Con esta palabra haréis un libro que quedará en la Tierra, para que los hombres
encuentren el sendero de la espiritualidad. Muchos de ellos negarán su verdad;
pero muchos también afirmarán que es cierto cuanto él dice.
De generación en generación se irán manifestando más grandes y claros los dones
del espíritu, y esos hechos, surgiendo hasta en los más escépticos e
incrédulos, serán el testimonio de la verdad de cuanto os anuncié en los
tiempos pasados y os vine a confirmar en éste.
¿Veis con cuánta intensidad ha vibrado mi palabra en este tiempo, al
comunicarse por el cerebro del portavoz? Pues no os imagináis el prodigio de la
comunicación de espíritu a Espíritu cuando ésta alcance su plenitud.
¿Os maravilláis al escuchar la descripción de un miraje por medio de la
videncia o de la fuerza profética de un sueño? De cierto os digo que apenas
habéis empezado a vislumbrar lo que otros verán en el futuro.
Os habéis maravillado del don de la intuición y os ha asombrado el don de
curación, mas es necesario que dejéis un buen ejemplo a los espiritualistas del
mañana.
El tiempo que predijo Joel, aquel en que los hombres recibirían sobre el
espíritu y la carne el Espíritu de Dios, es éste; mas está apenas en sus
albores, y es menester que vosotros, los primeros discípulos, dejéis buena
simiente, para que vuestras obras sean buenos frutos que alienten en su jornada
a los caminantes del mañana y no vayan a ser guijarros con los que se
tropiecen.
Por la luz que habéis recibido, sois de los que llegarán a interpretar con
justicia la enseñanza que desde los tiempos pasados os he revelado.
El análisis que hagáis de mi palabra y el cumplimiento que le deis, será la
mejor obra espiritual que dejéis a las generaciones venideras; ellas os lo
agradecerán y Yo os bendeciré.
Vosotros, primeros en esta era, seréis báculos, guías y guardianes de los
postreros y gozaréis en el desempeño de vuestra misión.
Vivid para salvar a vuestros hermanos, y Yo os salvaré a vosotros. Echad
vuestras barcas al mar e id en busca de los náufragos, y si veis que las ondas
se encrespan y amenazan, orad, y al instante sentiréis el manto de mi paz sobre
vuestro espíritu.
Discípulos:
no penséis que sólo en el seno del pueblo de Israel surgieron mis enviados, mis
profetas, precursores e iluminados, porque estaríais negando a muchos emisarios
míos a quienes he enviado con mensajes de luz, de paz y de amor a diferentes
lugares de la Tierra.
La humanidad es la tierra donde siembro la semilla de amor; la cual fue regada
con el rocío divino, para que cuando llegase la simiente de mi palabra
encontrase campo propicio para fructificar.
Siempre que alguna revelación está por llegar a iluminar a los hombres, les he
enviado precursores o profetas a prepararles con el fin de que aquella luz
pueda ser contemplada por ellos; mas no creáis que sólo son enviados míos
aquellos que traen mensajes para el espíritu, no, discípulos, todo aquel que
entre la humanidad siembra el bien en cualquiera de sus formas, es enviado mío.
A
esos emisarios podéis encontrarlos en todos los caminos de vuestra vida, lo
mismo en las religiones, que en las ciencias, entre los hombres que gobiernan o
en aquellos que imparten buenas enseñanzas.
El verdadero siervo mío, nunca se aparta del sendero que debe recorrer,
prefiere morir en el camino que retroceder. Su ejemplo es semilla de luz en la
vida de sus semejantes y sus obras son ejemplos para los demás. ¡Ah, si la
humanidad supiese comprender los mensajes que a través de ellos le envío! Mas
no es así, porque existen muchos hombres que teniendo delicadas misiones en el
mundo, desvían sus miradas de aquellos grandes ejemplos, para tomar el camino
que mejor les place.
Tenéis gobernantes en cuyo corazón no se alberga la justicia ni la magnanimidad
para gobernar a su pueblo, porque van tras el ideal mezquino del poder y la
riqueza. Hombres que se dicen
representantes míos y que ni siquiera conocen el amor hacia sus semejantes.
Médicos que no conocen la esencia de su misión, que es la caridad, y jueces que
confunden la justicia con la venganza y utilizan la ley con fines perversos.
Todo el que tuerce su senda, desviando su mirada de aquella luz que lleva en el
faro de su conciencia, no imagina el juicio que a sí mismo se va preparando.
También hay quienes han tomado misiones que no les corresponden y que con sus
errores van dando pruebas de carecer en lo absoluto de los dones necesarios
para desempeñar el cargo que por sí mismos han asumido.
Así podéis encontrar ministros de Dios que no lo son, porque no fueron enviados
para ello; hombres que conducen pueblos y que no son capaces de conducir sus
propios pasos; maestros que carecen del don de enseñar, y que en vez de hacer
luz turban las mentes. Doctores en cuyo corazón no ha latido el sentimiento de
la piedad ante el dolor ajeno, ignorando que el que verdaderamente posee este
don, es un apóstol de Cristo. Todas mis instituciones han sido profanadas por
los hombres, mas ya es llegada la hora de que todas sus obras sean juzgadas.
Ese juicio es a Mí a quien corresponde hacerlo; por lo que os digo: velada y
cumplid con mis preceptos de amor y de perdón.
¿Os he dicho que formáis parte del pueblo de Israel, el poseedor de la simiente
divina? Pues preparaos para que seáis dignos de llevar en vuestro alfolí la
semilla del amor, de la paz y de la luz.
Meditad sobre las lecciones que en este día os he enseñado, para que no os
desviéis del sendero que os he trazado, usurpando cargos que no os corresponden
y para que no hagáis mal uso de vuestros dones; porque si después de cuanto
habéis escuchado en mis lecciones cayeseis en los errores que os he señalado,
vuestro juicio tendrá que ser más severo que el de aquel que durante su vida
no conoció una enseñanza con la luz que contiene ésta que habéis recibido.
Pueblo amado: multiplicaos, perseverad y cumplid con vuestra misión.
Yo he encendido una luz en el camino del espíritu, para que éste no se pierda y
venga con firmeza por el sendero, como oveja que sabe en dónde está el aprisco.
Esa luz que es la del conocimiento espiritual, ilumina la brecha y descubre al
lobo cuando este acecha entre la maleza.
No todos los hombres vienen por la senda segura; hay muchos perdidos en el
camino, viajeros errantes, seres sin rumbo fijo. Cuando cruzo en su camino y
les pregunto: ¿A dónde vais? ¿Qué o a quién buscáis? Ellos, inclinando su
cabeza me dicen: "Maestro, no sé a dónde voy, a dónde me conducen mis
pasos, ni qué es lo que busco". Entonces les he dicho:
"Seguidme" y esa sola palabra, penetrando en su corazón, ha bastado
para encender una luz de esperanza, una flama de fe que les ha reanimado para
venir en pos de mi huella, porque desde el instante en que se levantaron a
seguirme sintieron una fuerza desconocida que no les ha abandonado un momento,
haciéndoles sentir una confianza absoluta en su destino.
Quiero que sepáis, todos los que estáis escuchando esta palabra, que al
invitaros a caminar por esta senda no os ofrezco en ella tan sólo
satisfacciones y goces espirituales sino también pruebas, lecciones y
expiaciones; pero que, al mismo tiempo, desciende una fuerza superior, a
sostener al que está siendo probado y que esa fuerza, a lo largo de la jornada,
es el báculo en
el que habrá de apoyarse el caminante. Esa fuerza lo encierra todo, fe, amor,
obediencia y confianza.
Tened presente, discípulos, que empezáis a caminar en pos del Maestro, para que
cuando las pruebas se presenten a vuestro paso, penséis: "ya estaba yo
preparado, el Maestro me había advertido y confío salir avante con su divina
ayuda". En verdad os digo que si tomáis con espíritu fuerte y elevado
estas lecciones, comprobaréis que ninguna prueba es en vano, porque lo mismo la
que va destinada a un hombre, que aquella que se presenta en el seno de una
familia o la que toca a una nación, todas y cada una de ellas encierran un
sentido profundo y muchas veces grandes lecciones. ¿Quién podrá decir en este
instante que está exento de pruebas? Nadie, porque es tiempo de restitución
espiritual.
Abrid vuestros ojos a la realidad, y daos cuenta de la responsabilidad que
contraéis al escuchar mi palabra y convertiros en testigos de mis
manifestaciones de este tiempo. Quiero deciros que no os conforméis con
escuchar mi palabra y satisfacer vuestras necesidades espirituales sin pensar
en las de los demás, porque esa satisfacción no podrá ser completa si meditáis
en que precisamente en los instantes de vuestro deleite espiritual, millones de
hermanos vuestros luchan, se desesperan o sucumben entre el fuego de las
guerras fratricidas.
Mi Doctrina viene a prepararos para una lucha en favor de la paz y de la
espiritualidad en el mundo, mi enseñanza viene a deciros lo que debéis hacer,
para que todos trabajéis en esta Obra salvadora. Entonces comenzará a
experimentar vuestro espíritu la paz y la satisfacción que corresponden a
quienes laboran conmigo en mis obras de amor.
Esta sensibilidad que va adquiriendo vuestro corazón al escucharme, no la
perdáis al volver a vuestra lucha material, porque allí en aquellos senderos
están vuestros hermanos esperando una palabra vuestra que encierre consuelo o
una frase que lleve a su corazón mi mensaje de luz; mas si al presentarse ante
vosotros, vuestro corazón ha vuelto a su dureza habitual, ni siquiera podréis
asomaros al interior de quien venía buscando en vosotros algo que no era
vuestro, sino de él: mi luz, mi paz, mi bálsamo.
No penséis que vuestra falta de amor hacia la humanidad pueda quedar impune,
porque si vosotros faltaseis a vuestros deberes espirituales, vendrán las
multitudes y al penetrar en el seno de vuestras congregaciones y percatarse del
mensaje que les habéis ocultado o retenido, se preguntarán interiormente si
éstos son mis nuevos apóstoles, mientras otros penetrando en mi enseñanza os
darán una lección de cómo deben cumplirse los mandatos divinos.
Tengo que hablaros en esta forma, para evitar que durmáis y no seáis
sorprendidos en vuestro letargo. Yo os invito a la lucha y para ello os doy mi
ejemplo de constante trabajo.
Nadie me diga que en su camino tiene grandes obstáculos para poder cumplir,
porque si creéis en que "no se mueve la hoja del árbol si no es por la
voluntad del Padre", debéis comprender que por sobre lo que llamáis
obstáculos, debéis desempeñar vuestra misión.
No abriguéis la creencia de que con sólo asistir a estos lugares estáis
cumpliendo con vuestra misión espiritual o que con sólo hablar de mi Doctrina,
ya me habéis servido, porque es tan amplio vuestro campo de acción y tan lleno
de oportunidades para practicar el amor en vuestro camino que no tendréis que
esforzaros para encontrar ocasiones propicias para sembrar, mas no habéis
reparado en todo esto y por eso decís que tenéis muchos obstáculos para poder
cumplir, porque no habéis analizado todo lo que comprende vuestra misión
espiritual.
Amad, servid, sed útiles, salvad y consolad, haced de vuestra vida un bello
ejemplo, una hermosa y práctica lección, para que seáis imitados. Entonces
estaréis derramando luz espiritual en vuestros hermanos. Hablando de mi
Doctrina, cumpliréis con la misión de sembrar la semilla de la espiritualidad,
pero hacedlo con humildad, teniendo en cuenta que toda obra que encierre,
vanidad, será semilla vana que nunca germinará.
Yo os aseguro que si obráis en vuestra vida con la discreción, sinceridad y
rectitud que os aconsejo, los corazones duros de quienes me habláis en vuestra
oración, se ablandarán, conmovidos por vuestra virtud, y llegaréis al
convencimiento de que para el desempeño de esta misión, el espíritu elevado
jamás encontrará obstáculos, porque estará por sobre todas las pequeñeces de
esta vida.
Nunca penséis mal de los que no os quieran, ni os exasperéis con aquellos que
no os comprendan, ya que hasta el sentimiento más íntimo que tengáis hacia
vuestros semejantes, se lo transmitiréis con el pensamiento.
Os ofrezco en este tiempo tantas facilidades para que seáis mis discípulos, que
no tenéis necesidad de dejar a vuestros padres, esposas o hijos para ir en
busca de tierras donde extender mis enseñanzas, ni que predicar a voz en cuello
en calles y plazas, ni temer que al concluir la jornada, el cadalso os espere
irremisiblemente. Ese camino lo recorrí Yo y también mis apóstoles, mas aquella
sangre limpió el sendero para que los nuevos discípulos no tropezaran en él.
Sólo falta que comprendáis el sentido de este mensaje para que lo llevéis a la
práctica, aplicándolo a vuestra vida en forma sencilla, a fin de que viváis
verdaderamente mi palabra.
Yo he dado al espíritu potestad sobre la materia, para que triunfe de las
pruebas y llegue hasta el final del camino, mas la lucha será grande, porque
desde que el hombre formó en el mundo el único reino en que él cree, se rompió
la armonía que debe existir entre él y cuanto le rodea. Desde su trono
orgulloso quisiera someter todo al poder de su ciencia, e imponer su voluntad
sobre los elementos y las fuerzas naturales, mas no lo ha logrado porque hace
tiempo que rompió sus lazos de amistad con las leyes espirituales. Ahora,
cuando he dicho a este pueblo que los elementos pueden obedecerle, ha habido
quienes no lo han creído, y Yo os digo que tienen razón en dudar, porque la
Naturaleza jamás obedecerá a quienes la desconozcan, profanen o burlen. En
cambio, quien sepa vivir de acuerdo con las leyes del espíritu y de la materia,
o sea, que viva en armonía con cuanto le rodea, ése, a través de su vida se
identificará con su Creador, haciéndose merecedor de que los elementos de la
Naturaleza le sirvan y obedezcan, como corresponde a todo hijo que sabe
obedecer a su Padre, el Creador de cuanto existe.
No he dicho que este pueblo haya alcanzado la elevación necesaria para realizar
esos milagros, ni que ya esté logrando la armonía entre lo material y lo
espiritual, Yo sólo le inspiro para que busque esa meta a través de la
espiritualidad.
A
veces para alentaros en vuestra fe y probaros la verdad de mis palabras,
realizo ante vosotros esas obras que llamáis milagros y prodigios, y que sólo
son el premio para quienes supieron penetrar en la armonía universal aunque
haya sido por un momento.
La historia de los primeros hombres que habitaron la Tierra fue pasando de
generación en generación hasta llegar a quedar escrita en el libro del Primer
Tiempo. Es una parábola viviente la de aquellos primeros seres que habitaron la
Tierra. Su pureza y su inocencia les permitieron sentir la caricia de la Madre
Naturaleza, un calor de amistad existía entre todos los seres y una completa
fraternidad entre todas las criaturas. Después las pasiones humanas fueron
alejando a los hombres de aquella vida, por lo que se vieron obligados a buscar
por medio de la
ciencia, lo que habían perdido por su falta de espiritualidad. Así ha llegado
la humanidad hasta estos tiempos en que, para sobrevivir ha tenido que hurtar
de los elementos y de las fuerzas, lo necesario para su vida.
Yo no os prohíbo que toméis la ciencia ni la condeno. Sólo he querido que los
hombres comprendan a través de mi Doctrina, que hay una ciencia mayor que la
que ellos conocen y la cual pueden alcanzar por medio del amor, que es la
esencia de todas mis enseñanzas.
Humanidad: ¿Cómo no he de deciros que estos tiempos que vivís son de confusión,
cuando estoy viendo que no dejáis pasar mi luz a través de las oscuras nubes de
vuestros pensamientos? También os digo que mi luz triunfará, porque no existen
tinieblas que puedan resistir su claridad, entonces comprenderéis que el Padre
no os abandona jamás en la hora de la prueba.
Muchos pueblos han caído al fondo del abismo de la materialidad y todavía están
por caer otros, mas el dolor de su caída hará que despierten de su profundo
sueño.
Son aquellas naciones las que después de un tiempo de esplendor, rodaron al
abismo, para hundirse en la tiniebla del dolor, del vicio y de la miseria. No
es ahora un pueblo sino toda la humanidad, la que ciega corre hacia la muerte y
la confusión. La soberbia de los pueblos será tocada por mi justicia. Recordad
a Nínive, a Babilonia, a Grecia, a Roma, a Cartago; en ellas encontraréis
profundas lecciones de la justicia divina.
Cuando los hombres, al empuñar el cetro del poder han dejado que su corazón se
llene de impiedad, de orgullo y de pasiones insanas, arrastrando a sus pueblos
a la degeneración, mi justicia se ha acercado para despojarlos de su poder,
pero al mismo tiempo he encendido ante ellos una antorcha que ilumine el camino
de salvación para su espíritu. ¿Qué sería de los hombres si en el momento de
sus pruebas, los abandonase a sus propias fuerzas? Mirad a todos esos pueblos,
que ayer fueron grandes y que hoy se encuentran en ruinas. Ellos florecerán
nuevamente, mas no será el orgullo y la ambición de grandeza terrestre lo que
los levante, sino el ideal inspirado en la justicia y en la virtud que vierten
mis enseñanzas. De sus escombros surgirán nuevas naciones y sobre las ruinas de
sus templos y de sus ídolos levantarán el verdadero culto a su Dios.
El orgullo ha sido humillado y el pecado ha sido lavado con el dolor, mas no
olvidéis que queda aún mucho por desmanchar y que por muy pura que llegue a ser
la vida de los hombres en la Tierra, nunca será este planeta la morada eterna
para el espíritu, pues quien así lo creyere habrá interpretado mal mi palabra,
o estará ignorando el verdadero sentido de la vida.
Este mundo será siempre la morada pasajera del espíritu; una parte tan sólo en
el camino de su restitución, de su evolución y perfeccionamiento. Es otra la
vida que os espera para guardaros eternamente.
Llegan hasta mi presencia los enfermos, los derrotados, los pobres de espíritu
y mientras unos bendicen mi voluntad, otros se rebelan ante el dolor y
atribuyen sus sufrimientos a castigo divino o a injusticias del destino;
entonces se hace necesario que Yo venga a sacaros de la ignorancia,
descubriéndoos el fondo de la verdad.
Cuando habitáis en la carne, vuestro espíritu viene a purificar manchas de
vidas pasadas y se ha hecho necesario revelaros todo esto para que podáis
llevar con paciencia los sufrimientos de la Tierra.
Desde el principio de la humanidad existe la reencarnación del espíritu como
una ley de amor y justicia y una de las formas en las que el Padre ha
demostrado su infinita clemencia. La reencarnación no es sólo de este tiempo,
lo es de todos los tiempos, mas tampoco penséis que es hasta ahora cuando os ha
sido revelado ese misterio. Desde los primeros tiempos existió en el hombre la
intuición sobre la reencarnación del espíritu, mas esta humanidad, buscando
ciencias materiales y riquezas del mundo, se dejó dominar por las pasiones de
la carne endureciéndosele aquellas fibras con las que se percibe lo espiritual,
convirtiéndose en sorda y ciega para todo lo que corresponde al espíritu. ¿De
qué le sirve posar sus ojos en los libros que contienen la Ley y la Doctrina
que os revelé en los tiempos pasados, si su mente no logra penetrar en su
significado, ni su corazón percibe su esencia? Reconoced que la sensibilidad y
la intuición espiritual están atrofiadas en los hombres, y que por eso las más
de las veces, al buscar mi verdad en aquellos textos caen en erróneas
interpretaciones. Ellos tienen la luz frente a sus ojos; pero en vez de
penetrar al fondo de las lecciones, se detienen en las letras, o sea en la
forma exterior, con lo que frecuentemente se confunden. Mas ya estoy aquí, para
hacer luz en los misterios y en las tinieblas así como para libraros de
confusiones y de errores.
Bienaventurados los que me han llamado, porque con ello han demostrado su
anhelo de amor y de saber; ellos han visto cómo mi caridad les ayuda; mas
debéis comprender, que todo lo que en este tiempo queréis saber no podréis
obtenerlo en un instante, porque es preciso que oréis, meditéis y viváis mis
enseñanzas, para que lleguéis a poseer cuanto anheláis.
Igual que el hombre que busca la luz del saber en la Naturaleza, como el que
busque mi sabiduría en las revelaciones espirituales, tendrá que recorrer por
su propio pie el camino en donde hallará todas aquellas verdades que por otros
senderos no puede encontrar. Es por eso que he enviado a vuestro espíritu a
vivir una vida tras otra aquí en la Tierra para que mediante su evolución y su
experiencia, descubra todo lo que hay en él y en lo que lo rodea.
Si queréis, escudriñad mis palabras, mas luego estudiad y observad la vida a
través de ellas y para que podáis comprobar la verdad que encierra cuanto os he
dicho.
Habrá ocasiones en que os parezca que existe contradicción entre lo que hoy os
digo y lo que os fue revelado en los tiempos pasados, mas no la hay; la
confusión es de los hombres, pero ya llegarán todos a la luz.
Si os viereis atacados por esta forma de entender mi Doctrina no temáis, porque
de cierto os digo, que todavía nadie se encuentra en lo justo, por lo que
ninguno podrá probaros que ha penetrado ya al fondo de la verdad.
Estudiad mi Doctrina, alcanzad la luz por medio de la oración, haced del bien
la norma de vuestra vida, y en los instantes en que menos lo esperéis, os
veréis sorprendidos por inspiraciones y pensamientos que serán verdaderas
revelaciones de mi Espíritu.
Cuando sintáis que a vosotros llegan inspiraciones mías, mostraos humildes,
para que nunca os creáis mayores que los demás y para que procuréis participar
de la luz a vuestros hermanos, con ese amor con que Yo os la he enviado.
¡Toma de mi amor y mi bendición en Mi nombre que Soy el Padre, el Hijo el Espíritu Santo, la paz de mi Divinidad nunca se aparte de Vosotros!
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