sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 119

He querido que la humanidad conozca la historia del pueblo de Israel, porque a ese pueblo lo tomé como instrumento para mis lecciones y lo sujeté a grandes pruebas a fin de que fuera como un libro abierto para todas las generaciones.

Aquellas doce tribus, representaron a la humanidad de todos los tiempos; pero ahora es mayor la semejanza entre aquel pueblo cautivo en tierra extraña y el mundo actual, esclavo del pecado y el materialismo, que son las fuerzas que representan el poder del nuevo faraón.

Si en aquel tiempo la caridad de Jehová rescató a su pueblo, trazándole un camino a través del desierto y conduciéndole hasta Canaán, ahora vengo como luz de justicia y amor a rescatar a todos los pueblos de la tierra de su cautiverio, para conducirlos a la "tierra prometida"; ahora conduciré a vuestro espíritu a mi reino de luz y de paz, y también haré ,descender un nuevo maná sobre los espíritus, el cual será sustento de vida eterna en su larga jornada.

Una nueva alianza haré con los hombres, mas ésta no será con símbolos, en ella estará presente mi Espíritu.

En mi pueblo volverá a despertarse el ideal del bien y el anhelo de unirse a todos los pueblos del mundo, como se unieron aquellas doce tribus, cuando cruzaron el extenso desierto, animadas por el mismo ideal.

La lucha será grande y en el camino surgirán los obstáculos, los enemigos y las tentaciones, mas de esa jornada saldrán los soldados llenos de temple y los apóstoles plenos de caridad y de fe. A lo largo de la travesía. pero sobre todo en los trances de prueba, Yo animaré a las multitudes y alentaré su fe con mis prodigios; y cuando los hombres hayan alcanzado la paz y vivan en armonía, Yo hará que desde esta tierra comiéncen a saborear los dulces frutos del reino de la luz y de la paz, como un anticipo de los deleites que más tarde tendrá el espíritu, cuando llegue a morar en la mansión espiritual.

Los frutos que desde aquí recoja el espíritu, serán una compensación a los sacrificios, luchas y privaciones que haya sufrido vuestro corazón. Más tarde cuando este pueblo, como una inmensa multitud llame a las puertas de mi reino, Yo saldré gozoso a abrir para decirles. Venid, venid a Mí y dejad el polvo del camino y la fatiga, aquí está la ciudad de la paz, engalanada, esperando a sus nuevos moradores.

El pueblo, temeroso ante la presencia de su Padre, creerá llegada la hora de su juicio; entonces Yo le diré No temáis, pasad a mi casa que es la vuestra; el desierto ya os purificó y os hizo dignos de llegar a Mí.

Pueblo, mirando vosotros tanta perversidad entre los hombres, sabiendo de sus odios y de sus guerras y conociendo el doloroso resultado de las doctrinas materialistas, habéis pensado, que para que esta humanidad llegue a regenerarse Y a convertirse a mi ley, antes tendrá que soportar grandes pruebas y que pasará mucho tiempo para que llegue a amarse según mi enseñanza.

Yo os digo que aunque es cierto que a este mundo le esperan pruebas muy grandes, los días de dolor le serán acortados, porque será tan grande su amargura, que ello hará que los hombres despierten, vuelvan sus ojos hacia Mí y escuchen la voz de su conciencia que les pedirá el cumplimiento de mi ley.

Mi justicia será la que corte todo lo malo que exista en este mundo. Antes, lo escudriñaré todo: Religiones, ciencias e instituciones, y entonces pasará la hoz de la justicia divina cegando la cizaña y dejando el trigo. Toda simiente buena que encuentre en el corazón de los hombres, la dejaré para que siga germinando en el espíritu de la humanidad.

Hay pueblos y naciones enteras que han arrojado de su corazón mi semilla; otros que se han olvidado de mis máximas; otros que ni velan ni oran. Sin embargo, y a pesar de la esterilidad en que viven, esos pueblos pronto, quedarán convertidos en tierras fértiles, porque mi caridad descenderá a sus corazones.

Es menester que preparéis la herramienta, que llenéis el granero con la semilla espiritual que os he traído y que, por medio de los dones que os he confiado, sepáis la hora en que habréis de dejar vuestro reposo, para levantamos a sembrar. Velaréis y oraréis, para que ese bendito amanecer no os sorprenda dormidos en la ignorancia, en el materialismo o en el pecado; porque entonces no reconoceríais la hora de ir en pos de las tierras, y cuando quisierais levantaros, ya no os encontraríais con fuerzas para la lucha.

Si tenéis fe en mi palabra, preparaos desde ahora por medio de la oración, a fin de que encontréis propicias las tierras para sembrarlas. Si vosotros no terminaseis esta labor, vuestros hijos tomarán la semilla de amor que os he entregado y llevarán mis mandatos a su fin.

Benditos sean los labriegos a quienes les sea ordenado ir a fertilizar y a cultivar las tierras, porque ellos verán descender sobre sus campos el rocío de mi gracia, que será la constante bendición del Padre sobre los esfuerzos del hijo y una caricia para todos los que resuciten a la fe y a la vida.

Ha mucho se os dijo que llegaría el instante en que el hombre entendería todo lo revelado desde los tiempos pasados, y Yo os digo que ese tiempo ha comenzado ya, y que en él vuestro espíritu recibe mi luz por medio de la inspiración.

Cristo llegó al mundo y os abrió el camino, enseñándoos con su vida, con sus obras y sus palabras, la forma perfecta de cumplir con la ley. Desde antes que El apareciera en el mundo, fue anunciado por los profetas, con el fin de que el pueblo le esperase y lo reconociera cuando le tuviese delante de sus ojos.

En Abraham y en su hijo Isaac os di una imagen de lo que seria el sacrificio del Redentor, cuando puse a prueba el amor que Abraham me profesaba pidiéndole que él, por su propia mano sacrificara a su hijo, a su muy amado Isaac. En aquel acto, si sabéis meditar, encontraréis una semejanza de lo que más tarde fue el sacrificio del Unigénito por la salvación del mundo.

Abraham fue la representación de Dios, e Isaac la imagen de Jesús; en aquel momento el patriarca pensaba que si el Señor le pedía la vida de su hijo, era para que la sangre del inocente lavase las faltas del pueblo, y a pesar de amar profundamente al que era carne de su carne, fue más fuerte en él la obediencia hacia su Dios y la caridad y amor hacia su pueblo, que la vida de su amado hijo. El obediente Abraham estuvo a punto de descargar el golpe mortal sobre su hijo; en el instante en que transido de dolor, levantaba el brazo para sacrificarle, mi poder le detuvo, ordenándole que inmolara un cordero en lugar de su hijo, para qué quedara aquel símbolo, como testimonio de amor y obediencia.

Siglos después, la humanidad había de pedirme el sacrificio de Jesús, mi amado Hijo, y os lo había de entregar, Para que su ejemplo de mansedumbre, sellado con su sacrificio y con su sangre, quedase imborrablemente escrito en la conciencia de la humanidad.

Si en el caso de Isaac, un cordero vino a sustituirle para rescatar su vida, en el caso de Jesús no hubo quien le reemplazase, pues El sabía que era necesario que su sangre fuese derramada, para que la esencia y la luz de aquel sacrificio iluminasen al espíritu, al corazón y entendimiento de los hombres carentes de espiritualidad. Por eso Jesús es llamado también el Cordero de Dios. La ley os dijo: "No matarás", y Cristo en su doctrina de amor os enseñó la sublime lección de morir por salvar a los demás.

Bienaventurado el que muera dando vida a quienes la necesitan, porque vivirá eternamente.

Ved cómo ha llegado el tiempo de que podáis extraer la esencia espiritual contenida en mis revelaciones pasadas, aquellas a las cuales la humanidad sólo interpreta en forma material, sin tratar de profundizarse en ellas para encontrar su sentido espiritual.

Yo os coloco en el principio del camino del análisis, para que después podáis llegar al fondo de mis lecciones. si todo es lo diese completamente esclarecido, vuestro espíritu no se esforzaría por penetrar al fondo de mi palabra.

Os voy a recordar cómo en aquel Segundo Tiempo, cuando aquella multitud sedienta de sangre contempló al fin a Jesús pendiente en la cruz y junto a El agonizando a otros dos sentenciados, oyó que dijo al Padre: "Perdónales, Señor, porque no saben lo que hacen". Todos los presentes oyeron, mas no entendieron aquellas palabras, y tuvo que pasar el tiempo, para que los hombres comprendiesen que aquella sangre derramada lentamente sobre la tierra, era el símbolo del amor divino y del supremo perdón, que como un manto infinito desciende a cubrir a todos los hombres.

Muchos siglos han transcurrido y la humanidad de este tiempo, que llora al recordar el sacrificio de Jesús, y que se asombra de la crueldad de aquellos que lo llevaron al cadalso, es la misma que sacrifica día a día a millares de hermanos.

Si Cristo volviese en este tiempo a la tierra, hecho hombre, ya no diría como en el calvario: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen", porque ahora recibis en pleno la luz de la conciencia y el espíritu ha evolucionado mucho. ¿Quién ignora que Yo soy el dador de la vida, que por lo tanto, nadie puede tomar la de su hermano? Si el hombre no puede dar la existencia, tampoco está autorizado para tomar lo que no puede devolver.

Humanidad. ¿Creéis que estáis cumpliendo con mi ley sólo porque decís tener religión y cumplís con el culto externo? En la ley se os dijo: "No matarás", y estáis profanando ese mandamiento al derramar a torrentes, en el altar de vuestro pecado, la sangre de vuestros hermanos.

Israelitas y cristianos se hacen la guerra y se matan entre sí; ¿no les dí a unos y a otros una sola ley?

La restitución será cruenta y dolorosa, porque las vidas que los hombres han segado y la sangre que han derramado, claman justicia. ¡Ay de los que han matado, y más aún de los que han aconsejado u ordenado matar!

Paso a paso los pueblos avanzan hacia el valle donde habrán de unirse para ser juzgados.

Y aún se atreven a pronunciar mi nombre quienes hacen la guerra y llevan sus manos manchadas con la sangre de sus hermanos. ¿Esas son acaso las flores o los frutos de la doctrina que os he enseñado ¿No aprendisteis de Jesús cómo perdonaba, bendecía al que le ofendía y murió dando vida a sus verdugos?

Los hombres han dudado de mi palabra y faltado a la fe; por eso todo lo han confiado a su fuerza. Entonces he dejado que se desengañen por sí mismos y recojan el fruto de sus obras, porque sólo así abrirán sus ojos para comprender la verdad.

Sobre esta mesa de amor hay manjares que ni los reyes de la tierra podrían ofrecemos; son el pan de los cielos que buscan los pobres y el vino que vienen a beber los parias del mundo. Comed y bebed, mas nunca vayáis a envaneceros de poseer estos bienes, porque estaréis escondiendo bajo vuestros harapos la vanidad, y Yo quiero que seais humildes de espíritu y de corazón. Tomad ejemplo de quienes llevando manto real sobre sus hombros, también saben llevar humildad en su corazón. El pan y mi vino son para todos, porque a todos os contemplo necesitados del espíritu. En un principio os doné a todos con mi gracia, que es semilla divina; desde entonces habéis ido por distintos caminos según vuestro destino, y en esos caminos cada quien ha recogido según su siembra, unas los frutos en abundancia, otros sólo han cosechado dolor y miseria. Mientras unos han vivido brevemente en la tierra, porque han obtenido la luz necesaria para elevarse, otros, viviendo largamente en el valle de lágrimas, no han llegado a saber siquiera quiénes son, ni a dónde van; Yo tengo caridad de esos espíritus que caminan sin rumbo, deteniéndoles para enseñarles el camino que conduce a la "tierra prometidas

La luz de mi Espíritu penetra en todo corazón, aun cuando éste permanezca cerrado; a semejanza de ello es la luz del astro rey, que aparentemente no penetra en vuestra alcoba cuando ella se encuentra cerrada, pero que, sin embargo, sus rayos invisibles sí llegan a su interior, dando vida al ambiente. Vosotros no esperéis a que mi luz penetre en vuestro interior, teniendo cerradas las puertas de vuestro espíritu. ¡Cuán grato será
encontraros con vuestro templo interior preparado, recibiendo la gracia de mi caridad! Dejad que os sane y os conforte, y entonces os convertiré en mis labriegos y discípulos.

Muchos de vosotros que ahora nada sois en la vida, ya que hasta en vuestra familia sois los últimos veréis pronto sentados a mi mesa. Los que habéis sido repudiados y arrojados del seno de los vuestros, mañana seréis reconocidos por los mismos que os habían desconocido.

¿Queréis sensibilizar o templar vuestro corazón? Tomad este camino, que es el de la humildad, la elevación y la caridad. llevad el bálsamo a los enfermos, acercaos a los lechos del dolor; consolad a los que sufren y respetad a los que antes de vosotros hayan tomado esta cruz; imitad a los que se desvelan estudiando mi obra y a los que, a pesar de beber un cáliz de amargura, van impartiendo dulzura entre sus hermanos.

Hablo así a los que van a comenzar a pronunciar las primeras palabras del lenguaje espiritual, a los párvulos a quienes estoy enseñando los principios de la ley y la finalidad de mi obra. En ella aprenderéis que orando de espíritu a Espíritu y amando a vuestros hermanos, no sólo sanaréis al enfermo, sino que resucitaréis al muerto.

En esta comarca humilde, donde me estoy manifestando, he venido a revelaros que el Tercer Tiempo se inició en 1866, y que esta comunicación terminará en el año de 1950, cuando ya muchos de mis hijos me hayan escuchado; de cierto os digo que estas bocas que os han dado mi enseñanza, no han hablado por su voluntad, sino bajo una inspiración divina.

Labradores amados de esta campiña, abrazad con verdadero amor vuestra misión, labrad mis tierras, abriendo surcos, en los que depositáis la divina simiente. Conoced la semilla para que sólo de ella sembréis, porque en su fruto estará la elevación y la luz de vuestro espíritu. ¿Creéis justo tener que lamentaros al llegar a la morada espiritual, sólo por vuestra falta de celo en la misión que os llevó a habitar la tierra?

No olvidéis que a cada paso os digo que sembréis el trigo en mis campos, porque aquellas tierras en donde hubiese crecido la cizaña y la ortiga, serán segadas por la hoz de la justicia divina.

Lo mismo dije a los discípulos y a las multitudes en el Segundo Tiempo. "En verdad os digo, que todo árbol que no hubiese sido plantado por la mano de mi Padre Celestial, arrancado será de raíz".
05-119.43 Orad, labriegos, hacedlo humildemente delante de vuestro Padre y procurad que vuestra siembra sea agradable a mi mirada. Limpiad incansablemente vuestras tierras, buscad la luz para ir iluminando errores, hasta que en ellas sólo fructifique el trigo.

Una semilla limpia es la que habéis recibido; pero vuestra pequeñez no ha logrado comprender esa pureza, y sin daros cuenta, la habéis mezclado con otras semillas que no son las mías.

Os he dicho: Conoced la simiente, para que depuréis una a una vuestras siembras y, cuando vuestros hijos surjan en el camino del Señor, de sus labios sólo brote la verdad. Veo a los que luchan por conocer el fondo de esta doctrina, pero que hasta ahora no han podido librarse de la influencia de extrañas doctrinas, religiones y dogmas.

Pueblo, ayudad con vuestras oraciones a mis portavoces, formad y fortaleced a vuestros profetas. No olvidéis que cuando mi comunicación esté próxima a terminar, os revelará muchas lecciones que tengo reservadas para cerrar con broche de oro este testamento.

Después del tiempo de esta comunicación, mi luz os ayudará a entender lo que escuchasteis, con lo que podréis separar lo esencial y verdadero, de lo supérfluo, o sea de lo que es materialidad.

Yo inspirará a este pueblo, testigo de mi palabra, para que estudie profundamente mis enseñanzas, a fin de que sepa analizar lo que dije y cuál es la esencia de mi doctrina.

Cuando hayáis pasado la etapa de preparación y estéis preparados para doctrinar, Yo os abriré el camino, y entonces ya no os intimidaréis ante los escollos y espinos o los lazos traidores y amenazas que encontréis, porque ya todo estará preparado para vuestra siembra.

Todo lo habré dispuesto y mi luz se derramará sobre vosotros como el rocío desciende sobre los valles en el silencio de las noches. Amor es lo que tendréis que sembrar; ¿cómo queréis que los pueblos hagan pactos de paz, si en sus corazones no existe el amor?

Os dije que la paz estaría en los hombres de buena voluntad, y en ningún pueblo de la tierra encuentro esa buena voluntad.

Por eso es menester que surja un pueblo sin ambiciones de las riquezas del mundo, para que sea el que enseñe la caridad, la oración, la virtud y la fe. A ese pueblo le llamaré mío; y los hombres lo conocerán como el pueblo de Dios. De la moral de sus hombres, de sus buenas costumbres, y de la vida virtuosa que hagan, brotará la paz que llene de bienestar a la humanidad, sin olvidar que la paz perfecta, aquella que es la única capaz de inundar de felicidad al espíritu, sólo desciende al que va en busca de ella por medio del verdadero amor.

¿Cuándo llegaréis a alcanzar la paz del espíritu, si ni siquiera habéis conseguido obtener la paz del corazón? Yo os digo, que mientras la última arma homicida no haya sido destruída, no habrá paz entre los hombres. Armas homicidas son todas aquellas con las cuales los hombres se quitan la vida, matan la moral, se privan de la libertad, se quitan la salud, se arrebatan la tranquilidad o se destruyen la fe.

El límite para que cesen tantas maldades está ya próximo; por eso mi voz, resonando en lo más profundo de los espíritus, ha hecho el llamado a los hombres de todos los pueblos, para que depongan las armas de destrucción y muerte, y en el fuego de mi justicia sean consumidas.

Entonces hablaré espiritualmente, y mi voz será oída en la conciencia de todos mis hijos.

Si la humanidad soberbia e insensata meditase y orase, se daría cuenta hacia dónde se está encaminando y detendría sus pasos; mas no puede hacerse plena luz en su espíritu, porque le ciegan los odios y las ambiciones.

Orad, todos los que deseen formar parte del pueblo de la paz; acercaos a la luz todos aquellos que deseen tender una mano fraternal a sus hermanos, para salvarlos.

La semilla del mal, dispersa por toda la tierra, está fructificando como nunca; mas he de deciros que la buena simiente también está brotando por diferentes puntos del planeta.

Preparaos espiritualmente todos los que sintáis que en vuestro corazón empieza a germinar esa divina semilla, para que cuando encontréis en vuestros caminos a otros sembradores, podáis reconocerlos y uniros en mi ley.

¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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