sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 106

Discípulos, he aquí a vuestro Maestro. Vengo a descorrer ante vosotros el velo de muchos misterios; preguntad, pedid, que se os dará. Mas no me pidáis más de lo que debéis saber.

En los tiempos pasados, no pude revelaros los misterios que os estoy dando a conocer en este Tercer Tiempo, porque vuestro espíritu no estaba capacitado para comprender o concebir más allá de lo que su desarrollo espiritual le permitía; pero mi palabra es la misma, inmutable, eterna. Vuestro espíritu es el que ha nacido, el que crece y evoluciona hasta alcanzar la perfección. El Espíritu Divino no tiene principio ni tendrá fin, es inmutable.

Vuestro espíritu forma parte de un pueblo al cual he tomado como medio o instrumento para entregar mis grandes lecciones a la humanidad. Tres han sido las revelaciones que el Padre ha hecho a este pueblo: La primera lección fue la Ley de Justicia del Primer Tiempo, en la niñez de este pueblo; la segunda, fue la Ley de Amor revelada en el Segundo Tiempo, cuando apenas había penetrado en la adolescencia espiritual; la tercera lección es ésta que os estoy dando en la era presente, a la que he llamado Tercer Tiempo; en ella os revelo la Ley Espiritual en plenitud, ley que encierra todo lo que os fue mostrado en los tiempos pasados y todo lo que debe saber y poseer vuestro espíritu. Espiritualmente habéis alcanzado la juventud.

Si evolucionáis constantemente, ¿Por qué había de traeros siempre la misma lección? Esa es la razón por la que mi arcano os revela en cada era, misterios más profundos.

Ante el materialismo y la maldad reinantes en este tiempo, dudáis de tener capacidad espiritual para comprender, sentir y vivir mis nuevas enseñanzas, y Yo os digo: que detrás del materialismo de la humanidad, detrás de su miseria, de sus vicios y ambiciones, existe un espíritu que ha pasado por grandes jornadas y luchas, y sólo espera el instante de despojarse de su falsa vestidura, para levantarse lleno de fuerza por la senda de justicia y amor que corresponde al espíritu.

La ciencia humana, es la expresión materializada de la capacidad espiritual que el hombre ha alcanzado en este tiempo. La obra de los hombres en esta era, no es tan sólo producto de la mente, sino de su evolución espiritual.

El Maestro, que ha encontrado a sus discípulos en la juventud espiritual, ya preparados para comprender la nueva lección, viene a reunir en un solo libro las tres revelaciones divinas, como testamento de amor a los hombres. Esa es la razón por la cual os llamáis trinitarios, porque lleváis en vuestro espíritu, la simiente de esas tres lecciones; sin embargo, no todos se levantarán en este tiempo a seguirme, ni siquiera todos los que me escuchan, porque no todos han despertado, ni han sabido aprovechar las pruebas que en su vida han tenido. Existen los aletargados para las lecciones espirituales, los estacionados, los confundidos, mas cada uno tiene marcado el momento en que debe despertar y oír la voz de su conciencia. Los que se estremecieron en este tiempo al escuchar mi palabra, eran los que aguardaban con impaciencia mi nueva manifestación, los que recordaban mi promesa de volver, como espera el caminante perdido en mitad de la noche a que aparezca la aurora para encontrar el camino y proseguir el viaje.

Mi voz, que hoy materializo en esta forma, cesará de escucharse y entonces contemplaré en vuestras obras, el fruto de mi siembra. Dejaré en cada uno de vosotros una espiga y un fruto para que cuando sintáis hambre o se acerque un necesitado a pediros, tengáis pan y no digáis al Padre que os abandonó y os dejó sin heredad. Quiero que en esos tiempos, cuando sintáis necesidad de mis complacencias divinas, sepáis recurrir a vuestro espíritu y buscar en él, que ahí encontraréis guardadas muchas riquezas que en él depositó mi caridad. También encontraréis mi semilla en abundancia, en espera de que preparéis las tierras, para que la sembréis. Yo os he enseñado a cultivar esas tierras y a velar por la siembra. Mañana, vuestro espíritu recogerá el fruto de sus obras, como una cosecha digna de ser ofrecida al Padre y de ser guardada en sus graneros.

Habrá un instante en que mi palabra dada en este tiempo, aparentemente quede borrada del haz de la Tierra, entonces se levantarán los hombres inventando doctrinas espiritualistas, enseñando nuevas leyes y preceptos, se dirán maestros, apóstoles, profetas y enviados, y Yo, por un tiempo, les dejaré hablar y sembrar, les dejaré cultivar su simiente, a fin de que al recoger el fruto, sepan qué fue lo que sembraron. El tiempo y los elementos pasarán sobre sus siembras y su paso será como un juicio para cada uno de esos seres.

Es menester que el mundo sepa de la impostura, para que reconozca la verdad. Entonces, la verdad y la esencia que en este tiempo os entregué, volverán a resurgir entre la humanidad en toda su pureza y espiritualidad.

Ved a los hombres que conducen a los pueblos, creando doctrinas e imponiéndoselas a los hombres. Cada quien pregona la superioridad de su doctrina, mas Yo pregunto: ¿Cuál ha sido el fruto de todo ello? Las guerras, con su cortejo de miserias, de sufrimientos, de destrucción y de muerte. Esa ha sido la cosecha que aquí, en la Tierra, han recogido los apóstoles de tales teorías. Ved que no he contrariado el libre albedrío de la humanidad, aunque sé deciros que sobre esa libertad, la conciencia está hablando incesantemente al corazón del que se aparta de la justicia, de la caridad o de la razón.

También en la vida humana haré comprender a los hombres cuáles han sido los frutos de su siembra, dejando que tarde o temprano los resultados de sus obras aparezcan como sus jueces. Después de ese juicio, vendrán todos a buscarme y entonces descubrirán que mi palabra se adapta a los hombres de todas las edades y civilizaciones, porque la palabra divina, mi Doctrina, no pertenece a determinada época, porque es eterna.

Mi enseñanza imparte fuerza al espíritu para triunfar de todas las pruebas; el número de éstas, está anotado en el destino de cada criatura, ¿Por qué retroceder ante ellas? ¿Por qué acobardarse con la montaña que se levanta ante vuestros ojos? ¿No sabéis que después de vencer esos obstáculos alcanzaréis la meta que buscáis?

Cuánta debilidad veo todavía en vuestra materia, debilidad que muchas veces os hace blasfemar. Si los elementos se muestran inclementes, blasfemáis; si algún dolor aqueja a vuestro cuerpo, os desesperáis; si el trabajo os agobia, perdéis la paciencia; hasta el calor y el frío os causa enojo y las tinieblas de la noche os infunden miedo, ¿Cómo no habéis de desmayar, si os dejáis guiar por los dictados de la carne, que engendra bajas pasiones? ¿Cuándo seréis mis buenos discípulos que testifiquéis con vuestras obras de amor, la verdad de mi Doctrina?

Ser discípulo de Cristo no quiere decir que os apartéis demasiado de lo material; es decir que no conformándoos con apartaros de lo malo y de lo superfluo, os apartáis de vuestros deberes y goces materiales. Yo no os quiero fanáticos, ni esclavos de lo espiritual, cuando aún estáis en materia. El buen discípulo de Jesús, es aquel que sabe dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

Una gran lucha espera a mi pueblo, porque en su jornada tendrá que encontrar gran evolución en el espíritu y en la mente de la humanidad. Es por esto que quiero que vosotros también evolucionéis en esta etapa de mi comunicación, para que nadie vaya a sorprenderos. Confiad absolutamente en mi palabra, sabiendo que en ella existe más sabiduría que en el entendimiento de los sabios, y conocimientos que no se encuentran en todos los libros de la Tierra.

Sembrad incansablemente el amor y la paz, de esta manera iréis preparando vuestro camino espiritual, y cuando la muerte sorprenda a vuestro cuerpo y el espíritu haya recorrido gran parte del camino, lleno de gozo contemplará hasta donde lo elevaron los méritos de sus obras de amor hacia sus hermanos.

Pueblo: ved cómo a medida que os profundizáis en mi enseñanza, vais dejando atrás hábitos y costumbres penetrando en una nueva vida, más limpia, más espiritual. Es un mundo nuevo el que surge del fondo de vuestro corazón.

Cuántos misterios ha venido a disipar mi palabra y cuántas erróneas interpretaciones he venido a rectificar. Así tendréis que ir vosotros por los caminos del mundo, esclareciendo mi Ley a vuestros hermanos. Os digo: iréis, porque nadie es profeta en su tierra. Yo mismo, en aquel tiempo, tuve que dejar Nazareth donde vivía, para ser creído en donde era mirado como extraño, donde no se dijera de Mí: aquel hombre que se dice el Hijo de Dios, es el hijo de María y de José el carpintero.

Os digo esto, porque entre vosotros que habéis recibido mis dones espirituales, se encuentran aquellos de quienes han dudado sus mismos padres, sus hijos o sus hermanos. Entre vosotros están los que por testificar mi enseñanza, han sido llamados como Yo, brujos, hechiceros. No olvidéis estas palabras, porque algunos tendrán que permanecer en su comarca; otros tendrán que salir de ella y aun de su nación, para llevar mi palabra a otros pueblos.

Esta nación, fertilizada por el dolor, dio albergue a mi simiente y ésta germinó, mas no creáis que sólo vosotros tenéis esta luz; cuando llevéis mi Doctrina a otros pueblos, veréis cuán pronto germinará y se extenderá. En aquellas tierras seréis profetas y emisarios y por lo tanto seréis creídos.

Mi luz extiende de un confín al otro de la Tierra e ilumina todo el Universo. La luz del Espíritu Divino es lenguaje que habla a todos los seres. Vosotros que sois humanos, recibís mi palabra a través del entendimiento del hombre; a los que vosotros llamáis ángeles, les hago llegar mi voz en forma de inspiración divina; y en cada mundo o morada espiritual me hago oír y entender, según el grado de evolución de sus moradores.

Yo quiero hablaros como hablo a los ángeles, no por que tengáis la pureza de ellos, sino por que quiero que gocéis de esa gracia y que os vayáis asemejando a aquellos seres en su elevación. La comunicación de espíritu a Espíritu, acercará a todos los seres y a todos los mundos; pero es menester que estéis preparados para entenderos unos a otros y, para ello, os estoy dando un solo lenguaje, una sola luz, una sola forma de comunicación: la del verdadero amor.

Principia para vosotros la era de la comunicación espiritual. Largo es el camino que tendréis que recorrer y pasará mucho tiempo para que veáis culminar este don; pero desde los primeros pasos y en cada uno de ellos, encontraréis un aliciente para perseverar en el camino.

¿No os fue grata mi comunicación a través del portavoz humano? ¿No gozásteis con la presencia del mundo espiritual a través de vuestro entendimiento? Pues esos fueron los pasos precursores para la comunicación espiritual que después alcanzaréis. Y en estos instantes, en que buscáis mi voz en el silencio de vuestra oración, ¿No es grata esta paz que sentís y esa naciente inspiración que recibís?

Vosotros sabéis los tiempos de paz que vendrán por que habéis recibido mi inspiración y mis revelaciones, pero hay quienes sin haberme escuchado en este tiempo, sueñan y desean la armonía universal, sin saber si ella habrá de llegar a vosotros, es la intuición la que habla en ellos.

Hasta los hombres de ciencia tienen el presentimiento de la comunicación por medio de los dones del espíritu, y es que ellos en su constante escudriñar y penetrar en el interior del ser humano, han descubierto la existencia de ese ser que, perteneciendo a otro mundo, viene a morar en el hombre: el espíritu.

Hoy os digo a todos: caminad despacio y con cuidado por este sendero, a fin de que no os perdáis de él. Velad y orad durante la jornada, para que lleguéis hasta el fin y sea muy grande vuestro gozo cuando el Padre hable y todo el Universo espiritual le escuche y le entienda y que en la misma forma os entendáis unos a otros.

Quiero que sintáis en vuestro corazón el amor de vuestro Padre; este amor desciende de mi Espíritu al vuestro, pero como aún no alcanzáis la verdadera comunión del espíritu, os hablo entonces por medio de estas criaturas, en un lenguaje sencillo y humilde al alcance de todos. Es mi voluntad manifestaros mi Verbo con suma sencillez, para que encontréis la esencia de él con toda facilidad y no os perdáis entre el confuso palabrerío, muchas veces inútil.

Limpiad vuestra mente y vuestros labios, para que cuando tengáis que explicar mi Doctrina, brote de vuestros labios el torrente cristalino de mi Verbo, sin que se mezclen con vuestra palabra los términos ostentosos que le quiten su humildad y su esencia. Si quisiéseis explicar mi Doctrina espiritual con términos científicos o filosóficos, no impresionaréis al mundo, ni os entenderán vuestros hermanos, ni daréis una verdadera idea de lo que es mi enseñanza. En aquel tiempo, cuando en Jesús hablé al mundo, no tomé el lenguaje de los sabios, de los filósofos o de los científicos para hablaros del Reino de los Cielos, tomé de vuestro lenguaje las formas más sencillas, porque son las que mejor expresan las enseñanzas sobrehumanas. Usé de las parábolas, tomando las cosas que os eran familiares para que, a través de ellas, conociéseis el sentido de la vida espiritual.

En verdad os digo, que Jesús nada tuvo que venir a aprender de los hombres, porque entonces no hubiese sido Yo el Maestro Divino, sino el discípulo del hombre. Si alguien ha dicho que Cristo fue instruido por teólogos, teósofos o sabios, no está diciendo la verdad, porque antes de Cristo y en el tiempo en que El habitó la Tierra, no existió doctrina que le enseñase a nacer, a vivir y a morir como El lo hizo; mas también os digo, que las lecciones del Cielo no se vienen aprender al mundo, y lo que Jesús enseñó, fue la verdad que existe en el reino eterno del espíritu.

¡Cómo se empeñan los hombres en complicar lo que es simple, quisieran encontrar en lo divino, la composición y las sustancias que son propias de la naturaleza material! Su asombro será grande cuando comprueben que lo espiritual o divino, sin sustancia y sin forma, es el todo, es el principio y el fin, es la verdad, es lo eterno.

La humanidad siempre ha estado demasiado ocupada en las grandezas de la Tierra, para considerar la importancia que tiene orar y meditar en lo que está más allá de esta vida, a fin de que pudiera descubrir la esencia de ella misma. El que ora, conversa con el Padre y si interroga, recibe al instante la respuesta. La ignorancia de los hombres sobre lo espiritual, procede de su falta de oración.

Pueblo: ya que no habéis podido abolir en esta Tierra la confusión de Babel, ya que las razas no han sabido unirse ni amarse, reuniré mi familia en el valle espiritual. Esos pecadores obstinados y empedernidos, llegarán ante Mí en espíritu y al recibir su juicio, será tan grande su lucidez y su arrepentimiento como grande fue su pecado en la Tierra.

Orad por los que se ausentan de entre vosotros y parten al Más Allá, porque no todos logran encontrar el camino, no todos saben elevarse ni todos alcanzan pronto la paz.

Hay quienes en espíritu viven bajo la obsesión de la vida material; algunos que sufren grande arrepentimiento; otros se encuentran insensibles sepultados bajo la tierra junto con sus cuerpos, y otros no pueden apartarse de los suyos, de los que en el mundo quedaron, porque el llanto, el egoísmo y la ignorancia humana les retiene y les materializa, privándoles de la paz, la luz y el adelanto.

Dejad que se marchen los que aun habitan este mundo sin corresponderles ya, dejad que abandonen los bienes que poseyeron y amaron en esta vida, para que puedan elevar su espíritu al infinito donde les espera la verdadera heredad.

No guardéis rencor ni recordéis los malos actos de los que partieron, no queráis tenerlos de hinojos ante vosotros implorando constantemente vuestro perdón.

¡Cuán ciega se encuentra la humanidad!

Conoceos y conocedme para que aprendáis a caminar en el sendero del amor y haced obras dignas. Ved que Yo quiero que sepáis mucho de Mí para que podáis ser semejante a vuestro Padre.

Todos tenéis que llegar a Mí, unos primero, otros más tarde, pero todos llegarán . No podía ser de otra manera si todos sois chispas de mi luz divina, si sois parte de Mí mismo. Aprended de Mí a amar y a perdonar, cumpliendo con el precepto que os dice: Amaos los unos a los otros.

¡Queréis que a cada instante os perdone y vosotros retenéis o negáis el perdón a vuestros hermanos! ¿Por qué queréis perderos en el abismo teniendo tantos dones en vuestro espíritu? Mi palabra viene en este tiempo a iluminar vuestra mente. Habéis buscado la verdad en los libros y tan sólo hallásteis recreo para la mente, pero ningún beneficio para el espíritu, ningún alimento o estímulo para sosteneros en vuestra debilidad o en vuestra fatiga.

No vengo a entregaros mi palabra en forma científica ni florida, para que podáis comprenderla; pero en el fondo de su sencillez guarda grandes tesoros de sabiduría y de luz para los hombres.

Ya que tanto me buscásteis, y que vuestro corazón me esperaba, heme aquí cumpliendo mi promesa de volver entre vosotros y atendiendo vuestro anhelo de escucharme.

Mi Divino Espíritu, como si fuese la sombra de vuestro cuerpo, os sigue por doquier por los caminos del mundo. Os dejé conocer alegrías y también tristezas, quise que supiéseis de la lucha y de la paz, que probáseis y conociéseis todo; pero hubo algo que en vano buscásteis en este mundo sin haber podido encontrarlo, porque ese algo sólo en Mí podrá hallarse: Mi sabiduría. He ahí por qué al escucharme, vuestro espíritu ha sentido que al fin ha encontrado lo que buscaba: la Verdad.

Sí, pueblo: Yo soy el principio y el fin de vosotros Yo soy el alfa y la omega, aunque todavía no os diga o revele todas las enseñanzas que aún tengo reservadas para vuestro espíritu, las cuales sabréis cuando estéis muy lejos de este mundo. Muchas lecciones nuevas os revelaré ahora y os iré dando aquello que seáis capaces de poseer, sin engrandeceros, ni levantaros ante la humanidad con alarde de superioridad; ya sabéis que quien se envanece de sus obras, con su misma vanidad las destruye, por eso os he enseñado a trabajar en silencio para que vuestras obras den fruto de amor.

Rechazad la adulación, porque es arma que destruirá vuestros nobles sentimientos. Es espada que puede dar muerte a esa fe que Yo he encendido en vuestro corazón.

¿Cómo podréis permitir que los hombres destruyan el altar que lleváis en el fondo de vuestro ser?

Yo sé que en el seno de este pueblo se han realizado grandes obras, mas dejad que Yo lo sepa, aunque en el mundo sean ignorados vuestros nombres.

Sólo Yo sé el verdadero mérito o valor de vuestras obras porque ni vosotros mismos podréis juzgarlas; a veces os parecerá muy grande una obra pequeña, y otras ni siquiera os daréis cuenta de que hasta Mí llegó su mérito.

Fortaleceos en la humildad, en la dignidad y no os perderéis. Os he dado las armas, luchad, y no perdáis una sola batalla. El laurel que habrá de ceñir vuestra frente, será un ósculo de amor de vuestro Padre.

No volváis a caer postrados en el letargo, ya que de él os habéis librado; no vayáis a imitar a las vírgenes infieles que no supieron esperar al esposo con sus lámparas encendidas, porque si amargo fue vuestro despertar anterior, el próximo no tendrá comparación.

Cuidad vuestra heredad y no habrá quien os la arrebate porque no tiene el hombre potestad para arrebatar los dones del espíritu.

Pueblo: son cortos los instantes de mi estancia entre vosotros, en que a través de esta palabra os dé mi enseñanza; mas antes quiero dejaros mi Doctrina como un tesoro, como un testamento de verdad y amor, para que cuando os sintáis muy pequeños ante la humanidad por vuestra pobreza y humildad material, el conocimiento de que poseéis un testamento de infinito valor espiritual, os haga levantar dignamente vuestra frente y abrir serenamente vuestros labios para entregar mi palabra. Esta es la única grandeza que Yo quiero que tengáis: la del espíritu.

¡Si supiéseis que muchos seres que contempláis miserables, ciegos unos, otros leprosos, otros pereciendo de hambre, llevan muchas veces en su espíritu más luz y adelanto que algunos que hacen alarde de salud, poder y sabiduría! Por eso, no busquéis oro, ni honores, ni mansiones. Buscad paz, salud y virtudes.

En mis altos juicios está dispuesto que vosotros seáis guías y consejeros de las multitudes. Preparaos, para que os hagáis dignos de llevar al corazón de la humanidad la semilla del Padre. Los árboles corpulentos se multiplicarán, de ellos cortaré las ramas que serán llevadas por mis labriegos a las comarcas donde por mucho tiempo han anhelado mis hijos oír mi palabra. Mis lecciones son extensas porque las multitudes me piden que les hable, que les explique, que les haga olvidar el dolor y miseria del mundo; y Yo permanezco por largos instantes entre ellos sin que sientan el paso del tiempo ni el cansancio, sólo así llegaréis asimilar mis enseñanzas y a comprender y analizar su sentido.

¡Qué hermoso será cuando estas multitudes, sencillas y humildes, se levanten por los caminos llevando la buena nueva de este tiempo, tan lleno de espiritualidad y moral! Recordaréis al padre que se ha convertido en juez de su hijo, que tiene que perdonarlo y amarlo; a la madre que ha desconocido a sus hijos negándoles su regazo, que tiene que abrirles sus brazos y estrecharlos en su corazón, para que también ellos puedan amar; y a los hijos que se levantan contra sus padres, que tienen que venerarlos porque los padres en la Tierra ocupan mi lugar. Sin rectitud, ¿Cómo podrá tener elevación el espíritu?

Mañana tendréis que enseñar y confirmar con hechos vuestras palabras; desde ahora moralizad vuestra vida, reconstruid vuestros hogares y unificad vuestra familia. Que el padre vaya en busca de su hijo que huyó de su hogar y los hijos busquen a quien les abandonó; que la esposa vuelva a los brazos del compañero y que el esposo que había renunciado a sus deberes, busque a la compañera y construyan una nueva y mejor existencia.

¡Hoy mejor que nunca sabéis vuestra responsabilidad ante mi justicia, oh padres y madres! porque esos seres que nombráis hijos por vuestra sangre, son espíritus de los cuales me tendréis que responder.

Quiero que la unión de vuestros corazones sea el jardín donde florezcan esas rosas y esos lirios. Acercad a las multitudes a escuchar mi palabra, traedles al banquete, que Yo mismo les serviré. En verdad os digo: Ellos saldrán fuertes después de haber comido el pan de la vida verdadera y de haber bebido el vino de mi gracia.

Quienes de este pan comieren, hambre no volverán a tener.

 ¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!

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