sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 136

Recreaos con mi palabra, dejad que la envoltura repose mientras vuestro espíritu se recrea en mi banquete celestial. Apartad por unos instantes vuestra mente de las ambiciones de la tierra y dejad que se abran los ojos del espíritu.

Pensad y vivid espiritualmente en estos minutos que dura mi manifestación entre vosotros. Traigo verdaderas riquezas para vuestro espíritu. No consideréis perdidos estos momentos. No olvidéis que lo que necesitáis de la tierra, os será dado por añadidura, y que por lo tanto no es lo esencial de vuestra existencia.

Para entender verdaderamente estas lecciones es necesario tener fe absoluta en Mí.

Quisiera que supieseis lo que es la fe, para que comprendieseis que quien la posee, es dueño de un tesoro incomparable.

El que vive iluminado por esa luz interior, por pobre que le considere el mundo, nunca se sentirá paria, abandonado, débil, ni perdido; su fe en el Padre, en la vida, en su destino, y aún en el mismo, jamás lo dejarán caer en la lucha, y además siempre estará capacitado para realizar obras grandes y asombrosas.

Al oír estas estas lecciones, suspiráis pensando que no sois aún los verdaderos hijos de la fe.

Hombres, mujeres, ancianos y niños se elevan espiritualmente hacía Mí y me piden que venga a avivar en su corazón esa llama divina; a eso he venido y por eso estoy hablando.

No carecéis por completo de fe, hijos míos; prueba de ello es que al llegar a Mí, depositáis en mi presencia todas vuestras quejas, y vuestros dolores, vuestra pesada cruz; se abren los corazones y me presentan sus cuitas, problemas, desengaños, hastío, flaquezas, dolencias y muchas miserias más.

¿Qué le falta entonces a vuestra fe para poder obrar prodigios? Que crezca, que aumente, que se desborde, y entonces no serán miserias las que vengáis a presentarme, ni lágrimas las que me ofrezcáis, sino acción de gracias, satisfacción, conformidad, confianza, alegría, fortaleza y esperanza.

Cuando carecéis de fe, o ésta es muy débil, sin daros cuenta, a cada paso me vais negando, y en muchas de vuestras obras vais dando testimonio en contra mía; os digo ésto, para que observéis bien vuestros actos y midáis sus efectos, no sólo materiales sino también espirituales.

Sois mis discípulos, a quienes vengo a preparar para que deis el gran testimonio de mi manifestación y mis revelaciones de este tiempo, que la humanidad exigirá a quienes las recibieron.

No hay uno entre mis nuevos discípulos que no anhele ver el florecimiento y la fructificación de esta doctrina en la tierra, y debéis saber que en parte, depende de vuestro trabajo, de vuestra limpidez y del amor que pongáis en vuestras prácticas; si así lo hacéis, veréis el triunfo de la espiritualidad entre los hombres.

Contemplo que muchos de vosotros pensáis que esa espiritualidad es imposible en este mundo, y os concretáis a escuchar mi palabra como quien escucha un bello concierto y se deleita momentáneamente con él.

A éstos les pregunto, cuándo se levantarán a la lucha, y responden, que hasta que habiten en el valle espiritual, porque en este mundo todo está en contra de la espiritualidad, del bien y de la justicia.

¡Ah, hombres tímidos que no comprendéis que habéis venido a hacer méritos para alcanzar mayor elevación en la vida espiritual y a labrar una restitución en esta encarnación en provecho de vuestro espíritu!

¿Cuándo comprenderéis que en medio de este torbellino reinante, es en donde podéis hacer los mayores méritos y donde encontraréis las más fértiles y propicias tierras para que sembréis mi semilla?

Luchad por dejar en este mundo el fardo de imperfecciones que pesa sobre vuestro espíritu, libradlo aquí de todas sus errores y dejad que cuando vaya al reino espiritual penetre en él sin lágrimas, sin manchas.

Tampoco esperéis a conocer la paz de Dios hasta que estéis en espíritu; no, desde aquí, en esta tierra convertida en valle de lágrimas por vuestros errores, podréis tener por antícipado un poco de aquella paz perfecta.

No os detengáis jamás en vuestro progreso espiritual, así estéis en un mundo o en otro.

Habéis logrado evolucionar espiritualmente; si queréis que os dé pruebas de ello, Yo os pregunto: ¿Dónde están los dioses que ayer adorasteis? ¿Dónde quedaron las ofrendas y los sacrificios? Aun dentro del conocimiento del Dios verdadero, ¡cuántas modificaciones ha sufrido vuestra forma de pensar, vuestras creencias, cultos y prácticas!

Debido a ello, y como una prueba más de que sí habéis evolucionado, he llegado a vosotros en este nuevo tiempo, en el cual el espíritu se antepondrá en todo a la materia, hasta lograr la comunicación directa con Aquel que le dio la existencia.

Os he enviado en esta Tercera Era a habitar una vez más en la tierra, este suelo por donde antes pasó la bendición de Dios, para que después vinieseis a morar en él y cumpliéseis con la ley.

Entre todas las comarcas, grandes o pequeñas, elegí ésta en donde os doy mi enseñanza, para que fuese el escenario de mi nueva manifestación.

¡Cuán pocos son los que se han detenido a meditar sobre la historia de este pueblo, sobre las circunstancias en que han vivido siglo tras siglo!

Otros hombres de lejanas tierras verán con más claridad que vosotros, todas las señales que han hecho percibir a la humanidad mi presencia y la de un nuevo tiempo. Mi palabra de rey tenía que cumplirse, porque sólo la palabra de los hombres es variable.

Aquí estoy, pueblo, no sólo para vosotros, porque en la esencia de mi palabra estoy con todos.

Dolorosa fue vuestra restitución para recibir la llegada de este tiempo; la vida fue como un crisol donde se fundió vuestro espíritu y un yunque donde se forjó vuestro corazón.

Sobre vuestro espíritu y cuerpo cayó el látigo de los soberbios, la esclavitud con su cadena de humillaciones, de miseria y de ignorancia.

Guerras, opresión, sufrimientos, formaron vuestro cáliz de amargura; todo ello no fue estéril espiritualmente, porque quedasteis fortalecidos para la lucha plena de fe, y capacitados para sentir y comprender los sufrimientos de los demás.

Todo estaba predicho, las profecías quedaron escritas en vuestros libros; por eso cuando todas las señales precursoras quedaron cumplidas, había llegado el momento de abrir las puertas al nuevo tiempo y tocar con mi amor el entendimiento del hombre para hacer vibrar mi luz a través de su espíritu e iluminar con ella a la humanidad.

De la misma manera, en los tiempos pasados, un pueblo fue preparado para recibir en su seno la presencia del Hijo del Altísimo; el anhelo de que llegara, nacía de su dolor, de su tristeza, por la esclavitud y la humillación en que había caído; y la promesa del Señor a aquel pueblo fue cumplida. Si un hombre justo, limpio y puro le había sido prometido como Salvador, natural era que su cuerpo proviniese de un seno casto; y así fue; pues María, Aquella que fue llamada bendita entre las mujeres, fue una flor celestial trasplantada a la tierra por voluntad de Dios, para que dejara en el corazón manchado y triste de los hombres, el perfume de su ternura maternal, de su divino consuelo.

Jesús nació y creció entre los hombres; mas cuando se aproximaba la hora de su predicación, un varón que habitaba en el desierto llamado Juan, bajaba a las ciudades para anunciar a los hombres la llegada del reino de los cielos, les preparaba y exhortaba a la enmienda, para que su Maestro les encontrase preparados.

El era la voz que clamaba en el desierto, el más grande profeta, el precursor, era el espíritu de Elías quien anunciaba a la humanidad que las puertas de un nuevo tiempo se abrían ante sus ojos materiales y espirituales.

Juan derramaba las aguas del Jordán sobre el cráneo de los hombres, como un acto simbólico de que debían purificarse para la llegada del Maestro. Yo sometí aquel cuerpo a ese acto, como un ejemplo de humildad y mansedumbre, queriendo daros a entender, que cuando el hombre siente que todas sus potencias han alcanzado su completo desarrollo y que su ser ha logrado la armonía entre el espíritu y su envoltura, esa es la hora propicia para hacer las más grandes y nobles obras de la vida, porque se ha alcanzado la madurez, la fortaleza, el ideal, la serenidad.

Recordándoos lecciones pasadas es enseño las nuevas. En este tiempo también tuvo mi Llegada un precursor representado materialmente por un varón de nombre Roque Rojas iluminado espiritualmente por el espíritu de Elías, quien vino a manifestarse por el entendimiento de aquel y hablar por sus labios.

Elías había sido y debía ser, porque él es el rayo de Dios que establece comunicación entre los hijos y el Padre, el que prepara y apareja los caminos el que dispone los espíritus y mantiene despiertos y en espera a los corazones 37 Hoy no necesitáis símbolos, sólo luz, fe, voluntad, amor; todo ello será la mejor, la más completa purificación del espíritu y de la carne para iniciaros en la jornada luminosa de la espiritualidad.

Discípulos amados, hoy me presentáis vuestro corazón sediento de verdad, y por eso os invito a acercaros a esta fuente de amor, para que bebáis hasta que os saciéis.

Mirad que no me materializo en mi palabra, sino hasta cierto límite; es entonces cuando os toca analizar mi lección, meditando en todo lo que habéis escuchado.

Orad, en vuestra oración interrogad a vuestro Padre y en la meditación recibiréis un destello de mi luz infinita. No esperéis recibir en un solo instante toda la verdad. Hay espíritus que ha mucho tiempo vienen caminando en pos de la verdad, escudriñando y tratando de penetrar en todos los misterios y aún no han alcanzado la meta anhelada.

Cristo, el Ungido, vino a enseñaros el camino, diciendo: "Amaos los unos a los otros". ¿Imagináis el alcance de ese sublime mandamiento? Toda la vida de los hombres quedaría transformada si vivieseis en esa doctrina. Sólo el amor será el que pueda revelaros las verdades del arcano, ya que él es el origen de vuestra vida y de todo lo creado.

Buscad con afán la verdad, buscad el sentido de la vida, amad, fortaleciéndoos en el bien, y veréis cómo paso a paso irá cayendo de vuestro ser todo lo que era falso, impuro o imperfecto. Sed cada día más sensibles a la luz de la divina gracia, entonces podréis preguntar directamente a vuestro Señor todo aquello que queráis saber y que sea necesario a vuestro espíritu, para alcanzar la suprema verdad.

Trabajad en la tierra como hasta ahora y entregaos con fe a vuestros deberes; mas buscad siempre la esencia o el sentido de cuanto os acontezca o de lo que hagáis en vuestro camino, a fin de que vuestra vida material no sea estéril para vuestro espíritu.

Orad, con la oración sencilla que brota de lo más limpio de vuestro espíritu, y con la ayuda de vuestra conciencia examinad vuestras obras y gozad entonces de mi presencia. 

En esa comunicación del espíritu recibiréis más luz para que entendáis mejor la vida, tendréis la inspiración que os induzca a ser más buenos, purificando vuestros sentimientos y despertando vuestro corazón a la caridad. Esos son los momentos en los que despiertan las potencias y dones del espíritu y se preparan para cumplir sus diversas misiones a través de quien las posee.

La intuición, que es videncia, presentimiento y profecia, aclara la mente y hace latir el corazón ante los mensajes y voces que recibe de lo infinito.

Cuando el hombre haya aprendido a comunicarse con el Padre por medio del espíritu, ciertamente que ya nada tendrá que consultar en los libros, ni qué preguntar en la tierra.

Hoy, aún interrogan a quienes creen que saben más, o van tras de textos y documentos, ansiosos de encontrar la verdad, mas Yo os traigo verdaderas riquezas espirituales, para que no sintáis jamás hambre o sed en vuestro espíritu.

He venido sobre la nube, como un iris de paz entre los hombres, a los cuales encuentro divididos, ocupados en guerras de naciones contra naciones.

Heme aquí, enseñándoos a buscarme con el espíritu y apartando de vuestro corazón los hábitos superfluos. He venido a revelaros las armas espirituales que poseéis para vencer el mal y rechazar las tentaciones.

Sois los verdaderos apóstoles, los verdaderos doctores, podrán salvar en este tiempo a la humanidad. He venido a preparar con mi enseñanza a las grandes multitudes, de entre las cuales surgirán los buenos soldados. Estos dejarán a sus padres, a sus esposas y a sus hijos, para ir en pos de otras, comarcas a llevar la buena nueva. Mas si os digo que dejéis a los vuestros, quiero daros a entender que tenéis que dejar las comodidades y las satisfacciones que os brindan los afectos, mas no que los dejéis en el desamparo y el abandono. Escudriñad bien mi simiente antes de llevarla a sembrar, para que estéis persuadidos del bien que vais a hacer; si sembráis mis semillas bajo mi voluntad, vuestra cosecha será de satisfacciones y goces.

Desde 1866 resuena en vuestros oídos esta enseñanza, Elías. el buen pastor de encarnados y desencarnados, vino a aparejar o preparar los caminos, disponiendo vuestro corazón y espíritu para que pudieseis sentir la proximidad del reino de los cielos. Desde entonces, mucho se, ha multiplicada mi simiente, las multitudes han crecido, el número de los señalados aumenta cada día, y doquiera, en comarcas, provincias y aldeas, surgen recintos como lugares destinados para vuestras reuniones v para escuchar la diaria enseñanza.

He venido a dar vida al mundo, para que abra sus ojos a la luz de este tiempo.

Mientras las grandes naciones se encuentran en guerra, he conservado a este pueblo en paz, para que pueda recibir mi mensaje y para que se prepare, porque aquí en su seno se refugiarán los llamados extranjeros.

Levantaos por medio de vuestra obediencia; no esperéis que los elementos se desencadenen sobre vuestra nación para acordaros de vuestra misión, ni esperéis que la muerte y la guerra ronden cerca de vosotros para que os acordéis de Mí. Aprovechad estos instantes porque no sabéis si volverán.

Se acerca el año de 1950, el señalado por mi voluntad para mi partida; si para ese tiempo estáis preparados, grandes obras podréis hacer y palpar grandes prodigios. Más os digo que para entonces, mientras unos estarán de plácemes por haber cumplido, otros llorarán. Desde ahora os anuncio que mi despedida será en todos los recintos y la sentirán en todos los lugares, en las ciudades, en los caminos y aún en los montes; entonces os diré: No os sintáis huérfanos, sólo vuestro oído material dejará de percibir mi palabra, mas vuestro espíritu, junto con su envoltura, seguirá inspirándose a través de su elevación. No habrá motivo para que derraméis lágrimas ese día. Os prepara el Maestro, porque así os hablaré en aquel instante; por ahora me encuentro preparando los entendimientos a través de los cuales escucharéis mi última palabra. Por eso les pido más elevación a cada instante.

Más tarde vendrá el tiempo en que desaparezcan del mundo sectas y religiones y sólo quede en el corazón humano la doctrina de Cristo, que es amor, justicia y paz.

Hay en el mundo quienes creen que estoy por llegar, sin saber que ya está cercana la hora de mi partida en esta forma de comunicación. Cuando la humanidad sepa que estuve entre vosotros, comunicado por el entendimiento humano, se preguntará: ¿Cómo es posible que éstos hayan oído a Dios? Entonces vosotros explicaréis la forma en que me comuniqué y daréis pruebas de vuestro adelanto y regeneración con vuestras obras de amor.

Decid al mundo que si en aquel tiempo Cristo se hizo hombre para habitar con vosotros en vuestro mundo, ahora vosotros desde aquí os elevaréis para penetrar espiritualnente en la región donde El habita. La huella que con sangre os tracé, miradla ahora convertida en huella de luz.

Como en el Segundo Tiempo, he acompañado mi palabra de grandes obras para despertar vuestra fe, pero han sido más los prodigios espirituales que los materiales, porque ahora estáis más capacitados para creerme y concebirme en forma más elevada.

Algunos esperaban que el Espíritu Santo viniera en este tiempo a manifestarse en sinagogas o iglesias; Yo he venido en busca de la humildad, de la sencillez, porque no halaga el oro, las riquezas o las vanidades, a quien es dueño de toda la creación.

Recordad que en aquel tiempo Juan el profeta, el Bautista, que preparaba los corazones para que en ellos penetrase el reino de los cielos, dijo a las multitudes: Cristo vendrá; porque sabia que el Maestro vendría a levantar su templo en el corazón de los hombres.

Aquí me tenéis buscando el santuario en lo más puro de vuestro ser; pensad que para ser siemnre digno de mi presencia, es menester que preparéis el lugar. ¿Cuántas veces tendrá que ser el dolor el que os purifique,. el que lave vuestras manchas? Vengo a ataviaros, con una vestidura blanca, pero antes tiene que limpiarse vuestro espíritu para hacerse digno de ella.

Discípulos, en el Segundo Tiempo mis apóstoles me preguntaron cómo debían orar, y les enseñé la oración perfecta, que vosotros llamáis el ¡Padre Nuestro! Ahora os digo a vosotros: inspiraos en esa oración, en su sentido, en su humildad y en su fe, para que vuestro espíritu se comunique con el mío, porque no serán ya los labios materiales los que pronuncien aquellas benditas palabras, sino el espíritu el que me hable con su propio lenguaje.

Mi rayo ha descendido entre vosotros, pueblo amado, su luz se hace palabra humana y el esplendor de esta manifestación se encuentra en la esencia de mi cátedra. Esta palabra es como agua cristalina, mas si al pasar por el portavoz humano, éste le mezcla alguna impureza, sea entonces vuestro entendimiento como un filtro, para que al espíritu llegue mi lección con su pureza original.

Vengo a dar a vuestra espíritu el agua que lo reanima. porque la sed le abrasa en su larga travesía por el desierto.

Sólo el que ha velado esperándome, ha escuchado el eco de mis pasos; ¿cómo quieren los materialistas que mi nueva venida sea ostentosa, si vengo en Espíritu?

Os tenía reservado el goce de mi manifestación, mas ella tenía que llegar en el momento propicio.

Mi palabra de Padre es entre vosotros que os encontrabais desolados, que llorabais, sintiéndoos solitarios, cuando nunca lo habéis estado. Y éste es el tiempo marcado por mi voluntad para que mi voz se escuche con toda su fuerza a través de vuetra conciencia.

Hasta ahora, más que ser vuestro Señor, he sido vuestro siervo. He escuchado vuestra voz que reclama, que ordena y exige, he recibido injurias y blasfemias que han sido como latigazos.

Hoy, mi lenguaje universal se hace oír de todos, para decirles que aunque Yo estoy en cada uno de vosotros, nadie debe decir que Dios está dentro del hombre, porque son los seres y todo lo creado lo que se encuentra dentro de Dios.

Yo soy el Señor, vosotros sus criaturas. No quiero llamaros siervos sino hijos, mas reconoced que Yo soy antes; amad mi voluntad y respetad mi ley, sabiendo que en lo dispuesto por Mí no cabe la imperfección ni el error.

Estáis en posibilidad de dar un paso definitivo, de alzar el vuelo y remontaros muy alto; vuestra evolución os capacita para ello.

Mi arcano está abierto, venid y mirad, penetrad; no juzgaré si ayer fuisteis los que levantasteis vuestra voluntad o vuestra voz en contra mía.

Arrepentíos de vuestro pasado, lavad vuestras manchas y entonces asomaos a mi arcano para que contempléis la vida en toda su verdad.

No os detengáis pensando que sois indignos de mi gracia.

En los altos peldaños de la escala, van caminando muchos que en la tierra fueron fratricidas, traidores y blasfemos. ¿Cómo han podido escalar? Porque tomaron el camino del arrepentimiento, de la regeneración y de la caridad. Imitadles os dice el Maestro.

Cuan cerca de vuestras pupilas se abre el libro de la vida y cuánta luz tenéis para entender sus signos.

En los tiempos lejanos de vuestros balbuceos espirituales, recíbisteis la ley divina grabada en piedra, de acuerdo con vuestra escasa evolución. Pasaron los tiempos y aquella ley que había sido en la piedra, se hizo carne humana en Jesús para hablaros de amor. Ahora estáis siendo preparados para que mi ley eterna la recibáis por inspiración del espíritu. Ahí en vuestra conciencia, escribiré mi palabra en esta era.

¡Oh párvulos humildes, que a falta de estudios en los libros de la tierra, habéis tenido la vida para recibir mi amor y llegar a comprender la finalidad de vuestro destino!

Recibid mi caridad.


Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.   

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