Recreaos con mi palabra, dejad que la envoltura repose
mientras vuestro espíritu se recrea en mi banquete celestial. Apartad por unos
instantes vuestra mente de las ambiciones de la tierra y dejad que se abran los
ojos del espíritu.
Pensad y vivid espiritualmente en estos minutos que dura mi
manifestación entre vosotros. Traigo verdaderas riquezas para vuestro espíritu.
No consideréis perdidos estos momentos. No olvidéis que lo que necesitáis de la
tierra, os será dado por añadidura, y que por lo tanto no es lo esencial de
vuestra existencia.
Para entender verdaderamente estas lecciones es necesario
tener fe absoluta en Mí.
Quisiera que supieseis lo que es la fe, para que comprendieseis que quien la posee, es dueño de un tesoro incomparable.
El que vive iluminado por esa luz interior, por pobre que le
considere el mundo, nunca se sentirá paria, abandonado, débil, ni perdido; su
fe en el Padre, en la vida, en su destino, y aún en el mismo, jamás lo dejarán
caer en la lucha, y además siempre estará capacitado para realizar obras
grandes y asombrosas.
Al oír estas estas lecciones, suspiráis pensando que no sois
aún los verdaderos hijos de la fe.
Hombres, mujeres, ancianos y niños se elevan espiritualmente
hacía Mí y me piden que venga a avivar en su corazón esa llama divina; a eso he
venido y por eso estoy hablando.
No carecéis por completo de fe, hijos míos; prueba de ello
es que al llegar a Mí, depositáis en mi presencia todas vuestras quejas, y
vuestros dolores, vuestra pesada cruz; se abren los corazones y me presentan
sus cuitas, problemas, desengaños, hastío, flaquezas, dolencias y muchas
miserias más.
¿Qué le falta entonces a vuestra fe para poder obrar prodigios?
Que crezca, que aumente, que se desborde, y entonces no serán miserias las que
vengáis a presentarme, ni lágrimas las que me ofrezcáis, sino acción de
gracias, satisfacción, conformidad, confianza, alegría, fortaleza y esperanza.
Cuando carecéis de fe, o ésta es muy débil, sin daros
cuenta, a cada paso me vais negando, y en muchas de vuestras obras vais dando
testimonio en contra mía; os digo ésto, para que observéis bien vuestros actos
y midáis sus efectos, no sólo materiales sino también espirituales.
Sois mis discípulos, a quienes vengo a preparar para que
deis el gran testimonio de mi manifestación y mis revelaciones de este tiempo,
que la humanidad exigirá a quienes las recibieron.
No hay uno entre mis nuevos discípulos que no anhele ver el
florecimiento y la fructificación de esta doctrina en la tierra, y debéis saber
que en parte, depende de vuestro trabajo, de vuestra limpidez y del amor que
pongáis en vuestras prácticas; si así lo hacéis, veréis el triunfo de la
espiritualidad entre los hombres.
Contemplo que muchos de vosotros pensáis que esa
espiritualidad es imposible en este mundo, y os concretáis a escuchar mi
palabra como quien escucha un bello concierto y se deleita momentáneamente con
él.
A éstos les pregunto, cuándo se levantarán a la lucha, y
responden, que hasta que habiten en el valle espiritual, porque en este mundo
todo está en contra de la espiritualidad, del bien y de la justicia.
¡Ah, hombres tímidos que no comprendéis que habéis venido a
hacer méritos para alcanzar mayor elevación en la vida espiritual y a labrar
una restitución en esta encarnación en provecho de vuestro espíritu!
¿Cuándo comprenderéis que en medio de este torbellino
reinante, es en donde podéis hacer los mayores méritos y donde encontraréis
las más fértiles y propicias tierras para que sembréis mi semilla?
Luchad por dejar en este mundo el fardo de imperfecciones
que pesa sobre vuestro espíritu, libradlo aquí de todas sus errores y dejad que
cuando vaya al reino espiritual penetre en él sin lágrimas, sin manchas.
Tampoco esperéis a conocer la paz de Dios hasta que estéis
en espíritu; no, desde aquí, en esta tierra convertida en valle de lágrimas por
vuestros errores, podréis tener por antícipado un poco de aquella paz perfecta.
No os detengáis jamás en vuestro progreso espiritual, así
estéis en un mundo o en otro.
Habéis logrado evolucionar espiritualmente; si queréis que
os dé pruebas de ello, Yo os pregunto: ¿Dónde están los dioses que ayer
adorasteis? ¿Dónde quedaron las ofrendas y los sacrificios? Aun dentro del
conocimiento del Dios verdadero, ¡cuántas modificaciones ha sufrido vuestra
forma de pensar, vuestras creencias, cultos y prácticas!
Debido a ello, y como una prueba más de que sí habéis
evolucionado, he llegado a vosotros en este nuevo tiempo, en el cual el
espíritu se antepondrá en todo a la materia, hasta lograr la comunicación
directa con Aquel que le dio la existencia.
Os he enviado en esta Tercera Era a habitar una vez más en
la tierra, este suelo por donde antes pasó la bendición de Dios, para que
después vinieseis a morar en él y cumpliéseis con la ley.
Entre todas las comarcas, grandes o pequeñas, elegí ésta en
donde os doy mi enseñanza, para que fuese el escenario de mi nueva
manifestación.
¡Cuán pocos son los que se han detenido a meditar sobre la
historia de este pueblo, sobre las circunstancias en que han vivido siglo tras
siglo!
Otros hombres de lejanas tierras verán con más claridad que
vosotros, todas las señales que han hecho percibir a la humanidad mi presencia
y la de un nuevo tiempo. Mi palabra de rey tenía que cumplirse, porque sólo la
palabra de los hombres es variable.
Aquí estoy, pueblo, no sólo para vosotros, porque en la
esencia de mi palabra estoy con todos.
Dolorosa fue vuestra restitución para recibir la llegada de
este tiempo; la vida fue como un crisol donde se fundió vuestro espíritu y un
yunque donde se forjó vuestro corazón.
Sobre vuestro espíritu y cuerpo cayó el látigo de los
soberbios, la esclavitud con su cadena de humillaciones, de miseria y de
ignorancia.
Guerras, opresión, sufrimientos, formaron vuestro cáliz de
amargura; todo ello no fue estéril espiritualmente, porque quedasteis
fortalecidos para la lucha plena de fe, y capacitados para sentir y comprender
los sufrimientos de los demás.
Todo estaba predicho, las profecías quedaron escritas en
vuestros libros; por eso cuando todas las señales precursoras quedaron
cumplidas, había llegado el momento de abrir las puertas al nuevo tiempo y
tocar con mi amor el entendimiento del hombre para hacer vibrar mi luz a través
de su espíritu e iluminar con ella a la humanidad.
De la misma manera, en los tiempos pasados, un pueblo fue
preparado para recibir en su seno la presencia del Hijo del Altísimo; el anhelo
de que llegara, nacía de su dolor, de su tristeza, por la esclavitud y la
humillación en que había caído; y la promesa del Señor a aquel pueblo fue
cumplida. Si un hombre justo, limpio y puro le había sido prometido como
Salvador, natural era que su cuerpo proviniese de un seno casto; y así fue;
pues María, Aquella que fue llamada bendita entre las mujeres, fue una flor
celestial trasplantada a la tierra por voluntad de Dios, para que dejara en el
corazón manchado y triste de los hombres, el perfume de su ternura maternal, de
su divino consuelo.
Jesús nació y creció entre los hombres; mas cuando se aproximaba
la hora de su predicación, un varón que habitaba en el desierto llamado Juan,
bajaba a las ciudades para anunciar a los hombres la llegada del reino de los
cielos, les preparaba y exhortaba a la enmienda, para que su Maestro les
encontrase preparados.
El era la voz que clamaba en el desierto, el más grande
profeta, el precursor, era el espíritu de Elías quien anunciaba a la humanidad
que las puertas de un nuevo tiempo se abrían ante sus ojos materiales y
espirituales.
Juan derramaba las aguas del Jordán sobre el cráneo de los
hombres, como un acto simbólico de que debían purificarse para la llegada del
Maestro. Yo sometí aquel cuerpo a ese acto, como un ejemplo de humildad y
mansedumbre, queriendo daros a entender, que cuando el hombre siente que todas
sus potencias han alcanzado su completo desarrollo y que su ser ha logrado la armonía entre el espíritu y su envoltura, esa es la hora propicia para hacer
las más grandes y nobles obras de la vida, porque se ha alcanzado la madurez,
la fortaleza, el ideal, la serenidad.
Recordándoos lecciones pasadas es enseño las nuevas. En este
tiempo también tuvo mi Llegada un precursor representado materialmente por un
varón de nombre Roque Rojas iluminado espiritualmente por el espíritu de Elías,
quien vino a manifestarse por el entendimiento de aquel y hablar por sus
labios.
Elías había sido y debía ser, porque él es el rayo de Dios
que establece comunicación entre los hijos y el Padre, el que prepara y apareja
los caminos el que dispone los espíritus y mantiene despiertos y en espera a
los corazones 37 Hoy no necesitáis símbolos, sólo luz, fe, voluntad, amor; todo
ello será la mejor, la más completa purificación del espíritu y de la carne
para iniciaros en la jornada luminosa de la espiritualidad.
Discípulos amados, hoy me presentáis vuestro corazón
sediento de verdad, y por eso os invito a acercaros a esta fuente de amor, para
que bebáis hasta que os saciéis.
Mirad que no me materializo en mi palabra, sino hasta cierto
límite; es entonces cuando os toca analizar mi lección, meditando en todo lo
que habéis escuchado.
Orad, en vuestra oración interrogad a vuestro Padre y en la
meditación recibiréis un destello de mi luz infinita. No esperéis recibir en un
solo instante toda la verdad. Hay espíritus que ha mucho tiempo vienen
caminando en pos de la verdad, escudriñando y tratando de penetrar en todos los
misterios y aún no han alcanzado la meta anhelada.
Cristo, el Ungido, vino a enseñaros el camino, diciendo:
"Amaos los unos a los otros". ¿Imagináis el alcance de ese sublime
mandamiento? Toda la vida de los hombres quedaría transformada si vivieseis en
esa doctrina. Sólo el amor será el que pueda revelaros las verdades del arcano,
ya que él es el origen de vuestra vida y de todo lo creado.
Buscad con afán la verdad, buscad el sentido de la vida,
amad, fortaleciéndoos en el bien, y veréis cómo paso a paso irá cayendo de
vuestro ser todo lo que era falso, impuro o imperfecto. Sed cada día más
sensibles a la luz de la divina gracia, entonces podréis preguntar directamente
a vuestro Señor todo aquello que queráis saber y que sea necesario a vuestro
espíritu, para alcanzar la suprema verdad.
Trabajad en la tierra como hasta ahora y entregaos con fe a
vuestros deberes; mas buscad siempre la esencia o el sentido de cuanto os
acontezca o de lo que hagáis en vuestro camino, a fin de que vuestra vida
material no sea estéril para vuestro espíritu.
Orad, con la oración sencilla que brota de lo más limpio de
vuestro espíritu, y con la ayuda de vuestra conciencia examinad vuestras obras
y gozad entonces de mi presencia.
En esa comunicación del espíritu
recibiréis más luz para que entendáis mejor la vida, tendréis la inspiración
que os induzca a ser más buenos, purificando vuestros sentimientos y
despertando vuestro corazón a la caridad. Esos son los momentos en los que
despiertan las potencias y dones del espíritu y se preparan para cumplir sus
diversas misiones a través de quien las posee.
La intuición, que es videncia, presentimiento y profecia,
aclara la mente y hace latir el corazón ante los mensajes y voces que recibe de
lo infinito.
Cuando el hombre haya aprendido a comunicarse con el Padre por
medio del espíritu, ciertamente que ya nada tendrá que consultar en los libros,
ni qué preguntar en la tierra.
Hoy, aún interrogan a quienes creen que saben más, o van
tras de textos y documentos, ansiosos de encontrar la verdad, mas Yo os traigo
verdaderas riquezas espirituales, para que no sintáis jamás hambre o sed en
vuestro espíritu.
He venido sobre la nube, como un iris de paz entre los
hombres, a los cuales encuentro divididos, ocupados en guerras de naciones
contra naciones.
Heme aquí, enseñándoos a buscarme con el espíritu y
apartando de vuestro corazón los hábitos superfluos. He venido a revelaros las
armas espirituales que poseéis para vencer el mal y rechazar las tentaciones.
Sois los verdaderos apóstoles, los verdaderos doctores,
podrán salvar en este tiempo a la humanidad. He venido a preparar con mi
enseñanza a las grandes multitudes, de entre las cuales surgirán los buenos
soldados. Estos dejarán a sus padres, a sus esposas y a sus hijos, para ir en pos
de otras, comarcas a llevar la buena nueva. Mas si os digo que dejéis a los
vuestros, quiero daros a entender que tenéis que dejar las comodidades y las
satisfacciones que os brindan los afectos, mas no que los dejéis en el
desamparo y el abandono. Escudriñad bien mi simiente antes de llevarla a
sembrar, para que estéis persuadidos del bien que vais a hacer; si sembráis mis
semillas bajo mi voluntad, vuestra cosecha será de satisfacciones y goces.
Desde 1866 resuena en vuestros oídos esta enseñanza, Elías.
el buen pastor de encarnados y desencarnados, vino a aparejar o preparar los
caminos, disponiendo vuestro corazón y espíritu para que pudieseis sentir la
proximidad del reino de los cielos. Desde entonces, mucho se, ha multiplicada
mi simiente, las multitudes han crecido, el número de los señalados aumenta
cada día, y doquiera, en comarcas, provincias y aldeas, surgen recintos como
lugares destinados para vuestras reuniones v para escuchar la diaria enseñanza.
He venido a dar vida al mundo, para que abra sus ojos a la
luz de este tiempo.
Mientras las grandes naciones se encuentran en guerra, he
conservado a este pueblo en paz, para que pueda recibir mi mensaje y para que
se prepare, porque aquí en su seno se refugiarán los llamados extranjeros.
Levantaos por medio de vuestra obediencia; no esperéis que
los elementos se desencadenen sobre vuestra nación para acordaros de vuestra
misión, ni esperéis que la muerte y la guerra ronden cerca de vosotros para
que os acordéis de Mí. Aprovechad estos instantes porque no sabéis si volverán.
Se acerca el año de 1950, el señalado por mi voluntad para
mi partida; si para ese tiempo estáis preparados, grandes obras podréis hacer y
palpar grandes prodigios. Más os digo que para entonces, mientras unos estarán
de plácemes por haber cumplido, otros llorarán. Desde ahora os anuncio que mi
despedida será en todos los recintos y la sentirán en todos los lugares, en las
ciudades, en los caminos y aún en los montes; entonces os diré: No os sintáis
huérfanos, sólo vuestro oído material dejará de percibir mi palabra, mas
vuestro espíritu, junto con su envoltura, seguirá inspirándose a través de su
elevación. No habrá motivo para que derraméis lágrimas ese día. Os prepara el
Maestro, porque así os hablaré en aquel instante; por ahora me encuentro
preparando los entendimientos a través de los cuales escucharéis mi última
palabra. Por eso les pido más elevación a cada instante.
Más tarde vendrá el tiempo en que desaparezcan del mundo
sectas y religiones y sólo quede en el corazón humano la doctrina de Cristo,
que es amor, justicia y paz.
Hay en el mundo quienes creen que estoy por llegar, sin
saber que ya está cercana la hora de mi partida en esta forma de comunicación.
Cuando la humanidad sepa que estuve entre vosotros, comunicado por el
entendimiento humano, se preguntará: ¿Cómo es posible que éstos hayan oído a
Dios? Entonces vosotros explicaréis la forma en que me comuniqué y daréis
pruebas de vuestro adelanto y regeneración con vuestras obras de amor.
Decid al mundo que si en aquel tiempo Cristo se hizo hombre
para habitar con vosotros en vuestro mundo, ahora vosotros desde aquí os
elevaréis para penetrar espiritualnente en la región donde El habita. La huella
que con sangre os tracé, miradla ahora convertida en huella de luz.
Como en el Segundo Tiempo, he acompañado mi palabra de
grandes obras para despertar vuestra fe, pero han sido más los prodigios
espirituales que los materiales, porque ahora estáis más capacitados para
creerme y concebirme en forma más elevada.
Algunos esperaban que el Espíritu Santo viniera en este
tiempo a manifestarse en sinagogas o iglesias; Yo he venido en busca de la
humildad, de la sencillez, porque no halaga el oro, las riquezas o las
vanidades, a quien es dueño de toda la creación.
Recordad que en aquel tiempo Juan el profeta, el Bautista,
que preparaba los corazones para que en ellos penetrase el reino de los cielos,
dijo a las multitudes: Cristo vendrá; porque sabia que el Maestro vendría a
levantar su templo en el corazón de los hombres.
Aquí me tenéis buscando el santuario en lo más puro de
vuestro ser; pensad que para ser siemnre digno de mi presencia, es menester que
preparéis el lugar. ¿Cuántas veces tendrá que ser el dolor el que os
purifique,. el que lave vuestras manchas? Vengo a ataviaros, con una vestidura
blanca, pero antes tiene que limpiarse vuestro espíritu para hacerse digno de
ella.
Discípulos, en el Segundo Tiempo mis apóstoles me
preguntaron cómo debían orar, y les enseñé la oración perfecta, que vosotros
llamáis el ¡Padre Nuestro! Ahora os digo a vosotros: inspiraos en esa oración,
en su sentido, en su humildad y en su fe, para que vuestro espíritu se comunique
con el mío, porque no serán ya los labios materiales los que pronuncien
aquellas benditas palabras, sino el espíritu el que me hable con su propio
lenguaje.
Mi rayo ha descendido entre vosotros, pueblo amado, su luz
se hace palabra humana y el esplendor de esta manifestación se encuentra en la
esencia de mi cátedra. Esta palabra es como agua cristalina, mas si al pasar por el portavoz
humano, éste le mezcla alguna impureza, sea entonces vuestro entendimiento como
un filtro, para que al espíritu llegue mi lección con su pureza original.
Vengo a dar a vuestra espíritu el agua que lo reanima.
porque la sed le abrasa en su larga travesía por el desierto.
Sólo el que ha velado esperándome, ha escuchado el eco de
mis pasos; ¿cómo quieren los materialistas que mi nueva venida sea ostentosa,
si vengo en Espíritu?
Os tenía reservado el goce de mi manifestación, mas ella
tenía que llegar en el momento propicio.
Mi palabra de Padre es entre vosotros que os encontrabais
desolados, que llorabais, sintiéndoos solitarios, cuando nunca lo habéis
estado. Y éste es el tiempo marcado por mi voluntad para que mi voz se escuche
con toda su fuerza a través de vuetra conciencia.
Hasta ahora, más que ser vuestro Señor, he sido vuestro
siervo. He escuchado vuestra voz que reclama, que ordena y exige, he recibido
injurias y blasfemias que han sido como latigazos.
Hoy, mi lenguaje universal se hace oír de todos, para
decirles que aunque Yo estoy en cada uno de vosotros, nadie debe decir que Dios
está dentro del hombre, porque son los seres y todo lo creado lo que se
encuentra dentro de Dios.
Yo soy el Señor, vosotros sus criaturas. No quiero llamaros
siervos sino hijos, mas reconoced que Yo soy antes; amad mi voluntad y respetad
mi ley, sabiendo que en lo dispuesto por Mí no cabe la imperfección ni el
error.
Estáis en posibilidad de dar un paso definitivo, de alzar el
vuelo y remontaros muy alto; vuestra evolución os capacita para ello.
Mi arcano está abierto, venid y mirad, penetrad; no juzgaré
si ayer fuisteis los que levantasteis vuestra voluntad o vuestra voz en contra
mía.
Arrepentíos de vuestro pasado, lavad vuestras manchas y
entonces asomaos a mi arcano para que contempléis la vida en toda su verdad.
No os detengáis pensando que sois indignos de mi gracia.
En los altos peldaños de la escala, van caminando muchos que
en la tierra fueron fratricidas, traidores y blasfemos. ¿Cómo han podido
escalar? Porque tomaron el camino del arrepentimiento, de la regeneración y de
la caridad. Imitadles os dice el Maestro.
Cuan cerca de vuestras pupilas se abre el libro de la vida y
cuánta luz tenéis para entender sus signos.
En los tiempos lejanos de vuestros balbuceos espirituales,
recíbisteis la ley divina grabada en piedra, de acuerdo con vuestra escasa
evolución. Pasaron los tiempos y aquella ley que había sido en la piedra, se
hizo carne humana en Jesús para hablaros de amor. Ahora estáis siendo preparados
para que mi ley eterna la recibáis por inspiración del espíritu. Ahí en vuestra
conciencia, escribiré mi palabra en esta era.
¡Oh párvulos humildes, que a falta de estudios en los libros
de la tierra, habéis tenido la vida para recibir mi amor y llegar a comprender
la finalidad de vuestro destino!
Recibid mi caridad.
Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario