sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 132

Bienvenidos seáis, los que poco a poco vais sintiendo en vuestro interior la llama de amor hacia vuestro Maestro. Bienvenidos los que buscáis dulcificar vuestra vida con la caricia de mi palabra. Bienvenidos también los que dudáis de mi presencia, porque Yo os libraré de vuestra duda y ella dará paso a mi luz. Bienvenidos los que venís con el corazón entristecido, porque Yo os daré el consuelo que necesitáis. Todos cabéis dentro de mi amor.

Al ver cómo os recibo, desde el fondo de vuestro corazón me decís: Señor, yo os esperaba, ya ansiaba vuestra venida, y vuestra palabra amorosa.¿Buscáis el reino de Dios? os llevaré a El paso a paso, hasta que alcancéis la mayor altura de perfección. Muchos que en la tierra os han precedido, ya están alcanzando aquella elevación. Son los espíritus de luz, los emisarios o mensajeros de Dios, que vienen invisiblemente entre los hombres a traerles mensajes e inspiraciones.

Oh discípulos, ocupaos del adelanto del espíritu y aprenderéis a resolver todos aquellos problemas cuya solución, estando a vuestro alcance, la creéis imposible. ¿Por qué si estáis agraciados con tan altos dones, queréis que Yo todo os lo haga? Pensad que tenéis que llegar a Mí mediante vuestros méritos, esfuerzos y hasta sacrificios; os estoy enseñando la forma de progresar en el camino para alcanzar la meta.

He aquí, mi palabra es semejante a una buena semilla. A veces cae en tierra dura, entre piedras o abrojos; es el materialismo, la indiferencia de los corazones en los cuales no puede germinar mi doctrina. A veces comienza a florecer alguna planta, cuando una mano impura viene a cortarla. Es cuando el corazón se deja llevar de las malas pasiones. Cuando la semilla llega a caer en tierra fértil, a tiempo germina, florece y fructifica, elevándose el arbusto cada día más y prodigándose en frutos.

Vosotros os preguntáis a veces: ¿Por qué el Maestro en vez de escoger a sus siervos o discípulos, no los toma a todos, ya que todos somos sus hijos?Y yo os contesto: Vengo a los que ya están a tiempo, como semilla en sazón; escoger a los Otros les dejo un tiempo más hasta que alcancen la completa madurez, para poder servirme de ellos. El Maestro hace lo que el buen pescador, que a hora temprano entra en su barca, echa su red donde sabe que la pesca abunda, y cuando la ha sacado colmada de peces, deja que por entre la malla salgan los pececillos inútiles, para seleccionar los mejores. Yo soy el pescador de espíritus, el que tiende su red para aprisionar en vuestro vuestro corazón.
Cuántos que estuvieron aprisionados en mis redes de amor, volvieron al mar de sus inquietudes y pasiones. Esos no podrán ser todavía de los escogidos que fiel y abnegadamente me siguieran. Mas llegarán después.

Trato de hacer oír mi voz en todos los espíritus, mas el materialismo de la humanidad no le permite escuchar la voz del mundo y de la carne. Hay quienes, sin embargo, me escuchan, y éstos son los tristes, los menesterosos, los enfermos, los despreciados, aquellos a quienes el mundo ya no necesita y los ha relegado al olvido, porque nada tienen ya que dar. Ellos sí me escuchan, porque saben que sólo de Mí pueden esperar. ¿Qué puede importarle mi voz, mi palabra, a quien encuentra en el mando todo lo que él desea? Ese sólo ve su felicidad material, y si alguna vez llega a escuchar mi llamado, como suele decirle al pordiosero, me dice también a Mí: Hoy no tengo nada que daros, volved mañana.¿Y quién conoce ese mañana?; ¿quién puede saber lo que tarde en volver a llamar? Puede ser en el día de mañana, como puede ser en otra existencia. Bienaventurado el que olvide su sufrimiento por el dolor de los demás.

Orad, ved que es el tiempo en que mi justicia y mi luz han removido todas Ias tinieblas. Tiempo difícil y de peligros es éste, porque hasta los seres que habitan en tinieblas se harán pasar por seres de luz entre vosotros, para tentaros, para confundiros. Yo os doy mi luz, para que no os desviéis del camino ni os dejéis engañar por aquellos que toman mi nombre.

Los tentadores no solamente son seres invisibles, también los tenéis encarnados en hombres que os hablan de lecciones que aparentan luz, pero que van en contra de mi doctrina. A ésos, no los escuchéis. Mi palabra se reconoce por su elevación, por su esencia y sabor divino. El árbol, por su fruto es reconocido. Quien llegue a conocer y a familiarizarse con el sabor de mi palabra, ese nunca se equivoca. Os he concedido el derecho de que escudriñéis mi palabra y la analicéis, para que la lleguéis a conocer profundamente.

Si velo por todos, como el pastor que cuida sus ovejas, si tiendo mi red para rescatar vuestro espíritu de las olas embravecidas del océano, orad también por vuestros hermanos, y vuestra oración se tenderá como un manto de paz sobre la humanidad.

Estáis comprendiendo, que he dividido mi revelación divina en tres grandes tiempos.

Fue en la infancia espiritual de la humanidad, cuando el Padre lo entregó la ley y le prometió un Mesías que vendría a abrirle la puerta hacia una nueva era.

El Mesías fue Cristo, quien llegó entre los hombres cuando éstos se encontraban en la adolescencia espiritual. El vino a enseñar a los hombres una forma más elevada de dar cumplimiento a la ley que anteriormente habían recibido del Padre y la que no habían sabido cumplir. El Verbo de Dios habló por los labios de Jesús, por lo cual os digo, que el mundo siguió escuchando la voz y el mandato de su Padre a través de la doctrina de amor del Maestro perfecto.

Jesús a su vez, ofreció a los hombres enviarles al Espíritu de Verdad, para que les hiciese comprender todo lo que de su enseñanza no hubiese sido comprendido por ellos.

Pues bien, pueblo amado, esta palabra sencilla, humilde, que ahora escucháis, es la voz del Espíritu de Verdad, es la luz espiritual de Dios, que se derrama en vuestro ser, para que abráis vuestros ojos ante el nuevo tiempo. Esta luz que comienza a haceros comprender con claridad todas las revelaciones de vuestro Maestro, es la luz de vuestro Padre, del Espíritu Santo, el cual sorprende a la hunanidad en mayor altura de evolución espiritual, o sea, cuando ésta va acercándose a la edad madura, para comprender las revelaciones de Dios.

En todo lo que os revela esta luz, estaréis recibiendo la enseñanza del Padre, porque el Verbo está en Mí, y el Espíritu Santo es mi propia sabiduría.

Esta forma de comunicación a través de portavoces humanos es tan sólo el preludio de la verdadera cornunicación espiritual de los hombres con su Creador y Señor, cuando llenos del Espíritu de Verdad converséis con vuestro Padre, de espíritu a Espíritu.

A los que aún no creen en mi manifestación de este tiempo, les digo : No neguéis que el Maestro se esta comunicando nuevamente con los hombres, porque El os prometió volver, y ninguna de las promesas divinas ha quedado sin cumplirse. Tampoco os distanciéis de vuestro Padre, diciendo que no es posible comunicaras con El. En verdad os digo, que el Señor siempre se ha comunicado con los hombres en diferentes formas, según la elevación de ellos.

Esta nueva era, por ser la de espiritualidad, por estar iluminada por la luz divina que todo lo aclara y que os enseña a comprenderlo todo, será llamada la Era del Espíritu Santo.

El nuevo tiempo ha comenzado ya para no terminar jamás, porque la culminación de esta era se enlazará con la eternidad.

¿No presentís aún las grandezas y las maravillas que os promete el tiempo de la luz? ¿No os regocijáis pensando que ya está cerca el tiempo en que el mundo salga de sus tinieblas para abrir sus ojos al nuevo día?

Cesarán las confusiones, desaparecerán las encrucijadas, se disiparán los misterios, y una luz brillante, pero a la vez dulce y suave, porque es la del Espíritu Divino, dirá a los hombres que mucho buscaron, dudaron y se atormentaron: He aquí la verdad.

Entended que la ley del Padre, la vino a explicar Cristo, y que la doctrina del Maestro, la viene a aclarar la luz del mismo Padre a quien llamáis Espíritu Santo.

Para alcanzar esta luz, elevad vuestro pensamiento dejad en libertad al espíritu, abrid vuestro corazón, porque quiero derramar sobre vosotros un torrente de bendiciones.

Multitudes que apenas hoy habéis llegado ante la luz de mi palabra Abrid vuestras manos menesterosas y tomad el pan y el vino de mi enseñanza.

Las pruebas han pasado sobre de todos; en unos han sido breves, pero intensas, en otros han sido duraderas y amargas. Instantes, horas, días y años de dolor, quiero que pasen de vosotros y vuelva la paz a vuestros corazones. De mi Espíritu al vuestro vaya mi bálsamo, mi fortaleza y mi luz.

Dejaos envolver por mi efluvio para que aquí olvidéis tristezas, lutos, miserias y lágrimas; ya es tiempo de que descubráis el tesoro que lleváis oculto y dejéis de ser los parias en el mundo.

No temáis, pueblo, que no os entregaré cargos; ni responsabilidades mientras no hayáis logrado la paz, la fortaleza y la salud de que carecéis; cuando os encontréis ya fuertes, vuestro corazón vendrá a darme gracias y al mismo tiempo a pedirme un sitio en mi campiña.
05-132.28 "Pedid, que se os dará", digo a los enfermos, a los necesitados de paz, a los pobres, a los que han tenido hambre y sed de justicia, a las viudas, a los huérfanos, a los que no tienen un cariño en el mundo, en fin, a todos los que beben el cáliz de amargura; mas no me prometáis nada a cambio de mi caridad. Dejad que derrame en vosotros mi amor y quedad en libertad de seguirme o de alejaros de Mí. El que me sigáis o no, lo dejo a la gratitud de vuestro corazón, a vuestra comprensión, ante vuestra conciencia.

No es una orden la que vengo a daros, ni vosotros me pondréis condiciones para seguirme.
05-132.30 Lo que debéis tener presente, es que todo el que se regenere, que haga una vida recta y en sus obras ponga un destello de virtud, ése tendrá al alcance los tesoros más preciados del espíritu, como son la paz, la salud y la luz de la sabiduría.

Si sois obedientes y mansos, nada tendréis que temer; en Mí sólo veréis amor, justicia y bondad sin límites.

Vuestro temor estará justificado cuando estéis caminando fuera del sendero; entonces sí deberéis temer a las consecuencias de vuestros actos imperfectos.

Entre vosotros hay alguien que me dice: Señor, ¿por qué me habéis llamado, si vos sabéis que poseo un corazón muy duro que jamás ha sentido caridad de nadie? A él le digo que no tema, que mi poder es grande y sé hacer brotar agua cristalina de las rocas.

Perseverad escuchando mi palabra, es lo único que os pido, y cuando menos lo penséis, las tinieblas de vuestro entendimiento se disiparán para dejar paso a la luz, y ese corazón que se semeja a un muerto en su ataúd, se levantará a la vida sintiendo y amando como corresponde a todo hijo de Dios.

Aprended a orar, os dice vuestro Maestro. Quiero conversar con vosotros en el rincón de vuestra alcoba; quiero conversar con mis enfermos y ungirles, haciéndoles sentir el consuelo de mi bálsamo divino; quiero concederos aquello que hace mucho tiempo estáis esperando.

Aprended a conversar con el doctor de los doctores, oh enfermos benditos, porque mucho habéis de invocarme mañana, cuando ya sanos tengáis a vuestro cargo otros enfermos.

Tened siempre fe, para que el milagro se verifique y haced méritos para que siempre os encontréis dignos de lo que solicitéis.

¿Cuáles méritos puede hacer un enfermo, imposibilitado para toda lucha? Sus méritos pueden ser muchos y grandes, si sabe revestirse de paciencia y conformidad, si sabe ser humilde a la voluntad divina y sabe bendecirme en medio de su dolor, porque su ejemplo será de luz en muchos corazones que habitan en tinieblas, que se desesperan y se entregan a los vicios o piensan en la muerte cuando les sorprende una prueba. Esos seres, al encontrar en su camino un ejemplo de fe, de humildad y de esperanza, que surge de un corazón que también sufre mucho, porque carga con una cruz muy pesada, sentirán que su corazón ha sido tocado por un rayo de luz; y así es, en efecto, ya que ellos no lograron escuchar la voz de su propia conciencia; tuvieron que recibir la luz de la conciencia que otro hermano les envió con su ejemplo y su fe.

No os deis por vencidos, no os confeséis nunca fracasados, no os dobleguéis bajo el peso de vuestros sufrimientos; tened siempre ante vosotros la lámpara encendida de vuestra fe; esa fe y vuestro amor os salvarán.

Varones, que sufrís en silencio privaciones y miserias que tenéis que beber día tras día el cáliz de la hunúllación, Yo bendigo vuestros pasos. Ayer fuisteis señores y ahora sos siervos; ayer, las galas os cubrieron y ahora la pobreza os envuelve. Habitáis un mísero rincón, desde el cual recordáis vuestro pasado y allí, en silencio derramáis vuestras lágrimas para que ni vuestra esposa ni vuestros hijos es vean llorar. Os sentía cobardes en aquellos instantes y no queréis hacer flaquear a los vuestros. Sólo Yo conozco esas penas, sólo Yo sé enjugar esas lágrimas. A todos os quiero hablar y enseñar, porque todo ese dolor que habéis acumulado, Yo lo puedo apartar, dejando en vuestro corazón tan sólo esa luz bendita de la experiencia. Os aseguro que de los que más han sufrido sacaré a los mejores maestros.

Necesitáis conocer mi palabra para que sanéis y para que resucitéis a la vida verdadera, oh muertos del corazón y del espíritu.

El dolor ha volcado todo su contenido sobre el mundo, haciéndose sentir en millares de formas.

¡Cuán vertiginosamente vivís, humanidad!; ¡cuan trabajosamente amasáis el pan de cada día! Por eso los hombres se consumen prematuramente, las mujeres envejecen
antes de tiempo, las doncellas se agotan en plena flor y los niños se insensibilizan en tierna edad.

Época de dolor, de amarguras y pruebas es ésta que ahora vivís; sin embargo, quiero que encontréis la paz, que logréis la armonía, que rechacéis el dolor; para ello me presento en Espíritu y os envío mi palabra, que es un rocío de consuelo, de bálsamo y de paz sobre vuestro espíritu.

Oíd mi palabra que es la resurrección y la vida, en ella recobraréis fe, salud y alegría de luchar y de existir.

Vengo a daros el amor que hay en Mí y que jamás se agota. Sois parte de Mí mismo y os alimento, mi sombra bien- hechora os cubre siempre. Como Padre os he enseñado a dar los primeros pasos en el cumplimiento de vuestra misión. Os encontráis en la falda de la montaña de perfección, desde allí escalad. Mi Espíritu está en la cima esperando vuestro retorno. La humanidad seguirá vuestros pasos. Yo le estoy haciendo el llamado, estoy hablando al padre de familia, al que se ha constituido en representante mío y tiene la misión de guiar a los espíritus a él encomendados, también al que es gobernante, para que cada uno trabaje dentro de mis leyes y pueda, venciendo las pruebas de este tiempo, cumplir su misión.

He instituido desde el principio de los tiempos el hogar, formado por el varón y la mujer, y en él he derramado sabiduría y amor. He puesto sobre ambos una cruz, un destino perfecto. Las bases de ese hogar son el amor, la comprensión mutua. El gobierno corresponde al varón, la sumisión y acatamiento a la mujer; en ambos he derramado dones preciosos para que puedan perfeccionarse. Y esa institución bendita, no es mi voluntad que se desconozca o se profane. A pesar de las tempestades que azotan y amenazan por doquier, velad y defended esos principios. Edificad sobre bases firmes el futuro de la humanidad. Yo que presido vuestros actos, os bendeciré y multiplicaré vuestra simiente.

Si vuestro espíritu no alcanza a concebir grandes ideas o inspiraciones, orad, preparaos y Yo os iluminaré.

Todos los cargos que os doy son de gran trascendencia y responsabilidad; mientras a unos les concedo la tutela de los hijos, a otros los convierto en guías espirituales de una gran porción o en gobernantes de un numeroso pueblo. Bendito aquel que se eleve más allá de la materia para buscar en Mi la fortaleza y la luz, pues estará en comunicación Conmigo, y Yo lo sostendré en todas sus pruebas a través del cumplimiento de su misión.

Sentid mi calor de Padre, oídme y comprendedme; no piensen los que por primera vez me escuchan que este varón por conducto del cual os doy mi palabra, trata de haceros creer que él es el Señor, el Maestro; no, vuestros ojos no me ven, mas vuestro espíritu me recibe y en el corazón sentís mi presencia. Os hablo desde el infinito y el eco dulce de mi voz es el que oís a través de estos labios preparados por Mí para que vosotros podáis oír mi santa palabra.

¿Que por qué son éstas comunicaciones? En otro tiempo os prometí volver; anuncié que mi llegada sería cuando las guerras estuvieran desatadas, cuando la perversidad de los hombres hubiese llegado a su mayor altura y cuando las plagas se hubieran desatado en la tierra; además, di a entender que mi llegada sería en Espíritu. El tiempo de mi venida ha llegado ya, el de mi presencia entre vosotros es éste en que las guerras estremecen toda la tierra, los hogares son destruídos, las virtudes pisoteadas y la ley adulterada; por eso muchos se preguntan al ver todo ésto; ¿Cuándo vendrá Cristo, nuestro Salvador? Ellos no saben que ya estoy de nuevo en el mundo preparando la simiente que ha de llevarles la luz y la paz; estoy apenas principiando a dar cumplimiento a mi promesa.

De nuevo he venido entre los humildes, entre los pobres e ignorantes, pero que tienen hambre y sed de justicia, de amor y de verdad, y este pueblo humilde e ignorado, al ver que alguien se ha fijado en él y que ese alguien ha sido su Señor, movido por una fuerza interior muy grande se ha levantado en pos de mi palabra. Venía triste, cansado y enfermo; en mi presencia encontró bálsamo para todos sus males, venía contrito por sus pecados, sus lacras y vicios, y al sentir la caricia que da mi perdón, nació en él un propósito firme de regeneración, de enmienda; sentía su espíritu vacío de obras dignas de su Padre, y recibió enseñanzas, para poder hacer grandes obras y prodigios.

La vida humana y la espiritual eran misterios que su escaso saber no alcanzaba a penetrar; aquí escuchándome, ha conocido la verdad de todo lo creado. Si en aquel tiempo el pueblo israelita esperó la llegada del Mesías como la de un rey poderoso, guerrero y fuerte en lo material que le devolviera su libertad, le diera armas para vencer y humillar a sus opresores, y luego le colmara de bienes terrenales, hacéndole el pueblo más grande y fuerte de la tierra, en este tiempo este pueblo no ha venido a que le haga rico en el mundo, ni a que le haga grande y señor sobre los demás, éstos han venido Mí para encontrar verdad, redención y paz. Los bienes materiales también se los he concedido, mas ha sido por añadidura.

El pan de los pobres de este tiempo, con ser tan amargo, no lo es tanto como aquel que comen los grandes, los señores, los reyes.

Humanidad, volved a Mí, empezad por orar como Yo os enseñé, para que sintáis la paz de mi llegada; orad espiritualmente delante de Mí, sintiendo aquellas frases que os enseñé y que dicen: ¡Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nos tu reino! Cuántas veces estas palabras que son una invocación para mi venida, las habéis pronunciado sin saber lo que dicen, lo que encierran y por lo tanto sin sentirlas; Cristo os enseñó a orar elevando el pensamiento al Padre Celestial sin que se interpusiera entre el Padre y el hijo imagen o forma alguna; ¿desde cuándo habéis olvidado estas lecciones?

¡Oh mi nuevo pueblo de Israel! os confío esta obra como si fuese un árbol; ahora es tierno, mañana será corpulento; está destinado a dar sombra y fruto al peregrino fatigado y enfermo; mas si vosotros que venís de las comarcas y de las campiñas, de los montes y de las aldeas, en busca de sus frutos, vais a descuidarlo, ese árbol se secará, sus frutos caerán y no dará sombra; día llegará en que volváis a encaminaros hacia él, porque os sentiréis hambrientos y cansados de la vida, y al llegar al sitio donde se encontraba el árbol, ni una señal de él encontraréis, porque no supisteis cuidarlo, porque os concretasteis a comer de sus frutos hasta saciar vuestra hambre y luego le volvisteis la espalda. Ese árbol es el que crece en el corazón de mis hijos; sus frutos son amor y caridad. vuestra confianza y gratitud serán el mejor riego que podéis dar a vuestro árbol para que viva, crezca y fructifique.

Aquí estoy bien entre esta humildad, por eso no he buscado a los grandes, porque ellos tratarían de agradarme ofreciéndome riquezas de la tierra. Recordad que Jesús en aquel tiempo no tuvo en el mundo ni siquiera una choza donde nacer; fue una humilde gruta la que le dio albergue, y paja fue la que le sirvió de lecho. "Mi reino no es de este mundo", os dije más tarde, y os lo probó desde mi nacimiento. Una pobre túnica cubrió mi cuerpo, la cual fue empapada muchas veces por las lágrimas de los pecadores, por los que mucho habían sufrido, y la fe de los que la tocaron obró sobre ellos verdaderos milagros.

Hoy que vengo a vosotros en Espíritu, os digo que el manto que me cubre y con el que os cubro, sólo es el de mi amor; venid a Mí y enjugad en este manto bendito vuestras lágrimas, que sobre vuestra fe brillará un nuevo milagro, el de vuestra salvación.


 Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel. 

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