sábado, 7 de agosto de 2010

Cátedra Divina 17

Pueblo amado: aquí tenéis un mensaje más del Divino Maestro, el cual os hará dar un paso adelante en la comprensión de mis enseñanzas; porque no debéis deteneros en el sendero del progreso espiritual.
No vengo a formar hábitos de estacionamiento o retroceso en vosotros. Yo siempre os conduzco al camino de evolución.
Mi palabra os trae mensajes variados, todos de exquisito sabor espiritual.
Habéis pronunciado con vuestros labios: "Gloria a Dios en las alturas", mas ¿Cuándo le habéis glorificado con vuestras obras? Os habéis adorado a vosotros mismos y habéis glorificado a vuestros ídolos, pero a Dios, a vuestro Creador, ¿Cuándo? Jesús fue quien con su vida glorificó a su Padre y es a Él a quien debéis imitar.
También habéis dicho: "Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad" y de cierto os digo que, aun a los de mala voluntad Yo les he dado paz; mas, vosotros, decidme: ¿Cuándo habéis dado paz? Muchos siglos tenéis de repetir las palabras de ese salmo, con el cual el pueblo recibió en Jerusalén a su Señor, y es lo único que la humanidad ha hecho desde entonces: repetir aquellas palabras, porque con sus obras hace todo lo contrario.
Decid vosotros esas frases si queréis, pero comprended que ni ésas ni otras palabras tienen virtud alguna mientras no las sintáis en vuestro corazón; cuando las sintáis, manifestadlas en buenas obras a vuestros hermanos, con dulzura y humildad, y entonces Yo os responderé con mi amor infinito, haciendo vibrar vuestro espíritu con la gracia inmaculada de mi paz.
Así vengo a hablaros ahora como Espíritu Santo. Son otros los tiempos y por lo tanto, otra debe ser la preparación de los hombres.
Dejad las oraciones verbales y las supersticiones y entregaos a Mí, al Maestro, al Padre, que siempre os recibiré y os comprenderé.
Orad, sí, pero con el corazón preparado, habladme con el espíritu, tal como lo sintáis en este momento; llegad a Mí con el pensamiento lleno de amor, pero acercaos, habladme como discípulos o como párvulos y os haré sentir mi sabiduría y mi amor.
Pedidme con humildad, más nunca pidáis milagros ni esperéis recibirlos.
El milagro, según vosotros lo entendéis, no existe; no hay nada contradictorio entre lo divino y lo material.
A Jesús atribuís muchos milagros y de cierto os digo, que sus obras fueron el efecto natural del amor, de esa divina fuerza que estando latente en cada espíritu, vosotros aún no la sabéis usar, porque no habéis querido conocer la virtud del amor.
¿Qué existió en todos los prodigios que realizó Jesús, sino amor?
Escuchad discípulos: Para que el amor de Dios se manifestara a la humanidad, era necesaria la humildad del instrumento, y Jesús fue siempre humilde, y como de ello vino a dar ejemplo a los hombres, os dijo en una ocasión que sin la voluntad de su Padre Celestial, nada podría hacer. Quien no penetre en la humildad de esas palabras, pensará que Jesús fue un hombre como cualquiera, pero la verdad es que Él quería daros una lección de humildad.
El sabía que esa humildad, esa unidad con el Padre, le hacía todopoderoso ante la humanidad.
¡Oh inmensa y hermosa transfiguración que da el amor, la humildad y la sabiduría!
Ahora sabéis porque Jesús, aun diciendo que nada podía hacer si no era por la voluntad de su Padre, en realidad todo lo podía, porque fue obediente, porque fue humilde, porque se hizo siervo de la Ley y de los hombres, y porque supo amar.
Reconoced entonces que, conociendo vosotros mismos algunas de las virtudes del amor espiritual, no lo sentís y por eso no podéis comprender el porqué de todo lo que llamáis milagro, o misterio, y que son las obras que hace el divino amor.
¿Qué enseñanzas os dio Jesús que no fuesen de amor? ¿Qué ciencia, prácticas o conocimientos misteriosos empleó para dejaros sus ejemplos de poder y sabiduría? Sólo la dulzura del amor con la cual todo se puede hacer.
Nada hay contradictorio en las leyes del Padre, sencillas por sabias y sabias por estar saturadas de amor.
Entended al Maestro, El es vuestro Libro.
Jesús niño dejó asombrados a los llamados doctores de la Ley; Jesús predicador, os hizo grandes revelaciones para todos los tiempos. Jesús Redentor, selló sus palabras con su vida, con su sacrificio supremo en la cruz.
Ahora bien, discípulos amados, si en verdad queréis ser grandes y fuertes en espíritu ¿Por qué no me imitáis en las obras que hice a través de Jesús? Él os dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida", mostrándoos con mansedumbre y humildad la obediencia ante la divina ¿Cómo tendrá que ser la humildad que deberéis mostrarme?
Escuchad: Dios, el Ser Supremo, os creó "a su imagen y semejanza", no por la forma material que tenéis, sino por las virtudes de que está dotado vuestro espíritu, semejante a las del Padre.
Cuán agradable a vuestra vanidad ha sido el creeros la imagen del Creador. Os creéis las criaturas más evolucionadas hechas por Dios y estáis en grave error al suponer que el Universo se hizo sólo para vosotros. ¡Con cuánta ignorancia os llamáis a vosotros mismos los reyes de la creación!
Comprended que ni siquiera la Tierra está hecha solamente para los hombres. En la escala interminable de la creación divina, existe un número infinito de espíritus que van evolucionando en cumplimiento a la Ley de Dios.
Los fines que todo ello encierra y que como hombres, aunque quisiereis, no podríais comprender, son grandes y perfectos como todos los propósitos de vuestro Padre, mas en verdad os digo, que no sois vosotros ni las más grandes ni las más pequeñas criaturas del Señor.
Fuisteis creados, y en ese instante vuestro espíritu tomo vida del Omnipotente, llevando en sí tantos atributos, como os eran necesarios para cumplir una delicada misión dentro de la Eternidad.
Ni aun ahora sabéis todas las facultades que os dio el Padre, pero no temáis porque las conoceréis más tarde.
¿Sabéis acaso de la existencia de los grandes espíritus, que han sido destinados para velar por la armonía de todo lo creado, ocupados siempre en sublimes misiones ignoradas por vosotros? No, por eso vuelvo a deciros que vuestros espíritus no son los más evolucionados, solamente han desarrollado en forma limitada los atributos que Dios os ha concedido.
Sin embargo, esos atributos bastarán para llevaros felizmente a la cumbre que os corresponda si guiais vuestros pasos por la senda recta y luminosa que os señala mi Ley.
He venido a ayudaros. El tiempo es ahora de restitución, despertad, levantaos.
Habéis pecado, adulterado, delinquido, y ahora que os encontráis ante la verdad de mi palabra, la cual os señala vuestros errores, olvidáis vuestras faltas y creéis que vuestro señor es injusto cuando os habla de pruebas y restitución.
Os habéis envuelto en tinieblas de maldad y de ignorancia, impidiendo a vuestro espíritu contemplar la aurora del Tercer Tiempo y cuando vengo a levantaros con la luz de mi palabra, para que contempléis los resplandores del nuevo amanecer, no queréis despertar de vuestro letargo y a veces os levantáis con disgusto. Muchos son los que prefieren dormir en su ignorancia sin querer despertar a la suprema verdad. Prefieren el valle de lágrimas, la peste, el hambre; quieren que se prolongue el largo período de siglos en los que el vicio y la amargura han sido su único aliento, todo esto lo prefieren al dulce llamado que les hace mi amor a través de su conciencia.
Me escucháis como si estuviera Yo muy lejos de vosotros, abrís vuestros ojos con pereza; pero no pudiendo comprender el sentido del divino mensaje, porque vuestra mente está saturada de materialismo, preferís vivir en la maldad. En ese instante me olvidáis, me dais la espalda, sólo queréis seguir en el letargo sufriendo. Mas Yo os digo que si queréis habitar en ese abismo de materialidad y de ignorancia, si sólo deseáis recoger el sabor de los frívolos placeres y de las bajas pasiones, cuando menos no culpéis a Dios de vuestros dolores.
Si no tenéis la grandeza de saber amar a vuestro semejante como os ama vuestro Padre, tened siquiera el valor y la resignación para soportar las consecuencias de vuestras faltas. Si preferís vuestra falsa paz así como vuestras guerras fratricidas, no digáis que Dios así lo quiere, ni claméis al Padre pidiéndole su caridad cuando os sintáis dominados por vuestros enemigos para que El venga a daros el triunfo, con lo que solamente halagaría vuestra vanidad y fomentaría vuestra perversidad, lo cual no está en mi Ley concederos.
Si entre risas, placeres y vanidades, los hombres se olvidan de Mí y hasta me niegan, ¿Por qué se acobardan y tiemblan cuando están recogiendo la cosecha de lágrimas que atormenta a su espíritu y a su cuerpo? Entonces blasfeman diciendo que Dios no existe.
Es valiente el hombre para pecar, decidido para salirse fuera del camino de mi Ley; mas Yo os aseguro que es demasiado cobarde cuando se trata de restituir y de saldar sus deudas. Sin embargo, Yo os fortalezco en vuestra cobardía, os protejo en vuestras flaquezas, os despierto de vuestro letargo, enjugo vuestras lágrimas y os doy nuevas oportunidades para que recuperéis la luz perdida y volváis a encontrar el camino olvidado de mi Ley.
Vengo a traeros como en el Segundo Tiempo, el pan y el vino de la vida, lo mismo para el espíritu que para el cuerpo, para que viváis en armonía con todo lo creado por vuestro Padre.
En mis caminos florecen las virtudes, en cambio los vuestros están cubiertos de espinos, de abismos y amarguras.
Quien diga que los caminos del Señor están llenos de abrojos, no sabe lo que dice, porque Yo no he creado el dolor para ninguno de mis hijos; mas los que se han alejado del sendero de luz y de paz, al retornar a él tendrán que sufrir las consecuencias de su falta.
¿Por qué bebisteis el cáliz de amargura? ¿Por qué olvidasteis el mandato del Señor, así como la misión que os confié? Porque sustituisteis mi Ley por las vuestras y ahí tenéis los resultados de vuestra vana sabiduría: Amargura, guerra, fanatismo, desengaños y mentiras que os asfixian y os llenan de desesperación. Y lo más doloroso para el hombre materializado, para el que todo lo somete a sus cálculos y lo sujeta a las leyes materiales de este mundo, es que después de esta vida se encontrará cargando aún el fardo de sus errores y de sus tendencias. Entonces será muy grande el sufrimiento de vuestro espíritu.
Sacudid aquí vuestro fardo de pecados, cumplid con mi Ley y venid pronto. Pedid perdón a todos los que hubiereis ofendido y dejad lo demás a Mí, pues corto será vuestro tiempo para amar si en verdad os decidís a hacerlo.
Vuelvo a deciros que Yo no os he dejado en el camino abrojos, ni dolor. A través de Jesús os enseñé a apartar de vosotros todas las flaquezas para demostraros mi amor y el poder que él tiene, para enseñaros el verdadero gozo que se encuentra en el espíritu con la verdadera humildad. Y con mi despedida y mi promesa para estos tiempos, os dejé la paz, la luz de la esperanza y el anhelo de mi retorno. Mas vosotros no lo quisisteis entender así y seguisteis crucificándome para que Yo siguiese perdonándoos indefinidamente. Pero debéis comprender que mi perdón no os evita las consecuencias de vuestras faltas, porque los errores son vuestros, no míos. Mi perdón os estimula, os consuela porque al fin vendréis a Mí y Yo os recibiré con el amor de siempre; pero mientras no me busquéis por los caminos del bien, del amor y de la paz, ya lo sabéis y no debéis de olvidarlo; el mal que hagáis o que penséis hacer, lo recibiréis devuelto con creces.
Estáis cosechando la siembra de vuestro materialismo y aunque quisierais que Yo aprobase vuestras obras os equivocáis, porque soy inmutable en mi Ley, no procedo como vosotros quisierais porque dejaría de ser "el Camino, la Verdad y la Vida".
Vengo a nulificar vuestras leyes erróneas para que sólo os gobiernen las que sean formadas por mis preceptos y estén conforme a mi sabiduría. Mis leyes son de amor, y al proceder de mi Divinidad, son inalterables y eternas, mientras que las vuestras son pasajeras y a veces crueles y egoístas.
La Ley del Padre es de amor, de bondad, es como un bálsamo que da consuelo y fortaleza al pecador, para que pueda soportar la restitución de sus faltas. La Ley de amor del Padre, ofrece siempre la ocasión generosa al que delinque, de regenerarse, mientras vuestras leyes por el contrario, humillan y castigan al que se ha equivocado y muchas veces al inocente, al débil. En vuestra justicia hay dureza, venganza y falta de piedad. La Ley de Cristo es de dulce persuasión, de infinita justicia y de suprema, rectitud. Vosotros mismos sois vuestros jueces, en cambio Yo soy vuestro defensor incansable; pero es necesario que sepáis que existen dos maneras de pagar vuestros agravios: una con el amor y otra con el dolor.
Escoged vosotros, aún gozáis del don del libre albedrío.
¿Queréis dejar de sufrir, humanidad? Amad, haced el bien a vuestro paso, reconstruid vuestra vida. ¿Queréis ser grandes, ser felices? Amad mucho, amad siempre. ¿Queréis llorar, deseáis que la amargura os invada, queréis guerras y desolación? Continuad como estáis viviendo, dejad que en vuestra vida siga enseñoreándose el egoísmo, la hipocresía, la vanidad, la idolatría, el materialismo.
Muy claro contempláis el caos entre los hombres, para que no sigáis haciendo la Ley a vuestro gusto.
Quiero que discípulos y párvulos de mi Doctrina, lleven la nobleza en su corazón y la limpidez en su entendimiento, porque sólo así estarán capacitados para aprender de Mí y después enseñar a la humanidad.
Ahora no vengo a levantar muertos en cuanto al cuerpo, como lo hice con Lázaro en el Segundo Tiempo, hoy viene mi luz levantando a los espíritus que son los que me pertenecen. Y éstos se levantarán con la verdad de mi palabra a la vida eterna, porque vuestro espíritu es el Lázaro que ahora lleváis en vuestro ser y al que Yo resucitaré y sanaré.
Ya veis que la justicia divina es de amor, no es de castigo como la vuestra. ¿Qué sería de vosotros si Yo usara de vuestras mismas leyes para juzgaros, ante mí para quien no valen apariencias ni falsos argumentos? Si Yo os juzgase según vuestra maldad, y usara vuestras leyes de dureza terrible ¿qué sería de vosotros? Entonces sí me pediríais con justicia que tuviese clemencia. Mas no debéis temer porque mi amor nunca se marchita, ni cambia, ni pasa; en cambio, vosotros sí pasáis, morís y renacéis, os vais y luego volvéis y así vais peregrinando, hasta que llegue el día en que reconozcáis a vuestro Padre y os sometáis a su divina Ley.
Vosotros aquí sois pasajeros, pero Yo soy eterno, vosotros pasáis gimiendo porque os alejáis del sendero que os señala mi Ley, mientras que Yo soy inmutable.
Secad vuestras lágrimas, apresurad vuestro despertar y levantaos. Sentid mi presencia en vosotros, es necesario que lleguéis a Mí, porque aún no me habéis conocido, oh pueblo.
Vosotros ignoráis el galardón que corresponde al que verdaderamente se arrepiente y retorna a Mí, e ignoráis que no es necesario esperar que llegue vuestra entrada en la morada espiritual, para que recibáis el galardón que os da el amor de Dios.
Fue necesario que viniese a hablaros así, porque los hombres se han confundido con el conocimiento adquirido en los libros que han estudiado; en cambio, no han querido oír la voz de su conciencia, la voz de su saber espiritual que los invita a seguir hacia la divina luz de donde surgen todas las sabidurías.
Yo os digo: Bien está el estudio útil y bien está la ciencia; pero sobre todo ello está el amor. El amor os dará la inspiración para dignificar y aumentar vuestra ciencia, porque debéis de comprender que todos vuestros conocimientos son tan sólo un mensaje que os da mi amor.
Interrogad a vuestros sabios y si son sinceros os dirán que le han pedido inspiración a Dios. Y Yo les daría más inspiración, si me la pidieran con más amor para sus hermanos y con menos vanidad para sí mismos.
De cierto os digo que todo lo que habéis acumulado de conocimientos verdaderos, vienen de Mí, todo aquello que tienen de puro y elevado lo voy a usar en este tiempo para vuestro provecho, porque para eso os lo he concedido. Mas debéis de tener cuidado, oh pueblos de la Tierra, porque si continuáis haciendo uso de mis lecciones divinas para provocar a los elementos, si los pequeños conocimientos que tenéis los seguís aplicando al mal, recibiréis cuando menos lo esperéis, la respuesta dolorosa y justiciera. Provocáis al aire, al fuego, a la tierra, al agua y a todas las fuerzas y ya sabéis cuál será vuestra cosecha si no rectificáis a tiempo vuestras actividades, para lograr detener a los elementos desencadenados por vuestra insensatez. Os advierto que estáis llegando a colmar la medida que permite mi justicia a vuestro libre albedrío, estáis provocando demasiado a la Naturaleza. Y como sois los pequeños que se sienten grandes, viene esta palabra para advertiros del peligro en que os encontráis.
Y la palabra os dice: Hijos míos, dulcificad vuestro corazón, amando a vuestros hermanos, amad a todos vuestros hermanos, amad a todo lo creado. Buscad la reconciliación y la paz entre todos. Si no queréis que os exterminen los cataclismos que vosotros mismos estáis fecundizando, rectificad a tiempo, oh hijos muy amados, calmadlos con vuestro amor, convertidles en paz. ¡Oh humanidad, si me escuchaseis de cuántas penalidades os hubieseis librado y Yo hubiese transformado ya a vuestro mundo sin que hubiera necesidad de que sufrieseis! Yo os daría el principio del galardón en esta vida, os daría la paz y la tranquilidad. Intentadlo, hijos míos, para eso he enviado hasta vosotros mi palabra en este tiempo, para libraros del abismo.
A vosotros que me estáis oyendo os digo que guardéis en vuestro espíritu lo que os corresponda, y que lo demás lo enseñéis a vuestros hermanos. Lo que es para uno es para todos, por lo tanto, ni una sola de mis ovejas debe carecer del sustento espiritual.
Quiero que estéis unidos, para que Yo premie vuestra armonía derramando en todos mis beneficios y mi gracia. Hasta ahora sólo he visto que os unís por breves momentos, mientras tratáis de elevar vuestro culto a mi Divinidad. Convenceos de que unidos por el amor, lograréis hacer obras maravillosas, más en verdad os digo que aún es tiempo de que trabajéis para reconstruir lo que habéis destruido.
Mucho es lo que me habéis faltado y ofendido, más Yo os amo, y mayor que vuestras faltas es mi amor.
Si me buscáis como Juez, mi juicio es inexorable; si me buscáis como Maestro, es infinita mi sabiduría; si me llamáis como Padre, soy amantísima dulzura; pero en verdad os digo, que aun soy mucho más que todo eso, porque no tengo principio ni fin.
¡Mi paz sea con vosotros!

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