras preocupaciones, y habéis vuelto vuestros ojos hacia Mí para decirme: ¿Aquí estabais, Señor?

Es menester que concentréis vuestra atención en mi palabra, porque cuando soy escuchado verdaderamente, abro mi arcano y desbordo mi sabiduría en mis discípulos. Me preguntáis: ¿A qué se debe tanta paciencia y tanto amor divino? Y Yo os contesto: muchos habéis sido padres en la Tierra y todos habéis sido hijos, ¿Qué padre ha deseado el dolor para el hijo, aun cuando de él haya recibido la mayor ofensa, la más cruel ingratitud? En el corazón de aquel padre se ha abierto una profunda herida, el dolor lo ha embargado y a veces hasta el enojo ha turbado su mente, pero ha bastado una palabra de arrepentimiento de aquel hijo o un acto de humildad, para que lo estreche contra su corazón. Si eso hacéis los humanos, ¿Por qué os extraña que os ame y os perdone con perfección?

Os formé para amaros y sentirme amado. Vosotros necesitáis de Mí como Yo necesito de vosotros. No dice la verdad quien afirme que no me hacéis falta, si así fuera, no os hubiese creado ni me hubiese hecho hombre para rescataros con aquel sacrificio que fue una gran prueba de amor; os hubiese dejado perder, mas debéis reconocer que si os alimentáis de mi amor, justo es que ofrezcáis lo mismo a vuestro Padre, porque os sigo diciendo: "sed tengo, sed de vuestro amor".

¿Cómo no me habéis de hacer falta y cómo no he de sentir vuestra ausencia si sois parte de mi Espíritu? ¿Veis por qué os pido que analicéis Mi palabra y hasta la forma en que he venido, para que no os extrañe el hecho de manifestarme por medio de materias pecadoras? Para mi amor no ha podido significar un obstáculo vuestro pecado, he venido a purificaros para acercaros a Mí. Unos lo han comprendido y otros no, por eso entre las multitudes de hombres y mujeres que me han escuchado en este tiempo, existen los que han proclamado que Yo he vuelto entre los hombres, así como aquellos que han dicho que esto es imposible.

Mi presencia nunca se ha apartado de vosotros. Es mi verbo el que vengo a derramar en cumplimiento de mi promesa; es mi amor y mi luz que emana de esta palabra. Ahora me encuentro doctrinándoos, mas cuando llegue el año de 1950, señalado por mi voluntad como el último de esta manifestación, sin que mi Espíritu se aparte de vosotros, haré cesar esta forma de comunicarme.

Sólo unos corazones quedarán preparados para ese tiempo.

¿Acaso en el Segundo Tiempo esperé a que el mundo se convirtiese para ausentarme? Yo partí entre burlas, escarnios, crueldades y dudas. Sabía que era menester mi muerte para que el mundo se levantara a la vida. Nuevamente en este tiempo me ausentaré en los instantes de vuestra confusión, de vuestra turbación y de vuestras dudas, pero mi palabra, legada a la humanidad como un testamento de amor, volverá a conmover al mundo.

Vendrá la guerra de ideas, credos, religiones, doctrinas, filosofías, teorías y ciencias, y mi nombre y Doctrina andarán en todos los labios. Mi nueva venida será discutida y juzgada, y de ahí se levantarán los grandes creyentes proclamando que Cristo ha estado nuevamente entre los hombres. En esos instantes, desde el infinito animaré a esos corazones y haré prodigios a su paso para fortalecer su fe.

La humanidad está recordando en este día, aquel en que unos magos de Oriente llegaron hasta el pesebre de Belén para adorar al Dios niño. Hoy me preguntan algunos corazones: ¿Señor, es verdad que aquellos señores poderosos y sabios se inclinaron delante de vos, reconociendo vuestra divinidad?

Si, hijos míos, fue la ciencia, el poder y la riqueza los que llegaron a postrarse ante Mi presencia.

También estaban allí los pastores, sus esposas y sus niños con sus humildes, sanos y sencillos presentes, con los que recibían y saludaban al Redentor del mundo y a María como el símbolo de la ternura celestial. Ellos representaban la humildad, la inocencia, la sencillez; mas los que tenían en sus pergaminos las profecías y las promesas que hablaban del Mesías, dormían profundamente sin presentir siquiera quién había llegado al mundo.

Dudáis a veces de lo que os habla la historia escrita por mis apóstoles, porque mi vida ha sido rodeada por muchas falsas leyendas; ahora os digo que lo que ellos escribieron fue verdad y además fue lo indispensable para vuestra salvación. Todo aquello ahora vengo a confirmarlo y lo que la imaginación de los hombres haya creado quedará destruido con la verdad de mi palabra en este tiempo. Los humildes han llegado ante mi palabra trayendo en su corazón su presente de humildad y de sencillez. Después, vuestro mundo científico, los acaudalados y los hombres del poder, se inclinarán ante mi presencia invisible.

A pesar de haberos encontrado más materializados que en los tiempos pasados, la evolución que el espíritu ha tenido permitirá a la humanidad concebir mi nueva manifestación en forma espiritual. Cuando más distante cree el hombre encontrarse de mi Divinidad, he ahí que se halla a un paso de ella. Hay quienes afirman que Yo no existo, mas no os dejáis impresionar por ello, esos hombres hablan así porque me han concebido a través de formas irreales, y al desengañarse por su ciencia de que no estoy donde ellos creían, entonces me han negado, pero aún grande es su deseo de saber si en verdad existo.

Todavía el hombre no se ha encontrado, falta que se conozca espiritualmente para que tenga la solución de muchas confusiones y la respuesta a muchas interrogaciones. Este es el tiempo en que puede y debe encontrarse, descubrirse y conocerse. Cuando esto sea, con qué claridad sentirá mi presencia.

Os he permitido comunicaros brevemente con los seres del más allá, lo que no autoricé en el Segundo Tiempo porque entonces no estabais preparados para ello, ni unos, ni otros. Esa puerta ha sido abierta por Mí en este tiempo y con ello doy cumplimiento a los anuncios de mis profetas y a algunas de mis promesas. En 1866 se abrió para vosotros esa puerta invisible y también las del cerebro de los escogidos, para manifestar el mensaje que los espíritus de luz habrían de traer a los hombres. Antes de ese año, en las naciones y pueblos de la Tierra veníanse manifestando seres espirituales, que fueron las señales precursoras de mi venida.

Mucho habéis despertado para la ciencia y mucho habéis dormido para lo espiritual, mas Yo he venido a enseñaros una ciencia divina que tiene como raíz el amor, y de la cual se derivan la caridad, la sabiduría, la fraternidad. Vuestra ciencia ha acercado a los pueblos, ha vencido el tiempo y las distancias, es fruto de la mente. ¿Qué de extraño tiene que por el espíritu se acerquen los mundos y se conquiste la eternidad? Todo aquel que ansíe recorrer este camino, revista su corazón de respeto, vele, ore y sea obediente al llamado de su conciencia.

Os he dicho que vuestra comunicación con el mundo espiritual en esta forma materializada y tangible será breve, porque en 1950 esta lección y experiencia habrán terminado, mas si la aprovecháis debidamente, os dejará innumerables frutos, entre ellos el de haberos preparado para la comunicación de espíritu a Espíritu, o sea la comunicación directa sin necesidad de la facultad que concedí temporalmente a vuestro entendimiento. Sólo el amor deberá ser lo que os atraiga unos a otros.

Así os enseño para que no caigáis en ciencias confusas, en nuevos fanatismos o en supersticiones. Por eso no os fue permitido en el Segundo Tiempo conocer las lecciones dadas bajo esta forma, porque no hubieseis comprendido su esencia. Cristo os lo prometió y Elías vino a darle cumplimiento en este tiempo. Sobre el mundo seguirán materializándose los espíritus aun después de 1950, ello servirá para que muchos escépticos crean y muchos aletargados despierten, mas este pueblo deberá ser obediente dejando que esa forma de manifestación termine para él en el instante indicado: más tarde llegarán estos discípulos a las naciones y con mano firme arrancarán toda la hierba que entre la humanidad haya crecido, dejando solamente la luz de la experiencia como trigo fértil. Sobre la profanación que se haga de lo sagrado, llegarán los que enseñen el respeto a lo que sea puro. Y cuando la espiritualidad sea en el corazón de la humanidad, sentirá que su pensamiento se eleva hacia otros mundos, y los sentirá penetrar en su corazón, entonces habrán alcanzado los hombres una elevación espiritual que les permitirá sentir en su corazón la presencia del Reino de los Cielos.

Los lazos de amor con que habéis sido unidos en la Tierra se estrecharán con los que os unen espiritualmente en la eternidad. Así se formará la familia universal, donde no existirán diferencias.

Habéis tenido entre vosotros manifestaciones de seres turbados que viven en tinieblas, ellos han pasado por las puertas de ese don que os he confiado, y ¿Quién podrá tomar como malas esas manifestaciones o por ello juzgar impura esta Doctrina? ¿No creéis que ese don está encaminado a hacer la caridad no tan sólo entre los humanos, sino también entre aquellos que llevan tinieblas en el espíritu?

Quien juzgue mal estas lecciones, ha estudiado mal las obras de Jesús del Segundo Tiempo. La vida espiritual es semejante a la vida material, aquella tiene también sus encrucijadas, vicisitudes y tentaciones como en esta vida que vosotros vivís; cuando se abre una puerta para hacer caridad, ahí acuden los necesitados como ocurrió con Jesús en el Segundo Tiempo y como ocurre con los que han recibido en este tiempo ese don. Ahí es donde quiero contemplar vuestra caridad.

Yo os bendigo, porque cuando han llegado ante vosotros los poseídos, no les habéis llamado endemoniados, sino que habéis visto en el poseído a un hermano en expiación, y en los que lo dominan, a hermanos menesterosos que lo perturban.

Mañana, no habrá necesidad de que aquellos seres tomen vuestro cerebro para comprender la realidad, les bastará recibir vuestros pensamientos en su espíritu para contemplar la luz.

Son ya los últimos tiempos en que estaré con vosotros en esta forma. Creed en ello y creed también que no volveré a este mundo a materializar mi palabra y menos a hacerme hombre.

Preparaos, porque llegarán a vosotros rumores de hombres que afirmen que he vuelto, que Cristo ha venido a la Tierra. Vosotros permaneceréis fieles y diréis con firmeza: el Señor está en espíritu con todos sus hijos. Si durmieseis y no os espiritualizaseis, negaréis que Yo levanté mi palabra, y convertidos en blasfemos y desobedientes invocaréis mi rayo sobre las multitudes diciéndoles: pidámosle a aquel que nos dio su palabra que siga hablándonos, elevémosle cánticos y hosannas para que nos escuche; mas de cierto os digo que mi rayo no tornará más al entendimiento humano porque no vendré a alimentar vuestra necedad. ¿A qué os expondríais? A que las palabras de aparente luz os llevaran a la confusión. ¿No quiere eso vuestro corazón? Preparaos para esa prueba, y sobre vuestra obediencia y humildad brillará la luz de mi inspiración.

Yo os anuncio que si antes de 1950 no se hace la unificación de estas multitudes en un solo pueblo, la confusión reinará muy pronto porque habrá quienes digan que el Maestro se sigue manifestando, y entonces ¡Ay de este pueblo! ¿No habéis presentido esta amenaza? Todavía no se ha despertado en vosotros ese espíritu de fraternidad y unión, y esperáis que sean los acontecimientos los que os unan, mas si eso esperáis veréis desatarse las plagas, los desórdenes, las guerras y la justicia de los elementos, hasta que no haya en el mundo un sitio de paz, ni en la superficie de la Tierra, ni en sus entrañas, ni en el mar, ni en los vientos.

Pueblo: Comencé mi palabra en este día llena de dulzura, mas luego se hizo severa porque es menester preveniros de peligros y corregir a tiempo vuestros errores, pero quiero terminar mi cátedra hablándoos con dulzura.

Discípulos: no olvidéis que en el día en que los hombres recuerden el nacimiento de Cristo, vine a abriros aún más vuestros ojos para que lleguéis a Mí por el camino del cumplimiento, de la humanidad, de la obediencia.

Hoy no me habéis traído leche, miel y pan, como ofrenda de amor y regocijo a imitación de los pastores de aquel tiempo. Tampoco los reyes o los sabios de este tiempo me traerán incienso, oro y mirra. Todos me mostrarán su espíritu, para que en él deposite un presente de amor.

En este instante desciendo a vosotros en mi palabra a través de un entendimiento humano, para daros la bienvenida y deciros que mi perdón os lo he dado para siempre.

Estoy esperando en vosotros la nueva simiente, oídme para que seáis semilla de luz.

Muchos de vosotros queréis morir porque os encontráis cansados y sin ideales en la Tierra. Ciertamente que la muerte del cuerpo es el renacimiento para el espíritu, pero ese cuerpo que ocupáis os sirve para purificaros. Orad y velad y no os debilitaréis. Yo estoy en vosotros; cuando decís que la sangre de Cristo cayó sobre la humanidad ¿Pensáis que sólo se trata de un sentido figurado o de un símbolo? ¿Qué pensaríais si os dijese que tanto mi sangre como mi cuerpo os trazaron la senda del cumplimiento de la misión, que a cada uno de vosotros fue confiada? Y sí mi Espíritu está derramado en cada uno de vosotros ¿Cómo es que no llegáis a reconoceros como hermanos y en cambio os aborrecéis? ¿Nunca habéis pensado que cuanto hagáis con vuestros hermanos lo hacéis conmigo?

Dejad de escudriñar la ascendencia humana de Jesús, ello no os revelará la sutileza de mi cuerpo. Penetrad en las grandes revelaciones que en aquel tiempo y en éste os he dado y comprenderéis lo que ahora os estoy dando a conocer.

No recurráis a los libros del mundo, que aunque hablan de Mí no están escritos bajo inspiración divina. Ved que lo que brota de la mente humana puede tener errores, mas lo que viene de los cielos no puede equivocaros. Guardad mis revelaciones con más celo que si guardaseis perlas o brillantes.

Dicen los hombres en sus libros, que Jesús estuvo entre los esenios buscando su saber, mas quien todo lo sabía y fue antes que los mundos, nada tenía que aprender de los hombres; no podía lo divino aprender de lo humano. Donde quiera que estuviera fue para enseñar. ¿Puede haber en la Tierra alguien más sabio que Dios? Cristo vino del Padre a traer a los hombres la sabiduría divina. ¿No os dio prueba de ello vuestro Maestro cuando a los doce años de edad, dejó absortos a los teólogos, a los filósofos y a los doctores de la Ley de aquel tiempo?

Hay quienes han atribuido a Jesús las debilidades de todos los hombres, gozando con arrojar sobre el hombre divino y sin mancha, el cieno que llevan en su corazón. Esos no me conocen. Si todas las maravillas de esta Naturaleza que contempláis no son más que la materialización de pensamientos divinos, ¿No pensáis que el cuerpo de Cristo es la materialización de un pensamiento sublime de amor de vuestro Padre? Entonces Cristo os amó con el Espíritu, no con la carne. Mi verdad nunca podrá ser falseada porque ella contiene una luz y una fuerza absolutas.

El eco dulce e inolvidable de la palabra de Jesús, aquella que no hiere, vengo a manifestarla en este tiempo por conducto de estos humildes y torpes entendimientos.

Los hombres, sin respeto y sin amor, han osado juzgar la vida de los seres más elevados que Dios ha enviado entre los hombres, tomando mi propia palabra, como base para sus razonamientos. Si en cierta ocasión llamé a mis discípulos hermanos, no fue la única, ni a ellos solamente a quienes así llamé. María en su seno virgen llevó el cuerpo de Jesús. La Madre escogida, la Madre purísima, la azucena sin mancha, fue la encarnación de la ternura materna que en lo divino existe. ¿Por qué Jesús llamándose el hijo de Dios, no había de llamar hermanos a los hombres cuando ellos también son hijos de Dios? ¿Cuándo tendréis la elevación suficiente que os permita dar su justo sentido a lo divino y a lo humano? Comprended que es la única forma de que sepáis dónde están los errores y dónde brilla la verdad.

No son los hombres los que pueden hablaros de Mí con más verdad que Yo, aunque estas lecciones os las digo a través de hombres, mirad que es en sus éxtasis cuando por ellos hablo. Mi Doctrina llegará a ser comprendida, su esencia que es ley será vivida por la humanidad. Antes, la semilla de la cizaña será exterminada. Y vosotros, ¿Cuándo llamaréis hermanos a todos los hombres? ¿Cuándo veréis en ellos a hijos de vuestro Padre? El único título que podrá llevaros hasta mi seno, será el de haber sabido ser hijos de Dios y hermanos de vuestros semejantes.

Vosotros que os preocupáis tanto de vuestro hogar, ¿Por qué no os preocupa igual la morada que tendréis que preparar en la eternidad para vuestro espíritu? Vosotros que encendéis la luz de vuestra estancia para no estar a obscuras, ¿Por qué no encendéis la lámpara de vuestro corazón para que no permanezcáis más en las tinieblas?

Cuando estéis preparados os hablaré ampliamente de los tres tiempos y de las siete etapas o épocas para que no confundáis a los unos con las otras.

He aquí mi palabra reveladora y sencilla, comprendedla y ponedla en práctica.

Este es instante de gracia en que la luz de mi Santo Espíritu se esparce en todos los mundos; luz que es sabiduría divina para cada criatura espiritual. Y vosotros que estáis oyendo mi palabra, recreándoos con la sabiduría del Espíritu de Verdad, encontrad en toda ella el sentido de mis enseñanzas, preparaos en verdad, porque es menester que enseñéis a muchos mi Ley.

Mi Ley es un camino de justicia y amor al cual estoy volviendo a llamar a los hombres, para que gobiernen a las familias y a los pueblos con ese amor y esa justicia de que os hablo. En esa Ley existe el principio y el fin de todo lo creado; es mi voluntad que todo viva en armonía, y que vosotros, dentro de esta Creación, evolucionéis espiritualmente cómo evolucionan los diferentes reinos de la Naturaleza, para que alcancéis el progreso de vuestro espíritu.

El hombre se ha estancado moral y espiritualmente, ha forjado un culto hacia Mí y una forma de vivir que cree son las mejores, y ha caído en una rutina que hastía y fatiga su espíritu, fanatizándolo en ritos y ceremonias materiales. En cambio ved el nivel de evolución en que se encuentran los reinos que forman la Naturaleza material, ved su orden, su armonía y su perfección.

Tenéis que comprender que vosotros, dotados de espíritu, significáis en la Creación, la obra más amada del Padre, porque en vosotros depositó esencia, atributos e inmortalidad.

No existe la muerte para el espíritu, la muerte como la concebís vosotros o sea el dejar de existir. No puede ser la muerte del cuerpo, muerte o fin para el espíritu. Ahí es precisamente donde él abre los ojos a una vida superior, mientras su envoltura los cierra al mundo para siempre. Es sólo un instante de transición en la ruta que conduce a la perfección. Si aún no lo habéis comprendido así, es porque todavía amáis mucho a este mundo y os sentís estrechamente ligados a él. Os preocupa abandonar esta morada porque creéis ser dueños de lo que en ella poseéis, y aún hay quienes conservan un vago presentimiento de mi justicia divina y temen penetrar en el valle espiritual.

La humanidad ha amado demasiado a este mundo; demasiado, porque su amor ha sido mal dirigido. ¡Cuántos han sucumbido en él por esta causa! ¡Cuánto se han materializado los espíritus por la misma razón!

Sólo cuando habéis sentido cerca los pasos de la muerte, cuando habéis estado gravemente enfermos, cuando habéis sufrido, es cuando pensáis que estáis a un paso del Más Allá, de esa justicia que sólo en esos trances teméis y entonces hacéis al Padre promesas y juramentos de amarle, de servirle y obedecerle en la Tierra.

El dolor os purifica, el dolor es el cincel que modela el corazón del hombre para que éste alcance espiritualidad. Para que vuestro dolor no sea estéril, necesitáis que la antorcha de la fe os ilumine para que tengáis elevación y paciencia en las pruebas.

Vosotros sois el mejor fruto que ha brotado de Mí, que soy el árbol universal; cumplid siempre con mi Ley de amor para que pueda regocijarme con vosotros.

Si apuráis en la vida un cáliz de amargura por causa de la humanidad, devolvedle a ella ese mismo cáliz, pero lleno de miel. Como Cristo, quien recogió sólo dolor y amargura entre los hombres a quienes tanto amó, y todavía pendiente en el madero, mientras las turbas blasfemaban y le ofrecían hiel y vinagre, El abría su costado como manantial de amor para entregar a los hijos su sangre, como vino de resurrección y vida eterna.

En el Segundo Tiempo, apartó se el Maestro de sus discípulos por unas horas y al volver, observó que deliberaban, entonces les preguntó: ¿Qué habéis aprendido de mi Doctrina? Y uno de ellos contestó: Maestro, cuando vos no estáis con nosotros, estudiamos tus palabras, mas no siempre alcanzamos a comprender. El Maestro entonces les dijo: Contemplad  la mar, ved que es inmensa, así es la Ley del Padre, ella es el principio y el fin de todo lo creado, pero Yo os concederé comprender hasta donde sea mi voluntad.

Por diferentes caminos va la humanidad en este Tercer Tiempo y no encuentra la verdad. Yo le envío mensajes y señales pero ella se encuentra ciega. No han sido suficientes las voces de los elementos y las guerras para testificar la segunda venida de Cristo entre la humanidad.

Entre unos cuantos me encuentro, enseñando mi mensaje de espiritualidad, que el hombre conocerá en este tiempo. Y de entre los que a Mí han venido para oírme, he escogido a los nuevos discípulos, que serán los emisarios y mensajeros de mi Obra en el mundo.

Por eso miráis cuán incansable y perseverante soy enseñándoos mi lección, porque quiero dejaros fuertes. Esta palabra habrá de escucharse en todo el Universo.

Si trabajáis con pureza y amor, habréis hecho una obra que os dignificará delante de Mí, porque trabajasteis en una labor ardua por implantar entre los hombres la moral, el amor y la espiritualidad.

Yo haré que vuestro ejemplo sea reconocido y tomado en cuenta por la humanidad. Entonces las generaciones venideras seguirán firmemente vuestros pasos.

Para alcanzar la paz, cumplid con mi Ley y  la tendréis en vuestro espíritu, y la hora de la muerte del cuerpo, que no sabéis cuando sea, os encontrará en paz.

Velad, cuidando de no manchar vuestra mente con pensamientos impuros; ella es creadora y cuando dais cabida a una idea mala, se rebaja a planos inferiores y vuestro espíritu se rodea de tinieblas.

Sed celosos de mi Ley, porque la he puesto en vosotros. ¿Sabéis por qué aparté los símbolos materiales? Porque vosotros mismos sois el símbolo del amor del Padre.

Cada vez que asistáis a una de mis enseñanzas, preparaos, y meditad en que si vais a recibir una lección, debéis de aprovecharla, porque de otra manera será estéril la semilla espiritual en vuestro corazón, y vosotros no sólo habréis desaprovechado la divina siembra, sino hasta vuestro tiempo.

Medita antes de venir a escucharme, a fin de que no salgáis de mis recintos con los mismos defectos con que a ellos llegasteis y entonces podréis decir con íntima satisfacción, que habéis sabido aprovechar las lecciones de vuestro Maestro.

Si no os concentráis para escucharme, ni procuráis llevar a la práctica mis enseñanzas, nunca podréis contemplar el fruto que mi palabra puede producir entre vosotros. Pero en cambio, si os esforzáis por llevar a cabo mi Doctrina, y la aplicáis a vuestros actos y la vivís, entonces comenzaréis a ver cómo salís del estancamiento espiritual para adelantar en vuestra senda de evolución, aquella que habrá de llevar paso a paso a vuestro espíritu a la verdadera grandeza.

Mi palabra habla de amor y ese amor, al aplicarlo a vuestra vida se traducirá en fraternidad, en unión, en igualdad, en armonía y paz. Más, para que os inspiréis en la obediencia en mi palabra, antes necesitáis creer en la verdad de mi manifestación.

Si no me creyeseis ahora que me comunico a través del entendimiento de estas criaturas, ¿Qué será cuando os hable a través del espíritu de los grandes inspirados de los tiempos venideros?

Todos deseáis salvaros; todos queréis escapar de las expiaciones del espíritu y todos soñáis con conocer el Cielo; mas Yo os digo que es bien pequeño el esfuerzo que hacéis por lograr todo esto y que muchas veces, en vez de buscar los medios que podrían ayudaros a conseguirlo, huís de ellos.

Vosotros creéis que el Cielo es una región en el infinito, y que a ella podréis llegar mediante un sincero arrepentimiento de vuestras faltas, en la hora de vuestra muerte material, confiando en que seréis perdonados en aquel instante y conducidos por Mí al Reino de los Cielos. Eso es lo que vosotros creéis. En cambio Yo os digo que el Cielo no es un sitio, ni una región, ni una mansión, el cielo del espíritu es su elevación y su perfección, es su estado de pureza ¿En quién está el permitiros que penetréis en el cielo, en Mí que siempre os he llamado, o en vosotros que siempre habéis sido tardos?

No limitéis más lo infinito, lo divino. ¿No comprendéis que si el Cielo fuese como creéis, una mansión, una región o un sitio determinado entonces ya no sería infinito? Ya es tiempo de que concibáis lo espiritual de una manera más elevada, aunque vuestra idea no alcance a abarcar toda la realidad, pero que al menos se aproxime a ella.

Tened siempre presente que el espíritu que alcanza los altos grados de la bondad, de la sabiduría, de la pureza y el amor, está más allá del tiempo, del dolor y de las distancias. No está limitado a habitar un sitio, puede estar en todas partes, y encontrar en todo un supremo deleite de existir, de sentir, de saber, de amar y saberse amado.

Ese es el cielo del espíritu.

¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!

No hay comentarios: