sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 107.

Guardad en vuestro corazón mi palabra paternal, para que ella sea como un faro luminoso en el fondo de vuestro ser; desde ahí guiará vuestros pensamientos, palabras y obras y esa luz vivirá en vuestro espíritu aún cuando vuestra envoltura muera. Este es el tiempo en que la humanidad despierta para las bellezas del espíritu, en que se interesa por lo eterno y se pregunta: ¿Cómo será la vida que nos espera después de la muerte? ¿Quién, por incrédulo que sea, no se ha preguntado si existirá en él, algo que sobrevivirá a la materia? En verdad os digo que no hay quien no presienta aquel misterio ni medite un momento en lo insondable. Sobre el misterio de la vida espiritual que parece estar lejos, y que en realidad está frente a vuestros ojos, unos preguntan, otros se confunden y otros niegan; unos hablan creyendo saberlo todo, y otros callan y esperan; mas, cuán pocos son los que verdaderamente saben algo del más allá.

Mi Espíritu Divino, a semejanza de Jesús niño, que ante los doctores de la ley hizo preguntas que no le pudieron ser contestadas, invisiblemente se presenta en este tiempo ante el teólogo, ante el filósofo, ante los que hurgan en lo desconocido, y a mis preguntas sobre la vida espiritual, el que no enmudece, contesta erróneamente. Los que saben algo de lo que mi arcano guarda, son los humildes, los que viven con espiritualidad; sin embargo, mi luz, como un rocío cae incesantemente sobre todo entendimiento, como un mensaje que le revela mi verdad. Si a los que dicen poseer mi Ley y mi Doctrina les preguntase cuáles de mis profecías se han cumplido y cuáles no, tampoco responderían satisfactoriamente.

Este es el tiempo en que el espíritu encarnado y el desencarnado se buscan y se aproximan; el abismo que entre unos y otros existe, empieza a desaparecer; y cuando los espíritus de todos los mundos logren estrecharse con verdadero amor, será la glorificación del Padre en cada ser, hoy la ignorancia de la humanidad aún me causa dolor. ¡Ah, si en vez de llorar la partida de vuestros seres queridos, escucháseis en el fondo de vuestro corazón sus voces; en vez de luto, que es tiniebla, habría luz! por eso os dije en aquel tiempo: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”. A vosotros os pregunto: ¿Tenéis muertos? Lo que muere no existe, mas si los espíritus que me presentáis existen, es que están vivos. ¡Cuántos quisiérais tener entre vosotros a los que vísteis desaparecer, sin querer comprender que el deseo de ellos es que vosotros estéis con ellos en el Más Allá! Lo que llamáis muerte, separa en apariencia a los que se van de los que se quedan, pero un lazo eterno los une: el de la fraternidad espiritual.

En la eternidad se reunirá la familia espiritual formada por el Padre y sus hijos; ya que en esta Tierra la simiente de Babel aún da sus frutos de división entre los hijos de Dios, en el Más Allá reuniré mi familia. Ninguno faltará, y en muchos casos los más grandes pecadores llegarán primero, por que su arrepentimiento y regeneración les purificará y acercará más pronto a Mí; mas es menester que sepáis que entre vosotros habitan muchos espíritus en estado de turbación; otros están cumpliendo penosas expiaciones, entre ellos también se encuentran aquellos que llamáis los vuestros. ¿Cómo podrías lograr que contemplen la luz y se liberten de sus cadenas? ¿Cómo podríais ayudarles en su elevación? Orando por ellos, para que esa oración sea la voz espiritual que les despierte, les ilumine y los conduzca hacia Mí. Recordadlos con caridad y vuestras oraciones serán como un bálsamo sobre sus penas; haced que ellos contemplen que vosotros vivís dentro de mi Ley, para que vuestro ejemplo y vuestra influencia les ayude. Mas no sólo penséis en aquellos de quienes recibísteis algún beneficio, pensad aún en los que os rodean sin ser vistos ni haberles conocido en la Tierra. Hermosos son los actos de gratitud, pero es más meritorio ante Mí, que deis sin haber recibido antes; mas si lográis recordar sin rencor y llegáis a perdonar a quien os haya ofendido, habréis logrado imitar a vuestro Maestro, y vuestro perdón, que es expresión del amor, salvará en verdad a quien se lo otorguéis.

El Padre penetra a lo más íntimo de vuestro corazón y os dice: Conoceos a vosotros mismos y conoceréis a vuestros hermanos. Juzgaos a vosotros mismos antes que juzguéis a vuestro semejante. Tomad mis ejemplos y seguid mi huella.

Siempre me estáis pidiendo perdón por vuestras faltas, sin que vosotros hayáis perdonado a los que os han ofendido.

Tiempo ha buscábais la luz de la verdad en los caminos y en los libros sin encontrar el verdadero alimento del espíritu, sólo un recreo para la mente; hoy tenéis mi verdad que os habla de la vida verdadera.

Llegásteis ante la humildad de estos recintos y escuchando en ellos esta palabra sencilla, porque sus términos no son floridos ni científicos, sentísteis la emoción en vuestro espíritu y éste reconoció encontrarse ante una revelación divina. Ví vuestro anhelo de luz y os concedí mirar lo que tanto deseábais. Os dejé andar por todos los caminos para que al fin encontráseis en éste la verdad.

Detrás de la sencillez y humildad con que os hablo, se encuentran todos los conocimientos; id al fondo de la palabra y encontraréis que su esencia es alfa y omega, principio y fin de todo lo creado.

Muchas lecciones os reservaré para cuando estéis en mi Reino. No las debéis saber por ahora, como no debéis conocer el galardón que os estéis labrando para la dicha eterna del espíritu. Debe existir un absoluto desinterés en vosotros, para que vuestros méritos sean verdaderos; las buenas obras que hagáis no debéis publicarlas, porque les quitaréis el mérito que pudieran tener. Sólo Yo conozco el valor grande o pequeño de vuestras obras, soy el que tiene que juzgarlas, ¿Para qué queréis que los hombres os ensalcen por ellas? La vanidad pierde a los hombres y mancha el espíritu.

Cuando lleguéis a Mí, os daré una corona que no será de espinas, como la que incrustásteis en las sienes de Jesús. Cada quien tiene en el Universo material un lugar que el Padre le ha preparado, el cual tiene que cuidar y defender para labrarse otro en el amor de su Señor.

He venido a prepararos porque ya se aproxima el instante de mi partida, mas antes quiero dejaros mi Enseñanza como un tesoro. No busquéis oro, ni ambicionéis regias mansiones; hay quienes estando cubiertos de lepra, o caminando como miserables en la Tierra, llevan un tesoro en el espíritu.

Ahora os digo: preparaos, porque este año los árboles se multiplicarán en las comarcas donde tanto han esperado mi palabra.

Los espíritus encarnados no se han sabido unir en la Tierra por la diferencia de razas, por lo que a muchos les levantaré de la Tierra y en el Más Allá formaré con ellos una familia, y si grande fue su perversidad, grande será después su lucidez y su arrepentimiento.

Orad por los espíritus turbados, por los materializados, por aquellos que en las entrañas de la tierra no logran aún desprenderse de sus cuerpos; por los que sufren y lloran por el luto ignorante que en la Tierra les guardan, y también perdonad y dejad de juzgar a los que hayan sembrado males en vuestro corazón; si vuestros ojos los pudiesen contemplar de hinojos implorando vuestro perdón, no seríais tan injustos con ellos. Ayudadles a que vuelen hacia lo infinito, elevadles con vuestra caridad, comprended que ellos ya no pertenecen a este mundo.

Una vez más os digo: el que tomare del agua de mi palabra, sed no volverá a sentir.

Discípulos: quiero que las virtudes de vuestro corazón, sean las vestiduras que cubran la desnudez de vuestro espíritu. Así os habla el Espíritu Consolador, prometido en el Segundo Tiempo.

El Padre sabía ya del dolor y de las pruebas que habían de agobiar a la humanidad y el grado de perversidad que habían de alcanzar los hombres. La llegada del Consolador significa para vosotros la apertura del Sexto Sello, o sea, el principio de una nueva etapa en la evolución de la humanidad. Desde ese instante quedo abierto un juicio divino para todos los hombres; cada vida, cada obra, cada paso, son juzgados estrictamente; es el final de una era, no el final de la vida.

Es la terminación de los tiempos del pecado y es menester que todo el contenido de este Sexto Sello del libro de Dios, sea derramado en los espíritus despertándolos de su letargo, para que el hombre se levante llevando la armonía de su espíritu con toda la creación y se prepare para cuando sea desatado por el Cordero el Séptimo Sello, el cual traerá los últimos residuos del cáliz de amargura, pero también el triunfo de la verdad, del amor y de la divina justicia.

Cuando el Séptimo Sello quede cerrado, junto con los otros seis, también quedará cerrado ese libro que ha sido el juicio de Dios sobre las obras de los hombres desde el primero hasta el último. Entonces abrirá el Señor un libro en blanco para anotar en él, la resurrección de los muertos, la liberación de los oprimidos, la regeneración de los pecadores y el triunfo del bien sobre el mal.

Si estudiáis la revelación de los Siete Sellos entregada a Juan, hallaréis sólo pecado, profanación y adulterio en las naciones del mundo. Ahí está la historia de vuestras guerras, de todas las miserias y tribulaciones que los hombres han sufrido por causa de su infidelidad y de su flaqueza y la justicia que ha seguido a cada una de vuestras obras.

Cristo estuvo a la mitad de la jornada, y con su sacrificio, con su ejemplo perfecto, os rescató de la muerte; su sangre fue el juicio de amor con el que salvó a todos los perdidos, otorgándoles su divino perdón, como un ósculo de vida; la cruz fue la llave con la que El abrió las puertas de la eternidad a los espíritus después de la gran batalla.

Ese es el Cordero que el profeta contempló abriendo el libro y desatando los sellos, el único que en el Cielo y en la Tierra, era digno de abrir ese libro, porque sólo su amor podía vencer vuestros odios, su mansedumbre destruir vuestras guerras y su luz disipar vuestras tinieblas. ¿Quién podrá huir de este juicio? ¿Quién podrá salir de ese libro y dejar de existir? Nadie podrá ocultarse de Mí, oh pueblo, mirad cómo en estos tiempos en que este juicio es palpable hasta en el aire que respiráis, no os falta el consuelo divino, el manto del amor de Dios se proyecta en vuestra vida y su voz busca ser oída por todo corazón.

Es el Espíritu de Verdad que desciende a descifrar misterios y a revelaros los conocimientos necesarios para gozar de la vida verdadera; es el consuelo divino que se derrama sobre vuestras dolencias, para daros testimonio de que el juicio divino no es castigo, ni venganza, sino juicio de amor para llevaros a la luz, a la paz y a la felicidad.

No encuentro un solo corazón desocupado, en el cual poder habitar; todos están dedicados al mundo, mas cuán meritorio encuentro el que, sobreponiéndose a su dolor, sepa bendecir mi voluntad.

¿Qué sería de vosotros, si en medio de vuestras tribulaciones, no tuviérais el consuelo de vuestra fe? Mirad cómo esa fe os hace sentir muy próxima mi presencia, y ya junto a Mí, os llenáis de fuerza y de esperanza. Seguid demostrándome esa confianza, para que Yo os conceda todo el consuelo que os tengo reservado.

¡Qué grato es para Mí sentirme creído y respetado en mi voluntad! Cuán satisfactorio es para mi Espíritu cuando veo que confiáis en vuestro Padre, que sabéis esperar, que sois incapaces de renegar en contra mía a pesar de que a veces la intensidad de las pruebas os agobia; entonces os digo: éstos se han hecho dignos de mis beneficios porque han hecho méritos en las vicisitudes.

Forjad vuestro espíritu en los grandes combates de la vida, como se forjó aquel pueblo de Israel en el desierto. ¿Sabéis vosotros lo extenso que es el desierto, que parece no tener término, con un sol inclemente y arenas candentes? ¿Sabéis lo que es la soledad y el silencio y el tener que permanecer en vigilia, porque los enemigos acechan? En verdad os digo que ahí, en el desierto, fue en donde aquel pueblo supo lo grande que es creer en Dios y aprendió a amarlo. ¿Qué podía esperar del desierto aquel pueblo? Y sin embargo todo lo tuvo: el pan, el agua, un hogar para descansar, un oasis y un santuario donde elevar su espíritu agradecido hacia su Padre y Creador.

Cuando Israel penetró en la Tierra Prometida era un pueblo fortalecido, purificado, ferviente. Cuán dulce le fue aquella tierra que abrió su regazo para recibir al hijo que con tanta fe y perseverancia la había buscado y por fin la había encontrado.

Vosotros también sois un pueblo y la vida que cruzáis es una imagen del desierto, por eso os digo que imitéis la fe de aquel pueblo, para que veáis mis prodigios en vuestro camino, esos prodigios serán en vuestra jornada, el agua que brota de las rocas o el maná que traen los vientos.

El tabernáculo fue para aquel pueblo la antorcha luminosa que alumbraba su sendero. Vosotros no olvidéis que en vuestro corazón existe el santuario, donde podéis orar para revestiros de mi fuerza y para escuchar la voz amorosa de vuestro Padre. Yo soy vuestro doctor. En cualquiera de las ocasiones de vuestra vida, buscadme y escucharéis mi voz y veréis manifiesta mi presencia, mi amor y mi consuelo.

Confortaos, pensando que en cada una de vuestras penas de la vida, mi caridad os compensará cuando lleguéis al seno de la vida espiritual, esa nueva Tierra que tengo prometida a vuestro espíritu. ¿Os imagináis acaso cuáles serán los goces, sus frutos, sus maravillas y perfecciones?

Si para Israel fue un sueño el haber llegado a su patria después de haber vagado por el desierto, cuán dulce será para vuestro espíritu el penetrar en el Reino de la Luz, después de vuestro largo peregrinaje. Por lo tanto, sabed, que hasta la menor de vuestras penas, es un abrojo o un guijarro del desierto que cruzáis, para que tengáis la paciencia en la pruebas y la comprensión de vuestro destino.

Todos habéis encontrado una encrucijada en la vida, que os ha hecho preguntar: ¿A dónde voy? A veces os habéis encontrado en la encrucijada al recibir un desengaño; otras ha sido al lograr algo que perseguísteis con anhelo y que, al llegar a tenerlo, comprendísteis que aquello no podía ser la razón de vuestra vida, que algo más grande, más noble y más bello deberá ser lo que constituye la meta del espíritu.

Duro es ese trance, amarga la hora y terrible la batalla que se libra en vuestro interior, mas Yo os digo: Bienaventurados los que al penetrar en esa prueba se sostengan en su fe, porque saldrán de ella diciendo: he visto la luz, conozco el camino, la voz del Señor me llama.

En verdad os digo, que sois como los arroyos que a veces desvían su cauce, pero que al fin van a desembocar al mar, que es su meta.

Analizad mi palabra, discípulos, y comprenderéis que ella aclara los misterios que no acertábais a entender. Os estoy dando la interpretación de ellos, para que no caigáis en errores o en confusiones. En aquel tiempo, os prometí enviaros al Espíritu de Verdad, para aclararos todo lo que para vosotros era un misterio; pues ese Espíritu soy Yo. ¿De quién sino de Mí puede brotar la verdad? El tiempo de la luz ha llegado, comenzáis a saberlo todo y a medida que vuestra comunicación con mi Espíritu se perfeccione, mayor será el conocimiento que vayáis adquiriendo y mayor la luz que recibáis.

Vuestro espíritu vivía opreso por la carne, más llegó la hora de su liberación y a medida que su vuelo alcance mayores alturas, maravillas más grandes iréis descubriendo. Vuestro corazón era esclavo del mundo, mas cuando hubo triunfado de aquella encrucijada, conoció lo que tenía que amar y también supo de cuales pasiones debería apartarse.

Gozáis al pensar en el paso que habéis dado, pero ocultáis en vuestro corazón ese gozo, por temor a que el mundo os lo arrebate con sus críticas y juicios. Sois temerosos aún, mas os digo, que llegará el momento en que nada ni nadie os haga temblar, en que sintáis una íntima satisfacción al llamaros discípulos del Espíritu Santo, en vez de avergonzaros como os ha sucedido, como si hubiérais sido descubiertos o sorprendidos en el pecado.

Vosotros sois hermanos de aquellos cristianos que se ocultaron en las catacumbas de Roma; mas no olvidéis que, cuando aquellas multitudes salían de la oscuridad, era para llevar la luz al mundo incrédulo, sorprendiendo a los hombres con su fe. Fueron el riego sobre la semilla divina que el Maestro había sembrado. Más tarde los pueblos gentiles y pecadores, convencidos ante aquellos testimonios habrían de abrazarse a la cruz de mi amor, como náufragos en busca del faro salvador.

¿Cuándo saldréis de vuestro retiro y de vuestra oscuridad, multitudes que me habéis escuchado? ¿Acaso estáis retardando deliberadamente vuestra preparación, por temor a la lucha? En verdad os digo, que sólo teme el que no se ha preparado, porque el que conoce mi palabra y ama a su Señor y a sus semejantes nada tiene que temer y en vez de huir de la humanidad, va a su encuentro para hacerla partícipe de lo que ha recibido; después de estudiar y analizar mis lecciones, las pone en práctica.

Pueblo de Israel: os encontráis morando este valle en un tiempo de restitución. Yo señalo el estrecho camino que marca mi Ley, para que en él seáis limpios y forméis parte del pueblo doctrinado.

Os he entregado mi palabra en este tiempo, para que conozcáis mis mandatos y tengáis una manifestación más del amor de vuestro Padre. No dudéis ni temáis de Mí, no vengo a dominaros por la fuerza; si queréis seguirme, tendréis que conocer la esencia de mi Doctrina, que es la misma que os traje en el Segundo Tiempo, y entonces sabréis todo lo que significa para vuestro espíritu este llamado que os hago. Si no aceptáis, vendrán otros espíritus ansiosos de recibirme y en ellos depositaré la gracia que vosotros rechazáis.

Os he dicho siempre: muchos son los llamados y pocos los escogidos, y no soy Yo quien distingue ni concede privilegios, sois vosotros los que os hacéis merecedores de recibir este nombre.

Los que me sigan, están llamados a ser los que propaguen mi enseñanza, la que llevará consuelo y salvación a la humanidad. Bienaventurados los que al oír por primera vez esta voz, han sentido que se llena el vacío de su corazón y han levantado su débil envoltura que desfallecía; es que han recibido la fortaleza y el aliento que he venido a daros. Yo os invito a tomar vuestra cruz, y os repito aquellas palabras: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.

¡Cuánto habéis caminado sobre la Tierra y cuánto habéis llorado también, sin alcanzar vuestro fin. Yo os he dejado caminar y probar distintos frutos, para que al fin me reconozcáis! He estado cerca de vosotros en todos vuestros pasos. Esa voz que habéis escuchado invitándoos a orar, es mi voz. Esa caridad que ha guiado vuestros pasos, es la mía; mas quiero que meditéis y penséis en vuestro destino, que sigáis las huellas de mi paso por la Tierra.

Vosotros, a quienes he congregado en humildes casas de oración, no os he hablado como juez, aunque en verdad os digo, que he venido a juzgaros; mas os amo y quiero que me busquéis siempre como Padre, para que cuando haya concluído mi manifestación en esta forma, recordéis que mi palabra nunca hirió vuestro corazón y que sólo os conmoví tocando vuestra sensibilidad, puliendo con el cincel más fino, que es mi palabra, vuestro corazón; y que mi enseñanza os apartó de vuestra existencia triste y rutinaria, porque encontrásteis el verdadero camino de salvación.

Practicad mi enseñanza y no tropezaréis, el dolor llegará a vosotros, mas no os hará desesperar. Tendréis fuerza en los días de prueba, alcanzaréis la serenidad aun cuando atraveséis por penoso trance, y al final, vuestra envoltura sumisa y conforme bajará a la tierra, vuestro espíritu se elevará y me encontrará en el tribunal en donde he de juzgarlo; mas no llegaréis ante un juez terrible, sino ante un Padre comprensivo y amante que ensalzará vuestras buenas obras y os señalará aquello que no es digno de llegar a El, por lo que aún os tendréis que purificar.

No podréis decir que no habéis cumplido con la Ley porque os falte la luz, porque Yo la he derramado a raudales sobre todo espíritu. No os pido que igualéis mis obras del Segundo Tiempo, pero sí que las imitéis. Las generaciones venideras irán adelante en su cumplimiento y así de generación en generación, irá avanzando la humanidad en su camino de perfeccionamiento. Vosotros estáis poniendo los cimientos para la comunicación perfecta conmigo, y vuestros hijos continuarán vuestras obras.

Si por causa de mi Doctrina fuéseis juzgados, no os amedrentéis por ese juicio, no os avergoncéis de ser mis discípulos; recordad a los que me siguieron en el Segundo Tiempo y fortaleceos con su ejemplo.

Mi Obra os sostendrá en las pruebas, perdonad toda injuria y cuando hayáis sido juzgados y cubiertos de oprobio, Yo daré pruebas de vuestra inocencia y rectitud. Tomad estas pruebas como la oportunidad que os doy para haceros reconocer como discípulos míos ante la humanidad.

Buscad la vida eterna y en ella encontraréis la paz; dejad que os juzguen injustamente vuestros hermanos. Los tiempos de persecución que os he anunciado llegarán y para ese tiempo ya debéis ser fuertes y confiar en Mí. Y cuando el pan sea escaso y os sea negado el trabajo, no moriréis de hambre; orad y trabajad por la salvación de vuestros hermanos; entonces veréis que el ideal espiritual os alimenta y comprenderéis aquellas palabras en que os dije: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios”.


¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!  

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