sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 140

Estoy presente entre vosotros, para enseñar a vuestro espíritu el camino de la paz, de la luz y del bien.

Vengo a vosotros porque sólo Yo sé que el dolor y la angustia en que viven los hombres, no son más que hambre, sed y miseria del espíritu.

Un hombre hoy y mañana otro, irán abriendo sus ojos a la luz de la verdad, convencidos, al fin, de que jamás podrán llegar a su perfeccionamiento con los placeres, riquezas y satisfacciones mundanas, presintiendo que existe algo, más allá de lo material, cuya esencia, belleza y verdad, son ese pan, ese sustento y esa alegría que tanta falta le hacen al espíritu.

Para que el corazón de la humanidad pueda llenarse de mi luz, antes tendrá que limpiarse de todo cuanto os guarda, ¿Cómo queréis cumplir con mi ley, si todo vuestro ser está saturado de materialismo? Primero tendrá que limpiarse de todo dolor, del mal y del odio que encierra, hasta quedar limpio y entonces, penetrará en vosotros mi gracia.

Sabed que en todo hombre he creado un lugar destinado a Mí, pero lo habéis invadido, llenándolo de impurezas, de imperfecciones y de profanaciones. Esa es la verdad, el hombre ha profanado en sí mismo lo más sagrado que le concedí: su espíritu.

Sólo Yo podía tener piedad de los hombres, porque de ellos se apartó la caridad; ahora ya no la conocen, y ha venido a descubrirles todos sus errores, que son la causa de sus amarguras.

¿De qué les sirven las religiones a los hombres? Veo que todas tienen como principio la creencia en Dios y como ley el bien; ¿acaso obedecéis lo que vuestras religiones os enseñan y mandan? No podréis decirme que sí cumplís, porque lo negaríais con las obras iinperfectas que a diario lleváis a cabo en el mundo.

No soy creído, ni amado, ni obedecido. Otra sería la vida de los hombres en la tierra, si me creyesen, amasen y obedeciesen.

Me presenté al mundo y lo di pruebas de mi presencia, de mi verdad y mi poder para que me siguiese; y la prueba más grande de mi sabiduría se la revelé en: "Amaos los unos a los otros", frase sencilla, pero que encierra el secreto de la verdadera grandeza reservada a los hombres, espiritualizados.

"Amaos los unos a los otros", fue el último mandamiento que dejé a mis discípulos en aquel tiempo. Mandamiento es lo mismo que ley, por lo tanto, en esa ley de amaros como hermanos en Dios, reuní todos los preceptos, todas las máximas y proverbios conocidos, para que supieseis que el amor es la ley que rige la vida.

Sólo Cristo, el Cordero, reveló al mundo esa luz, por lo que os digo que vendrá la hora en que todos los hombres se unifiquen en la verdad de ese mandamiento.

Ya es tiempo de que el hombre me ofrezca su tributo de amor como lo hacen todos los seres de la creación. Hasta ahora, la humanidad sólo me ha ofrecido la hiel y el vinagre que el centurión acercó a mis labios en mi agonía.

¿Sabéis que con amargura nunca se podrá calmar la sed de amor, y sin embargo, es lo que siempre me habéis ofrecido? Yo, en cambio, traigo un manto de infinita misericordia para cubriros, un cáliz del vino de la vida y pan del espiritu, pan de sabiduría, de le, de amor y de verdad para elevaros, no en una cruz de dolor, sino sobre una montaña de perfección.

Mis discípulos no mistificarán sus prácticas dentro de mi doctrina. Ella es simple, con esa sencillez que contempláis en la naturaleza. La oración que os enseño, es la que brota del corazón. ¿Qué podéis ocultarme que no conozca? si en vuestro espíritu se agita una tempestad, ¿cómo podéis decirme en una oración, que no es vuestra, que estáis tranquilos y que no necesitáis auxilio? Formad vuestra propia oración cada día según vuestras necesidades. Sentidrne cerca, y cuando este mundo con sus problemas y tribulaciones os fatigue, venid a MI, buscad también al mundo espiritual, en donde encontraréis protectores y amigos, verdadero amor, afectos puros, y sentiréis su compañía y su consuelo.

Estoy gobernando y contemplando todos los mundos y miraré con amor, cómo se acercan los hermanos que habitan distintos planos para identificarse y estrecharse. Más tarde, vosotros seréis sólo espíritus e imitaréis a los que han sido ejemplos de virtud, a esos protectores e intercesores vuestros, a quienes he permitido manifestarse en este tiempo ante el pueblo de Israel, para que cumplan una grande misión entro la humanidad.

Aprended a vivir por momentos en planos superiores; volad a esas regiones en donde se respira paz y armonía, y a vuestro retorno os sentiréis más fuertes y confortados.

Tenéis todo lo necesario para vivir dentro de mi ley; no podréis decirme que vuestras condiciones de vida no os permiten cumplir. Aun en medio de la lucha, podéis orar, amar y hacer el bien a vuestros hermanos.

Las puertas de mi corazón están abiertas para que penetréis a estudiar mi palabra.

Sois los espíritus que desde el principio de la creación habéis recibido una misión. Sóis chispa de mi Espíritu y habéis sido dotados de razón, de voluntad e inteligencia. Os he formado a imagen y semejanza mía, y por lo tanto, estáis preparados para pensar, sentir y amar.

Sois como piedras preciosas que en este tiempo brillarán para hacer luz entre los hombres, y como joyas os amo; para Mí, tenéis un valor inestimable. Despertad y dejad que mi cincel os pulimente para que ya preparados podáis trabajar diligentemente en las comarcas y deis a conocer mi verdad, dando testimonio de ella con verdaderas obras de amor.

¿Creéis acaso que en 1950 voy a dejar de manifestarme entre vosotros? Cesará mi palabra por conjucto del entendimiento humano, pero mis dones quedarán en vosotros. Os he dicho que sóis los cimientos de un mundo de amor, y quiero que os encontréis fuertes, para que piedra sobre piedra edifiquéis y dejéis esta herencia a las generaciones venideras.

Cumplid vuestra misión, que Yo pagaré con creces cada una de vuestras obras. El camino para llegar al fin aún es largo, mas vosotros podéis acortarlo con buena voluntad.

Recibo a vuestro espíritu, que es el que puede elevarse a las alturas de lo perfecto. Estoy esperando que os espiritualicéis para que seamos Uno, porque todos os fundiréis en Mí. Mientras, estoy iluminando a vuestro espíritu.

Venceréis a través de vuestras pruebas y os daré la bienvenida; será mi amor el que salga a recibiros. Mi amor no pregunta cómo venís, sólo os dicé: Venid.

Para que podáis llegar ante mi presencia con vuestro espíritu tranquilo, cuidadlo, porque es vuestro verdadero ser; no le olvidéis, porque será corno olvidamos de vosotros mismos y de Dios; dejad de preocuparos demasiado por las satisfacciones, comodidades, personalidad y placeres humanos.

Hablo a los que descuidan a su espíritu y les pregunto: ¿qué habéis labrado para vuestra vida eterna? Nada, porque vivís entregados a la vida perecedera, a lo que hoy es y mañana dejará de ser, a esta vida de cambios constantes donde el triunfo dura poco tiempo, en cambio, el dolor es su imnedíata consecuencia.

Meditad profundamente en estas palabras. Mi ley y mi doctrina permanecen siempre Inalterables delante de vosotros, recordándoos y enseñándoos vuestros deberes espirituales y también los humanos. Ya os he dicho, que vuestra vida es según sean vuestras obras. Si la humanidad va arrastrando una cadena de dolores, esa cadena no se la he puesto Yo, sino ella misma. Todavía veréis llorar y sufrir mucho. Estudiad mis palabras para que no hagáis más larga esa cadena de amarguras y pruebas dolorosas. Tened piedad de vosotros mismos, porque de Mí, ya estáis perdonados.

En el tiempo en que estuve en la tierra a través de Jesús, los corazones pecadores me decían: Rabí, qué extraña doctrina es la vuestra, que nos hace conocer a nosotros los pecadores, el perdón de Dios. Les extrañaba mi palabra, porque ellos sabían que eran
criminales o adúlteros y que la única ley que conocían decía: Ojo por ojo y diente por diente; por eso me preguntaban extrañados y ¿Cómo habláis del perdón de los pecados?; ¿Cómo vos, oh Rabí, mostráis vuestro amor por los perversos? Vuestros labios, cuando hablan, brillan con un resplandor celestial y vuestra doctrina es un mensaje palpitante de amor purísimo. A ellos les contesté con cada una de mis obras.

Mis enseñanzas no son doctrinas extrañas, es la doctrina del amor, el sendero por donde puede evolucionar el espíritu, por el cual podrá encauzar sus pensamientos, sus palabras y sus obras, las cuales le seguirán hasta el final de su restitución.

Es menester que el que ha pecado, entre en el templo y ahí arrepentido, asista a la fiesta del amor divino.

Podéis hacer más corto vuestro viaje a través de las encrucijadas de la vida y con menos caídas que otros, con menos tropiezos, si sabéis hacer uso de la llave que abre la puerta del templo de vuestra preparación espiritual.

Si os arrepentís verdaderamente de los males que hayáis causado, seréis siempre bien recibidos; mas es necesario que con obras demostréis vuestro arrepentimiento, porque sólo con ellas os purificaréis.

Tres virtudes debéis perseguir: arrepentimiento, perdón y amor. Si en vuestro ser no brillan estos sentimientos, estas virtudes, ¿Cómo pretendéis alcanzar la luz de mi reino para vuestro espíritu?; ¿Cómo queréis gozar de las delicias que están reservadas a quienes saben elevarse para alcanzarlas?

Quien logra ese goce, lleva en si la gloria de su Padre. Sólo por el camino del amor llegaréis a vuestra verdadera morada, a ese reino que nadie podrá adquirir por algún otro medio, que no podéis comprar a ningún precio, como no sea ganándolo con el corazón.

El amor aligera la carga durante la jornada y todo dolor, es pasajero. La palabra amor quiere decir vida; amor y vida son mi doctrina.

Tres culidades son necesarias en mis discípulos para llegar a transformar su vida; la primera es escucharme, la segunda, entenderme y la tercera practicar mi enseñanza.

Si os apartáis del torbellino de vuestra vida y veníd con el pensamiento más claro, mi palabra será luz para vuestro entendimiento; pero venís aturdidos por la lucha y por vuestras obras que no siempre son las que el Padre os ha mandado hacer. Precisamente vengo a recordaros la obra que habéis dejado pendiente o en olvido. La obra espiritual que olvidásteis al nacer o después de nacer.

Vuestra vista ha llegado a recrearse inmensamente cuando véis en el alba la salida del sol en todo su esplendor; no sabéis cuál será el gozo del espíritu cuando llegue a contemplar la aparición de mi luz divina como un sol de amor infinito.

¡Ah, si supieseis despertar vuestros sentidos internos para contemplar al que os está esperando y que lleváis con vosotros! Cuán grande será la sorpresa de los que, buscándome por tantas sendas, un día me descubran en si mismos.

Escuchad, una fuente de agua cristalina tendrá que reflejar fielmente la luz del sol, mientras que otra de aguas turbias no podrá reflejarla con la misma pureza. Así es vuestro espíritu; a vosotros toca limpiar la fuente y llenarla luego de agua transparente.

El reino de los cielos no podrá ser vuestro en un momento; es necesario llegar a él paso a paso. La luz del sol no invade la tierra de pronto, va apareciendo lenta y suavemente, sin violencia, hasta despertaros de vuestro sueño con dulzura. Así debe ser vuestro despertar espiritual.

Discípulos, quiero hablaros de María, mi Madre en cuanto hombre y Madre espiritual de vosotros.

Es menester que el corazón humano conozca a fondo el precioso mensaje que su Espíritu trajo al mundo, y entonces, conociendo toda la verdad, borréis de vuestro corazón todo el culto idólatra y fanático que a Ella habéis consagrado, y en cambio, le ofrendéis vuestro amor espiritual.

El mensaje de María fue de consuelo de ternura, de humildad y esperanza. Hubo de venir a la tierra para dar a conocer su esencia maternal, ofreciendo su seno virginal para que en él encarnara el Verbo; mas no terminó su misión ahí. Más allá de este mundo estaba su verdadera morada, aquella desde la cual Ella puede extender un manto de piedad y de ternura sobre todos sus hijos, desde donde puede seguir los pasos de los perdidos y derramar su consuelo celestial en los que sufren.

Muchos siglos antes de que María descendiese al mundo a cumplir un divino destino, encarnando en una mujer, un profeta de Dios la anunció; por él sabíais que una virgen concebiría y daría a luz un hijo, el cual sería llamado Emmanuel, es decir, Dios con vosotros.

En María, mujer sin mancha, en quien descendió el Espíritu de la ternura celestial, se cumplió la divina promesa anunciada por el profeta.

Desde entonces el mundo la conoce, y los hombres y los pueblos pronuncian con, amor su nombre y en su dolor la buscan como Madre.

Madre de dolores la llamáis, porque sabéis que el mundo clavó en su corazón la espada de, dolor, y de vuestra mente no se aparta aquel rostro doliente y aquella expresión de tristeza infinita.

Hoy quiero deciros que apartéis de vuestro corazón eterna imagen del dolor y en su lugar penséis en María como la Madre dulce, sonriente y amorosa que trabaja
espiritualmente ayudando a todas sus criaturas a elevarse por el camino trazado por el Maestro.

¿Véis cómo la misión de María no se concretó a la maternidad en la tierra? También su manifestación del Segundo Tiempo no fue única, sino que a Ella le está reservado un nuevo tiempo, en el que hablará de Espíritu a espíritu a la humanidad.

Mi discípulo Juan, profeta y vidente, contempló en su éxtasis una mujer vestida del sol, una virgen radiante de luz.

Esa mujer, esa vírgen, es María, la que volverá a concebir en su seno, no a un nuevo Redentor, sino a un mundo de hombres que en Ella se sustenten de amor, de fe y de humildad, para seguir las divinas huellas de Cristo, el Maestro de toda perfección. El profeta vio como aquella, mujer padecía como si fuese a dar a luz, y ese dolor era el de la purificación de los hombres, el de la expiación de los espíritus; pasado el dolor, la luz se hará en los hombres y la alegría llenará el Espíritu de vuestra Madre Universal.

Hoy venid a Mí, discípulos amados, venid a tomar el lugar que os corresponde; y vosotros, párvulos, también sed Conmigo; hoy que dáis vuestros primeros pasos, iniciad el camino ese evolución. Al que viene por primera vez a escuchar mi palabra y busca el consuelo para su corazón y la luz para su espíritu, le recibo, y a todos les doy la bienvenida.

0s llamo bienaventurados, porque en este tiempo de materialismo en que vive la humanidad, os levantáis buscando mis huellas, cerráis vuestros oídos a las muraciones y sólo os trae la esperanza que en Mí habéis puesto. Así como os miro ahora. inocentes y limpios, quiero contemplaros siempre. Y así como os recibo en, este día en que sentís mi paz, asi os recibiré siempre.

Se duele mi Espiritu al contemplar que no todos se preparan de igual manera. Hay algunos que no tienen fe; otros, creyendo, no están dispuestos a afrontar la lucha que se aproxima. Algunas, en su egoísmo, no se sienten unidos a sus hermanos y se han dividido, y os digo: Sólo el amor os, hará fuertes y la fe os salvará. Velad siempre para que no seáis sorprendidos.

Despertad, los que aún dormís, mirad la luz que está iluminando al mundo y preparaos para que reconozcáis mi venida en este tiempo. Muchos hermanos vuestros querrán apartaros de este camino, ofreciéndoos bienestar en la vida terrestre y adelanto para vuestro espíritu, mas en ellos no habrá amor, ni sinceridad, y Yo os pregunto: ¿Quién podrá en el mundo daros la verdadera paz en este tiempo? Las naciones que dicen haber vuelto a la paz, no se han perdonado, los gobernantes no se han reconciliado, por lo tanto, no han puesto los cimientos de una paz duradera.

Antes de venir a escucharme, navegabais en una frágil barquilla, vuestra fe flaqueaba. Eran muy pobres las enseñanzas espirituales que habíais recibido, y no tenía vuestro espíritu la tranquilidad y la alegría que habéis experimentado al oír mi palabra. Si es sentís heridos en vuestras creencias, no calléis por temor, confesad que sóis mis discípulos; porque si vosotros que me habéis oído, calláis, entonces las piedras hablarán, los elementos de la naturaleza darán testimonio de estas enseñanzas. No quiero ver en vosotros la cobardía que os haga negar cuanto os he entregado, porque si lo hacéis. habrá mucho dolor en vuestro corazón. Si los que se han acercado a vosotros enfermos y menesterosos, al sanar os desconocen, no lloréis, gozad pensando que habéis cumplido con vuestro deber y que ellos han calmado sus penas. Muchos, después de haberos negado su gratitud, os buscarán y reconocerán vuestros dones.

Sólo el que tiene fe en Mí puede hacer prodigios. Y Yo me sirvo de los que así creen para conceder beneficios a los que me piden pruebas. Quiero mirar en vosotros el amor, el verdadero amor que ha de restaurar todas las fuerzas y devolver la gracia a la humanidad, enseñando a los hombres a amarse los unos a los otros.

La Iuz de mi doctrina iluminará al mundo. Mi potestad será manifestada por mis labriegos, y así como han sido muy grandes las penalidades, más grandes serán los prodigios que haré entre mis hijos.

Si os preparáis, os maravillaréis de mis obras e iréis escalando paso a paso la cima de la perfección.
05-140.61 Juventud, orad y practicad mis leyes, porque quiero servirme de vosotros. No encadenéis a vuestro espíritu con las falsas grandezas del mundo. Sed libres, con esa libertad que concedo al hombre dentro de mis preceptos. No sembréis el dolor para que no recojáis esa simiente.

A vosotros, padres de familia, os digo: Guiad a vuestros hijos con amor, enseñadles la caridad, velad celosamente por su virtud, y así alcanzaréis la paz.

Velad por vuestros, gobernantes y respetad sus determinaciones. He mantenido en paz esta nación, porque quiero que sea refugio para los corazones fatigados y un rincón de paz sobre la tierra. No dejéis que la guerra llegue a ella; mas si la llamáis, que así lo deseáis. que no se haga mi voluntad sino la vuestra; si es menester que conozcáis el rigor de las pruebas para sensibilizaros, para que así sepáis tener caridad del dolor ajeno, sea como vosotros lo pedís. Pensad que el elemento bélico sólo esperó vuestro llamado para presentarse a invadir comarcas y naciones. Mientras unos han pedido guerra, otros han orado por la paz del mundo. Esta nación ha compartido su pan y su vestido con aquellas que han atravesado grandes vicisitudes. He permitido que vuestra tierra, pródiga en frutos, ofrezca su ayuda a los que carecen de ellos.

Muchos hombres poderosos en aquellas naciones se han contemplado menesterosos, confundidos con los que nada tienen, han tenido oportunidad de conocer la miseria y el dolor humano y han meditado en lo que significan la grandeza y las posesiones de la tierra. Estos, que no habían pensado en la vida espiritual, hoy se preparan y elevan su espíritu hacia Mí, porque el dolor les ha purificado.

Preparaos, labriegos, para el tiempo en que os ordene llevar este mensaje a otras comarcas y naciones.

Hoy venid y descansad, aquietad vuestra mente para que recibáis la palabra que proviene del Espíritu Santo. Es el Verbo que revela, aclara y explica la verdad a los hombres, que llenará de esperanza y consuelo a los corazones e inundará de paz a los espíritus.

El Consolador prometido es el que os habla, oh pueblo, es mi presencia en Espíritu la que viene a dar cumplimiento a la promesa que os hice en tiempos pasados. Al presentarme, me dais la bienvenida, multitudes, y al instante vuestro corazón comienza a hacerme presente sus amarguras y sus cuitas.

¿Cuándo me haréis presente en lugar de aflicciones, vuestra satisfacción al decirme: Maestro, venid y complaceos con nuestras obras, venid y recoged las flores que han sido cultivadas en nuestro propio espíritu? Entonces penetraré cual si fuera un jardinero, me llegaré a vuestro corazón y de ahí recogeré cual si fuesen bellas llores, vuestros pensamientos y vuestras buenas obras.

El único Mesías, el único Rabí, es el que hoy os habla a través de estos portavoces; son hermanos vuestros los que os transmiten mi palabra.

Cada uno de mis hijos tendrá las tres virtudes que son esenciales para que sus palabras puedan llegar al corazón de la humanidad, éstas son. el poder, el amor y la sabiduría.

Cuando visitáis uno, otros y varios recintos, cuando a través de sus portavoces escucháis la misma palabra, se llena de gozo y de fe vuestro corazón y tomáis aquella lección como una verdadera prueba de que aquellas congregaciones se encuentran unidas a través de su espiritualidad. Cuando llegáis a presenciar una manifestación deficiente, tenéis la sensación de que os han herido en vuestro corazón y comprendéis que allí no hay, o no se manifiesta la unidad que debe existir en este pueblo.

Esa es la verdad, no todos se aman en mi obra, aun cuando se encuentran en ella, ni todos la han llegado a comprender, por lo cual puedo deciros que unos son de mi obra y otros hacen la suya.

Los que me vienen siguiendo por amor, aman mi palabra, porque saben que ella les corrige sin que llegue a herirles y les señala sus defectos, sin que les delate. Eso los hace que perseveren en el perfeccionamiento de sus prácticas.

Los que en lugar de tratar de alcanzar ese perfeccionamiento, lo que persiguen es únicamente la adulación, la superioridad, el halago o el medio de qué vivir, en lugar de buscar el perfeccionamiento del espíritu, esos no resisten mi palabra cuando les señala sus defectos; entonces tienen que crear una obra distinta a la mía, en donde sean libres para hacer su voluntad. No han llegado a comprender que lo único que deben hacer las multitudes en el tiempo que dure mi manifestación, es escucharme con la mayor elevación, para después poder analizar mi mensaje.

Después de tanto como os he hablado, ¿qué es lo que habéis llegado a comprender? Muy poco, porque es habéis distraído con tantas prácticas materiales que no os enseña mi doctrina y aun os habéis confundido ante las diversas interpretaciones que le vais dando a las enseñanzas que habéis recibido.

Esta es la oportunidad de aprender una lección que jamás os podrá dar la tierra; en los libros humanos podréis llegar a conocer la ciencia material, mas la divina que os habla de la vida eterna, sólo el Verbo que es el libro de la verdadera sabiduría, os la podrá enseñar.

Y este consuelo, esta piedad, esta comprensión, en una palabra, este amor que hoy derramo en vosotros, es lo que no podrá daros el mundo. Cuando estáis tristes, tiernamente recojo vuestras lágrimas, cuando os tortura una pena, me acerco para aliviarla. Tengo la misión de salvar a la humanidad y de redimir hasta el último de los hombres; no os extrañe, que de vez en cuando venga a llamar a vuestras puertas para solicitar que me deis albergue.

Bienaventurados los que al oír mi llamado tengan en su corazón el presentimiento de mi llegada y me digan: Pasad a mi humilde casa, oh Señor, es la vuestra; porque en ella os entregaré mi mensaje.

Mañana, muchos de vosotros seréis enviados a otros países y naciones, ocupando el lugar de mis nuevos emisarios. Sabréis hablar Conmigo para después transmitir mi lección a vuestros hermanos, con palabras que serán de paz, sabiduría y fraternidad; de vuestras manos brotará el bálsamo de salud y de consuelo capaz de levantar a los muertos, vuestros ejemplos irán despertando a muchos de mis hijos para que puedan seguirme, animados por vuestro ejemplo.

¡Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel!

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