Guardad en vuestro corazón mi palabra paternal, para que ella sea como un faro
luminoso en el fondo de vuestro ser; desde ahí guiará vuestros pensamientos,
palabras y obras y esa luz vivirá en vuestro espíritu aún cuando vuestra
envoltura muera. Este es el tiempo en que la humanidad despierta para las
bellezas del espíritu, en que se interesa por lo eterno y se pregunta: ¿Cómo
será la vida que nos espera después de la muerte? ¿Quién, por incrédulo que
sea, no se ha preguntado si existirá en él, algo que sobrevivirá a la materia?
En verdad os digo que no hay quien no presienta aquel misterio ni medite un
momento en lo insondable. Sobre el misterio de la vida espiritual que parece
estar lejos, y que en realidad está frente a vuestros ojos, unos preguntan,
otros se confunden y otros niegan; unos hablan creyendo saberlo todo, y otros
callan y esperan; mas, cuán pocos son los que verdaderamente saben algo del más
allá.
Mi Espíritu Divino, a semejanza de Jesús niño, que ante los doctores de la ley
hizo preguntas que no le pudieron ser contestadas, invisiblemente se presenta
en este tiempo ante el teólogo, ante el filósofo, ante los que hurgan en lo
desconocido, y a mis preguntas sobre la vida espiritual, el que no enmudece,
contesta erróneamente. Los que saben algo de lo que mi arcano guarda, son los
humildes, los que viven con espiritualidad; sin embargo, mi luz, como un rocío
cae incesantemente sobre todo entendimiento, como un mensaje que le revela mi
verdad. Si a los que dicen poseer mi Ley y mi Doctrina les preguntase cuáles de
mis profecías se han cumplido y cuáles no, tampoco responderían
satisfactoriamente.
Este es el tiempo en que el espíritu encarnado y el desencarnado se buscan y se
aproximan; el abismo que entre unos y otros existe, empieza a desaparecer; y
cuando los espíritus de todos los mundos logren estrecharse con verdadero amor,
será la glorificación del Padre en cada ser,
hoy la ignorancia de la humanidad aún me causa dolor. ¡Ah, si en vez de llorar
la partida de vuestros seres queridos, escucháseis en el fondo de vuestro
corazón sus voces; en vez de luto, que es tiniebla, habría luz! por eso os dije
en aquel tiempo: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”. A vosotros os
pregunto: ¿Tenéis muertos? Lo que muere no existe, mas si los espíritus que me
presentáis existen, es que están vivos. ¡Cuántos quisiérais tener entre
vosotros a los que vísteis desaparecer, sin querer comprender que el deseo de
ellos es que vosotros estéis con ellos en el Más Allá! Lo que llamáis muerte,
separa en apariencia a los que se van de los que se quedan, pero un lazo eterno
los une: el de la fraternidad espiritual.
En la eternidad se reunirá la familia espiritual formada por el Padre y sus
hijos; ya que en esta Tierra la simiente de Babel aún da sus frutos de división
entre los hijos de Dios, en el Más Allá reuniré mi familia. Ninguno faltará, y
en muchos casos los más grandes pecadores llegarán primero, por que su
arrepentimiento y regeneración les purificará y acercará más pronto a Mí; mas
es menester que sepáis que entre vosotros habitan muchos espíritus en estado de
turbación; otros están cumpliendo penosas expiaciones, entre ellos también se
encuentran aquellos que llamáis los vuestros. ¿Cómo podrías lograr que
contemplen la luz y se liberten de sus cadenas? ¿Cómo podríais ayudarles en su
elevación? Orando por ellos, para que esa oración sea la voz espiritual que les
despierte, les ilumine y los conduzca hacia Mí. Recordadlos con caridad y vuestras
oraciones serán como un bálsamo sobre sus penas; haced que ellos contemplen que
vosotros vivís dentro de mi Ley, para que vuestro ejemplo y vuestra influencia
les ayude. Mas no sólo penséis en aquellos de quienes recibísteis algún
beneficio, pensad aún en los que os rodean sin ser vistos ni haberles conocido
en la Tierra. Hermosos son los actos de gratitud, pero es más meritorio ante
Mí, que deis sin haber recibido antes; mas si lográis recordar sin rencor y
llegáis a perdonar a quien os haya ofendido, habréis logrado imitar a vuestro
Maestro, y vuestro perdón, que es expresión del amor, salvará en verdad a quien
se lo otorguéis.
El Padre penetra a lo más íntimo de vuestro corazón y os dice: Conoceos a
vosotros mismos y conoceréis a vuestros hermanos. Juzgaos a vosotros mismos
antes que juzguéis a vuestro semejante. Tomad mis ejemplos y seguid mi huella.
Siempre me estáis pidiendo perdón por vuestras faltas, sin que vosotros hayáis
perdonado a los que os han ofendido.
Tiempo ha buscábais la luz de la verdad en los caminos y en los libros sin
encontrar el verdadero alimento del espíritu, sólo un recreo para la mente; hoy
tenéis mi verdad que os habla de la vida verdadera.
Llegásteis ante la humildad de estos recintos y escuchando en ellos esta
palabra sencilla, porque sus términos no son floridos ni científicos,
sentísteis la emoción en vuestro espíritu y éste reconoció encontrarse ante una
revelación divina. Ví vuestro anhelo de luz y os concedí mirar lo que tanto deseábais.
Os dejé andar por todos los caminos para que al fin encontráseis en éste la
verdad.
Detrás de la sencillez y humildad con que os hablo, se encuentran todos los
conocimientos; id al fondo de la palabra y encontraréis que su esencia es alfa
y omega, principio y fin de todo lo creado.
Muchas lecciones os reservaré para cuando estéis en mi Reino. No las debéis
saber por ahora, como no debéis conocer el galardón que os estéis labrando para
la dicha eterna del espíritu. Debe existir un absoluto desinterés en vosotros,
para que vuestros méritos sean verdaderos; las buenas obras que hagáis no
debéis publicarlas, porque les quitaréis el mérito que pudieran
tener. Sólo Yo conozco el valor grande o pequeño de vuestras obras, soy el que
tiene que juzgarlas, ¿Para qué queréis que los hombres os ensalcen por ellas?
La vanidad pierde a los hombres y mancha el espíritu.
Cuando lleguéis a Mí, os daré una corona que no será de espinas, como la que
incrustásteis en las sienes de Jesús. Cada quien tiene en el Universo material
un lugar que el Padre le ha preparado, el cual tiene que cuidar y defender para
labrarse otro en el amor de su Señor.
He venido a prepararos porque ya se aproxima el instante de mi partida, mas
antes quiero dejaros mi Enseñanza como un tesoro. No busquéis oro, ni
ambicionéis regias mansiones; hay quienes estando cubiertos de lepra, o
caminando como miserables en la Tierra, llevan un tesoro en el espíritu.
Ahora os digo: preparaos, porque este año los árboles se multiplicarán en las
comarcas donde tanto han esperado mi palabra.
Los espíritus encarnados no se han sabido unir en la Tierra por la diferencia
de razas, por lo que a muchos les levantaré de la Tierra y en el Más Allá
formaré con ellos una familia, y si grande fue su perversidad, grande será
después su lucidez y su arrepentimiento.
Orad por los espíritus turbados, por los materializados, por aquellos que en
las entrañas de la tierra no logran aún desprenderse de sus cuerpos; por los
que sufren y lloran por el luto ignorante que en la Tierra les guardan, y
también perdonad y dejad de juzgar a los que hayan sembrado males en vuestro
corazón; si vuestros ojos los pudiesen contemplar de hinojos implorando vuestro
perdón, no seríais tan injustos con ellos. Ayudadles a que vuelen hacia lo
infinito, elevadles con vuestra caridad, comprended que ellos ya no pertenecen
a este mundo.
Una vez más os digo: el que tomare del agua de mi palabra, sed no volverá a
sentir.
Discípulos:
quiero que las virtudes de vuestro corazón, sean las vestiduras que cubran la
desnudez de vuestro espíritu. Así os habla el Espíritu Consolador, prometido en
el Segundo Tiempo.
El Padre sabía ya del dolor y de las pruebas que habían de agobiar a la
humanidad y el grado de perversidad que habían de alcanzar los hombres. La
llegada del Consolador significa para vosotros la apertura del Sexto Sello, o
sea, el principio de una nueva etapa en la evolución de la humanidad. Desde ese
instante quedo abierto un juicio divino para todos los hombres; cada vida, cada
obra, cada paso, son juzgados estrictamente; es el final de una era, no el
final de la vida.
Es la terminación de los tiempos del pecado y es menester que todo el contenido
de este Sexto Sello del libro de Dios, sea derramado en los espíritus
despertándolos de su letargo, para que el hombre se levante llevando la armonía
de su espíritu con toda la creación y se prepare para cuando sea desatado por
el Cordero el Séptimo Sello, el cual traerá los últimos residuos del cáliz de
amargura, pero también el triunfo de la verdad, del amor y de la divina
justicia.
Cuando el Séptimo Sello quede cerrado, junto con los otros seis, también
quedará cerrado ese libro que ha sido el juicio de Dios sobre las obras de los
hombres desde el primero hasta el último. Entonces abrirá el Señor un libro en
blanco para anotar en él, la resurrección de los muertos, la liberación de los
oprimidos, la regeneración de los pecadores y el triunfo del bien sobre el mal.
Si estudiáis la revelación de los Siete Sellos entregada a Juan, hallaréis sólo
pecado, profanación y adulterio en las naciones del mundo. Ahí está la historia
de vuestras guerras, de todas las miserias y tribulaciones que los hombres han
sufrido por causa de su infidelidad y de su flaqueza y la justicia que ha
seguido a cada una de vuestras obras.
Cristo estuvo a la mitad de la jornada, y con su sacrificio, con su ejemplo
perfecto, os rescató de la muerte; su sangre fue el juicio de amor con el que
salvó a todos los perdidos, otorgándoles su divino perdón, como un ósculo de
vida; la cruz fue la llave con la que El abrió las puertas de la eternidad a
los espíritus después de la gran batalla.
Ese es el Cordero que el profeta contempló abriendo el libro y desatando los
sellos, el único que en el Cielo y en la Tierra, era digno de abrir ese libro,
porque sólo su amor podía vencer vuestros odios, su mansedumbre destruir
vuestras guerras y su luz disipar vuestras tinieblas. ¿Quién podrá huir de este
juicio? ¿Quién podrá salir de ese libro y dejar de existir? Nadie podrá
ocultarse de Mí, oh pueblo, mirad cómo en estos tiempos en que este juicio es
palpable hasta en el aire que respiráis, no os falta el consuelo divino, el
manto del amor de Dios se proyecta en vuestra vida y su voz busca ser oída por
todo corazón.
Es el Espíritu de Verdad que desciende a descifrar misterios y a revelaros los
conocimientos necesarios para gozar de la vida verdadera; es el consuelo divino
que se derrama sobre vuestras dolencias, para daros testimonio de que el juicio
divino no es castigo, ni venganza, sino juicio de amor para llevaros a la luz,
a la paz y a la felicidad.
No encuentro un solo corazón desocupado, en el cual poder habitar; todos están
dedicados al mundo, mas cuán meritorio encuentro el que, sobreponiéndose a su
dolor, sepa bendecir mi voluntad.
¿Qué sería de vosotros, si en medio de vuestras tribulaciones, no tuviérais el
consuelo de vuestra fe? Mirad cómo esa fe os hace sentir muy próxima mi
presencia, y ya junto a Mí, os llenáis de fuerza y de esperanza. Seguid
demostrándome esa confianza, para que Yo os conceda todo el consuelo que os
tengo reservado.
¡Qué grato es para Mí sentirme creído y respetado en mi voluntad! Cuán
satisfactorio es para mi Espíritu cuando veo que confiáis en vuestro Padre, que
sabéis esperar, que sois incapaces de renegar en contra mía a pesar de que a
veces la intensidad de las pruebas os agobia; entonces os digo: éstos se han
hecho dignos de mis beneficios porque han hecho méritos en las vicisitudes.
Forjad vuestro espíritu en los grandes combates de la vida, como se forjó aquel
pueblo de Israel en el desierto. ¿Sabéis vosotros lo extenso que es el
desierto, que parece no tener término, con un sol inclemente y arenas
candentes? ¿Sabéis lo que es la soledad y el silencio y el tener que permanecer
en vigilia, porque los enemigos acechan? En verdad os digo que ahí, en el desierto,
fue en donde aquel pueblo supo lo grande que es creer en Dios y aprendió a
amarlo. ¿Qué podía esperar del desierto aquel pueblo? Y sin embargo todo lo
tuvo: el pan, el agua, un hogar para descansar, un oasis y un santuario donde
elevar su espíritu agradecido hacia su Padre y Creador.
Cuando Israel penetró en la Tierra Prometida era un pueblo fortalecido,
purificado, ferviente. Cuán dulce le fue aquella tierra que abrió su regazo
para recibir al hijo que con tanta fe y perseverancia la había buscado y por
fin la había encontrado.
Vosotros también sois un pueblo y la vida que cruzáis es una imagen del
desierto, por eso os digo que imitéis la fe de aquel pueblo, para que veáis mis
prodigios en vuestro camino, esos prodigios serán en vuestra jornada, el agua
que brota de las rocas o el maná que traen los vientos.
El tabernáculo fue para aquel pueblo la antorcha luminosa que alumbraba su
sendero. Vosotros no olvidéis que en vuestro corazón existe el santuario, donde
podéis orar para revestiros de mi fuerza y para escuchar la voz amorosa de
vuestro Padre. Yo soy vuestro doctor. En cualquiera de las ocasiones de vuestra
vida, buscadme y escucharéis mi voz y veréis manifiesta mi presencia, mi amor y
mi consuelo.
Confortaos, pensando que en cada una de vuestras penas de la vida, mi caridad
os compensará cuando lleguéis al seno de la vida espiritual, esa nueva Tierra
que tengo prometida a vuestro espíritu. ¿Os imagináis acaso cuáles serán los
goces, sus frutos, sus maravillas y perfecciones?
Si para Israel fue un sueño el haber llegado a su patria después de haber
vagado por el desierto, cuán dulce será para vuestro espíritu el penetrar en el
Reino de la Luz, después de vuestro largo peregrinaje. Por lo tanto, sabed, que
hasta la menor de vuestras penas, es un abrojo o un guijarro del desierto que
cruzáis, para que tengáis la paciencia en la pruebas y la comprensión de
vuestro destino.
Todos habéis encontrado una encrucijada en la vida, que os ha hecho preguntar:
¿A dónde voy? A veces os habéis encontrado en la encrucijada al recibir un
desengaño; otras ha sido al lograr algo que perseguísteis con anhelo y que, al
llegar a tenerlo, comprendísteis que aquello no podía ser la razón de vuestra
vida, que algo más grande, más noble y más bello deberá ser lo que constituye
la meta del espíritu.
Duro es ese trance, amarga la hora y terrible la batalla que se libra en
vuestro interior, mas Yo os digo: Bienaventurados los que al penetrar en esa
prueba se sostengan en su fe, porque saldrán de ella diciendo: he visto la luz,
conozco el camino, la voz del Señor me llama.
En verdad os digo, que sois como los arroyos que a veces desvían su cauce, pero
que al fin van a desembocar al mar, que es su meta.
Analizad mi palabra, discípulos, y comprenderéis que ella aclara los misterios
que no acertábais a entender. Os estoy dando la interpretación de ellos, para
que no caigáis en errores o en confusiones. En aquel tiempo, os prometí
enviaros al Espíritu de Verdad, para aclararos todo lo que para vosotros era un
misterio; pues ese Espíritu soy Yo. ¿De quién sino de Mí puede brotar la
verdad? El tiempo de la luz ha llegado, comenzáis a saberlo todo y a medida que
vuestra comunicación con mi Espíritu se perfeccione, mayor será el conocimiento
que vayáis adquiriendo y mayor la luz que recibáis.
Vuestro espíritu vivía opreso por la carne, más llegó la hora de su liberación
y a medida que su vuelo alcance mayores alturas, maravillas más grandes iréis
descubriendo. Vuestro corazón era esclavo del mundo, mas cuando hubo triunfado
de aquella encrucijada, conoció lo que tenía que amar y también supo de cuales
pasiones debería apartarse.
Gozáis al pensar en el paso que habéis dado, pero ocultáis en vuestro corazón
ese gozo, por temor a que el mundo os lo arrebate con sus críticas y juicios.
Sois temerosos aún, mas os digo, que llegará el momento en que nada ni nadie os
haga temblar, en que sintáis una íntima satisfacción
al llamaros discípulos del Espíritu Santo, en vez de avergonzaros como os ha
sucedido, como si hubiérais sido descubiertos o sorprendidos en el pecado.
Vosotros sois hermanos de aquellos cristianos que se ocultaron en las
catacumbas de Roma; mas no olvidéis que, cuando aquellas multitudes salían de
la oscuridad, era para llevar la luz al mundo incrédulo, sorprendiendo a los
hombres con su fe. Fueron el riego sobre la semilla divina que el Maestro había
sembrado. Más tarde los pueblos gentiles y pecadores, convencidos ante aquellos
testimonios habrían de abrazarse a la cruz de mi amor, como náufragos en busca
del faro salvador.
¿Cuándo saldréis de vuestro retiro y de vuestra oscuridad, multitudes que me
habéis escuchado? ¿Acaso estáis retardando deliberadamente vuestra preparación,
por temor a la lucha? En verdad os digo, que sólo teme el que no se ha
preparado, porque el que conoce mi palabra y ama a su Señor y a sus semejantes
nada tiene que temer y en vez de huir de la humanidad, va a su encuentro para
hacerla partícipe de lo que ha recibido; después de estudiar y analizar mis
lecciones, las pone en práctica.
Pueblo de Israel: os encontráis morando este valle en un tiempo de restitución.
Yo señalo el estrecho camino que marca mi Ley, para que en él seáis limpios y
forméis parte del pueblo doctrinado.
Os he entregado mi palabra en este tiempo, para que conozcáis mis mandatos y
tengáis una manifestación más del amor de vuestro Padre. No dudéis ni temáis de
Mí, no vengo a dominaros por la fuerza; si queréis seguirme, tendréis que
conocer la esencia de mi Doctrina, que es la misma que os traje en el Segundo
Tiempo, y entonces sabréis todo lo que significa para vuestro espíritu este
llamado que os hago. Si no aceptáis, vendrán otros espíritus ansiosos de
recibirme y en ellos depositaré la gracia que vosotros rechazáis.
Os he dicho siempre: muchos son los llamados y pocos los escogidos, y no soy Yo
quien distingue ni concede privilegios, sois vosotros los que os hacéis
merecedores de recibir este nombre.
Los que me sigan, están llamados a ser los que propaguen mi enseñanza, la que
llevará consuelo y salvación a la humanidad. Bienaventurados los que al oír por
primera vez esta voz, han sentido que se llena el vacío de su corazón y han levantado
su débil envoltura que desfallecía; es que han recibido la fortaleza y el
aliento que he venido a daros. Yo os invito a tomar vuestra cruz, y os repito
aquellas palabras: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
¡Cuánto habéis caminado sobre la Tierra y cuánto habéis llorado también, sin
alcanzar vuestro fin. Yo os he dejado caminar y probar distintos frutos, para
que al fin me reconozcáis! He estado cerca de vosotros en todos vuestros pasos.
Esa voz que habéis escuchado invitándoos a orar, es mi voz. Esa caridad que ha
guiado vuestros pasos, es la mía; mas quiero que meditéis y penséis en vuestro
destino, que sigáis las huellas de mi paso por la Tierra.
Vosotros, a quienes he congregado en humildes casas de oración, no os he hablado
como juez, aunque en verdad os digo, que he venido a juzgaros; mas os amo y
quiero que me busquéis siempre como Padre, para que cuando haya concluído mi
manifestación en esta forma, recordéis que mi palabra nunca hirió vuestro
corazón y que sólo os conmoví tocando vuestra sensibilidad, puliendo con el
cincel más fino, que es mi palabra, vuestro corazón; y que mi enseñanza os
apartó de vuestra existencia triste y rutinaria, porque encontrásteis el
verdadero camino de salvación.
Practicad mi enseñanza y no tropezaréis, el dolor llegará a vosotros, mas no os
hará desesperar. Tendréis fuerza en los días de prueba, alcanzaréis la
serenidad aun cuando atraveséis por penoso trance, y al final, vuestra
envoltura sumisa y conforme bajará a la tierra, vuestro espíritu se elevará y
me encontrará en el tribunal en donde he de juzgarlo; mas no llegaréis ante un
juez terrible, sino ante un Padre comprensivo y amante que ensalzará vuestras
buenas obras y os señalará aquello que no es digno de llegar a El, por lo que
aún os tendréis que purificar.
No podréis decir que no habéis cumplido con la Ley porque os falte la luz,
porque Yo la he derramado a raudales sobre todo espíritu. No os pido que
igualéis mis obras del Segundo Tiempo, pero sí que las imitéis. Las
generaciones venideras irán adelante en su cumplimiento y así de generación en
generación, irá avanzando la humanidad en su camino de perfeccionamiento.
Vosotros estáis poniendo los cimientos para la comunicación perfecta conmigo, y
vuestros hijos continuarán vuestras obras.
Si por causa de mi Doctrina fuéseis juzgados, no os amedrentéis por ese juicio,
no os avergoncéis de ser mis discípulos; recordad a los que me siguieron en el
Segundo Tiempo y fortaleceos con su ejemplo.
Mi Obra os sostendrá en las pruebas, perdonad toda injuria y cuando hayáis sido
juzgados y cubiertos de oprobio, Yo daré pruebas de vuestra inocencia y
rectitud. Tomad estas pruebas como la oportunidad que os doy para haceros
reconocer como discípulos míos ante la humanidad.
Buscad la vida eterna y en ella encontraréis la paz; dejad que os juzguen
injustamente vuestros hermanos. Los tiempos de persecución que os he anunciado
llegarán y para ese tiempo ya debéis ser fuertes y confiar en Mí. Y cuando el pan
sea escaso y os sea negado el trabajo, no moriréis de hambre; orad y trabajad
por la salvación de vuestros hermanos; entonces veréis que el ideal espiritual
os alimenta y comprenderéis aquellas palabras en que os dije: “No sólo de pan
vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios”.
¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!
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