Desde mi reino vengo a la morada del hombre buscando la
lámpara de vuestra fe. He llamado en cada corazón, para reconocer en cada uno
su buena voluntad para acudir a mi llamado. En algunos encontré un santuario
iluminado por la llama de una lámpara, en otros solamente tinieblas. Unos son
recintos limpios, donde puedo penetrar, los otros están manchados, y es
menester que se purifiquen para recibirme; mas a todos los bendigo con el mismo
amor.
El que llama a vuestras puertas, no viene con regios
atavíos, siendo Rey; viene con vestidura de caminante y en busca de albergue.
Cuando os contemplo despiertos, velando y esperándome, mi palabra, como un
torrente inagotable, se desborda en vosotros para fecundar vuestro corazón. Ese
corazón que en vuestro interior late, es una tierra propicia para sembrar la
semilla divina. Vuestro espíritu es el templo de la Divinidad, es mi morada.
Vuestra conciencia es el intérprete de mi voz de justicia y el sostén de mi
cetro. Todas estas potencias os dicen que no sois absolutos, sino que precedéis
de un Ser Omnipotente, al cual tenéis que someter vuestra voluntad, ya que El
es perfecto.
El Padre se acerca a sus hijos para recoger de ellos sus
méritos como una óptima cosecha y no sólo las lágrimas de vuestros
sufrimientos, porque ellas no serán las que Yo almacene en mis graneros. Casi
siempre vuestro llanto viene a ser el fruto de vuestras desobediencias a mi
ley; pocas veces lloráis de amor o de arrepentimiento.
Duro he encontrado vuestro corazón en este tiempo; mas si en
el Primero grabé en piedra mi ley, ¿por qué no he de imprimirla en esta era en
la roca de vuestro corazón? Ahí os mostraré el poder de mi palabra, escribiendo
no una hoja, sino un libro que encierra misterios en mi arcano, que sólo Yo
puedo revelar.
Os estoy hablando como Padre y como Maestro, mas cuando os
hable como Juez, temed mi justicia, pero no huyáis porque aun esa voz es amiga
y si os reclama, es porque os ama. Así me muestro ante vuestros ojos, para que
podáis conocerme. ¿Cómo podríais lograrlo si vivieses eternamente oculto tras
una cortina de misterio? Comprended que he tenido necesidad de manifestarme
poco a poco delante de vuestro espíritu, para que podáis llegar a mirarme en
todo mi esplendor. Si al principio de vuestra evolución espiritual me hubiese
mostrado a vuestro espíritu en toda mi grandeza, ¿qué habríais visto, sentido o
comprendido? Nada; al sentiros cerca de Mí, hubieseis percibido un vacío
infinito, o al querer concebir la profunda verdad, hubieseis encontrado
impotente a vuestra razón y débil a vuestro espíritu. Hoy vengo a descorrer
otro poco el velo de mi arcano, para que conozcáis algo más de vuestro Dios.
¿Quién está ciego que no pueda mirarme? ¿Quién está
insensible que no pueda sentirme? Ha tiempo que he venido preparándoos para que
me escuchaseis bajo esta forma, que es como ver mi faz, a la vez que os preparo
para tiempos futuros en los que tendréis quel saber más de Mí. Entonces, si
estáis ávidos de luz, si tenéis! hambre y sed de verdad, escuchadme con todos
vuestros sentidos y potencias y me contemplaréis. No os familiaricéis con esta
palabra, ni caigáis en la rutina de lo ritual. No toméis mi enseñanza como
cualquier obra material, ni os valgáis de ella para lucrar con la buena fe o
con las dolencias físicas o espirituales de vuestros hermanos.
Llegó el tiempo de la comprensión para vosotros; llegó el
momento de la lucidez y ya no está lejos el instante en que os levantéis para
hacer brillar en otros corazones esta luz. Os doy sensibilidad y es doy saber
para que cumpláis con vuestra misión espiritual. Todos estáis capacitados para
dar un consejo de luz a los necesitados, para secar el llanto del que llora. Os
he entregado en abundancia un bálsamo precioso, el cual no debe estar inactivo
un solo día. El dolor os ha purificado para que podáis desarrollar vuestros
dones; no os volváis a manchar con el pecado; también vuestros labios y vuestro
corazón se purificaron, el uno para convertirse en fuente de caridad y buenos
sentimientos, y los otros para que supiesen expresar lo puro, lo elevado.
He aquí mi lección clara, transparente como el agua con que
calmáis vuestra sed; convierto vuestro corazón en fuente para que guarde estas
aguas y a través de su transparencia podáis contemplar su fondo, que es como si
contempliseis a mi Espíritu libre de toda forma o vestidura.
Oídme, discípulos, porque de Mí proviene toda sabiduría.
Vengo a vosotros con palabras y obras para sorprenderos en vuestro sueño; mas de
cierto os digo, que antes de llegar a un pueblo o a un corazón, le envío un
emisario o precursor para que a mi llegada sepa reconocerme y recibirme. Ahora
preguntaos en cuál de mis llegadas estuvisteis preparados para recibirme.
Los profetas de los primeros tiempos que anunciaron la
venida del Mesías, fueron burlados, perseguidos y apedreados en las ciudades.
Elías, en este tiempo, hablando por los labios de un varón inspirado y justo
que se llamó Roque Rojas, predicó en el desierto y muy pocos escucharon su voz.
Si observáis la lucha de Moisés con su pueblo en aquel
Primer Tiempo, veréis también la escasa fe, la falta de preparación en los
momentos decisivos. Recordad que, habiendo encargado Moisés a su pueblo la
noche de la liberación, que nadie durmiese y que pasaran la velada orando de
pie, con las sandalias puestas y el cayado en la mano, hubo muchos que se
entregaron al sueño, y cuando despertaron, ya el pueblo había partido; y cuando
Moisés dejó al pueblo orando en el monte Sinaí, al descender encontró a la
multitud entregada al culto idolátrico, olvidado por completo de los anuncios
de su guía y profeta sobre las promesas de Jehová.
Nunca he querido encontramos impreparados o sorprenderos
pecando o durmiendo en el regazo del mundo y da la carne; por eso os he enviado
primero a mis emisarios, para que ellos hagan llegar mi voz desde la casa más
humilde hasta la mansión más suntuosa. Siete grandes profetas hice nacer del
mismo pueblo para que le anunciaran la venida del Salvador del mundo, siete
hombres que fueron hermanos de aquel pueblo, que llevaron su sangre y su
lengua. En ellos puse mi voz para que fueran como un faro de esperanza para los
pobres y oprimidos y un presagio de justicia para el soberbio, para el malvado,
para el injusto.
Cuando el Prometido llegó entre su pueblo, muy pocos le
siguieron, sólo los que tenían hambre y sed de justicia; mas los que estaban
llenos de honores, de vanidades y de poder, que eran los que se sentían
señalados por el índice de mi justicia, esos fueron los que prepararon la cruz
para el Hijo de Dios.
Vosotros llevaréis la buena nueva a la humanidad de que ya
está viviendo en el tiempo del Espíritu Santo, de este tiempo que ha sido
anunciado por grandes señales en la naturaleza, para abrir a la verdad los oidos
de los hombres de ciencia, para mover a regeneración el corazón del pecador y
para hacer penetrar en meditación al mundo; mas esta humanidad, sin querer
traducir esas voces a su verdadero sentido, cuando no lo ha atribuido todo a
causas materiales, ha caído en temores supersticiosos. Por eso mi palabra ha
tropezado en este tiempo con corazones que son rocas, comenzando para Mí una
nueva pasión.
La luz que mi Espíritu ha derramado sobre vosotros en esta era,
es la sangre que en la cruz derramó Cristo por toda la humanidad. Como figura
anticipada de estas revelaciones, en el Primer Tiempo sacrificasteis corderos y
con su sangre señalasteis las puertas de vuestras casas. La sangre es vida, el sacrificio amor; el
amor es la luz del Espíritu. Esa ha sido vuestra marca o señal en cada uno de
los tiempos.
Oh pueblo, que os habéis levantado en seguimiento de esta
voz, no olvidéis nunca que la caridad del Señor os ha señalado para una grande
misión. Esa marca divina es mi ósculo de amor, es antídoto, arma y escudo.
La vida que hoy cruzáis, es un desierto mayor que aquel que
atravesó Israel en el Primer Tiempo, mas si en su tránsito no os falta el amor
y la fe, no habrá escasez, ni hambre, ni sed. Habrá agua y maná, habrá oasis y
alegría en el viaje. Quienes no huyan de las arenas quemantes, ni se arredren
ante los enemigos, ni se fatiguen por el largo viaje, pronto se sentirán llegar
a la "tierra prometida"; mas aquellos que en la jornada busquen las
comodidades, los placeres y los medios para hacerse grandes, esos quedaran
estacionados en el camino y tardarán en llegar a las puertas de la ciudad. El
camino es evolución, el desierto es prueba para la fe y temple para el
espíritu.
No hagáis de este camino un sendero a vuestra manera, no
queráis adaptar mi ley y mi obra a vuestra vida, costumbres y pasiones. Sed
vosotros los que os apeguéis a mi ley.
A veces no alcanzáis a comprender por qué os amo tanto, por
qué os perdono todas vuestras faltas; entonces os muestro a vuestros semejantes
para que hagáis con ellos, lo que el Maestro ha hecho con vosotros.
¿Quién puede dudar de la bondad de mis enseñanzas en este
tiempo? Les he dicho a los hombres como en aquel tiempo: "Amaos los unos a
los otros", a los hijos: "Venerad a vuestros padres", al hombre:
"Respetad a la mujer", a los padres: "Dad buen ejemplo a
vuestros hijos". Esto no es tiniebla. Mi semilla es de paz, de amor, de
concordia. Detened con ella esa restitución que desde los primeros tiempos ha
venido pasando de padres a hijos, restitución dolorosa que ha sido la semilla
que siempre habéis estado sembrando y recogiendo. Es menester que toda falta
sea lavada, y en verdad os digo, que ninguna falta escapa a mi justicia. Podrá
pasarse un año, un siglo y hasta una era, mas el momento de juicio tendrá que
llegar.
Amad la limpidez, vivid de acuerdo con la ley que os señala
la conciencia. Aprovechad estos tiempos de enseñanza, para que pongáis en
práctica lo que habéis aprendido. No durmáis mientras otros lloran, no os
familiaricéis con los rumores de guerra. Mirad que esos rumores están llenos de
sollozos, de lamentos y de angustia; comprended que esos rumores que hasta
vosotros llegan, son voces dolorosas de vuestros hermanos; más vale que a
través de mi palabra sintáis el dolor de aquellos y movidos a piedad oréis y
hagáis méritos para que encuentren la paz, y no sea la guerra la que sorprenda
a vuestra nación, y cuando estéis bebiendo un cáliz muy amargo exclaméis:
¡Ahora comprendo por lo que han pasado aquellos pueblos!
¿Qué sería de este pueblo al que he congregado, si no lo
doctrinase con palabras de justicia, de sabiduría y de amor? ¿No creéis en mi
palabra de este tiempo porque os la hago oír por medio de mis hijos?
Si a los profetas de los primeros tiempos les disteis muerte
en las calles y a mis apóstoles más tarde les llevasteis al martirio, os digo
que también es muerte la que dais a estos portavoces cuando la palabra que
vierten sus labios no es creída. ¿Sois tan materiales, que no sentís la esencia
divina de esta palabra? Acordaos que os dije: "El árbol por su fruto es
reconocido".
Os estoy preparando para el tiempo en que ya no escuchéis mi
palabra, porque para entonces los hombres van a nombraros el pueblo sin Dios,
el pueblo sin templo, porque no tendréis regios recintos para rendirme culto,
ni celebraréis ceremonias, ni me buscaréis en imágenes; pero os dejaré un libro
corno testamento que será vuestro baluarte en las primeras y será el camino por
donde guíeis vuestros pasos. Estas palabras que hoy escucháis por medio del
portavoz, mañana brotarán de los escritos, para que os regocijéis nuevamente y
sean escuchadas por las multitudes que para ese tiempo llegarán.
No despreciéis lo escrito en otros tiempos, porque seríais
fanáticos; no os dejéis dominar por las pasiones, y aprended a respetar a
vuestros hermanos que en otros tiempos escribieron con su amor, con fe y aun
con su sangre, páginas de ese libro en el cual están los nombres y los ejemplos
de los que han dado testimonio de mi verdad.
¿Me amáis y me reconocéis? ¿Amáis a María, vuestra Madre
Celestial? Pues en aquellas páginas existe una que está escrita con la sangre
de vuestro Salvador y con las lágrimas de María, de Aquella que encierra en su
seno el amor maternal divino.
Si queréis que las nuevas generaciones respeten el Tercer
Testamento, respetad vosotros los testamentos pasados.
Las grandes pruebas conmoverán al mundo, y entonces los
hombres pondrán atención al nuevo libro, el cual encontrarán firme como una
roca, impreso en el corazón de un pueblo.
Comprended mi palabra; mucho os he hablado de mi ausencia y
de mi partida, mas entended que os he hablado en sentido figurado. Podré dejar
de hablaros bajo esta forma, pero, ¿concebís que pueda apartarme de alguno de
vosotros, si Yo soy la vida de vuestro espíritu y habito por siempre en él?
¿Podréis dejar de oír la voz de vuestro Padre en el interior de vuestro ser?
Jamás, si sabéis prepararos.
Hacia esa meta camináis, con ese fin vine a prepararos por
medio de esta comunicación. Si estáis preparados, escucharéis mi voz límpida y
clara, si no lo estáis, os turbareis y nada podréis entregar como testimonio.
¿Qué vais a entregar entonces, de qué vais a hablar después de la partida de mi
palabra?
Quiero que sin saliros de una vida natural y sencilla, sin
que caigáis en un estado que pudiera considerarse fuera del normal, os
conservéis siempre preparados y lleváis guardadas en vuestro corazón la
espiritualidad, para que en cualquier momento en que seáis llamados, os halléis
dispuestos a cumplir vuestra misión.
Os he dicho que en 1950 reuniré a los 144,000 marcados; mas
nadie sabe a qué puntos de la tierra enviaré a nacer a los que se encuentran en
espíritu para que cumplan mi mandato.
Vuestro destino está en Mí, porque Yo soy la resurrección y
la vida. Más tarde os reuniréis en el valle espiritual para desde ahí consumar
vuestra obra.
Espiritualizad vuestras prácticas; ya se aproxima 1950 y no
debéis quedar impreparados. Os quiero celosos, mas no fanáticos. Aprovechad el
tiempo que para el espíritu es luz y redención.
Después de haber caminado mucho, la humanidad aún permanece
dividida espiritualmente. ¿Es que a cada pueblo se le ha dado a conocer una
verdad diferente? No, la verdad es una sola.
La división espiritual de los hombres se debe a que unos
tomaron una rama y otros otra. Un solo árbol es el que existe, en cambio, sus
ramas son muchas; pero los hombres no han querido entender así mis enseñanzas,
y las discusiones los distancian y ahondan sus diferencias. Cada uno cree
poseer la verdad; cada quien se siente en lo justo; mas Yo os digo, que
mientras sólo probéis el fruto de una sola rama y desconozcáis el de las demás,
no llegaréis a reconocer que todos los frutos provienen del árbol divino, cuyo
conjunto forma la verdad absoluta.
Al hablaros de estas verdades, no penséis que el Maestro se
refiere a los cultos externos de las diferentes religiones, sino al principio
fundamental en que cada una de ellas descansa.
Ha comenzado a sentirse un fuerte viento de tempestad; sus
ráfagas, al azotar el árbol, hacen desprenderse sus diferentes frutos, los
cuales llegarán a ser probados por quienes no les habían conocido antes;
entonces dirán: ¡Cuán equivocados y ciegos habíamos estado, cuando llevados de
nuestro fanatismo rechazábamos cuantos frutos nos ofrecían nuestros hermanos
sólo por considerarlos desconocidos!
Una parte de mi luz está en cada multitud, en cada
congregación. Nadie se ufane por lo tanto de poseer toda la verdad. Entended
que si queréis penetrar más al fondo de lo eterno, que si queréis ir más allá
de donde habéis llegado, si queréis saber más de Mí y de vosotros, antes debéis
unir los conocimientos del uno con los del otro y asi con todos. Entonces, de
esa armonía brotará una luz clara y purísima, que es la que habéis buscado en
el mundo sin haberla llegado a encontrar.
"Amaos los unos a los otros" he ahí mi máxima, mi
mandamiento supremo para los hombres, sin distinción de credo o de religión.
Acercaos unos a otros por medio del cumplimiento de esa
máxima y me encontraréis presente en cada uno de vosotros.
Observad y comprenderéis que ya se inicia la lucha de ideas,
de creencias y de religiones. El resultado de vuestras contiendas humanas os va
conduciendo paso a paso hacia esa nueva batalla.
¡Ah, si los hombres se preparasen cuando mi luz se acerca a
ellos, cuánto dolor y confusión se evitarían! Mas no saben aún disponerse para
recibir la paz; sólo buscan prepararse para la guerra o cuando menos para la
defensa.
Después de anunciaros todo esto, de preveniros, ¿osaríais
confundiros como lo haría cualquier ignorante cuando el tiempo de la lucha haya
llegado?
Disponeos para la paz, para la armonía, la conciliación y la
fraternidad.
Vais a ver a las grandes religiones atacarse unas a otras, a
las multitudes huir en confusa desbandada; para esa hora este pueblo deberá
tener pleno conocimiento de su misión, estar libre de prejuicios, de manchas o
confusiones, para extender su mano llena de caridad hacia el necesitado de paz, de consuelo, de luz y de salud.
Regenerad vuestra vida, espiritualizad vuestras obras,
estudiad mi palabra, porque en ella os estoy dando el sabor de todos los frutos
del árbol divino, para que cuando vuestros hermanos vengan a ofreceros el que
ellos poseen y que han cultivado, conociendo ya el sabor del que os he dado, lo
aceptéis con amor, si: le encontráis Limpio, o lo rechacéis con bondad, si no
le halláis puro.
Un sentido superior tiene el espíritu, el cual le permite
descubrir lo verdadero lo puro, lo perfecto; pero es menester que se desarrolle
ese don, para no caer en confusión, o sea que os alimentéis de enseñanzas
insanas y rechacéis lo que en verdad es sustento para vuestro espíritu.
Voy a daros mi lección, pero antes depositad vuestras penas
en Mí. llorad junto al corazón del Maestro. descansad, y cuando hayáis
mitigado vuestro dolor cuando las lágrimas se hayan secado en vuestras
mejillas; elevad vuestro espíritu para que sobre él sea mi enseñanza.
No quiero ver hambre ni sed en ninguno de mis discípulos,
quiero veros satisfechos de haber comido y bebido en esta mesa, solamente así
podréis hacer obras dignas de Mi en este mundo; no olvidéis que cada día que
pasa, aproxima el de mi partida, y el que no aproveche este tiempo de
enseñíanzas, después se sentirá huérfano.
No ha sido el acaso el que os ha traído ante mi presencia;
mi voz os llamó por los caminos y mi caridad os condujo; ahora sabéis que
habéis venido para conocer la misión que os envié a cumplir en la tierra; en mi
palabra habéis sabido cuál es vuestro principio y cuál es vuestro fin; habéis
tenido la revelación de que sois parte de un pueblo, que en tres etapas ha
recibido el maná del espíritu.
Si todo cuanto aconteció en el pueblo de Israel en los dos
primeros tiempos, lo trasladáis a lo espiritual, veréis que lo mismo ha
acontecido en vosotros en el tiempo presente.
La vida de aquel pueblo su historia, es una lección para
toda la humanidad, es una parábola, es un libro cuyas bases de piedra fueron la
ley que os revelé en el Sinaí; su contenido guarda la voz de los profetas, la
evolución de un pueblo, sus luchas, sus triunfos y sus caídas, sus goces y sus
amarguras. También en él está la obra perfecta de Cristo entre los hombres y la
misión de los que le siguieron.
Hoy se abre ese libro ante vuestro espíritu y veis brotar de
él nuevas luces, porque lo que no fue comprendido en aquellos tiempos, hoy os
ha sido explicado; hoy vuestro espíritu puede llamar a las puertas del más allá
en demanda de sabiduría; hoy vuestra capacidad espiritual os permite acerca-
ros más al Maestro para que El os muestre las nuevas lecciones de mi arcano.
Pueblo mío, aun cuando en la gloria de mi Espíritu hay paz,
no puedo dejar de enviaros mi ayuda, porque os veo ir por los caminos del mundo
arrastrando cadenas de penalidades o imperfecciones.
Venís atravesando un desierto y en medio de él he hecho
nacer palmeras para que os sombreéis y tengáis descanso. He hecho brotar de la
roca estéril de vuestro mundo, un manantial inagotable para que bebáis de él, y
no volváis a tener sed. Hoy os daré tierras en el mundo para que las cultivéis; vuestras tierras las hallaréis en los corazones; unos han venido a
empezar a cultivar, otros a concluir una obra comenzada tiempo ha, y otros a
recoger el fruto de su siembra.
No pretexten los padres de familia que tienen muchos hijos,
que su tiempo está dedicado únicamente a ganar el pan de cada día, y que por
esa causa no pueden pensar en hacer el bien a los demás.
No me digan los varones que se sienten incapaces para
enseñar mi ley. A todos os digo, que en vuestro camino sobran las ocasiones en
que podáis sembrar mi semilla sin perder vuestro tiempo,y sin desatender
vuestros deberes.
Servidme y Yo os serviré.
No sufra decepción vuestro corazón, si al sembrar amor en
vuestros hijos o en vuestros hermanos, sólo recogéis de ellos dolor; bien
sabéis lo que Cristo sembró en el mundo y lo que recogió; mas El sabía que no
estaba en el mundo la cosecha, sino en el cielo, cuando el tiempo llegara.
También vosotros, discípulos imitando en paciencia al Maestro, no busquéis
galardones ni compensaciones en la tierra, mas sí esperad la hora de vuestro
gozo en el más allá.
Te perdono y te bendigo en mi nombre que Soy el Padre, El Hijo, el Espíritu Santo, Mi paz sea con vosotros Pueblo Bendito de Israel.
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